Nacido en Córdoba, Bartolomé Segura Ramos ha sido, desde 1976, catedrático de Filología Latina en la Universidad de Sevilla, hasta su prejubilación en 2009. Interesado originariamente en cuestiones lingüísticas, y más tarde en literatura latina, ha publicado artículos sobre Juvenal, Virgilio, Horacio, Lucrecio, Séneca y, especialmente, Tácito. Dedicado también a estudios propiamente históricos (sobre el mencionado Tácito, la guerra civil de Galba y Otón, la batalla de Munda, etc.), ha realizado además numerosas traducciones de autores clásicos de la Antigüedad, a saber: Prisciliano (1975), Virgilio (Bucólicas y Geórgicas, 1981), Ovidio (Fastos, 1988), Séneca (Medea, 1991; Las Troyanas, 1993; Fedra, 1994; Agamenón, 2008), Juvenal (Sátiras, 1996), Salustio (1997), Petronio (2003); Persio (2006); Antología de Poesía erótica latina (1989); del griego, Las Meditaciones de Marco Aurelio (1985). Es autor de numerosas reseñas y artículos en diferentes revistas, y de libros de creación, a saber: a) ensayo: Fragmentos de Varia escritura (1987), A rienda suelta (1990), La pedagogía al alcance de todos (2004), Del ensayo a la nostalgia (2005); a) novelas: Noche de verano (premio Ánthropos, 1991), Espíritu universitario (2010). En la actualidad, prosigue la preparación (que dura ya más de catorce años) de una amplia y original monografía sobre la Ilíada de Homero
En estos pensamientos (que a veces pueden tener la apariencia de aforismos), fruto de la introspección a lo largo del tiempo, hay, pese a su carácter fragmentario, un común denominador, que les confiere la necesaria unidad: ese denominador común es la libertad del alma. ¿Y cómo puede el hombre lograr la libertad del alma, la autonomía que independiza al individuo de los factores externos? Frente al miedo a la vida y el terror de la muerte, solo cabe la búsqueda incesante de las sensaciones acordes con la naturaleza, con el ritmo interior de la naturaleza, única guía posible (por imprevisible y camaleónica que sea) del hombre. Este prueba a exorcizar el pánico del tiempo y del ser mediante el dominio de los demás, dominio que se ejerce a través de la fuerza, simbolizada esta, bajo el manto de las ideas y las creencias, en el poder (económico, político y religioso), que a la mayoría esclaviza. En este trabajo, además de combatir esa fuerza bruta y obvia, se persigue alcanzar la autarquía personal, es decir, el control de la angustia que siente el ser en el tiempo, con el convencimiento de que la verdadera y única victoria que cabe al hombre es la victoria sobre sí mismo.
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