Se compara Una historia aburrida de Antón Chéjov con La muerte de Iván Ilich de León Tolstói con el fin de dilucidar distintos modos de la crisis de sentido que se fragua a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. El relato de Tolstói prefigura la reconstrucción de un sentido de índole religiosa (una humanidad regida por los principios de fraternidad y de no resistencia violenta frente al mal, considerada como el reino de Dios entre nosotros), mientras que Chéjov aceptaría el dictum de Wittgenstein «Creer en un dios significa ver que la vida tiene un sentido» pero no cree que haya dios alguno en que creer. Por último, se pregunta qué moral puede derivarse de tal negación y se recurre para responder a Vida y Destino de V. Grossman.
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