Los escritos espirituales y los fragmentos dedicados a los tres órdenes de la realidad muestran que el pesimismo antropológico de Pascal no fue su última palabra. Es cierto que le resulta odioso el endiosamiento del yo que hace que cada individuo se crea el centro de todo, y también que hay en él una llamada a la ascética y al desapego, propia de la espiritualidad de su tiempo que le aleja del lector contemporáneo. Sin embargo, en su espiritualidad cristocéntrica, con atisbos de misticismo, hay lugar para la esperanza y la alegría. Los fragmentos sobre los tres órdenes que serán analizados muestran el valor definitivo que asignó el orden de la caridad, subrayando el dinamismo espiritual de la afectividad, y apostando por el amor sin medida a lo eterno frente al sentimiento de trágica derrota.