Resumen
He venido a este lugar en el que nadie me espera, para quedarme pensativo junto a un vaso. Como sombras chinescas van pasando imágenes de un tipo delgado, alto, con patillas anchas y un zarcillo en la oreja. ¿En qué oreja? Eso es lo de menos, lo importante es que no se pare la narración. Si buscas que todo sea preciso, que todo esté ordenado, no sucederá nada. Pero si te dejas invadir por el caos, por las imágenes que se atropellan como si bajases por unos rápidos con la balsa pinchada, por la imaginación que engarza las cerezas de la memoria con lo que está por suceder, entonces, es posible que vayas comprendiendo la estirpe de un tipo largo llamado Corto, nacido en Malta, hijo, más o menos, de un marino tal vez inglés y una gitana de Gibraltar. Corto Maltés. Eso hace de él un ser de frontera, por eso Corto es el corazón de la aventura, porque es mestizo. Y Hugo Pratt, que sabía estas y muchas otras cosas, lo pone siempre en tierras fronterizas, en situaciones híbridas, en lugares confusos: Manchuria, Río de la Plata, Etiopía, Venecia, El Mar Salado, Siberia, rodeado de personajes en tránsito, traficantes, generales insurrectos, brujos, mercenarios. Pero nunca argentinos de Argentina, españoles de España o catalanes del Barça, lo más aburrido del mundo. Hugo llevaba más de quince años documentándose sobre la guerra civil española para, tal vez, hacer desaparecer en sus trincheras a Corto. ¿De parte de quién estaría? De las situaciones y personajes del límite, del coraje y de la vida. Parece ser que el álbum empezaría con unas páginas sobre la tradición del cante en Andalucía y aparecería el personaje como miembro de las Brigadas Internacionales, junto a un poeta británico, llamado Cornford, bisnieto de Charles Darwin, que murió en Córdoba, y a Nathan, un oficial homosexual que lanzaba las tropas al ataque al grito de: “Adelante muchachas.”Descargas
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