Abstract
Empezaré con la historia de un desencuentro: el que hubo entre Pablo Ruiz Picasso y Marcel Duchamp. Nunca hubo entre ellos afinidad ni simpatía. Pero no voy a profundizar en él, porque lo cito sólo para que sirva de trasfondo al juicio que de Picasso hizo Duchamp en 1943: “La principal contribución de Picasso al arte habrá sido partir de cero y mantener esa frescura con respecto a todos los nuevos modos de expresión que marcan las diversas épocas de su carrera”1 . Viniendo de Duchamp el elogio no podía ser mayor. Siempre lamentó que la mayoría de los artistas, después de hacer alguna aportación de importancia, se limitaban a repetirse. En Picasso, sin embargo, reconoce un cultivo apasionado de lo nuevo hasta el punto de no someterse a sus propios logros. Por encima de ellos está la frescura de lo aún no dicho, la capacidad no tanto de buscar lo diferente, sino de no ignorarlo cuando la encontraba. (+)Downloads
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