Los gobiernos de ciertas democracias liberales han creado comisiones públicas encargadas de formular recomendaciones para la gestión de la diversidad cultural y religiosa. Los informes de estas comisiones no sólo comportan una dimensión política, por su vocación misma de regulación de lo público, ellos contienen, además, una perspectiva filosófica que no ha sido suficientemente examinada por la literatura especializada. Este artículo explora la dimensión filosófica de algunos de estos informes, prestando una atención especial a los que fueron producidos por la Comisión de reflexión sobre la aplicación del principio de laicidad en la República (Francia, 2003) y la Comisión del diálogo intercultural (Bélgica, 2005).
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