Resumen
En el verano de 2008 la Tate Modern de Londres cedió su emblemática fachada de ladrillos rojos para que seis reconocidos “artistas callejeros” exhibieran, si bien de forma provisional, una serie de propuestas graffiteras que, presentadas bajo el título de Street Art at Tate, no sólo concitaron la atención de la crítica especializada, sino, como ocurre siempre con cualquier acontecimiento auspiciado por ese templo de la contemporaneidad artística, la de la prensa en general. Ambas vinieron a coincidir en que el hecho de que una institución tan relevante a efectos ideológicos hubiera acogido una muestra monográfica dedicada a una forma de expresión plástica, en principio, marginal, significaba la consagración definitiva de la misma en el universo institucional y constitucional de las artes visuales.Descargas
Métricas
Vistas del PDF
78