Resumen
En La Gaya Ciencia, Nietzsche distinguía entre el filósofo de la carencia y el de la abundancia: “en algunos, lo que filosofa son sus defectos, en otros, sus riquezas y fuerzas. Aquéllos necesitan una filosofía, como sostén, calmante, medicina, redención,
edificación, enajenación de sí mismos; para éstos la filosofía es tan sólo un hermoso lujo, en el mejor de los casos la voluptuosidad de una gratitud triunfante que finalmente debe inscribirse con mayúsculas cósmicas en el firmamento de los conceptos”1
. Egon Schiele entraría en la segunda categoría, como bien supo reconocer su amigo Arthur Roessler, quien afirmó que el artista, a veces incluso incapaz de comprender su propio trabajo, no siempre pudo hacer frente a su exuberante creatividad2
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