Resumen
A comienzos del siglo pasado se hace visible en Occidente uno de los rasgos característicos de las sociedades tecnificadas que todavía hoy puede observarse con especial virulencia. Se trata del malestar social provocado por la tendencia deshumanizadora que protagoniza la esencia de la técnica moderna, y que se traduce en cierta inquietud respecto a la amenaza de que, en vez de promover la realización del hombre, la tecnociencia le aparta de su mundo natural y cultural, empobreciendo sus recursos simbólicos. Dicho empobrecimiento es alimentado por una ideología cientificista responsable de legitimar cualquier decisión en aras del progreso científico y tecnológico sin tener en cuenta muchas veces un discurso ético humanista. Como señala Franco Volpi, en el mundo tecnificado la fuerza normativa de la ética va cediendo al imperialismo de la técnica y de la ciencia que, con sus normas y preceptos, van modelando una nueva manera de vivir basada en un modo de sentir, de pensar y de producir específicos: “Imponen obligaciones que vinculan más que todas las éticas escritas en la historia de la humanidad, volviendo superfluo, de ahora en adelante, todo otro imperativo. La ciencia y la técnica organizan la vida sobre el planeta con la ineluctabilidad de un desplazamiento geológico. Frente a ellas, la ética y la moral tienen ya la belleza de los fósiles raros.” (+)Descargas
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