Resumen
En la película Cadena perpetua, el personaje que interpreta Morgan Freeman (apellido no tan paradójico como parece para un recluso) propone una explicación para el alto índice de suicidios que observa en compañeros que logran la libertad tras largos periodos de reclusión. Según él, el problema que arrastran dichos individuos es que se encuentran “institucionalizados”: “Estos muros son curiosos. Al principio uno los odia, luego se acostumbra a ellos. Entonces el tiempo pasa y terminas dependiendo de ellos. Eso es estar "institucionalizado". […] Ellos te envían aquí de por vida y eso es justo lo que toman de ti. En cualquier caso, la parte que cuenta [de la vida]”. Algo parecido es lo que le ocurre al arte según el filósofo analítico, George Dickie: cuando sale de los muros imaginarios o no de las instituciones artísticas, pierde, en gran parte, su sentido. La teoría institucional del arte se ha convertido en uno de los últimos intentos de perpetuación de una institución, el Mundo del Arte, cada vez más amenazada en su capacidad de sugestión del imaginario colectivo por el curso imparable de las nuevas tecnologías y las actividades paralelas que aspiran a encaramarse sobre ese pedestal. En este número de Fedro, Sixto J. Castro, profesor titular de Estética de la Universidad Valladolid, se encarga de confrontarse con el texto, repasando sus orígenes e influencias, y emprendiendo, al final, una sugestiva crítica, realizada a la luz de las prácticas artísticas más controvertidas de los últimos años.Descargas
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