El rastro de Giges. Una secular controversia filosófica sobre el problema de la corrupción
A secular philosophical controversy on the problem of corruption
DOI:
https://doi.org/10.12795/araucaria.2022.i51.02Palabras clave:
corrupción, justicia, ciudadanía, contrato social, temor al castigo, republicanismo, Kant, RortyResumen
Utilizo el legendario relato sobre el anillo de Giges de la República de Platón para hacer una reflexión de mayor alcance sobre el modo en que se ha concebido en la historia de la filosofía el problema de la conducta humana corrupta: de sus motivaciones, sus presupuestos, sus consecuencias y también de las formas de combatirla. Me refiero a dos grandes tradiciones: en primer lugar, a la que llamo la tradición escéptica y estratégica, partidaria en líneas generales de la tesis de Glaucón, y, en segundo lugar, a la tradición opuesta, la defendida por Sócrates en el diálogo, y que podría considerarse, por contraste con la anterior, filantrópica y cívica. Concluyo con una reflexión ligada a nuestra época, apoyándome en las tesis de Richard Rorty en su último libro Forjar nuestro país.
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Platón, República, libro II, en particular 359a - 360d. Citaré la edición de Gredos, a cargo de Conrado Eggers Lan, Diálogos IV, Madrid, 1986, p. 107ss.
La figura de Giges ejerció una influencia muy grande en la cultura helénica, en diversas variantes, como un símbolo de amplio espectro sobre la seducción del poder. Ya Heródoto da cuenta de ella en su Historia, I, 8-14: edición castellana de Carlos Schrader, Madrid, Gredos, 1977, pp. 92-97. Una breve reseña de las variantes a que dio lugar esta figura, antes y después de Platón, puede hallarse en el capítulo titulado “El síndrome de Giges” del estupendo libro de Roberto Rodríguez Aramayo, La quimera del rey filósofo: los dilemas del poder, o el frustrado idilio entre la ética y lo político, Madrid, Taurus, 1997, pp. 19-24.
Me voy a referir a su libro Forjar nuestro país. El pensamiento de izquierdas en los Estados Unidos del siglo XX, traducción de José Ramón del Castillo, Barcelona/Buenos Aires/México, Paidós, 1999.
Platón, República, op. cit., p. 76, 338c.
Ibid., p. 96, 348c.
Ibid., p. 73, 336b-c.
Ibid., p. 105, 358b.
Cf. ibid., principalmente el Libro IV, p. 201ss., 419a en adelante. Cf. de Aristóteles, Ética Nicomáquea, Madrid, Gredos, 1985, Libro V, p. 236ss, 1129a en adelante.
Platón, República, op. cit., p. 106s, 359a-b.
Ibid., p. 107, 359c.
Thomas Hobbes, De corpore II, cap. VII, 1, en: Opera philosophica quae latine scripsit, edición de William
Molesworth, Londres, Joannes Bohn, 1839ss., p. 97.
Ibid., De corpore II, cap. VII, 1, p. 98.
Immanuel Kant, Hacia la paz perpetua, traducción de Roberto Rodríguez Aramayo, Madrid, Alamanda, 2018, p. 102
Ibid., p. 101-102. Las cursivas son mías.
Ver el Apéndice I, “Sobre la desavenencia entre moral y política con respecto a la paz perpetua”, en: I. Kant, Hacia la paz perpetua, op. cit., p. 107ss.
Ibid., p. 101-102. Las cursivas son mías.
Richard Rorty, Forjar nuestro país, op. cit.
Ibid., p. 19.
Es el propio Rorty el que menciona estos dos peligros extremos. Él los llama, en inglés, “selfmockery” y “selfdisgust”. El traductor castellano vierte esas expresiones como “burla” y “malestar”. Creo que “fatalismo” y “sarcasmo” son palabras más expresivas e idóneas.
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Aceptado 2021-10-31
Publicado 2022-11-17
- Resumen 342
- PDF 174