http://dx.doi.org/10.12795/spal.2012.i21.02

Beltrán Fortes, J. y Loza Azuaga, M. L. (2012): “Esculturas romanas de VLISI (Archidona, Málaga)”, Spal 21: 39-55. DOI: https://dx.doi.org/10.12795/spal.2012.i21.02

ESCULTURAS ROMANAS DE VLISI (ARCHIDONA, MÁLAGA)

ROMAN SCULPTURES FROM VLISI (ARCHIDONA, MÁLAGA)

José Beltrán Fortes
Dpto. de Prehistoria y Arqueología. Universidad de Sevilla. jbeltran@us.es

María Luisa Loza Azuaga
Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), Consejería de Cultura, Junta de Andalucía. marial.loza@juntadeandalucia.es

Resumen: Se analiza el problema de la localización de la ciudad de Vlisi en tierras de la actual Archidona (Málaga), con la revisión de las inscripciones y las esculturas romanas. Se propone la identificación de una escultura femenina como representación de Deméter-Ceres.

Abstract: We analyze the problem of the location of the Roman city of Vlisi, near the current village of Archidona (Malaga), with a study of the Roman inscriptions and sculptures. It is proposed to identify a female sculpture as a representation of Demeter-Ceres.

Palabras clave: Vlisi. Arqueología. Baetica. Escultura romana. Deméter-Ceres. Inscripciones latinas.

Key words: Vlisi. Archaeology. Baetica. Roman Sculpture. Deméter-Ceres. Latin Inscriptions.

La participación en los cursos de verano de la Universidad de Málaga en Archidona (Málaga)[1], en julio de 2011, con el encargo de una conferencia sobre la arqueología de Vlisi[2], nos permitió adentrarnos en la cuestión controvertida de la localización de esta ciudad romana en las tierras del término municipal archidonés, a la par que plantear algunas novedades en relación con algunos de sus materiales arqueológicos más significativos, en concreto una estatua femenina aparecida en 1963, de la que ha habido dudas sobre su identificación, a la par que también han existido diferencias de opinión sobre su exacta procedencia. La revisión de todo ello nos parece un tema adecuado para presentarlo en homenaje al profesor Manuel Bendala, ya que esta línea de trabajo de localización de ciudades es paradigmática en la Arqueología –con los antecedentes de la anticuaria española desde el siglo XVI– y los estudios de escultura romana un argumento principal de la Arqueología clásica española, en la que tan bien se ha desenvuelto nuestro homenajeado.

EL PROBLEMA DE LA LOCALIZACIÓN DE VLISI

El intento de localizar ciudades antiguas en el territorio español ha sido el tema principal de los estudiosos que desde el Renacimiento humanista del siglo XVI se ocuparon del estudio de las antigüedades y de escribir la historia antigua de la nación española, siendo la obra de Ambrosio de Morales, Antigüedades de las ciudades de España (Alcalá de Henares, 1575), el principal exponente de esta orientación, una especie de manual para su estudio establecido por el importante humanista cordobés. Favorecida la Andalucía del XVI por la bonanza socioeconómica traída por las consecuencias del descubrimiento de América y la conquista del reino de Granada la aristocracia concejil de muchas ciudades buscó en el pasado clásico de sus enclaves un marchamo de prestigio, cristiano o pagano, acorde con el movimiento de recuperación filológica y arqueológica de los restos de la antigüedad[3]. En el caso de la localidad de Archidona ese intento se hizo tradicionalmente con la ciudad de Askua-Oskua citada tanto por Ptolomeo como ciudad túrdula (II, 4, 9) cuanto por Plinio en la Bastetania (NH III, 10) y Tito Livio en la descripción de las guerras contra Aníbal (23, 27, 2). Este último refiere cómo en el marco de la rebelión contra Asdrúbal del 216 a.C. los sublevados tomaron y saquearon la ciudad de Ascua, que posteriormente sería reconquistada por Asdrúbal y convertida en un importante bastión cartaginés de esta zona surhispana, por la importancia en el control de las comunicaciones y sus óptimas condiciones naturales que permitieron que en ella se hiciera un gran acumulo de víveres e impedimenta (Corzo Sánchez 1978: 216-218).

La Ascua de los textos se ha identificado con la ciudad romana de Osqua conocida por la documentación epigráfica (Corrales Aguilar 2001: 258-259), pero el problema ha radicado en la misma localización de ésta. Como decíamos, la tradición erudita local asignó a Archidona la identificación con la Ascua citada por Tito Livio por las condiciones de aquélla, presidiendo la Hoya de Archidona y controlando los caminos en la cabecera del Guadalhorce, tanto hacia la Hoya de Granada, cuanto especialmente hacia el NE, la zona de Cástulo con sus riquezas minerales, que serían sacadas también hacia el puerto de Malaca (Málaga) por esta ruta (Corrales Aguilar 2005: 283ss.). Así, por ejemplo, el historiador archidonés del siglo XIX Miguel Lafuente Alcántara (1843: 299) reproduce una rebuscada etimología por el significado de los nombres, que llevaría desde el nombre Escua, que significaría “cabeza principal” en púnico, hasta Arx Domina en latín y, finalmente, Arxiduna en árabe, de lo cuál Archidona. El problema surge por la localización de la inscripción CIL II 2030, conocida desde el siglo XVIII y llevada a Antequera desde la Huerta de Solana, en Villanueva de la Concepción, en un lugar asimismo llamado Cerro del León: se trataba de un pedestal honorífico en el que los decuriones de la ciudad homenajeaban a un cierto C. Licinius Agrinus, Osquensis, IIvir bis, por lo que Hübner situó sin dudas el municipio de Osqua en el Cerro del León de Villanueva de la Concepción (CIL II: 275-276; cfr., ahora, CIL II2/5, 736 y 737), descartándose, pues, la identificación con Archidona, aunque con excepciones[4].

Algunos años después de la edición del CIL II tuvieron lugar en terrenos del actual término municipal de Villanueva del Trabuco (Málaga) una serie de descubrimientos epigráficos que dieron a la luz la existencia de otra ciudad romana en el entorno de Archidona, desconocida hasta entonces. Fue en el marco de algunas excavaciones que llevó a cabo en el cortijo del Río Manuel Cueto y Rivero (muerto en 1889), catedrático de Hebreo en la Universidad de Salamanca y de Griego en la de Granada y sobrino del canónigo del Sacromonte y posteriormente obispo de Málaga , Juan Cueto y Herrera, nacido en Colmenar (Málaga), según nos informa el académico y erudito Aureliano Fernández-Guerra, de quien era amigo y colaboró en diversos estudios epigráficos[5]. Ello explica que Manuel Cueto le proporcionara las inscripciones que sacó a la luz en sus excavaciones –de las que no se conoce ningún otro dato– que Fernández-Guerra publicó en un artículo en la barcelonesa Revista Histórica bajo el título “Las ciudades béticas Ulisi y Sábora. Nuevos descubrimientos, inscripciones inéditas”, y donde afirmaba:

“El Sr. Cueto y Rivero acaba de recorrer en este verano, según me ofreció, diversas ruinas aun no exploradas, de antiguas ciudades, en los confines de las provincias de Granada y Málaga; y de hallar, por segunda vez en monumento lapídeo, el nombre geográfico de Ulisi.

En los cortijos de María Aldana y del Río, término del Saucedo, provincia de Málaga, se ven esparcidos innumerables sillares, ladrillos y tejas de edificios despedazados, y cuantos rastros y señales pueden publicar haber habido en el primero una población importante; y en el segundo, un suburbio suyo, con templo dedicado á Jove. Allí pareció la inscripción sepulcral del anciano Carpo, nacido en Ulisi [CIL II 5497 = CIL II2/5, 725] que original me regaló el Sr. Cueto, años hace, y que yo saqué á luz en mi contestacion académica sobre las Antigüedades del cerro de los Santos: y aquí, en el cortijo del Río, mi amigo, hácia los primeros días de agosto, vino á descubrir en unas excavaciones, por él atinadamente dirigidas, la piedra sepulcral de otro ulisitano [CIL II 5499 = CIL II2/5, 722]: de suerte, que el mismo nombre geográfico resulta repetido en un mismo territorio. Con ello el sábio académico insiste en su primer pensamiento, contradicho por mí; á saber: que en María Aldana y el Río debió alzarse una hasta ahora desconocida ciudad bástula, llamada Ulisi, distinta de la Οδύσσεια colocada por Estrabon sobre las montañas de Adra y reducida por mí á la alpujarreña Ujijar…” (Fernández-Guerra 1876: 257-258).

Aureliano Fernández-Guerra transige en cierto modo con la propuesta defendida por Cueto e indica: “…complazcamos á nuestro eruditísimo compañero aceptando en María Aldana, mientras no aparezca monumento eficaz que lo contradiga, una Ulisi Túrdula… pero es el caso que me anunció la sorpresa de cierta dedicatoria á Júpiter, y ser también ulisitano el dedicante…”, aunque al final del artículo en un post-scriptum le da tiempo a incluir la nueva inscripción dedicada a I(ovi) O(ptimo) M(aximo) por el obulconense L. Fabius L. f. Quir. Chrysippus, que quedó en su colección, con un calco (fig. 1), si bien entonces dice que procede del cortijo del Río y la data en el segundo cuarto del siglo III d.C. por los rasgos paleográficos (Fernández-Guerra 1876: 258 y 261-262). Emil Hübner ya incluyó la ciudad de Vlisi en el Supplementum al CIL II con referencia a las cuatro nuevas inscripciones recuperadas (CIL II, 5496-5499 = Eph. III, 145, 12, 147 y 146 = CIL II2/5, 720, 725, 722 y 728, respectivamente): en total, la primera votiva a Júpiter y las tres últimas funerarias, incluyéndose en dos de ellas el cognomen originis Vlisitanus, aunque sí surgen dudas sobre las procedencias exactas de algunas de ellas. No cabe duda de que el epitafio de C. T. Fabianus Vlisitan(us) se recupera en el cortijo del Río y el epitafio de M. F. Pollentina en el cortijo de María Aldana, así como la inscripción de Júpiter asimismo en el cortijo del Río por la referencia expresa de Fernández-Guerra citada antes, pero Hübner adscribió también a éste el de Q. Fabius Carpus Vlisitanus, cuando del texto reproducido debería haber aparecido en el cortijo de María Aldana con anterioridad a 1876[6], razón por la que Manuel Cueto defendía la localización de Vlisi en éste. La cuestión no es baladí, pues, como han establecido los editores del nuevo volumen del CIL II2/5, el cortijo de María Aldana se sitúa bastante separado del cortijo del Río; el primero unos 7 km al E de Archidona y 6 km al NE de Villanueva del Trabuco, mientras que el del Río está al pie del río Guadalhorce, entre los términos municipales de Villanueva del Trabuco y Villanueva del Rosario, a unos 3 km del primero siguiendo el margen derecho del río, coincidiendo con la ladera oriental del Peñón de Solís.

Figura 1. Calco de la inscripción CIL II2/5, 720, hoy desaparecida, según Fernández-Guerra, 1876.

Precisamente en este Peñón de Solís se ubica un importante yacimiento arqueológico, escasamente conocido, pero con una secuencia amplia de materiales romanos desde época republicana a la tardoantigüedad (Díaz Valera, Barroso Ruiz, Solano Bazalo y Sanchidrián Torti 1994). En ese mismo yacimiento tuvimos ocasión de corroborar en la década de 1980 la existencia de un gran altar elaborado en caliza denominada genéricamente del Torcal (fig. 2), que luego ha sido trasladado a la venta de las Tres Piedras, en las afueras de Villanueva del Rosario; se trata de una pieza bastante deteriorada, pero en la que se advierte en ambos laterales la típica decoración de patera y urceus en relieve y, en el frente, de una laúrea en cuyo interior se había grabado la inscripción: I(ovi) O(ptimo) M(aximo) / sac[rum] (Beltrán Fortes 1988: 140, nº 127; CIL II2/5, 719). La importancia de la pieza radica en el hecho de que es, pues, la segunda dedicación a Iupiter Optimus Maximus que aparece en este lugar, apuntando a que efectivamente ambas proceden de un lugar de culto a esta divinidad romana y no se puede justificar con un simple traslado posterior de una pieza epigráfica. Podría pensarse que estos testimonios avalaban la identificación de Vlisi con este yacimiento de cortijo del Río-Peñón de Solís, dado que el culto a Iupiter Optimus Maximus conviene bien a un ambiente urbano, pero nuevos descubrimientos epigráficos en este territorio malagueño apuntan en sentido contrario.

Figura 2. Altar votivo dedicado a I.O.M. (CIL II2/5, 719), en el Peñón de Solís (Villanueva del Trabuco), en la década de 1980. Foto: autores.

Dejando aparte dos altares funerarios que testimonian a otros dos Vlisitani, a L. Iunius Barbatus, decurio, en una pieza conservada en una colección particular de Madrid, pero de procedencia desconocida, y a C. Fabius [---]ventus, en una segunda de una colección particular malagueña de Churriana, con una procedencia genérica en Villanueva del Trabuco (CIL II2/5, 723 y 724, con bibliografía anterior), debemos referirnos a dos pedestales de estatua que aparecieron en las tierras de Archidona a inicios de la década de 1970, que fueron publicados por A. M. Canto (1974: 227-230), según información y fotografías de Juan Bernier, indicando erróneamente y de forma genérica que el primero de ellos se habían encontrado en tierras de Villanueva del Trabuco y el segundo en tierras de Archidona. El interés de ambas piezas epigráficas queda en evidencia si tenemos en cuenta que el primero correspondía a la colocación de una estatua a Iulia Augusta mujer del emperador Septimio Severo por la Respublica Vlisitana en los años 195-198d.C. (CIL II2/5, 721) (fig. 3), y el segundo correspondía a otro pedestal en cuya inscripción se conmemoraba la construcción de un templo a Hércules, que había prometido L. Vibius Fetialis a la Respublica Osquensis, y que su nieto homónimo había realizado con la dedicación, además, de la estatua correspondiente de este héroe-dios que estaría situada encima del pedestal, asimismo datado a comienzos del siglo III d.C. por la paleografía (CIL II2/5, 718; Oria Segura 1996: 165s.) (figs. 4-5). A pesar de las inexactitudes expresadas en el momento de su publicación hoy conocemos fehacientemente que ambas piezas epigráficas salieron a la luz al mismo tiempo con motivo del rebaje de unos terrenos en la vertiente SE de la loma del Pinar, en el cortijo llamado La Camila, en tierras de Archidona, pero en el límite con las de Villanueva del Trabuco, como lo testimonian Pastor Muñoz (1987) y Concha Romero (1994) según información de sus descubridores, algunos de los cuáles también nos lo han asegurado a nosotros recientemente[7]. Es evidente que no existe una absolutamente fehaciente documentación del descubrimiento, pero creemos que es fiable, como asimismo propone de forma acertada Rodríguez Oliva en el nuevo fascículo del CIL II2/5, referirlo al conventus Astigitanus, localizando Vlisi en los cortijos de La Camila-Los Llanos y no en el del cortijo del Río o el de María Aldana (CIL II2/5: 194 y mapa general) (fig. 6). En efecto, el yacimiento se extiende asimismo hacia el SE, por tierras del llamado cortijo de Los Llanos, ya en tierras de Villanueva del Trabuco, y hacia el NE, en el cortijo de La Saucedilla, documentándose también una necrópolis tardorromana (Pastor Muñoz 1987: 247ss.). Ello parece además lógico porque por esta zona corría la vía romana (fig. 7) que desde la Vega de Granada unía hacia el nudo de caminos en Antikaria-Singilia Barba y hacia la costa y el valle del Guadalhorce a partir de Aratispi, como bien se ilustra en el mapa ya citado que acompaña la edición del CIL II2/5 (fig. 6) (cfr., Corrales Aguilar 2005). Es determinante la presencia del pedestal citado dedicado a Julia Domna, ya que la dedicante es la propia ciudad de Vlisi, mientras que la referencia a Osqua en el otro pedestal de Hércules aparecido, aunque extraña en principio, se puede explicar porque se trataba de una promesa a la ciudad de Osqua, muy próxima a Vlisi, que debió hacerse para realizarse en esta última[8].

Figura 3. Pedestal de Vlisi (cortijo de La Camila, Archidona), dedicado a Iulia Augusta (CIL II2/5, 721). Museo Provincial de Málaga. Foto: autores.

Figura 4. Pedestal de Vlisi (cortijo de La Camila, Archidona), conmemorando la dedicación de un templo y de una estatua a Hércules (CIL II2/5, 718). Museo Municipal de Archidona. Foto: autores.

Figura 5. Pedestal de Vlisi (cortijo de La Camila, Archidona), conmemorando la dedicación de un templo y de una estatua a Hércules (CIL II2/5, 718). Museo Municipal de Archidona. Detalle de la inscripción. Foto: autores.

Figura 6. Propuesta de delimitación del ager de Vlisi (cortijo de La Camila, Archidona), según detalle del mapa general editado en CIL II2/5.

Figura 7. Fotografía realizada desde Archidona hacia la zona donde se sitúa Vlisi, en el cortijo de La Camila (Archidona), junto a la vía romana entre Iliberris (Granada) y Antikaria (Antequera) y Aratispi (Cauche el Viejo). Foto: autores.

Descartada la identificación del yacimiento del peñón de Solís-cortijo del Río con la ciudad de Vlisi queda como un capítulo a completar su caracterización como asentamiento en época romana. El que en su entorno aparezcan inscripciones con personajes de origo Vlisitanus, hace en efecto plausible que deba considerarse que este ámbito formó parte del propio ager Vlisitanus, quizás como una especie de vicus, lo que podría explicar la existencia en él de un santuario dedicado a Iupiter Optimus Maximus. Es cierto que en principio es propio de un culto urbano, como expresión máxima de la divinidad principal del panteón oficial romano, pero como estableciera el estudio ya clásico de Vázquez Hoys (1983-1984) sólo un 20% de las más de 200 inscripciones hispanas reunidas por ella tenían un carácter oficial, testimoniándose incluso los dedicantes esclavos y libertos, como seguramente fue nuestro obulconense L. Fabius L. f. Quir. Chrysippus, si tenemos en cuenta el carácter del cognomen (Beltrán Fortes en prensa b).

ESCULTURAS ROMANAS DE VLISI: UNA REPRESENTACIÓN DE DEMÉTER-CERES

De este mismo entorno estudió A. García y Bellido dos piezas escultóricas de mediano formato, elaboradas en mármol, que habían sido descubiertas juntas en 1963 en la finca La Camelia en Villanueva del Trabuco, según información de sus primeros editores, P. Solo de Zaldivar y S. Giménez Reyna (cfr., Baena del Alcázar 1984: 109-117, con bibliografía anterior). Se trataba de un fácil error de confusión entre los topónimos La Camila y La Camelia, inexistente en el lugar[9], que hace que las dos esculturas no correspondan –como se decía cuando se situaba Vlisi en el cortijo del Río– a un programa escultórico típico de una villa sino de un ambiente urbano[10], aunque desconocido, pudiendo ser decorativo o cultual, ya que –ahora podemos decirlo– representa a dos divinidades. Una de ellas es de clara identificación; se trata de una escultura de Mercurio[11], desnudo, pero llevando el petasos y una clámide sobre el pecho y enrollada en el brazo izquierdo, sobre el que apoya el típico atributo del caduceo, mientras la rotura de la mano derecha impide ver si llevaba algún otro atributo, seguramente el marsupium; a ese lado se ha colocado un carnero, que mira a la figura del dios, junto a un tocón de árbol, que sirve de refuerzo al grupo escultórico en la parte baja, asentada sobre una base con una moldura cóncava. Es obra seguramente de taller bético que sigue el modelo de los Hermes praxitélicos, aunque la rotundidez de formas apunta asimismo a esquemas de la escuela de Policleto, ya que a pesar del formato menor –como indicara García y Bellido (1963: 183; cfr., Baena del Alcázar 1984: 113-117; Rodríguez Oliva 2010: 75)– se advertiría en esta obra cierta reminiscencia de las grandes obras escultóricas griegas. La datación debe hacerse en la primera mitad del siglo II d.C., y no debe olvidarse en esos momentos la influencia en el ámbito de la Bética de la estatuaria ideal de Italica elaborada en los talleres locales desde época adrianea, donde se documentan representaciones de Hermes y de Meleagro, en diversos formatos y categoría, que podrían relacionarse en algún modo con ésta (León 1995: 104ss., nos 32, 34, 35). Es otro ejemplo de la repercusión de la estatuaria italicense en los talleres escultóricos béticos del siglo II d.C.

Junto a ella fue encontrada otra escultura de similares dimensiones[12], elaborada también en mármol blanco, que ha sido identificado como de mármol de las cercanas canteras de Mijas (Málaga)[13], lo que certifica que se trata también de una obra elaborada en un taller local; ello asimismo se advierte en la parte trasera, donde aparece sin terminar de elaborar el plegado, ya que originalmente tendría sólo una visión frontal (figs. 8-9). Desde esta visión se aprecia que la figura se viste con la túnica gruesa o peplos ático, de pliegues claroscuristas en la parte inferior, por encima de los dos pies que calza con sandalias, y se cubre con un manto o himation que casi enrolla todo el cuerpo, asimismo la cabeza (capite velato), aunque ésta no se conserve por rotura, con la excepción ya indicada de la parte inferior de las piernas y del hombro derecho y el seno de ese lado; de la especie de embozo que forma el manto al ir a colocarse sobre su hombro izquierdo surge el antebrazo derecho y la mano de ese mismo lado, hoy roto, por lo que se desconocía qué atributo portaría. El otro brazo se extiende hacia abajo en paralelo al cuerpo, y persiste un puntello desde la mano izquierda al manto que cubre el muslo, lo que ha permitido que la mano no se fracture y se nos haya conservado, que sostiene un objeto, aunque tradicionalmente se había dicho que era simplemente un pliegue del manto que se enrolla en ese brazo. Además, el manto asimismo se ha sujetado entre el brazo izquierdo y la cintura, ocasionando el correspondiente plegado y el acortamiento del manto hacia abajo por ese lado. Debido a la pérdida de la cabeza y fractura de la mano derecha y del atributo correspondiente no se había podido identificar claramente el tema estatuario, ya que la iconografía es genérica. Responde al tipo de la Koré, derivado del modelo de la Koré-Perséfone de Praxíteles y con amplio desarrollo en los momentos helenísticos, entre los que destaca la Koré de los Uffizi[14], según tipos escultóricos que en época romana sirvieron para representar tanto a divinidades, como a Perséfone o Deméter, cuanto a emperatrices y matronas particulares. García y Bellido (1963: 183, nº 3, fig. 4) la consideró representación de una musa, al igual que Rodríguez Oliva (2010: 138, fig. 161), aunque asimismo se pensó que tuviera carácter funerario, pensando que procedía de la necrópolis privada de una villa (Balil Illana 1965: 137-138; Baena del Alcázar 1984: 112), no obstante, nosotros ya indicamos que “mejor puede corresponder a estatua ornamental de tipo ideal” (Beltrán Fortes y Loza Azuaga 2003: 103).

Figura 8. Escultura de Deméter-Ceres de Vlisi (cortijo de La Camila, Archidona). Frente. Museo Provincial de Málaga. Foto: autores.

Figura 9. Escultura de Deméter-Ceres de Vlisi (cortijo de La Camila, Archidona). Posterior. Museo Provincial de Málaga. Foto: autores.

El esquema seguido en la escultura ulisitana no es más que una variante de un modelo bien conocido en la estatuaria imperial romana para la representación estatuaria de la diosa Ceres, especialmente en el llamado tipo Doria-Uffizi (De Angeli 1988: 898), pero que derivaba de modelos griegos. Ya en la estatua que es considerada de culto del santuario de Eleusis y datada a fines del siglo V a.C., la figura se vestía con el peplos ático y el manto le rodeaba el frente desde el brazo derecho y subía hasta el hombro contrario (Beschi 1988: nº 50), mientras que en una estatuilla de la misma divinidad del santuario de Deméter en Cnido, datada en el siglo IV a.C., el manto le cubre el brazo derecho y se coge en la parte izquierda del cuerpo entre el brazo y el costado, ocasionando los típicos pliegues (Beschi 1988: nº 92). En lo que respecta al tipo estatuario romano, ya en el ejemplar estatuario de los Uffizi (fig. 10) se advierten las mismas características citadas, con ese típico plegado en la parte izquierda de la figura al remeter el himation entre el brazo y el costado y el brazo derecho flexionado en el codo y extendido hacia afuera, mientras que en ejemplares menores, como en una estatuilla broncínea (fig. 11) (De Angeli 1988: nº 75), podemos apreciar los atributos de aquellas representaciones de Ceres: un ramo de amapolas-adormideras y espigas en la mano izquierda, que puede ir ya extendida hacia abajo, y la larga antorcha en la mano derecha. A esa misma tipología pertenecería la estatua marmórea de Archidona. No obstante, en época romana fue más frecuente una variante del tipo, denominada como tipo Deméter-Ceres Poggio Imperiale, especialmente documentado en copias escultóricas de Italia, África y Asia Menor para la representación de la propia diosa, pero también de emperatrices u otros miembros de la casa imperial, así como sacerdotisas vinculadas al círculo de Deméter-Ceres y Perséfone-Proserpina (De Angeli 1988: 905s.; Alexandridis 2004: 229-231). Este esquema difiere en que con la mano izquierda la figura se coge el manto, elevándolo por encima de la rodilla, mientras que sigue llevando en esa mano un ramo de adormideras y espigas y la mano derecha sostiene la larga antorcha, como se conserva bien en una estatua de Túnez, actualmente en el Museo Nacional del Bardo, que parece representar a Crispina o Lucilla como sacerdotisa del culto de Deméter-Ceres (fig. 12) (Vorster 2009: 330, fig. 63.1; cfr. De Angeli 1988: nos 188-191). Uno de nosotros ha llevado a cabo un reciente estudio –al que remitimos– sobre una escultura de tamaño natural, descubierta en el yacimiento arqueológico de la ciudad romana de Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz) y que responde a este tipo Poggio Imperiale, datada en la primera mitad del siglo II d.C. (fig. 13) (Loza Azuaga 2010). Un dato muy interesante es que esta escultura baelonense está elaborada asimismo en mármol de Mijas, lo que documenta que en los talleres locales vinculados a la explotación de estos mármoles malagueños –o en todo caso en el taller baelonense donde se ejecutara, si pensamos en que el bloque de mármol llegó sin elaborar– el modelo era conocido en esos momentos del siglo II d.C.

Figura 10. Ceres tipo Doria-Uffizi, de la Galleria degli Uffizi, Florencia. Según De Angeli 1988: nº 73.

Figura 11. Estatuilla broncínea de Ceres tipo Doria-Uffizi. Según De Angeli 1988: nº 75.

Figura 12. Emperatriz como Ceres, tipo Poggio Imperiale. Museo del Bardo (Túnez). Según Vorster 1009: fig. 63.1.

Figura 13. Estatua de Baelo Claudia, tipo Ceres Poggio Imperiale. Museo del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia (Bolonia, Tarifa, Cádiz). Foto: autores.

Si analizamos la escultura femenina de Vlisi observamos que en la parte derecha del zócalo quedan los restos de donde apoyó originalmente la larga antorcha, que generalmente tiende a quebrarse, como se observa, por ejemplo, en una obra singular de mediano formato –similar al de la pieza ulisitana en origen–, elaborada todavía a fines del siglo IV d.C., que conserva sólo el apoyo de la antorcha en el basamento, pero conserva en la mano izquierda el ramo de amapolas y espigas en la indicada disposición del tipo Poggio Imperiale (Fig. 14) (Vorster 2009: 330s., nº 63, fig. 63). Si observamos también atentamente la mano izquierda de la figura de Vlisi vemos que no parece que coja simplemente un extremo del manto, que queda bastante alto en la muñeca, sino los dos extremos de los tallos de otro ramo similar de adormideras y espigas, que se habría perdido. Puede concluirse, pues, que la figura femenina ulisitana corresponde a una representación de Deméter-Ceres, en una variante del tipo Poggio Imperiale, que separa la mano izquierda del muslo, y que formaría parte de un programa escultórico junto al grupo de Hermes-Mercurio antes citado. Queda la duda de si formaban parte de un conjunto de ámbito doméstico o público o bien si la función era simplemente ornamental[15] o cultual; el desconocimiento del contexto arqueológico impide una mayor concreción, quedando el tema de su función en Vlisi sólo en un nivel especulativo. Tampoco debemos olvidar el gran éxito que los misterios eleusinos tuvieron en el Imperio romano especialmente durante el siglo II d.C., que hace que, por ejemplo, asimismo en Córdoba, la capital bética, se identifique una cabeza de una representación ideal masculina eleusina, seguramente Triptólemo (Beltrán Fortes 1996: 62ss.), o que se hubiera recuperado en El Guijo (Córdoba) un relieve con representación de los misterios eleusinos en que aparecen Deméter, Perséfone y Triptólemo, junto a una cuarta figura femenina interpretada como la madre del último, Metáneira (finalmente, Beltrán Fortes 2010: 293-295, fig. 394).

Figura 14. Deméter-Ceres tipo Poggio Imperiale, del Albertinum de Dresde. Según Vorster 1009: fig. 63.

ULISES EN VLISI: UNA ESTATUA DE MINERVA

Ya desde el descubrimiento del primer epígrafe romano en que se testimoniaba el cognomen originis Vlisitanus, en la década de 1870, la existencia de una ciudad romana en esta zona cuyo nombre se relacionaba claramente con el de Ulises –el Odiseo griego– fue puesta en relación con un interesante comentario del geógrafo Estrabón (III, 4, 3) cuando hace el relato de la costa mediterránea del sur de la Península Ibérica:

“Después está Abdera, también ella fundación fenicia. Más allá de estos lugares en la zona montañosa surge Odisía y el templo de Atenea en esta ciudad, como dijo Posidonio así como Artemidoro y Asclepíades de Mirlea, un varón que se dedicó a la enseñanza de la gramática en Turdetania y que dejó una periégesis de los pueblos que allí viven. Este autor cuenta que están colgados en el templo de Atenea los escudos y espolones recuerdo del viaje de Odiseo…”[16]

La referencia había llamado la atención de los eruditos y estudiosos, como indicaba el propio Aureliano Fernández-Guerra en el texto antes referido, resistiéndose a cambiar su identificación con Ujíjar en la Alpujarra granadina –en los montes por encima de Abdera (Adra, Almería)– a favor de la malagueña Vlisi, aunque ya Hübner en CIL II, Suppl.: 880, aceptaba esa atractiva identificación, teniendo en cuenta la laxitud del término empleado por el geógrafo de Amasia. La ausencia de una actividad arqueológica importante en el enclave que consideramos actualmente donde debió situarse Vlisi, en los terrenos de La Camila y aledaños, impide valorar la validez de esta referencia emitida en época de Augusto siguiendo fuentes anteriores (Posidonio, Artemidoro y Asclepíades de Mirlea), pero en un tipo de escritos periegéticos que –como es bien sabido– eran “una amalgama un tanto pintoresca en donde se mezclaban sin discriminación sucesos históricos con otros de carácter legendario que construían un conjunto informativo con el que se ilustraba y con frecuencia se encomiaba la ciudad o territorio objeto de la descripción” (Gascó Lacalle 1996: 360), la referencia a los nostoi era un motivo seguro de éxito, destacando el famoso Ulises. La cuestión estriba en si realmente a fines de los momentos republicanos existió ese pretendido santuario a Atenea-Minerva en Vlisi, o simplemente aprovechan las fuentes helenísticas de Estrabón la existencia de aquella comunidad con ese peculiar nombre para ubicar en la Vlterior el referente a la llegada de Ulises al Extremo Occidente, a lo que parece tender la crítica del texto estraboniano. El citado F. Gascó remitía, además, a un claro paralelo en la misma obra de Estrabón (V, 4, 8), cuando describe la costa sorrentina en la Campania: “Inmediatamente después de Pompeya está Sorrento de los campanos donde se encuentra el Ateneon, que algunos llaman el cabo de las sirenas. En su parte más elevada está el templo de Atenea, fundación de Odiseo…”, e incluso más adelante describe otro templo próximo donde se acumulaban las ofrendas antiguas, por lo que concluía que era sólo un tópico literario ya empleado con los mismos elementos en la costa italiana y traspasado a la costa hispana (Gascó Lacalle 1996: 361).

Otros autores han llamado la atención sobre la abundancia de ciertos bustos de terracota, que aparecen en asentamientos y asimismo en necrópolis en la Hispania Vlterior, que representan a Atenea-Minerva, con casco ático y égida con gorgoneion en el pecho, copiando el modelo ateniense, pero especialmente documentados en tierras de las actuales provincias de Córdoba (fig. 15), Sevilla y Jaén –de la provincia de Málaga sólo se testimonian en Aratispi (Cauche el Viejo, Antequera, Málaga) (Blech 1993: 130, y 1999: 156)–, y que se han vinculado a un culto itálico que habría sido implantado en estos territorios de la Vlterior por colonos romano-itálicos al menos desde fines del siglo II a.C., dando por ello algunos autores fiabilidad al dato ofrecido por el texto estraboniano (Marín Ceballos, Chaves Tristán y Bandera Romero 1987). Otros trabajos han destacado que ese tipo de bustos parece exclusivo de la Bética, siendo creado seguramente en talleres locales en el siglo I a.C. y estando en uso durante los ss. I-II d.C. (Vaquerizo Gil 2004: 76-81), lo que justifica su singularidad.

Figura 15. Busto de terracota, que representa a Atenea-Minerva, de Priego de Córdoba. Según Vaquerizo Gil 2004: lám. 54 (original: DAI Madrid, P. Witte).

Finalmente, debe llamarse la atención sobre otro dato que incide ya directamente sobre la importancia del culto de Minerva en este sector donde se sitúa Vlisi, aunque sea de una datación bastante alejada de los acontecimientos narrados por Estrabón. Se trata de otra escultura en mármol que se decía proceder de forma genérica de los alrededores de Villanueva del Rosario, conservada desde 1960 en la antigua colección de José Antonio Muñoz Rojas, dada a conocer con motivo de la celebración del VIII Congreso Nacional de Arqueología (Sevilla-Málaga 1963) (Giménez Reyna 1964: 112) y reseñada por García y Bellido (1963: 183, fig. 5); posteriormente ha sido estudiada por Baena del Alcázar (1981: 64, láms. I-II). Es de tamaño medio, de 0,44 x 0,20 x 0,11 m, aunque con la cabeza perdida por fractura, pero de dimensiones menores que las dos estatuas de Deméter-Ceres y Hermes-Mercurio antes citadas. Viste el peplos ático, con largo apoptygma, égida con gorgoneion y debía llevar casco ático aunque la rotura impide certificarlo; a su izquierda debía llevar el escudo apoyado en el suelo y a su derecha sostener la lanza, como la Atenea Parthenos, aunque elemento significativo es que junto a su pierna derecha se sitúa la lechuza, como atributo evidente y quizás signo de su vinculación a Atenas. El basamento asimismo presenta una moldura cóncava, como en el caso del Hermes-Mercurio; seguramente es obra de taller local, datable en el siglo II d.C., aunque no sabemos realmente qué uso tuvo, si simplemente ornamental, como propia de la decoración de una villa, según Baena del Alcázar (1981: 64) o, por qué no, cultual.

De la ciudad romana de Sexi (Almunécar, Granada) se recuperó también la parte inferior de otra escultura de Minerva con casco en la parte izquierda, que asimismo disponía al pie de la diosa la lechuza –pero en la parte izquierda, bajo el escudo–, siendo éste un elemento muy raro en la iconografía de las esculturas de Minerva, sólo testimoniado en otros tres ejemplares de Trier, Bonn y Alesia (Baena del Alcázar 1981: 65). A pesar de las diferencias tipológicas denotan, pues, un especial interés por la diosa Atenea-Minerva en este entorno referido por Estrabón y su representación según modelos que refieren al Ática. No olvidemos que en el resto de la Bética podemos referir otras representaciones escultóricas que han sido interpretadas en general como estatuas de culto por su gran formato: dos de Corduba (Rodríguez Oliva 2010: 101ss., figs. 103-104), una de Italica (Rodríguez Oliva 2010: 99, fig. 102) y otra de Munigua (Rodríguez Oliva 2010: 96, fig. 93), ya que la cabeza de Italica dada en origen como Minerva realmente corresponde a Dea Roma (León 1995: 150-151, nº 49) y la estatua de Tomares (Sevilla) podría ser mejor representación de una Diana (Rodríguez Oliva 2010: 103, fig. 105).

A MANERA DE EPÍLOGO:VLISIEN ÉPOCA DE LOS SEVEROS

Nos parece evidente, siguiendo las conclusiones establecidas en el mapa elaborado en CIL II2/5 (fig. 6) que en el ager ulisitano destacan los núcleos del cortijo del Río-Peñón de Solis y del cortijo de María Aldana, por la presencia de inscripciones funerarias con el cognomen Vlisitanus, así como –en el primer caso– de dos inscripciones votivas dedicadas a I.O.M. que parecen testimoniar la existencia de un centro de culto al menos de época imperial, durante los siglos II-III d.C. Ese panorama del territorio ulisitano está ahora mejor conocido en la parte septentrional, merced a las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en el término municipal de Archidona en zonas afectadas con motivo de la construcción de la línea férrea del AVE, dando como resultado un conjunto de villae y otros asentamientos rurales, que se datarían algunos desde época republicana y, en general, con un uso en los siglos imperiales (Corrales Aguilar 2005).

En el NO del ager establecido para Vlisi, a sólo 2,5 km de Archidona en el camino hacia la Estación de Archidona, se conservó durante algún tiempo –actualmente está desaparecido–, empotrado en una fuente en el cortijo de la Venta Nueva, un altar funerario coronado con frontón triangular y pulvinos (Pastor Muñoz 1987: 254; Beltrán Fortes 1988: 138, nº 109), que estaba dedicado a Faventinus, serv(u)s Augustorum, que murió a los 75 años (CIL II2/5, 727) y que nosotros fotografiamos en la década de 1980 (fig. 16). El formulario empleado, la paleografía y. sobre todo, el que refiera que es esclavo de varios emperadores fija la cronología de la pieza en torno a los períodos correspondientes de época tardoantoniniana y severiana, es decir, en los reinados conjuntos de Marco Aurelio y Lucio Vero (161-169 d.C.), Marco Aurelio y Cómodo (176-180 d.C.), Septimio Severo y Caracalla (198-208 d.C.), Septimio Severo, Caracalla y Geta (209-211 d.C.) o de Caracalla y Geta (211-212 d.C.), pero sin mayor precisión. No obstante, podemos pensar en la importancia y repercusiones que la nueva dinastía de Septimio Severo debió tener en Vlisi, como demuestra el pedestal dedicado a Julia Domna entre los años 195-198 d.C., que debía ser pareja de al menos otro erigido al propio emperador. No olvidemos que ya desde el siglo II d.C. los emperadores contaban con propiedades en esta zona de la Bética que dieron lugar a la creación de la procuratela ad kalendarium Vegetianum, documentada en diversos epígrafes y que apunta a la vega granadina (Lomas Salmonte y Sáez Fernández 1981), pero será con la llegada al poder de Septimio Severo cuando las propiedades imperiales aumenten, por la confiscación de extensos fundi de terratenientes béticos partidarios de Clodio Albino (HA, Vita Severi 12), que pasaron al patrimonium Caesaris, constatándose entonces figlinae béticas de ánforas oleícolas con las marcas AVGGGNNN (por ejemplo, CIL XV 2558-2560, 2565, 2569-2570), lo que remite a los años 209-210 d.C. de los tres emperadores reinantes Septimio Severo, Caracalla y Geta, y a una gestión directa, con lo que se haría más necesaria la función de estos esclavos imperiales. Entre esas figlinae se incluye la figlina Barba, que para algunos autores debería vincularse a la cercana ciudad de Barba Singilia (El Castillón, Antequera), aunque algún otro ha propuesto que estaría en un lugar impreciso pero en el distrito fiscal de Córdoba (Remesal 1996: 210, nota 61). En todo caso, el panorama generado por las confiscaciones llevadas a cabo por Septimio Severo explicaría la función del esclavo imperial Faventinus, quien tras largo tiempo de servicio fue enterrado en el ager ulisitano como demuestra su altar funerario, aunque actualmente se desconoce la ubicación de la pieza, robada hace algunos años del lugar en que se había reutilizado en época moderna como saliente acuático.

Figura 16. Altar funerario del siervo imperial Faventinus, hoy desaparecido, cuando se conservaba en la década de 1980 en el cortijo de la Venta Nueva (Archidona). Foto: autores.

Agradecimientos

Este trabajo se ha realizado en el marco de las actividades de investigación del Grupo de I+D “Historiografía y Patrimonio Andaluz” (HUM 402), del P.A.I., y en los resultados del proyecto “Marmora de la Hispania meridional. Análisis de su explotación, comercio y uso en época romana” (HAR2009-11438), del Ministerio de Ciencia e Innovación.

Expresamos nuestro agradecimiento por la invitación a los codirectores del curso, Profesores Luis Baena del Alcázar y María José Berlanga, ambos de la Universidad de Málaga, así como al Excmo. Ayuntamiento de Archidona por su cálida acogida. Agradecimiento extensible al Dr. Juan José Ventura, director del Museo Municipal de Archidona, por sus indicaciones sobre la arqueología local.

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Recepción: 23 de febrero de 2012. Aceptación: 16 de marzo de 2012


[1] Expresamos nuestro agradecimiento por la invitación a los codirectores del curso, Profesores Luis Baena del Alcázar y María José Berlanga, ambos de la Universidad de Málaga, así como al Excmo. Ayuntamiento de Archidona por su cálida acogida. Agradecimiento extensible al Dr. Juan José Ventura, director del Museo Municipal de Archidona, por sus indicaciones sobre la arqueología local.

[2] Las sesiones del curso se celebraron en las aulas del Instituto Luis Barahona de Soto, de Archidona, que ocupa el edificio de las Escuelas Pías, donde en los comienzos del siglo XX cursó estudios de bachillerato bajo la docencia de los esculapios Blas Infante, padre de la patria andaluza y que asimismo tuvo una especial y generalmente desconocida vinculación con la arqueología de su tiempo, según se ha ocupado de estudiar uno de nosotros; Beltrán Fortes y Escacena Carrasco (2004); Beltrán (en prensa a). Asimismo en este edificio se guardó durante bastantes años el pedestal dedicado a Hércules, que mencionaremos más adelante, antes de su traslado al Museo Municipal de la localidad, donde se expone actualmente.

[3] En la vasta bibliografía sobre el tema con que contamos actualmente podemos hacer referencia a la reciente obra de Morán Turina (2010); para el coleccionismo arqueológico andaluz desde el siglo XVI al XX es fundamental ahora López Rodríguez 2010. También nosotros le hemos dedicado algún trabajo: Beltrán Fortes (1993 y 1995); Amores, Beltrán y Fernández Lacomba (2009).

[4] Aunque sí es correcta la referencia al descubrimiento de los pedestales de Julia Domna y Hércules –que se mencionan más adelante– al yacimiento de La Camila (Archidona) que lleva a cabo Concha Romero (1994), no hay argumentos para defender su tesis de identificación de éste con Osqua, afirmando la existencia de dos yacimientos arqueológicos con el topónimo del cerro del León.

[5] Miranda Valdés (2005: 228); Miranda Valdés, Gimeno Pascual y Sánchez Medina 2011: esp. 23, 133-135, 169. Aureliano Fernández-Guerra (1816-1894), el importante anticuario perpetuo de la Real Academia de la Historia, escribió en su juventud una obra dramática sobre La Peña de los Enamorados (1839) y coincidió en ese período en el Liceo de Granada con los hermanos Miguel y Emilio Lafuente Alcántara, a la vez que con el también archidonés y familiar de los anteriores José Godoy Alcántara, quien llegó a recibir clases de Fernández-Guerra. También en su artículo sobre “Fortalezas del guerrero Omar ben Hafsún” dedicó algún comentario a la etimología de Archidona: “…leyendo yo en 1834 una lápida sepulcral romana… de Luque… en memoria de cierta Fabia, natural de Isstleduna, averigüé que éste, y no otro, de los voluntariamente soñados hasta ahora, ha de ser el primitivo nombre de Archidona, pues hace consonancia con el de Exauduna, que da á la villa… uno de los códices de Rasis…” (Fernández-Guerra 1880: 34).

[6] Lo corrobora el que el discurso de ingreso en la Real Academia de la Historia de José Ramón Mélida sobre las esculturas del cerro de los Santos y la contestación de Fernández-Guerra fueron publicados en Madrid en 1875.

[7] Reiteramos nuestro agradecimiento a Juan José Ventura, director del Museo Municipal de Archidona, por estas gestiones.

[8] Incluso se podría recurrir a interpretar que el soporte está alterado, debido a que le faltan las molduras superiores, y, consecuentemente, podía haber sido trasladado desde Osqua en circunstancias que desconocemos, aunque en realidad no hay otros argumentos que apoyen esta idea.

[9] Así ya lo indicaba Pastor Muñoz (1987: 251). Todavía Cisneros Cunchillos (1988: 154, nº 33), la hacía proceder de Villanueva del Rosario. Nosotros ya planteamos también la identificación con la Finca La Camila, de Archidona, en Beltrán Fortes y Loza Azuaga (2001: 526, nota 34, y 2003: 101).

[10] Sobre estatuas de divinidades en ciudades béticas, cfr. Oria Segura 2000, y más concretamente las divinidades femeninas, Oria Segura (2011). Agradezco a la autora el habernos permitido el acceso a este trabajo aún inédito.

[11] Mármol blanco, indeterminado, de 0,78 (original) x 0,32 x 0,17 m. Actualmente le falta la cabeza, por robo.

[12] 0,75 x 0,185 x 0,195 m, aunque le falta la cabeza por fractura, por lo que el original sería algo mayor que la pieza anterior.

[13] En concreto de la zona actual de Monda, según Cisneros Cunchillos (1988: 95 y 154, nº 33). La pieza escultórica la estudiamos en Beltrán Fortes y Loza Azuaga (2003: 101-103, nº 35). Sobre el mármol de Mijas en época romana, más recientemente, Beltrán Fortes y Loza Azuaga (2008).

[14] Para la tipología y el repertorio hispano, Baena del Alcázar (2000: 6-7 y 13-14), aunque no incluye esta pieza concreta. Vid., además, Baena del Alcázar y Beltrán Fortes (2002: 136-137). Sobre representaciones de matronas en Hispania, cfr. Marcks (2008).

[15] Se hace proceder de la misma localidad de Archidona, aunque no conocemos realmente su procedencia exacta, una pequeña escultura claramente decorativa en este caso, de 0.16 m. de altura (García y Bellido 1963: 185, nº 9, fig. 9), que corresponde a los llamados hermae de jardín, ya que decoraría el jardín o peristilo de una domus o una villa romana. Mide sólo 16 cms de alto y está trabajada en mármol blanco y en este caso representa a Dionysos–Baco con rasgos arcaizantes, inspirado directamente en el prototipo griego bien conocido del Hermes de Alkamenes, del siglo IV a.C., con amplia representación en copias de época romana.

[16] Sigo la traducción recogida en Gascó Lacalle (1996: 359), quien cita a su vez a Lomas Salmonte (1991: 15 ss.).