http://dx.doi.org/10.12795/spal.2009.i18.02
Mingo Álvarez, A. (2009): “Los signos ovales paleolíticos de la cueva de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria): datos para un planteamiento interpretativo y su atribución crono-cultural”, Spal 18: 29-40. DOI: https://dx.doi.org/10.12795/spal.2009.i18.02
Alberto Mingo Álvarez
Dpto. Prehistoria y Arqueología. UNED. C/ Senda del Rey, 7; 28040 – Madrid. Correo-e: amingo@geo.uned.es
Resumen: En el interior de la cueva de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria) se documentan una gran cantidad de expresiones gráficas paleolíticas que además manifiestan una notable diversidad formal. Entre las categorías temáticas más destacadas de esta cavidad se hallan “los signos”. En este trabajo se presentan los resultados del análisis morfológico, técnico, contextual y topográfico de los signos con forma oval. A partir de estos datos se plantea una hipótesis interpretativa de su significado y una aproximación a su atribución crono-cultural.
Summary: Cueva de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria) contains a great quantity of palaeolithic images which in addition shows a significant formal diversity. “The signs” make up one of the most outstanding thematic categories of the cave. In this paper, we present the results derived from the morphological, technical, contextual and topographical analysis of the oval signs. From this data we put forward an interpretative hypothesis of their significance and we bring up an approach of their chrono-cultural attribution.
Palabras clave: cueva de El Castillo, Paleolítico, signos ovales, hipótesis interpretativa, atribución crono-cultural.
Key words: cueva de El Castillo, Palaeolithic, oval signs, interpretative hipothesis, chrono-cultural attribution.
La definición de signo paleolítico dentro de nuestra disciplina ha reflejado, a lo largo de todos estos años de investigación, los modelos teóricos aplicados para proferir interpretaciones del fenómeno gráfico pleistocénico. Desde un primer momento, los especialistas de la Prehistoria localizaron figuras, tanto en soporte mobiliar como parietal, que no podían ser asimilables morfológicamente a animales cuaternarios, motivos antropomorfos o a cualquier otro tipo temático figurativo reconocido. Así, los signos paleolíticos fueron entendidos como “ciertas figuras de forma geométrica que contrastan con las imágenes naturalistas habituales” (Capitan y Breuil 1902; citado en Sauvet 1993: 219).
Los signos conforman probablemente la categoría más compleja de la temática gráfica paleolítica. Estamos de acuerdo con R. Layton (1987: 219-220) cuando apunta que “se trata de una categoría residual, subjetivamente definida, que se distingue por nuestra incapacidad de saber con certeza lo que estas imágenes significan”. La consideración de que “bajo esta apelación genérica (de signos) se hallan formas geométricas, representaciones no figurativas indeterminadas y, a veces, incluso elementos de decoración” formulada por D. Vialou (1983: 597) es un axioma.
Un signo paleolítico intencional sería, para nosotros, toda aquella representación o imagen de un objeto (objeto, elemento, fenómeno, idea o acción material) que alcanza un grado de esquematización, geometrización, etc. tal que no podemos reconocer en ella, desde nuestra perspectiva, el objeto origen que representa o sustituye. A pesar de que en nuestra disciplina, como bien cita M. R. González Morales (1994: 297), se juzga que una representación es un signo cuando no podemos identificarla con certeza a formas animales o antropomorfas, creemos que no habría que incluir a las “manos” dentro de la categoría “signos” ya que son, al igual que la fauna y los antropomorfos, imágenes perfectamente reconocibles. La tipología de signos es tan extensa que casi convendría decir que todo lo que no entra dentro de las categorías de animales (incluyendo los fantásticos) y de antropomorfos se ha contemplado como un signo.
La cueva de El Castillo, localizada en Puente Viesgo (Cantabria), se abre a media ladera de la vertiente noreste del monte del mismo nombre, a unos 190 metros sobre el nivel del mar. El monte forma parte de la Sierra del Dobra en sus estribaciones orientales, levantándose en la orilla izquierda del río Pas (fig. 1).
La amplitud y buena habitabilidad del vestíbulo de esta caverna y el emplazamiento excepcional del monte donde se ubica (tanto por el control del territorio como por la cercanía y facilidad de acceso a múltiples y complementarias posibilidades ecológicas alimenticias) provocaron un recurrente y significativo poblamiento a lo largo de extensas fases crono-culturales del Paleolítico medio y superior como bien se observa en los estratos arqueológicos. El yacimiento paleolítico de la cueva de El Castillo se ha erigido en uno de los referenciales de Europa y seguramente del mundo. Su potente estratigrafía se traduce en una sucesión de capas, casi sorprendentemente horizontales, donde se alternan las estériles con las arqueológicamente fértiles. Se advierten 26 niveles, constatándose desde un Achelense final y un Paleolítico medio antiguo hasta una capa sedimentaria atribuida a la Edad del Bronce, pasando por todos los periodos culturales del Paleolítico superior. En total el registro arqueológico abarcaría un lapso cronológico que comenzaría más allá de 100.000 años antes del presente y finalizaría hace unos 3000-4000 años.
Las expresiones gráficas paleolíticas que contiene esta cavidad son muy numerosas y heterogéneas desde casi todos los planos que permite su estudio: técnico, temático, morfológico, estilístico, contextual, topográfico, etc. Esta variedad y cantidad de variables determinan que la gran mayoría de los investigadores, excepción hecha de los estructuralistas (principalmente A. Leroi-Gourhan), reconozcan que se trata de un “santuario” donde se constatan diferentes fases cronológicas en la realización de sus representaciones. La variedad percibida, además de la importancia y, en ocasiones, singularidad que albergan muchos de sus motivos conduce a su aceptación como una de las principales cuevas con arte paleolítico en el área cantábrica (fig. 2).
Un recuento reciente de las figuras publicadas hasta el momento en la cavidad ha permitido cuantificar “más de 240 representaciones: 56 manos negativas, 54 ciervas, 26 caballos, 24 bisontes, 18 ciervos, 10 cabras, 6 uros, 3 rebecos, 2 máscaras, 1 antropomorfo, y 1 proboscídeo, así como 5 cérvidos, 13 bóvidos, 5 cápridos y 22 cuadrúpedos indiferenciables” (González Sainz et al. 2003: 106). En cuanto a las representaciones no figurativas (signos), la tesis doctoral que defendimos en julio de 2007 titulada “El estudio de los signos rupestres en el arte paleolítico: la cueva de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria)” desveló la existencia de 432 discos soplados, 18 de ellos aislados y 63 seriaciones, desde un número de 2 hasta de 36 discos; 4 signos claviformes; 5 signos “campaniformes”; 17 signos ovales; y 27 signos rectangulares. Los trazos pintados y líneas grabadas alcanzan un número superior a las 240 unidades gráficas mientras que se han documentado 48 realizadas por puntos, entre ellos son reseñables la aparición de 19 puntos aislados y 17 con grupos de más de 5 puntos. Finalmente se han cuantificado 42 manchas[1].
La cueva de El Castillo a tenor de sus características topográficas ha sido dividida en cuatro áreas (Mingo 2004). Éstas albergan espacios diferenciados y particulares que han de configurarse en sub-áreas (fig. 3). La concentración de unidades gráficas en emplazamientos muy localizados permitió definir, a su vez, sectores dentro de éstas zonas.
La práctica totalidad de los signos ovales (N=16) se localizan en el Área 2 (Galería de las Manos), tan solo uno se ubica en el Área 4 (Galería de los Discos). Las sub-áreas en que fue delimitada el Área 2 fueron las siguientes:
2.a: abarca completamente el Panel de las Manos, la zona previa (al sur) y el tramo de galería (en el que se localiza parte del citado panel) hasta que cambia su orientación sur-norte.
2.b: segundo tramo de la Galería de las Manos. Desde el cambio de orientación de ésta, ahora este-oeste (incluyendo un pequeño camarín al lado este), hasta su “estrangulamiento” (estrechamiento y colmatación).
2.c: continuación por el oeste de dicha galería hasta que alcanza la Galería de los Discos.
El criterio seguido en esta división se ajusta al sentido de la progresión hacia el interior. El Área 4, por su parte, corresponde a los lugares finales del complejo kárstico, y su sub-división quedo así:
4.a: emplazamiento donde confluyen la Galería de las Manos (Área 2) y la Cuarta Sala (Área 3); y el principio de la Galería de los Discos. Todavía este espacio no presenta un elevado techo y es más amplio que la siguiente sub-área.
4.b: se ajusta a todo el corredor conocido como la Galería de los Discos hasta llegar a la Sala Final. Este tránsito comparte unos mismos rasgos endokársticos.
4.c: la mal llamada Sala Final y que, en verdad, es la penúltima sala.
4.d: el último pasaje y la verdadera última sala donde la cueva se ciega en la actualidad.
A pesar de que el desarrollo de clasificaciones morfológicas ha supuesto un indudable avance en la investigación, no debemos olvidar que, en último término, la conformación de tipologías sufre la existencia de componentes arbitrarios y subjetivos propios de los especialistas. En este sentido, estamos plenamente de acuerdo con G. Sauvet cuando apunta que “decidir que dos grafismos tiene unos caracteres morfológicos lo suficientemente comunes para ser considerados como variantes (y designarlos bajo tal nombre) es ya una operación subjetiva…[…]…Nombrar es clasificar, y clasificar es elegir según unos criterios que son en parte arbitrarios” (Sauvet 1993: 223). El uso y aplicación de las clasificaciones es, en cualquier caso, una herramienta básica para la comprensión y mejor conocimiento de estas imágenes dentro de los conjuntos iconográficos paleolíticos.
Ciñéndonos a los signos objeto de nuestro estudio vemos que su forma básica es la ovalada (fig. 4). No obstante, se atisban dos tendencias dentro de ésta: una morfología oval redondeada (tipos 1 y 2) y otra oval sub-triangular (tipos 3, 4, 5 y 6). El tipo 2 supone la adición de un trazo / línea horizontal a la zona superior de la forma base oval redondeada. El tipo 4 es un oval sub-triangular pero presenta en su extremo izquierdo un trazo / línea seudo-vertical que rompe la inflexión curva típica de esta parte del signo. El tipo 5 exhibe un trazo / línea largo ascendente a la derecha que cruza el signo y que en su extremo superior converge con un trazo / línea corto seudo-horizontal. El tipo 6 repite una estructura semejante al anterior, aunque se añaden dos trazos / líneas cortos oblicuos en los extremos inferiores del signo y el trazo oblicuo que le cruza se reduce considerablemente.
Las dos formas base de los signos ovales (tipos 1 y 3) son las que cuentan con mayor representación (Tabla 1). Se aprecia un claro predominio del tipo 3 (N=10) que coincide con el signo oval sub-triangular. Los restantes tipos (2, 4, 5 y 6) reflejan el desarrollo de las formas básicas y su presencia es tan reducida que no supera la unidad. Los tipos 2 y 4 exhiben una morfología que podría sugerir no tanto una diferenciación clara con respecto a las formas base sino quizá apuntar a modificaciones no intencionadas producidas en el proceso de ejecución de las expresiones. Los tipos 5 y 6, por el contrario, sí patentizan una variación de las formas bases por adición de trazos. Es muy significativa la semejanza observada en ambos tipos, exhibiendo una forma sub-triangular sobre la que se disponen dos trazos convergentes con la misma orientación y situación. El añadido de dos trazos cortos oblicuos distingue a un tipo de otro.
Tabla 1: distribución numérica de los tipos definidos para el grupo de signos ovales.
Signos ovales |
N |
Tipo 1 |
3 |
Tipo 2 |
1 |
Tipo 3 |
10 |
Tipo 4 |
1 |
Tipo 5 |
1 |
Tipo 6 |
1 |
Total |
17 |
En cuanto a la técnica empleada en su ejecución observamos que en su conjunto fueron realizados en pintura. La mayoría de ellos (casi dos tercios) con pigmento rojo (tipos 1, 2, 3, 4 y 5) y el resto en ocre amarillento / pardo (un tercio) (tipos 1, 3 y 6). Los ovales son la categoría de signos de El Castillo donde en mayor medida se atestigua el uso del ocre amarillento / pardo. La información técnica nos está indicando que no existe un vínculo entre forma (signo oval) y un solo color, sino que, aún predominando el rojo, hay una relación indistinta con el rojo y el amarillo / pardo.
Como vimos al inicio de este apartado la situación topográfica de estos signos es tremendamente homogénea y concreta. 15 de 17 cuantificados se documentan en la sub-área 2.b (segundo tramo de la Galería de las Manos) (fig. 5). De los dos restantes uno aparece en la sub-área 2.a (se encuentra sobre la pared, muy cercano al inicio de la sub-área 2.b, superpuesto a una mano en negativo y en asociación contextual próxima con series de puntos) y el otro en la sub-área 4.b (localizado en la pared de un pequeño divertículo abierto en la pared norte, rodeado de restos de pigmento y algún trazo corto) (tipo 5) (fig. 6).
7 signos ovales se ven influenciados en su localización por la existencia de fisuras y grietas naturales. 5 se presentan sobre techo y el resto en pared. Sus dimensiones oscilan entre los 34 y los 10 centímetros de anchura y los 15 y los 5 centímetros de altura.
Al inicio de la Galería de las Manos (sub-área 2.b) se distinguen sobre el techo 3 signos ovales adyacentes en pintura roja asociados con un punto aislado. Igualmente en el inicio de esta zona pero en la pared norte se dispone otro trío (2 en ocre amarillento y 1 en rojo) (lámina I y figuras 7, 8 y 9). Uno de los signos en ocre amarillento además de tener unos trazos asociados (tipo 6) se encuentra infrapuesto a un grupo de líneas grabadas (fig. 7). A escasos 2 metros del anterior grupo se aprecian otros dos signos ovales en rojo, sobre pared, que se encuentran entre un équido en rojo con trazos en su flanco y un signo rectangular con subdivisión interna y apéndice en su lado superior (Lámina II). A su izquierda se halla en contexto inmediato un trazo en horizontal. En la pared de enfrente se advierte un nuevo trío de ovales, 2 en rojo y 1 en ocre amarillento (Lámina III). Sobre el techo de esta posición se ubican 2 signos ovales en rojo: uno con unas digitaciones en rojo a su derecha inmediata (tipo 4) y otro dibujado sobre una arista del techo en contexto con la figura pintada de un caballo (en ocre amarillento), una cierva (en rojo), un punto rojo y varios trazos en rojo del interior del caballo. Por último, hallamos otros 2 signos ovales en ocre amarillento sobre la pared, avanzando unos 7 metros hacia el interior de la galería desde la localización de los anteriores. Se encuentran en asociación contextual entre ellos.
Amén de una evidente e intencional elección topográfica de este tipo de signos, constatamos a través del análisis contextual una tendencia a la representación en grupo de los mismos (tres tríos y dos pares) y un uso casi indistinto de la pintura roja y ocre amarillenta (parda) en su realización (en dos de los tríos se alterna la gama cromática, uno de los pares se hizo en rojo y el otro en ocre amarillento).
Los primeros investigadores del arte presente en la cavidad del Castillo: H. Alcalde del Río, H. Breuil y L. Sierra, incluyeron a los signos ovales dentro del grupo de los “tectifomes y escutiformes primitivos” realizados en la cueva (Alcalde del Río et al. 1911: 179), junto con los signos “campaniformes” y un signo vulvar (fig. 10).
En un contraste de pareceres con R. Pigeaud, durante la celebración del Congreso de la UISPP de Lieja (Bélgica), en torno a los signos ovales que él había documentado en la cueva de Mayenne Sciences (Thorigné-en-Charnie, Mayenne, Francia) (fig. 11), una de las estaciones rupestres paleolíticas de latitud más elevada, y los que habíamos registrado en El Castillo, ambos sugerimos la posibilidad de una conexión entre estas formas y la representación esquemática del animal bisonte. Las razones que me llevan a poner sobre la mesa esta correspondencia representativa son de índole principalmente morfológica (características y comparaciones formales) y, en menor grado, técnica y topográfica. No consideramos necesario repetir los datos derivados de los distintos análisis, pero quizá conviene hacer un breve sumario de éstos:
Los bisontes del Panel de las Manos (sector 2.a.1), por su parte, se caracterizan por haber sido trazados en ocre amarillento, ausencia de detallismo, formas generalmente masivas en su tren delantero y cabezas bastante indefinidas e informes (fig. 12). Algunos de ellos se hallan incompletos (N=4). Sus siluetas, alejadas del naturalismo, provocaron que H. Alcalde del Río et al. (1911: 130) las considerasen dentro del grupo de pinturas rojas primitivas y que A. Leroi-Gourhan las encuadrase dentro del santuario más antiguo de El Castillo (1965: citado en 1995). El color ocre amarillento o pardo es tanto en los signos como en los zoomorfos un tipo de pintura que apenas ha sido utilizada en El Castillo. De las 27 unidades gráficas de signos plasmadas en esta técnica, 22 se hallan en el Área 2 (todas en las sub-áreas 2.a y 2.b). Su localización, por tanto, es muy precisa y puede estar poniendo de manifiesto, debido también a su infrecuencia, la sincronía de estas manifestaciones. Se observa, de igual modo, como los dos tipos de imágenes “elaboradas” que más se llevan a cabo en este color son los bisontes del Panel de las Manos y los signos ovales (en menor medida se perciben 3 signos rectangulares en el sector 2.a.3 y dos 2 signos circulares del sector 3.a.3). Nuestra hipótesis es que los signos ovales de El Castillo son la expresión simplificada de los bisontes que se realizaron en el Panel de las Manos.
Creemos que es probable que la base del concepto ideológico que está detrás de ambas imágenes (bisonte y oval) sea muy parecida y que en realidad esta variación formal tan solo implique una readaptación de la representación a otro espacio diferente.
La esquematización y simplificación de figuras zoomorfas dentro de un mismo horizonte crono-cultural es algo probado, incluso en la propia cavidad de El Castillo, como sucede con varios cápridos en negro y su asociación contextual con la representación de unos cuernos también de cáprido en perspectiva frontal (sub-área 3.d). La vinculación de las formas ovales con el animal bisonte es notoria también en otras cuevas. En Altamira, por ejemplo, el contorno de algunos bisontes bícromos (especialmente los realizados sobre resaltes rocosos) (Lámina IV) recuerda a esta forma geométrica. Pero, sin duda, se aprecia de una manera mucho más evidente esta relación en un bisonte de pequeño tamaño en la proximidad de la gran cierva también del techo de Altamira. Se trata de un paso intermedio en la esquematización de este animal (Lámina V). Más allá del significado y valor que otorgó A. Leroi-Gourhan al animal bisonte, es interesante comprobar como entre los estadios intermedios de la supuesta transmutación de éste en mujer (Panel de Pech Merle) se hallan algunas formas de desarrollo próximas a lo oval (fig. 13).
En la cueva de El Castillo no es la primera vez que una forma oval se liga a una posible figura de bisonte: H. Alcalde del Río et al. estimaron que una gran mancha roja de la Gran Sala (sector 1.a.2) (fig. 14), situada sobre un espacio subtriangular-ovalado delimitado por unas grietas naturales, constituía una imagen inacabada, “que figura bastante bien el cuerpo de un bisonte. Se le embadurnó de rojo y se le añadió una cola y una sola pata; la obra no se ha sido acabada, pero evoca, sin ningún género de duda, la comparación de las gibas del techo de Altamira sobre el que se pintaron los Bisontes polícromos” (Alcalde del Río et al. 1911: 152 – 154).
Entre los signos ovales de Mayenne Sciences, R. Pigeaud analizó uno que albergaba “una curiosa excrecencia sinuosa que recuerda mucho a la cornamenta de un bisonte” y otro que presentaba “un trazo oblicuo que termina en la proximidad de unos de los dos lados, dando aquí la impresión de un apéndice“(Pigeaud 2002 :457). En El Castillo igualmente se han documentado ovales con trazos asociados (N=3). En dos de ellos se repite un esquema compositivo. El signo oval en ocre amarillento (tipo 6) (muy deteriorado) presenta un trazo oblicuo en su parte superior derecha que converge con otro corto horizontal y dos trazos cortos verticales-oblicuos, uno en su parte inferior derecha y otro en su inferior izquierda (fig. 7). El signo oval en pigmento rojo (tipo 5) (fig. 6) exhibe un trazo oblicuo en su parte derecha que cruza el signo y otro más corto horizontal que converge con el anterior. Los trazos oblicuos y sus convergentes horizontales cortos constatados en estos dos signos podrían estar representando la esquematización de los cuernos, como apuntaba R. Pigeaud. Por su parte, sería plausible que los dos trazos cortos inferiores del oval tipo 6 figurasen las patas del animal. La identificación de estos trazos asociados y su disposición son otro elemento que, a nuestro juicio, contribuyen a sustentar esta hipótesis. Es llamativa la similitud formal de los signos ovales de Mayenne Sciences y de El Castillo, así como la concurrencia interpretativa que nos han transmitido a los dos investigadores que más recientemente los hemos estudiado.
En los signos ovales apenas se constatan superposiciones, únicamente observamos como uno de ellos se superpone a una mano en negativo. Además de por su semejanza morfológica y técnica, su situación contextual apunta a un mismo momento de realización de estos signos. Dejando a un lado la posibilidad de que sean una esquematización de la figura de bisonte, como se defendió en el anterior apartado, se debe reconocer que el pigmento amarillento es escaso en la cavidad y que prácticamente se reparte entre los animales (en su gran mayoría bisontes) del Panel de las Manos (sector 2.a.1) y los signos ovales de la galería del mismo nombre (también se distinguen varios signos rectangulares en este color en el inicio de dicha galería). En nuestra opinión, es un dato a tener en cuenta para el estudio cronológico de estas manifestaciones, ya que la localización de este pigmento es muy específica (Área 2) y el tipo de imágenes abarca un rango reducido. Los rasgos de los bisontes del Panel de las Manos remiten a un estilo anterior al IV de A. Leroi-Gourhan. Numerosos investigadores que han abordado hasta el momento la problemática cronología de esta caverna como H. Alcalde del Río et al. (1911), A. Leroi-Gourhan (1995, 1965), J. González Echegaray (1972) y C. González Sainz et al. (2003) han planteado la antigüedad estilística de estas figuras, lo que inevitablemente se ha ligado a una correspondencia equivalente cronológica. J. González Echegaray apuntó a un Solutrense Superior (1972: 417), mientras que más recientemente C. González Sainz et al. (2003: 106) han señalado que el trazo lineal rojo y amarillo de contorno (con distintas formas de aplicación) corresponde a los momentos más antiguos de decoración de la cavidad (estilo III y probablemente también de estilo II). Estamos de acuerdo con estas inferencias que se ven confirmadas por las superposiciones, puesto que se advierten figuras de ciervas grabadas del período Magdaleniense Inferior (por comparación con piezas decoradas muebles) superpuestas a los animales en ocre amarillento. De modo que si vinculamos estas imágenes con los signos ovales y algunos rectángulos, estos podrían también haber sido realizados durante el Solutrense o en los momentos iniciales del Magdaleniense. Admitimos que los argumentos que enlazan las figuras de bisontes citadas con los ovales y en menor medida con los signos rectangulares en amarillo no son absolutamente contundentes pero configuran al menos una posibilidad a valorar. Una mirada a la cronología de las figuras ovales en el arte mueble reafirma las posiciones previas, a pesar de la prudencia que debemos tener cuando relacionamos los signos rupestres con los muebles. Según S. Corchón (1986: 183) los temas ovales se encuentran a partir del Solutrense superior – Magdaleniense inicial, aunque se prolongan a lo largo de toda la secuencia Magdaleniense. Por último, se debe hacer mención de las dos dataciones que se han obtenido en la citada cueva francesa de Mayenne Sciences procedentes de dos muestras de la figura de un caballo que ha proporcionado unas fechas de 24.220 ± 850 BP (Gif A 100647) y 24.900 ± 360 BP (Gif A 100645) (Pigeaud et al. 2003). Las figuraciones de esta cavidad han sido consideradas como un conjunto sincrónico dentro del periodo Gravetiense, relacionándose con las cuevas de Pech Merle y Cougnac (Lot-Quercy, Francia) (Pigeaud et al. 2003). Sin querer ligar directamente la antigüedad de los ovales de la cueva que ocupa nuestro estudio con aquella de Mayenne Sciences, debemos reconocer que estas fechas demuestran cuanto menos la existencia de estas formas en los principios del fenómeno expresivo pleistocénico.
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Recepción: 18 de febrero de 2010. Aceptación: 18 de enero de 2011
[1] Mingo, A. (2007): El estudio de los signos rupestres en el arte paleolítico: la cueva de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria). Tesis Doctoral Inédita. UNED. Madrid.