Spal, 34.2, pp. 274-277. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2025.i34.22
Nos dice Pascal en sus célebres Pensamientos que una de las principales enfermedades del ser humano es su inquieta curiosidad por conocer lo que no puede llegar a saber. Esta sed inagotable nunca satisfecha es algo que conocemos bien los arqueólogos y especialmente aquellos que alguna vez nos hemos enfrentado a la interpretación del fenómeno campaniforme. Se trata, sin duda, de un asunto clásico en la investigación de la Prehistoria europea, un escenario ideal para el análisis de los diferentes marcos teóricos y metodológicos característicos de ella a lo largo de más de un siglo. La inmensa mayoría de los trabajos y, hasta cierto punto, la propia definición y establecimiento del Campaniforme como problema, se han realizado desde las coordenadas teóricas de la Prehistoria historicista tradicional. Por ello, ha sido mayoritariamente considerado una cultura (en sentido étnico) y un pueblo, o incluso una raza, desde el punto de vista biológico. Dentro de esta avasalladora tradición solo los trabajos de David Clarke y su conocido modelo (1976) intentaron dirigir la investigación hacia el contexto social y económico de estos elementos materiales que forman el fenómeno campaniforme. Y lo hicieron con notable éxito, pues acabaron constituyendo la visión canónica en muchos ámbitos académicos, sobre todo en el mundo anglosajón y en aquellas regiones influidas por él. Sin embargo, la vieja tradición historicista permaneció firme e impertérrita a estas propuestas, criticadas como una moda anglosajona pasajera. Los recientes descubrimientos de la paleogenómica han vuelto a alimentar el viejo fantasma del “pueblo campaniforme”, ya no como raza sino como “señal genómica”, mucho más aceptable en la actual episteme. La vieja tradición continental ha recibido estas novedades como una confirmación de sus vetustos postulados historicistas sobre la “cultura campaniforme”.
En este complejo panorama se inserta el libro de Marc Vander Linden, un reconocido especialista en el estudio del Campaniforme en Europa desde su tesis recopilatoria de las evidencias a nivel europeo, finalizada en 2002 en la Université Libre de Bruxelles (Vander Linden 2006). Aunque buena parte de su carrera investigadora y docente ha transcurrido en el ámbito británico, se formó en la tradición historicista continental francófona, por lo que ha mostrado desde sus comienzos un interés notable por revivir y revitalizar el viejo concepto de “cultura arqueológica” como una herramienta válida para la arqueología actual (Roberts y Vander Linden 2011). Para ello ha intentado ofrecer una visión más compleja y elaborada con arreglo a las categorías presentes, que constituye el núcleo central de la propuesta defendida en este ensayo. Según nos indica el propio autor, su objetivo es articular las cuatro variables que a su juicio definen el fenómeno campaniforme (espacio, tiempo, variación y dispersión humana) en un nuevo concepto que denomina “metapoblación”, tomado de la ecología de poblaciones. Dicha “metapoblación” sería el resultado de la interacción entre “grupos/comunidades campaniformes” (sic), heterogéneos, pero en frecuente contacto (mediante intercambios genéticos y “culturales”).
Se trata de un modelo teórico que se enmarca en la línea de investigación que actualmente desarrolla el autor del libro, como profesor de Modelización arqueológica en el Institute for the Modelling of Socio-Environmental Transitions del departamento de Arqueología y Antropología de la Universidad de Bournemouth. La modelización computacional es una interesante herramienta para intentar indagar en sistemas arqueológicos complejos (Saqalli y Vander Linden 2019), pero no podemos olvidar que ninguna herramienta es inocente y que todo se enmarca en un contexto teórico metodológico superior al que sirve y del que emana. Por ello, esta propuesta de Vander Linden, con ser valiosa e interesante, no es más que otra versión, renovada y actualizada, del más tradicional y clásico marco teórico historicista, según el cual existió un grupo humano determinado y concreto, biológicamente diferente a los demás, cuyo resto material más evidente está representado por los objetos del package campaniforme. En este sentido, pese a que el autor utiliza a lo largo del libro diferentes denominaciones como la de “fenómeno”, por ejemplo, en el propio título, sin embargo y de forma contradictoria usa muchas más veces otras como “comunidades”, “grupos” campaniformes, que delatan claramente la visión histórico-cultural tradicional.
El uso de este marco teórico tan manido y agotado introduce numerosas dificultades y contradicciones en la interpretación de algunos aspectos como, por ejemplo, los asentamientos. Lugares de hábitat que, siguiendo las sabias y tantas veces desatendidas indicaciones de Clarke (1976), deberíamos denominar hábitats con campaniforme, no hábitats campaniformes. Resulta revelador constatar cómo Vander Linden se lamenta (p. 15) de la general escasez de asentamientos, sin percatarse de que precisamente dicha pobreza se debe a que el Campaniforme no es en modo alguno una “cultura arqueológica” en sentido clásico, representativa de un “grupo o unos grupos campaniformes”, que han de tener necesariamente sus propios asentamientos. Por el contrario, se trata solo de algunos escasos elementos materiales (cerámicos, sobre todo), que aparecen solo en algunos lugares de hábitat de este periodo y estas regiones, y que, por voluminosos y abundantes que parezcan en algunos sitios destacados, usualmente no representan ni el 1% del total de los recuperados en ellos (Garrido-Pena 2019). Esta escasez y carácter minoritario nos dan la pista fundamental para suponer que lo que se hacía con ellos era algo también minoritario y ocasional, lo que coincide mucho mejor con la hipótesis social de Clarke que con las visiones étnicas tradicionales o de nuevo cuño.
Dejando a un lado los múltiples problemas y contradicciones de la propuesta teórica original de Vander Linden para explicar el Campaniforme en Europa, su libro es una valiosa síntesis actualizada de este problema arqueológico en sus diferentes aspectos fundamentales. Su esquema se organiza en cinco capítulos: el primero define lo que es el problema campaniforme, un ejemplo del viejo concepto de “cultura arqueológica” para el autor. En él aborda un breve, pero necesario, repaso de la historia de las interpretaciones publicadas sobre él, arrancando con los modelos histórico-culturales clásicos (Childe, Sangmeister, etc.), pasando por las conocidas disputas sobre el lugar de origen (ibérico primero, holandés después, etc.), y aludiendo brevemente a lo que denomina “modelo del prestigio” de Clarke, para pasar a reivindicar las tradiciones continentales historicistas (Gallay, etc.), con los que se identifica el autor repetidamente. No olvidemos que él se formó en esa tradición. Tampoco falta, por supuesto, la alusión a las recientes y polémicas aportaciones de los análisis paleogenómicos, que han revolucionado notablemente la interpretación de este fenómeno y han supuesto un balón de oxígeno indudable para resucitar los viejos modelos historicistas de un pueblo campaniforme migrante. De hecho, se muestra particularmente crítico con la exitosa y conocida propuesta de Clarke sobre la explicación social del Campaniforme, en tanto que complejo material característico de las élites sociales. Recordemos la célebre frase de este autor “yo no veo pueblos campaniformes sino pueblos con campaniforme” (Clarke 1976), todavía perfectamente vigente y hasta necesaria.
El segundo capítulo aborda, como es de rigor, la distribución geográfica y cronológica del fenómeno. Diversos mapas nos muestran la dispersión espacial del fenómeno en una escala europea, que pierden rigor y precisión a medida que se desciende en marcos espaciales regionales y locales, pues se advierten en ellos numerosos vacíos que no son tales en realidad. El esfuerzo recopilatorio en cualquier caso es notable y loable, pues implica el manejo de un volumen muy grande de bibliografía en diferentes idiomas. La demarcación cronológica del fenómeno sirve de terreno a la sempiterna discusión sobre sus orígenes, tema clásico y preferente en los enfoques historicistas. El autor realiza una excelente síntesis de las principales propuestas, la portuguesa y holandesa, con una buena labor crítica y repasa los datos cronológicos disponibles en las restantes zonas europeas.
El tercer capítulo aborda otro de los asuntos clásicos de la investigación del Campaniforme, la enorme variabilidad regional, más allá de la aparente uniformidad del fenómeno. “Similar but different…” como tituló elocuentemente Janusz Czebreszuk (2004) su conocido libro. Vander Linden en este capítulo realiza otra excelente síntesis de las investigaciones sobre Campaniforme en las diferentes regiones europeas, empezando por la Península y Holanda, defendidas sucesivamente como cunas de origen del fenómeno. Incorpora en ello no solo los trabajos clásicos sino las más recientes investigaciones, lo cual supone un esfuerzo muy importante del autor en el manejo de una bibliografía tan amplia, variada y actualizada. Este capítulo representa una cuarta parte del volumen total de páginas del libro, pero resultaría imposible resumir más tanta información en menos espacio. Es una referencia básica de consulta imprescindible como introducción actualizada al estudio del Campaniforme en las sucesivas regiones que aborda.
El libro concluye con los capítulos más personales del autor, el cuarto con su propuesta particular del Campaniforme modelizado como una “metapoblación” y el quinto de conclusiones, donde realiza un balance general de lo expuesto en el libro, insistiendo en la viabilidad e incluso idoneidad de su propuesta. Más allá de la aceptación que su original planteamiento tenga en el futuro y más allá de sus fundamentos teóricos últimos, en la más genuina visión histórico cultural de este complejo fenómeno, lo cierto es que este pequeño libro (menos de 100 páginas) reúne suficientes virtudes para convertirse en una obra de consulta imprescindible, sobre todo en el terreno empírico. Desde la síntesis de Harrison (1980) los trabajos de Vander Linden son los únicos que han intentado ofrecer una visión global de un problema tan complejo y variado regionalmente. En este caso, además, está limitado por el reducido volumen de páginas exigido por la colección donde se ha publicado. Se trata de la conocida Cambridge Elements, editada por Cambridge University Press y la European Association of Archaeologists, que ofrece breves síntesis a cargo de reconocidos especialistas sobre temas clásicos de la Arqueología europea, como el que nos ocupa.
El estudio del Campaniforme seguirá ofreciendo sorpresas y debates inacabables en el futuro; ni los datos genéticos recientes ni esta propuesta, por valiosa e interesante que sea, pueden cerrar el campo infinito de las interpretaciones de un fenómeno arqueológico tan complejo, que desafía el paso del tiempo y los avances metodológicos, por avasalladores que parezcan. Tras décadas de dominio de la visión social de Clarke, la señal genómica de las estepas irrumpe a galope ario, amenazando con llevarnos de vuelta a los viejos tiempos de las oleadas invasoras de Gimbutas. Esta monografía pretende plantearnos una alternativa a ambos modos de entender el Campaniforme, con su propuesta de una “metapoblación”, pero lo cierto es que, pese a sus buenas intenciones e indudables méritos, cae en algunos de los problemas que pretende superar. Que haya una importante dispersión geográfica de grupos humanos y de ciertos tipos de artefactos materiales muy concretos no implica automáticamente que se trate de comunidades étnicas identificadas por esos objetos arqueológicos, a modo de emblemas “culturales” de unas (inexistentes) “comunidades campaniformes”, entendidas como una cultura arqueológica clásica. Eso es un salto interpretativo hacia postulados historicistas, ampliamente superados y criticados. La movilidad humana, a su vez impulsada y explicada por múltiples factores sociales, económicos, ambientales, epidemiológicos, etc. (Garrido-Pena 2025) puede ayudar a explicar mejor la rápida dispersión de estos artefactos, en el contexto de diferentes tipos de contacto social entre diferentes grupos (ninguno campaniforme, sino con campaniforme), que hemos de presumir étnicamente diferentes, dada la enorme dispersión geográfica del fenómeno. Las poblaciones o metapoblaciones campaniformes solo existen en la mente de los arqueólogos que tratan de comprender fenómenos muy complejos de un pasado cuyo registro arqueológico apenas nos ha legado algunos pequeños retazos dispersos, parciales e incompletos.
Clarke, D. (1976) “The Beaker network-social and economic models”, en Lanting, J.N. y van der Waals, J.D. (eds.) Glockenbecher Symposium. Oberried, 1974. Bussum/Haarlem: Fibula-van Dishoeck, pp. 459-477.
Czebreszuk, J. (ed.) (2004) Similar but Different. Bell Beakers in Europe. Poznań: Instytut Prahistorii UAM.
Garrido-Pena, R. (2019) “Living with Beakers in the Interior of Iberia”, en Gibson, A. (ed.) The Bell Beaker Settlement of Europe. The Bell Beaker phenomenon from a domestic perspective. Oxford: Oxbow Books, pp. 45-66.
Garrido-Pena, R. (2025) “Genes y élites a mediados del III milenio AC: la interpretación actual del fenómeno campaniforme en la encrucijada”, en Mederos, A. y Blánquez, J. (eds.) Huellas de un tiempo pasado. Homenaje a la profesora Carmen Gutiérrez Sáez, Anejos de CuPAUAM 8. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, pp. 151-169.
Harrison, R.J. (1980) The Beaker Folk. Copper Age archaeology in Western Europe. London: Thames & Hudson.
Roberts, B. y Vander Linden, M. (eds.) (2011) Investigating Archaeological Cultures. Material Culture, Variability, and Transmission. Cham: Springer.
Saqalli, M. y Vander Linden, M. (eds.) (2019) Integrating Qualitative and Social Science Factors in Archaeological Modelling. Cham: Springer.
Vander Linden, M. (2006) Le phénomène campaniforme dans l’Europe du 3ème millénaire avant notre ère Synthèse et nouvelles perspectives, BAR International Series 1470. Oxford: Archaeopress.
Rafael Garrido-Pena
Departamento de Prehistoria y Arqueología
Universidad Autónoma de Madrid