Gonzalo Castillo Alcántara
Dpto. de Historia del Arte, Arqueología y Música
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Córdoba
Plaza Cardenal Salazar, 14003, Córdoba
aa2caalg@uco.es 0000-0003-3908-219X
(Responsable de correspondencia)
Alejandro Muñiz García
Dpto. de Historia del Arte, Arqueología y Música
Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Córdoba
Plaza Cardenal Salazar, 14003, Córdoba
l42mugaa@uco.es 0000-0003-4916-923X
Resumen El presente artículo aborda el estudio de los conjuntos pictóricos documentados en la intervención arqueológica de urgencia realizada en 1994 en dos edificios hallados en la calle Concepción n.º 9 de Córdoba. La revisión de los materiales recuperados ha permitido diferenciar diversos grupos de fragmentos y conjuntos que constituyen una muestra de la producción pictórica cordobesa entre mediados del siglo I a.C. y segunda mitad del siglo II/inicios del siglo III d.C. Pese a la fragmentariedad de los restos asociados al primer edificio, la escasez de ejemplos de pintura de factura itálica supone una importante evidencia para reconstruir la implantación y desarrollo de la pintura romana en la Baetica y en Corduba en particular. El análisis estilístico realizado permite observar, a través de esta muestra, la evolución de los programas pictóricos de la ciudad desde el artesanado itálico a los talleres locales.
Palabras clave II estilo, megalografía, III estilo, moteado, triples filetes, pintura antonino-severiana, imitación de crustae marmoreae.
Abstract This paper deals with the study of the pictorial assemblages documented in the emergency intervention carried out in 1994 in two buildings found at Calle Concepción no. 9 in Córdoba. The review of the materials recovered during the intervention has made it possible to distinguish various groups of fragments and assemblages that constitute a sample of the pictorial production between the mid-1st century BC and the second half of the 2nd/early 3rd century AD. Despite the fragmentary nature of the remains associated with the first building, the scarcity of examples of Italic painting is an important evidence for reconstructing the introduction and development of Roman painting in Baetica and in Corduba in particular. The analysis carried out allows us to observe through this sample the evolution of the pictorial programs of the city from the Italic craftsmanship to the local workshops.
Keywords II Pompeian style, megalography, third Pompeian style, mottled, triple fillets, Antonine-Severian painting, crustae marmoreae imitation.
Fecha recepción: 15-06-2024 | Fecha aceptación: 26-08-2024
Castillo Alcántara, G. y Muñiz García, A. (2024): “Modas decorativas en la pintura de Colonia Patricia Corduba: los conjuntos de la calle Concepción n.º 9”, Spal, 33.2, pp. 164-192. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2024.i33.18
2.1. Fase 1: la domus tardorrepublicana
2.1.1.1. Análisis técnico-descriptivo
2.1.2.1. Análisis técnico-descriptivo
2.2. Fase 2: el edificio altoimperial
2.2.1. Conjunto pictórico de la estancia 1
2.2.1.1. Análisis técnico-descriptivo
2.2.2. Conjunto pictórico de la estancia 2
2.2.2.1. Análisis técnico-descriptivo
Figura 9. Restitución hipotética del esquema compositivo del conjunto 2. Diseño: G. Castillo.
Colonia Patricia Corduba constituyó durante todo el período romano una de las urbes más destacadas de Hispania, aspecto constatable en su refundación tras las guerras cesarianas dadas sus ventajas geográficas, económicas y políticas y en la concesión del rango de colonia y su confirmación como caput provinciae. Como consecuencia de la ubicación privilegiada de la urbs, Córdoba ha sido objeto de un largo devenir histórico que ha marcado la evolución de la ciudad hasta época contemporánea. Pese a la amplia secuencia histórica con que cuenta, que ha provocado la transformación de todo su núcleo urbano a lo largo de los siglos y la alteración de la estratigrafía por la acción de las distintas sociedades que la han habitado, las intervenciones arqueológicas desarrolladas desde el siglo pasado han permitido contar con una amplia visión sobre su urbanismo, su edilicia pública y privada (Ventura y Gasparini, 2017; Márquez, 2017; Vaquerizo, 2018) y los diversos programas ornamentales marmóreos, escultóricos y musivos que decoraron estos espacios (Ruiz Osuna y Ruiz Bueno, 2018; Neira, 2018; Márquez, 1998; Márquez, 2004). Sin embargo, la arqueología cordobesa adolece aún hoy día de un importante vacío investigador respecto a los programas pictóricos, que queda constatado a través del limitado número de publicaciones realizadas a este respecto en los últimos años (Cánovas, 1999; Cánovas, 2007; Castro del Rio y Cánovas, 2009-2010), más allá de los recientes trabajos arqueométricos (Cerrato et al., 2020a; Cerrato et al., 2020b).
En este sentido, los edificios de la calle Concepción n.º 9 (anteriormente n.º 13) constituyen un objeto de estudio de especial relevancia gracias a la conservación de varios fragmentos y conjuntos pictóricos pertenecientes a una vivienda y a un edificio de funcionalidad incierta. Ello permite una lectura no solo de la evolución de los estilos decorativos y gustos pictóricos de la sociedad, sino también de los procesos de remodelación de los espacios y su datación. Junto a ello, supone una de las escasas muestras de pintura romana que en la actualidad se encuentra parcialmente visible para el público, pues las placas conservadas en una de las estancias del edificio de la fase altoimperial fueron extraídas y restauradas. Aunque dicho conjunto fue objeto de un primer análisis estilísticamente erróneo en la publicación de la excavación (Aparicio, 1999, pp. 195-196) y ha sido parcialmente recogido en trabajos anteriores (Fernández Díaz, 2010, pp. 223-225, figs. 286, 287 y 288), la intervención para su conservación y puesta en valor en el portal del n.º 9 de la calle Concepción ha alterado la imagen original de las imitaciones marmóreas, dificultando una lectura clara para su análisis compositivo.
La revisión de la memoria de excavación, así como de los materiales depositados en los fondos del Museo Arqueológico de Córdoba, ha permitido una relectura de lo que se conocía hasta la fecha, aportando nuevos datos para otra serie de producciones de la vivienda que en fechas recientes solo habían sido objeto de un estudio arqueométrico, sin una perspectiva arqueológica que permita un estudio integral (Cerrato et al., 2021).
Las estructurasde la calle Concepción n.º 9 se sitúan en un espacio privilegiado dentro de la vetus urbs, muy próxima al límite oeste del recinto murario y a la Porta Principalis Sinistra de la que partía la vía Corduba-Hispalis y junto a la que desarrollaba una importante área funeraria (Murillo et al., 2002) (fig. 1). Por su ubicación probablemente formaría parte de la manzana en conexión con el Decumanus Maximus, cuyo trazado se ha planteado doble como dos ejes adyacentes en conexión con los accesos de los tramos oriental y occidental de la muralla (Ruiz Bueno y Rubio, 2022, pp. 105-107; Murillo, 2010, p. 74). Esta área quedaría igualmente próxima al recinto forense durante todo el período romano dada la construcción del foro colonial sobre el anterior foro de época tardorrepublicana, que se pudo constatar en las intervenciones de la calle Góngora n.º 13 (Carrasco, 2001). Las actuaciones arqueológicas realizadas en la ciudad permiten contar con información sobre la edilicia privada de esta área, que se adscribiría a la definida Regio II (Vaquerizo, 2018, fig. 8), bastante escasa para el período tardorrepublicano, tanto por la destrucción cesariana, como por la remodelación de muchos de estos espacios a partir de época altoimperial. Algunos de los ambientes domésticos más cercanos se documentan en las intervenciones de los nos 12 y 15 en la propia calle Concepción, a los que se suman las viviendas halladas en la plaza Aladreros n.º 3, la calle Heredia n.os 2 y 4, la calle Niño Perdido n.º 2 (Marcos Pous y Vicent Zaragoza, 1985, pp. 240-245) o el n.º 2 de la avenida del Gran Capitán, donde se constata una vivienda tardorrepublicana que posteriormente es ocupada por otras dos en época altoimperial (Marfil Ruiz, 1997). Esta misma dinámica se observa en las casas ubicadas hacia el sur de la Regio II, como es el caso de los contextos de calles Saravia n.º 3 (Morena y López López, 1999), Blanco Belmonte n.os 22-24 (Aparicio, 1995), Blanco Belmonte n.os 4-6/ Ricardo de Montis n.os 1-8 (Ventura y Carmona, 1993) o plaza Pineda (Pérez Navarro, 2004). Sobre las viviendas republicanas véase la información recogida por D. Vaquerizo (2005, pp. 187-191) y M.D. Ruiz Bueno y M. Rubio (2022, pp. 107-111).
Centrándonos en la intervención, esta se desarrolló entre febrero y abril de 1994 bajo la dirección de Laura Aparicio y estuvo motivada por la realización de dos sondeos por parte de los técnicos de la Delegación de Cultura en diciembre de 1993, previa a la construcción de un sótano, que pusieron de manifiesto la existencia de diversas estructuras que requerían una documentación exhaustiva. En este contexto, la metodología de excavación aplicada planteó la realización de tres cortes denominados como A, B y C que permitieran completar la información arrojada por los sondeos. No abordaremos aquí los datos relativos al resto de fases documentadas en el transcurso de la intervención, para lo que remitimos a la publicación de los trabajos (Aparicio, 1999). Las estructuras exhumadas documentaron dos edificios distintos de época romana con diferente orientación, que marcan la existencia de remodelaciones en la zona, producidas con toda probabilidad a partir de mediados del siglo II d.C. según el análisis del programa pictórico que abordaremos a continuación. La cronología que se infiere para esta reforma permite observar una dinámica urbana similar a la que se atestigua en las viviendas documentadas hacia el sur, más próximas al límite entre la vetus y la nova urbs que hemos mencionado anteriormente (fig. 2).
Teniendo esto en cuenta, abordaremos por separado cada una de las fases para una visión más clara de la relación de las pinturas con el espacio arquitectónico.
Los restos que podemos asociar a la primera fase de ocupación se corresponderían con una vivienda cuya construcción podría remontarse a época tardorrepublicana y que se documentaron de manera clara únicamente en el corte C. Bajo los restos de un sótano de un inmueble moderno se registró una estratigrafía sellada en la que se identificaron diversos niveles caracterizados por una gran cantidad de material cerámico, constructivo y decorativo con presencia de fragmentos de pintura, placas de mármol y cerámica campaniense (Aparicio, 1999, p. 184, nn. 1-4). Todo ello cubría dos espacios separados por un muro de mampostería, de 46 cm de altura conservada, trabado con mortero en el extremo este y formado por un sillar de caliza con un rebaje para la inserción de una columna en el extremo oeste, de 65 cm de altura. Estos espacios se encontraban en ambos casos pavimentados mediante opus signinum, documentándose bajo este y en el lado sur un canalillo de desagüe que discurre hacia el área norte, donde se constató otra canalización adosada al norte del muro y con vertiente hacia el oeste, que drenaría los aportes del primer canal (Aparicio, 1999, pp. 183-185). En este espacio se documentó también un pozo apoyado sobre el muro en el extremo oeste, realizado mediante un único sillar de caliza, que pudo funcionar como un pozo de agua o un pozo ciego. El pavimento y la canalización anteriormente mencionados aparecen cortados por la construcción de un muro de sillares realizado en opus quadratum perteneciente a la estructura de la segunda fase edilicia, que analizaremos más adelante (fig. 3).
Los restos documentados en los cortes A y B para esta fase son mucho más escasos y no permiten ver una clara relación entre ellos pese a la ampliación y unión de los cortes B y C. Sin embargo, la presencia en el corte A de un estrato de relleno con fragmentos de pintura y láminas de mármol hacen pensar que el espacio descrito continúe su articulación en esta zona del solar.
A partir de estos datos, se ha planteado la identificación de los espacios descritos como pertenecientes a un ambiente en el lado sur y un patio en el lado norte, amortizado por la construcción del muro de opus quadratum. Sobre la base de algunos de los restos pictóricos y en estuco documentados en la revisión del material, que analizaremos a continuación, creemos que los ambientes podrían corresponder a un espacio abierto porticado y al ambulacrum, o pasillo circundante, factor avalado por el hallazgo de tres fragmentos correspondientes al revestimiento de estuco de una columna acanalada con trazas de pigmento rojo conservado en un lateral (fig. 4).
Debemos adscribir a esta fase también un muro, dirección noroeste-sureste, que sería amortizado en época altoimperial con la construcción del edificio que se superpone. Si nos atenemos a la orientación de sus estructuras murarias, esta pared, cuya orientación es totalmente diferente a la de las demás, parece apoyarse o reaprovechar muro preexistente de la fase tardorrepublicana. Esa reutilización como cimentación supone la existencia de una potente estructura muraria previa, para poder apoyar gran peso. Sin embargo, el muro encontrado in situ de esta primera fase formaría parte de un pretil delimitador del espacio abierto y del pórtico o ambulacrum.
Este pretil que divide ambos espacios se encontraba decorado por sus dos caras, para las que se ha indicado un fondo rojo en el lado sur, correspondiente al espacio de patio, pudiendo matizar la existencia de un campo rojo de 25 cm y otro negro de 19 cm conservados respectivamente, separados por un filete blanco. Aunque no se ha indicado en la memoria, la fotografía de este tramo permite observar la existencia de otros elementos sobre el campo negro, en tonos verdes o amarillos, que podrían indicar la representación de un fondo de jardín o con elementos vegetales, del que no hemos identificado ningún fragmento más entre el material recuperado (fig. 5). Esos datos, unidos a la documentación de la impronta de columna en el trazado del muro, nos permiten plantear que se tratara de un murete de separación entre el espacio central del espacio abierto porticado y el corredor anteriormente citado. Este tipo de decoración se constata en otros ejemplos de ámbito itálico y provincial con desarrollo de cancellum y/o elementos vegetales y zoomorfos (Salvadori, 2017).
En lo referido al material, es interesante mencionar la presencia de diversos restos constructivos, cerámicos y ornamentales en los niveles que colmataban ambos espacios (Aparicio, 1999, p. 184, nn. 1-4). Entre ellos destacaban fragmentos de morteros hidráulicos, opera signina, opus spicatum y láminas de mármol que, basándonos en la descripción que se hace, pudieron corresponder a variedades blancas y tal vez de cipollino, pavonazzetto u otras tipologías de brocatel. Entre el material cerámico se documentaron fragmentos de cerámica de cocina, paredes finas, barniz rojo pompeyano, sigillata hispánica y africana, restos de campaniense y piezas de tradición ibérica. Toda esta variedad de elementos plantea que el área fuera colmatada con diversos materiales para su nivelación tras la construcción del muro de opus quadratum de la nueva edificación, por lo que es probable que la primera fase habitacional se extendiera entre época tardorrepublicana y la segunda mitad del siglo I d.C.
Los restos pictóricos pertenecientes a esta primera fase son, en todos los casos, fragmentarios y solamente dos de los conjuntos permiten una identificación parcial de un esquema compositivo, por lo que únicamente analizaremos por separado estos dos grupos con una relación clara y que permiten un mínimo análisis de la composición.
El primer grupo, que identificamos como perteneciente a un mismo conjunto, se compone de un limitado número de fragmentos que, sin embargo, permite ver algunas características que refrendan la temprana cronología dada a la vivienda. Entre los restos es posible diferenciar una serie de fragmentos de fondo rojo con filetes blancos y negros/violáceo oscuro, con una anchura inferior a 1 cm, que podrían pertenecer a paneles anchos de una zona media, así como dos fragmentos muy deteriorados que por su morfología podría formar parte de un panel estrecho (fig. 6A). Junto a estos se evidencian otros que conformarían esta composición, entre los que se observan restos de una banda violácea, de 3 cm de anchura, enmarcada por filetes amarillos muy deteriorados, y que al interior se encuentra decorada con un contario, del que solo se conserva la impronta de las cuentas, probablemente también en amarillo, separadas por parejas de filetes de la misma tonalidad a modo de friso. No podemos descartar la presencia de algún elemento figurado relacionado con esta composición, puesto que otra serie de fragmentos muestran también restos de bandas rojas, filetes violáceos y fondos de esta misma tonalidad con decoraciones realizadas en seco muy perdidas y que no permiten identificar ningún motivo claro (Fig. 6B). Sí se evidencia, a parte de estos, la existencia de un personaje del que se conserva únicamente un pie; la tonalidad beige, con tonos violáceos que generan efectos de luz y volumen, y la ubicación sobre un campo verde y un fondo rojo, permiten plantear su desarrollo junto a los paneles anteriormente mencionados, sobre un podium o banda. A este se suman dos fragmentos que podrían formar parte igualmente de un personaje, aunque desconocemos si del mismo u otro distinto (Fig. 6C).
Por último, completarían este conjunto una serie de fragmentos que conservan restos de diversos filetes y bandas en tonos blanquecinos, violáceos y marronáceos/beige que se disponen junto a espacios rojos, probablemente pertenecientes a los paneles que identificamos con anterioridad, y un campo blanco y que permiten plantear la presencia de una imitación de columna acanalada que se desarrollaría en la zona media de la pared (Fig. 6D).
El estudio técnico de los fragmentos documenta en todos ellos unas características similares, con un mortero en torno a 5 cm de grosor conservado, en el que se diferencia una capa preparatoria (de 0.6 cm de grosor), una primera capa (de entre 0.7 y 1.2 cm) de tonalidad grisácea con áridos de pequeño y mediano tamaño y nódulos de cal, y una segunda capa, similar a la anterior. La ausencia de un sistema de sujeción en el reverso plantea un grosor original mayor del documentado y no conservado. De las muestras seleccionadas para análisis mediante DRX, FRX y espectroscopía Raman, únicamente la muestra S5 puede asociarse claramente a este conjunto, siendo la S1 de asociación dudosa dadas las pequeñas dimensiones, aunque podría formar parte del podium basándonos en su cromatismo. Estos análisis permiten constatar que el mortero se compone de cuarzo y calcita, siendo el pigmento de los paneles rojo cinabrio y, probablemente, el pigmento del podium, glauconita (Cerrato et al., 2021, p. 3).
Los fragmentos con filetes blancos y violáceo oscuro, que identificamos como filetes bícromos, plantean que nos encontramos ante una producción del II estilo, que rara vez podemos documentar en el III estilo (Castillo Alcántara, 2021, fig. 1043). Su utilización constituye un elemento característico dentro de estas producciones, que pretende representar volumen y efectos de luz en los paneles de la zona media o en los despieces de sillares situados en la zona superior, imitando las formas en relieve típicas del I estilo, con ejemplos tanto en ámbito itálico como en las provincias (Mulliez, 2014, p. 69, fig. 42, p. 73, fig. 45 y p. 109, fig. 59; Barbet, 2008, pp. 40-47; Martín-Bueno et al., 2007; Mostalac y Guiral, 2020, figs. 8 y 9). El estado fragmentario impide analizar si estos efectos de claroscuro responden a una precisa representación de los puntos de luz de la estancia que decoraría. No obstante, aunque en la mayoría de los casos se observa un ajustado realismo por parte del artesano entre imitación de iluminación y procedencia de luz real, en las producciones altoimperiales se observan casos en los que estos efectos no se ajustan a la realidad (Fernández Díaz y Castillo Alcántara, 2023). Del resto de elementos, la banda con la imitación de un friso decorado con un contario supone un motivo que procede de la decoración arquitectónica y que se documenta en el II estilo en conjuntos como el del santuario tardorrepublicano de Brescia, el cubiculum q de la casa del Larario di Achille (I 6, 4) en Pompeya o en el oecus 13 de la casa de Augusto en el Palatino (Mulliez, 2014, p. 54, fig. 24). El uso se extiende durante todo el período romano, tanto en pintura como en cornisas de estuco (Jardel et al., 2012, fig. 9; Castillo Alcántara, 2021, fig. 641). En cuanto a la imitación de columna, no podemos definir sus dimensiones originales en anchura, si bien sus características remiten a modelos reales y/o representaciones con proporciones cercanas a las de una columna real. Ejemplos parecidos proceden del cubiculum 8 de la villa dei Misteri o del studiolo de la casa de Augusto en el Palatino (Mulliez, 2014, figs. 1 y 35), todo ellos esquemas que se encuadrarían en composiciones de paredes cerradas.
El elemento más interesante, y que permite acotar cronológicamente la producción, lo constituye el pie conservado en uno de los fragmentos. Pese a que solo se preserva uno, podemos compararlo con algunas de las representaciones figuradas documentadas en Hispania de las que se conserva su altura total, como, por ejemplo, las figuras de héroes de la zona superior del corredor occidental de la porticus post scaenam del teatro romano de Cartagena (Castillo Alcántara y Fernández Díaz, 2020), cuyo estudio completo y actualizado será objeto de una próxima publicación. Ello posibilita una estimación de las dimensiones de la figura completa, que debió alcanzar al menos entre 1.4 y 1.6 m, factor que permite su asignación a una representación megalográfica, siendo el ejemplar más antiguo documentado hasta la fecha en Hispania (fig. 7). La megalografía constituye un tipo de representación figurada que se caracteriza por tratarse de figuras de tamaño cercano al natural y supone un sistema decorativo que aparece en la fase II del II estilo (60-40 a.C.). Entre los ejemplos más característicos podemos citar el ciclo báquico de la estancia 5 de la villa dei Misteri (Pappalardo, 2009, pp. 50-61), las decoraciones de la exedra 42 de la casa del Labirinto (VI 11, 8-10) de Pompeya (PPM V, p. 39) o del oecus H de la villa de P. Fannius Synistor en Boscoreale (Sauron, 2013, pp. 119-129).
La presencia de trazas de un campo verde sobre el que aparece apoyado el pie podría indicar la existencia de un podium o pedestal sobre el que se representaría la figura, siguiendo tal vez un modelo similar al de algunos de los personajes de los citados ejemplos de la villa dei Misteri o de la villa de P. Fannius Synistor. La tonalidad de la piel presenta también cierta ambigüedad para su interpretación, pues no es extraño encontrar coloraciones más blanquecinas en modelos del II estilo, aunque tampoco es descartable que responda a una representación de tipo estatuario. Se documentan en el II estilo ejemplos de figuras escultóricas que imitan un acabado marmóreo generalmente policromado y que tienden a ubicarse sobre pedestales verdes y amarillos (Moormann, 1988, p. 74). Encontramos ejemplos en la exedra Y de la casa degli Epigrammi (V 1, 18), correspondiente a la fase IIa del II estilo (PPM III, pp. 564-573) o en la casa della Danzatrice (VI Ins. Occ., 10) en Pompeya (Bragantini y Sampaolo, 2009, pp. 190-191). A diferencia de esta serie de casos, destaca la ausencia de calzado en nuestro ejemplar, hecho que no es poco común y que se documenta en gran cantidad de figuras tanto en el II estilo como en la pintura de época imperial, generalmente asociado a divinidades, héroes o guerreros. Baste referir nuevamente algunas de las figuras del II estilo de la propia villa dei Misteri o algunos casos hispanos entre los siglos I y II d.C. (Castillo Alcántara y Fernández Díaz, 2020, figs. 9 y 10; Castillo Alcántara y Fernández Díaz, 2023, figs. 32 y 33).
El segundo de los grupos que podemos identificar como una unidad decorativa es igualmente fragmentario, aunque permite plantear una composición más clara que en el caso anterior. Los restos conservados evidencian la existencia de un zócalo de fondo negro con moteado blanco, amarillo y rojo, sin poder asegurar la presencia de rodapié. La transición entre la zona inferior y la zona media se realiza sin elementos de separación, constatándose la aparición, directamente sobre el zócalo, de parte de un panel rojo con un filete blanco de encuadramiento en su interior. Parcialmente superpuesto a este, se documenta en uno de los fragmentos un filete triple de 1.4 cm de anchura, con los exteriores blancos y el interior verde oscuro/negro, que, sin embargo, parece representar el final de la pincelada y que podría responder a un error en la ejecución más que a un desarrollo intencionado.
Al margen de estos datos, otra serie de fragmentos que forman parte de los paneles permiten ver una morfología que se distancia de las composiciones documentadas de manera general en Hispania bajo este modelo compositivo: se observa la existencia de dos filetes triples cuyas dimensiones oscilan entre 1.3 y 1.5 cm de anchura, compuestos por dos filetes blancos al exterior y uno de tonalidad verde oscuro-negro al interior, separados entre sí por otro blanco simple. La ausencia de otros elementos impide plantear la existencia de bandas o interpaneles, y tampoco permite proponer hipótesis sobre la existencia de una zona superior, motivos por los que el esquema compositivo de la zona media se organizaría mediante una sucesión de paneles separados por filetes simples (figs. 8 y 9).
El estudio técnico del mortero muestra un grosor máximo conservado de 6.6 cm, en el que se identifica una capa preparatoria y otras tres de entre 1.7-3.2 cm, con una tonalidad blanquecina-marronácea y compuestas por áridos de pequeño y mediano tamaño, nódulos de cal y restos de cañas vegetales, sin sistema de sujeción visible. En este caso, solamente la muestra S4 parece corresponder a este conjunto, en concreto al filete triple del panel, factor que permite constatar una composición de mortero similar a la del caso anterior. Se documenta el empleo de hematites para el rojo de los paneles y calcita para los filetes blancos, no estando clara la composición de la parte central del filete triple, señalado como gris (Cerrato et al., 2021, pp. 4-6).
Desde el punto de vista interpretativo los fragmentos permiten plantear una pared con zócalo moteado y zona media con paneles decorados por filetes triples, composición propia del III estilo. En este sentido, la decoración del zócalo a base de moteado supone la imitación de una roca ornamental, generalmente de tipo granítico o porfídico. No obstante, en este caso el cromatismo empleado no permite identificar un tipo concreto y, aunque tampoco es posible afinar la datación del conjunto a través de su análisis estilístico, ya que el empleo de moteados en esta zona de la pared se desarrolla a partir del II estilo hasta prácticamente el final del período romano, el uso de tonalidades oscuras para el fondo se asocia a producciones tempranas, previas a mediados del siglo I d.C. (Belot, 1986, p. 58; Barbet, 1987, p. 20). Esta afirmación se ha podido constatar en el análisis de las producciones hispanas (Guiral et al., 1986), si bien debemos matizar que es una generalización y no constituye un criterio inamovible, pues existen ejemplos de fondo negro en cronologías posteriores al siglo II d.C. recogidos en el citado trabajo, aunque muy minoritarias.
En cuanto a la zona media, las dimensiones de los filetes triples plantean también su adscripción al III estilo, en concreto a la fase II, momento a partir del cual se documentan anchuras superiores a 1 cm (Mostalac, 1996, pp. 19-21). El estado de conservación no permite corroborar la existencia de rellenos en las esquinas, característica propia de las producciones a partir de la fase IIb del III estilo (Mostalac, 1999, p. 84), por lo que no podemos descartar su existencia. La presencia de pinceladas correspondientes al filete triple que se desarrollan más allá del filete simple que documentamos próximo al límite entre zócalo y panel, identificadas como un error del artesano, dejan claro el uso de filetes triples cruzados, que probablemente se prolongarían solo hasta el filete simple. Los filetes triples cruzados constituyen un elemento característico de la producción del III estilo, con ejemplos tanto en ámbito itálico, caso de las fauces a de la casa dei Ceii (I 6, 15) en Pompeya (PPM I, pp. 415-417), como en las provincias, especialmente en la Gallia, como en la maison 2B bis de la rue des Farges en Lyon, fechada en la última década antes del cambio de Era (Barbet, 2008, pp. 53-55, figs. 46 y 47), en el Quai d’Alsace en Narbona, de la primera mitad del siglo I d.C. (Dao et al., 2012, pp. 34-35, fig. 5), o en una vivienda al norte de la catedral de Vaison-la-Romaine, datada en la transición entre el III y el IV estilo (Barbet, 2008, pp. 66-68, figs. 65-66). En Hispania, para esta cronología, encontramos los conjuntos de la domus da rua da Alcárcova, en Évora, datados en la transición entre el III y el IV estilo (Pedroso, 2007, pp. 477-479) y varios ejemplos emeritenses procedentes del vertedero de la calle Cabo Verde y en la casa de la calle Mariano José de Larra (Castillo Alcántara, 2021, figs. 431, 756 y 785).
La ausencia de fragmentos que podamos asociar a bandas o interpaneles plantea un esquema distinto a los constatados hasta la fecha en las producciones hispanas, con la separación de los paneles mediante filetes simples. Ello no constituiría un caso excepcional, pues situaciones similares se documentan en estas cronologías tanto en ámbito itálico como en Hispania. Podemos indicar el conjunto del cubiculum h de la casa di Euxinus (I 11, 12) de Pompeya, que se fecha en torno al 20 a.C. (De Vos y De Vos, 1975, p. 29; Barbet, 2009, p. 103, fig. 58), en el que los paneles cuentan con un encuadramiento interior a base únicamente de filetes triples separados entre sí por filetes simples. En Hispania, una solución similar se documenta en la domus 4 de Ercavica, en la cual un conjunto hace uso de filetes dobles como separación entre paneles, adscrito por la datación del contexto material al II estilo pero que el estudio estilístico data a partir de mediados del siglo I d.C. (Íñiguez, 2014, pp. 765-768). Otro ejemplo del III estilo procede de la casa del Peristilo de Los Bañales, en el cual los paneles de la zona media se separan mediante filetes blancos (Íñiguez, 2015, figs. 5-6). De este modo, podemos comprobar que, pese a ser un esquema poco común en las composiciones del III estilo, se trata de un modelo que se documenta ya a partir de las producciones más tempranas.
En un momento indeterminado que, basándonos en la producción pictórica hallada, debe situarse con posterioridad a la segunda mitad del siglo I d.C., las estructuras analizadas correspondientes a la fase edilicia anterior quedaron amortizadas por un nuevo edificio. Este viene definido por la construcción de una estructura muraria de sillares almohadillados hacia el lado sur y dispuestos en cuatro hiladas a soga (salvo dos en la primera hilada y uno en la tercera que se corresponden con dos de los muros de las estancias del edificio), siendo la altura total conservada de 1.85 m. Todo ello apoya sobra una hilada de piedras de mediano y gran tamaño de 45 cm de altura que pudo tener una función de drenaje (Aparicio, 1999, p. 185). La ampliación de los cortes B y C permitió documentar la continuación de este muro en el sector C, hacia el lado este del solar, uniéndose con el muro que se documentó en la ampliación del corte B y que se observaba parcialmente también en el corte A. De este modo, se conforma un edificio de, al menos, 11 x 5 m dividido en dos estancias por un muro de 60 cm, que arranca de la estructura principal almohadillada y que continúa de manera oblicua configurando dos espacios irregulares. El espacio definido como 1, pavimentado con opus signinum y ubicado en el lado oeste, tendría una anchura de 3.5 m, documentándose junto al muro sur un pequeño tramo oblicuo, paralelo al muro medianero, en el que se constata la entrada, mientras que la estancia 2 alcanzaría los 7.4 m. Se ha planteado que la presencia de un sillar oblicuo cortado en esta segunda estancia, en el extremo oriental, pudiera marcar la existencia de otro muro que determinara un espacio similar al de la estancia 1 (Aparicio, 1999, p. 187), si bien los restos de pintura conservados in situ,tal como se observa en las fotografías tomadas durante las fases de excavación, corresponden a un mismo conjunto y descartan esta posibilidad. Sí cabe destacar que se documenta en el muro medianero un posible tapiado que rellena un hueco entre sillares, identificado por la presencia de una capa de tierra bajo el revestimiento pictórico. A pesar de que en la memoria de la intervención esto no fue indicado, creemos que ello responde a la reutilización de un muro perteneciente a la primera vivienda y que se asociaría al espacio porticado.
En cuanto a la funcionalidad de estos espacios, no se pudo establecer una adscripción manifiesta para ninguno de ellos, y tampoco se definió claramente el tipo de edificio, pues, aunque podría corresponder a una vivienda, el empleo de opus quadratum almohadillado suele constatarse en relación fundamentalmente con estructuras públicas. En este sentido, el programa ornamental no permite aportar datos más claros para la identificación de la función de las estructuras.
Para esta fase se pudieron identificar con claridad dos conjuntos pertenecientes a los espacios 1 y 2 del edificio, siendo el de la estancia 1 el mejor conservado, aunque los restos del ambiente 2 permiten documentar el empleo de un mismo tipo decorativo, elemento que sugiere una datación contemporánea para ambos programas pictóricos y la ejecución por un mismo taller.
El conjunto se halló parcialmente conservado in situ en los muros sur y este, así como en el tramo del muro oeste que formaría parte del límite de la entrada a la estancia. La zona inferior se compone de un zócalo de 38 cm de altura organizado en una sucesión de imitación de placas marmóreas, anchas y estrechas, cuya disposición guarda proporción con la decoración de la zona media. De esta forma, las placas anchas, dispuestas bajo los paneles, alcanzan en el muro sur, el más completo, una anchura de 1 m, con decoración de fondo blanco y veteado oblicuo negro en el que se alternan dos vetas finas y dos anchas. Las placas estrechas se disponen en eje vertical con los paneles estrechos de la zona media, excediendo la anchura de estos y limitando con las otras placas a la altura de la transición entre la banda de encuadramiento y la parte central del panel. Únicamente la placa central muestra la anchura completa de 58 cm, quedando las laterales cortadas entre este muro sur y los adyacentes. En el extremo occidental del muro sur la placa es algo inferior si se une con la prolongación del muro contiguo o muro oeste, en el que todas las placas se adaptan al estrecho tamaño del tramo previo al vano de acceso. Las placas estrechas presentan, en todos los casos, un fondo verde salpicado con gotas negras y grandes manchas negras irregulares dispuestas sin orden, imitando el mármol verde antico. Todas las placas quedan separadas entre si mediante un filete negro, mientras que, por encima, se separan de la zona media a través de una sucesión de bandas, una negra, una central roja y otra superior de color rojo burdeos, tal vez una imitación de una moldura. El proceso de restauración y reintegración incluyó una serie de filetes blancos de separación entre estas bandas que, sin embargo, no se aprecian en las fotografías, por lo que su añadido parece corresponder a un error de interpretación. Por otra parte, es posible que la banda central no refleje un color rojo plano sino una imitación de rosso antico dada la utilización de imitación marmórea en toda la pared, como veremos a continuación.
La zona media se articula siguiendo un esquema de paneles anchos y estrechos que, en el muro sur, alcanzan 1.32 m de anchura en el primer caso y entre 17 y 25 cm los segundos. La diferencia de anchura de los paneles estrechos responde a la adaptación de los que se disponen en las esquinas de los muros, alcanzando la unión de los tramos de la esquina suroeste la misma dimensión que el central del muro sur. Los paneles se articulan mediante una banda exterior de 15 cm decorada con una imitación de veteado verde, que pese al estado de conservación se refiere claramente a un mármol cipollino, mientras que el espacio central queda ocupado por un panel rojo, probablemente de imitación de rosso antico, delimitado por un filete blanco. Los paneles estrechos están decorados con imitación de giallo antico a base de vetas rojas irregulares, fondo amarillo y manchas anaranjadas. Paneles anchos y estrechos quedan separados entre sí por filetes negros, al igual que las placas del zócalo (figs. 11 y 12).
Los escasos fragmentos recuperados del derrumbe han permitido constatar un mortero de 2.6 cm de grosor conservado, en el que se diferencian una primera capa de 0.9 cm y una segunda de 1.7 cm, ambas de tonalidad blanquecina-marronácea y con áridos de pequeño y mediano tamaño, con algunas improntas vegetales y pequeños nódulos de cal, sin poder identificar un sistema de sujeción. En este caso únicamente la muestra S2 puede asociarse claramente a este conjunto, lo que documenta una composición similar a los casos anteriores para el mortero, el empleo de hematites y calcita en la imitación de giallo antico de los paneles estrechos (Cerrato et al., 2021, pp. 4-6), así como probablemente goethita mezclada con la calcita para el fondo, aunque no se identifica, dada su coloración amarillenta.
El conjunto constituye un ejemplo de imitación marmórea por toda la pared que, basándonos en la combinación de formas sencillas con encuadramientos a modo de placas o listeles de distintos tipos, podemos incluir dentro de las imitaciones de crustae marmorea sencillos (Thorel, 2011, p. 486). Este tipo de decoración es el resultado de la ascensión de las imitaciones marmóreas a la zona media de la pared, que se documenta por primera vez en las producciones tardorrepublicanas, especialmente en las composiciones cerradas del II estilo, con casos como el del atrio 64 de la villa dei Misteri donde se incluyen incrustaciones complejas en la zona media (Maiuri, 1967, p. 45). Pese a la gran difusión en este período, estas composiciones desaparecen entre finales del siglo I a.C. y durante gran parte del siglo I d.C., recuperándose a partir de la segunda centuria y adquiriendo gran desarrollo durante los siglos III y IV d.C. en todo el Mediterráneo y en las provincias septentrionales (Davey y Ling, 1982, pp. 184-187; Barbet et al., 2012, pp. 81-96; Zaccaria Ruggiu, 2014; Gasparini, 2014, p. 142).
En Hispania observamos algunas particularidades que permiten definir unas características propias para la difusión de esta moda decorativa, que aquí se desarrolla especialmente durante el siglo II d.C., continuando su uso en los siglos III-IV d.C. Se identifican dos tipos de sistemas distintos: uno basado en el uso de formas simples en la zona media, con sucesión de paneles anchos y estrechos o paneles y bandas, y otro con formas complejas o de sectilia parietal en esta o en la zona superior (Guiral et al., 2014, p. 283; Guiral, 2017, p. 137; Guiral, 2018, pp. 143-144).
Nuestro caso se insertaría en el primer tipo, el más numeroso, y en el que se agrupan los conjuntos de la casa del Acueducto de Tiermes (Guiral y Mostalac, 1994, pp. 189-190 y 205), la casa SPIII de Bilbilis (Guiral y Martín-Bueno, 1996, pp. 289-294), el procedente de Varea (Guiral y Mostalac, 1988, pp. 61-62), el de Caesaraugusta (Guiral, 2017, pp. 134-141) o el de Graccurris (Íñiguez et al., 2021, pp. 267-271) para el siglo II d.C. A estos se sumarían las producciones bajoimperiales de Grau Vell (Guiral, 1992, pp. 141-155), la villa de El Ruedo de Almedinilla (Cánovas, 2002), la villa de Bruñel (Fernández Díaz, 2016, p. 532), la pistrina del vertedero del solar de los Blanes en Mérida (Castillo Alcántara, 2021, pp. 1879-1884) o la basílica de Tróia en Setúbal (Maciel, 1996, fig. 73), todas del siglo IV d.C., siendo la más tardía la del Aula Basilical de Barcelona, del siglo V d.C. (Guiral et al., 2017). Es interesante señalar la existencia de una clara preferencia por la combinación de imitaciones de columnas y paneles con imitación marmórea, que se repite en los casos citados y en el resto del Imperio, lo que señala la existencia de una koiné decorativa entre los siglos II y IV d.C.
Si atendemos a los tipos marmóreos representados, pese a que la composición debe responder a una obra del siglo II o inicios del siglo III d.C., se constata todavía cierta calidad técnica en la ejecución de algunos ejemplos que permite reconocerlos claramente y los aleja de ser identificados como simples motivos decorativos. En el zócalo, las placas estrechas imitarían probablemente un verde antico o breccia verde de Tesalia, un mármol de tonalidad verde con variantes más claras y otras más oscuras, que presenta clastos de diverso tamaño de colores verde oscuro/negro o blanco (Gnoli, 1971, pp. 136-138). A nivel pictórico se constata de manera escasa, pudiendo citar un ejemplar, de mayor calidad en comparación con el que aquí se conserva, en el Îlot Turmel en Divodorum (Metz, Francia), fechado entre los siglos II y III d.C. (Thorel et al., 2014, fig. 90). En Hispania solo se documenta en otro conjunto fragmentario procedente del vertedero del solar de los Blanes en Mérida, fechado entre época flavia y la primera mitad del siglo II d.C. (Castillo Alcántara, 2021, pp. 1673-1679). La morfología de las placas anchas no remite a un tipo de mármol claramente identificable, aunque creemos que debe hacer referencia a un mármol real, ya que el resto de los representados tanto en el zócalo como en la zona media imitan variedades reales. Por su morfología, con vetas anchas y estrechas, podría tratarse de alguna representación de cipollino nero, gneis o incluso algún tipo de alabastro. No obstante, el cipollino nero es una variedad poco común del cipollino, que sí documentamos claramente en la zona media y cuya ejecución difiere de lo que encontramos en el zócalo, por lo que parece poco probable esa identificación.
En cuanto a la zona media, los tipos marmóreos son claramente identificables. En el caso de los paneles estrechos se trata de una imitación de giallo antico, un mármol de procedencia africana que se extrae de las canteras de Chemtou (Simitthu) en la actual Túnez. Presenta una gran variedad de coloraciones como el amarillo claro, el anaranjado o el dorado y su aparición en el mundo romano se produjo con anterioridad a mediados del siglo II a.C., siendo uno de los mármoles más prestigiosos (Mulliez, 2014, pp. 95-96). A nivel pictórico se representa durante todo el período romano y cuenta con una gran variedad de formas de ejecución y tonalidades desde las más realistas de época tardorrepublicana hasta las más esquemáticas o con forma de “huevos fritos” (Ling, 2014, p. 14) que empiezan a realizarse a partir de época flavia. En nuestro caso, la forma de ejecución presenta aún una morfología más o menos realista, pero se aleja de las representaciones tempranas por la inclusión de clastos en tonalidades más oscuras que el fondo y se asemeja a las que encontramos en las producciones de finales del siglo I y del siglo II d.C., aunque sin el recurso a formas ovaladas. Ejemplos similares los encontramos en la estancia 4.3 de la domus de los Fabii en Écija, en una de las placas de la pared norte, en otra del muro oeste y en la restauración realizada sobre esta pared en el siglo II d.C. (Loschi, 2021, figs. 5 y 9), en la estancia 6 de la domus II de Edeta, del siglo II d.C. (Peñalver, 2020, fig. 6) o en la estancia 15 del Edificio del Atrio del Barrio del Foro de Carthago Nova (Fernández Díaz et al., 2014, fig. 5), de finales del siglo II o inicios del siglo III d.C. Es probable que la diferencia con respecto a otros tipos de esta cronología se deba o bien a una diferencia de pericia técnica de los artesanos, o bien a la representación de variedades de un mismo tipo marmóreo.
La misma situación la encontramos en las bandas de los paneles, que imitan el mármol de Caristo, también denominado mármol cipollino por la presencia de vetas paralelas que recuerdan a las capas de una cebolla. Se extrae en el extremo sur de la isla de Eubea, a lo largo de 60 km entre Caristo y Estira, caracterizado por su composición de ondas paralelas con distintas tonalidades de blanco y verde (Mulliez, 2014, p. 111). Desde el punto de vista pictórico se representa de manera muy limitada en época tardorrepublicana, mientras que a partir del IV estilo se documenta en una gran cantidad de conjuntos, siendo especialmente utilizado en las pinturas de las provincias a partir del siglo II d.C. La forma más realista, que encontramos aquí, se distancia de la mayoría de casos documentados en las provincias occidentales, pudiendo citar como más similares los conjuntos de St. Irminen en Trier, fechados entre los siglos II y III d.C. (Deppmeyer y D’Onza, 2018, fig. 19) o, de nuevo, la estancia 15 del Edificio del Atrio del Barrio del Foro de Carthago Nova (Fernández Díaz et al., 2014, fig. 5).
Por último, el fondo rojo plano, situado en la zona central del panel, respondería a una imitación de rosso antico, dado el interés por la representación de un acabado marmóreo que cubra toda la pared, material que probablemente se podría aplicar al filete central de la posible imitación de moldura que separa el zócalo de la zona media. Este tipo, denominado como marmor Taenarium por su explotación en el cabo Ténaro, hoy cabo Matapán, en el Peloponeso (Mulliez, 2014, p. 92), ha pasado en gran parte desapercibido en el estudio compositivo de la decoración pictórica romana dada su morfología, sin representación de vetas, y no se ha identificado claramente en ningún contexto tardorrepublicano pese a su temprano uso, siendo escasos los ejemplos en época imperial. Entre los claramente identificados podemos citar un conjunto de la calle Dormer de Huesca de la segunda mitad del siglo I d.C. (Íñiguez, 2018, fig. 3) y las dos fases decorativas de la estancia 8 y la fase 1 de la estancia 9 de la casa del Anfiteatro de Mérida, del siglo II d.C.
Los restos pictóricos de la estancia 2 son muy limitados en comparación con la anterior, y todos los datos que conocemos sobre este conjunto son deducidos mediante las fotografías de la excavación y de la descripción realizada en la memoria de la intervención arqueológica, ya que no se ha identificado ningún fragmento entre el material recuperado que se encuentra en los fondos del museo. Pese a ello, parece claro que se repite el empleo de imitación marmórea por la totalidad de la pared y, en gran medida, el esquema compositivo. En lo que respecta al zócalo, aunque no contamos con tramos completos ni dimensiones indicadas en la memoria, los restos conservados en el muro medianero permiten plantear una altura similar a la de la estancia 1, en torno a 38 cm. Únicamente constatamos la existencia de dos tipos de imitaciones marmóreas que deben pertenecer a placas distintas y, aunque no podemos establecer sus dimensiones, las trazas que se constatan en la zona media permiten pensar que seguirían la misma disposición de las de la estancia 1. En la que se conserva en el lado izquierdo del muro oeste observamos restos de un fondo rosado con veteado rojo, probablemente una imitación de un portasanta o de una breccia corallina, mientras que en el lado derecho se observa un fondo amarillo con veteado rojo, de nuevo imitación de giallo antico que también se constata en el extremo oriental del muro sur (figs. 13 y 14).
Aunque los restos conservados son muy escasos, podemos observar en las placas halladas in situ que el esquema compositivo repetiría el empleado en el ambiente 1, siendo por tanto obra de un mismo taller. Ello se desprende de la compartimentación del zócalo con placas marmóreas de dos tipos distintos, en la presencia de una posible imitación de moldura en la transición hacia la zona media y en el empleo de representación de cipollino y giallo antico, que en el primer caso probablemente enmarcaría un panel central, tal vez también en rosso antico. Basándonos en estos datos podemos remitir a lo ya comentado en el análisis del conjunto anterior, incluyendo aquí la variación en la imitación del mármol del zócalo, que hace uso de placas de giallo antico alternadas con otras de portasanta en lugar del verde antico y el veteado negro. El portasanta, también denominado mármol de Chíos dado que su extracción se producía en dicha isla, es una piedra de tonalidad rojo claro o burdeos con clastos y vetas de tonalidades grisáceas o blancas, aunque también las hay en tonos rosáceos, rojizos o beige (Mulliez, 2014, pp. 108-110). En la representación pictórica se identifica claramente a partir de las producciones del II estilo, si bien la morfología se modifica a partir de la segunda mitad del siglo I d.C. incluyendo vetas más o menos desdibujadas que también pueden tender a formas ovaladas, de manera similar a lo que sucede con el giallo antico. No obstante, podemos ver formas realistas aún en el siglo II d.C. como en el muro septentrional del criptopórtico 2.1 de la villa de Els Munts (Guiral, 2022, pp. 243-244), más cuidado que nuestro caso.
Desde el punto de vista arquitectónico, en la fase tardorrepublicana la presencia del muro divisorio con dirección noroeste-sureste y el pretil columnado, que dividiría el ambulacrum del propio espacio central abierto, permite suponer la morfología de estas estructuras. En cualquier caso, no podemos aventurarnos a definir este espacio como un peristilo o un atrio, ya que la simple presencia de un espacio abierto porticado es insuficiente para dicha afirmación. Serían necesarios más elementos, además del pozo y del porticado, como viridarium o estructuras hidráulicas, para poder concretar su verdadera naturaleza.
Tras el análisis de las estructuras murarias podemos ofrecer dos hipótesis morfológicas: la existencia de un espacio abierto porticado por tres de sus lados, a modo de pseudoperistilo, o de cuatro zonas porticadas. Para la primera hipótesis, el muro reaprovechado en época altoimperial marcaría el límite oriental del espacio abierto, el cual se articularía con un pórtico en sus lados norte, sur y oeste, quedando completamente cerrado a oriente. Podemos comprobar la existencia de una idéntica disposición de los espacios abiertos en el mismo contexto cordobés, en concreto en los restos encontrados en la calle Saravia n.º 3 (López López y Morena, 1996), calle Duque de Fernán Núñez n.os 11-13 (Ruiz Nieto, 1995, pp. 125-130), plaza de la Compañía n.os 1 y 2 (Ruiz Nieto, 1994), plaza Maimónides n.os 3 y 4 (Ruiz Nieto, 1992) y calle Olmillo n.º 2 (Valderrama, 2007) (fig. 15).
La segunda hipótesis sería la existencia de cuatro lados porticados donde, entre el muro delimitador oriental y dicho pórtico, quedaría un espacio de al menos 1.6 metros de anchura, siendo este un ambulacrum estrecho. Para este segundo planteamiento se puede plantear la existencia de tres o cuatro columnas por cada lado que delimitan un ambulacrum con una anchura mínima de 1.6 metros, quedando el espacio abierto en el centro. Aunque esta anchura resulte escasa, hay que mencionar otros ejemplos en la propia Córdoba, como la domus de la calle Duque de Fernán Núñez n.os 11-13 (Ruiz Nieto, 1995, pp. 125-130), donde el pórtico es más estrecho en los laterales este y oeste (fig. 16).
Cabe citar la existencia del pozo, que refuerza el planteamiento de su cronología, ya que indicaría la inexistencia de acueductos que aporten el agua a las viviendas, construidos en época augustea (Ventura, 1996, pp. 133-147). Este pozo podría funcionar no solo para el uso cotidiano, sino aportando agua a algunas estructuras hidráulicas en esta zona, como canales o estanques ubicados en este espacio abierto. La existencia de un pozo excéntrico en el patio tampoco debe sorprender, ya que contamos con un ejemplo similar en la calle María Cristina n.º 4, según consta en el informe técnico inédito de A.J. Criado. La ausencia de restos identificables como parte de un impluvium imposibilita, pese a las cronologías en las que se enmarcan las estructuras, que podamos afirmar que nos encontramos ante un atrio, siendo este el espacio abierto más característico de las domus de época republicana. Por tanto, la presencia de un pozo en su interior como única estructura hidráulica documentada nos lleva a definirlo de manera más amplia como un espacio abierto o patio porticado, no excluyendo la posibilidad de que existiera un atrio, que no podemos plantear basándonos en la evidencia arqueológica.
Esta interpretación del espacio arquitectónico de la domus tardorrepublicana refuerza la idea de que parte del material pictórico hallado en el deambulatorio no debió pertenecer a su decoración. En concreto, los fragmentos del II estilo de una composición con megalografías representan un sistema decorativo que se documenta generalmente en espacios de representación (tablina, triclinia u oeci), como en los citados conjuntos de la villa dei Misteri, la villa de P. Fannius Synistor o el conjunto de la estancia VIIIa de la maison de la Harpiste en Arlés (Boislève et al., 2020, pp. 25-27). Junto a ello, el hallazgo de fragmentos pertenecientes a varios esquemas compositivos mezclados, como el conjunto 2 con filetes triples del III estilo, refuerza la idea planteada.
De este modo, pese a la imposibilidad de asociar los restos analizados a un espacio concreto, los fragmentos del primer conjunto evidencian la existencia de una composición megalográfica del II estilo, siendo la primera constatada en Hispania. El análisis permite observar la existencia de modas decorativas distintas que muestran la implantación de producciones itálicas en la ciudad a partir de época tardorrepublicana además de la continuidad de uso de este edificio desde el 60-40 a.C. hasta, al menos, la segunda mitad del siglo I d.C., aunque es posible que se mantuviera en uso hasta mediados del siglo II d.C. dado que no se constatan otras reformas arquitectónicas o decorativas hasta la construcción del segundo edificio.
En lo que respecta a este último, los datos del estudio arquitectónico no permiten precisar nada acerca de su posible función. Los conjuntos pictóricos, que podemos incluir dentro de la moda decorativa de las imitaciones marmóreas que cubren toda la pared, formarían parte del programa ornamental realizado tras su construcción, probablemente entre la segunda mitad del siglo II e inicios del siglo III d.C., dadas sus similitudes con otros conjuntos de esta cronología en ámbito hispano. Ello concuerda también con los estudios sobre el urbanismo de esta zona, que datan la reforma del entramado urbano y de los edificios cercanos a los analizados en época antonino-severiana (Ruiz Bueno, 2014, p. 49). Asimismo, pese a la existencia de un vano amortizado entre los espacios 1 y 2 del edificio altoimperial, la irregularidad de este corroboraría la hipótesis de que se asocie a la vivienda tardorrepublicana y que en este punto la construcción del muro reutilizó una estructura preexistente.
A pesar de las limitaciones interpretativas del uso de las estancias, sí podemos concluir que el empleo de un mismo sistema compositivo en los dos ambientes sugiere una funcionalidad similar para ambos. Aunque el empleo de imitaciones marmóreas por toda la pared plantea una interpretación como espacios de primer orden, los estudios respecto al tipo de esquemas compositivos utilizados y la función de las estancias realizados en ámbito campano (Scagliarini Corlaita, 1974-1976; Allison, 1992; Tybout, 2001) no pueden extrapolarse a nuestro caso, ni social ni cronológicamente. Asimismo, la escasez de datos sobre la articulación arquitectónica del edificio en cuestión impide concretar su funcionalidad privada o pública.
Con todo, el solar de calle Concepción n.º 9 se eleva como un ejemplo paradigmático para el estudio de la pintura mural romana de Colonia Patricia Corduba, permitiendo trazar una evolución de los estilos y de las modas decorativas en la ciudad entre la época tardorrepublicana y finales del Alto Imperio, constatando la plena adopción de formas itálicas que documentan aquí el primer ejemplo en ámbito hispano de megalografía y la adaptación a las modas locales peninsulares a partir del siglo II d.C.
Este trabajo se inserta en los proyectos de I+D+i “Pictores et officinae per provincias II. La circulación de modelos pictóricos urbanos y rurales por el sur de la Tarraconense, Lusitania y Bética desde una perspectiva integral” (PID2019-104983GB-II00), TRAPHIC, PID2022-141425NA-I0, financiado por MICIU/AEI/10.13039/501100011033, y “Vivere in urbe. Arquitectura residencial y espacio urbano en Corduba, Ategua e Ituci” (PID2019-105376GB-C43), financiados por MCIN/AEI/10.13039/501100011033. Se ha realizado gracias a la ayuda Juan de la Cierva FJC2021-046548-I, financiada por MCIN/AEI/10.13039/501100011033 y la Unión Europea “NextGenerationEU”/PRTR.
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