Aproximación cultural y arqueológica a Grecia:
la “Misión de Estudios” de 1934

Cultural and archaeological approach to Greece: the 1934 “Study Mission”

Luis Manzano Sánchez

Universidad Carlos III

Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación

Madrid, 128, 28903 Getafe (Madrid)

luisalfonso.manzano@alumnos.uc3m.es 0000-0001-5582-7898

Resumen Se pretende dar a conocer un nuevo punto de vista y enfoque de la “Misión de estudios a Grecia” organizada por la Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid en el año 1934. Detallaremos el itinerario seguido y nos centraremos en los comentarios de algunos de sus integrantes de este viaje “en el tiempo” a la Antigüedad clásica cargado de connotaciones histórico-culturales y que buscaba, entre otras cosas, un estrechamiento en el conocimiento mutuo de ambos países y en el fortalecimiento de las relaciones hispano-griegas.

Palabras clave Antigüedad griega, Universidad de Valladolid, intercambio cultural, relaciones hispano-helenas, viaje formativo, recepción clásica, arqueología

Abstract The aim is to present a new point of view and approach to the “Misión de estudios a Grecia” organised by the Faculty of History of the University of Valladolid in 1934. We will detail the itinerary followed and focus on the impressions of some of its members on this journey “back in time” to classical antiquity, which was loaded with historical and cultural connotations, and which sought, among other things, to strengthen mutual knowledge between the two countries and the Spanish-Greek relations.

Keywords Greek Antiquity, University of Valladolid, cultural exchange, Spanish-Greek relationships, formative voyage, classical reception, archaeology.

Fecha recepción: 07-06-2023 | Fecha aceptación: 29-01-2024

Manzano Sánchez, L. (2024): “Aproximación cultural y arqueológica a Grecia: la ‘Misión de Estudios’ de 1934”, Spal, 33.1, pp. 239-268. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2024.i33.10

Sumario

1. Introducción y antecedentes

2. Desarrollo y puesta en marcha de la idea de la “Misión de estudios a Grecia”

3. El viaje: itinerario, recorrido e impresiones

3.1. De Castilla a Atenas

3.2. Primeros días en Atenas

3.3. Candía y el homenaje a Doménikos Theotokópoulos, el Greco

3.4. De nuevo en Atenas

3.5. El Templo de Delfos y el viaje por el Peloponeso

3.6. Nueva parada en Atenas

3.7. Las islas Cícladas y últimos días en Atenas

4. Conclusiones

Financiación y agradecimientos

Bibliografía

Lista de figuras

Figura 1. Portada del folleto anunciador del viaje (AGA. 54/14.090. Exp. 33).

Figura 2. Plano de Tirinto (Fundación Jorge Guillén. FR34/144, 15).

Figura 3. En Atenas. Arriba, el Erecteion; abajo, estudiando las ruinas del Hecatompedón (Notas viaje, 1934, Lámina III).

Figura 4. Cnosos. Los grandes propileos (Notas viaje, 1934, Lámina, XIII).

Figura 5. En Fódele. Banquete y fiesta posterior al homenaje al Greco (Notas viaje, 1934, Lámina XXIII).

Figura 6. DDelfos. Bajo el pórtico de Xistos. En primer plano con bata blanca, Elías Tormo, y a su derecha con sombrero, Antonio Tovar (Notas viaje, 1934, Lámina XXVII).

Figura 7. Sunion. Sunion. Detalles del templo de Poseidón (Notas viaje, 1934, Lámina XLIX).

Figura 8. Imágenes tomadas durante la eucaristía celebrada en Delos. En la imagen inferior Torres España y Elías Tormo durante la celebración religiosa (Notas viaje, 1934, Lámina LIII).

Figura 9. Joaquín Pérez Villanueva (izq.) y Antonio Tovar (dcha.) en apariencia de estar realizando una actividad arqueológica en un yacimiento durante el viaje a Grecia de 1934 (Archivo de Paloma Arnaiz Tovar).

1. Introducción y antecedentes ^ 

El fenómeno de los viajes modernos a Grecia y al Levante mediterráneo por parte de viajeros españoles no se produjo hasta finales del siglo XVIII. Una de las razones que benefició esta apertura geográfica fue la firma del Tratado de Paz y Comercio en 1782 entre el Imperio otomano y la monarquía española, en el que se aseguraba la circulación por aguas bajo dominio otomano (Martín-Merás, 2021, p. 74). De esta forma los barcos españoles pudieron navegar libremente por un espacio marítimo que beneficiaba y ensanchaba sus fines comerciales y diplomáticos. Y así fue hasta el año 1799, momento en el que, debido a las guerras napoleónicas, las relaciones se interrumpieron, no retomándose de nuevo hasta 1827, con la firma de un nuevo tratado entre la Sublime Puerta y Fernando VII (Mora, 2012, p. 7).

Una de las primeras empresas que se aprovechó de esta nueva situación fue la de Gabriel de Aristizabal quien, al frente de varios navíos, realizó un viaje en 1784 a Constantinopla. Este quedó plasmado en Viage a Constantinopla, escrito por encargo del conde de Floridablanca por José Moreno (Martín Corrales, 2002, p. 256; Escribano, 2003, p. 62), cuya obra ofrece una información prematura sobre el espacio geográfico griego a su paso por varias de las islas del mar Egeo y por el estrecho de los Dardanelos. En concreto, el autor dedicaba un apartado titulado “Entrada en el Archipiélago. Sumario de las islas que lo componen. Su celebridad entre los antiguos. Su estado presente”, para realizar recurrentes comparaciones históricas al paso de la expedición por diferentes islas griegas de tan hondo calado en la Antigüedad helénica como Delos, Quíos o Samos, entre otras, y aprovechaba para evocar y relacionar las mismas con las obras de autores clásicos bien conocidos como Pausanias, Homero y Pitágoras (Moreno, 1790, pp. 11-22). Otra expedición de relevancia, y que se desmarcaba de las que contenían una eminente finalidad diplomática y comercial, fue la que comandó el brigadier, astrónomo y científico Dionisio Alcalá Galiano (1760-1805) en el año 1802 al mando de la fragata Soledad. El resultado final de esta empresa fue la consecución de varias cartas de cartografía de gran interés, centradas en el archipiélago griego, el mar de Mármara y el canal del Mar Negro –la Carta esférica del Paso de los Dardanelos del Mar de Mármara y del Canal que conduce al Mar Negro, y la Carta Hidrográfica del Archipiélago de Grecia– que completaban la cartografía del mar Mediterráneo (Espinosa y Tello, 1809, pp. 74-75).

Las expediciones y relatos de españoles, aunque escasos, fueron aumentando de forma progresiva, si bien siempre en menor medida que los de los viajeros ingleses (George Wheler, Richard Pococke o Robert Wood, entre otros muchos) y franceses (Pierre Augustin Guys, Choiseul Gouffier o Jacob Spon, por citar algunos), principales protagonistas del redescubrimiento de Grecia desde el siglo XVII y XVIII, y en plena fiebre orientalista en la Europa del siglo XIX (Casado Rigalt, 2021, p. 169). En este contexto se encuentra, por ejemplo, dentro del libro Viajes de Ali Bey el Abbassi, por África y Asia durante los años 1803, 1804, 1805, 1806 y 1807, seudónimo detrás del que se escondía el español Domingo Badia i Leblich (1767-1818), el relato de su periplo en 1806 por la costa del Peloponeso y la isla de Chipre con la intención de recorrer alguno de los «lugares que inmortalizaron los poetas griegos» como Citera, Idalion, Pafos y Amatunte (Badía, 1836, p. 69; Escribano, 2003, p. 65; Melero Bellido, 2008, p. 457).

Dando un salto en el tiempo, resulta de gran interés el viaje a Grecia y posterior relato del vasco, afincado en México, Juan de la Granja (1785-1853), quien en el año 1833 publicó la obra Viaje de un español por el levante en el año 1827. De la Granja recorrió diferentes lugares de Europa, como España e Italia, siendo su objetivo principal llegar a Grecia y a otros enclaves del Levante mediterráneo, tal y como indica en la introducción de la obra que publicó a su vuelta y que constituye la base de información fundamental de su relato:

[...] me sentí vivamente tentado de recorrer la Grecia y otros puntos del Levante, y pagar el homenaje debido a un país que ha dado en todos tiempos tantos materiales a la fábula y a la historia; que ha sido el teatro de tantas y tan gloriosas hazañas; y donde han florecido tantos y tan grandes héroes, tantos y tan profundos filósofos, tan insignes poetas, tan elocuentes oradores y tan famosos capitanes. Incapaz de resistir a esta idea, me dejé llevar de la corriente de mi inclinación, poniendo inmediatamente en práctica mis deseos […] (Granja, 1833, p. 2).

Es este, tal vez, el primer relato semejante a los recogidos por los protagonistas del Grand Tour que existe de un viajero español moderno en Grecia, en el que de una forma explícita se exponen los motivos de la realización del viaje, basados en el conocimiento histórico del país, en la curiosidad, el aprendizaje, la formación y observación directa, así como en un filohelenismo o pasión manifiesta hacia la Antigüedad griega como fuente inspiradora primigenia de creación y conocimiento. El objetivo que llevó al autor a plasmar su relato en una obra no partió de una posición erudita o de un deseo de divulgación científica, sino que su intención era, tal y como él mismo señalaba: «[...] que mis observaciones, tales cuales ellas sean, puedan servir de advertencia a los viajeros, de instrucción a los estudios, y de entretenimiento a los desocupados» (Granja, 1833, p. 3).

Después de la liberación e independencia de Grecia del Imperio otomano, ratificada por las grandes potencias aliadas –Francia, Rusia y Gran Bretaña– en diferentes acuerdos en Adrianópolis en 1829, en el Protocolo del 3 de febrero de 1830 en Londres (Morcillo, 1995, pp. 117-118; Morcillo, 2002, p. 292) y, finalmente, en la Convención firmada también en la capital británica el 7 de mayo de 1832, que designaba a Otón I como rey de la nueva nación, se inició una etapa no exenta de dificultades, en la que Grecia buscaba el reconocimiento internacional y la reconstrucción del país. El contexto político en España tampoco era sencillo pues, inmersos en las guerras carlistas y en sucesivos cambios de regímenes políticos que generaban gran inestabilidad, resultaba imposible tratar cuestiones que pudieran acercar a ambos países desde una perspectiva histórica y cultural. A pesar de ello, las relaciones institucionales hispano-griegas se restablecieron en el año 1834 y, a partir de 1838, las comerciales (Morcillo, 1995, p. 133), aspecto que facilitó, aunque escasamente, la llegada de españoles a suelo heleno, principalmente diplomáticos. Algunos de ellos escribieron relatos cargados de connotaciones históricas que aludían al interés y pasión que sentían por la Antigüedad clásica, así como a la emoción que les provocaba el hecho de encontrarse en suelo heleno durante una etapa de su vida. Se observa bien en las narraciones de Plácido de Jove y Hevia, “Un brindis en el Acrocorinto o actualidad de los estados de Agamenón” (Jove y Hevia, 1850), Jacobo Bermúdez de Castro, “Recuerdos de Grecia” (Bermúdez de Castro, 1868), Salvador López Guijarro, “De Madrid a Atenas” (López Guijarro, 1869) o Enrique Gaspar y Rimbau, Viaje a Atenas 1872-1875 (Gaspar y Rimbau, 1872), entre otros. Los estudios de historia de Grecia en la España del siglo XIX estaban desatendidos, por lo que esta presencia institucional en aguas del Egeo constituyó un valioso nexo para acercar a futuros viajeros españoles a tierras helenas, cuyo conocimiento previo, en muchos casos, se limitaba tan solo a la lectura de novelas de ficción foráneas de contenido histórico, mitológico y arqueológico (Las aventuras de Telémaco, hijo de Ulyses, de Francois Fénelon o el Viaje del joven Anacarsis a Grecia a mediados del siglo IV antes de la era, del Abad Barthélemy), de literatura de viajes a Grecia (El Itinerario de Paris à Jérusalem de François de Chateaubriand o Viaje a Oriente de Alphonse de Lamartine entre otras muchas) (Olmos y Tortosa, 2012, pp. 249, 250, 251) y a testimonios directos de viajeros, artistas o arqueólogos procedentes, tal y como se ha indicado anteriormente, de Inglaterra y Francia, quienes siguiendo los pasos y descripciones de Pausanias o evocando a Homero en Micenas y Troya, plasmaron sus vivencias en obras de referencia de este redescubrimiento de la Antigüedad griega para Occidente, constituyendo una excelente bibliografía e incluso guía de viaje para futuros viajeros.

Algunos descubrimientos arqueológicos acaecidos a mediados del siglo XVIII, como los hallazgos de Herculano en 1738 y Pompeya en 1748, así como los avances en los estudios del arte de la Antigüedad clásica promovidos por Johann Joachim Winckelmann (1717-1768), entre otros aspectos, impulsaron los periplos a tierras helenas. Un grupo profesional de interés es el que conformaban los artistas españoles que viajaron a Grecia. Si ya desde mediados del siglo XVIII había pintores, escultores y arquitectos pensionados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando formándose y perfeccionando su técnica en Roma o Nápoles y recorriendo las ruinas de la Magna Grecia o Sicilia, desde mediados del siglo XIX, y más concretamente desde el año 1851 con la aplicación del nuevo Reglamento de la Academia que obligaba a los pensionados a estudiar un monumento griego en el sur de Italia, Sicilia o Grecia (García Sánchez, 2004, p. 57; Mora, 2012, p. 7) existen también registros de españoles en suelo heleno. El primero de ellos fue el cántabro Jerónimo de la Gándara (1825-1877), quien decidió elaborar parte de sus trabajos en Atenas, ciudad a la que llegó en el año 1850. Para poder medir y dibujar con precisión excavaba parcialmente las ruinas en las que deseaba trabajar, perfilándose de esta forma como un arquitecto con vocación de arqueólogo (Gallego, 2021, p. 64). Su Proyecto de restauración de la fachada occidental del Partenón conservado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cinco dibujos del Erecteion y cuatro del templo de Atenea Nike, así como una acuarela de la Linterna de Lisícrates y un autorretrato pintado al óleo en el que aparece al fondo la Acrópolis, son algunos de los excelentes trabajos que realizó en la capital ateniense (Latorre, 2017, p. 11-19). La lista de arquitectos y artistas que estuvieron en Grecia es extensa y plagada de nombres de reconocido prestigio como Ramiro Amador de los Ríos, Manuel Aníbal Álvarez y el pintor Jaime Morera en el año 1876, Alberto Albiñana Chicote en 1891 o Eduardo Chicharro y Agüera en 1901. Otro grupo de relevancia que merece ser destacado es el de los religiosos procedentes de peregrinaciones por Tierra Santa con parada, principalmente, en Atenas, donde quedaron, en su mayoría, maravillados ante la contemplación de las reminiscencias clásicas que observaron. Existen decenas de relatos que dan cuenta de sus experiencias e interés por la Antigüedad, por ejemplo, el de Sebastián de Mobellán en el año 1870 (Mobellán, 1876), Ángel Barcía y Pavón en 1888 (Barcía y Pavón, 1889) o Justo González Garrido en el año 1935 (Gónzalez Garrido, 1935). En el último tercio del siglo XIX se realizaron viajes de contenido científico por aguas del Levante mediterráneo y oriental. Entre ellos destaca el de Juan de Dios de la Rada en el año 1871 a bordo de la fragata Arapiles, cuyo objetivo principal era la obtención de piezas de interés arqueológico con las que poder engrosar las vitrinas de un recién inaugurado Museo Arqueológico Nacional (Rada y Delgado, 1876-1878). En este sentido conviene señalar que el periodo comprendido entre los años 1868 y 1875 fue muy positivo en lo que a adquisición de obras de arte y arqueología se refiere, aumentando considerablemente los fondos y las colecciones del museo gracias al empeño de diferentes comisiones científicas dentro y fuera del territorio peninsular (Franco, 1993, p. 109; Casado Rigalt, 2021, p. 176). Cierra el siglo con el viaje de estudio finisecular a Grecia y Turquía del arqueólogo español José Ramón Mélida (Mélida, 1899), organizado por la Revue General des Sciencies de París y que suponía para Mélida una oportunidad única de «poder examinar directamente los monumentos y las antigüedades de todo género que en aquellas comarcas representan las civilizaciones pasadas que más importa conocer a un arqueólogo» (Mélida, 1899, p. 1).

De esta forma tan heterogénea, los viajes continuaron a comienzos y durante el primer cuarto del siglo XX hasta llegar a los primeros cruceros por el Mediterráneo, como el del yate Reina María Cristina en 1929 con parada en Nápoles y Atenas, entre otros lugares destacados (Escobar y Ramirez, 1929; Casanueva, 2015), el famoso y exitoso viaje estudiantil de 1933 a bordo del Ciudad de Cádiz (Gracia Alonso y Fullola Pericot, 2006) y el que se analizará a continuación, la “Misión de Estudios a Grecia” de 1934, centrado en el conocimiento y estudio del país heleno desde la misma raíz de la civilización occidental. Se trataba de empresas culturales y formativas por el Mediterráneo a bordo de una auténtica “universidad flotante”, tal y como hicieron los franceses en los múltiples cruceros, hasta un total de cincuenta, que realizaron entre los años 1897 y el inicio de la Primera Guerra Mundial y que, en algunos aspectos, recuerdan mucho en su forma y fondo tanto al de 1933 como a la excursión objeto de este artículo, realizada en 1934. Estos voyages educativos, promovidos por la Revue Générale des Sciences Pures et Appliquées, fundada por Louis Olivier (1854-1910) en el año 1890, tenían la intención de «satisfacer la curiosidad profesional de cada pasajero y aumentar sus conocimientos técnicos personales, independientemente de su formación específica» (Dolla, 2010, p. 467; Dolla, 2012, p. 216). Los participantes eran suscriptores de la revista con disponibilidad económica para poder costearse los gastos del viaje. A bordo se encontraban hombres y mujeres procedentes de diferentes sectores profesionales, desde historiadores, etnógrafos, poetas, médicos y artistas, hasta profesores universitarios o abogados con un deseo en común: aprender y enriquecerse culturalmente gracias a la experiencia que ofrecía el paisaje pintoresco griego, sirviendo este destino, además, como una inyección de valores morales universales capaces de implementar una visión cosmopolita en los participantes, tal y como deseaba la Revue (Dolla, 2012, p. 217). Para lograr este propósito, la organización de la expedición estaba medida y cuidada al detalle, haciendo del crucero «un laboratorio móvil para la creación de conocimiento» (Dolla, 2010, p. 468). Además del ya citado viaje de José Ramón Mélida realizado en el año 1898, en el año 1902 los españoles José María Escuder y Cándido Ruiz Martínez fueron invitados a participar en una expedición a Grecia organizada también por la Revue Générale des Sciences Pures et Appliquées, cuyo propósito principal era el estudio de los grandes santuarios arqueológicos de Grecia y de los museos de Atenas. Las crónicas e impresiones de la excursión, tituladas “A Grecia” fueron publicadas por Escuder en el periódico local el Mercantil Valenciano (Escuder, 1902).

La puesta en marcha de estas primeras excursiones colectivas, de gran calado e importancia cultural para España, fueron fruto de un contexto histórico y político favorable, ya que las reformas modernizantes y progresistas, sobre todo en el ámbito educativo y universitario, que trajo la llegada de la Segunda República fueron fundamentales para poder proyectar, impulsar y materializar este tipo de cruceros destinados a promover la formación y desarrollo intelectual de sus participantes. Esta idea educativa provenía del proyecto pedagógico que implantó Francisco Giner de los Ríos (1839-1915), entre otros catedráticos, con la creación en el año 1876 de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), influenciada e inspirada a su vez por la teoría filosófica e ideología de Karl Christian Friedrich Krause (1781-1878), conocida como krausismo, y que revolucionó, junto con la aparición y desarrollo del Patronato de Misiones Pedagógicas en 1931, el sistema educativo español con el objetivo de separar la educación de la religión y la política, siendo accesible, además, a todos los grupos sociales (Canes, 1993, p. 147; Pérez Galán, 2000, pp. 318-326; Lara, 2013, pp. 48-49; Fernández Cárcar, 2022, pp. 86-87). Uno de los pilares que sostenía esta nueva forma de innovación pedagógica era la promoción de excursiones y el contacto directo entre el alumno y el medio intelectual, artístico y natural como recurso instructivo. Sería objeto de otro trabajo exponer aquí todas las reformas y avances en el ámbito educativo que se desarrollaron, principalmente, entre los años 1931 y 1934, pero parece necesario destacar, al menos, la universitaria que se llevó a cabo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid gracias a Manuel García Morente (1886-1942) (Ribagorda, 2013, p. 107), centrada en la libertad y autonomía de los estudiantes, en el desarrollo de seminarios de investigación, en la incorporación de nuevos profesores, el acceso de las mujeres a las aulas o la promoción, tal y como se ha señalado, del excursionismo y los cruceros estudiantiles, entre otros aspectos. Es cierto que el viaje que en este artículo se va a analizar ocurrió dentro del bienio radical-cedista (1933-1936), con un gobierno republicano más conservador que los anteriores y cuya política fue un freno para la continuidad de la reforma educativa señalada y que se venía realizando desde el comienzo de la Segunda República pero, aun así, muchos de los cambios principales siguieron su curso y el proyecto cultural para conocer Grecia impulsado dentro de este contexto formativo y pedagógico pudo llevarse a cabo en el verano de 1934.

2. Desarrollo y puesta en marcha de la idea de la “Misión de estudios a Grecia” ^ 

Resulta conveniente señalar los precedentes que pusieron en marcha esta excursión a Grecia, así como el recorrido que tuvo esta ambiciosa idea hasta llegar a ser una realidad. El promotor de la misma fue el catedrático gaditano Cayetano de Mergelina y Luna (1890-1962), quien en 1926 obtuvo la Cátedra de Arqueología en la Universidad de Valladolid. Durante los años 1937 y 1939, en plena Guerra Civil, ocupó la dirección del Museo Arqueológico Nacional, en el que realizó una importante labor de reorganización, así como de protección y salvamento de los fondos artísticos durante este periodo de hostilidades en España (Mederos, 2010, pp. 188-190). Mergelina es sobradamente conocido y reconocido en el mundo académico, con múltiples obras y artículos publicados, fruto de una vida dedicada a la investigación y con una clara repercusión en España. No es nuestra pretensión desarrollar aquí su distinguido perfil biográfico ni tampoco detallar todas sus aportaciones, pero sí es necesario destacar algo de su personalidad que ha ayudado a entender esta investigación: sobre todo, su carácter viajero e innovador, así como ser el fundador, en la Universidad de Valladolid, del Seminario de Arte y Arqueología en el año 1932 y de la revista científica dependiente de dicho departamento, el Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (Mederos, 2010, p. 184), donde se publicaron múltiples estudios y artículos por parte de profesores y alumnos. Es en este Boletín donde se encuentra mucha de la información publicada sobre esta excursión a Grecia y que ha servido como fuente inestimable de datos para el desarrollo de este artículo. En concreto, el ejemplar del primer trimestre, fascículo VII y curso de 1934-1935. En esta publicación se utilizan dos textos anónimos: “Nuestro viaje de estudios a Grecia” (Nuestro viaje, 1934) y “Notas sobre el viaje” (Notas viaje, 1934), a los que se alude de esta forma donde corresponda. Si bien no se puede confirmar la autoría de esta detallada descripción del viaje, parece probable que fuera escrita por el propio Mergelina (Redondo Cantera, 2015, p. 532; Redondo Cantera, 2016, p. 556). Para el ideólogo de este proyecto tan ambicioso y centrado exclusivamente en Grecia, la idea partió de la experiencia vivida por él, tan solo un año antes, como integrante del famoso crucero por el Mediterráneo a bordo del Ciudad de Cádiz, en el que casi doscientos estudiantes y profesores universitarios participaron de una inolvidable experiencia que les llevó a visitar y recorrer lugares tan destacados, desde un punto de vista cultural e histórico, como Túnez, Malta, Egipto, Palestina, Creta, Rodas, Turquía, Grecia o Italia, entre otros. Dentro de este numeroso grupo se encontraban algunos de los nombres más importantes de la historia cultural, intelectual y política de la España del siglo XX como Julián Marías, Menéndez Pidal, Gregorio Marañón, Soledad Ortega, Salvador Espriu, Isabel García Lorca, Fernando Chueca y Goitia o Enrique Lafuente Ferrari. El viaje, llevado a cabo durante la Segunda República Española fue promovido por el Ministerio de Instrucción Pública, al frente del cual se encontraba Fernando de los Ríos (1879-1949), quien encargó la organización de este al catedrático de Filosofía y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, Manuel García Morente (1886-1942). Esta aventura formativa de 45 días a las raíces de la cultura mediterránea marcó un antes y un después en la proyección de los estudios de la Antigüedad en España.

Fue en la capital de Campania, Nápoles, donde Mergelina junto con su discípulo, Antonio Tovar, únicos participantes de la Universidad de Valladolid en aquel crucero, fraguaron la idea del viaje a Grecia que analiza este artículo:

Era un atardecer bellísimo en Nápoles. Teníamos clavada en el alma la visión de tierras extrañas. Y entre ellas, las de Grecia, una Grecia presentida en el escanciar de dulces bálenos literarios y recientemente admirada entre paisajes vivos y ruinas más vivas y más evocadoras que el mismo ambiente real del cielo y sol, tierra, ríos y mares. Y éramos los dos en el atardecer maravilloso sobre la bahía. El discípulo y el maestro, el maestro y el discípulo en una suave y magnífica comunidad de sentimientos. «Hemos de volver a Grecia, con los más nuestros». Y volvimos (Mergelina, 1946, pp. III-IV).

Poco después de terminada esta aventura, Mergelina comenzó a desarrollar la idea y organización del viaje a Grecia y a la isla de Creta, con la intención de instalar en Fódele, lugar de nacimiento del Greco, una escultura conmemorativa en homenaje al pintor cretense como muestra del profundo afecto y la relación del artista con España, cuya obra fue considerada la representación más fiel del alma castellana (Cortés Arrese, 2002, p. 122). A lo largo de este trabajo se mencionará la estancia en Creta de los integrantes de la expedición, pero no se ocupará a fondo del homenaje al Greco, ya que ha sido tratado en otras publicaciones anteriores (Tormo, 1934; Gracia Alonso y Fullola Pericot, 2006; Redondo Cantera, 2015; Redondo Cantera, 2016), pues nuestra finalidad es, tal y como se ha mencionado anteriormente, centrarnos en los lugares que, formando parte del itinerario, han sido desatendidos y merecen ser destacados. Los contactos establecidos por Mergelina en Grecia en el crucero de 1933 impulsaron y favorecieron positivamente la puesta en marcha de este viaje, especialmente, gracias a la buena relación que mantenía con la Liga Hispano-Helena (Belda, 1933, p. 14) fundada en el año 1931 y presidida en Atenas por el poeta Kostís Palamás (1859-1943) y en España por Miguel de Unamuno (1864-1936). Su origen proviene del intercambio literario y la traducción de obras entre escritores españoles, especialmente de las generaciones del 98 y 27, y griegos en los años treinta, acercando de esta forma la literatura española a Grecia y, en consecuencia, estrechando el vínculo cultural entre ambas naciones (Mougoyanni, 1998, pp. 89, 90). Por todo ello los integrantes de la Liga estaban entusiasmados con la visita de los estudiantes españoles a Grecia, como puede comprobarse a través de la correspondencia mantenida entre Mergelina y su secretario, Juan Faquis:

Nosotros los griegos apreciaríamos muy particularmente viajes como aquel que Vds. se proponen realizar, es decir, con estancia de dos a tres meses, y recorrido por toda Grecia; y es por considerar que únicamente así, nuestros visitantes pueden darse cuenta exacta de esta tierra, de sus tesoros arqueológicos sin número y de la hospitalidad de sus hijos. Por eso mismo, al recibir ulterior carta de Vds., y al saber que ya empezaron los cursos preparatorios y que el viaje está decidido por principio, nuestra liga emprendería una serie de gestiones tendientes a organizar y proveer todos los pormenores para que su viaje y estancia en este país fuese un éxito y contribuyese a mejorar mutuo el conocimiento entre intelectuales españoles y griegos (AGA. 54/14.090. Exp. 33).

Una de las particularidades que presentaba esta empresa era que los interesados debían realizar previamente un curso de preparación que les imbuyera de lleno en los estudios clásicos antes de poner un pie en suelo heleno, y garantizara «una mayor eficacia cultural y científica a la estancia en Grecia de los excursionistas» (AGA. 54/14.090. Exp. 33). Esta formación era un requisito ineludible para todos aquellos que quisieran formar parte de esta experiencia. En el folleto (fig. 1) que anunciaba el viaje se encuentra, entre otras cosas, un completo plan del curso que abarcaba varios ámbitos de estudio, que iban desde el conocimiento de la lengua, filosofía y literatura griegas, hasta la historia de Grecia, la geografía histórica y actual de Grecia y el arte griego. Algunas de estas temáticas fueron impartidas por experimentados profesores que después formaron parte de la excursión, como el propio Cayetano de Mergelina, el filólogo Emilio Alarcos García (1895-1986), a quien le unía una fuerte amistad con Mergelina, y el catedrático de Historia Universal Antigua y Media en la Universidad de Valladolid desde el año 1928, Claudio Galindo Guijarro (1895-1937), asesinado a la edad de 42 años, justo en el primer aniversario del inicio de la Guerra Civil en su casa de Albacete (Peiró, 2016, pp. 180, 182). La matrícula inicial fue de 143 personas, dato que indica el poder e interés de la convocatoria. Además, resulta importante resaltar que no solo se inscribieron estudiantes y profesores procedentes del ámbito de las humanidades, sino también un variado elenco de profesionales y estudiantes de distintas disciplinas –desde el Derecho hasta la Medicina–, así como militares o sacerdotes con intereses en la realización del curso y posterior periplo a Grecia (AGA. 54/14.090. Exp. 33). Se trataba, así pues, de un viaje de estudios esencialmente formativo y cultural, con el deseo de ofrecer a los participantes el encuentro directo con la Antigüedad griega en su propio espacio geográfico, visualizar in situ las ruinas y yacimientos arqueológicos más destacados, así como visitar museos u otros centros culturales de renombre. Para reforzar este aspecto se organizaron en el año 1933 tres conferencias “Pro viaje universitario a Grecia” destinadas a impulsar el proyecto, así como a ahondar en la importancia cultural del mismo. Las ponencias fueron impartidas por Eugenio D’Ors el 29 de abril de 1933 (“Los misterios de Eleusis en la historia del Eón de Feminidad”), Elías Tormo el 6 de mayo de 1933 (“El genio pictórico de la Grecia”) y José Ortega y Gasset el 20 de mayo de 1933 (“El hombre y la gente”) y se publicaron, posteriormente, en el fascículo VII del Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología (Pro viaje, 1933-1934, pp. 292-306).

Figura 1. Portada del folleto anunciador del viaje (AGA. 54/14.090. Exp. 33). ^ 

Por otro lado, se buscaba fortalecer las relaciones culturales hispano-griegas, tal y como se puede leer en la carta fechada el 6 de noviembre de 1933 del decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Valladolid, Gaudencio Amando Melón, al Presidente de Relaciones Culturales, Menéndez Pidal, en la que le enviaba el folleto informativo del viaje: «…esta Facultad tiende a huir en esta empresa de todo aspecto de mero turismo, por interesante que sea, y a que adquiera el valor de un viaje de estudios precursor de más intensas relaciones culturales» (AGA. 54/14.090. Exp. 33). Para alcanzar este objetivo se ofrecieron encuentros y conferencias durante la estancia en Grecia encaminadas a estrechar el conocimiento mutuo de ambos países. La prensa, tanto española [“Misión de Estudios a Grecia” (El Sol, 8.10.1933, p. 6); “Las relaciones culturales entre Grecia y España” (La Época, 85, 15.11.1933, p. 4); “Un artículo sobre las relaciones culturales con España” (Luz, 17.11.1933, p.4)], como griega [“Un acto emocionante en la patria de Theotocopulos” (Hestia, 29.07.1934); “Allí donde ha nacido Theotocopulos” (Elefteron Vima, 30.07.1934); “La peregrinación de los españoles a la patria del Greco” (Patris, 07.08.1934)], también se hizo eco de este proyecto e incidió en la importancia de las relaciones hispano-griegas con múltiples publicaciones.

Por último, y como parte importante de la finalidad de esta empresa, se pretendía asentar las bases para instalar en Atenas, de una vez por todas, una ansiada “Escuela Española de Arqueología” (Mora, 2015, p. 333) que sirviera para que los estudiantes españoles tuvieran un centro y punto de encuentro común donde investigar la Antigüedad clásica:

Este país, admirable por su honda significación en la cultura humana, ha merecido que, todo pueblo conocedor de su esplendoroso pasado, estableciera en él, centros de estudios ampliamente dotados. Es hoy España, casi el único país que carece de estos hogares de estudio en Grecia, a pesar de poder mostrar una amplia cultura y haber sentido afanes de clasicismo. Nuestros esfuerzos han de tender a que esta falta pueda ser prontamente enmendada y nuestro viaje podría considerarse algún día como el primer paso dado para el logro de este afán (Nuestro viaje, 1934, p. 15).

No fue esta la primera mención ni intento para conseguir un centro de arqueología español en la capital ateniense. Conviene destacar, en este sentido, las palabras del arqueólogo José Ramón Mélida, quien insistía en la necesidad de examinar e investigar «sobre el terreno» (Mélida, 1899, p. 58) las ruinas de la Antigüedad grecolatina tal y como hacía la Escuela Francesa de Roma y Atenas. Mélida reclamaba así la creación de una institución que impulsara los desatendidos estudios clásicos en España, proponiendo, además, el envío de alumnos para que pudieran estudiar y perfeccionarse en Roma y, sobre todo, en Atenas, lugares desde donde para él «pueden estudiarse las corrientes históricas de todos los tiempos puesto que allí afluyeron y de allí nacieron, de aquel centro y foco de la cultura humana» (Mélida, 1899, p. 58). Otro intento que merece la pena ser resaltado es el del filohelenista Saturnino Ximénez Enrich, quien en el año 1927 fundó, con sede en París, el Instituto Arqueológico Iberoamericano de Atenas. A ello le llevaron su profundo amor por Grecia y el resultado de sus múltiples visitas a este país e investigaciones de la Antigüedad griega sobre el terreno. Con fecha 31 de mayo de 1927 se constituyó el Comité Central del Instituto Arqueológico Ibero-Americano. Dirigido por Ximénez y presidido por José Muñoz Escámez, incluía miembros que representaban a varios países iberoamericanos como, por ejemplo, Perú, Argentina, Paraguay o Portugal. Inspirado en el ejemplo de otras escuelas de arqueología, como la francesa, americana o inglesa, el objetivo era, además de dar visibilidad a los estudios sobre la historia de Grecia en España, promover que los estudiantes, investigadores y devotos de la Antigüedad griega, procedentes de España y resto de países iberoamericanos, tuvieran un centro común de investigación que facilitara y coordinara sus trabajos. El plan de trabajo del Instituto era ambicioso, proponiendo el estudio de todo lo que se refería a la Antigüedad helénica: exploraciones y excavaciones arqueológicas; propaganda de la cultura helénica en los países iberoamericanos por medio de cátedras, conferencias y publicaciones; investigaciones sobre las empresas de los portugueses en el cercano Oriente; investigaciones sobre las empresas de catalanes y aragoneses en Grecia durante el periodo bizantino; literatura, folklore, bibliografía, tradiciones de los judíos españoles y portugueses en Oriente y formación del profesorado para la filología clásica en todos sus aspectos en España, Portugal e Iberoamérica (Gascón Contell, 1927, p. 30; Falgairolle, 1927a; Falgairolle, 1927b; Ortega Nuñez, 1927; Rubió i Lluch, 2012, pp. 372-373, 450-451 y 548-549; Mendoza, 2022, pp. 101-120). A pesar de todo esto, el proyecto no se llevó a cabo. En un interesante artículo de prensa publicado el 2 de julio del año 1931 en el periódico La Opinión, escrito por el hispanista francés Adolfo de Falgairolle, titulado “Grecia se acerca a los países latinos”, concluye el autor:

He estado sorprendido dolorosamente al comprobar la carencia absoluta de actividades españolas e hispanoamericanas en Grecia, nuestra abuela en cultura puesto que en suma, ¡aunque nos llamamos latinos no lo somos sino por delegación del Helenismo! Confieso que paseándome por Atenas, y viendo las escuelas francesas, alemana, yanqui llamadas “Escuelas de Atenas” he pensado con pena, en un proyecto expuesto en otro tiempo por una especie de viajero idealista e iluminado: Saturnino Ximénez, que debía fundar una escuela internacional de Atenas Ibérica…nada se ha hecho y el sitio donde debió imponerse la más rica y poderosa reserva de latinidad integra del mundo ha quedado desgraciadamente vacío (Falgairolle, 1931, pp. 3 y 7).

De igual manera acabó el proyecto de crear una escuela catalana de arqueología en Atenas por parte del político Frances Cambó (1876-1947). Cambó había realizado un viaje de estudios en 1923 por Asia Menor con su amigo Ximénez Enrich con el propósito de inspeccionar yacimientos arqueológicos griegos y contemplar el estado de la región tras la finalización, en el año 1922, de la guerra greco-turca (Vázquez Mínguez, 2014, p. 612). Fruto de esta aventura fue la publicación en 1925 del libro escrito por Ximénez, Asia Minor in Ruins, donde el autor ofrece una información detallada del itinerario seguido, fuentes literarias consultadas, ruinas visitadas y estudiadas, así como el lamentable estado de desolación y retroceso que sufría la región tras años de permanente hostilidad. Tiempo después del viaje, en 1928, y en paralelo a las intenciones de Ximénez que se han mencionado en líneas anteriores de fundar un centro español de arqueología, Cambó desarrolló e impulsó la idea de instalar una Escuela Catalana de Arqueología en Atenas, proyecto que en el año 1931 fue abandonado debido a la inestable situación política en España y al giro autoritario y anticatalanista que estaba alcanzando el país (Vidal, 2016, pp. 185-186).

Retomando la cuestión del viaje y una vez finalizados los interminables trámites administrativos necesarios para la organización de dicha empresa y de haber sorteado todo tipo de dificultades que retrasaron la salida inicial, Mergelina pudo comunicar al ministro de España en Grecia, Pedro García Conde, la puesta en marcha de la “Misión a Grecia”. En esta carta, fechada el 29 de junio de 1934, Mergelina informaba sobre la fecha definitiva de salida, el programa de conferencias que se iba a impartir, una parte del itinerario programado, así como de los integrantes que conformaban la expedición:

Los excursionistas se componen de un grupo universitario y de un grupo de adscritos. El grupo universitario está compuesto por los señores siguientes:

Don Antonio Tovar, Don Joaquín Pérez Villanueva, Don Jaime Supiot Baudin, Srta. Francisca Solano Pereda-Vivanco, Srta. Mª del Carmen Orbaneja Aragón, Don Carlos Serrano López, Don Felipe Ruiz Martín, Srta. Isabel de la Fuente Álvarez, Don Manuel Fernández Rodríguez, Don Jesús González Marañón, Srta. Clara Sánchez Serrano.

Como adscritos figuran:

El Excmo. Sr. D. Elías Tormo Monzó; D. Claudio Galindo Guijarro, profesor de esta Facultad, D. Emilio Alarcos García, profesor de esta Facultad; D. Felipe Diaz Liana, capitán de aviación; Srta. Mª de la Concepción Álvarez Terán, profesora del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, Srta. Mercedes González Tejerina, profesora también del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, Srta. María Tovar Llorente, D. Amador Torres España, y yo (AGA. 54/14.090. Exp. 33).

3. El viaje: itinerario, recorrido e impresiones ^ 

El plan inicial era que el viaje fuera desde el 12 de junio hasta el 7 de julio de 1934, aunque finalmente la salida se retrasó un mes, comenzando el 12 de julio y finalizando el 18 de agosto de 1934. Este itinerario inicial completo fue publicado en el Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid, fascículo VII (1933-1934), “Pro viaje Universitario a Grecia” (Pro viaje, 1933-1934, pp. 305-306). Con la idea de mostrar el plan y recorrido seguido, es preciso reconstruir aquí el mismo y ofrecer algunos de los comentarios de relevancia para el desarrollo de esta investigación. Entre ellos, destacan las notas inéditas que uno de sus integrantes, Felipe Ruiz Martín (1915-2004), realizó en el transcurso del viaje y que serán objeto de una futura publicación centrada en las descripciones de esta expedición. Además, se incidirá en las razones que motivaron la elección de dicha ruta, así como de las visitas a museos, ruinas y otros lugares de interés. Se detallará, también, quiénes fueron las personalidades que acompañaron a los excursionistas durante su estancia en Grecia, siendo, en la mayoría de los casos, personajes de renombre en su campo de trabajo, ya fueran arqueólogos, historiadores o conservadores de museos, entre otros profesionales.

3.1. De Castilla a Atenas ^ 

Los expedicionarios dejaron atrás la capital vallisoletana el 12 de julio de 1934 con rumbo a Hendaya para continuar desde allí, al día siguiente, hacia Toulouse. Tras una noche en esta ciudad, se dirigieron en tren a Marsella, último destino antes de embarcar, definitivamente, hacia Grecia el día 14. La travesía por el Mediterráneo, a bordo del Andros, duró cinco días que fueron aprovechados para estudiar y ordenar la notas y cuadernos de trabajo que tenían preparados. La lectura de historiadores como Charles Diehl (1859-1944) y Gustave Glotz (1862-1935), así como de obras clásicas antiguas, fueron utilizadas por los excursionistas para amenizar el trayecto: «No es raro ver sobre un banco, momentáneamente abandonado, Antígono, los Edipos, el Glotz y Diehl» (Notas viaje, 1934, p. 24). Estas referencias formaban parte de la extensa lista bibliográfica que fue entregada a los participantes, junto con un total de 28 mapas y planos (fig. 2) de los principales lugares y yacimientos arqueológicos que formaban parte del itinerario, disponiendo de esta manera de recursos y herramientas para hacer uso antes y durante la excursión que les ayudaban a abordar, desde un punto de vista empírico, el amplio espectro de campos de estudio que marcaba el plan de trabajo. Parece necesario mostrar la estructura de este listado bibliográfico y algunas de esas referencias ya que permite comprobar, aún más si cabe, lo cuidado del viaje y su amplio fondo formativo y científico. La bibliografía estaba dividida en cinco partes: I. Geografía Histórica; II. Historia; III Arte y Arqueología: A) Prehelénico, B) Clásico, C) Bizantino; IV. Lengua y Literatura Moderna y V. Viajes. Las referencias son múltiples destacando, entre ellas, la inclusión de algunas fuentes antiguas como las obras de Heródoto, Tucídides, Pausanias, Estrabón, Jenofonte, Polibio o Plutarco y bibliografía moderna de autores de la talla de James George Frazer, René Dussaud, Maxime Collignon o Dirk Christiaan Hesseling, además de escritores románticos y viajeros como Lord Byron, François Chateaubriand o Alphonse de Lamartine, entre otros muchos (Fundación Jorge Guillén. FR34/144, 09, 10, 11 y 12).

Figura 2. Plano de Tirinto (Fundación Jorge Guillén. FR34/144, 15). ^ 

Volviendo al viaje, la emoción de los excursionistas aumentaba a medida que se aproximaban a la costa griega. Zante, Cefalonia, Ítaca, Lepanto, Salamina y Egina fueron algunos de los lugares que visualizaron rumbo a Atenas, lo que acrecentaba la inquietud y entusiasmo de los viajeros ante la inminente llegada a suelo heleno. Felipe Ruiz, en sus notas manuscritas, narra la entrada por vía marítima en el espacio geográfico griego, parafraseando el capítulo “El mar de la Odisea” de la obra La Grecia Eterna del guatemalteco Enrique Gómez Carrillo (1873-1927):

Acabamos de entrar en el mar de la Odisea. A un lado las recortadas costas italianas de la Calabria. A otro la blanca playa de Messina. Al pronunciar Caribdis y Scila, tal es el poder de los recuerdos, que, pese a nuestro aparente escepticismo, todos sentimos cierto pavor. Nuestro barco sigue su lucha con las olas. A lo lejos se confunden mar y cielo y es tal la calma reinante en todo que nos hace exclamar ¡es este el mar que no supo inspirar a Ulises y sus compañeros de viaje sino miedo y odio, es este el mar para cuyas ondas no tuvo el padre de los poetas más que imprecaciones, por voraz y cruel, en fin, es este el “negro mar” de la Odisea! […] (Fundación Jorge Guillén. FR34/145, 01).

El día 19 de julio llegaban al Pireo, donde fueron recibidos por estudiantes griegos con cordialidad y afecto. Desde el puerto fueron llevados en tren eléctrico hasta el mismo centro de la capital ateniense.

3.2. Primeros días en Atenas ^ 

La primera estancia en Atenas, antes de partir de excursión a la isla de Creta, duró seis días y fueron considerados «de continuado goce espiritual» (Notas viaje, 1934, p. 26). Las impresiones de Felipe Ruiz al llegar a la capital griega reflejan las sensaciones propias de estar en una ciudad occidental, a imagen y semejanza de cualquier otra metrópoli española o francesa, con un aspecto «elegante, animada y limpia» (Fundación Jorge Guillén. FR34/145, 04). Como se ha mencionado anteriormente, la acogida por parte del pueblo griego fue, según el relato publicado en el Boletín, simplemente, abrumadora. La amabilidad y afecto encontrado en las calles de Atenas se puso continuamente de manifiesto en cada lugar a que iban y en los actos y encuentros a los que asistían o participaban. Al día siguiente de la llegada, el día 20, fueron recibidos por la Liga Hispano-Helena, con la que establecieron la perfecta sintonía mutua que esperaban. Las visitas a la Universidad de Atenas y al Museo Nacional, con el ofrecimiento desinteresado de su director, el conocido arqueólogo, historiador y, en aquel momento, vicepresidente de la Liga Hispano-Helena, Alexander Philadelpheus (1866-1955), de guiar a los estudiantes por las diferentes salas del museo, fueron algunas de las actividades que ocuparon a los excursionistas en estas primeras horas en Atenas. El reputado arqueólogo griego era un apasionado de España, pues encontraba similitudes en las costumbres, tradiciones e incluso en el aspecto físico de sus habitantes con el pueblo griego. Había realizado un viaje cargado de interés cultural por España en el verano de 1927 que le llevó a visitar Madrid, donde impartió varias conferencias, como la del 14 de junio del año 1927 en la Residencia de Estudiantes (“Un vol à travers les ruines immortelles et les beaux sites de la Grèce”). Desde Madrid viajó a Barcelona donde dio una conferencia el 1 de julio de 1927, en el Ateneo Barcelonés (“Evolución de la escultura griega. La Acrópolis de Olimpia”) y, finalmente, visitó las ruinas griegas de Ampurias y Rosas. Es mucha la información disponible sobre esta visita a España, entre las que destacan las siguientes publicaciones en prensa: “Un arqueólogo griego en Madrid” (La Época, 79, 11.06.1927); “De un interesante hallazgo arqueológico” (La Nación, 08.06.1927, p. 11); “Impresiones sobre Grecia monumental y artística”, (La Nación, 15.06.1927, p. 5); “En el Ateneo Barcelonés. Conferencia de M. Philadelpheus” (El Diluvio, 03.07.1927, p. 14). No era la primera vez que Philadelpheus se ofrecía como guía de españoles en la capital ateniense. Ya en el año 1929, con la llegada a Atenas del yate español Reina María Cristina en el que viajaba en una excursión turística por el Mediterráneo más de un centenar de viajeros españoles y extranjeros, el arqueólogo guió e ilustró con sus observaciones y comentarios a los excursionistas en la visita a la Acrópolis. Sobre esta empresa y, en concreto, en relación con los días que pasaron en Atenas resultan de gran interés las crónicas de viaje que uno de sus integrantes, el marqués de Valdeiglesias, Alfredo Escobar y Ramírez (1854-1949), firmó en diferentes publicaciones, sobre todo, en el diario La Época con el seudónimo de “Mascarilla” (Escobar y Ramírez, 1929), así como el diario de viaje del escritor cántabro Arturo Casanueva González (1894-1936) en el que sobre la compañía de Philadelpheus concluye: «Alexandre Philadelpheus, el director del Museo Olimpia, ilustre catedrático, es un guía voluntario y desinteresado que se ofreció a nuestra Legación como guía para tener el honor de acompañar a los españoles. Nos explica todo con entusiasmo y con una competencia admirable» (Casanueva, 1929, p. 56, 57).

La minuciosa y detallada organización de la empresa estaba encaminada a aprovechar al máximo el tiempo en los museos, así como el estudio de monumentos y sitios arqueológicos; y así se hizo desde un primer momento. La visita de diferentes museos atenienses fue recurrente y de gran interés para ellos, entre los que destaca el tiempo empleado en el Museo Arqueológico Nacional. Además pudieron deleitarse ante las vitrinas y piezas de otras colecciones, como las del Museo de Benaki y el Bizantino y Cristiano. En líneas generales se siguió un itinerario que abarcaba un amplio espectro de la historia de Grecia, desde las sociedades prehelénicas, con la visita en Creta de los yacimientos minoicos más relevantes, a la Grecia clásica en su conjunto –con excepción de las antiguas colonias griegas de la costa turca del mar Egeo–, hasta el análisis y contemplación del arte bizantino y religioso predominante en la Grecia medieval. Ya aquella primera tarde en la capital griega pudieron ver algunos de los más famosos restos, como la Linterna de Lisícrates, el Reloj de Andrónico o la Biblioteca y Puerta de Adriano. Además, realizaron un primer ascenso a la Acrópolis (fig. 3) con un claro impacto emocional y de indeleble recuerdo: «Bajamos de la Acrópolis, con los ojos llenos de una visión imborrable y el alma saturada de una paz serena» (Notas viaje, 1934, p. 28). Este era, sin duda, un sentimiento general que inundaba a la mayoría de los viajeros modernos que tuvieron la ocasión de contemplar las ruinas de la gran roca sagrada y que dejaron constancia de sus impresiones en sus relatos. Siguiendo la estela de otros viajeros españoles a Grecia, se pueden encontrar los comentarios de algunos de ellos, por ejemplo, los recogidos en la visita a la Acrópolis en 1888 del escritor, pintor y archivero Ángel María de Barcia Pavón, quien en su obra Viaje a Tierra Santa en la primavera de 1888, concluía: «¡Cuántas veces había yo soñado con la Grecia y sus monumentos! La realidad superó á todos los sueños. Atenas con su Acrópolis me encantó» (Barcia, 1889, pp. 433-434) o el evocador poema “Sobre la Acrópolis de Atenas” (Ruíz Martínez, 1902), que el escritor y senador malagueño, Cándido Ruíz Martínez, escribió en Atenas en 1902.

Figura 3. En Atenas. Arriba, el Erecteion; abajo, estudiando las ruinas del Hecatompedón (Notas viaje, 1934, Lámina III). ^ 

Los días siguientes en Atenas fueron intensos. De nuevo la Acrópolis, la colina de Pnyx, el Ágora, el Teseion, el barrio de los alfareros (Cerámico) con su atractivo cementerio (Fundación Jorge Guillén. FR34/146, 05), el Dipilón y el Monumento a Filopapos fueron objeto de estudio y admiración. Antes de cerrar estos primeros días en Atenas, los excursionistas realizaron una excursión a la costa de Salamina y posteriormente al complejo arqueológico de Eleusis. El gobierno griego, por medio del Ministerio de Marina, tuvo la deferencia de organizar y fletar un barco que pudiera transportar a los españoles a las aguas «que fueron teatro de la gran batalla» contra los persas. Una «lección inolvidable» (Notas viaje, 1934, p. 29) en el lugar de los hechos sobre dicho momento histórico a cargo del Profesor Galindo marcó la jornada. Acto seguido se dirigieron «al centro religioso más importante de la antigüedad clásica», Eleusis (Notas viaje, 1934, p. 29). Felipe Ruiz, en sus notas manuscritas, indica lo esperado que era para los expedicionarios esta excursión:

Una visita a las aguas de Salamina y Eleusis, donde se formó y vivió más de mil años el mito religioso más trascendental de toda la antigüedad clásica, ha constituido –y constituyó siempre– uno de los jalones más importantes de nuestro viaje (Fundación Jorge Guillén. FR34/146, 01).

3.3. Candía y el homenaje a Doménikos Theotokópoulos, el Greco ^ 

La deseada visita a Creta transcurrió desde el 23 al 28 de julio de 1934 y estaba estructurada en dos partes: la primera, enfocada en un recorrido y estudio de los complejos arqueológicos más relevantes; y una segunda, centrada en la localidad de Fódele, supuesto lugar de nacimiento del Greco y donde tuvo lugar la ceremonia de homenaje y la instalación de una lápida conmemorativa en su nombre.

Después de una noche de viaje, el día 24 de julio llegaron a su destino, siendo recibidos por el representante de turismo y de la Liga Hispano-Helena de Atenas en Creta, Apolodoro Melissidis, y el Dr. Voigiatzakis, afamado obstetra y personaje de importancia relevante en la isla. Los excursionistas fueron acogidos con hospitalidad y una cena de bienvenida, agradecida públicamente con unas palabras de Claudio Galindo Guijarro, que puso gran énfasis en la importancia de estrechar las relaciones de amistad entre ambos países (Notas viaje, 1934, p. 31; Tormo, 1934, p. 247; Redondo Cantera, 2016, pp. 555 y 565). Al día siguiente comenzó el recorrido con la visita a dos de los más importantes centros de la civilización minoica, Festos y Hagia Triada. El trayecto, tortuoso por lo sinuoso de su trazado y por el calor soportado, no mermó las ganas de los excursionistas de lanzarse al estudio de las ruinas del palacio de Festos, cuya excavación arqueológica fue iniciada en el año 1884 por el arqueólogo italiano Federico Halbherr (Momigliano, 2002, p. 264; Kotsonas, 2018, p. 204). En esta ocasión fueron guiados por el antiguo director del Museo Arqueológico de Heraclión y uno de los principales arqueólogos griegos del siglo XX, Nikolas Platon (1909-1992), cuyo trabajo estaba centrado, principalmente, en los yacimientos de Creta. Entre sus aportaciones sobresale por ser considerado el descubridor del palacio minoico de Zakros, además del creador de un sistema de periodización basado en el desarrollo de los complejos palaciales de Cnosos, Festos, Malia y Zakros (Martos, 2015, p. 371). Tras un breve descanso, continuaron hacia el sitio arqueológico de Hagia Triada «casa veraniega quizá del legendario Minos, de donde proceden las más importantes y preciosas reliquias minoicas» (Notas viaje, 1934, p. 32; Fundación Jorge Guillén. FR34/151, 02), así como a la antigua capital de Creta, Gortina, ciudad que ya aparece mencionada tanto en la Ilíada (2.646) como en la Odisea (3.294). Allí inspeccionaron la iglesia de San Tito y el famoso Odeón, donde se conserva grabado el texto de la famosa ley de Gortina, fundamento del derecho griego» (Fundación Jorge Guillén. FR34/151, 02). El nuevo día fue dedicado al sitio arqueológico donde yacían las ruinas del palacio de Cnosos (fig. 4). Esta visita fue de nuevo minuciosa y de cuidado estudio, amenizada por las charlas de Platon quien ejerció de cicerone para los españoles.

El momento álgido y más esperado de esta estancia en Creta fue, sin duda, el día que pasaron en Fódele con el acto de homenaje al Greco, en el que, tal y como indican en el relato: «nuestros deseos iban a cumplirse» (Notas viaje, 1934, p. 33). La lápida conmemorativa fue traída desde España y hecha por encargo por «una de las figuras más gloriosas del arte español» (Adsuara, 1948, p. 5), el pintor y escultor Mariano Benlliure Gil (1862-1947), quien viajó al menos en dos ocasiones a Grecia en los años 1901 y 1903, quedando marcado profundamente por estas visitas (Montoliu, 2011, p. 28; Enseñat, 2013, pp. 57, 59, 84). Sobre la idea de que fuera Benlliure, concluye Emilio Alarcos García:

No podíamos acudir a cualquiera; necesitábamos un artista de talla. ¡Si quisiera Benlliure! Y nuestro Mergelina, sin darse en barras, se fue a visitar al gran escultor, le explicó la cosa y le invitó a que nos hiciese —gratis et amore— la proyectada lápida. Don Mariano, comprensivo y generoso, cedió al punto, y así los expedicionarios pudieron llevar hasta Creta aquella lápida y la colocaron solemnemente en Fódele, bajo los frondosos árboles del ejido (Alarcos García, 1962, pp. 680-681).

Figura 4. Cnosos. Los grandes propileos (Notas viaje, 1934, Lámina, XIII). ^ 

De esta manera, los expedicionarios cumplían con este anhelo y propósito, del que resaltaban dos aspectos: la importancia para la Universidad de Valladolid de inmortalizar su nombre en esta gran isla, por aquel entonces desconocida y desatendida por España, y la vinculación y compromiso de dicha institución con el arte. Los viajeros se dirigieron a la localidad del pintor cretense, abrumados –según se señala en la descripción del viaje– por el encuentro tan afectuoso y la cordialidad que recibían en su camino hacia Fódele por parte de los lugareños que iban encontrando a su paso y que ya tenían noticia, gracias a la prensa griega, sobre su estancia e intenciones en la isla. El acto, llevado a cabo en la plaza de la localidad y lugar donde se colocó la lápida, fue iniciado por el doctor Melissidis, quien enfatizó la importancia y significado del homenaje. Posteriormente, Antonio Tovar leyó unas líneas en griego de un texto redactado por Mergelina en el que constaba la entrega de la lápida. Tras unas palabras de agradecimiento de Claudio Guijarro Galindo por la hospitalidad y trato recibido, llegó la hora de descubrir la lápida, encargo que fue llevado a cabo por Elías Tormo, quien para Mergelina era «el sabio maestro que supo iniciar en los estudios e inculcar el amor a la obra ingente del gran pintor de Fódele» (Notas viaje, 1934, p. 37), motivo por el que no podía ser otra persona –por su carácter pionero e importancia capital en los estudios sobre el Greco–, la que realizara este acto tan simbólico. Y así lo hizo, mostrando la cabeza y rostro esculpido del pintor cretense que cerraba, tras unas últimas palabras de Apolodoro Melissidis, el acto e iniciaba una fiesta (fig. 5) envuelta «en la más sana, más grande y más admirable cordialidad» (Notas viaje, 1934, p. 38) entre locales y españoles hermanados por la cultura y el arte.

Figura 5. En Fódele. Banquete y fiesta posterior al homenaje al Greco (Notas viaje, 1934, Lámina XXIII). ^ 

3.4. De nuevo en Atenas ^ 

La mañana del 29 de julio llegaron a Atenas procedentes de su inolvidable experiencia en Creta. La nueva parada en la capital fue breve, tan solo dos días antes de partir de nuevo, esta vez hacia el Peloponeso. De estos días en Atenas destaca, en primer lugar, la excursión a Maratón.

Una vez en la llanura donde tuvo lugar la gran batalla en el año 490 durante las Guerras Médicas, y sobre el montículo del Soros o «gran pirámide de tierra», tal y como fue descrito en el Diario de Viaje a Grecia y Turquía por el venezolano Francisco de Miranda en su visita a este lugar el 24 de junio de 1786 (Miranda, 2016, pp. 54-56), donde se «guardan las cenizas de aquel puñado de atenienses valerosos que supieron salvar la civilización occidental» (Notas viaje, 1934, p. 42), los profesores Galindo y Tormo deleitaron al resto del grupo con observaciones y comentarios sobre lo allí sucedido, resaltando la importancia, así como el valor histórico y artístico, de aquel suceso para la posteridad. La consulta de Pausanias, como guía y ayuda inestimable sobre el terreno, fue utilizada para evocar recuerdos y rememorar algunas de las líneas que el periegeta dedicó a la llanura de Maratón:

Silenciosos, contemplamos la llanura, e impresionados por la evocación y por la suavidad de la tarde que declina, recordamos la leyenda que nos relata Pausanias: “en Maratón se escuchan todas las noches relinchos de caballos y ruidos de armas, parecidos a los que se oyen en un combate” (Notas viaje, 1934, p. 42)

En este sentido, es importante señalar que una de las consecuencias de esta expedición fue la finalización de la traducción al español de la Periegesis de Pausanias por parte de Antonio Tovar (Serrahima, 1962, pp. 7-8). Sabemos que Tovar comenzó la traducción un año antes, en el crucero de 1933, y que la terminó en esta excursión a Grecia. Fue publicada bastantes años después, en 1946, por la Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid y, en ella Mergelina dedicó unas líneas introductorias a Tovar en las que ensalzaba las cualidades del alumno y la utilidad de la obra, diseñada para ser llevada en mano como una verdadera guía de viaje:

Y uno, Antonio Tovar (inteligencia y corazón al servicio de toda empresa noble), impúsose a sí mismo realización de una labor que plasmara de modo eficaz y tangible el sacrificio realizado, fuera estímulo vivo y perenne del mismo, y ejemplo magnífico para los que no sigan en estos propios afanes, de exaltación de la vida universitaria. Y entonces, se pensó en una cuidadosa edición de la obra de Pausanias, traducción directa, que a modo de interesante guion, hundida en el bolso del viajero auténtico, sirviera de útil baedecker, impregnado del aroma a sándalo de lo viejo, lleno de sugerencias hacia un pasado y capaz de revivir, en quien ansíe penetrar en la entraña del pretérito, aquel mundo ya en declive, pero lleno todavía de la majestad de los más sentidos y de lo más grandes (Mergelina, 1946, p. IV).

La segunda visita dentro de esta nueva parada en Atenas fue el día 30 de julio, en las excavaciones de la Academia de Platón, guiados en su recorrido por el filántropo e ilustre arqueólogo Panagiotis Aristophron (1879-1942), del que quedaron impresionados por su conocimiento, pasión y amabilidad. Este arquitecto de profesión fue un gran admirador de Platón, cuya contribución económica impulsó la excavación arqueológica de la Academia del gran filósofo ateniense:

Para nosotros, los universitarios españoles que visitamos las excavaciones de la Academia platónica, aquellos momentos en que el propio señor Aristofron tuvo la amabilidad de acompañarnos, permanecerán inolvidables como una excelsa lección de entusiasmo y generosidad (Tovar, 1934, p. 97).

Una vez descubiertas las ruinas de la Academia, Aristophron deseaba construir junto a las mismas «La escuela de Platón» (Notas viaje, 1934, p. 44). Se refería a un centro, un «Koinon» (Notas viaje, 1934, p. 44), que fuera un lugar de encuentro común de «intelectuales del mundo entero sin distinción de raza o religión» (Notas viaje, 1934, pp. 44-45) donde se plantearan, estudiaran y debatieran cuestiones, esencialmente metafísicas, en pos de la búsqueda de la verdad.

3.5. El Templo de Delfos y el viaje por el Peloponeso ^ 

El 31 de julio partieron en el barco de nombre Ambraquia hacia el santuario de Delfos, para continuar desde allí su recorrido por el Peloponeso. Se trataba de una excursión de varios días a la esencia y profundidad de la antigüedad griega, realmente esperada por todos y que debía colmar la curiosidad e inquietudes de los viajeros. La expedición atravesó el Canal de Corinto hasta el puerto de Itea, a poco más de 20 kilómetros del recinto sagrado de Delfos (fig. 6). Desde allí, la ruta prosiguió en un autobús que trasladó a los viajeros hasta «el más sorprendente temenos de la antigüedad» (Notas viaje, 1934, p. 46). La jornada en Delfos fue notable, donde realizaron un completo recorrido por el complejo arqueológico, así como una obligada visita al museo del recinto.

Figura 6. Delfos. Bajo el pórtico de Xistos. En primer plano con bata blanca, Elías Tormo, y a su derecha con sombrero, Antonio Tovar (Notas viaje, 1934, Lámina XXVII). ^ 

Al día siguiente, visitaron otro de los lugares de culto más relevantes de la Antigüedad: Olimpia. Desde Itea partieron en dirección al puerto de Egio y desde allí, por vía terrestre, a Patras y Pyrgos, último destino antes del «gran santuario panhelénico» (Notas viaje, 1934, p. 48), el cual se ubicaba, según Felipe Ruiz, «en el lugar más hermoso de toda la Grecia» (Fundación Jorge Guillén. FR34/147, 01). Posteriormente, regresaron de vuelta a Pyrgos para continuar el viaje hacia Trípoli, con el objetivo de llegar a Esparta y a la ciudad bizantina de Mistra. En Esparta «la que fue señora del Peloponeso, la de férrea organización, la enemiga de las democracias, la ciudad que no necesitó levantar murallas para su defensa» (Notas viaje, 1934, p. 49) recorrieron sus ruinas y museo, deteniéndose en «la tumba de Leónidas», «la Paleópolis», «el templo de Atenea Chalkioikas» y la basílica «dedicada a San Nicón» (Notas viaje, 1934, p. 49). Esa misma tarde prosiguieron con la excursión y minucioso recorrido por las evocadoras calles de Mistra en las que «cada rincón tiene su encanto» (Notas viaje, 1934, p. 49). Los últimos días en el Peloponeso discurrieron en la región de la Argólida, con las ganas intactas de observar y seguir estudiando. De inexcusable visita fue la antigua ciudad micénica de Tirinto, así como el imponente centro religioso de Asclepio en Epidauro:

De los cultos de la antigüedad clásica, el de Asklépios, es uno de los más interesantes y curiosos. Y es en Epidauro donde los griegos fijaron el más celebre y más suntuoso de los santuarios del dios de la medicina, del dios que cura todos los males (Fundación Jorge Guillén. FR34/148, 01).

También de visita obligada fueron los restos arqueológicos del reino de Agamenón: la fortificada ciudad de Micenas. A pesar de la dura excursión hasta llegar a la acrópolis y de las altas temperaturas que sufrieron, los excursionistas admiraron las ruinas de este «abrupto y siniestro escenario» (Notas viaje, 1934, p. 51) de la Antigüedad, tal y como podemos comprobar en estas notas sobre el viaje: «el imponente silencio de estas ruinas nos hace vivir unos momentos de gran intensidad. ¡Qué importa el calor que ahoga!» (Notas viaje, 1934, p. 51).

3.6. Nueva parada en Atenas ^ 

Desde el día 8 hasta el 11 de agosto de 1934 prosiguieron los viajeros con su organizado, completo y prolijo plan, pues pensaban que debían seguir con los estudios y visitas sin dar tregua al descanso para satisfacer las inquietudes que despertaban sus amplios deseos de conocimiento. Un aspecto muy interesante que vemos en las siguientes líneas de este relato es cómo, gracias a las visitas ya realizadas y a la observación y contemplación directa de ruinas y monumentos, obtuvieron una mirada más empírica al reencuentro, en la capital ateniense, con piezas, vestigios y ruinas. Se observa claramente en las conclusiones que extraen de otra visita al Museo Nacional, tras el enriquecedor viaje por el Peloponeso:

Hoy, día 8, hemos pasado la mañana en el Museo Nacional reanudando nuestros estudios. ¡Qué nueva maravillosa sugestión produce en nosotros la muda contemplación del Leónidas hallado en el pequeño pórtico, cercano al templo de Atenea Chalkioikas en Esparta! ¡Con qué nueva deleitación admiramos la vestida desnudez de la Afrodita de Epidauro y los mármoles del hierón Asclepios! ¡Con qué nuevo y despierto interés recorremos las salas que guardan los tesoros de Micenas y Tirinto! Estas visitas al Museo Nacional, después del estudio directo de las grandes estaciones arqueológicas, son para nosotros de mayor eficacia, y en grado mayor, si cabe, constituyen intensa fiesta del espíritu (Notas viaje, 1934, p. 52).

En esta nueva parada en Atenas, los estudiantes avanzaron y profundizaron en el estudio de las ruinas de la Acrópolis, «un venero inagotable de emociones» (Notas viaje, 1934, p. 52). Además, realizaron dos excursiones en las proximidades de Atenas. La primera fue al monasterio bizantino de «encanto indescriptible» (Notas viaje, 1934, p. 52) de Dafni, donde Tormo ilustró a los estudiantes con una nueva charla, resaltando el valor iconográfico de las representaciones, así como otros aspectos relacionados con la liturgia y ritos bizantinos que tenían lugar en este monasterio ortodoxo. La segunda excursión fue al cabo Sunio (fig. 7) y la visita a las ruinas del templo de Poseidón donde, en una de sus columnas, el filoheleno y poeta romántico Lord Byron grabó su nombre, y que inspiró al poeta catalán, Carles Riba, en su periplo por Grecia en el año 1927, el siguiente poema:

Figura 7. Sunion. Detalles del templo de Poseidón (Notas viaje, 1934, Lámina XLIX). ^ 

¡Sunion! Te evocaré desde lejos con un grito de alegría, a ti y a tu sol leal, rey de la mar y del viento:
por tu recuerdo, que me yergue feliz de sal exaltada, con tu absoluto mármol, noble y antiguo yo como él. ¡Templo mutilado, desdeñoso de las otras columnas que, en el fondo de tu salto, bajo la ola riente, duermen la eternidad! Tú velas, blanco en la altura, por el marinero, que por ti ve bien dirigido su rumbo; por el ebrio de tu nombre, que a través del desnudo monte bajo va a buscarte, extremo como la certeza de los dioses; por el exiliado que entre arboledas sombrías te vislumbra súbitamente ¡oh preciso, oh fantasmal! y conoce por tu fuerza la fuerza que le salva de los golpes de azar, rico de lo que dio, y en su ruina tan puro (Riba, 1985, pp. 45-47).

Resulta relevante señalar que durante estos días en la capital ateniense tuvo lugar la primera de las conferencias programadas como parte y objetivo fundamental del viaje que buscaba, entre otros aspectos ya indicados anteriormente, el fortalecimiento de las relaciones culturales, así como el conocimiento mutuo entre ambos países. Esta tuvo lugar el día 10 de agosto de 1934 en la sede de la Liga Hispano-Helena. La ponencia, que fue un éxito según se indica en las “Notas sobre el viaje”, corrió a cargo de Antonio Tovar y llevaba por título “Literatura española contemporánea” (Notas viaje, 1934, p. 54), cuyo propósito era, básicamente, expandir la cultura española a través del conocimiento de varias generaciones de intelectuales, poetas y literatos contemporáneos destacados de España.

3.7. Las islas Cícladas y últimos días en Atenas ^ 

Con la visita a Tinos, Miconos y Delos se cerraba el ciclo de excursiones que realizaron los miembros de la expedición fuera de la capital ateniense (Fundación Jorge Guillén. FR34/149, 01). La noche del 11 de agosto partieron rumbo a Tinos, isla en la que no llegaron a desembarcar, vislumbrándola tan solo desde el puerto y continuando la ruta directamente hacia Miconos. Allí sí tuvieron tiempo para detenerse y recorrer la ciudad, pero, sin duda, el momento más esperado, por su excepcional contenido histórico y repercusión en la antigüedad griega, fue la visita a Delos. Desde la bahía de Tourlo, en Miconos, llegaron en lancha a la isla de Apolo el 12 de agosto de 1934. El plan de trabajo no fue óbice para que los viajeros celebrasen aquella mañana de domingo en Delos, una improvisada misa (fig. 8), oficiada por el miembro de la expedición y sacerdote, Torres España. Cumplido con el «precepto dominical» (Notas viaje, 1934, p. 58) prosiguieron con la visita a las ruinas de uno de los grandes santuarios de la Grecia clásica, cuyo estudio «tanto nos interesa» (Notas viaje, 1934, p. 58; Fundación Jorge Guillén. FR34/149, 02). Los estudiantes dedicaron la visita a la observación detenida de los restos y al estudio, «plano en mano» (Notas viaje, 1934, p. 59), sobre el terreno del «gran santuario, con sus templos pórticos, tesoros, antro y lago sagrado» (Notas viaje, 1934, p. 59). En esta ocasión, fueron guiados por Alexandre Emmanuel Contoléon (1859-1943), arqueólogo que llevó a cabo múltiples trabajos, tanto en Asia Menor como en Grecia, y durante cincuenta años fue el conservador del museo de Delos. Además de esta primera parte de mayor contenido y carga religiosa, dividieron la excursión en dos partes más: recorrido por la «ciudad burguesa del siglo II antes de Cristo, cuyas ruinas recuerdan a Timgat y Pompeya» y por la «ciudad comercial, con sus puertos, muelles, docks, comercios y tiendas y clubs de negociantes» (Notas viaje, 1934, p. 58-59). En relación con este yacimiento arqueológico y aunque quede fuera del contexto del viaje que ocupa este artículo, resulta interesante destacar el excelente trabajo arqueológico-artístico que realizó en Delos el arquitecto pensionado por la Real Academia Española en Roma, José Ignacio Hervada (1902-1949), entre los años 1935 y 1937. Considerado el primer arquitecto español que trabajó en la isla, su ambicioso objetivo era la realización de un proyecto topográfico que abarcara la reconstrucción completa de Delos (García Sánchez, 2013a, pp. 75-104; García Sánchez, 2013b, pp. 105-142; García Sánchez y Pérez Gil, 2017, pp. 1019-1020).

Figura 8. Imágenes tomadas durante la eucaristía celebrada en Delos. En la imagen inferior Torres España y Elías Tormo durante la celebración religiosa (Notas viaje, 1934, Lámina LIII). ^ 

Tras esta magnífica excursión y completo día en Delos regresaron de nuevo a Miconos, donde fueron invitados a visitar la Escuela de Bellas Artes local de la mano y guía del que fuera el director general entre los años 1930 y 1943, el «insigne escultor» (Notas viaje, 1934, p. 60) Konstantinos Dimitriadis (1881-1943), entre otras personalidades. A la mañana siguiente, el día 13 de agosto de 1934, llegaron de nuevo a Atenas. Tan solo les restaban seis días para acabar con esta experiencia en Grecia: «hemos de procurar en lo posible, agotar este venero de puras emociones y prepararnos para abandonar esta tierra, donde tanto hemos podido aprender y tan afectuosa acogida hemos tenido» (Notas viaje, 1934, p. 60), por lo que las visitas y estudios se intensificaron en el Museo Nacional, Pinacoteca y Museo Bizantino y también en las ruinas de Atenas. Además, pudieron asistir una noche al teatro y ver la representación de Las Fenicias de Eurípides, que les hizo sentir «algo de la grandiosa belleza de la tragedia griega» (Notas viaje, 1934, p. 61). También en estos últimos días se impartieron más conferencias «con el fin de realizar una labor de divulgación de nuestros valores» (Notas viaje, 1934, p. 60). En concreto, la tarde del 13 de agosto la conferenciante fue María Francisca Solano Pereda-Vivanco con una comunicación sobre pintores españoles contemporáneos y el 16 de agosto tuvo lugar la tercera y última, que cerraba el ciclo de conferencias, a cargo del historiador y político Joaquín Pérez Villanueva (fig. 9), sobre escultura religiosa española a partir del siglo XVI (Notas viaje, 1934, p. 62). De profunda formación religiosa, Pérez Villanueva había conseguido, una vez finalizada su licenciatura en Filosofía y Letras, una beca que le permitió participar en el viaje de estudios a Grecia que aquí se trata, el cual resultó fundamental para que el Ministerio de Educación le nombrara el 29 de noviembre de 1935 profesor agregado a la Cátedra de Historia del Arte y Arqueología de la Universidad de Valladolid (RAH, https://dbe.rah.es/biografias/24068/joaquin-perez-villanueva; recurso electrónico consultado el 9 de abril de 2023)..

Figura 9. Joaquín Pérez Villanueva (izq.) y Antonio Tovar (dcha.) en apariencia de estar realizando una actividad arqueológica en un yacimiento durante el viaje a Grecia de 1934 (Archivo de Paloma Arnaiz Tovar). ^ 

Antes de esta última conferencia, el día 16 de agosto los españoles pudieron hacer una visita de interés arqueológico y estudio a las ruinas del ágora ateniense, cuya excavación estaba siendo llevada a cabo por la Escuela Americana de Atenas. En este yacimiento fueron guiados por «el ingeniero Mr. E. Vanderpool» (Notas viaje, 1934, p. 62), quien había estado vinculado a la Escuela Americana de Estudios Clásicos durante más de 60 años, tanto como estudiante (1929-1930), como arqueólogo del ágora (1932-1967), así como profesor de Arqueología (1949-1971) (McKesson, 1990, p. 291). Gracias a él pudieron ver los monumentos descubiertos, así como el procedimiento y ordenada metodología de trabajo llevada a cabo en las excavaciones, que impresionó a los expedicionarios por su grado de «exactitud científica» (Notas viaje, 1934, p. 62), cuidado y profesionalidad empleada: «[] podemos admirar esta minuciosa y sabia organización, que transforma en un verdadero modelo de exploraciones arqueológicas los interesantes trabajos que se realizan en el Agora» (Notas viaje, 1934, p. 62). Para finalizar, y a modo de despedida, los excursionistas subieron la mañana del día 18, por última vez, a la Acrópolis de Atenas. Esta vez sin pretensiones eruditas o de estudio, tan solo guiados por unos sentimientos contradictorios ante la inminente partida:

Mañana, por aquel mar que se pierde entre Egina y Salamina, nos iremos alejando, y quién sabe si alguno de nosotros volverá a ver esas piedras levantadas por el arte, ungidas por la admiración, amadas, reverenciadas, gozadas (Notas viaje, 1934, p. 63).

La tarde del 18 de agosto de 1934, les esperaba de nuevo en el Pireo el Andros que debía llevarlos a Marsella. Antes de partir fueron despedidos por sus amigos griegos, entre los que se encontraba Juan Faquis. Tarde de emociones y recuerdos inolvidables por lo vivido en el mes de estancia en suelo griego. Tras, de nuevo, cinco días de navegación, el día 23 de agosto llegaron al puerto de Marsella, finalizando una experiencia colectiva de 40 días de éxito rotundo y expectativas satisfechas:

Se cumplieron cuantos proyectos de estudio se habían planeado y cuantas visitas señalara nuestro itinerario. Pudo despertarse la admiración que deseábamos entre los alumnos y se tendieron, con ayuda de la “Liga Hispano Helénica”, los primeros jalones para llegar a establecer en Atenas una escuela española de Arqueología y para iniciar entre los dos países un intercambio de alumnos (Notas viaje, 1934, p. 21).

4. Conclusiones ^ 

En este estudio se ha seguido de forma diacrónica y detallada el itinerario marcado por la “Misión de estudios a Grecia” organizada por la Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid en el año 1934, resaltando y enfatizando los lugares y comentarios más destacados. El viaje, perfectamente cuidado y medido para alcanzar cada uno de los objetivos, se vio enriquecido gracias a la ayuda y entusiasmo manifestado desde el país heleno, tanto por los integrantes de la Liga Hispano-Helena como por los ciudadanos griegos que tenían noticia de la llegada de los excursionistas españoles. Los miembros de la expedición estuvieron acompañados en todo momento por altas personalidades locales y extranjeras en muchas de sus excursiones y visitas a museos o sitios arqueológicos, que reforzaron cada actividad realizada con un carácter más práctico, académico y profesional. Desde esta perspectiva, que se ha centrado en seguir como referente las impresiones vertidas, ha sido posible recorrer y estudiar, junto con los viajeros, los lugares y ruinas más relevantes, no solo de la Grecia clásica, sino también de la civilización prehelénica y bizantina, sentir la hospitalidad y afecto recibido por el pueblo griego y comprender el entusiasmo por lo vivido y las consecuciones alcanzadas. Destaca, por otro lado, además del obvio estudio de la antigüedad griega, el fortalecimiento de las relaciones hispano-griegas y la proyección de una labor de divulgación en Grecia de la cultura española que trataba de contribuir a estrechar la relación entre ambos países. Además, no se puede olvidar el empeño, lamentablemente en vano, de instalar en Atenas una escuela de arqueología española que coordinara los estudios sobre la Antigüedad griega desde la capital ateniense y que ayudara a formar futuros investigadores y devotos de los estudios clásicos forjando un plan de actividades amplio, así como el intercambio de alumnos entre ambos países. No deja de resultar significativo que, coincidiendo con la redacción de este trabajo (2023), continúen aún los hasta el momento infructuosos tentativos españoles de creación de una institución de referencia en Grecia, que permita no solo consolidar los estudios de muchos investigadores españoles sino, más aún, poder abanderar proyectos arqueológicos en el país. Remitimos al respecto, por ejemplo, al reportaje en un medio de prensa nacional, en el que se aborda un nuevo intento, impulsado por investigadores de diferentes universidades españolas y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de crear una Escuela de Estudios Helénicos en Atenas (Arrizabalaga y Cañete, 2024).

A modo de reflexión final, es preciso indicar que este viaje a Grecia, como experiencia colectiva y por lo concreto de su campo de estudio y espacio geográfico delimitado, fue una empresa excepcional en España en lo que se refiere al estudio “sobre el terreno” de la Antigüedad clásica y de Grecia en general. Antes de esta vivencia existen decenas de relatos, individuales o en grupos muy reducidos, de viajeros españoles en suelo heleno interesados en el estudio y contemplación in situ de los restos más importantes de la antigua Hélade. Incluso colectivamente, y de una forma más genérica, disponemos del que fue su claro precedente, el crucero universitario por el Mediterráneo del año 1933, que se ha citado en este trabajo y que representa los valores de la Segunda República y la influencia que la reforma educativa y pedagógica llevó a cabo dentro de este contexto político favorable al fenómeno excursionista y al contacto directo con el medio como recurso de aprendizaje. No obstante, hasta esta “Misión de Estudios a Grecia” no había existido una experiencia con un claro interés formativo, que escapara a cualquier finalidad comercial o turística y que buscara, de una forma tan directa, marcar el perfil intelectual y académico de sus integrantes con un viaje exclusivo a las raíces de la cultura occidental. La insoslayable formación previa de todos y cada uno de sus integrantes, como parte indispensable para afrontar esta experiencia, es un claro ejemplo de esto y una de las características que refuerza la singularidad de esta empresa y lo hondo de su interés cultural y científico. Aun así, no es posible afirmar que todos los miembros de la expedición se dedicaran, tras la finalización del viaje y en años posteriores, al estudio de la Antigüedad griega o la Historia Antigua desde un enfoque más genérico. Sabemos de la importante labor humanística que, desde diferentes espacios afines como la historia, la arqueología o la filología desarrollaron en España alguno de los grandes nombres que se han señalado en este trabajo, como el del propio Cayetano de Mergelina, Elías Tormo Monzó, Emilio Alarcos García o el polifacético Antonio Tovar. Pero hubo otros que también destacaron dentro del estudio de otras etapas históricas, como fue el caso de Joaquín Pérez Villanueva, más orientado hacia la Historia Moderna y Contemporánea, o Felipe Ruiz Martín, especialista en Historia Económica y pionero de esta disciplina en España.

La actividad del Boletín del Seminario de Arte y Arqueología da cuenta de muchas de las publicaciones que salieron a la luz antes y después del viaje por parte de la mayoría de los integrantes de esta expedición; actividad que se vio interrumpida como consecuencia de la Guerra Civil. Tras la contienda, Mergelina fue nombrado rector de una destruida Universidad de Valladolid, cargo desde donde consiguió, gracias a su empeño y a la financiación del Gobierno, la reconstrucción de esta y el reinicio de las actividades académicas.

Financiación y agradecimientos ^ 

Esta publicación es parte del proyecto de I+D+i “La Antigüedad modernizada: Grecia y Roma al servicio de la idea de civilización, orden y progreso en España y Latinoamérica”, PID2021-123745NB-I00, MCIN/AEI/10.13039/501100011033 y FEDER.

Me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento a los investigadores principales del Proyecto ANTIMO: la catedrática de Historia Antigua de la Universidad Carlos III de Madrid, Mirella Romero Recio, y al profesor titular de Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid, Jesús Salas Álvarez, por su apoyo y oportunos comentarios, que me han servido de ayuda y motivación para avanzar en la elaboración de este trabajo. De igual manera, es mi deseo resaltar el concienzudo y prolijo esfuerzo realizado por los revisores anónimos asignados, cuyas correcciones y pautas me han valido, en última instancia, para mejorar la calidad y contenido del manuscrito. Por último, quisiera manifestar mi gratitud a Marta Valsero González, filóloga responsable del Archivo de la Fundación Jorge Guillén de Valladolid, donde, gracias a su labor y predisposición, pude encontrar la documentación y notas inéditas de viaje de uno de sus integrantes, Felipe Ruiz, que han sido de gran utilidad y aporte para enriquecer la investigación y el artículo en general.

Bibliografía ^ 

Adsuara, J. (1948) Mariano Benlliure y su realismo escultórico, Semblanza del autor por José Francés. Madrid: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Alarcos García, E. (1962) “Evocación de D. Cayetano de Mergelina”, en Homenaje al Profesor Alarcos García. Selección antológica de sus escritos, I. Valladolid: Universidad de Valladolid, pp. 677-685.

Arrizabalaga, N. y Cañete, M. (2024) “La arqueología española presenta batalla para excavar en Grecia”, ABC, 16 de enero de 2024 (Accesible en: https://www.abc.es/cultura/arqueologia-espanola-presenta-batalla-excavar-grecia-20240115153837-nt.html, consulta enero de 2024).

Badía i Leblich, D. (1836) Viajes de Ali Bey el Abbassi, por Africa y Asia durante los años 1803, 1804, 1805, 1806 y 1807. Traducidos del francés por P.P., Tomo II. Valencia: Librería de Mallen y sobrinos.

Barcía y Pavón, A. (1889) Viaje a Tierra Santa. En la primavera de 1888. Madrid: Imprenta y Fundición de M. Tello.

Belda, A. (1933) “La Liga Hispano-Helénica y la estancia de los universitarios españoles en Grecia”, Las Provincias, 30 de julio, p. 14.

Bermúdez de Castro, J. (1868) “Recuerdos de Grecia”, Revista de España, 5/1868, 3, pp. 246-263.

Canes Garrido, F. (1993) “Las misiones pedagógicas: educación y tiempo libre en la Segunda República”, Revista Complutense de Educación, 4 (l), pp. 147-168.

Casado Rigalt, D. (2021) “La recepción del orientalismo en España a través de la mirada de un arqueólogo: José Ramón Mélida Alinari (1876- 1936)”, Aula Orientalis, 39 (2), pp. 167-192.

Casanueva, A. (2015) Un crucero a Oriente. Santander: Editorial de la Universidad de Cantabria.

Cortés Arrese, M. (2002) El descubrimiento del arte bizantino en España. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Dora, V. della (2010) “Making Mobile Knowledges: The Educational Cruises of the Revue Générale des Sciences Pures et Appliquées, 1897–1914”, Isis, 101 (3), pp. 467–500.

Dora, V. della (2012) “Science, Cosmopolitanism, and the Greek Landscape: The Cruises of the Revue Générale des Sciences Pures et Appliquées to the Eastern Mediterranean, 1897–1912”, Journal of Modern Greek Studies, 30, pp. 215–246. http://dx.doi.org/10.1353/mgs.2012.0016

Enseñat Benlliure, L. (2013) “El quehacer artístico de Mariano de Benlliure”, en Mariano Benlliure: el dominio de la materia. Madrid: Dirección General de Patrimonio Histórico, pp. 47-89.

Escobar y Ramírez, A. (1929) “El crucero a Oriente del «Reina María Cristina». Del Pireo al Partenón”, La Época, 81, (27.825), 5 de marzo.

Escribano, F. (2003) “Viajeros españoles a Oriente durante los siglos XVIII y XIX”, Isimu, VI, pp. 61-84.

Escuder, J. M. (1902) “A Grecia”. Artículos publicados en El Mercantil Valenciano. Alicante: Imprenta de la Viuda de R. Jordá.

Espinosa y Tello, J. (1809) Memorias sobre las observaciones astronómicas hechas por los navegantes españoles en distintos lugares del globo, Tomo I. Madrid: Imprenta Real.

Falgairolle, A. (1927a) “Une école d´Athènes ibéro-américaine”, Comoedia, 21, (5.295), 3 de julio, pp. 1-2.

Falgairolle, A. (1927b) “Saturnino Ximénez y la fundación de una Escuela de Atenas ibero-americanas”, El Día Gráfico, 16, (4.406), 15 de julio, p. 1.

Falgairolle, A. (1931) “Grecia se acerca a los países latinos”, La Opinión, 2 de julio, pp. 3 y 7.

Fernández Cárcar, M. (2022) “La educación durante la Segunda República Española (1931-1939). Un acercamiento a los libros de texto”, Historia Digital, XXII, 40, pp. 80-110.

Franco Mata, A. (1993) “Las comisiones científicas de 1868 a 1875 y las colecciones del Museo Arqueológico Nacional”, Boletín de la ANABAD, 43 (3-4), pp. 109-136.

Gallego García, R. (2021) La experiencia de las cosas hechas: la formación en Italia de Francisco Jareño y Alarcón (1848-1852). Albacete: Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”.

García Sánchez, J. (2004) «Arquitectos españoles del siglo XIX en Grecia y Egipto”, Academia, 98-99, pp. 53-72.

García Sánchez, J. (2013a) “José Ignacio Hervada: los arquitectos, la Antigüedad y la Arqueología del Mediterráneo”, en García Sánchez, J. (coord.) El arquitecto José Ignacio Hervada (1902-1949). El sueño de una arqueología española en Grecia entre los siglos XVIII y XX. Madrid: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pp. 75-104.

García Sánchez, J. (2013b) “José Ignacio Hervada Díaz de Salas (1902-1949)”, en García Sánchez, J. (coord.) El arquitecto José Ignacio Hervada (1902-1949). El sueño de una arqueología española en Grecia entre los siglos XVIII y XX. Madrid: Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pp. 105-142.

García Sánchez, J. y Pérez Gil, M. P. (2017) “Las pensiones de Arquitectura en la Academia de Roma (siglos XVIII-XX): una oportunidad perdida para la internacionalización de la arqueología española en el Mediterráneo”, en Ayargüena Sanz, M., Mora, G. y Salas Álvarez, J. (eds.) 150 años de historia de la arqueología: teoría y método de una disciplina. Madrid: Sociedad Española de Historia de la Arqueología, pp. 1003-1024.

Gascón Contell, E. (1927) “Saturnino Ximénez y el Instituto Arqueológico Ibero-Americano de Atenas”, La Esfera, 14 (715), 17 de septiembre, p. 30.

Gaspar y Rimbau, E. (1891) Viaje a Atenas 1872-1875. Valencia: Imprenta de F. Vives Mora.

González Garrido, J. (1935) Bajo el cielo de Oriente. Impresiones del Viaje: Roma, Jerusalén, Damasco, El Cairo, Rodas y Atenas. Valladolid: Imprenta Castellana.

Gracia Alonso, F. y Fullola Pericot, J. M. (2006) El sueño de una generación: el crucero universitario por el Mediterráneo de 1933. Barcelona: Publicacions i edicions de la Universitat de Barcelona.

Granja J. de la (1833) Viaje de un español por el levante en el año 1827. Nueva York: Imprenta española de D. Juan de la Granja.

Jove y Hevia, P. de (1850) “Un brindis en el Acrocorinto o actualidad de los estados de Agamenón”, El Heraldo, (2.503), 20 de julio.

Kotsonas, A. (2018) “Federico Halbherr and Archaic Eleutherna”, en Gavrilaki, E. (ed.), Πεπραγμένα ΙΑ´ Διεθνούς Κρητολογικού Συνεδρίου (Ρέθυμνο 21-27 Οκτωβρίου 2011), vol. A2.1. Rethymno: Ιστορική και Λαογραφική Εταιρεία Ρεθύμνης, pp. 203-219.

Lara Martínez, L. (2013) “Laicismo y guerra escolar durante la Segunda República Española”, en Giménez Rodríguez, S. y Tardivo, G. (coords.) Proyectos sociales, creativos y sostenibles. Toledo: ACMS, pp. 36-50.

Latorre Broto, E. (2017) “Jerónimo de la Gándara: obra gráfica desconocida y documentación inédita”, Academia, 119-120, pp. 9-31.

López Guijarro, S. (1869) “De Madrid a Atenas”, Revista de España, 10, pp. 58-73.

Martín Corrales, E. (2002) “Relaciones de España con el Imperio otomano en los siglos XVIII y XIX”, Quadernos del Bósforo, I, pp. 253-270.

Martín-Merás, L. (2021) “Descubriendo el Mediterráneo: expediciones de la Marina española en el último tercio del siglo XVIII”, Revista de historia naval, 39 (151), pp. 71-90.

Martos Fornieles, M. (2015) “El Palacio de Cnosos”, Thamyris, 6, pp. 365-397.

McKesson Camp II, J. (1990) “Eugene Vanderpool, 1906-1989”, American Journal of Archaeology, 94 (2), pp. 291-292.

Mederos Martín, A. (2010) “Cayetano de Mergelina, catedrático de arqueología y director del Museo Arqueológico Nacional”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 76, pp. 179-212.

Melero Bellido, A. (2008) “La Grecia de Ali Bey”, Cultura Neogriega. Tradición y modernidad, en Alonso Aldama, J. y Omatos Sáenz, O. (eds.) Actas del III Congreso de Neohelenistas de Iberoamérica. Vitoria-Gasteiz 2005. Vitoria: Universidad del País Vasco, pp. 439-452.

Mélida, J. R. (1899) Viaje a Grecia y Turquía. Madrid: Imprenta del Colegio Nacional de Sordomudos y de Ciegos.

Mendoza, M. (2022) “Sadurní Ximénez (1926-1933): les ambicions arqueològiques d’un aventurer oblidat”, Revista d’arqueologia de Ponent, 32, pp. 101-120.

Mergelina, C. de (1946) “Unas líneas” en Pausanias, Descripción de Grecia. Valladolid: Universidad Facultad de Filosofía y Letras, pp. III-IV.

Miranda, F. de (2016) Diario de viaje a Grecia y Turquía (1786). Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho.

Mobellán, S. de (1876) Jerusalem. Viaje pintoresco, romántico y caprichoso. Barcelona: Empresa Editorial A. Riudor y Ca.

Momigliano, N. (2002) “Federico Halbherr and Arthur Evans: an archaeological correspondence (1894-1917)”, Studi Micenei ed Egeo Anatolici, 44 (2), pp. 263-318.

Montoliu Soler, V. (2011) Mariano Benlliure Gil (1862-1947). Escultor valenciano. Valencia: Real Academia de Cultura Valenciana.

Mora, G. (2012) “Filohelenismo en España e ideología liberal. La historia antigua y moderna de Grecia como arma política en la época de Fernando VII”, en Cerro Linares, C. del, Mora, G., Pascual, J. y Sánchez Moreno, E. (coords.) Ideología, identidades e interacción en el mundo antiguo. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, pp. 5-28.

Mora, G. (2015) “La misión de José Ramón Mélida en Grecia y la arqueología española a fines del siglo XIX”, en García Sánchez, J., Mañas Romero, I. y Salcedo Garcés, F. (eds.) Navigare necesse est. Estudios en homenaje a José María Luzón Nogué. Madrid: Universidad Complutense, pp. 333-341.

Morcillo Rosillo, M. (1995) “Aproximación a las relaciones de España con Grecia (1833-1913)”, Erytheia: Revista de estudios bizantinos y neogriegos, 16, pp. 117-141.

Morcillo Rosillo, M. (2002) “El restablecimiento de las relaciones diplomáticas hispano-helenas”, Erytheia: Revista de estudios bizantinos y neogriegos, 23, pp. 291-305.

Moreno, J. (1790) Viage á Constantinopla en el año 1784. Madrid: Imprenta Real.

Mougoyanni, C. (1998) “La Generación del 98 en Grecia: las relaciones hispano-helenas a través de la traducción”, en Vega Cernuda, M. A. (ed.) La traducción en torno al 98. Madrid: Instituto Universitario de Lenguas Modernas y Traductores, pp. 89-100.

Notas viaje (1934) “Notas sobre el viaje”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, VII, pp. 23-66.

Nuestro viaje (1934) “Nuestro viaje de estudios a Grecia”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, VII, pp. 15-21.

Olmos, R. y Tortosa, T. (2012) “El orientalismo a través de los viajes y la escultura ibérica en el tránsito del siglo XIX al XX”, Horti Hesperidum, II (1), pp. 245-277.

Ortega Nuñez (1927) “Un Instituto español en Atenas”, El Debate, 17 (5.634), 6 de agosto.

Peiró Martín, I. (2016) “La caída de los dioses liberales: la gran mutación política de los historiadores españoles (1936-1943)”, en Romero Recio, M. y Soria Tomás, G. (eds.) El almacén de la Historia. Reflexiones historiográficas. Madrid: Biblioteca Nueva.

Pérez Galán, M. (2000) “La enseñanza en la Segunda República”, Revista de Educación, núm. extraordinario, pp. 317-332.

Pro viaje (1933-1934) “Pro viaje Universitario a Grecia”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, VII, pp. 292-306.

Rada y Delgado, J. D. de la (1876-1878) Viaje a Oriente de la fragata de guerra Arapiles y de la comisión científica que llevó a su bordo. Barcelona: Emilio Oliver y Compañía.

Redondo Cantera, M. J. (2015) “El joven estudiante Antonio Tovar en la Universidad de Valladolid y su interés por el arte y la arqueología”, en Lienzos del recuerdo. Estudios en homenaje a José María Martínez Frías. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, pp. 525-535.

Redondo Cantera, M. J. (2016) “Memoria del Greco en la Universidad de Valladolid” en El Greco en su IV centenario: patrimonio hispánico y dialogo intercultural. Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla y la Mancha, pp. 549-566.

Riba, C. (1985) “Elegía II”, a Elegías de Bierville. Barcelona: Edicions del Mall, pp. 46-47.

Ribagorda Esteban, A. (2013) “La reforma de la Universidad Central en vísperas de la tragedia española”, Bulletin d’Histoire Contemporaine de l’Espagne, 48, pp. 107-121.

Rubió i Lluch, A. (2012) Epistolari grec. Anys 1916-1936. Correspondència recollida i anotada per Eusebi Ayensa i Prat, 4. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans.

Ruiz Martínez, C. (1902) “Sobre la Acrópolis de Atenas”, Blanco y Negro, 27 de diciembre.

Serrahima, J. (1962) “El Profesor Mergelina, maestro y rector” en Homenaje al profesor Cayetano de Mergelina. Murcia: Universidad de Murcia, pp. 7-8.

Tormo, E. (1934) “El homenaje español al Greco en Creta, su patria”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones y de la Sección Excursionista de la Facultad de Filosofía y Letras, pp. 243-290.

Tovar, A. (1934) “Lecciones arqueológicas en Atenas. I. Las excavaciones griegas en la Academia de Platón. II. Las excavaciones americanas en el ágora de Atenas”, Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, VII, pp. 93-100.

Vázquez Mínguez, E. (2014) “Viaje a Grecia y las ruinas del Asia Menor (1923). El testimonio de Saturnino Ximénez y Enrich”, en Bádenas de la Peña, P., Cabrera Bonet, P., Moreno Conde, M., Ruiz Rodríguez, A., Sánchez Fernández, C. y Tortosa Rocamora, T. (eds.) Homenaje a Ricardo Olmos. Per speculum in aenigmate. Miradas sobre la Antigüedad. Madrid: Asociación cultural hispano-helénica, pp. 612-620.

Vidal, J. (2016) “La escuela de arqueología del Mediterráneo Oriental que no pudo ser. Aproximación a la figura de Josep Gibert i Buch”, Archivo Español de Arqueología, 89, pp. 181-191.