Luis Ángel Hidalgo Martín
Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida
Santa Julia, 5, 06800 Mérida
lhidalgo@consorciomerida.org 0000-0002-0893-7282
Macarena Bustamante-Álvarez
Universidad de Granada / Uniarq, Lisboa
Departamento de Prehistoria y Arqueología
Campus Universitario de Cartuja, 18071 Granada
mbustamante@ugr.es 0000-0001-5988-6908
(autora de correspondencia)
Resumen Se presenta una singular jarra cerámica de época altoimperial depositada en una inhumación que fue descubierta en una de las áreas funerarias de Augusta Emerita, capital de la Lusitania. El interés de la pieza radica en presentar varios mensajes esgrafiados, entre los que se destaca el comienzo de un alfabeto griego así como una viñeta de carácter obsceno.
Palabras clave Grafitos, cerámica, hábitos epigráficos, abecedario, escena erótica.
Abstract The article presents a unique ceramic jar from the high Imperial period deposited in a burial that was discovered in one of the necropolis areas of the ancient Augusta Emerita, capital of Lusitania. The interest of the piece lies in the fact that it displays several graffitied messages, among which the beginning of a Greek alphabet stands out, as well as a vignette of obscene character.
Keywords Graffiti, pottery, epigraphic habits, alphabet, erotic scene.
Fecha recepción: 27-02-2023 | Fecha aceptación: 10-12-2023
Hidalgo Martín, L. A. y Bustamante-Álvarez, M. (2024): “Una viñeta obscena, un alfabeto y más grafitos sobre una cerámica procedente de Augusta Emerita”, Spal, 33.1, pp. 164-178. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2024.i33.07
Figura 1. Vista de la jarra desde distintos planos: a) frontal; b) trasero y c) fondo.
Figura 3. Detalle de los discursos epigráficos del vaso.
En el siguiente trabajo presentamos una jarra biansada cerámica de época romana, procedente de una intervención arqueológica desarrollada en el área suburbial norte de Augusta Emerita (Mérida, Badajoz). El interés de este hallazgo radica, además de en aparecer contextualizado y en su estado de conservación bastante bueno, en presentar un conjunto de grafitos (epigráficos y anepígrafos) con un complejo mensaje que ayuda a una aproximación no sólo a las prácticas funerarias del momento, sino también a los hábitos epigráficos de la colonia.
A lo largo de estas páginas se presenta una autopsia completa de la pieza sin olvidar su contexto de hallazgo. No obstante, el grueso de este trabajo se centrará en la evaluación del mensaje recogido, su momento de plasmación, así como su significación y paralelos aproximados en ámbito peninsular y extrapeninsular.
Este objeto se localizó en junio de 2006 durante el desarrollo de la excavación arqueológica del denominado Corralón de los Blanes, una finca urbana sita en la calle Almendralejo, nº 41 (Mérida, Badajoz), concretamente en la zona NE del solar. Esta área se configura como un gran solar extra moenia, con una amplia diacronía que va desde época augustea hasta la actualidad. En lo que respecta a la época romana, se superponen a lo largo del tiempo espacios funerarios, así como edificios religiosos y artesanales (Heras Mora et al., 2017).
La pieza cerámica que centra este trabajo se localizó en una tumba de inhumación (UE 541) de la gran necrópolis que amortizaba los grandes edificios funerarios del siglo I d. C. allí construidos. La tipología de tumba corresponde con una fosa de inhumación simple, delimitada parcialmente por fragmentos de piedras, así como por una tegula hincada. Estos elementos podrían incidir en una posible cista que se hubiera perdido por los procesos deposicionales.
La primera evaluación antropológica de los restos óseos del difunto permite caracterizarlos como los de un individuo en la fase inicial de la pubertad, con una edad aproximada de la muerte comprendida entre los 13-14 años. La estimación del sexo biológico no ha sido concluyente, por el momento, a la espera de un estudio más en profundidad.
El individuo presentaba los brazos pegados al cuerpo, por lo que no se descarta que estuviera constreñido por algún paño o sudario perdido en la actualidad. En las cercanías de su rodilla izquierda se encontraba la jarra, que apareció in situ posicionada boca arriba y llena del mismo sedimento que amortizaba la tumba. Esta pieza era el único objeto que se halló formando parte del depósito funerario.
Ante la falta de un estudio de residuos que informe de manera precisa sobre qué contuvo en el último momento de uso, debemos considerar que esta forma, al menos, en el momento de su producción, se concibió con la función clara de contener y servir productos líquidos y semilíquidos.
La cronología de la tumba la aportan las relaciones estratigráficas con las unidades colindantes y, sobre todo, el ritual implementado: la inhumación. En el caso de Mérida, esta manera de enterrar, aunque presente desde el siglo I d. C., comienza a extenderse a medida que va avanzado el siglo II d. C., resultando predominante sobre el rito de cremación ya en la segunda mitad de dicho siglo (Bejarano Osorio, 2004, pp. 203-205). Combinando este dato con lo aportado por la estratigrafía arqueológica, es posible incidir en el hecho de que estamos ante una tumba datable en la segunda mitad del siglo II d. C. Por lo tanto, sin poder acotar el tiempo de producción, uso y perduración/conservación de la pieza, debe advertirse que la jarra, atendiendo a los contextos productivos, pudo haberse fabricado a fines del siglo I d. C. o inicios del II d. C. y haberse depuesto en un momento impreciso de la segunda mitad del siglo II d. C.
La pieza cerámica en cuestión corresponde a una pequeña jarra biansada y de boca ancha que ha llegado completa a no ser por algunas leves fracturas en el labio. Sus medidas son 13,2 cm de altura y 16 cm de anchura máxima. Se encuentra depositada en el Almacén de Materiales Arqueológicos del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida (CCMM) con número de inventario 8101-539-1 (fig. 1).
Presenta fondo plano y cuerpo de tendencia globular en sus dos tercios inferiores y ligeramente invasado en el tercio superior. En esta última franja presenta decoración bruñida a modo de zig-zag. El borde es redondeado y exvasado al exterior, morfología idónea para recibir una tapadera.
Microscópicamente, la pieza presenta coloración marronácea y contiene desgrasantes negruzcos y blancos, estos últimos de génesis granítica. Macroscópica –y morfológicamente– el recipiente se puede adscribir a alguno de los talleres de Mérida. En concreto, existen evidencias de dicha producción en los conocidos alfares de la calle Constantino, cuyo arco de producción se concentra entre época flavia y fines del siglo II d. C. (Alvarado y Molano, 1995, fig. 4), lo que ha generado su inclusión en la única tipología de cerámica común hasta el momento planteada para Augusta Emerita en época altoimperial. Concretamente, se inserta dentro de su forma tipo 10.3 (Bustamante-Álvarez, 2012, fig. 21). En Mérida se han encontrado ejemplares de similar factura y en contextos de fines del siglo I d. C. e inicios del II d. C. en el mismo solar en el que se halló este ejemplar (Bustamante-Álvarez, 2012, fig. 12, nº 3) lo que vuelve a incidir en la datación y origen planteados para el hallazgo que ahora nos compete.
A pesar de su origen local-regional, su radio de influencia no quedó solo constreñido a suelo emeritense, sino que también abarcó todo el Alentejo como queda patente en los hallazgos de las necrópolis de la zona, con una cronología que se podría dilatar hasta el siglo III d. C. (Nolen, 1985, núms. 196-207; Pinto, 2003).
El interés añadido de la pieza, además de su buen estado de conservación, es la presencia de grafitos incisos post cocturam y, por consiguiente, fuera del ámbito figlinario y en consonancia con el tenedor de la pieza.
Con relación a cómo se pudieron marcar estos grafitos, fue necesario inmovilizar la pieza, bien con una mano distinta a la usada para la marcación, o bien a partir de cuerdas sobre una superficie plana. Al menos se debieron de plantear tres planos de sujeción: el primero para el frente delantero (fig. 1 a), el segundo para el trasero (fig. 1 b) y el tercero para el fondo exterior (fig. 1 c).
Se enumeran y describen a continuación los diferentes grafitos por grupos desarrollados, sin que el orden expuesto aquí esté asociado a su orden de grabación (fig. 2):
A la hora de la ejecución de los diferentes grafitos se usaron, al menos, dos instrumentos punzantes de distinto grosor. Esta circunstancia podría denotar que fueron varias manos las que intervinieron. El punzón más grueso se detecta en las incisiones resultantes tanto de dibujar los elementos fitomorfos (tercer y cuarto grupo de grafitos) como de escribir el renglón superior de texto (el primer grupo), y además en el trazado de la línea vertical superpuesta al motivo fálico dibujado en el segundo grupo de grafitos. El punzón más fino se observa en este segundo conjunto, tanto en los elementos sexuales figurados como en el texto que los acompaña.
Aunque es aventurado definir qué grupo o conjunto de grafitos se desarrolló primero, sí pensamos que hay varios momentos de plasmación que no resultan fáciles de secuenciar en el tiempo al no producirse ninguna superposición en el marcado, salvo la apuntada para la línea vertical que pasa por encima de algunos de los trazos del motivo fálico (cuestión que desarrollamos infra, en el apartado 6).
A la izquierda transcribimos los signos epigráficos que se grabaron todos en el mismo plano del recipiente (fig. 1 a, fig. 2 a y fig. 3) y a la derecha su propuesta de lectura:
Ƨ A B Γ F E R OC CVLVS CRVSANTI E S T |
Ƨ ABΓ Feroc(- - -) culus C(h)rusant(h)i est |
Las letras son capitales, típicas de la escritura cursiva. Las de la línea 1 son de mayor tamaño, 2,5 cm de altura, mientras que las de las líneas 2 y 3 tienen tan solo 0,7 cm. En la línea 1 el primer signo parece una S trazada en sentido inverso o retrógrado; la gamma tiene el trazo horizontal muy prolongado; la E se asemeja a la épsilon lunar –lo mismo ocurre con la E de la línea 3–; y la C final se monta sobre la O que le precede por la falta de espacio para inscribirla, casi debajo de una de las asas del recipiente (fig. 4). Esta imprevisión viene arrastrada porque entre la F y la E hay un vacat de 1,5 cm, que puede estar motivado por una especie de pegote de pasta presente en ese mismo lugar de la superficie (fig. 3 a), el cual debió animar al scriptor a evitarlo en aras de un letrero totalmente diáfano. En la línea 2, la L es de astas curvilíneas y la R y la S prolongan sus trazos finales exageradamente hasta el punto de llegar a entrecruzarse. En la línea 3, formada solo por la forma verbal est, sus tres letras se dispusieron espaciadamente, situándose la S en el mismo centro del motivo fálico.
La línea superior (fig. 2 a y fig. 3 a), grabada con letras de mayor tamaño, y que hemos identificado como primer grupo de grafitos, parece contener una secuencia de tres mensajes distintos: de izquierda a derecha, una S invertida, a continuación las tres primeras letras del alfabeto griego y después cinco letras en caracteres latinos que interpretamos como el comienzo abreviado de un nombre personal.
En cuanto a este testimonio de alfabeto, debemos recordar que no es el primero documentado en Mérida aunque solo sea de manera parcial. También sobre una pieza cerámica, un vaso de terra sigillata Gallica, forma 27, se conservan las seis primeras letras del alfabeto, ABΓΔΕZ[- - -] (fig. 5), de un total de 11 o 12 que se debieron de grabar en la pared interior del pie del vaso, por tanto, seguramente, hasta la lambda o la my (Hoz García-Bellido, 2014, pp. 421-422, nº 392; Hidalgo Martín, 2014). Este grafito se fecha a mediados o en la segunda mitad del s. I d. C. atendiendo a su contexto arqueológico de aparición, esto es, los alfares de la calle Constantino, por lo que constituye el documento epigráfico en griego más antiguo de los descubiertos en Mérida de los que se tiene noticia. Además, era el único alfabeto en caracteres griegos conocido en la península ibérica hasta la fecha. Sus editores dudan respecto de si se trataba de una mera práctica de escritura o de si llegó a poseer alguna función apotropaica o religiosa.
Otro paralelo en suelo peninsular de la plasmación de un abecedario, latino en esta ocasión, sobre una pieza vascular lo encontramos en un plato de cerámica gris de época tardía procedente de Lucus Augusti (HEp 11, 2001, 315), que fue hallado dentro del contexto de un horno alfarero y que se ha interpretado como un ejercicio de aprendizaje.
También en caracteres latinos conocíamos de Mérida las primeras letras de un abecedario sobre una plancha de pizarra reutilizada en una sepultura del siglo III d. C. Solo se esgrafió ABDEF (sic, con olvido de C) sobre el dibujo de una hedera y junto a otros motivos figurativos e inscripciones. Se interpreta como el ejercicio de escritura de alguien que está en un primer estadio de alfabetización (Alba Calzado, 2005, pp. 329-331, fig. 17; HEp 14, 2005, 43c). También en latín, sobre una placa de mármol, hallada en el umbral enlosado de uno de los accesos al patio con lacus central de una posible officina lanificaria, se grabó de manera tosca un abecedario completo avanzado el siglo II d. C. o ya en el siglo III d.C. Sus editores le atribuyen con bastante probabilidad un carácter apotropaico (del Hoyo et al., 2018; AE 2018, 837).
De la presencia de las tres primeras letras del alfabeto en una pieza como la que aquí se presenta, hallada en contexto funerario, puede conferirse un valor ritual o apotropaico de la misma. No sería extraña esta relación directa entre el mundo funerario y los alfabetos. Por ejemplo, consta en Roma un caso paradigmático en el que el alfabeto latino aparece representado hasta siete veces en una placa pétrea localizada en un columbario (CIL VI 6831; EDR108883; EDR108960). E igualmente leemos un abecedario latino completo sobre una lápida sepulcral de Hr. Deheb, Africa Proconsularis (AE 1971, 504), o esgrafiado sobre una urna cineraria de Mogontiacum (CIL XIII 10016,12). En el caso de la lápida de Hr. Deheb se trata de una placa de caliza que conserva, además del alfabeto completo, parte de dos epitafios y diversos motivos figurativos entre ellos una palma, como las que se dibujaron en nuestra jarrita emeritense (cf. Velaza, 2019, pp. 126, 128, 130, para más ejemplos de alfabetos vinculados a contextos funerarios en otras culturas epigráficas de la Antigüedad).
Además, la hipotética S invertida que se grabó al comienzo de línea, justo delante de la alfa, podría interpretarse como un pictograma que pretendiera representar la figura de una serpiente, animal polisémico muy vinculado a la muerte y al mundo funerario, aunque también a la sanación, la eterna juventud y la capacidad para devolver la vida (Cumont, 1942, Cap. V), lo que explicaría su presencia aquí junto al recurso del alfabeto con fines mágicos o religiosos. Esta hipótesis puede parecer meramente especulativa, y seguramente lo sea, pero lo cierto es que conocemos otro alfabeto epigráfico, completo y en latín, junto al que se grabaron sendas figuras de serpientes. Es en una placa de mármol hallada en Pozzuoli que parece tener relación con el culto a Iuppiter Dolichenus (Hörig y Schwertheim, 1987, p. 300, nº 465; EDR072002).
Para incidir más si cabe en el discurso ritual o religioso de los diferentes mensajes esgrafiados en la pieza cerámica emeritense, debe subrayarse la presencia de las dos representaciones arboriformes o fitomorfas que hemos clasificado como tercer (fig. 1 b y fig. 2 b) y cuarto grupo (fig. 1 c y fig. 2 c) de grafitos. Son ideogramas muy recurrentes en todo tipo de cerámicas, abundando sobre todo en las sigillatas, que además de vincularse con la victoria o el triunfo, bien material, bien espiritual (inmortalidad), también es muy posible su representación con fines apotropaicos o profilácticos. En nuestro caso, al tratarse de un objeto depositado en un contexto funerario y en el supuesto de que ambos motivos se hubieran grabado sobre la pieza una vez fallecido su poseedor, cualquiera de las significaciones planteadas podría ser plausible, o varias de ellas al mismo tiempo; de la misma manera que si los grafitos se hubiesen realizado en vida del difunto.
Volviendo a la línea 1, esta finaliza en cinco letras, FEROC (fig. 3 a y fig. 4), que interpretamos como el comienzo abreviado de un antropónimo que bien pudiera ser Ferox,-cis o Ferocianus/a. No pueden descartarse otros con el mismo comienzo como Ferocillus/a o Ferocius/ia, documentados ambos hasta la fecha solo en su forma femenina, y además en muy pocas inscripciones. Además esa última letra de la línea que se grabó con dificultad e invadiendo el espacio de la O que le precede (fig. 4), en lugar de C podría resultar una S dibujada con escasa pericia y sin el remate de la curva inferior a la izquierda. Por lo tanto, también sería factible Ferox en nominativo, solo que aquí escrito como Feros, con grafía <S> en sustitución del grafema bifonemático <X>, fenómeno fonológico que debió ser común en posición final de palabra (del Hoyo, 2011, pp. 84-85; Tantimonaco, 2017, pp. 295-297).
Todos estos cognomina clasificados por Kajanto (1965, pp. 267-268) dentro de la categoría de “vehemence of temper” con el significado de “violent, passionate”, apenas tienen representación en la epigrafía de la península ibérica, con tan solo un testimonio del cognomen Ferox, que sepamos, en una inscripción de Barcelona (AE 1946, 1 = 1956, 223); sin embargo consta su amplia difusión por todo el Imperio (Kajanto, 1965, p. 267, y el banco de datos epigráfico EDCS, donde la búsqueda de «Ferox» y la de sus diferentes variantes flexivas arroja 138 resultados en total, según consulta de 20/11/2022).
Sobre la jarra emeritense cabe la posibilidad de que en lugar del nomen unicum o el cognomen de ya sea su propietario (Feros=Ferox, o Ferocis en genitivo), ya sea su destinatario (Feroci, en dativo), quisiera haberse grabado el apodo o agnomen por el que sería conocido este individuo (Ferox: ‘el apasionado’), pretendiendo de esta manera reforzar la explícita escena amatoria recreada más abajo en el mismo soporte de escritura. La hipótesis es sugerente pero nada más, ya que no podemos afirmar con seguridad que ambos grupos de grafitos estuviesen relacionados.
El nombre del otro personaje que aparece mencionado en la línea 2 del exemplum, es decir, la primera línea del segundo grupo de grafitos (fig. 2 a y fig. 3 b), es el de Crusanti, genitivo de Crusantus. Chrysanthus es la forma culta de transcribir este antropónimo griego en latín, sin embargo resulta más habitual, sobre todo en una primera fase de introducción de estos nombres griegos a la lengua latina y posteriormente en ambientes más populares, escribirlo como ha quedado grabado aquí, sin marcar la aspiración de las consonantes griegas <CH> y <TH> (cf. Striano, 2004, p. 76; Tantimonaco, 2017, p. 130) y con la ípsilon <Y> transcrita al latín como <V> (cf. García González, 2015, pp. 131-144). En Mérida se repiten estos fenómenos gráficos en otros nombres griegos: así del mismo campo semántico que Chrysanthus tenemos Crusis en lugar de Chrysis, en dos ocasiones (ILER 5130, s. II d. C., y CILAE 318, s. II d. C.), Cruseis en vez de Chryseis (ILER 4744 = CILAE 446, s. II d. C.) y Cruseros en vez de Chryseros (HEp 6, 1996, 123 = CILAE 2155, segunda mitad s. I d. C.); o también con T en lugar de <TH>, Agat(h)opus (HEp 1, 1989, 106 = CILAE 248), [At(h)]enais (EE IX 54 = CILAE 567) y Part(h)enope (MosHispa, BA 4).
Chrysanthus es un nombre o cognomen muy vinculado a ambientes serviles (Solin, 1982, p. 168), que es la primera vez que se documenta en Mérida. En otros lugares de la península en cambio sí es conocido por algunas pocas inscripciones más (Abascal Palazón, 1994, pp. 326 y 340; HEp 9, 1999, 505; HEp 2013, 236).
En cualquier caso y, aunque, como hemos venido argumentando hasta ahora, consideramos CRVSANTI como el genitivo del nombre personal Chrysanthus, cabría otra posibilidad interpretativa, según comunicación de uno de los evaluadores anónimos del presente trabajo. Propone, como alternativa de lectura, que pueda tratarse de una forma de participio de presente de crisare/crissare, un verbo poco documentado en los textos literarios (ThLL 4: p. 1206) y en la epigrafía, por ahora en tan solo tres grafitos de Italia (AE 2005, 633, Brescia; EDR101575, Ostia-Portus; EDCS-79100160, Ostia), cuyo significado sería “el contoneo de prostitutas o mujeres de vida ligera para excitar o atraer a los hombres” (Montero Cartelle, 1991, pp. 159-160) que, añadimos, llegaría a ejercitarse también durante el acto sexual. En el grafito emeritense habría que entender que la V de crusanti se confundió con la I del radical del verbo, fenómeno no extraño en este tipo de textos “vulgares”; y que el sentido de la didascalia sería algo así como “Es el culo de la que provoca contoneándose”, entendiendo crusanti como un dativo posesivo de una forma de participio sustantivado. Por consiguiente, esta interpretación invalidaría la posibilidad planteada de que la escena a la que alude el texto estuviera representando un encuentro homosexual, sino más bien una práctica anal de carácter heterosexual. Aunque nos parece más forzada esta hipótesis alternativa de lectura, y poco verosímil desde un punto de vista lingüístico, dejamos constancia expresa aquí de ella quedando, pues, abiertas las diferentes posibilidades de interpretación.
En este sintagma culus Crusanti / est (‘Es el culo de Crisanto’) nos topamos con una leyenda que ilustra una escena de carácter obsceno (symplegma) dibujada con escasa pericia, formando texto e imagen una auténtica viñeta. Sobre cerámicas son pocos los ejemplos conocidos, resultando quizás el más elocuente, dentro de los límites de las provincias hispanas, el caso de uno de los vasos de la officina calagurritana de Gaius Valerius Verdullus, de la segunda mitad del siglo I d. C., que despliega textos y symplegmata dedicados a una prostituta llamada Naticosa (‘la culona’) de la que se refiere su habilidad para el sexo anal (cf. González-Blanco García, 2002; Mayer, 2011).
El uso del término culus en diferentes expresiones obscenas es recurrente en las fuentes literarias (Catulo, Marcial, etc.; cf. ThLL 4: p. 1339) así como en las epigráficas, con abundante presencia de estas últimas en Pompeya (véase p. ej. CIL IV 4488, 4954, etc.). Sobre el tema de los grafitos pompeyanos y la homosexualidad puede consultarse el trabajo de C. A. Williams (2010, pp. 291-301) y, más recientemente incidiendo en una visión homofóbica de la casuística, a Buonopane (2018).
Muchos otros ejemplos de este tipo de viñetas eróticas u obscenas, en las que texto e imagen van de la mano, podemos rastrear en los grafitos pompeyanos: por ejemplo, la caricatura de un tal Promus de perfil dentro de la cual se expresa que es un fellator, esgrafiado todo sobre la tumba nº 10 de la necrópolis de Porta Nocera (CIL IV 10222); o la escena de una fellatio de una tal Fortunata como protagonista, sobre la pared del lupanar (CIL IV 10005); o la leyenda hoc mucillum (“Esto es una pollita”) escrita debajo de un falo (CIL IV 4517); o esta otra, lente impelle (“¡Empuja despacio!”), sobre la representación pictórica de una pareja de amantes (CIL IV 794); o aquella que junto al dibujo de un falo dice Masueta tene (“¡Mansueta, toma!”: CIL IV 10568, Herculano). Recordemos que de un total de los 3000 grafitos pompeyanos estudiados hasta la fecha en torno a 500 son de contenido sexual (cf. Keegan, 2014, p. 260; Benefiel, 2016, pp. 81-83). Y de todos ellos sin duda los más abundantes reflejan el testimonio de hombres alardeando de sus habilidades y dotes sexuales (cf. Williams, 2014).
A otra escala, por supuesto infinitamente menor, no faltan en Mérida este tipo de grafitos de carácter obsceno. Por el momento nos constan otros tres además del que presentamos ahora. El primero de ellos, conocido desde finales del siglo XIX, se halló sobre un gran fuste de columna de mármol en el que se grabaron falos y el nombre de un varón (Vernaculus), así como una inscripción alusiva a un encuentro homosexual (hoc qui scripsit Surianus / pedicavit Maev[iu]m: EE IX, 51; Díaz Ariño, 2023, p. 624). Ya más recientemente, sobre otra columna, estucada y pintada en este caso, de unas termas públicas, se descubrió parte de un texto esgrafiado en el que se inmortaliza una fellatio ([- - -]ntio fellat[- - -]: AE 2010, 672 = HEp 19, 2010, 37). Y también en fechas cercanas, sobre el revestimiento mural pintado de algún edificio del foro de la colonia, se encontró otro grafito epigráfico de carácter homosexual en el que se puede leer, no sin cierta dificultad (fig. 6): P. Mum(m)ei(u)s pedecatus / est N(- - -) // destilla(t) / Taganus (Hidalgo Martín, e.p., fig. 4B; Díaz Ariño, 2023, p. 625).
A lo largo de estas páginas hemos evaluado el discurso epigráfico y anepígrafo post cocturam hallado sobre un recipiente cerámico depositado en una tumba de inhumación en el área suburbial norte de Augusta Emerita. Podemos definir hasta cuatro mensajes que pudieron convivir o no en el tiempo: dos de ellos solo figurativos (sendos árboles o palmas), otro figurativo también, pero acompañado además de texto (un gran falo enhiesto penetrando, suponemos, un ano con la didascalia culus Crusanti est) y, para finalizar, un cuarto mensaje solo epigráfico, en el que parece evidente que se grabaron los tres primeros signos del alfabeto griego entre una especie de S invertida y el posible nombre del tenedor o destinatario de la pieza.
Aunque resulta arriesgado proponer la secuencia cronológica en la ejecución de esta variedad de grafitos, los diferentes punzones utilizados y uno de los trazos que se reconoce sobreescrito sobre el motivo fálico pueden arrojar luz sobre esta cuestión. Así pues, el hecho de que la escena sexual parezca retocada parcialmente mediante una línea vertical ejecutada con un punzón más grueso que el que se utilizó originalmente para dibujar dicha escena, podría estar indicando que fue la viñeta obscena la que se grabó en primer lugar. En un momento posterior, y seguramente por una mano distinta (aunque no puede descartarse que interviniera más de una) se debieron de grabar el resto de grafitos, ya que en todos ellos es patente la huella de un estilete de mayor grosor y un ductus mucho más firme tanto en los trazos epigráficos como en los figurativos. A todo esto se une la evidencia de que paleográficamente la inscripción de la línea superior (fig. 3 a) tiene más diferencias que semejanzas con la que sirve de didascalia al symplegma (fig. 3 b).
Por tanto, postulamos que la jarrita cerámica debió de servir primeramente como soporte epigráfico de la escena sexual, representada en un lugar central de la misma, y que este uso sería anterior al último que tuvo el recipiente como objeto ritual integrante del depósito funerario que acompañaba a un individuo joven fallecido aproximadamente a la edad de 14 años. Si fue este joven el tal Crusantus aludido en uno de los grafitos o en cambio fue el poseedor del falo protagonista del coito anal que se pretendió representar, lo desconocemos. Tan solo podemos afirmar que el tenedor de la pieza, fuera quien fuera, quiso recordar e inmortalizar un encuentro sexual, seguramente propio, mediante la grabación de esta viñeta obscena.
Más difícil resulta aún interpretar lo esgrafiado en la línea superior o lo que hemos denominado “primer grupo de grafitos” (fig. 3 a). Ya se decía más arriba que pueden distinguirse entre los ocho signos identificados tres conceptos diferentes que se grabaron por la misma mano. Entre ellos interesa destacar las tres primeras letras de un alfabeto, así como las que le siguen, ahora en caracteres latinos, y que se han considerado aquí las correspondientes al nombre personal Ferox o bien las primeras de otro como Ferocianus/a, probablemente aludiendo al propietario o destinatario de la pieza cerámica.
Quizás toda esta secuencia epigráfica se grabara precisamente antes de depositarse la jarrita junto al difunto, pudiendo así encontrarle a estos mensajes una explicación de carácter religioso, mágico o apotropaico que se pretendía con la plasmación de las tres primeras letras del alfabeto griego, además del probable ideograma serpentiforme que las precede, sin olvidar los dos motivos fitomorfos dibujados en distintos lugares del recipiente que, verosímilmente, se ejecutarían por la misma mano.
Con la aparición de un signario griego interpolado entre el resto de grafitos en escritura latina sobre el mismo soporte epigráfico, es posible que asistamos a un nuevo caso de bilingüismo en la colonia Augusta Emerita (v. Hoz García-Bellido, 2011, tanto para los casos de bilingüismo grecolatino emeritenses como los de otros lugares de la península ibérica). Sin embargo, el hecho de que un mismo individuo que escribe en latín conozca además las primeras letras del alfabeto griego, utilizadas aquí con carácter formular, no puede llevarnos a la conclusión de que dominara ambas lenguas; quizás tan solo tuviera un conocimiento superficial del griego, motivado, quizás también, por su origen oriental.
En definitiva, hemos dado a conocer un recipiente cerámico cuyo máximo interés viene dado por la incisión post cocturam en su superficie de un variopinto abanico de mensajes tanto epigráficos como figurativos. Con todo, a pesar de encontrarse soporte y grafitos en un excelente estado de conservación y conocer con total fiabilidad el contexto funerario de aparición, ha resultado difícil dar respuesta unívoca o, al menos satisfactoria, a algunas de las cuestiones planteadas al comenzar este trabajo. Por tanto, esperamos que otros investigadores de la llamada epigraphia minor o de las inscripciones sobre instrumentum domesticum consigan avanzar en la interpretación de tan interesante conjunto de grafitos.
Este trabajo es resultado del proyecto Corpus Vasorum Hispanorum. Analisis tipológico, cronológico y prosopográfico de los sigilla en terra sigillata hispanica a partir de los centros consumidores. Parte I: Lusitania (PGC2018-093478-A-I00 – Convocatoria Proyectos de Excelencia - Plan Estatal de Generación de Conocimiento - Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades – España), así como del proyecto Aplicación de nuevas tecnologías para el desarrollo del Corpus Vasorum Hispanorum. Una herramienta para análisis tipológico, cronológico y prosopográfico de los sigilla en Terra Sigillata Hispánica - Programa Logos - Fundación BBVA y Sociedad de Estudios Clásicos.
A doña Ana Belén Olmedo Gragera, directora de la intervención arqueológica donde fue descubierta la vasija, agradecemos su amable autorización para la publicación de la pieza. Del mismo modo debemos expresar nuestra gratitud al director del CCMM, don Félix Palma García, por todas las facilidades prestadas por la institución para llevar a término su estudio y óptima documentación. También a la Dra. Filipa Cortesão Silva, antropóloga física de la Universidad de Sevilla, debemos los datos preliminares del estudio antropológico que está desarrollando sobre los restos esqueléticos aparecidos en la tumba. Sus resultados permitirán, en un futuro próximo, confirmar o matizar dichas conclusiones preliminares. Finalmente, a los evaluadores anónimos es de ley reconocer sus aportaciones en la discusión de alguna de las cuestiones planteadas y que hemos incorporado en la versión final del artículo.
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