Francisco Jesús Núñez Calvo
Polish Centre of Mediterranean Archaeology.
University of Warsaw.
69 Prosta Str, 00-838. Warsaw. Poland.
f.nunezcalvo@uw.edu.pl 0000-0002-0536-9662
Resumen Este artículo analiza los orígenes del ánfora de cuello, conocida como “urna de la Cruz del Negro”, típico en contextos fenicios e indígenas de la Edad del Hierro en la península ibérica. Se desarrollan tres aspectos: tipología, crono-secuencia y función. Según las evidencias, la forma evolucionó de unos contenedores utilizados en contextos domésticos y funerarios del levante meridional durante el Bronce Tardío. Distinguibles morfológica y decorativamente de las jarras de cuello anillado, ambas formas y sus variantes evolucionaron paralelamente, aunque de manera heterogénea y con influencias cruzadas. Una versión con una sola asa de estas jarras viajó a ultramar con otras formas cerámicas levantinas a finales del Hierro Medio y principios del Hierro Tardío (segunda mitad del siglo IX y principios del VIII a.C.), comenzando entonces su producción. El ánfora de cuello apareció como una derivación de ese tipo en el Mediterráneo occidental en la segunda mitad del siglo VIII a.C. Por el contrario, en el Mediterráneo central se prefirió la variante de una sola asa. Aunque muchas de sus particularidades permanecen inciertas, las dos variantes repitieron funcionales levantinas en entornos fenicios e indígenas. Sin embargo, ambas funcionaron como urnas cinerarias, una innovación respecto a sus homólogas levantinas.
Palabras clave cerámica fenicia, urnas Cruz del Negro, secuencia y cronología, cerámica ultramarina, funcionalidad
Abstract This article analyzes the origins of the neck amphora, known as “Cruz del Negro urn”, and typical in Phoenician and indigenous contexts of the Iron Age in the Iberian Peninsula. Three aspects are developed: typology, chrono-sequence and function. According to the evidence, the shape evolved from containers used in domestic and funerary contexts in the southern Levant during the Late Bronze Age. Morphologically and decoratively distinguishable from the ring-necked jugs, both forms and their variants evolved in parallel, although in a heterogeneous manner and with crossed influences. A single-handled version of these jars traveled overseas with other Levantine ceramic forms in the late Middle and early Late Iron Age (second half of the ninth and early eighth centuries BC), when production began. The neck amphora appeared as a derivation of that type in the western Mediterranean in the second half of the 8th century B.C. In contrast, the single-handled variant was preferred in the central Mediterranean. Although many of its peculiarities remain uncertain, the two variants repeated Levantine functionalities in Phoenician and indigenous settings. However, both functioned as cinerary urns, an innovation compared to their Levantine counterparts.
Keywords Phoenician pottery, Cruz del Negro urns, Phoenician ceramic sequence and chronology, Phoenician overseas pottery, pottery function
Fecha recepción 29/11/2022 Fecha aceptación 08/01/2023
Núñez Calvo, F. J. (2023): “El origen levantino de las ánforas de cuello fenicias ultramarinas: un análisis de su trasfondo tipológico, contexto secuencial y escenarios funcionales”, Spal, 32.1, pp. 43-76. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2023.i32.02
2. Aspectos tipológicos y decorativos en Levante
2.1. La evidencia del Levante meridional
3. La evidencia del Mediterráneo central y occidental
3.1. Conclusiones de los contextos del Mediterráneo central y occidental
El ánfora de cuello, o “urna Cruz del Negro” (Maas-Lindemann, 1982, p. 29; Maas-Lindemann, 1985, p. 235), ejemplifica la producción cerámica fenicia de ultramar. Típica en ambientes funerarios y domésticos fenicios e indígenas de la Edad del Hierro, a partir del siglo VIII a.C., su origen, cronología, función y evolución han sido temas centrales en análisis anteriores (entre otros, véase Aubet, 1979; Maass-Lindemann, 1982, pp. 29-31; Belén y Pereira, 1985, pp. 316-323; Maas-Lindemann, 1985, pp. 235-237; Maier, 1992; Torres, 2002, pp. 149-150; Maas-Lindemann, 2006, pp. 296-297; Torres, 2008; González Prats, 2011).
Teniendo en cuenta estos planteamientos, este artículo examina las conexiones levantinas, el momento de su aparición y su función. Asimismo, se resalta su papel en los cambios experimentados por las formas cerámicas fenicias vinculadas al servicio del vino en el siglo VIII a.C.
Este artículo consta de cuatro partes: 1) planteamiento de este análisis; 2) los prototipos levantinos, variantes tipológicas y su evolución; 3) la naturaleza tipológica de los primeros ejemplares del Mediterráneo central y occidental; 4) conclusiones.
Un ánfora de cuello (fig. 1: a) es “un recipiente cerrado de cuerpo globular u ovoide, con un cuello cilíndrico o troncocónico, que presenta un baquetón del que nacen dos asas geminadas que apoyan sobre el hombro de la jarra” (Torres, 2002, p. 149; Torres, 2008, p. 631). La decoración aparece en la panza y la mitad superior del cuello. Los diseños típicos combinan bandas de grosor variable, generalmente de color rojo, con filetes negros; también pueden aparecer motivos concéntricos (Belén y Pereira, 1985, p. 346, fig. 6.7). La mitad superior del cuello muestra diseños lineales similares, aunque también es posible la presencia exclusiva de pintura roja.
Hay cinco aspectos esenciales para tener en cuenta: primero, los prototipos levantinos de las ánforas de ultramar; segundo, el momento secuencial del inicio de su producción; tercero, dónde ocurrió este fenómeno; cuarto, el bagaje cultural de los productores; quinto, la función de la vasija. Para alcanzar estos objetivos, es necesario centrarse en diversos factores: tipología, morfología, decoración, región, secuencia, función y contexto.
En teoría, a pesar de la incertidumbre sobre sus primeros centros de producción, las producciones ultramarinas iniciales debieron ser coherentes con las características morfológicas y decorativas de sus prototipos levantinos. Por tanto, estos rasgos deberían evidenciar sus conexiones secuenciales y regionales (Núñez, 2020). Sin embargo, es posible que sólo llegara el concepto a estos centros ultramarinos y se interpretara posteriormente en función de los antecedentes y medios tecnológicos del alfarero. En cualquier caso, estas vajillas ultramarinas no tuvieron necesariamente la misma evolución en sus diversas áreas de producción.
La última cuestión se refiere a su función y contextos de uso. A pesar de su presencia en contextos funerarios y domésticos, es necesario analizar el concepto que subyace a la vasija, la posible conexión entre las funcionalidades originales y las adoptadas, y las formas cerámicas que sustituyó. Por tanto, la adaptación de la forma original a las costumbres y contextos de los territorios ultramarinos debería explicar cualquier particularismo en su evolución morfológica y decorativa.
Los atributos morfológicos y decorativos de las ánforas de cuello ultramarinas podrían apuntar a casos recuperados en contextos levantinos meridionales del Hierro 2a (véanse las referencias anteriores). Sin embargo, estos ejemplos requieren una contextualización adecuada (véase la tabla 1 como referencia secuencial y cronológica).
Tabla 1. Cuadro comparativo secuencial con indicación de las referencias cronológicas para cada uno de los periodos. La referencia cronológica utilizada en este trabajo aparece en la columna de la izquierda, que se aplica a las cuatro columnas siguientes. En cuanto a Sarepta, la extensión de las flechas marca la correspondencia estimada respecto a la estratigrafía de Tiro. Las cuatro columnas siguientes ofrecen otros marcos secuenciales y cronológicos mencionados en el texto; sus respectivas cronologías aparecen en la esquina inferior izquierda.
El origen de las ánforas de cuello se encuentra en una serie de vasijas fechadas en el Bronce Tardío III y el Hierro Antiguo (fig. 2). Estos vasos, identificados hasta ahora sólo en contextos del Levante meridional, presentan cuerpos ovalados, a veces con hombros marcados, cuellos cilíndricos cortos con un reborde horizontal, bordes directos o ligeramente abiertos con ocasionales engrosamientos exteriores, y una o dos asas verticales que unen ese reborde con el hombro. Por último, la decoración no es frecuente, aunque el recubrimiento de las superficies con engobe rojo llega a ser posible en algunos casos.
Ejemplos del Bronce Tardío III proceden de la tumba 877A1 de Megiddo, del siglo XII a.C. (fig. 2: a) y contemporánea de su Estrato VIIA, o de la Fase G-11a de Tell Dor (Stidsing y Salmon, 2018, fig. 17.5: 36). Posteriormente, otros ejemplos vienen de la tumba 237, también en Megiddo y del Hierro 1 (fig. 2: b), o en el Estrato V de Shiloh (fig. 3: d), que produjo una jarra similar con borde pellizcado (fig. 2: e). Este nivel está fechado en el Hierro 1 Medio, es decir, en las décadas centrales del siglo XI a.C. (según la cronología baja bíblica, véase la tabla 1; Finkelstein y Piasetzky, 2010, p. 378, fig. 3 y p. 381, tabla 2; Finkelstein, 2013, p. 7, tabla 1, p. 8). Asimismo, del estrato IVB de Tell Dan vienen dos jarras similares con dos asas verticales opuestas (fig. 2: h, i). Desde una perspectiva secuencial, este nivel es contemporáneo del estrato V de Shiloh, cuyas fechas absolutas van desde la primera mitad del siglo XI a.C., siguiendo la cronología convencional (Ilan, 1999, p. 140; Ilan, 2019, p. 20, tabla 2.3), a un final hacia el segundo cuarto del siglo X a.C., según la cronología revisada (Arie, 2008, p. 33).
También merecen nuestra atención varias jarras de contextos de Hierro 1 ligeramente posteriores. Una procede de la fase G-9 de Tell Dor (fig. 2: f; véase, además, Gilboa, 2018, p. 221, fig. 20.18: 7 y 8). Este nivel data de finales de la Edad del Hierro 1a (segunda mitad del siglo XI a.C., según Gilboa, 2018, pp. 166-167). Vasijas similares vienen del estrato VIA de Megiddo. Una es más ancha (fig. 2: c), mientras que la otra muestra dos asas y una base redondeada (fig. 2: j). Además, el nivel K-4 de las excavaciones de la Universidad de Tel Aviv ha evidenciado otra jarra con un cuello más corto, una sola asa y superficies cubiertas de engobe rojo (fig. 2: g). Ambos estratos son contemporáneos (Toffolo et al., 2014, p. 226, tabla 2; Kleiman et al., 2020, p. 235, tabla 2), y datan de entre finales del siglo XI a.C. y la primera mitad del siglo X a.C. (Kleiman et al., 2020, p. 535, tabla 1).
No obstante, las referencias más cercanas para las ánforas de cuello de ultramar podrían proceder de contextos del Hierro 2a. Un ejemplar del estrato III de Tell Abou Hawam representa, quizás, el mejor prototipo morfológico y decorativo (fig.1: b; Herrera y Gómez, 2004, pp. 92, 155, 264, 317, lám. XXXIII: 277; Belén y Pereira, 1985, p. 318; Herrera y Gómez, 2004, pp. 155, 158; González Prats, 2011, p. 602). Este caso pertenece a uno de tres tipos relacionados y comunes en el Hierro 2a del Levante meridional (fig. 3: a-i). El primero muestra cuerpos esféricos u ovalados que generalmente se apoyan en bases anulares, planos o redondeados. Sus cuellos son cónicos o cilíndricos, las aristas horizontales muestran un contorno agudo o redondeado y las dos asas opuestas tienen un perfil curvado y secciones circulares u ovaladas. Los bordes son de tres tipos. El primero es directo o abierto con un contorno simple que se ensancha hacia un labio redondeado o aplanado (fig. 3: a). La disposición del segundo es similar y muestra un engrosamiento exterior redondo o cuadrangular (fig. 3: b y f). A veces estos engrosamientos tienen un saliente por su lado inferior que da lugar al borde de la vasija de Tell Abou Hawam (fig. 3: g e i). La tercera variante es vertical y puede ser simple o bien presenta dos o tres molduras en el exterior (fig. 3: c, d y h). Por último, a excepción de los bordes con contornos simples, es frecuente la presencia de concavidades o escalones en su interior, probablemente para colocar una tapadera.
El segundo tipo muestra una sola asa vertical (fig. 4). Sus características morfológicas son similares a las de su homólogo de dos asas: tamaños grandes, cuerpos globulares u ovalados, bases anulares, cuellos cortos cilíndricos o cónicos, y bordes directos, abiertos o exvasados culminados por los mismos bordes ya vistos: simple (fig. 4: d), con labio ensanchado (fig. 4: b), engrosado en el exterior (fig. 4: a), incluyendo un saliente hacia el interior (fig. 4: c y f), y vertical (fig. 4: e).
El tercer tipo de jarra (fig. 3: j) es común en contextos del Hierro 2b. Presenta cuerpos esféricos, cuellos cilíndricos o cónicos cortos con un anillo en su parte superior, bordes diferenciados que generalmente muestran un engrosamiento en el exterior y a veces en el interior, normalmente con una concavidad, y tres asas desde el anillo hasta el hombro. También es frecuente la presencia de un aplique en forma de embudo situado en la parte superior del hombro (fig. 3: j; véase también, por ejemplo, Yadin et al., 1960: fig. LXXIV: 3; Chambon, 1984: p. 195, fig. 49: 9 y 10; Ben-Tor y Zarzecki-Peleg, 2015, p. 179, fig. 2.2.15: 6 y 7), aunque a veces está ausente (por ejemplo, Singer-Avitz, 2002, p. 121 fig. 7: 12, del estrato XI de Arad). Su base muestra uno o más agujeros para verter su contenido (Yadin et al., 1960, fig. LXXIV: 4; Chambon, 1984, p. 195, fig. 49: 11 y 12). Sin embargo, si estas perforaciones faltan, bien pudo alojar un cazo o dipper (como en Amiran, 1970, p. 243, fig. 250).
Las superficies de los tres tipos suelen ser lisas, aunque también aparece el engobe rojo, frecuentemente bruñido. Cuando están decoradas, predominan los motivos lineales, consistentes en diseños simples, a menudo en rojo y negro, con bandas y filetes en los puntos más anchos de la panza, a veces combinados con triglifos en el hombro. Otras veces, sólo aparecen los filetes, especialmente en la cerámica decorada filistea tardía (LPDW), también conocida como Ashdod ware (Ben-Shlomo et al., 2004; Ben-Shlomo, 2014, pp. 724-725; Maeir y Shai, 2015; Gitin, 2015, pp. 257-280). Por último, estos diseños lineales pueden aparecer en la mitad superior de los cuellos.
Tres referencias cronológicas son relevantes para estos casos de Hierro 2a. La primera es el Período Cerámico I/II de Samaria, cuyo terminus ante quem es el año 789 a.C., momento de la fundación de la capital (Kenyon, 1957; Núñez, 2018a, pp. 169-170, nota 286). Entre las cerámicas recuperadas destaca una vasija alta provista de un cuerpo ovalado y una sola asa (fig. 4: a), cuyo borde es similar al de una jarra del estrato IIA de Taanach (Rast, 1978, fig. 37: 1; Ben-Tor y Zarzecki-Peleg, 2015, p. 180, fig. 2.2.16: 4). Ambos casos representarían la continuación directa de sus predecesores del Bronce Tardío y del Hierro Antiguo. La diferencia entre esas dos etapas estaría en los cuerpos más curvos del Hierro 2a y, sobre todo, el desplazamiento hacia abajo del anillo del cuello.
La siguiente referencia es el estrato IV de Tell Rehov, que ha proporcionado dos ejemplos con dos asas, aunque con bordes diferentes (fig. 3: a y c). El final de este nivel se relaciona con las campañas de Hazael, rey de Aram, contra el reino de Israel en torno al 840-830 a.C., una fecha apoyada además por fechas C14 (Mazar, 2005a; Finkelstein y Piasetzky, 2007). Aproximadamente contemporáneos son algunos ejemplos del estrato VA/IVB de Megiddo, la tercera referencia cronológica. Dos tienen dos asas (fig. 3: e, f), una de las cuales muestra una combinación de bandas horizontales y filetes con triglifos en el hombro (fig. 3: f), un tercer caso tiene un asa (fig. 4: f), y la última vasija muestra dos asas y una base redondeada (similar a la fig. 3: i).
Otros contextos contemporáneos han aportado casos similares. Por ejemplo, del Período Cerámico III de Samaria viene una vasija con un asa, cuello cilíndrico, borde cónico vertical y decoración lineal bícroma (fig. 4: e). Otros casos provienen del estrato A3 de Tel es-Safi/Gath, que produjo algunas ánforas con dos asas (Shai y Maier, 2012, fig. 14.6: 8, fig. 14.9: 5), dos vasijas similares pertenecientes a la LPDW (Shai y Maier, 2012, fig. 14.1: 5, fig. 14.11: 9), y otra con base redondeada (fig. 3: i). Desde una perspectiva secuencial, el último ejemplo podría ser un ejemplar de la tumba II del Monte Carmelo (fig. 4: d), que muestra un cuerpo globular, un cuello cónico carente de cresta, un borde exvasado con labio simple y una decoración bícroma consistente en bandas horizontales y filetes en la panza combinados con triglifos en el hombro.
La repercusión tipológica o cronológica de otros ejemplos del Levante meridional hallados en contextos del Hierro 2a es limitada. Un ejemplo es una jarra fragmentaria de Tell Qasile (Maisler, 1950-1951, lám. 34), afectada por su estado, la calidad de su ilustración original y la información secuencial que proporciona el texto. Dos vasijas recuperadas en Beth-Shemesh, cerca de Jerusalén, se encuentran en la misma situación. Una de ellas (Grant, 1934, p. 21, fig. 2: 10, fig. o lám.XXI) parece pertenecer o ser una imitación de la LDPW, mientras que el segundo ejemplo (fig. 3: b; véase también, Amiran, 1970, pp. 233 y 240) destaca por su cuello corto y estrecho, su cuerpo esférico proporcionalmente más grande y el engobe rojo bruñido verticalmente que cubre sus superficies. El interés de esta jarra reside en su similitud con los ejemplos de un solo asa registrados en el mismo yacimiento (por ejemplo, Grant, 1932, p. 71, fig. XLIII: 7).
Otra cuestión relacionada se refiere a las conexiones entre las ánforas de la LDPW con las variantes observadas en otros contextos del sur de Levante. En primer lugar, la producción de esta vajilla del Hierro 2a tiene su origen en las regiones costeras del sur y en el Shephelah. Aunque se desarrollaron a partir del repertorio cerámico filisteo del Hierro 1, estas cerámicas abandonaron los rasgos micénicos o chipriotas anteriores por rasgos ornamentales y tipológicos supuestamente procedentes del Levante central (Ben-Shlomo et al., 2004, p. 20; Shai, 2011, p. 122; Shai y Maeir, 2012, pp. 347-350; Gitin, 2018). Una de estas influencias incluye la presencia de engobe rojo bruñido y patrones lineales en negro, a veces sobre fondo blanco.
Las “ánforas globulares” de la LDPW serían homólogas a las ánforas de cuello vistas en otras zonas (fig. 3: g y h). Morfológicamente afines a los especímenes descritos anteriormente, estas jarras presentan cuellos cilíndricos o cónicos proporcionalmente más grandes, rematados por bordes moldeados (Ben-Shlomo et al., 2004, p. 6, fig. 2: 3; Gitin, 2015, p. 277, fig. 2.5.8: 1-3) o redondeados (Gitin, 2015, p. 277, fig. 2.5.8: 4 y 6). Además, la muestra también incluye jarras sin el anillo en el cuello, como algunos de sus homólogos del norte (Gitin, 2015, p. 277, fig. 2.5.8: 6), ciertos casos con una base redondeada (Ben-Shlomo et al., 2004, p. 6, fig. 2: 4; Shai y Maier, 2012, pp. 337-339, tipo JG 8, fig. 14.17: JG8, fig. 14.9: 6; Gitin, 2015, p. 277, fig. 2.5.8: 7; Arie, 2013, p. 708, tipo AM33), así como una variante más corta y con una sola asa (Ben-Shlomo et al., 2004, p. 8, fig. 3: 6; Shai y Maier, 2012, p. 336, tipo JG4.1, fig. 14.12: 5). Esta cerámica, incluidas las ánforas, habría aparecido en el siglo X a.C., llegando al siglo VIII a.C. en algunos casos (Gitin, 2015, p. 257, tabla 2.5.1). Sin embargo, recientes correcciones de la cronología del Hierro 2 en Filistea (Finkelstein y Singer-Avitz, 2001; Finkelstein y Singer-Avitz, 2004; contra Ben-Shlomo, 2003) situarían su inicio a finales del siglo X a.C., mientras que su apogeo se habría producido en el siglo IX a.C. (Shai y Maeir, 2012, p. 348).
De manera general, la variante con dos asas habría perdido su lugar durante el Hierro 2b en favor de vasijas provistas de tres asas. Los ejemplos que muestran el dispositivo de pico provienen, por ejemplo, de los estratos VII a V de Hazor (Yadin et al., 1960, fig. LXXIV: 3 y 4, del estrato VI de Hazor, fig. XCVI: 3, del estrato VA; Yadin et al., 1961, fig. CLXXXV: 11, del estrato VI, fig. XXXV: 23, del estrato VII, fig. CCXXVIII: 24, 25, del estrato VA), los niveles VIId y e de Tell Far’ah (fig. 3: j; para la corrección de la cronología original, véase Finkelstein, 2013, p. 69, tab. 2), el estrato P-7 de Beth-Shean (Mazar, 2006, p. 459, fig. 38: 1 y 2), o los estratos IV(B) a I de Megiddo (Lamon y Shipton, 1939, fig. 12: 61 y 62; Loud, 1948, fig. 91: 5). En cuanto a la variante sin pico, los mejores ejemplos proceden de algunas tumbas de Tell er-Reqeish (Culican, 1973, p. 69, fig. 1: R2, p. 73, fig. 2: R8, p. 75, fig. 3: R13, 14 y 17, p. 77, fig. 4, R19, p. 79, fig. 6: 455, 476 y 499, p. 80, fig. 7: 494, p. 82). La alternativa a estas vasijas fueron algunos desarrollos posteriores de las ánforas con anillo en el cuello (Lamon y Shipton, 1939, fig. 10: 39, de los estratos III a I) o una serie de jarras con dos asas opuestas, pero sin anillo en el cuello (Ben-Tor y Zarzecki-Peleg, 2015, pp. 176-177, fig. 2.2.14: 12, 13 y 14, de Hazor VII, Megiddo IVA y Kinneret II, respectivamente; Herzog y Singer-Avit, 2015, p. 231, fig. 2.4.6: 3, del estrato V de Beersheba).
Los contextos del Hierro 2b también ofrecen ejemplos con una sola asa. Los mejores provienen de Hazor, estratos VI (fig. 5: a) y V (fig. 5: b), que datan de las décadas centrales del siglo VIII a.C. Ambos vasos presentan cuerpos esféricos, pero sus cuellos son diferentes. En un caso (fig. 5: a) es corto y tiene un contorno cilíndrico, mientras que la segunda jarra cuenta con un cuello cónico (fig. 5: b). Además, sus bordes están engrosados en la parte exterior, en un caso redondeado/convexo (fig. 5: a) y en el otro cuadrado (fig. 5: b). Por último, la superficie es lisas en un caso, con la mitad superior del cuello pintada en rojo (fig. 5: a), mientras que la segunda jarra muestra un recubrimiento con un engobe rojo.
Las pruebas indican la presencia en contextos del Hierro 2a del Levante meridional de una serie de jarras tipológicamente conectadas, cuyo origen estaría en el Bronce Tardío. El rasgo definitorio sería un anillo en sus cuellos, al menos tres variaciones según la forma de sus bordes, una o dos asas desde el hombro hasta el anillo, y bases estables o redondeadas. Las superficies podían ser lisas o mostrar un engobe rojo, mientras que la decoración consistía en diseños lineales en la panza y en la mitad superior del cuello. Además, parece que el tipo tuvo su momento de mayor frecuencia hacia mediados o la segunda mitad del siglo IX a.C., mientras que las variaciones observadas entre los diversos tipos parecen responder a particularidades regionales, como indican las ánforas LPDW. Por último, durante el Hierro 2b, la variante de una sola asa siguió evolucionando, mientras que las jarras con tres asas ocuparon el lugar que antes ocupaban los ejemplos con dos.
La aparente ausencia en el Levante central de vasijas de anillo en el cuello (a partir de ahora “Jd”) resulta extraña dadas las conexiones cerámicas observables con la zona meridional. De hecho, los únicos ejemplos podrían ser dos fragmentos de cuello recuperados en Beirut, en un contexto que podría datarse en el siglo noveno a.C. (Jamieson, 2011, p. 197, fig. 6: 1 y 2). Esta situación podría ser reflejo de regionalismos o bien una consecuencia del número comparativamente reducido de contextos de la Edad del Hierro excavados hasta la fecha en esa región.
Es necesario aclarar varios aspectos. Estas jarras son tipológicamente diferentes de las jarras de cuello anillado (en adelante “Ja”). El origen y la evolución de estas últimas son evidentes para la mayor parte de la secuencia de la Edad del Hierro en el Levante central y sus vecinos meridionales más cercanos, un fenómeno ya explicado en otros lugares (Núñez, 2008; Núñez, 2008-2009; Núñez, 2018a, pp. 114-117; su evolución durante el Hierro Medio y Tardío está sintetizada en la fig. 8). Sin embargo, la presencia de una segunda variante en el Hierro Medio B, hacia la segunda mitad del siglo IX a.C., desconcertó la comprensión de la evolución de las jarras de cuello anillado en su conjunto (por ejemplo, Núñez, 2008, p. 46; Núñez, 2008-2009; Núñez, 2021a, pp. 34-35).
Este grupo “Jd” representa una ruptura de la lógica observada en el grupo “Ja”. Se caracterizaba por la presencia de rasgos morfológicos y decorativos típicos entre las vasijas de cuello anillado del Levante meridional. Es el caso de la presencia de cuellos cónicos (fig. 6: d - g) o cilíndricos (fig. 6: a-c) rematados por bordes directos (fig. 6: a y b), verticales (fig. 6: c, f y g) o abiertos (fig. 6: d y e). Sus secciones podían ser bien simples con labios aplanados (fig. 6: a, d y f) o redondeados/ahusados (fig. 6: c y g), o bien provistos de engrosamientos por el interior (fig. 6: e) o en el exterior (fig. 6: b). Los cuerpos solían ser globulares con bases anulares de altura variable. Por último, la presencia de jarras sobredimensionadas era habitual (como en la fig. 6: f).
Los recursos decorativos también siguen patrones observados entre las vasijas de cuello anillado del Levante meridional. Así, las jarras se dejaban sin decorar o con diseños lineales en la panza (fig. 6: a, f y g), ocasionalmente complementados con triglifos y motivos geométricos en el hombro (fig. 6: a y d). La decoración de la mitad superior del cuello es más común (fig. 6: d, f y g), en ocasiones quedando como único ornamento (fig. 6: b y e). Su diseño consistía generalmente en una banda roja justo debajo del borde que llegaba a veces al interior, flanqueada por una serie de filetes en negro, un diseño frecuente en ejemplares contemporáneos del grupo “Ja” (fig. 8: 3) o las jarras con pico (Chapman, 1972, p. 64, fig. 2: 4; Bikai, 1987, fig. VIII: 115 y 117; Aubet et al., 2014, p. 195, fig. 2.26: U.97-2).
Su aparición podría deberse a la adaptación a estándares cerámicos del Levante central de las vasijas de cuello anillado meridionales en el Hierro Medio B. Esta situación habría dado lugar a una nueva línea evolutiva que incluiría las denominadas stilted rim jugs de Bikai (Bikai, 1978, pp. 33-35), algo apoyado por la identificación como importaciones “fenicias” de jarras similares en contextos contemporáneos del Levante meridional (por ejemplo, fig. 4: d, o fig. 7: b; véase también Stern, 2015, p. 468, fig. 4.1.17: 1), algunas incluso con decoración de triglifos (como en Stern, 2015, p. 467, fig. 4.1.16: 2 y 3). Además, ambos grupos formales siguieron líneas evolutivas paralelas que mantuvieron sus respectivos rasgos morfológicos y decorativos definitorios (fig. 8).
Durante el Hierro Tardío, el grupo “Jd” evolucionó por tres líneas paralelas. Una mantuvo los cuellos cilíndricos y los bordes con engrosamientos en el exterior (fig. 8: 29-30, flecha morada). La segunda presentaba cuellos cónicos y dio lugar a dos sub-líneas: una mostraba bordes directos con labios biselados o engrosamientos triangulares exteriores (fig. 8: 23 - 28, flecha verde oscuro), mientras que la otra se abría con labios simples (fig. 8: 22, flecha naranja). Finalmente, la tercera línea recoge jarras de cuellos cónicos y bordes erectos con un contorno exterior convexo (fig. 8: 31 - 32, flecha verde oscura). Este tipo dio lugar a las llamadas “botellas de aceite”, más frecuentes en ultramar (Culican, 1970; Ramón, 1982; Orsingher, 2010). Es relevante desde el punto de vista tipológico, que la forma del cuello se mantiene inalterada en las tres variantes durante el Hierro Tardío, sólo en ocasiones afectada por un proceso de compactación.
Finalmente, las superficies simples eran frecuentes, no así la presencia de engobe rojo. La decoración desarrollaba patrones y diseños anteriores de dos maneras. Primero, la decoración principal ocupaba la mitad superior del cuello, consistente en la adición, por debajo de la decoración lineal, de una banda roja justo por encima de la cresta, que daba lugar a un aspecto simétrico (fig. 8: 6, 7, 9, 11, 15 o 26). Esta modificación se produjo en las primeras fases del Hierro Tardío (compárese la fig. 8: 3, 23 y 31 con la 4, 5, 14, 24, 25 o 30) y apareció, incluyendo sus variaciones (como en la fig. 8: 19 o 21), entre las jarras del grupo “Ja” (fig. 8, flechas en rojo, azul y verde) y sus homólogas del “Jd” (fig. 8: 24, 25, 26 o 30). El segundo patrón aparecía entre las jarras “Jd” con cuellos cónicos y bordes simples directos o cortos abiertos (fig. 8: 16). Consistía en el recubrimiento de la mitad superior del cuello con pintura roja, complementado con la presencia de una banda horizontal en el hombro (fig. 8: 27 y 28). Por último, las superficies de las ‘botellas de aceite’ no estaban generalmente decoradas (fig. 8: 32).
A pesar de la ausencia aparente de vasijas de dos asas en el Levante central, las conexiones entre el grupo “Jd” y ejemplos del Levante meridional se hacen evidentes. Por ejemplo, su aparición en la segunda mitad del siglo IX a.C., al tiempo de las ánforas LPDW y sus homólogas en yacimientos como Tell Abou Hawam, Megiddo, Tell Rehov o Tell es-Safi/Gath. Por tanto, podríamos hablar de variantes regionales de un mismo fenómeno cerámico.
Además, y a pesar de la manifiesta complejidad tipológica de estas jarras, es evidente que todas las variantes evolucionaron de manera autónoma durante el resto de la Edad de Hierro Medio y Tardío. Sin embargo, las jarras del grupo “Ja” recibieron la influencia del “Jd”, visible en el abandono de la decoración concéntrica en la segunda mitad del siglo IX a.C., o la presencia de jarras de cuello anillado morfológicamente “ortodoxas” decoradas con decoración horizontal en el vientre y con triglifos en los hombros (como en la fig. 7; véase también Chapman, 1972, p. 82, fig. 9: 44 y 45, o Shawamra y Capella, 2020, p. 49, fig. 8), recurso decorativo empleado también, por ejemplo, en los escanciadores (Chapman, 1972, p. 87, fig. 10: 18, p. 88, fig. 11). Otra influencia habría sido la presencia de jarras del grupo “Ja” de gran tamaño (como la fig. 8: 4, 14, 19 y 20).
Por último, es posible diseñar un esquema que sirva de base para el desarrollo futuro (fig. 8). Sin embargo, los cambios experimentados por estos tipos y la relación son difíciles de sistematizar y dejan espacios vacíos causados, quizá, por lagunas en el conocimiento de todas sus características e interconexiones, así como la participación de más de un taller. Otro problema es el de las etiquetas culturales aplicadas a las personas al norte y al sur del cabo Naqoura, las cuales condicionan nuestra percepción, lecturas e interpretaciones de la evidencia material de regiones vecinas que comparten un mismo bagaje cultural cananeo. Por ello, las diferencias entre ambas zonas parecen responder más a regionalismos que a la participación de nuevos grupos culturales en la generación de su cultura material.
Con todas estas cuestiones en mente, es hora de analizar la situación en otras zonas del Mediterráneo.
Como se ha indicado, este artículo no ofrece un análisis exhaustivo de las ánforas de cuello de ultramar, su estructura tipológica o sus características morfológicas y decorativas. Varios autores han emprendido previamente esta tarea (por ejemplo, Briese, 2007 para Cartago; Bartoloni, 1988, pp. 168-169 y 2014, pp. 13-15 para Cerdeña; Torres, 2008 o González Prats, 2011 para la península ibérica). En cambio, su objetivo es evidenciar sus conexiones más tempranas con prototipos levantinos y ofrecer un marco secuencial y cronológico para su aparición en ultramar.
Cuatro factores influyen directamente en esta tarea. Primero, el carácter secuencial y cronológico de la presencia levantina más antigua en ultramar ha sido centro de controversia en los últimos años (Núñez, 2015; Núñez, 2018b). Segundo, la mayoría de los ejemplos representan versiones ultramarinas plenamente desarrolladas, fruto de la actividad durante décadas de un número incierto de talleres alfareros, en ocasiones autónomos. Tercero, las referencias utilizadas para las producciones ultramarinas implican frecuentemente asunciones sobre la evolución de sus rasgos morfológicos y decorativos. Cuarto, las naturaleza tipológica, secuencial y cronológica de las referencias levantinas requieren una aclaración y una contextualización. En quinto lugar, la mayoría de las veces es imposible saber qué ejemplos son importados o locales.
Siguiendo un orden secuencial (véase la tab. 2), Huelva ofrece hasta ahora la evidencia más antigua de actividad levantina en ultramar. Este yacimiento arrojó una compleja estratigrafía con materiales que cubren un amplio espectro secuencial y cronológico (González de Canales et al., 2004; González de Canales et al., 2017). Su fecha más temprana se ha fijado en la primera mitad del siglo IX o, incluso, en el siglo X a.C. (González de Canales et al., 2004; González de Canales, 2004; González de Canales y Llompart, 2020). Sin embargo, la cronología de este conjunto cerámico abarcaría desde el Hierro Medio B a las primeras fases del Hierro Tardío B, es decir, desde mediados del siglo IX a.C. hasta el primer tercio del siglo VIII a.C. (Núñez, 2018a, pp. 145-174; Núñez, 2018b).
Tabla 2. Ordenación secuencial y cronológica de los yacimientos relevantes del Mediterráneo central y occidental seguida en el texto.
No parece haber ánforas de cuello entre estos materiales; sin embargo, las características morfológicas y decorativas de las jarras de ambos grupos coinciden con las observaciones del Levante durante el Hierro Medio y la primera parte del Tardío (González de Canales et al., 2004, p. 61, fig. XI; Núñez, 2018a, pp. 114-117). Por ejemplo, entre las jarras del grupo “Jd” (González de Canales et al., 2004, p. 61, fig. XI: 34-45) hay ejemplos de cuellos cónicos (fig. 9: 34, 36-38 y 41) y cilíndricos (fig. 9: 35, 40, 42 y 45). Estos casos presentan cuatro variedades de borde: abierto con labios planos (fig. 9: 36; véase la fig. 8: 23) o con labios cónicos erectos con una concavidad en el interior (fig. 9: 35, 37-38, 40 y 41; véase también la fig. 8: 23 y 31), directos con un engrosamiento exterior y un interior aplanado (fig. 9: 34, 42, 45 y, probablemente, 43; véase fig. 8: 25, 19 y 30), y abiertos con un doble engrosamiento a ambos lados del borde (fig. 9: 44). También es interesante la presencia de un fragmento de cuerpo perteneciente a una gran jarra con asa vertical (fig. 9: 39) que es simple y de sección ovalada como el resto de las asas recuperadas (fig. 9: 14, 15 y 39). Por último, salvo un fragmento que presenta decoración horizontal en el exterior del labio (fig. 9: 42), todos los fragmentos de borde son lisos, mientras que dos fragmentos de panza muestran una decoración similar (fig. 9: 50 y 52).
Avanzando, los niveles más antiguos reconocidos hasta ahora en Sant’Imbenia (Oggiano, 2000) o en Útica (López Castro et al., 2016; López Castro et al., 2020) coincidirían con un estadio avanzado de los representados en Huelva. Sin embargo, sus publicaciones no ofrecen ningún ejemplo de ánfora de cuello o de jarras de cuello anillado en ninguna de sus variantes. De vuelta a la península ibérica, los materiales publicados de La Rebanadilla, en Málaga y su cementerio del Cortijo de San Isidro representan un estadio secuencial posterior (Sánchez et al., 2011; Sánchez et al., 2012; Juzgado et al., 2016; Sánchez et al., 2020), que coincide con la última parte del rango secuencial mostrado en Huelva (Núñez, 2018a). Volveremos a este yacimiento más adelante, pero allí tampoco apareció ningún ejemplo de ánfora de cuello.
Una situación similar se da en contextos contemporáneos de los niveles más antiguos reconocidos en Cádiz. Así, el nivel más antiguo del yacimiento del Teatro Cómico, el Periodo II (fig. 9; Torres et al., 2014; Torres et al., 2020), se solapa con el conjunto secuencialmente más reciente de Huelva, es probablemente ligeramente anterior a los niveles más antiguos del Castillo de Doña Blanca (Torres et al., 2014, p. 51) y coincide con la mayoría de las etapas secuenciales representadas en Cánovas del Castillo (Córdoba y Ruiz Mata, 2005) y Calle Ancha (Ruiz Mata et al., 2020).
Sin embargo, en el Periodo II del Teatro Cómico aparecieron ejemplos del grupo “Jd” (fig. 9: UE 584/1, UE 584/6, UE 584/7 y UE 622/1; Torres et al., 2014, p. 59, fig. 5: c y d, p. 61, fig. 6: a y b). Estos casos pertenecen a dos variantes presentes en contextos de finales del Hierro Medio y principios del Hierro Tardío en Levante y Huelva. La primera muestra cuellos cilíndricos y bordes directos con engrosamientos en el exterior y labios cónicos erectos (fig. 9: UE 584/6; Torres et al., 2014, p. 59, fig. 5: d; véase fig. 8: 19 y 30) en algunos casos provistos de una concavidad en el interior (fig. 9: UE 584/1 y UE 622/1; Torres et al., 2014, p. 61, fig. 6: a y b; véase fig. 8: 31). Una variante de este tipo de borde, cubierto por engobe rojo, apareció en el yacimiento de Calle Ancha (Ruiz Mata et al., 2014, p. 99, fig. 15: 7). La segunda variante presenta un cuello cónico y un borde abierto rematado por un labio aplanado (fig. 9: UE 684/7; Torres et al., 2014, p. 59, fig. 5: c; véase fig. 8: 23). Asimismo, destaca la presencia de un asa geminada en uno de esos fragmentos de cuello (fig. 9: UE 622/1; Torres et al., 2014, p. 61, fig. 6: b), rasgo que difiere de los materiales recuperados en Huelva. Por último, ninguno de los fragmentos mencionados presenta decoración.
El mismo estrato produjo cuatro ejemplos de jarras sin decorar y con cuerpos esféricos, cuellos cónicos compactados y bordes con un contorno exterior redondeado (fig. 9: UE 568/3, UE 736b, c y d; Torres et al., 2014, pp. 60-62, fig. 7). Los bordes ofrecen tres perfiles. Uno es erecto y ligeramente incurvado con un labio cónico (fig. 9: UE 735), el segundo es abierto con un engrosamiento redondeado en el exterior (fig. 9: UE 736), que en un caso se contrarresta con una ligera concavidad interior (fig. 9: UE 568/3), y el tercero muestra una postura abierta, un suave contorno exterior redondeado, un amplio labio plano y un engrosamiento interior redondeado (fig. 9: UE 737). Desde el punto de vista tipológico, estos cuatro casos evolucionan directamente de prototipos levantinos datados en la última parte del Hierro Medio (véase la fig. 9: 31) y, como señalan acertadamente los autores, representan ejemplos tempranos de las llamadas “botellas de aceite” (compárese con la fig. 8: 32; Culican, 1970; Ramón, 1982; Orsingher, 2010).
Por lo que respecta al Mediterráneo Central, un estrato del yacimiento cartaginés de Bir Massouda se solapa o es ligeramente posterior al caso gaditano (BM04/4461; Docter et al., 2008, pp. 385-394; Núñez, 2014b). Este nivel proporcionó el cuerpo de un recipiente esférico con decoración horizontal bícroma, que podría pertenecer a un ejemplo del grupo “Jd” (fig. 9; Docter et al., 2008, p. 389, fig. 2: 10; Núñez, 2014b, pp. 16, 27-32, fig. 4: 10). Este estrato también produjo una fecha C14 que es compatible con una datación del segundo cuarto del siglo VIII a.C. (GrA-29281: 2520±25 Cal BP = 780-550 Cal BC a 1s, así como 800-510 Cal BC a 2s; Docter et al., 2008, p. 415, fig. 12; Núñez, 2014b, p. 9, fig. 1). Este resultado secuencial y cronológico se ve apoyado por los materiales encontrados en el estrato S73 del llamado yacimiento “Astarté 2” (Maraoui y Schön, 2020, pp. 79-86, fig. 5), que ha proporcionado una fecha C14 idéntica (US 73 #26859: 2520±25 Cal BP = 781-567 Cal BC en 1s y 792-544 Cal BC en 2s; Maraoui y Schön, 2020, pp. 96-98, tab. 4, 2 y fig. 10).
Curiosamente, de la siguiente unidad estratigráfica, US70-US65 (Maraoui y Schön, 2020, pp. 81, 86-91, fig. 7 y 8), procede un fragmento de borde que podría pertenecer a una jarra del tipo de borde vertical (fig. 9; Maraoui y Schön, 2020, pp. 89-90, fig. 8: Cat.47:013/120+140). Los autores la identificaron inicialmente como una importación chipriota, aunque la descripción de la pasta no es concluyente (Maraoui y Schön, 2020, p. 90). Sin embargo, la disposición vertical de su cuello y la forma triangular del borde apuntarían a una jarra del grupo “Jd” (compárese con la fig. 11: b), como también indican dichos autores. La decoración transversal sobre su labio podría apoyar el sugerido origen chipriota de la pieza (Maraoui y Schön, 2020, p. 90). Sin embargo, este recurso decorativo también es bien conocido en el repertorio cerámico levantino de las Edades del Bronce y del Hierro (por ejemplo, fig. 7: b, c y e; véase, además, Núñez, 2004, p. 185, fig. 100: 6 y 7; Aubet et al., 2014, p. 196, fig. 2.27: U.98-4, p. 205, fig. 2.36: U.110-2:2) y está presente en ejemplos ultramarinos (por ejemplo, Blázquez et al., 1979, fig. 59: 618).
De vuelta a la península ibérica, y siguiendo el mismo orden secuencial, el Nivel B1 de Morro de Mezquitilla, en Málaga (Schubart y Maas-Lindemann, 2017) se solapa con el estrato US70-65 de “Astarté 2”. Aquí interesan dos subniveles, B1a y B1b1, considerados por los autores como contemporáneos (Schubart y Maas-Lindemann, 2017, p. 119, fig. 10).
El nivel B1a ha producido, hasta donde sabemos, los primeros ejemplos del grupo “Jd” (fig. 9), aunque no es posible adscribirlos a la versión de una o dos asas. El primer caso es un fragmento que probablemente pertenezca a la variante de mayor tamaño (fig. 9: 132). Son significativos su cuello cilíndrico, aparentemente desprovisto de decoración en su mitad superior, el anillo central, la única asa vertical de sección ovalada y los restos de decoración en el hombro consistentes en dos filetes horizontales en negro. También es notable que el mismo diseño aparezca en diversos fragmentos de pared del mismo subnivel (fig. 9: 123, 133, 138 y 144; véase más adelante).
Otros cinco fragmentos de cuello corresponden sin duda a jarras de este tipo (fig. 9: 121, 129, 136, 141 y 145), tres de los cuales conservan el borde (fig. 9: 136, 141 y 145). Sus anillos son angulares, las mitades superiores son erectas, y los bordes son directos con engrosamientos triangulares en el exterior. Estos rasgos morfológicos aparecen, por ejemplo, en Toscanos (Maas-Lindemann, 1982, fig. 13: 413) o en Cádiz (Ruiz Mata et al., 2020, p. 372, fig. 8: 7) y recuerdan a los ejemplos levantinos vistos anteriormente (como en la fig. 5: a, o la fig. 8: 20, 24, 25, 26 y 30). También es interesante la decoración de dos de estos fragmentos, que combina una banda central en rojo con filetes negros en un caso (fig. 9: 136) y con otra banda del mismo color en el otro (fig. 9: 141). Este diseño no es común en este tipo de jarras en el Levante, pero aparece con frecuencia en los cuellos de ciertos tipos de jarras (véase, por ejemplo, Núñez, 2021b, pp. 146-147, fig. 8). De los tres fragmentos de cuello restantes, uno presenta un contorno cónico con el mismo anillo central y un borde abierto (fig. 9: 121; véase Harden, 1937, p. 65, fig. 3: p), mientras que el otro es cilíndrico en su mitad inferior y cónico en la superior (fig. 9: 129). El tercer fragmento (fig. 9: 137) es más pequeño y podría haber pertenecido a una variante con borde de seta debido a su contorno cilíndrico, cresta angular y borde abierto. Sin embargo, su decoración representa una variación del mismo diseño visto anteriormente, lo que apoyaría que el fragmento perteneciera a una jarra de borde simple.
Por último, los fragmentos del cuerpo presentan dos motivos decorativos. El primero es lineal y consiste en una o varias bandas horizontales pintadas en rojo combinadas con filetes en negro (fig. 9: 123, 133, 138 y 144). En algunos casos, esos filetes se tocan con las bandas (como en la fig. 9: 133, muy similar al fragmento de Bir-Massouda mencionado anteriormente, o 138 y 144), mientras que, otras veces, ambos elementos permanecen separados (fig. 9: 123). Este diseño aparece, por ejemplo, en una jarra “Jd” de cuello cónico de Trayamar (Schubart y Niemeyer, 1976, lám. 8: 181). El segundo recurso cubre las superficies con engobe rojo (fig. 9: 135 y 140), observado en ejemplos de la necrópolis de Ayamonte (Marzoli y García Teyssandier, 2018, p. 81, fig. 81: 52a) o en algunos casos de finales del siglo VIII a.C. procedentes de Sulcis (Bartoloni, 2014, p. 13, fig. 2; Bernardini, 2018, p. 57, fig. 37: g).
Relevante desde el punto de vista tipológico y secuencial podría ser la presencia de dos fragmentos de hombro que muestran un asa geminada vertical (fig. 9: 135 y 140). Este rasgo no es habitual entre las jarras de cuello anillado contemporáneos ni en la mayoría de los tipos de jarras del Levante. Sólo se da ocasionalmente entre variantes específicas de la jarra (como en Aubet et al., 2014, p. 227, fig. 2.58: U.142-3, del periodo III de al-Bass, p. 233, fig. 2.64: U.154-3, del periodo IV, o p. 229, fig. 2.60: U.145-3, del periodo V). Sin embargo, caracteriza producciones de ultramar como las ánforas de cuello (véase la fig. 1: a), las jarras de cuello con una sola asa (véase la fig. 11: a, c-d), las vasijas pithoide (como en la fig. 12: c; véase también Maas-Lindemann, 1982, pp. 31-34, fig. 1: 16-18 y fig. 2: 19-22, 24 y 37; Plà, 2014), las vasijas de almacenamiento estables (por ejemplo, Schubart y Niemeyer, 1976, lám. 16: 606), y ocasionalmente las cráteras-anforoide (véase Harden, 1937, p. 65, fig. 3: j, en Cartago; Bartoloni, 1988, p. 173, fig. 1: D, en Cerdeña) o las ánforas (Spagnoli, 2019, p. 30, fig. 3.17).
Los subniveles B1a y B1ba del yacimiento de Morro de Mezquitilla han sido fechados en la primera mitad del siglo VIII a.C. (Schubart y Maas-Lindeman, 2017, p. 119, fig. 10, p.120, fig.11). Sin embargo, la presencia de un jarro con borde de seta (Schubart y Maas-Lindemann, 2017, fig. 45 y 46: 146) situaría al primero en el segundo cuarto de ese siglo. Esta variante es frecuente en contextos levantinos de la primera parte del Hierro Tardío B, que en Tiro sólo se manifiesta en la primera parte del periodo IV en al-Bass. Es, pues, posterior a su estrato IV y contemporáneo del final del sub-estrato D-1 de Sarepta (véase la tabla 1). La presencia de una jarra con cuello cónico con un ligero estrangulamiento justo debajo de su borde relativamente estrecho (Schubart y Maas-Lindemann, 2017, fig. 45 y 46: 131) apoyaría esta estimación secuencial. Varios enterramientos de la necrópolis de Tiro pertenecen a esta etapa secuencial, por ejemplo, las tumbas TT70/71 (Aubet et al., 2014, p. 182, fig. 2.13), TT93/94 (Aubet et al. 2014, p. 193, fig. 2.24), TT117/118 (Aubet et al., 2104, p. 211, fig. 2.42), o TT121/122 (Aubet et al., 2014, p. 213, fig. 2.44), que datan de las décadas centrales del siglo VIII a.C. (en este sentido, véase también Núñez, 2017, p. 20, fig. 6, pp. 28-29).
Por otra parte, algunos datos situarían el subnivel B1a a finales del siglo VIII a.C. o principios del VII a.C. (Núñez, 2017, p. 20, fig. 6). Por ejemplo, la presencia de una jarra de la variante de borde de seta o un borde inusualmente abierto con un labio cónico y superficies con engobe rojo (fig. 9: 159; Schubart y Maas-Lindemann, 2017, fig. 46: 159), que probablemente perteneció a un ejemplar con cuerpo piriforme como los recuperados en la necrópolis de Laurita, en Almuñécar/Sexi y fechado en la primera mitad del siglo VII a.C. (Núñez, 2013, pp. 47-58; véase, también, fig. 8: 9). Otro fragmento de borde muestra la disposición horizontal común de una jarra con borde de seta, incluyendo su labio redondeado y las superficies con engobe rojo (fig. 9: 150).
Este subnivel produjo cuatro ejemplos del grupo “Jd” (fig. 9: 147, 148, 151 y 154). El primero (fig. 9: 154) presenta un cuello cónico con un borde corto y abierto y un labio cónico. Estos rasgos apuntan a una jarra de borde estilizado de las últimas etapas del Hierro Tardío B o principios del Hierro Tardío C (compárese con la fig. 8: 27 y 28). La segunda (fig. 9: 148) podría pertenecer a un ánfora de cuello o a su variante de una sola asa. Conserva un hombro curvo, un cuello cónico y un asa vertical redondeada con una ranura longitudinal. Como ya se ha mencionado, asas como éstas han aparecido, por ejemplo, en Salambó (fig. 11: a y c), Toscanos (en ollas de cocina, Maas-Lindemann, 1982, fig. 17: 699 y 701, fig. 18: 740, 741, 746 y 749), y Trayamar (Schubart y Niemeyer, 1976, lám. 13: 549, lám. 16: 601, o lám. 17: 652). El tercer fragmento (fig. 9: 151) procede de un recipiente más pequeño y de contorno esférico cuyo diseño decorativo se asemeja a la primera variante descrita anteriormente.
Por último, el cuarto caso es una vasija completa (fig. 9: 147; Schubart y Maas-Lindemann, 2017, fig. 46: 147). Clasificada dentro de las “jarras con bordes en forma de copa”, representa una versión local del grupo “Jd”. Entre sus rasgos morfológicos están el cuello corto de disposición abierta y el borde corto colgante de sección cónica, los cuales difieren de los ejemplos con borde de seta típicos de la costa sur ibérica en esta etapa secuencial (por ejemplo, Marzoli y García Teyssandier, 2018, pp. 70-72, fig. 52: c, fig. 53: d y fig. 54: c, p. 81-85, fig. 61: 3, fig. 63: c, y fig. 65: c, p. 205-207, fig. 179: g, fig. 180: f, y fig. 181: c; Ruiz Mata y Pérez, 2020, p. 429, fig. 6: 1-2, y 4). Por el contrario, bordes similares aparecen habitualmente entre las ánforas de cuello y las vasijas pithoide (véase, por ejemplo, la fig. 10) recuperadas en contextos secuencialmente posteriores de yacimientos como el Cerro del Villar (Curià et al., 1997, p. 211, fig. 129, p. 212, fig. 130: b y c, p. 213, fig. 131, p. 235, fig. 153, p. 236, fig. 154, p. 237, fig. 155), Toscanos (Maas-Lindemann, 1982, fig. 1 y 2), Trayamar (Schubart y Niemeyer, 1976, lám. 8: 285 y 286), Cádiz (Torres et al., 2014, p. 72, fig. 17, p. 73, fig. 18), o La Fonteta (González Prats, 2014; Plà, 2014).
En conclusión, el subnivel B1a de Morro de Mezquitilla no han proporcionado ejemplos de bordes cónicos cortos y colgantes, lo que es relevante desde el punto de vista secuencial y cronológico. Sin embargo, la presencia de jarros del grupo “Jd” se evidencia a través de las asas geminadas, los bordes directos con ligeros engrosamientos en el exterior o los diseños lineales bícromos. Por tanto, este subnivel, fechable en las décadas centrales del siglo VIII a.C., marcaría el terminus post quem para la aparición de las típicas ánforas de cuello de la costa sur ibérica.
Esta sugerencia se ve reforzada por la tumba 1 de la necrópolis del Cortijo de San Isidro, en la desembocadura del río Guadalhorce, en Málaga (Juzgado et al., 2016). Los vasos fenicios de esta tumba son contemporáneos del subnivel B1a de Morro de Mezquitilla. Es definitivo el escanciador de cuello estrangulado (Juzgado et al., 2016, p. 112, fig. 6; compárese con Schubart y Maas-Lindemann, 2017, fig. 45 y 46: 131; véanse también las referencias ofrecidas en este trabajo), con un paralelo cercano en al-Bass (Aubet et al ., 2104, p. 213, fig. 2.44: U.121-3) asociado a un vaso semiesférico con decoración acanalada en su base (Aubet et al., 2014, p. 213, fig. 2.44: U.121-4), que es un rasgo típico de las primeras etapas del Hierro Tardío B. La jarra con borde de seta (Juzgado et al., 2016, p. 111, fig. 5) que acompañaba al escanciador confirmaría esta estimación secuencial (véase la fig. 8: 6 y 7). Sin embargo, la presencia en la tumba de una vasija pithoide utilizada como urna cineraria es de mayor interés (Juzgado et al., 2016, p. 114, fig. 10). La disposición horizontal de su borde, el cuello corto y las cuatro asas de triple correa representan un estadio evolutivo temprano, previo al caracterizado por bordes cónicos colgantes. Este detalle podría ser relevante para la evolución de las ánforas de cuello sobre la base de las coincidencias morfológicas existentes entre ambas formas.
Por estas razones, podemos concluir que la producción de las versiones clásicas de las ánforas de cuello y las jarras pithoide, mostrando los mismos tipos de asa, borde o diseño decorativo, se produjo después del estadio secuencial representado por el sub-nivel B1 y se fecharía en la segunda mitad del siglo VIII a.C. Probablemente, su aparición tuvo lugar en talleres ibéricos, dada la ausencia de estas dos formas en contextos contemporáneos del Mediterráneo central.
A la espera de nuevos datos que puedan cambiar las evidencias actuales, y teniendo en cuenta los argumentos ofrecidos anteriormente, la cuestión sería encontrar una explicación a la distancia cronológica entre las ánforas de cuello ultramarinas y las vasijas de cuello anillado con dos asas recuperadas en contextos del siglo IX a.C. en Levante. Tres circunstancias influyen en esta respuesta. La primera son los datos actuales, que indican la ausencia de ejemplos de ambas formas en contextos mediterráneos de inicios del siglo VIII a.C. Además, como ya se ha mencionado, las vasijas de dos asas perdieron popularidad en Levante en el siglo VIII a.C. En consecuencia, esta situación pone en duda que dicha forma o su concepto llegaran a los alfares del Mediterráneo central y occidental en las primeras etapas de su actividad productiva.
La segunda circunstancia se refiere a las características morfológicas y decorativas de las ánforas de cuello y la variante mono-ansada de ultramar, que presentan atributos característicos de los talleres activos en esas regiones, cuyas cualidades técnicas, tipológicas, morfológicas y decorativas toman como base de su evolución el momento en que iniciaron su actividad (en este sentido, véase Núñez, 2020). Por ello, la presencia de elementos arcaicos o arcaizantes no es necesariamente una prueba de antigüedad, sino evidencia del momento en que esos centros de producción iniciaron sus actividades.
El tercer factor es la mencionada ausencia de vasijas de cuello anillado y dos asas en el Levante desde fines del siglo IX a.C. Como se ha indicado anteriormente, parece que en el siglo VIII a.C. estas vasijas evolucionaron en el Levante meridional hacia la versión de tres asas. Mientras tanto, las variantes de un asa continuaron su evolución a lo largo de los siglos IX y VIII a.C. en el Levante y el Mediterráneo central y occidental, tal y cómo se ha comentado más arriba (véase la fig. 11). Ya hemos mencionado lo problemático que resulta reconocer a partir de las publicaciones qué ejemplares ultramarinos eran de importación o de producción local. Sin embargo, son las jarras de una sola asa las que probablemente evolucionaron hacia el ánfora de cuello en las costas del sur de la península ibérica. De allí viajaron a otras zonas, incluyendo la costa atlántica y el noroeste de África. En cambio, parece que los centros del Mediterráneo central prefirieron la versión de un solo asa, al menos en estas primeras etapas secuenciales (véase, por ejemplo, la fig. 11).
Ahora se plantean dos cuestiones más. Una se refiere a qué jarra o vasija con bordes verticales fue el prototipo del que evolucionó el ánfora de cuello. La segunda serían las razones para adoptar otra asa.
La primera es complicada por dos razones. En primer lugar, no existen ejemplos claros de las primeras manifestaciones del ánfora de cuello, lo que permitiría conocer su génesis tipológica. En segundo lugar, los ejemplares más tardíos de estas vasijas presentan rasgos morfológicos que, como ya se ha dicho, son comunes entre otras formas cerámicas como la jarra-pithoide. Sin embargo, posibles candidatos podría ser aquellos casos que presentan bordes con engrosamientos triangulares en el exterior del labio (compárese, por ejemplo, la fig. 1: a con la fig. 9: UE 584/1 o UE 622/1, de Cádiz, o 145, de Morro de Mezquitilla; véase también el borde de la vasija-pithoide en Juzgado et al., 2016, p. 114, fig. 10; finalmente, la fig. 8: 24, 25, 26, 27 y 30).
Una respuesta probable a la segunda pregunta podría ser la necesidad de un asa adicional para ayudar a transportar la jarra una vez llena o servir su contenido. Además, aunque las primeras producciones cerámicas ultramarinas se inicien a finales de la segunda mitad del siglo IX a.C. (Núñez, 2017), esto no implica que las ánforas de cuello ultramarinas aparecieran entonces. Los diferentes talleres ultramarinos eran autónomos y estaban vinculados a sus propias tradiciones, particularidades regionales e influencias, aunque siempre dentro de un contexto cerámico fenicio. Al contrario, la llegada de influencias de otras regiones mediterráneas pudo provocar cambios en los hábitos del consumo de vino y en las vasijas empleadas en esta actividad, incluyendo las ánforas de cuello. Una situación similar se da en el Levante central con respecto al ánfora, una forma que apareció en el siglo VIII a.C. en Tiro y en centros contemporáneos del Mediterráneo central (fig. 12; Núñez, 2021b). Volveremos sobre esta cuestión en el siguiente apartado de este artículo.
La producción de todo objeto manufacturado obedece a una finalidad, evidente para su creador y para quienes lo utilizan. Las circunstancias que enmarcan dicha relación pueden variar de un caso a otro, aunque algunas son esenciales: la función, el concepto del objeto, el productor y, por último, el propio objeto físico.
Debemos asumir la relación entre un objeto y su función. Por ello, cualquier acción realizada en un contexto determinado fomenta la creación del útil o conjunto de utensilios complementarios que permiten su ejecución. Su producción queda en manos de quien concibe el objeto y posteriormente lo reproducen utilizando sus habilidades y medios técnicos (véase, en este sentido, Malafouris, 2014). Para ello se debe combinar una serie de elementos esenciales y complementarios, ambos de diversa naturaleza. Los primeros tienen un carácter técnico y resultan necesarios para un rendimiento óptimo del objeto (pasta, morfología, acabado de superficies, cocción). Los segundos dependen del bagaje cultural del productor y adaptan el objeto a los gustos estéticos y costumbres que definen la sociedad. Por consiguiente, el vaso resultante debe reflejar una afinidad entre productor y consumidor, de modo que este último pueda identificarse con el producto del primero.
Sin embargo, en entornos funcionales idénticos pero ubicados en regiones diferentes, un mismo tipo en origen es susceptible de experimentar cambios morfológicos y decorativos divergentes. Esta situación es resultado de, al menos, dos factores: primero, la sucesión de manos que intervienen en la producción y la acumulación de cambios en la cadena operativa a nivel local; segundo, las posibles modificaciones funcionales, morfológicas o decorativas generadas por dinámicas internas o la influencia de otros entornos regionales.
Asimismo, una vez ambientados en esos contextos culturales, ciertos tipos cerámicos podrían desempeñar funciones no previstas originalmente para ellas (en este sentido, Knapp, 2018). Este escenario requiere la adaptación del vaso a esos entornos funcionales o culturales diferentes. Sin embargo, cada caso debe ser analizado en función de sus propias circunstancias para evitar generalizaciones. Además, todos los usuarios nuevos de la vasija debieron reconocer no sólo su propósito, incluyendo su contenido cuando es un contenedor, y cómo emplearlo, sino además unos estándares morfológicos y decorativos que debían colmar sus expectativas.
Las ánforas de cuello debieron experimentar una situación similar: su rol dentro del conjunto de vasos asociados a un determinado contexto de uso tuvo que ser cierto para las sociedades que las emplearon. Así, su presencia en tumbas evidencia su vinculación con el ritual funerario y, especialmente, con el consumo de vino (Núñez, 2021b, p. 133). Empleadas como recipientes, su uso secundario como urnas cinerarias en las tumbas de ultramar las conecta con otras formas empleadas de forma similar, como la crátera anforoide, las ánforas, el caldero o la vasija de almacenamiento. Sin embargo, las jarras del grupo “Jd” nunca han aparecido en el Levante como urnas. En su lugar, la versión más pequeña, con cuello cónico o cilíndrico, aparece como jarra dentro del conjunto de recipientes que acompañan a los grandes contenedores, especialmente a partir de las últimas etapas del Hierro Medio.
Los contextos levantinos han demostrado que un ejemplar del grupo “Jd” podía sustituir a una jarra del grupo “Ja”, aparecer asociada a ella en la tumba o encontrarse en el interior de la urna. Esto sucede, por ejemplo, en una tumba de Tambourit (Saidah, 1977) o la tumba 121 de Khalde (Saidah, 1966, pp. 64-72). En al-Bass, hasta el momento, sólo siete tumbas (el 4,57% de las 153 tumbas recuperadas) han producido jarras de grupo “Jd”: TT42 (Núñez, 2004, p. 177, fig. 92), TT54 (fig. 8: 28; Núñez, 2004, p. 190, fig. 105), TT147 (fig. 8: 26; Aubet et al., 2014, p. 230, fig. 2.61), TT157 (fig. 8: 27; Aubet et al., 2014, p. 237, fig. 2.68) así como TT235, TT250/253 y TT259/260, aún inéditas. Todos estos casos pertenecen a la variante de cuello cónico, excepto un ejemplo en miniatura con cuello cilíndrico hallado dentro de la urna (Núñez, 2004, p. 177, fig. 92: 7.6, TT42). Sólo dos casos parecen pertenecer a ejemplares sobredimensionados (fig. 8: 26 y un ejemplo inédito de la tumba TT250/253), mientras que el resto muestra cuellos gradualmente más compactos con bordes exvasados (como en la fig. 8: 27 y 28). Las jarras de Achziv ofrecen un comportamiento similar, incluyendo la preferencia por la variante cónica (Dayagi-Mendels, 2002, fig. 3.1: 49, fig. 3.2: 20, fig. 3.1: 22, fig. 4.3: 3, fig. 4.5: 7 y fig. 4.7: 12; Mazar, 2004, pp. 44, 64-65, fig. 11: 1-4, fig. 12: 3-5; 2009/2010, p. 51, fig. 15, p. 118, fig. 62: 3, p. 154, fig. 93: 1).
Frente a esta evidencia, hay que considerar tres aspectos. El primero sería la diferencia funcional entre las variantes con cuello cilíndrico y cónico, y de éstas respecto a las variantes de borde simple del grupo “Ja” (fig. 8, flechas azul y verde). Segundo, ¿por qué existían dos tamaños y cómo afectaba esto a su función y uso? En tercer lugar, ¿qué diferencias mostraban respecto a ejemplos de ultramar?
A falta de análisis de contenidos, la respuesta a todas ellas estaría en los orígenes de esta forma cerámica. Desde su presencia más temprana en contextos funerarios y domésticos levantinos, representaba un recipiente comparable a otros contenedores grandes. Posteriormente, una variante de menor tamaño apareció en momentos avanzados del siglo IX a.C., que evolucionó en paralelo con las variantes mayores quizá manteniendo un propósito similar, pero con una función diversa: contenedor de una sustancia (¿vino?) con propiedades específicas, quizás un complemento o aditivo para preparación de la bebida a consumir. Además, la asociación de las jarras los grupos “Ja” y “Jd” en un mismo contexto podría significar la presencia de sustancias diferentes, no todas necesariamente relacionadas con la preparación del vino. También destaca la presencia de versiones provistas de bordes con un pico (véase la fig. 2: e), o la de vasijas de almacenamiento con un anillo en el cuello (véase Pedrazzi, 2007, pp. 102-104, tipo 9-2), algunas con una tercera asa vertical que conecta el hombro y el cuello (fig. 13: b) y otras con un pico en el borde (fig. 13: c). Ante esta evidencia, cabe preguntarse si todas estas formas, incluido el grupo “Ja”, conformaban una vajilla para el consumo de vino caracterizada por la presencia de un anillo en el cuello.
Como se indicó, el uso de variantes del grupo “Jd” de asa simple o doble en tumbas en ultramar coincide con el de otros recipientes relacionados con el vino en el Levante. Sin embargo, la preferencia en el Mediterráneo Occidental por las ánforas de cuello se hizo pronto evidente, lo que contrasta con su escasez en el Mediterráneo central, donde la variante de un asa goza del favor de la sociedad (por ejemplo, Orsingher, 2015). Dado que ambas variantes están funcionalmente relacionadas, esta diferencia debería responder a causas regionales.
En otro orden de cosas, se ha indicado que la diferencia cronológica entre los ejemplos levantinos y los de ultramar del ánfora de cuello excluye una conexión directa entre ellos. Por consiguiente, una razón de su aparición en el siglo VIII a.C. podría relacionarse con nuevas tendencias en el consumo de vino en el Mediterráneo (Núñez, 2021b). Un reflejo de ello sería la presencia de nuevos recipientes: en el Levante meridional las tinajas de tres asas (fig. 3, j), el ánfora en el Levante central (fig. 12, a), que se replicó en el Mediterráneo central (fig. 12, b-c), y el ánfora de cuello en occidente (fig. 1: a; fig. 10: a).
Por ello, aunque las diversas regiones del Mediterráneo fenicio desarrollaron sus tradiciones cerámicas de forma autónoma, éstas se vieron influenciadas por ciertas tendencias generales. Así, la producción de ánforas de cuello en el Mediterráneo se produjo en la segunda mitad del siglo VIII a.C., aunque la variante de una sola asa apareció antes vinculada a prototipos levantinos importados. Además, sus rasgos morfológicos y decorativos indican una producción regional, que evolucionó a partir de ese momento, mientras que su uso se extendió por ambientes autóctonos. Sin embargo, esta nueva fase representa un capítulo que queda fuera del objetivo de este trabajo.
El autor quisiera reconocer la labor de los autores de los materiales originales usados para ilustrar este artículo.
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