Spal, 32.1, pp. 254-258. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2023.i32.09
Centrada en las prácticas rituales desarrolladas en cuevas y espacios naturales, esta publicación debe contextualizarse en dos ventanas de oportunidad. La primera se remonta a la organización de una sesión sobre esta temática celebrada en el marco del XXIV Congreso de la Asociación Europea de Arqueología (EAA) (Barcelona, 2018). Estas reuniones se han convertido en un auténtico vivero de libros, en los que suele ser habitual un núcleo homogéneo de trabajos, previstos por la organización, y un número variable de contribuciones espontáneas que aportan puntos de vista variados o aplicaciones de la temática en cronologías y/o áreas geográficas variadas, esquema al que responde el presente volumen.
La segunda ventana de oportunidad ha sido la disponibilidad para su publicación de la editorial “Presses Universitaires de la Méditerranée”, dependiente de la Universidad Paul Valery III de Montpellier. Esta activísima editorial cuenta entre sus numerosas colecciones con la titulada “Mondes anciens”, dirigida por Rosa Plana-Mallart, cuyo objetivo es abordar temas del mundo antiguo - textos, arqueología - mediante obras que ofrezcan visiones renovadas, tanto conceptuales como metodológicas. El libro se publica íntegramente en inglés, a excepción del prólogo de la directora de la colección y de la presentación del libro por los editores, cuyos textos se duplican en francés. Estos capítulos preliminares son imprescindibles para conocer las expectativas planteadas en la obra, y ofrecen una visión anticipada de cada una de las contribuciones incluidas en ella. Es de resaltar que, a diferencia de otros volúmenes colectivos, se ha optado por incluir las referencias bibliográficas al final de cada uno de los textos y no como un capítulo final, algo muy de agradecer y que facilita notablemente la lectura.
La renovación de los estudios sobre las experiencias religiosas en entornos naturales ha venido de la mano de la “Arqueología de los sentidos” o “Arqueología sensorial”, y buena parte de la bibliografía reciente sobre este tema es responsabilidad del profesor Robin Skeates, cuya contribución a este volumen resulta muy significativa, ya que se centra en los conceptos que deben guiar la comprensión de las formas del paisaje, no como espacios geográficos exclusivamente naturales y pasivos, sino imbricados en la mente y la acción de las sociedades humanas. Además de esta constitución interactiva, señala distintas categorías que pueden reconocerse en estas “landforms”: “vibrantes”, “animadas”, “variables” y “sensoriales”, ejemplificando cada caso con yacimientos estudiados por él en Italia, Croacia o Malta. Resucita el concepto de “animismo” para unas experiencias que no hacen distinciones entre lo profano y lo sagrado, lo físico y lo espiritual, y en definitiva, propone utilizar las experiencias sensoriales como una categoría arqueológica más, añadida a los estudios tradicionales de los lugares de culto, habitualmente basados en su análisis socio-económico, territorial y político.
Esta idea transciende a buena parte del resto de los trabajos, que se inician con dos estudios sobre cuevas en archipiélagos del ámbito mediterráneo, mostrando enfoques diferentes. El primero (Marlasca, López Garí y Escandell) analiza la Cova des Fum como un ejemplo de los ritos desarrollados en las Pitiusas durante la Edad del Bronce. Sus conexiones marítimas, sus puntos de referencia visuales y su relación con otros yacimientos del entorno permiten comprender su valor estratégico, para después pasar al estudio de las posibilidades sensoriales del interior de la cueva como espacio liminal de contacto con el más allá. El segundo (Trimmis) aborda un estudio sin límites temporales centrado en el archipiélago de las Cícladas, señalando cómo las cuevas son en sí mismas “islas de oscuridad” que contrastan con un entorno en el que la luz es deslumbrante. El atractivo de estos lugares liminales se mantiene a lo largo del tiempo, aportando experiencias vitales que resultan claves para el desarrollo de la vida social, en la que se imbrican mediante mitos y tradiciones que marcan las pautas del rito.
La siguiente aportación corresponde a M. López Bertrán, quien en su estudio sobre los santuarios púnicos de la Cueva de Es Culleram (Ibiza) y La Algaida (Cádiz), plantea la importancia de percibir ambos tipos de paisajes, en cueva y al aire libre, como “sagrados”, destinos que exigen el movimiento de la población y en los que se desarrollan experiencias emocionales y sensoriales más allá del mundo cotidiano. La autora se interesa por “corporeizar” a las personas que participan en todo el proceso religioso, siendo las mujeres en ambos casos las que cuentan con una mayor implicación en lo que serían importantes eventos en sus vidas.
Los siguientes estudios se centran en las grutas de uso religioso de ámbito ibérico, iniciándose con un trabajo de índole más general (Rueda, Machause, Amorós y Grau), que abarca ejemplos de áreas distantes, como Jaén, Alicante y Valencia. Siguiendo la tendencia marcada por los trabajos de Skeates, reconocen la necesidad de incorporar aspectos vinculados al mundo sensorial y emocional en la formación de las “geografías cognitivas”, que permiten un estudio más adecuado de estos lugares de culto al imbricarlos en el mapa mental, y no solo físico, de los territorios iberos. Además, y para abordar adecuadamente las experiencias religiosas, se recurre al doble nivel de análisis establecido por Whitehouse desde la Antropología social: el “imagístico”, más personal y experiencial, y el “doctrinal”, que encauza la práctica religiosa mediante su ritualización conforme a objetivos que incluyen intereses políticos, identitarios y territoriales. Ambos modelos se superponen desigualmente según las zonas y las épocas, y su estudio ofrece, como se señala en el trabajo, un gran potencial para la futura investigación.
El hecho de que quienes contribuyen a este volumen hayan tenido la oportunidad de conocer los trabajos restantes antes de la publicación, se advierte en el siguiente artículo (González Reyero), dedicado a las cuevas de la Umbría de Salchite (Murcia). Este estudio se convierte en un excelente ejemplo de cómo los presupuestos ya definidos permiten una lectura detallada y enriquecedora de estos lugares cuando se aplican a un caso concreto. Valoradas las evidencias de peregrinaje, estacionalidad y usos rituales, como libación y consumo, un completo estudio de los materiales aportados permite abrir varias posibilidades de lectura de las actividades religiosas aquí desarrolladas. Siguiendo de nuevo a Whitehouse, se concibe este lugar de culto como un núcleo de memoria colectiva, cuya referencia y manipulación es vital para justificar los importantes cambios políticos y territoriales del final del mundo ibérico. Esto implica, entre otras cosas, dejar de considerar a estas cuevas-santuario como emplazamientos geográficamente marginales respecto a los asentamientos, puesto que en momentos de cambio se convierten en ejes centrales de la construcción social.
Uno de los aspectos que jugaron un papel importante en el efecto religioso de las cuevas, y en su posible uso estacional, es su vinculación a eventos astronómicos, especialmente la salida y la puesta del sol en momentos clave del devenir anual. Un estudio de conjunto (Esteban) nos señala algunos elementos comunes entre las cavidades analizadas, y sobre todo diferencias recurrentes con los santuarios edificados. Estos últimos estarían más relacionados con la salida del sol y aquellas con el atardecer previo a la oscuridad, lo que les confiere un sentido ctónico. La modificación artificial de ciertos elementos de la cueva para reforzar el efecto deseado y su vinculación al agua serían algunos de los rasgos caracterizadores de la voluntad de transmitir los fenómenos que demostraban la presencia de la divinidad en estos lugares.
Precisamente el agua será la protagonista de los ritos que se desarrollaron en época ibérica en la Cueva de Font Mayor (Cots, Pérez, Diloli, Ferré y Sardá), centrados en la Sala del Llac, en un entorno oscuro y a considerable distancia de la entrada, cerca de la cual habían tenido lugar los ritos y depósitos correspondientes a momentos anteriores. La presencia de carbones se asocia con la iluminación necesaria para llegar hasta este lugar, y el amplio número de recipientes de pequeño tamaño revela la frecuentación de numerosos fieles que participarían activamente en ritos asociados a la transformación o renovación de sus vidas a través del medio acuático.
A partir de este momento el libro se abre a evidencias muy variadas de culto en lugares sagrados no arquitectónicos. El tránsito se realiza mediante la valoración de un relato no tan secundario del “trabajo” de Hércules vinculado a la captura del jabalí de Erimanto (Giuman). Antes de esa proeza, y según el texto de Pseudo-Apolodoro, Hércules se entretiene con el centauro Pholos, produciéndose una refriega con otros centauros, en el curso de la cual Quirón cae accidentalmente herido. Las cuevas, lugares en los que habitan los centauros, y el carácter no civilizado de éstos, que comen carne cruda, subrayan la liminalidad de las cavidades respecto al mundo humano, y su posición a medio camino del mundo de lo invisible.
Fuera ya del contexto de las cuevas encontramos la espléndida documentación del santuario de La Fajouse en el Pirineo Oriental (Dunyach). Situado en un afloramiento rocoso ligado a un manantial y en ámbito de montaña, revela las características del culto allí desarrollado y sus transformaciones a lo largo de los varios siglos en los que fue un referente religioso del área. Sus materiales, que como es lógico varían a lo largo del tiempo, al igual que sus patrones de deposición, muestran una vinculación identitaria con la presencia griega de Emporion y Rhode, y se plantea su papel como límite entre la Galia Narbonense e Iberia.
Volviendo a un contexto de cuevas, pero ya en época romana, se nos presenta un detallado estudio del conjunto de Cales Coves (Menorca), centrado en las cavidades de Coberxo Blanc y Cova dels Jurats (Gutiérrez-Rodríguez, Orfila y Goldberg). Ciertamente, este trabajo es original por el hecho de encuadrar los materiales recuperados en un detallado estudio geoarqueológico y microestratigráfico, que aporta una información muy rica al conocimiento de los procesos rituales y su incidencia en los procesos de formación sedimentaria de las cuevas. El sacrificio de las aves y otros animales ofrendados, y criados en el mismo lugar, se inserta en el culto de Dea Roma, conmemorando la fundación de la ciudad y celebrando su prosperidad, así como la ideología imperial.
El penúltimo trabajo incluido en el libro se separa, por las características de sus ejemplos y en buena parte de su cronología, de la línea “mediterránea” anterior, centrada en el primer milenio a.C. Se analiza aquí el caso de los conjuntos de estelas situados en áreas desérticas levantinas, un fenómeno repetido desde épocas prehistóricas remotas (Scheying). La autora debe justificar precisamente por qué se erigieron estos monumentos en zonas donde existían cuevas y abrigos naturales que constituyen el centro de interés de esta obra, concluyendo que su visibilidad en espacios abiertos y la posibilidad de emplazarlos en sitios estratégicos de comunicaciones favorecieron este formato, por otra parte muy insertado en las creencias locales más antiguas que aprovechaban las piedras naturales y valoraban el aniconismo.
La última aportación corresponde a H. Moyes (2012), otra especialista que ha centrado su trabajo en las particularidades religiosas de las cavernas como mundos oscuros y alternativos. La edición de esta obra colectiva es en gran medida un precedente para el libro que aquí se comenta, y de hecho, su texto no solo aporta ciertos principios bien documentados en el mundo maya, sino que abre el debate sobre una serie de cuestiones a las que alude a través de los distintos trabajos incluidos en este volumen. Su aportación servirá, por tanto, como base para realizar los comentarios finales sobre las líneas que pueden encauzar los estudios venideros sobre estos temas.
En primer lugar, se afirma repetidamente en los distintos estudios, que para estudiar las cuevas y sus ritos es necesario incorporar aspectos relacionados con las emociones y los sentidos. Como se pregunta Moyes, ¿es posible que esta vía no caiga en una subjetividad que anule el método científico? Ciertamente, la capacidad de las cuevas para anular sentidos como el de la vista y potenciar los restantes, puede considerarse como una respuesta común de todos los seres humanos a ciertas condiciones físicas y ambientales –a la manera en que Clottes y Lewis-Williams trataron los fenómenos entópticos en relación al proceso de representación artística en estados de trance–. Sin embargo, saber cómo conducen estas situaciones a respuestas emocionales, nos sitúa ante parámetros muy difíciles de establecer objetivamente, tanto a nivel individual como colectivo, ya que las emociones son un campo que se desarrolla a nivel personal, pero se encauza en los niveles educativos y sociales. Dar un sentido transcendente al uso de las cuevas sin tener información documental, puede llevar a afirmaciones gratuitas. Así sucede en el artículo de Cots et al. sobre Font Major, cuando se llega a afirmar, aunque citando a Dacosta, que el agua de la balsa interior de la cueva representa “el vientre materno, al que el individuo debe volver para renacer a una nueva vida” (p. 110). Por muy razonable que parezca esta lectura, no puede considerarse como una evidencia demostrada y edificar sobre ella el fundamento del ritual.
Esta dicotomía entre los estudios más tradicionalmente arqueológicos basados en los materiales recuperados en las cuevas y abrigos, y las expectativas de ampliar la percepción que las sociedades antiguas tuvieron de estos lugares liminales de contacto con las fuerzas divinas, se aprecia en varios de los trabajos, y las líneas más prometedoras se centran en la posibilidad relativa de “categorizar”, “objetivizar” o “materializar” estos aspectos, y convertirlos en nuevas dimensiones de análisis. Los recientes estudios que buscan conocer científicamente el impacto que producen los objetos materiales en la conformación de la mente humana mediante metodologías arqueométricas aplicadas a aspectos cognitivos tendrían un atractivo campo de desarrollo en lo relativo al mundo religioso, cuyos estudios siempre tienen el peligro de caer en la subjetividad o, por el contrario, en la incapacidad interpretativa (Boivin, 2010; Millán Pascual et al., 2021).
Lo cierto es que la lectura de este libro en su conjunto resulta muy positiva, ya que no postula rechazar las vías tradicionales de análisis ni mucho menos, sino más bien a aprender a envolverlas en un nuevo sistema, mucho más complejo y atractivo que, según se deduce de los diferentes trabajos, consiste en supeditar las evidencias estudiadas a las personas que fueron protagonistas de los rituales. Pensar en las personas, en sus necesidades, sus miedos, sus expectativas, sus tradiciones, es la manera más coherente de abordar el universo material que las rodeaba, impidiendo que éste las invisibilice. Este volumen ayuda a cambiar las prioridades y las formas de la investigación, y por ello tendrá sin duda una buena acogida, tanto entre los especialistas como entre quienes quieran iniciarse en este campo.
Boivin, N. (2010) Material Cultures, Material Minds: The Impact of Things on Human Thought, Society, and Evolution. Cambridge: Cambridge University Press.
Millán-Pascual, R., Martínez, L.M., Alonso-Pablos, D., Blanco, M.J. y Criado-Boado, F. (2021) “Materialidades, espacio, pensamiento: arqueología de la cognición visual”, Trabajos de Prehistoria 78 (1), pp. 7-25.
Moyes, H. (2012) Sacred Darkness: A Global Perspective on the Ritual Use of Caves. Boulder: University Press of Colorado.
Teresa Chapa Brunet
Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología.
Universidad Complutense de Madrid.
C/ Profesor Aranguren, s/n. Ciudad Universitaria. 28040 - Madrid