Spal, 31.2, pp. 361-366. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2022.i31.30
El primer estudio sobre marcas de alfarero en las ánforas olearias de la Bética fue publicado por Heinrich Dressel en 1878 en un maravilloso trabajo titulado Ricerche sul Monte Testaccio, donde se establecieron, por primera vez, las bases interpretativas científicas sobre la función y el significado “di sefatte minuzie epigrafiche”. Dressel no dudó en atribuir a la España meridional el origen de las inscripciones del Monte Testaccio en Roma. La primera noticia sobre un centro alfarero de ánforas Dressel 20 localizado en Arva (Sevilla) fue dada a conocer en 1885 por Bonsor a la Sociedad Arqueológica de Carmona. Desde entonces, la investigación sobre la epigrafía anfórica bética ha discurrido en paralelo desde la región de origen y su mayor mercado de consumo en Roma, con un extraordinario desarrollo plasmado por una larga y densa tradición bibliográfica.
Para comprender el cómo y dónde situar la obra de Juan Moros no solo hay que remontarse a los orígenes de la investigación en Roma y Andalucía, también es necesario sumar las aportaciones progresivas de otros investigadores modernos, sin los cuales este libro difícilmente habría salido adelante. Tras Dressel, fue fundamental la contribución de Emilio Rodríguez Almeida en Roma (1984), quien dio modernidad y comprensión a los estudios de Dressel, añadiendo sus propias ideas sobre la interpretación de las diferentes clases de inscripciones que podemos encontrar en las ánforas del Monte Testaccio. Con su sabiduría se formaron dos investigadores arraigados en Andalucía, Genaro Chic (1985; 2001) y José Remesal (1977-78; 1980), con los que se abrieron otros escenarios teóricos sobre la interpretación de los sellos en ánfora con enfoques de carácter socioeconómico.
Juan Moros, al igual que el autor de esta reseña, se formó en Barcelona en la escuela CEIPAC del profesor Remesal. Dos de sus primeros trabajos, La economía oleícola bética: nuevas formas de análisis y Reflejos económicos y sociales en la producción de ánforas olearias béticas (Dr. 20) arrojaron una nueva mirada al problema de descifrar la lectura de los sellos béticos en ánforas Dressel 20. Estas primeras ideas con su propia metodología inicial constituyeron la base teórica para desarrollar mi tesis doctoral, publicada en 2008 bajo el título Epigrafía anfórica de la Bética. Nuevas formas de análisis. Esta nuestra mayor contribución científica está considerada una obra de referencia, ampliamente consultada, para el investigador que quiera llevar a cabo la autopsia crítica a los sellos en ánfora, como un manual de epigrafía latina, con el que interpretar y desarrollar las difíciles y enigmáticas lecturas de estas particulares inscripciones ante cocturam serializadas.
En algunos temas de la obra de Juan Moros se plasma, como vamos a ver, la continuación de mi trabajo, y por consiguiente también el de Remesal, al profundizar sobre determinadas ideas que dejé anotadas en el libro para un tratamiento futuro. Sin desmerecer el trabajo del autor, Juan Moros no solamente se ha acercado a los límites teóricos y metodológicos por mí deseados, sino que ha ido mucho más lejos consiguiendo poner en manos de la investigación otra obra de referencia para la epigrafía anfórica en general. Su libro se complementa perfectamente con el mío, pero resulta mucho más efectivo y detallista para conocer y explorar la intra-historia de los sellos en ánfora. Tras esta necesaria introducción voy a pasar a explicar sin más dilaciones lo que considero importante de este trabajo para la investigación.
Juan Moros expone con éxito las bases interpretativas para el estudio de los sellos ánforicos béticos, poniendo al alcance del investigador nuevas técnicas de análisis para tratar con precisión este tipo tan particular de documento epigráfico. En los dos primeros capítulos se estudian las características internas (fórmulas, estructuras) y externas (diseño, matrices) de los sellos, con la intención de mejorar los sistemas ya existentes de clasificación. A partir de estas primeras descripciones el autor consigue los siguientes logros: caracterizar el contenido de los sellos con información estadística; elaborar un modelo teórico detallado sobre la mecánica de sellado; demostrar que la naturaleza del sello no es casual ni particular de una zona productora concreta, sino que obedece a criterios objetivos de alcance global en la Bética. Criterios ligados a formas de propiedad y a la organización de los alfares bajo el patrón económico romano. En el capítulo tres analiza a modo de hipótesis varios temas, como la función del sello en el proceso de fabricación de las ánforas y las características básicas que presentan los esquemas organizativos en las figlinae. Tras obtener una explicación sólida sobre la función del sello con sus elementos internos y externos más relevantes (familias, estructuras, lecturas, matrices) crea en el capítulo cuatro una nueva herramienta de consulta, la elaboración de los dendrogramas, para analizar y clasificar los sellos con precisión de cara a su estudio y publicación. Los dendrogramas le permiten comprender y describir la organización interna de cada taller con el avance del tiempo, llegando a reconocer diferentes sistemas de sellado unidos a distintas fases de actividad en la figlina. Este modelo descriptivo se encuentra testeado por primera vez en el capítulo cinco, donde se analizan las familias de sellos de tres centros productores como estudio de casos reales y efectivos.
Hecha esta breve introducción sobre la temática principal en cada capítulo del libro, pasamos a continuación a un análisis más detallado con el que dar a conocer, a nuestro modo de ver, las ideas y los logros más notables de la obra de Juan Moros.
Existe un punto de inflexión para el estudio de los sellos anfóricos sin el cual hubiese sido prácticamente imposible entender el alcance conseguido con esta investigación: la aplicación del método de los moldes de silicona. El resultado de la técnica lo encontramos por primera vez en el estudio de los sellos de la figlina Scalensia de Cerro de los Pesebres (Barea et al., 2008, pp. 167-180). Su motivación fue conseguir la imagen más fidedigna de la impronta del sello en el ánfora, pues con los métodos tradicionales (calcos, fotografías y dibujos) resulta imposible obtener una imagen sin deformar para realizar la autopsia objetiva al documento epigráfico. Con esta técnica se consiguen entender los problemas derivados por la acción de sellar, permitiendo estudiar y clasificar series y variantes con patrones metrológicos y estilísticos fiables. Partiendo de los resultados de este método es posible reconstruir imágenes ideales de los sellos a nivel de matriz, incluso sobreponiendo improntas fragmentadas con otras de bajo relieve con las que componer la imagen más real o que más se acerque al sello original.
La aplicación del método de la silicona ha supuesto además un giro inesperado para la organización de los sellos en las publicaciones. Los sistemas tradicionales de catálogo (clasificación alfabética de Callender, 1965) y corpus epigráfico (clasificación nominal de Dressel en CIL XV) se ven ahora superados por esta nueva técnica en base al nuevo criterio del dendrograma. La idea original de dar forma a familias de sellos de un alfar con diagramas de árbol estructurados en cuatro niveles de clasificación (familia, estructura, lectura y matriz) ya fue desarrollada en mi tesis doctoral (Berni, 2008, p. 140) pero sin llevarla a la práctica, sabiendo la dificultad que implicaba su elaboración sin los moldes de silicona. Los dendrogramas de sellos confeccionados por Juan Moros en su tesis y en otras publicaciones posteriores (véase el ejemplo más reciente con los Iuventii de Malpica en Remesal y Moros, 2019) deberán ser tenidos en cuenta por los epigrafistas del instrumentum inscriptum por su potencial informativo, al tratarse de una herramienta de clasificación que permite estudiar los sistemas organizativos de las figlinae junto con su evolución en el tiempo.
El estudio y la sistematización de los sellos con moldes de silicona ha hecho posible descubrir aspectos sorprendentes de gran importancia para la investigación que de otro modo habrían pasado desapercibidos. De la aplicación de esta técnica nace el nuevo concepto de “grupos homogéneos”, sellos que presentan el mismo diseño y contenido análogo, usados en un momento concreto de actividad, evidencia del control que el sistema organizativo ejerció a través del sellado. Los “grupos homogéneos” son tratados acertadamente como un fenómeno concurrente en la Bética. De este modo podemos, por ejemplo, plantear y desarrollar nuevas hipótesis para reconstruir una parte de la historia económica de la Bética, ahondando en detalles específicos, desde la organización interna de las alfarerías con sus unidades productivas, hasta incluso reconstruir a modo de hipótesis la concentración fundiaria de las propiedades a diferentes escalas geográficas.
Por ejemplo, tras analizar el autor los detalles formales comunes entre las dos series bilineales de los Severos, AVGGGNNN((ramus palmae))/COL·EARI·F·BARBA y AVGGGNNN((ramus palmae)) / COL·EARI·F·GRV, con el sello MAEARIFI/CIANI((ramus palmae)) de Doña Mencía (Moros, 2014), se dio cuenta que todos ellos habían sido diseñados por la misma mano para ser utilizados en un momento determinado, pero fueron distribuidos por distintas y alejadas regiones productoras del valle del Guadalquivir y Genil, como parte del patrimonium Caesaris de Septimio Severo e hijos en Baetica. En estos tres sellos encontramos a un liberto imperial, M. A(urelius) Earinus, bajo nuestro punto de vista, como intendente (dispensator) en varias haciendas (praedii) del emperador, administrándolas bajo dos formas de explotación, según se puede deducir por las diferentes fórmulas empleadas en cada grupo de sellos (en el primero, la actividad de la figlina aparece integrada en el colonato romano). Este descubrimiento, deducible por la fórmula, la forma y el contenido del sello, pone al descubierto tres hechos de suma importancia: las tres producciones anfóricas se datan en el mismo momento; los tres espacios geográficos productivos se unen ahora bajo el mismo dominio; tras estos registros de fábrica se esconde la firma de un personaje anónimo por la “mano común” en su diseño.
El autor vuelve a encontrase con este fenómeno, que se repite con frecuencia en otros espacios geográficos, tras analizar nuevos “grupos homogéneos”, pero esta vez ligados a terratenientes privados. Por ejemplo, las siguientes cuatro variantes de la fase Flavia de la figlina Scalensia de Cerro de los Pesebres que manejan igual fórmula, pero distintas terminaciones: SCALESIA·CAP, SCALESIA·FOR, SCALESIA·LIB y SCALESIA·LVC. El diseño común, idéntica fórmula e igual desarrollo, son tres detalles dignos de atención. Nos revela la estrategia contable elegida por el “autor intelectual” de las matrices que no deja por escrito su nombre en el texto de la inscripción, pero que estuvo implícitamente representado en el sellado como parte de la jerarquía organizativa tras el nombre de la figlina. De aquí nace un nuevo rol, el personaje “anónimo” autor de las matrices, ausente en el texto de la inscripción, contrariamente a lo que se suponía que tenía que ocurrir en la mayor parte de los casos. El personaje “invisible” debió ocupar un cargo de responsabilidad por encima de los cuatro individuos subordinados tras el nombre de la figlina (CAP, FOR, LIB LVC) en la estructura organizativa del alfar. En fin, de la relación de semejanza entre sellos hechos por la misma mano trasciende ahora un modelo organizativo de la producción anfórica que difícilmente puede ser detectado con la arqueología.
La autoría del sello como registro de fábrica y la aplicación del sellado en las oficinas ceramistas fueron dos procesos independientes con responsabilidades no compartidas. Los sellos no solo tienen un valor contable, sino además un valor contractual: cada matriz identifica un lote de ánforas y estos lotes estarían sujetos a contratos. Estos contratos regulaban las relaciones establecidas entre los diferentes elementos del sistema organizativo que participaron en la producción de ese lote de ánforas, siendo esta conexión entre matrices, lotes y contratos la que confería a los sellos un valor contractual.
La acción de sellar recayó en los fabricantes de ánforas (officinatores, figuli) que recibían del gestor de la alfarería copias de la matriz original de barro en forma de contramatrices, para de este modo marcar los lotes de ánforas con sus propios punzones dejando siempre la misma impronta. La mecánica de sellado seguía el itinerario signaculum primigenium > contramatriz > sigillum (Remesal, 1977-78, p. 98; Berni, 2008 pp. 74-81; 2021), resultando bastante efectivo para llevar el control sobre grandes volúmenes de ánforas fabricadas durante un período concertado con el esfuerzo común de varias unidades en la alfarería.
A este punto, el autor se da cuenta sobre varias maneras de proceder en la construcción de las matrices para organizar las producciones anfóricas, con un radio de acción mayor o menor en función del talante de la propiedad y de la empresa a realizar. Las fórmulas aplicadas a los sellos nos revelan diferentes estrategias contables de alcance variable. Los sellos del primer nivel se organizan “intra figlinam” con sus propias unidades productivas, caso de las cuatro variantes anteriormente citadas para una fase Flavia de la figlina Scalensia. Los sellos del segundo nivel “supra figlinam” involucran a varios centros productores, vecinos o distantes entre sí, caso de Earinus, liberto de los Severos. Resumiendo, la manera de proceder en la construcción de las matrices se basa en los “grupos homogéneos” de Juan Moros con sellos de contenido y diseño análogo firmados por la misma mano. Los hay “intra aut supra figlinam”, con el “autor intelectual” anónimo, pero implícitamente representado en el sellado tras el elemento clave de mayor jerarquía en la fórmula de la inscripción.
Otro aspecto para destacar en la obra de Juan Moros es el análisis que hace sobre la función del sellado. Las ánforas olearias béticas se sellaban para controlar y coordinar la actividad de las alfarerías que se estructuraban con una organización interna basada en secciones (officinae) y unidades productivas. En las fórmulas y el contenido de los sellos queda registrada la parte esencial de los posibles esquemas organizativos.
En el capítulo tres, el autor trata de dar respuesta a tres preguntas antagónicas, largamente debatidas por la comunidad científica, todavía hoy sin consenso pleno: ¿Por qué se sellaba? ¿Por qué unas ánforas sí y otras no? ¿A quiénes representan los elementos que los componen?
Sobre el por qué se sellaban las ánforas entiende el sello como un control sobre la producción, pensado y hecho como un “identificador codificado” que coloca los objetos manufacturados en el sistema organizativo para un momento determinado de actividad. De este modo el sello resulta útil como registro de fábrica para la contabilidad de objetos, la organización de las hornadas, el control de calidad y la organización del almacenaje.
Sobre el por qué se sellaban unas ánforas y otras no, el autor entiende que las ánforas no se procesaban una a una, sino por paquetes, por grupos de ánforas. Es por ello por lo que no era necesario sellar todos los envases, sino un número suficiente de cada grupo, de modo que el sello identifica un conjunto dentro de un lote de ánforas.
Sobre la pregunta de a quiénes representan los elementos nominales que encontramos escritos en los sellos, ve en cada uno de ellos a los protagonistas de la producción, los cuales se combinan de forma diversa en el sellado según el esquema organizativo elegido para llevar a cabo la misión de producir ánforas.
Según el modelo teórico del autor, esta misión podía llevarse cabo en una figlina con sus secciones que llama officinae, representadas por tria nomina. Cada officina estaba compuesta por una o varias unidades productivas, el elemento más simple del esquema organizativo representado por un nombre simple o cognomen. Este esquema se altera con el estudio de los sellos de contenido diverso pero que comparten fórmula y diseño (cambia el nombre de la figlina y el de los officinatores), a través de la actividad conjunta de varias figlinae, si estas formaban parte de un mismo dominio; a veces con el texto encabezado con el nombre del propietario efectivo (dominus) o el propietario temporal (el arrendatario, conductor) de los complejos industriales. Las características básicas de los esquemas organizativos serían tres: compuesta por uno o varios centros productores; un centro productor, o una sección de este, estaría compuesto por varias unidades productivas; en cada unidad productiva prestaría servicio uno o varios alfareros.
La terminología empleada por el autor para explicar sus métodos de análisis puede resultar de cierta complejidad para el investigador novel en esta materia de la epigrafía anfórica bética. El glosario del Anexo I da al lector la opción de entender con más precisión las definiciones de términos claves usados en el trabajo y ordenados por capítulo y temática, resultando una guía de consulta óptima que no se puede pasar por alto.
Para concluir remito al lector a las últimas páginas del libro con el resumen general de la experiencia y expectativas obtenidas por el autor, sin dejar de lado las perspectivas de futuro de los métodos desarrollados por Juan Moros para la ciencia anforológica. He de decir que este libro no solamente es una contribución significativa para la línea de investigación iniciada por Dressel a finales del s. XIX, sino que además se sitúa hoy en la vanguardia metodológica y va a marcar el futuro de la investigación sobre el instrumentum domesticum inscriptum en general, pues puede ser perfectamente aplicable a cualquier otra clase de artefacto sellado.
Barea, J.S., Barea, J.L., Solís, J. y Moros, J. (2008) Figlina Scalensia: un centro productor de ánforas Dressel 20 de la Bética. Col·lecció Instrumenta, 27. Barcelona.
Berni Millet, P. (2008) Epigrafía anfórica de la Bética, nuevas formas de análisis. Col· lecció Instrumenta, 29. Col·lecció Instrumenta, 29. Barcelona.
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Piero Berni Millet
Investigador asociado al UMR5140 “ASM”-Montpellier/ LabEx Archimede ANR-11-LABX-0032-01
Investigador adscrito al Institut Català d’Arqueologia Clàssica (ICAC, Tarragona).