Recesión

Lara Medina, Macarena (2020) Urbs Iulia Gaditana. Arqueología y urbanismo de la ciudad romana de Cádiz al descubierto. Cádiz: Editorial Universidad de Cádiz, 210 páginas. Anexo documental: https://publicaciones.uca.es/wp-content/uploads/2020/05/Recurso-electr%C3%B3nico_Urbs-Iulia-Gaditana_definitivo.pdf

Spal, 30.2, pp. 360 - 365. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2021.i30.29

Sumario

Bibliografía

La publicación de Urbs Iulia Gaditana. Arqueología y urbanismo de la ciudad romana de Cádiz al descubierto, de Macarena Lara Medina, en la esmerada edición de la Editorial de la Universidad de Cádiz (2019) constituye un acontecimiento importante en el panorama de los estudios de urbanismo y arqueología de las ciudades romanas de la Península, pues se trata de la primera síntesis que se ocupa en profundidad y con abundancia de datos sobre la evolución urbana de la Gades romana (cf., con carácter preliminar, Bernal Casasola y Lara Medina, 2012). El trabajo incluye una enorme cantidad de información, procedente de la documentación arqueológica generada en la ciudad de Cádiz por la llamada arqueología de emergencia, para los siglos que van del período tardopúnico a la Antigüedad Tardía, por lo que puede considerarse la síntesis más completa hasta la fecha (incluyendo un estudio sobre los precedentes de la ciudad en épocas fenicia y púnica) realizada sobre la ciudad de Gadir – Gades, tanto en lo referido a la cronología considerada como a la extensión urbana comprendida en el estudio.

La importancia del libro de Macarena Lara Medina (cuya masa documental se recoge en el anexo que incluye las fichas de setenta y una excavaciones urbanas) se acrecienta si se considera que, hace poco más de treinta años, el trabajo que en las Actas del Congreso Internacional El Estrecho de Gibraltar dedicaba el profesor Bendala (1988) a repasar los avances en el conocimiento de la topografía y el urbanismo de la Gades romana tenía casi que limitarse a constatar la escasa visibilidad de la ciudad antigua y a describir los no muy espectaculares avances de la entonces incipiente arqueología urbana de Cádiz. Entre ellos había, sin embargo, dos aspectos que parecían, andando el tiempo, destinados a poner las bases de un conocimiento arqueológico más profundo de la ciudad: uno era la formalización, a partir de la publicación del libro de Juan Ramón Ramírez Delgado (1982), de una reconstrucción topográfica a grandes rasgos acorde con la morfología antigua del archipiélago gaditano, y por tanto con las descripciones literarias que en su día recogiera y sintetizara en su Geografía Estrabón de Amasía; siendo el segundo aspecto la constatación arqueológica de los primeros restos monumentales de la ciudad romana, encarnados en el teatro romano de Gades que por entonces había comenzado a emerger como consecuencia de la localización y excavación parcial de este edificio de espectáculos.

A partir de la asunción de las competencias de gestión en materia de cultura de la Junta de Andalucía en 1985, las crecientes intervenciones urbanas o periurbanas irían poniendo en valor elementos patrimoniales señeros, como algunos tramos del acueducto, sectores importantes de las necrópolis del istmo gaditano o las primeras evidencias de la industria salazonera púnico-romana, lo que no era más que la concreción en el solar gaditano de un esfuerzo importante de documentación y estudio arqueológico en todo el entorno de la bahía de Cádiz.

El entonces llamado “modelo andaluz de Arqueología” (que más que un modelo de Arqueología ha sido un conjunto no siempre coherente de prácticas administrativas referidas a la gestión del Patrimonio arqueológico) nacía, sin embargo, lastrado con muchas imperfecciones, la mayoría de las cuales afectaba seriamente a la calidad de los datos que generaba: por la relativa rapidez con que se trabajaba y la falta a veces de suficientes recursos; por la contención de la mayor parte de las intervenciones a la cota inferior de obra del edificio cuya construcción generaba la actuación arqueológica; por el reducido tamaño de los solares objeto de intervención, que solían ser los ubicados en las áreas de más denso parcelario de las ciudades: el centro histórico; por la financiación escasa de los proyectos, que no solía incluir el estudio posterior y la redacción de una memoria adecuada de la intervención, etc.

El resultado del “modelo andaluz”, después de décadas, y ante la ausencia de cualquier mínima planificación u ordenación administrativa del frenesí constructivo-excavador, ha sido un verdadero rompecabezas de informes y memorias, cuando existía algo más que el escueto artículo preceptivo para el Anuario Arqueológico de Andalucía, una selva documental cuya ordenación y sistematización, con idea de extraer alguna información coherente de ella, constituye el primer mérito de esta monografía.

Es casi milagroso, en efecto, que llegue a buen puerto un trabajo con las dificultades logísticas que impone la dispersión (e incluso inaccesibilidad) de la documentación. Y más meritorio aún que la investigación cristalice en un texto en el cual, a los meros rescate y ordenación de la documentación arqueológica, la autora ha sabido añadir una exposición coherente y una interpretación científica adecuada de los datos contenidos en la misma.

La organización del trabajo da testimonio de esta labor loable y paciente de relectura y ordenación de la compleja masa documental, pues en sus diversos períodos históricos (la ciudad prerromana, la ciudad republicana, la ciudad imperial y la ciudad tardoantigua), se tratan con profundidad y solvencia las cuestiones fundamentales de cualquier estudio arqueológico dedicado al desarrollo urbanístico de una ciudad mayor. Es decir: las áreas públicas, los edificios de espectáculos, las infraestructuras de abastecimiento y evacuación de aguas, las áreas domésticas, los arrabales y áreas industriales extramuros… Se echa de menos, no podía ser de otro modo, la descripción y estudio de uno de los aspectos más visibles de la arqueología gaditana desde sus inicios: las necrópolis. Su casi total ausencia se justifica en el texto por razones académicas y de organización del trabajo en el contexto de la investigación gaditana, pero no por ello se nota menos un vacío que podría haberse rellenado con un apartado de carácter general, aunque hubiese sido imposible desarrollar un tratamiento más exhaustivo de la cuestión.

Bien resuelta está desde los primeros capítulos la problemática “topográfica” del extremo septentrional del archipiélago gaditano. Una exposición no por breve menos clara de la cuestión se aborda en el capítulo sobre los núcleos originarios de la ciudad de Gadir y su relación con el canal Bahía-Caleta, que separaba la isla mayor de la pequeña isla septentrional y cuya existencia fue propuesta a mediados del siglo XX por Francisco Ponce Cordones a partir de las reflexiones geomorfológicas de Juan Gavala (1959), razón por la cual se le ha denominado “canal de Ponce”. Faltan aquí, quizás por una simple cuestión de cortesía científica, algunos de los datos más recientes y novedosos sobre la configuración del canal, que se han publicado finalmente como monografía por los excavadores del edificio del Olivillo (Bernal Casasola et al., 2019), entre los que se encuentra la autora.

A partir de estas bases geomorfológicas, la documentación arqueológica constata una radical reordenación urbana, que la autora relaciona con la construcción por Cornelio Balbo el Menor de una ciudad “gemela” de morfología romana en el extremo NO de Kotinussa, la isla mayor. En la discusión sobre la materialidad de dicha transformación urbana, y aunque parece un buen argumento morfológico, no acabamos de comprender en qué sentido corresponden a terrazas los sistemas de zanjas que recorren el solar en la isla mayor en torno a la fecha de obtención del estatuto municipal. No decimos que no sea correcta la interpretación, sino que falta por explicar de qué modo se acondicionó el terreno en un sistema de terrazas preparadas para la urbanización ex novo y qué relación tendrían las zanjas documentadas (y efectivamente datadas en este momento tardorrepublicano), con las terrazas propuestas como base topográfica del nuevo urbanismo.

Tampoco comprendemos del todo la sugerencia de una parcelación “centuriada” del solar gaditano a fines de la época republicana, realizada a partir de las alineaciones de ánforas documentadas en las áreas de necrópolis y en zonas del Barrio de Santa María que enseguida se ocuparían con las manzanas del nuevo trazado urbano. No toda parcelación es resultado de una centuriación, especialmente si la ciudad afectada no es colonia, si bien algunos municipios recibieron excepcionalmente este tipo de ordenación geométrica, fundamentalmente en su territorio, en virtud de “híbridos” jurídicos como la fundi factio.

Con los datos que se ofrecen en la publicación, no se pueden comprender bien los criterios de delimitación seguidos para el recorrido de la muralla, especialmente complejos de establecer, siquiera de una forma aproximada, a partir de la distinción entre áreas urbanas y áreas extraurbanas ocupadas por necrópolis, pues en el caso gaditano la única necrópolis extensa se situaba en la salida meridional de la ciudad, dado que este flanco era el único que conectaba directamente con tierra firme a lo largo de la vía que recorría Kotinussa de sur a norte.

La propuesta de ubicación y extensión del foro es plausible, aunque está basada en evidencias arqueológicas aún incompletas, mientras que el desarrollo de las manzanas urbanas y sus dimensiones interpretamos que son arriesgados y muy hipotéticos, si bien se basan en algunos tramos constatados de alineaciones de calles antiguas detectadas en excavación o de su infraestructura hidráulica.

Los edificios de espectáculo son incontestables en cuanto a su ubicación, especialmente el teatro, uno de los referentes patrimoniales actuales de la Gades romana, si bien la ubicación del anfiteatro en el entorno de las Puertas de Tierra parece más que probable a la vista de la iconografía moderna de la ciudad y de las descripciones de los “clásicos” del anticuariado gaditano.

Acertada nos parece, igualmente, la definición del área “residencial” intramuros a partir de la evidencia arqueológica, y tal vez insuficiente la descripción de las estructuras portuarias, que podrían llevarse más allá de la constatación del recorrido del canal de Ponce y de algunas consideraciones (acertadas) sobre las probables escolleras de la calle Sagasta 96-98. Se echa en falta una argumentación mejor trabada que las pinceladas que se ofrecen sobre la relación entre el puerto tradicional de la ciudad y el que, según las referencias de la literatura clásica, construyó Balbo en el continente.

En aspectos complejos como la delimitación de áreas funcionales urbanas tal vez no se deba ser demasiado exigente en el estado actual de la documentación. En efecto, una cosa es la realidad conocida y otra nuestros deseos de ver bien definida la ciudad y su distribución interna. Pero con notables excepciones, como el caso astigitano, pocas son las ciudades importantes de la Bética en las que se pueda ir hoy por hoy más allá de la sugerencia de un área intramuros, unas zonas residenciales o unos espacios públicos y comerciales que muchos autores prefieren representar de forma un tanto “difusa”, ya que no siempre es posible ni deseable deslindarlas entre sí con “tiralíneas”. No sé si sería factible hacer alguna propuesta al respecto a partir de los lugares de hallazgo de los epígrafes conocidos de la ciudad, a pesar de las dificultades derivadas del establecimiento en muchas ocasiones del lugar exacto de aparición de los elementos epigráficos más relevantes.

Incluso para un tema para el que existe una documentación literaria tan relativamente abundante como son los espacios de culto religioso, la evidencia material resulta tan endeble que cualquier afirmación que se haga debe quedar en el ámbito de lo probable. De hecho, las únicas posibles áreas sagradas de las que se tiene constancia material documental son la llamada Casa del Obispo y el supuesto Kronion (Maya Torcelly et al., 2015). Las estructuras de la Casa del Obispo han sido relacionadas (Ventura Villanueva, 2008) con un templo-sanatorio del tipo Asklepieion, propuesta sobre la que coincidimos con la autora del libro que recensionamos acerca de que, en el estado actual de la evidencia, no se la puede considerar más allá del plano de lo hipotético. No cerraremos este comentario respecto a las áreas templarias sin proponer la existencia de un templo forense, que en algún momento debió convertirse en un templo de culto imperial y, sobre todo, sin lamentar un tratamiento, aunque sea de forma tangencial, del templo urbano por excelencia: el de Hércules Gaditano que, aunque fuera de los muros de la ciudad, por su significación y por su carácter representativo y emblemático de la ciudad de Gades a través de los siglos, creemos que debió haber recibido un tratamiento diferenciado en la obra que comentamos, igual que lo han recibido el resto de las áreas extramuros.

Con respecto a estas últimas, aparte de indicar de nuevo que hubiese sido interesante completar su estudio con una panorámica arqueológica, siquiera genérica, de las necrópolis, debe señalarse el esfuerzo por sistematizar la abundante documentación arqueológica generada en las últimas décadas. Como fruto de esa sistematización no solo emergen con más evidencia las diversas áreas de actividad preferentes en cada “suburbio”, sino que además se enfatiza la importancia económica del arrabal septentrional, situado en la margen superior del canal, es decir, en la isla pequeña. Aquí, los trabajos recientes de la Universidad de Cádiz, en especial en el Olivillo (Bernal Casasola et al., 2020), han puesto de manifiesto la magnitud de los vertederos urbanos resultado de los desechos de la actividad industrial. Así adquieren sentido hoy por hoy las noticias fragmentarias proporcionadas por las excavaciones urbanas en el sector en las últimas décadas, y emerge un paisaje “industrial” que completa y potencia el panorama ofrecido por las grandes intervenciones recientes en el casco antiguo de la ciudad (esta vez gracias a la llamada Arqueología comercial): Teatro Andalucía, Teatro Cómico… que permitieron documentar las primeras factorías de salazón importantes de la Gades imperial.

Con respecto a las actividades desarrolladas en estos suburbia (expresión que preferimos a la usada por la autora, continenta edificia, por cuanto esta última solo se constata textualmente referida a la ciudad de Roma), el trabajo que recensionamos señala adecuadamente la preeminencia del suburbio septentrional en cuanto a vitalidad económica, incluida la portuaria; redimensiona las factorías de salazón del istmo como dispositivos menores y continuadores en parte de los esquemas tardopúnicos, y pone de relieve las dimensiones residencial y agropecuaria (existencia de villae suburbanas) no solo de las áreas extramuros del istmo (villae de los cuarteles Varela o de la calle Juan Ramón Jiménez ), sino también de la isla pequeña (¿villa? de la Plaza de San Antonio, “lagares” de la calle Sagasta 105). A este respecto, querríamos señalar que consideramos no del todo adecuado el empleo de términos como “territorio” refiriéndose al terreno urbano o urbanizado, o “enclaves”, para localizaciones concretas o solares intervenidos dentro de su perímetro. Territorio tiene una connotación jurídica que incluye toda el área rural administrada desde el núcleo urbano (que ni siquiera es necesario que exista para que se formalice aquél), y enclave es un término en desuso para referirse a yacimientos, siendo lo correcto en este caso, a nuestro juicio, la consideración de la ciudad actual en su conjunto como yacimiento y no cada uno de sus solares o áreas delimitables.

Pocos datos se han generado en los años de la arqueología de emergencia en Cádiz acerca de la ciudad tardoantigua. Con carácter general, se propone una dinámica similar a la del resto de las ciudades tardoantiguas hispanas: reducción del perímetro murado, abandono de amplias áreas de la ciudad y los arrabales sustituidos por necrópolis, reutilización de los edificios públicos (en este caso, el teatro) para la ocupación doméstica, etc., si bien no se documentan ni un proceso claro de cristianización del paisaje de una ciudad que no fue episcopal, ni la eclosión productiva en torno al garum y las salsas que es evidente en otros núcleos contemporáneos como Malaka, Traducta u Olisipo. En verdad, es muy escaso el registro generado para los siglos tardoantiguos, tal vez por la propia pérdida de importancia de Gades, tanto que a veces no se comprenden los criterios empleados, pues no se explicitan en el texto, para delimitar el área urbana. Esta es, como señala la autora, una de las asignaturas pendientes de la arqueología gaditana en cuyo conocimiento es deseable que se pueda avanzar en el futuro.

Pero tal vez la arqueología urbana española entera (incluida esta recensión) esté necesitada de superar otra asignatura pendiente de la investigación de las ciudades antiguas en nuestro país: lo que podemos seguir llamando “arqueología filológica”. Esta, a nuestro juicio, consiste por completo en seguir prioritariamente como objetivo del estudio la identificación de los espacios nombrados o descritos en las referencias textuales de las fuentes antiguas: “aquí el templo de…, allí la isla de…”; pero también en la presentación de la ciudad antigua como una realidad estática ideal que reproduce un modelo arquetípico y que constituye, además, una foto fija de un período mítico (la ciudad de Balbo, p. ej.). Este justificaría el presente de la ciudad y explicaría el pasado de esta con exclusiva referencia a su imagen y a su realidad fundacional. En verdad, dejamos poco espacio en nuestro trabajo para el detalle de las transformaciones de la ciudad entendidas no como “precedentes” o como “decadencia” de una forma urbana ideal, sino como mecanismos autónomos que deben estudiarse en sí mismos y que responden a los desarrollos de lo que en su día H. Galinié (2012) denominó fabrique y fonctionnement urbaines.

Cada uno que comenta un libro lo hubiera escrito, al menos parcialmente, de otra manera. En nuestro caso, habríamos tenido la tentación de partir de evidencias urbanas bien conocidas y excavadas para redefinir en torno a ellas el mundo de las decisiones que hacen ciudad en cada lugar concreto y de los impensados que generan tejido urbano en todas partes a lo largo de la Historia. Ello hubiera generado una discusión completamente diferente de la historia urbana gaditana, incluso insatisfactoria desde la perspectiva totalizadora y topográfica a la que estamos acostumbrados los arqueólogos. Pero vaya por delante que, con toda probabilidad, cualquier planteamiento hipotético de este tipo, acerca de qué arqueología de la ciudad hubiera hecho uno mejor que la que se ha hecho, esconde una sana envidia y una evidente admiración y respeto intelectual hacia la persona que sí ha alcanzado a hacerlo. Especialmente, si ha sido capaz de sentar unas bases tan sólidas como las que representa esta obra para la investigación futura.

Bibliografía ^ 

Bendala Galán, M. (1988) “Cádiz: la ciudad antigua”, en Actas del Congreso Internacional “El Estrecho de Gibraltar’”. Ceuta 1987. Madrid: UNED, pp. 55–70.

Bernal Casasola, D., Vargas Girón, J. M. y Lara Medina, M. (eds.) (2019) 7 metros de la historia de Cádiz: arqueología en el Olivillo y en el Colegio Mayor Universitario. Cádiz: Editorial UCA.

Bernal Casasola, D. y Lara Medina, M. (2012) “Desenterrando a Gades. Hitos de la arqueología preventiva, mirando al futuro”, en Beltrán Fortes, J. y Rodríguez Gutiérrez, O. (eds.) Hispaniae urbes. Investigaciones arqueológicas en ciudades históricas. Sevilla: Editorial USE, pp. 423-474.

Galinié, H. (2012) Ciudad, espacio urbano y Arquelogía. Valencia: Publicacions de la Universitat de València.

Gavala Laborde, J. (1959) La Geología de la costa y la Bahía de Cádiz. Con ‘Ora marítima’ de Avieno. Madrid: Instituto Geológico y Minero de España.

Maya Torcelly, R., Jurado Fresnadillo, G., Gener Vasallote, J. Mª, López Rosendo, E. y Torres Ortiz, M. (2015) “Nuevos datos sobre el kronion de Gadir: resultados de la intervención arqueológica en el Castillo de San Sebastián (Cádiz)”, en Medina Rosales (ed.) VII Encuentro de Arqueología del Suroeste Peninsular [Recurso electrónico en CDRom]. Aroche-Serpa 2013. Aroche: Ayuntamiento de Aroche.

Ramírez Delgado, J. R. (1982) Los primitivos núcleos de asentamiento en la ciudad de Cádiz. Cádiz: Excmo. Ayuntamiento de Cádiz.

Ventura Villanueva, A. (2008) “Gadir-Gades”, en León-Castro Alonso, P. (ed.) El arte romano de la Bética. Sevilla: Fundación Focus-Abengoa, pp. 70-89.

Enrique García Vargas

Universidad de Sevilla, Dpto. de Prehistoria y Arqueología

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