Los discos-tapadera cerámicos de Peña Negra (Crevillent, Alicante) y su problemática en la península ibérica durante el Hierro Antiguo

THE CERAMIC-LIDS OF PEÑA NEGRA (CREVILLENT, ALICANTE) AND ASSOCIATED ISSUES IN THE IBERIAN PENINSULA DURING THE EARLY IRON AGE

Alberto J. Lorrio Alvarado

INAPH. Área de Prehistoria. Universidad de Alicante. E-03080, Alicante.

alberto.lorrio@ua.es 0000-0003-1879-4681 E-9487-2018. INAPH

(Responsable de correspondencia)

María Pastor Quiles

Institut Català d’Arqueologia Clàssica. Plaça d’en Rovellat s/n, 43003, Tarragona

mpastor@icac.cat 0000-0001-6112-6422 AAH-3959-2019

Miguel del Pino Curbelo

Grupo TARHA. Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. C/ Pérez del Toro, n.1, 35004, Las Palmas de Gran Canaria

miguel.delpino@ulpgc.es 0000-0001-6649-0397 R-4027-2016

Isidro Martínez Mira

Instituto Universitario de Materiales (IUMA) / Dpto. Química Inorgánica. Universidad de Alicante. E-03080, Alicante

isidro@ua.es 0000-0001-8280-4210 AAJ-1337-2021

Resumen Se analiza un conjunto de tres discos de cerámica procedentes de los niveles del Hierro Antiguo de Peña Negra. Presentan diferentes acabados y estarían provistos de asas, por lo que deben interpretarse como tapaderas de grandes recipientes de almacenaje. Se ha realizado el estudio petrográfico y mineralógico mediante microdifracción de rayos X (µDRX). Los resultados indican que se trata de piezas de composición relativamente homogénea y de probable producción local, cocidas a baja temperatura. Se revisa el hallazgo de objetos similares en otros contextos del Hierro Antiguo, destacando los recuperados en el Noreste peninsular y el Valle del Ebro, donde además se localizan discos-tapadera realizados en yeso similares a dos ejemplares recuperados en Peña Negra, donde es un material frecuente empleado en la construcción y en la fabricación de objetos.

Palabras clave Periodo Orientalizante, tapaderas, petrografía óptica, µDRX, cerámica

Abstract A set of three ceramic discs from the Early Iron Age levels of Peña Negra are analysed. They exhibit differences in surface treatment and would have been fitted with handles, so they should be interpreted as lids of large storage vessels. Samples of each disc were studied by means of petrographic and mineralogical analysis (X-ray micro-diffraction, µDRX). Resulting data indicate that those are pieces of relatively homogeneous composition and that were probably locally produced, fired at low temperatures. The discovery of similar objects in other Early Iron Age contexts is reviewed, highlighting those recovered in the Northeast of the Iberian Peninsula and the Ebro Valley, where gypsum discs have also been found, similar to two examples found in Peña Negra. In this site, gypsum was commonly used as raw material in building activities and other crafts.

Key Words Orientalizing Period, lids, optical petrography, µXRD, pottery

Fecha recepción: 29/04/2021 Fecha aceptación: 24/08/2021

Lorrio Alvarado, A.J., Pastor Quiles, M., del Pino Curbelo, M. y Martínez Mira, I. (2022): “Los discos-tapadera cerámicos de Peña Negra (Crevillent, Alicante) y su problemática en la península ibérica durante el Hierro Antiguo”, Spal, 31.1, pp. 140-170. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2022.i31.06

Sumario

1. Introducción

2. Metodología

3. Resultados

3.1. Análisis macroscópico

3.2. Análisis de pastas

4. Discusión

4.1. Un proceso productivo eminentemente local

4.2. ¿Un diseño compartido?

5. Conclusiones

Financiación y agradecimientos

Bibliografía

Contribución a la autoría

Lista de figuras

Figura 1. Peña Negra. A. Plano del yacimiento con indicación de los sectores; B, Vista general desde el Este. C. Vista del Corte F, con el posible cobertizo, a la derecha, donde fueron recuperados los discos-tapadera (Equipo Peña Negra).

Figura 2. Disco 1. A, Fragmentos conservados (anverso), vistas laterales del apéndice y sección. B, Detalles del acabado del reverso (fotos y dibujo Equipo Peña Negra).

Figura 3. Disco 2. A, Fragmentos conservados (anverso), sección y vista lateral del apéndice. B, Detalle del acabado del reverso (fotos y dibujo Equipo Peña Negra).

Figura 4. Disco 3. A, Fragmentos conservados del anverso y sección. B, detalles del reverso y de la sección (fotos y dibujo Equipo Peña Negra).

Figura 5. Micrografías de láminas delgadas. a, Disco 1; b, Disco 2; c, Disco 3. Inclusiones identificadas: Calc, fragmento de roca caliza; Mf, microfósil; Org, materia orgánica.

Figura 6. Difractogramas representativos de los tres individuos analizados. Principales fases minerales: Cal, calcita; Ilt-Ms, illita-moscovita; Ilt-Ms (?), posible illita-moscovita; Qz, cuarzo (abreviaturas según Whitney y Evans, 2010).

Figura 7. Materiales asociados a los discos-tapadera del nivel Ie (Sector II, Corte F) de Peña Negra: 13081-13095, cerámica a mano; 14002-14015, cerámica a torno (fondo de ánfora, fragmento de pithos, plato de engobe rojo y platos de cerámica grises) (dibujos Equipo Peña Negra).

Figura 8. Tapaderas de yeso de Peña Negra. A, Sector VII, Corte B’10 (Área 4). B. Sector II. Corte 2 (fotos Equipo Peña Negra).

Figura 9. A, Tapadera de cerámica a mano de la Edad del Bronce argárico de Los Cipreses (Lorca, Murcia). B, Piezas de barro con la impronta de una pared cerámica y de cuerdas, de Laderas del Castillo (Callosa de Segura, Alicante). C, Fragmento cerámico hallado en la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia), con un resto de barro endurecido adherido al cuello que mostraba la impronta de una cuerda, que habría estado dispuesta en torno a la vasija para su cierre (A, foto Archivo del Museo Arqueológico Municipal de Lorca (Murcia), autor Jesús Gómez Carrasco, 2014; B, según Pastor Quiles, 2021, Figura 7, 29; C, según De Pedro Michó, 1998: lám. XIV, foto Museu de Prehistòria de València).

Figura 10. Algunos de los discos hallados en Sant Jaume (Alcanar, Tarragona) (1-2) y propuesta de su posible uso como tapadera (3-4), según García i Rubert et al., 2016, figs. 288 290, b, 292 y 293).

Figura 11. Fragmento de barro identificado como tapadera con asa y reconstrucción de su hipotético uso en un horno, en Tossal Montañés (Valdeltormo, Teruel) (según Moret et al., 2006, 52, figs. 38 y 42).

Figura 12. Discos de yeso hallados en la necrópolis de La Pedrera (Vallfogona de Balaguer/Térmens, Lleida) (según Vàzquez Falip et al., 2008, figs. 4 y 7).

Figura 13. A, Sección y vista cenital de una tapadera de yeso documentada en el asentamiento del Bronce Final de Carretelà (Aitona, Lleida). B, Vista lateral y de su superficie regularizada de un elemento de yeso recuperado en Peña Negra (A, según Vàzquez Falip et al., 2008, Figura 31; B, foto M. Pastor Quiles).

Figura 14. Asas biapuntadas de Peña Negra: A, Bronce Final. B, Hierro Antiguo (dibujos Equipo Peña Negra).

1. Introducción ^ 

El yacimiento protohistórico de Peña Negra (Crevillent, Alicante) (González Prats, 1983; González Prats, 1990; Lorrio Alvarado et al., 2016; Lorrio Alvarado et al., 2017; Lorrio Alvarado et al., 2020) es uno de los más destacados del Sureste peninsular (fig. 1, a-b). Las primeras intervenciones se remontan a 1976, desarrollándose de forma continua hasta 1987 bajo la dirección de Alfredo González Prats. En 2014 se retomaron las investigaciones en el yacimiento, en el marco de un proyecto multidisciplinar que incluye diversas actuaciones, algunas centradas en la revisión de las antiguas excavaciones y la publicación de la campaña de 1987, que quedó inédita y de la que proceden las piezas cerámicas objeto de este trabajo.

Figura 1. Peña Negra. A. Plano del yacimiento con indicación de los sectores; B, Vista general desde el Este. C. Vista del Corte F, con el posible cobertizo, a la derecha, donde fueron recuperados los discos-tapadera (Equipo Peña Negra). ^ 

La ocupación más antigua del yacimiento se remonta al Bronce Final, el llamado horizonte Peña Negra I, datado c 920-850 / 750-725 cal a.C., aunque su máximo desarrollo corresponde al Hierro Antiguo o periodo orientalizante (Peña Negra II), cuando alcanza su carácter urbano, identificándose probablemente con la ciudad de Herna citada por Rufo Festo Avieno en su Ora Maritima (vv. 456-460) (González Prats, 1983, p. 38; Lorrio Alvarado et al., 2016, p. 47; Lorrio Alvarado et al., 2017, p. 85; Lorrio Alvarado et al., 2020). Su momento final se sitúa hacia el tercer cuarto del s. VI a.C., cuando se abandona. Los trabajos de los años 70 y 80 del siglo XX permitieron a González Prats (1983) caracterizar el conjunto material de ambas fases, en especial las producciones cerámicas, algunas de ellas objeto de revisiones posteriores, como el repertorio del Bronce Final (García Borja y Pérez Jordà, 2012, p. 43 ss.), en especial las cerámicas decoradas (Vinader Antón, 2019a) y su caracterización arqueométrica (Vinader Antón, 2019b; del Pino Curbelo et al., en prensa), o las producciones grises del Hierro Antiguo (Lorrio Alvarado et al., en prensa).

El hallazgo en la campaña inédita de 1987 de un conjunto de piezas cerámicas singulares, que cabe interpretar como tapaderas (González Prats, com. pers.), únicas hasta ese momento en el registro del yacimiento, resulta por tanto de gran interés para conocer las producciones a mano de Peña Negra II, momento en el que se asiste a una progresiva reducción de su variedad formal y representatividad. Las piezas se recuperaron en el Corte F, Área A (fig. 1, a), en el interior de lo que se interpretó como un posible cobertizo (fig. 1, c) asimilable a la fase Ie, la más antigua del Hierro Antiguo. La campaña de 1987 pretendía completar las intervenciones de 1983-1985 en el Sector II, objeto de una detallada publicación (González Prats, 1990).

La llegada masiva de las cerámicas a torno detectada en estos niveles será la responsable de este nuevo escenario, que supondrá en muchos casos la desaparición o rarificación de las producciones a mano, que representan alrededor del 20% respecto a la cerámica a torno (González Prats, 1983, pp. 152, 183), prácticamente reducida su presencia los contextos domésticos como recipientes de cocina y, en menor medida, como vasos de almacenaje. Las formas de cerámica tosca A1 y A2 de Peña Negra, no muy abundantes durante el Bronce Final, son ahora los recipientes predominantes, dada su relación con actividades culinarias, mientras que evidencian un retroceso los tipos A6 y A7, vasos de almacenaje progresivamente sustituidos por recipientes torneados. Ello se observa igualmente en las especies finas o cuidadas, solo representadas ahora por algunas cazuelas y cuencos carenados, dada la sustitución generalizada de las cerámicas de mesa principalmente por las producciones a torno, sobre todo las cerámicas grises. El proceso se observa también en la necrópolis de Les Moreres, con una importante presencia de la forma T2, correlato funerario de las ollas de cocina A2, como recipiente cinerario, en ambos casos especialmente frecuentes durante la fase del Hierro Antiguo (González Prats, 2002, p. 240).

Como avanzábamos, a este repertorio de cerámicas a mano del Hierro Antiguo, formado esencialmente por vasos de almacenaje y de cocina, se añade un conjunto poco común de grandes discos cerámicos, que cabe interpretar como tapaderas dada la presencia de una orejeta a modo de asa (González Prats, com. pers.). Este tipo de objetos no han sido estudiados en la zona. A pesar de ello, los elementos de cobertura debieron ser relevantes en las actividades de cocina y almacenamiento, donde se concentra la mayor parte de la cerámica a mano del periodo. Entre otros efectos, las tapas permitirían proteger los alimentos guardados, disminuirían la pérdida de calor durante el cocinado y evitarían derrames accidentales. Aunque poco estudiadas, su producción y uso debió tener igualmente un importante papel social y cultural, partiendo del hecho de que su confección pudo atender a decisiones que no fueron estrictamente técnicas o funcionales y que sirvieron para expresar la identidad de las personas que las confeccionaron (Suvandzhiev, 2019). Así se podría explicar la utilización de un tipo específico de asa, diferente del registrado en el resto de las zonas analizadas: una orejeta de extremos apuntados, un modelo característico de la zona del Bajo Segura, cuyo uso estaría relacionado con tradiciones locales más que con aspectos puramente funcionales y que, como en el disco-tapadera 1, puede incluso llegar a presentar un aspecto pseudo-zoomorfo. Teniendo en cuenta lo anterior, este trabajo tiene como objetivo dar a conocer las características de los discos de arcilla en Peña Negra y contextualizarlos desde diferentes puntos de vista, incluyendo el análisis macroscópico y técnicas de laboratorio (petrografía óptica y microdifracción de rayos X), realizadas en los Servicios Técnicos de Investigación de la Universidad de Alicante.

2. Metodología ^ 

Se recuperaron un total de 51 fragmentos, de dimensiones variadas, pertenecientes a tres discos-tapadera de arcilla, de conservación muy dispar. Tras su observación macroscópica, se seleccionaron fragmentos de cada uno de los tres individuos identificados para su estudio petrográfico. Las láminas se elaboraron siguiendo procedimientos estándar, hasta llegar a un grosor de 30 µm. Las piezas fueron observadas y descritas a partir de las características de sus tres clases de componentes principales: inclusiones, matriz y poros. Para ello se empleó una versión modificada de sistemas descriptivos preexistentes (para la traducción de los términos, Douglas, 1990; Whitbread, 1995; Quinn, 2013). La proporción de los componentes y la descripción de su angulosidad y esfericidad se hizo siguiendo modelos visuales (Bullock et al., 1985; Matthew et al., 1991). Las inclusiones arcillosas se definieron a partir de criterios preestablecidos, con la finalidad de determinar su carácter natural o antrópico (Whitbread, 1986). La identificación de microfósiles se hizo a partir de Flügel (2004). Se empleó un microscopio Nikon Eclipse 50i POL (20 - 400X), con una cámara DS-Fi3 acoplada para la toma de micrografías.

Asimismo, se procedió al análisis mineralógico de los tres discos. Para ello se optó por la microdifracción de rayos X (µDRX), utilizando para ello un equipo Empyrean de Panalytical dotado de goniómetro con un tubo de rayos X con cátodo de Cu, utilizándose la radiación Kα, y un detector PIXcel 3D. Los experimentos se realizaron a temperatura ambiente en un rango de amplitud de 4-60º 2θ, un paso angular de 0,010º y un tiempo de paso de 2 segundos. En la interpretación de los difractogramas se utilizó el software Diffracplus de Bruker que dispone de la base de datos de la ICDD (International Center for Diffraction Data). Se obtuvieron tres espectros por cada individuo.

3. Resultados ^ 

3.1. Análisis macroscópico ^ 

Los tres discos responden a un mismo modelo y ofrecen dimensiones similares, con diámetros en torno a 32-38 cm aproximadamente, y un grosor entre 1 y 2 cm. Presentan la base plana, evidencia de haberse fabricado sobre una superficie horizontal, posiblemente una esterilla. La superficie opuesta suele ser más irregular. La manufactura de las piezas es heterogénea, visible en el tratamiento de las superficies, así como en los rebordes (rectilíneos, biselados o con acanaladura central), pudiendo observarse estas distintas morfologías en una misma pieza. También difiere entre unos discos y otros la granulometría de la pasta con la que se modelaron. Como rasgo común, se trata de piezas de barro cocido, de gran consistencia y coloración irregular, destacando la presencia de nervios de cocción con límites netos en la fractura. A continuación, se incluyen las características de cada ejemplar de manera más detallada.

Disco-tapadera 1. Se trata del ejemplar de mayor diámetro conservado (c 32,5 cm) (PN14017), con unos 28 fragmentos que permiten restituir su forma casi completa (fig. 2, a). Presenta una tonalidad anaranjada en la superficie considerada como su cara superior y en los bordes, diferente a la que presenta su base, de tonos marrones y ennegrecida durante el proceso de cocción. La cara superior está alisada, observándose huellas posiblemente de los dedos de la mano dejadas durante su fabricación (fig. 2), a. El grosor de la pieza oscila entre 1,40 y 1,90 cm. En sus superficies externas se observan huellas negativas de materia vegetal, algo que se generaliza en su base, lo que puede relacionarse con una superficie vegetal sobre la que habría sido manufacturado (fig. 2, b). A este disco se asocia el elemento de aprehensión de mayores dimensiones, 12,5 x 8 x 1 cm, una orejeta modelada de extremos apuntados disimétricos que ofrece un aspecto pseudozoomorfo.

Figura 2. Disco 1. A, Fragmentos conservados (anverso), vistas laterales del apéndice y sección. B, Detalles del acabado del reverso (fotos y dibujo Equipo Peña Negra). ^ 

Disco-tapadera 2. De este ejemplar se conservan 10 fragmentos (PN14016a), con los que se ha restituido menos de la mitad de su desarrollo (fig. 3), con un diámetro aproximado de unos 32 cm. La cara superior y su reborde presentan, a diferencia del ejemplar anterior, una fina capa a modo de engobe de color marrón claro-grisáceo, que cubre la superficie con una aplicación realizada de forma irregular (fig. 3, a). Se trata del ejemplar de menor grosor de los tres recuperados (0,90-1,50 cm). Su reverso presenta, como el anterior, huellas vegetales y está ennegrecido, lo que también cabe relacionar con el proceso de fabricación (fig. 3, b). El ennegrecimiento puede deberse a diversos factores, aunque parece razonable suponer que esta superficie plana fuera la de apoyo dentro de la hoguera, lo que impediría la circulación de aire. A este disco pertenecería una orejeta modelada de extremos apuntados, a modo de asa, de 9,5 x 4 x 3,5 cm, similar a la anterior, aunque de mayor simetría, aplicada en el anverso de la pieza.

Figura 3. Disco 2. A, Fragmentos conservados (anverso), sección y vista lateral del apéndice. B, Detalle del acabado del reverso (fotos y dibujo Equipo Peña Negra). ^ 

Disco-tapadera 3. Del tercero de los discos solo se han recuperado 5 fragmentos (PN14016b), que permiten reconstruir una pequeña parte de la pieza, con un diámetro aproximado de unos 38 cm, faltando el elemento de aprehensión (fig. 4). Con un grosor máximo similar al del disco 1 (1,4-1,8 cm), presenta similitudes con la pieza 2 en cuanto a su coloración en lo que parece ser una capa de engobe grisácea distribuida sin un orden determinado mediante un sencillo escobillado, de aplicación más cuidada en este caso, y presente en ambas caras (fig. 4, a-b). Apenas se percibe la presencia de huellas vegetales en su reverso, lo que puede quizás relacionarse con un proceso de alisado previo a la aplicación de la capa de engobe, aunque este detalle resulte difícil de determinar (fig. 4, b). Falta el asa, aunque se ha recuperado una de tipología similar a las descritas para los otros discos en el mismo nivel, pero que por sus características debió formar parte más bien de un vaso de cocina o almacenaje (vid. infra, fig. 7, 13990).

Figura 4. Disco 3. A, Fragmentos conservados del anverso y sección. B, detalles del reverso y de la sección (fotos y dibujo Equipo Peña Negra). ^ 

3.2. Análisis de pastas ^ 

Comenzando con la petrografía, las tres láminas muestran una amplia afinidad en su composición (fig. 5). Las inclusiones más comunes son fragmentos de roca caliza que presenta matriz micrítica y contienen microfósiles (sobre todo foraminífera y mallas de alga, posiblemente bivalvos), cuarzo, esparita y opacos. Estos mismos componentes también aparecen repartidos en la matriz como inclusiones discretas, destacando la presencia de cristales poiquilíticos de cuarzo. Otro componente mayoritario son los fragmentos de materia orgánica carbonizada, de origen vegetal, a veces mostrando estructura celular y en otras ocasiones presentando un aspecto masivo. En las muestras 1 y 2 estas partículas tienen diferentes formas, destacando la presencia de inclusiones de formas alargadas. La muestra 3 solo contiene fragmentos masivos de formas angulosas. Los componentes subordinados de la pasta varían entre las muestras, e incluyen pequeños cristales lenticulares, posiblemente de yeso, mica blanca, sílex y fragmentos de roca de textura granular rica en cuarzo.

Figura 5. Micrografías de láminas delgadas. a, Disco 1; b, Disco 2; c, Disco 3. Inclusiones identificadas: Calc, fragmento de roca caliza; Mf, microfósil; Org, materia orgánica. ^ 

Las piezas también están formadas por una matriz heterogénea, rica en micrita y que presenta actividad óptica. Se aprecian cambios en la coloración que se deben a la presencia de nervio de cocción y también a la formación de halos oscuros en torno a las partículas de origen orgánico. Del mismo modo, se observa una distribución desigual de la fracción fina, con áreas pobres en este material e inclusiones arcillosas. La porosidad de las tres muestras está formada fundamentalmente por fisuras y cavidades que en ocasiones presentan rellenos. El disco 3 presenta también huecos de límites redondeados (cavidades).

Los resultados de la caracterización mineralógica coinciden con lo defendido anteriormente (fig. 6). Aunque variables, los espectros obtenidos tienen calcita y cuarzo como fases principales. Estas fases coinciden con las categorías de inclusiones más comunes identificadas durante el análisis petrográfico. Por contra, la intensidad de las reflexiones basales dificultó la identificación de otras fases minerales, en este caso el ruido de fondo se debe posiblemente a la obtención de un número de cuentas generalmente bajo, afectando a los picos menos intensos. A pesar de ello, se han observado patrones que coincidirían con picos de arcilla (illita-moscovita) en los tres discos. Independientemente de la certeza asociada a la identificación de estos últimos, cabe destacar que en ninguna de las muestras se han observado fases de cocción.

Figura 6. Difractogramas representativos de los tres individuos analizados. Principales fases minerales: Cal, calcita; Ilt-Ms, illita-moscovita; Ilt-Ms (?), posible illita-moscovita; Qz, cuarzo (abreviaturas según Whitney y Evans, 2010). ^ 

4. Discusión ^ 

Los discos cerámicos se recuperaron en la campaña de 1987, inédita, en el Corte F, Área A, del Sector II. Estratigráficamente proceden del Estrato Ie, el más antiguo de los niveles del Hierro Antiguo, para el que cabe defender una fecha en el tránsito entre los siglos VIII y VII a.C. El material recuperado es relativamente escaso e incluye todavía una importante presencia de cerámicas realizadas a mano, que suponen el 72,7 % de las piezas individualizadas, incluidas las tres tapaderas, mientras que las realizadas a torno (27,3 %) resultan lamentablemente poco significativas, con un fondo de ánfora, un fragmento de pithos y otro de plato de engobe rojo, todos ellos importaciones de la costa andaluza mediterránea, además de tres fragmentos de platos de cerámica gris. El conjunto proporcionó un fragmento provisto de una orejeta (fig. 7, 13990), similar a las identificadas en los discos-tapadera 1 y 2, pero por las características que presenta, sobre todo de la superficie interna, más bien debería haber estado aplicada a un recipiente cerámico, probablemente un vaso de cocina o almacenaje a mano, como confirman los numerosos ejemplos recuperados en el yacimiento.

Figura 7. Materiales asociados a los discos-tapadera del nivel Ie (Sector II, Corte F) de Peña Negra: 13081-13095, cerámica a mano; 14002-14015, cerámica a torno (fondo de ánfora, fragmento de pithos, plato de engobe rojo y platos de cerámica grises) (dibujos Equipo Peña Negra). ^ 

De acuerdo con González Prats, los discos se encontraron en el interior de lo que interpretó como un cobertizo, de forma oval, construido con bloques de piedra clavados verticalmente (fig. 1, c) (González Prats, com. pers.), una técnica que remite a las cabañas de la fase precedente (González Prats, 1990, láms. 5,1 y 5,2). Se relacionarían, según su excavador, con los grandes pithoi de la forma A7 de la cerámica a mano de Peña Negra o incluso con las grandes tinajas anforoides a torno de tipo E13 (González Prats, com. pers.). La relaciones estratigráficas y tipológicas de las tapaderas nos remiten, por tanto, a un importante momento de cambio dentro del yacimiento, que coincide con la introducción de nuevas formas constructivas, así como a la implantación de las producciones a torno, aunque no tenemos datos sobre su conexión directa con el resto del material cerámico.

A pesar de su escasa representación, la caracterización de estos objetos y la definición de su papel y el de sus procesos productivos dentro de un registro más amplio nos permitiría acercarnos a las tradiciones cerámicas que coexistieron en los poblados del Hierro Antiguo del Sureste peninsular (incluyendo los sistemas de cierre), una realidad que ha sido poco explorada y que aporta nuevas claves sobre la organización de la vida en el interior del poblado en estos momentos de cambio.

4.1. Un proceso productivo eminentemente local ^ 

Las muestras presentan una composición relativamente homogénea, con variaciones que se limitan a los elementos menos comunes de la pasta. Es posible que la detección de estos materiales accesorios se haya visto afectada por su distribución en el depósito original (Buxeda i Garrigós et al., 2003), así como por la irregularidad observada en la distribución de inclusiones en las propias pastas cerámicas, más que a diferencias en el origen.

En general, los materiales identificados en las láminas delgadas reflejan la geología del entorno de Peña Negra, indicando un posible origen local (Arnold, 1985). Estos últimos incluyen margas ricas en microfósiles y especialmente foraminíferos (Pignatelli et al., 1972). En su entorno predominan materiales de edad jurásica y composición caliza que pueden haberse mezclado con otros de edad miocena como los que afloran en El Castellar, nombre que recibe la máxima elevación del yacimiento (fig. 1, a –sectores IV y V- y b) y los depósitos subyacentes del Keuper, ricos en arcillas, evaporitas y los característicos cristales de cuarzo poiquilíticos (Ortí Cabo, 1973, pp. 78-80). Por otra parte, su composición presenta similitudes con respecto a las pastas identificadas en piezas a torno locales (González Prats y Pina Gosálbez, 1983). También con las de las cerámicas decoradas del Bronce Final (del Pino Curbelo et al., en prensa). El análisis petrográfico de depósitos arcillosos en el entorno del yacimiento confirmaría la compatibilidad de las pastas cerámicas con el entorno geológico inmediato (González Prats y Pina Gosálbez, 1983). Además de las arcillas, los resultados dan indicios del aprovechamiento de otros materiales del medio cercano. Esto aparece atestiguado también en otras partes del registro arqueológico de Peña Negra, incluyendo el hallazgo de dos tapaderas elaboradas con yeso, pendiente de estudio (fig. 8). En la campaña de 1986 se recuperó parte de un disco (16,5 x 8,5 x 1,5 cm), de labio redondeado (fig. 8, a), procedente del Corte B’10 (Área 4), una zona de almacén en Sector VII, donde se recuperaron igualmente varias placas de yeso con improntas de cañizo, fechada hacia principios del siglo VI a.C. (González Prats y Ruiz Segura, 1990-91, pp. 57 y 69). Otro de estos discos-tapadera (fig. 8, b) se recuperó en la campaña de 2015 en el Corte 2 del Sector II, donde se identificó un departamento perteneciente a una vivienda del Hierro Antiguo excavada en los años 70 del siglo XX (González Prats, 1979, pp. 39, 142, fig. 26,1; González Prats, 1983, p. 142, fig. 26,1). La pieza, de 10,5-11,2 cm de diámetro y 1 cm de grosor, apareció sobre un suelo (UEM 3034a) relacionado con la primera de las remodelaciones identificadas en el departamento, que cabe situar hacia la primera mitad del siglo VI a.C., toda vez que la fase más antigua de este departamento, con la que se relacionaría un hogar ritual, se fecharía a finales del siglo VII o inicios del VI a.C., y el repertorio recuperado en las excavaciones de 1977 en el resto de la vivienda remite a una fecha próxima al abandono del asentamiento, hacia el tercer cuarto del siglo VI a.C., c 540-520 a.C. La utilización del yeso está bien documentada en Peña Negra, pues lo encontramos como elemento decorativo de las cerámicas impresas del Bronce Final, o utilizado para la realización de recipientes, tapaderas o fusayolas, y como material constructivo a lo largo de toda su secuencia (González Prats y Ruiz Segura, 1990-91, pp. 56-58, 64; Vinader Antón, 2019a; Vinader Antón, 2019b; del Pino Curbelo et al., en prensa; Pastor Quiles, 2021, pp. 185-200). Será necesario un estudio sistemático de los acabados, especialmente del disco 3, para conocer mejor los sistemas de aplicación y descartar su origen en procesos posdeposicionales. En cualquier caso, el posible empleo de yeso en el acabado de las superficies sería solo uno de los rasgos tecnológicos que estos objetos compartirían con el resto de las cerámicas.

Figura 8. Tapaderas de yeso de Peña Negra. A, Sector VII, Corte B’10 (Área 4). B. Sector II. Corte 2 (fotos Equipo Peña Negra). ^ 

Continuando con los aspectos técnicos, los tres discos fueron elaborados con material rico en carbonato cálcico, como se desprende de los datos mineralógicos y petrográficos. La presencia de calcita como una de las fases minerales principales en las tres muestras indicaría, además, temperaturas de cocción relativamente bajas. Según los resultados obtenidos de manera experimental, es de esperar que la descomposición de la micrita (calcita microcristalina) presente en la matriz se produzca aproximadamente a partir de los 600 – 700 ºC (Gliozzo, 2020). Este cambio produciría una pérdida de intensidad de los picos de calcita que no se observa en nuestro caso. Estos datos están en concordancia con la observación de actividad óptica en la matriz, tal y como han revelado las observaciones petrográficas. Fabbri y colaboradores (2014) detectaron una disminución en la actividad óptica en la matriz de cerámicas calcáreas cuando se alcanzaba o superaba el rango de los 750 – 800 ºC.

Otro rasgo tecnológico común es la presencia de inclusiones de tipo arcilloso en los tres discos, posiblemente de origen natural, acompañadas de una importante heterogeneidad en la distribución de los componentes de la pasta. Estas diferencias podrían indicar el uso de diferentes depósitos arcillosos, aunque composicionalmente relacionados entre sí. También puede ser el resultado de diferencias en el esfuerzo invertido en las labores de homogeneización. Este último es un paso que generalmente tiene lugar antes de la conformación de la pieza y puede implicar selección granulométrica, homogeneización y retirada de elementos no deseados, como restos orgánicos presentes en el suelo (Gosselain y Livingstone Smith, 2005).

Los resultados de este trabajo y su comparación con datos preexistentes permiten observar la diversidad tecnológica existente en el yacimiento durante su ocupación, así como su desarrollo cronológico. Como se ha mencionado, la composición petrográfica de los discos presenta similitudes con algunas de las muestras a torno recuperadas de los niveles del Hierro Antiguo del yacimiento (González Prats y Pina Gosálbez, 1983). Una composición similar, coincidiendo con la presencia de materia orgánica en la fracción gruesa, ha sido igualmente hallada en las cerámicas a mano decoradas procedentes de la fase anterior, datada en el Bronce Final (del Pino Curbelo et al., en prensa). La similitud entre cerámicas elaboradas a mano del Hierro Antiguo y del Bronce Final pone de manifiesto una continuidad entre las tradiciones alfareras de las dos fases, lo que podría estar en relación con la tipología constructiva de su contexto. Por el contrario, esta relación no parece tan directa cuando tenemos en cuenta las producciones a torno, debido a la ausencia de materia orgánica visible en estas últimas, así como a la detección de algunas diferencias texturales. Estos últimos cambios podrían ser atribuibles a diferencias en el proceso productivo. Es común que los artesanos que emplean el torno eviten el uso de pastas toscas, ya que estas podrían provocar lesiones a la hora de formar los recipientes (Rice, 1987, pp. 128-129). De igual manera, las piezas a torno pueden ser cocidas a mayores temperaturas, ya que generalmente requieren de estructuras estables para evitar ratios de calentamiento elevados o una distribución irregular del calor (Maggetti et al., 2011; Thér, 2014). Durante estas cocciones es más probable que la materia orgánica desaparezca por completo. Dadas estas diferencias parece relevante indicar la aparente ausencia de aquellas estructuras durante el Bronce Final en Peña Negra (del Pino Curbelo et al., en prensa).

Estas reflexiones sobre posibles diferencias tecnológicas entre la cerámica a torno y la cerámica a mano surgen de esta fase preliminar de los estudios en el yacimiento. Es muy posible que fenómenos de adopción y resiliencia de novedades técnicas tengan un importante componente social y cultural (Arnold et al., 2008), que deberán ser analizados en más detalle en el futuro. Aun así, puede plantearse que la coloración irregular y el constante uso de bajas temperaturas en los discos apunta a cierta continuidad en el uso de estructuras de combustión sencillas como las descritas para los conjuntos del siglo IX a.C. Esperamos tener un conocimiento más claro de los procesos productivos detrás de cada grupo cerámico cuando se acaben las labores de análisis en curso.

Otra pregunta difícil de contestar es si la presencia de inclusiones de origen orgánico en ambas etapas responde a una adición intencional o si es accidental. La inclusión de materia orgánica podría tener consecuencias en las propiedades finales del recipiente (por ejemplo, tenacidad, capacidad para conducir el calor y peso) (Tite et al., 2001; Müller et al., 2010). En el caso del empleo de fibras, su presencia podría inducir cambios también en el proceso de modelado y secado (Jeffra, 2008). Cabe cuestionarse si estos efectos serían visibles en las cantidades en que están presentes en las piezas de Peña Negra, pues es sabido que muchos de estos efectos no son potencialmente perceptibles para los artesanos salvo cuando los desgrasantes se dan en determinadas proporciones en la pasta cerámica (Müller et al., 2015; Müller et al., 2016).

Otro factor que podría estar incidiendo en la presencia de materia orgánica en la pasta tendría que ver con las impresiones de materia vegetal visibles en la base de uno de los discos, que podrían responder a la superficie sobre la que se realizaron. Este es un rasgo compartido con otras producciones cerámicas locales, ya que negativos de tejidos aparecen en otros recipientes del mismo poblado, incluyendo vasos de gran tamaño (Papí Rodes, 1992-1994). Existen diversos ejemplos etnográficos donde se emplean elementos que evitan que los recipientes en producción se adhieran a la superficie de trabajo (Rye, 1981; Zamora y Jiménez, 2008), pudiendo también ser una explicación para las evidencias en estudio aquí. De ser así, el empleo de estos soportes vegetales en los recipientes de mayor tamaño podría indicar que el trabajo se llevó a cabo sobre el suelo, favoreciendo la incorporación involuntaria de partículas presentes en el entorno, además de las propias fibras de tejido. Ambas propuestas en torno a la intencionalidad y origen de la materia orgánica son difíciles de confirmar en el estado actual de conocimiento.

4.2. ¿Un diseño compartido? ^ 

La composición de las pastas indica que los discos son el resultado de procesos de producción locales. Esto estaría en acuerdo con la similitud observada con otras producciones decoradas características del yacimiento. A ello habría que sumar rasgos tecnológicos distintivos, como el posible uso de yeso como pigmento o la impronta de vegetales. Los ejemplares cuentan, además, con rasgos tipológicos que los asemejan y al mismo tiempo diferencian de los grupos colindantes, por lo que podría tratarse de la formulación local de un diseño común. Esta sección pone los resultados obtenidos en contexto.

Piezas similares a las identificadas en Peña Negra se han documentado puntualmente en enclaves del Sureste peninsular de cronologías anteriores, como las localizadas en los yacimientos argáricos de Los Cipreses y El Rincón de Almendricos, en Lorca (Murcia), una tapadera con asa de cinta conservada en el Museo Arqueológico Municipal de Lorca (fig. 9, a), en el primer caso, y un conjunto de discos de barro, en el segundo (Ayala Juan, 1991, p. 94, fig. 31). No se trata por tanto de un tipo de hallazgo frecuente en la zona, probablemente debido a que el cierre de recipientes puede asociarse también, entre otras soluciones, con otro tipo de materialidad: restos de barro con la forma resultante de haberse dispuesto sobre las paredes de los vasos, cubriendo cuerdas que habrían estado situadas en torno al cuello, posiblemente como parte de su cierre y que el barro contribuiría a sellar. Estos materiales se han documentado en enclaves del Bronce Pleno como Laderas del Castillo (Callosa de Segura, Alicante) (Pastor Quiles, 2021, p. 123, fig. 7, 29) (fig. 9, b) y la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) (De Pedro Michó, 1998, p. 306) (fig. 9, c).

Figura 9. A, Tapadera de cerámica a mano de la Edad del Bronce argárico de Los Cipreses (Lorca, Murcia). B, Piezas de barro con la impronta de una pared cerámica y de cuerdas, de Laderas del Castillo (Callosa de Segura, Alicante). C, Fragmento cerámico hallado en la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia), con un resto de barro endurecido adherido al cuello que mostraba la impronta de una cuerda, que habría estado dispuesta en torno a la vasija para su cierre (A, foto Archivo del Museo Arqueológico Municipal de Lorca (Murcia), autor Jesús Gómez Carrasco, 2014; B, según Pastor Quiles, 2021, Figura 7, 29; C, según De Pedro Michó, 1998: lám. XIV, foto Museu de Prehistòria de València). ^ 

A partir de la fase más avanzada del Bronce Final y, sobre todo, del Hierro Antiguo este tipo de piezas en forma de disco se incorpora al repertorio cerámico de algunos asentamientos del Noreste y el Valle del Ebro, manteniéndose su presencia en el Sureste, como evidencian las piezas de Peña Negra.

Al Bronce Final III se ha atribuido un ejemplar con asa incorporada procedente del asentamiento al aire libre de Can Viola (Montcada i Reixac, Barcelona) (Velasco i Felipe, 2008, p. 20, fig. 13), aunque es posible que se sitúe en la fase más avanzada coincidiendo así con la mayor parte de las tapaderas conocidas que en el Noreste se concentran mayoritariamente en poblados de la Cataluña meridional y el Bajo Aragón fechados en el Hierro Antiguo (entre finales del siglo VII y el VI a.C.) (Belarte Franco, 2003, p. 77 ss.; Fatás Fernández, 2016, especialmente pp. 76, 101, 130, 215). Entre ellos destaca, por el número de piezas recuperadas y su conservación, el conjunto de Sant Jaume (Alcanar, Tarragona), ocupado entre finales del siglo VII e inicios del VI a.C., donde en ocasiones se encontraban apiladas unas sobre otras (Mateu Sagués, 2015, pp. 88, 179; Mateu Sagués, 2016, pp. 289-290, fig. 288-295). Presentan diferentes diámetros, entre 15 y 40 cm, coloraciones y tratamiento en sus superficies (fig. 10). Se trata de piezas cerámicas hechas a mano, poco cocidas (Belarte Franco, 2003, p. 85), aunque también se ha planteado que serían de barro no cocido, endurecidas por el fuego de forma accidental, por procesos naturales de incendio (Mateu Sagués, 2015; Mateu Sagués, 2016). En algunos discos se observan dos apéndices, situados en dos extremos opuestos del perímetro del disco, interpretados como pies o, más posiblemente, asas (Mateu Sagués, 2015, pp. 173-175, fig. 60). Otros cuentan con uno (fig. 10, 1) o con dos orificios situados en el centro (fig. 10, 2), que responderían a la presencia de un asa, ya desaparecida, por lo que se trataría probablemente de tapaderas (Mateu Sagués, 2016, p. 289, figs. 288-290). Algunos discos muestran en esta cara superior digitaciones y una serie de acanaladuras realizadas con los dedos, líneas y puntos interpretados a modo de decoración, formando un cuadrado con una franja diagonal en su interior (Mateu Sagués, 2016, p. 289, figs. 290, 291, 295). Finalmente, algunos carecen de decoración o de cualquier elemento aplicado (Mateu Sagués, 2016, fig. 292-293) (fig. 10, 2-4).

Figura 10. Algunos de los discos hallados en Sant Jaume (Alcanar, Tarragona) (1-2) y propuesta de su posible uso como tapadera (3-4), según García i Rubert et al., 2016, figs. 288 290, b, 292 y 293). ^ 

A partir de los hallazgos de Sant Jaume, y de algunas piezas fragmentadas recuperadas en contextos del Hierro Antiguo, c siglo VI a.C., en Barranc de Gàfols (Ginestar, Tarragona) (Belarte Franco, 1999-2000, p. 75; Belarte Franco, 2003, p. 85, fig. 15) y Escodines Altes/Escodinas Altas (Mazaleón, Teruel) (Sanmartí Grego et al., 2000, p. 142; Belarte Franco, 2003, p. 85, fig. 13, 2; Fatás Fernández, 2016, lám. 13, 6), Belarte (2003, p. 85) propuso que pudieran haber servido como superficies de trabajo, interpretación que se ha señalado para una pieza de El Vilallonc (Calaceite, Teruel) (Fatás Fernández, 2016, p. 195), y que igualmente Mateu (2015, pp. 88, 179; Mateu Sagués, 2016, p. 294, figs. 292-293) señala para los ejemplares de Sant Jaume de mayor tamaño, mientras que los de menores dimensiones podrían ser tapaderas. En este sentido, se ha considerado como una tapadera algún ejemplar con un apéndice en el centro, interpretado como un asa, de Can Roqueta (Sabadell, Barcelona) (García López y Lara Astiz, 2007, p. 103; Carlús i Martín et al., (coords.), 2007, p. 215; Mateu Sagués, 2015, p. 89, fig. 15). Otros casos de objetos cerámicos interpretados como tapaderas, con acanaladuras, digitaciones y apéndices se han hallado en diversos yacimientos de la zona (Vilaseca Anguera, 1943, fig. 16; Rafel i Fontanals, 2000, p. 267, fig. 8, 2-3; Sardà Seuma, 2010, pp. 328-331; Mateu Sagués, 2015, p. 90, fig. 16; Fatás Fernández, 2016, passim; etc.), aunque se trate ya de piezas alejadas de las identificadas en Peña Negra.

Como tapaderas de hornos se han identificado algunas piezas de yacimientos aragoneses. El Cabezo de la Cruz (La Muela, Zaragoza) proporcionó una pieza discoidal de 18 cm de diámetro, con cuatro perforaciones distribuidas en su superficie y un arranque de asa en el centro. De barro poco cocido y con huellas de vegetales, fue interpretada como la tapadera de un horno, asociada a la fase III de la Primera Edad del Hierro, aproximadamente entre mediados del siglo VII y mediados del VI a.C. (Picazo Millán y Rodanés Vicente, 2009, p. 378, fig. 33). También se ha interpretado como parte de la tapadera de un horno una pieza de barro con asa central (fig. 11) de Tossal Montañés (Valdeltormo, Teruel) (Moret et al., 2006, p. 52, figs. 42-43), procedente de su fase II, fechada en el Ibérico Antiguo, entre mediados y el tercer cuarto del siglo VI a.C (Moret et al., 2006, p. 61).

Figura 11. Fragmento de barro identificado como tapadera con asa y reconstrucción de su hipotético uso en un horno, en Tossal Montañés (Valdeltormo, Teruel) (según Moret et al., 2006, 52, figs. 38 y 42). ^ 

Tapaderas planas de cerámica realizadas a mano, tanto de las urnas cinerarias como de los vasos de ofrendas o de los elementos de ajuar, se documentan igualmente en la necrópolis de Sant Joaquim de la Menarella (Forcall, Castellón), pudiendo destacar un ejemplar con el borde sin diferenciar y el labio redondeado (tipo 9A). Así como, sobre todo, otro con el borde biselado y un asa en el centro de la pieza, atravesada por una acanaladura y con ambas superficies cubiertas de engobe rojo (tipo 9B), con diámetros algo inferiores a los de los discos crevillentinos. Las piezas proceden de las estructuras 19 y 25, fechadas, respectivamente, en la segunda mitad del siglo VI a.C. y hacia finales del siglo VII-primera mitad del VI a.C. (Vizcaino León (coord.)/Barrachina Ibáñez (ed. cient.), 2010, pp. 78, 89, 133, 154, fig. 4,7, tab. 5.3).

Mención aparte merecen, dada su similitud con uno de los discos de yeso de Peña Negra (fig. 8, b), las tapaderas de yeso halladas en la necrópolis de La Pedrera (Vallfogona de Balaguer/Térmens, Lleida), un destacado conjunto integrado por 63 ejemplares con cronologías principalmente de la primera mitad del siglo VI a.C. (Vàzquez Falip et al., 2008). Están realizadas a mano, presentan forma circular plana aunque haya algún ejemplar oval, en su mayoría planas, con un asidero (fig. 12), a veces con un orificio central, o careciendo de cualquier tipo de apéndice. La mayoría de las piezas presentan diámetros entre 15 y 30 cm, sin que falten algunas más pequeñas y otras mayores, presentando muchas de ellas improntas de cestería o tejidos en su reverso.

Figura 12. Discos de yeso hallados en la necrópolis de La Pedrera (Vallfogona de Balaguer/Térmens, Lleida) (según Vàzquez Falip et al., 2008, figs. 4 y 7). ^ 

Una tapadera de yeso de forma similar procede del poblado de Carretelà (Aitona, Lleida), con una cronología del Bronce Final (Vàzquez Falip et al., 2008, p. 192, fig. 31) (fig. 13, a). Presenta una sencilla morfología que recuerda a la registrada en dos piezas también de yeso de los niveles del Bronce Final de Peña Negra, con una cara de tendencia plana, en la que se observan huellas que pueden interpretarse como de su alisado con los dedos, y una morfología saliente o apuntada en la cara contraria que podría haberse modelado a modo de apéndice (Pastor Quiles, 2021, p. 198) (fig. 13, b). Se recuperaron en la campaña de 1987 en Peña Negra, Corte F, Área B, Estrato IIa3, interpretado como un pavimento de yeso cuyo perímetro aparecía rematado por restos de yeso más o menos informes (González Prats, com. pers.), recogidos de forma genérica con un mismo número de inventario (PN-15638), entre los que se encuentran las piezas comentadas, que más bien cabe considerar por el contexto de aparición como elementos constructivos, a pesar de su similitud con la pieza ilerdense.

Figura 13. A, Sección y vista cenital de una tapadera de yeso documentada en el asentamiento del Bronce Final de Carretelà (Aitona, Lleida). B, Vista lateral y de su superficie regularizada de un elemento de yeso recuperado en Peña Negra (A, según Vàzquez Falip et al., 2008, Figura 31; B, foto M. Pastor Quiles). ^ 

Discos de barro de similar morfología son habituales igualmente en contextos domésticos y funerarios centroeuropeos de cronologías de finales de la Edad del Bronce e inicios de la Edad del Hierro, como en Malkowice y Domaslaw (Wroclaw), en Silesia, al este de Polonia, o en Zainingen (Römerstein) y Rottenburg-Lindele (Tübingen), en el suroeste de Alemania. Dichas piezas se han interpretado como modelos o réplicas de menor tamaño de estructuras y elementos destinados a la combustión, hogares u hornillos portables unidos a morillos (Metzner-Nebelsick, 1991, p. 77; Nebelsick, 1996), de los modelos conocidos como lunares (Mondidole) o de medialuna (Bella y Müller, 1891; von Nischer-Falkenhof, 1935; Matzerath, 2009). Se han interpretado como superficies asociadas a la cocción o el horneado o con funciones relacionadas con el almacenamiento y la conducción del calor (Knoll y Klamm, 2015, p. 139, fig. 147), mostrando evidencias de haber estado expuestas al fuego (Metzner-Nebelsick, 1991, p. 77; Nebelsick, 1996, p. 343). Se asocian a contextos funerarios desde cronologías tardías de Campos de Urnas, en torno al siglo IX a.C., tras haber sido frecuentes en los asentamientos durante las centurias anteriores, desde el siglo XIII a.C. (Nebelsick, 1996, p. 348; Matzerath, 2007, p. 169).

Si la presencia de discos cerámicos con posible función de tapadera es conocida en otros contextos peninsulares, no ocurre lo mismo con los elementos de aprehensión de los grandes discos cerámicos, que contaban con unas orejetas modeladas de extremos apuntados (figs. 2, a y 3, a), unidos entre sí por una superficie cóncava, que se habrían situado posiblemente hacia el centro de las piezas. Son muy frecuentes en la zona del Bajo Segura, aunque también se conozcan ejemplos en otros territorios, como las comarcas centrales castellonenses (vid. infra). A su función esencial como elemento de aprehensión cabría quizás añadir para estos apliques plásticos su carácter decorativo. Distinto es el caso de una de las piezas de yeso recuperadas en Peña Negra (fig. 8, b) que utiliza un aplique de forma más a menos cilíndrica dispuesto en su centro, con ejemplos similares en cerámica y en yeso recuperados en poblados y necrópolis de la zona catalana y el valle del Ebro (figs. 12, 1-2 y 13, a).

Respecto al modelo de orejeta registrado en dos de los discos cerámicos, es bien conocido en el propio yacimiento de Peña Negra desde el Bronce Final, algunos recuperados en la campaña de 1987, generalmente en disposición vertical (González Prats, 1990, p. 252, fig. 24, 8316), aunque también aparecen aplicadas en posición horizontal sobre cerámicas cuidadas, presentando algunas de estas últimas perforaciones (González Prats, 1990, p. 304, lám. 12), estando igualmente presentes durante el Hierro Antiguo (González Prats, 1979, p. 246, fig. 160, 500 y 177, 1327; González Prats, 1985, p. 325, fig. 10, 5881; González Prats, 1990, p. 235, fig. 7, 11599 y 11764; González Prats, 1999, figs. 29, 9702 y 9936, 35, 10012 y 9987, 41, 10594 y 10643, y 57, 10764) (fig. 14). Presentan morfologías y dimensiones variables, con extremos más o menos marcados que pueden ser simétricos o no, unidos mediante una superficie curva, y por lo común cuidados acabados.

Figura 14. Asas biapuntadas de Peña Negra: A, Bronce Final. B, Hierro Antiguo (dibujos Equipo Peña Negra). ^ 

La presencia de estos apliques plásticos está documentada en yacimientos de la zona, como la ciudad fenicia de La Fonteta (Guardamar del Segura, Alicante), donde a veces son definidos como “orejetas con impresiones digitadas y cresta rebajada” o simplemente como “orejeta con digitación”, utilizados como elementos de aprehensión, aunque a su valor funcional se añada otro puramente decorativo (Ortiz Temprado, 2014, p. 21). Se localizan en el tercio superior de las piezas, siempre cerámicas groseras, como las ollas de tipo A1, de paredes rectas (Ortiz Temprado, 2014, p. 24, fig. 1), A2, de paredes reentrantes (Ortiz Temprado, 2014, fig. 2, a), y A3, de perfil en ‘S’ (Ortiz Temprado, 2014, fig. 4), los cuencos A4 (Ortiz Temprado, 2014, fig. 6, a) y los pithoi A7c (Ortiz Temprado, 2014, fig. 9, c), con ejemplos a lo largo de toda la secuencia del yacimiento (Ortiz Temprado, 2014, F-II, figs. 24, 28 y 32; F-III, fig. 45; F-IV, fig. 51; F-V, figs. 55 y 56; F-VI, 58, 61, 62, 65 y 69).

Este tipo de orejeta no resulta habitual en otros yacimientos del Hierro Antiguo, pudiéndose señalar su presencia en el territorio castellonense, con algunos ejemplos en el Tossal de la Vila (la Serra d’en Galceran) (Aguilella Arzo et al., 2016, fig. 16,7) y el Tossal del Mortòrum (Cabanes) (Aguilella Arzo et al., 2004-2005, pp. 126-127, fig. 6, 14; Aguilella Arzo, 2017, pp. 72, 74, fig. 6.6, 3), donde aparecen aplicadas a recipientes de tipos bien conocidos en Peña Negra-Les Moreres. Su asociación con los soportes discoidales debe considerarse, por tanto, como una aportación local, sobre todo teniendo en cuenta su presencia generalizada en Peña Negra ya desde el Bronce Final. En cualquier caso, formas apuntadas unidas por superficies curvas pueden observarse en otros tipos de soportes cerámicos de similares cronologías a las registradas en Peña Negra, como evidencian las cresterías de los morillos prismáticos de los tipos A y B de Ruiz Zapatero, con abundantes ejemplos en el Valle del Ebro fechados de forma general entre los siglos IX o primera mitad del VIII y mediados del VI a.C. (Ruiz Zapatero, 1985, p. 801 s., fig. 231; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011, pp. 88 ss., 98-99, figs. 34-40). Formas de creciente lunar las encontramos igualmente en pesas de telar “semilunares”, como el conjunto del Cabezo de la Cruz (La Muela, Zaragoza) en su fase II, la primera de las ocupaciones del asentamiento durante la Edad del Hierro I, iniciada en el siglo VIII a.C. (Picazo Millán y Rodanés Vicente, 2009, pp. 282, 378-379).

Aunque parece que primaría su carácter funcional, el aplique del disco-tapadera 1 muestra un cierto aspecto zoomorfo que no podemos dejar de señalar, cuya interpretación va más allá del carácter funcional del elemento y remite a aspectos sociales o culturales (Suvandzhiev, 2019). Presenta la zona de lo que pudiera ser la cabeza más elevada y los cuartos traseros en una posición algo más baja (figs. 2, a y 14), lo que la diferencia del ejemplar del disco 2 (fig. 3, a), y que también encontramos en alguna de las orejetas aplicadas a vasijas, como un ejemplar recuperado en contextos del Bronce Final (fig. 14, 15687), y que recuerda la morfología de un toro modelado recuperado en el mismo yacimiento (González Prats, 1999, fig. 36, 10296).

Este tipo de apliques zoomorfos en cualquier caso resultan frecuentes en cronologías más recientes, generalmente sobre platos-tapadera de recipientes cerámicos, destacando no obstante el ejemplar en forma de équido aplicado a un disco similar a los que analizamos de una sepultura de la necrópolis celtibérica de Aguilar de Anguita (Guadalajara) (IPHE Archivo Cabré, nº inv. 1.503), un contexto ya muy alejado del que valoramos en este trabajo.

5. Conclusiones ^ 

El yacimiento de Peña Negra ha proporcionado un interesante conjunto de discos-tapadera cerámicos procedentes de contextos del Hierro Antiguo. Se trata de una forma con antecedentes en el Bronce Pleno regional, aunque con muy pocos ejemplos, generalizándose su presencia en el Hierro Antiguo en zonas como el Noreste peninsular y el Valle del Ebro, territorios a los que se añaden ahora las tierras del sur de Alicante, donde en cualquier caso no parecen haber sido muy frecuentes, dado el escaso número de piezas conocidas. La interpretación funcional, como tapaderas de grandes vasos de almacenaje, sería la más plausible para los ejemplares de Peña Negra, dado el contexto de procedencia y la presencia de una orejeta, o un asa en el caso del ejemplar de yeso, interpretación que parece la más apropiada para una parte al menos de las piezas del área valenciana, catalana y aragonesa, donde algunas piezas se han interpretado igualmente como tapaderas de hornos o como superficies de trabajo, lo que puede descartarse para los ejemplares de Peña Negra.

Aunque las conexiones entre las piezas de estos territorios son notorias, los discos cerámicos de Peña Negra serían de segura procedencia local, como demuestra la composición de sus pastas y las numerosas similitudes tecnológicas que presentan con otras producciones cerámicas del yacimiento, en especial con las cerámicas decoradas del Bronce Final. Esto coincide además con el uso de un tipo de asa característico de orejeta, propia de Peña Negra y su entorno inmediato durante el Bronce Final y el Hierro Antiguo. Algo similar cabe decir de la existencia de una tapadera de yeso en el poblado, un elemento relativamente frecuente en algún yacimiento del Noreste, aunque en Peña Negra el uso del yeso para diversas funciones (constructiva, decoración de cerámicas, tapaderas, fusayolas, etc.) es bien conocido desde el Bronce Final (González Prats y Ruiz Segura, 1990-91, pp. 56-58, 64; Vinader Antón, 2019a; Vinader Antón, 2019b; del Pino Curbelo et al., en prensa; Pastor Quiles, 2021, pp. 185-200).

La comparación con áreas colindantes, sin embargo, se ve obstaculizada por la falta de datos sobre los procesos de trabajo, pudiendo destacar la escasez de información referida a las piezas del Noreste, la zona con este tipo de hallazgos con la que el registro de Peña Negra muestra una relación más estrecha. Uno de los aspectos que posiblemente podamos discutir con más detalle es el proceso de cocción. Los recipientes de Peña Negra presentan perfiles de cerámica cocida a baja temperatura y a simple vista se observan nervios de cocción, a lo que se suman los halos de difusión de carbono que rodean las inclusiones vegetales. Estos discos muestran la consistencia de la cerámica, algo que es perceptible con su mera manipulación. Esta podría ser una diferencia clara con respecto a lo que se vio en su momento en piezas del Noreste (Belarte Franco, 2003, p. 83; Mateu Sagués, 2015, p. 88), que parecían no haber sido cocidas, o de haberlo sido no hasta un punto similar al de los recipientes cerámicos. El análisis de estos últimos, sin embargo, ha arrojado perfiles de cocciones a baja temperatura (Barrachina et al., 2014), un rasgo en común con las cerámicas a mano del Sureste.

El hallazgo de modelos de discos-tapadera similares en ambos territorios no parece casual, con independencia del carácter local ya señalado para las piezas de Peña Negra, ya que existen evidencias del movimiento de ideas, objetos, productos y personas a lo largo de la franja mediterránea, como evidencia ya durante el Bronce Final la presencia en esta zona del Sur alicantino de las cerámicas acanaladas propias de la cultura de los Campos de Urnas (Hernández Pérez y López Mira, 1992; García Borja y Pérez Jordà, 2012; Jover Maestre et al., 2016) o la aparición de ciertos rituales cuyo origen debe situarse en el Noreste peninsular, como las necrópolis de cremación, el enterramiento de neonatos bajo el suelo de las casas o los sacrificios de ovicápridos, todos ellos documentados en Peña Negra/Les Moreres (González Prats, 1990, p. 94; González Prats, 2002; Lorrio Alvarado, 2009-2010, p. 134, fig. 15; Almagro-Gorbea y Lorrio Alvarado, 2011, fig. 48, B y apéndice 4, H), confirmando las fuertes relaciones entre ambos territorios.

Durante el Hierro Antiguo estas relaciones se intensificarían, destacando el papel jugado por las poblaciones del Sureste en el comercio interregional (una reflexión sobre el tema en Graells i Fabregat y Lorrio Alvarado, 2014, pp. 103-106, 111-113), en el que seguramente jugaría un papel relevante el emporio marítimo localizado en La Fonteta (Rouillard et al., 2007; González Prats (coord. y ed.), 2011; González Prats (coord. y ed.), 2014). Desde finales del siglo VIII a.C. este asentamiento actuó como un centro productor y comercial, con una intensa actividad artesanal y metalúrgica que debió mantener un intenso tráfico mercantil con las restantes colonias fenicias del Mediterráneo Occidental, Norte de África e Ibiza arcaica. Posiblemente también mantuviera contacto con otros territorios costeros, como sería el caso del Noreste peninsular, al tiempo que con las poblaciones indígenas de su hinterland. Entre estas últimas destaca Herna/Peña Negra, centro de claro componente empórico y con reconocida capacidad para interactuar con las poblaciones mediterráneas, donde incluso se ha señalado la presencia de artesanos de origen fenicio (González Prats, 1986; González Prats, 1991; González Prats, 2000). No en vano, la incidencia de este tipo de objetos parece mayor en el Noreste en los yacimientos sujetos a mayor influencia colonial, como es el caso de Sant Jaume (Mateu Sagués, 2015, pp. 88, 179; Mateu Sagués, 2016, pp. 289-291, fig. 288-295; Garcia i Rubert et al., 2016). Resulta difícil establecer mayores precisiones sobre la introducción de estas piezas en el repertorio cerámico de los grupos protohistóricos de estos territorios, aunque deben recordarse los antecedentes del Bronce Pleno regional y la relativa antigüedad de las piezas cerámicas de Peña Negra respecto al conjunto, más numeroso, eso sí, del Noreste.

La relación con grandes recipientes de almacenaje, ollas a mano o incluso pithoi ya realizados a torno en el caso de Peña Negra, parece probable, aunque en esta zona la necesidad de buscar cierres herméticos llevaría a la incorporación de un nuevo tipo de recipiente, cuya tapadera cerámica se fijaría mediante el uso de orejetas perforadas. Se trata de un modelo que gozó de un importante desarrollo en la zona en yacimientos como La Fonteta, ya desde el primer tercio del s. VII a.C., con un ejemplar importado de la fase II, aunque en su mayoría se fechen ya en el siglo VI a.C., en la fase Fonteta VI (c 580-560 a.C.) (González Prats, 2014, p. 665). Con cronologías similares las encontramos igualmente en Peña Negra, donde incluso se llegó a generar una variante del modelo, con dos orejetas enfrentadas a dos asas geminadas verticales, un producto híbrido que podría haberse realizado en los alfares crevillentinos, donde constituyen la forma E15, un pithos de gran tamaño de cierre hermético, como evidencia su asociación con las tapaderas cónicas con botón, forma E16 (González Prats, 1982, pp. 96-98, fig. 2; González Prats, 1983, pp. 169, 224-225). Aunque este tipo de recipiente se documenta igualmente en La Fonteta (Forma 46, vaso ovoide o globular cortado con asas perforadas y tapadera de orejetas) (González Prats, 2014, pp. 665-669), ninguno de los ejemplares allí recuperados responde al modelo que comentamos. En este sentido, resulta interesante la propuesta de Sardà y Graells (2004-2005, p. 182) que sitúa en el Sureste peninsular el origen de los ejemplares de este modelo singular documentados en el área catalana, donde aparecen reutilizados, ya sin tapadera, en espacios cultuales o de necrópolis de la primera mitad del siglo VI a.C. (Sardà Seuma y Graells i Fabregat, 2004-2005), y cuya llegada estaría relacionada posiblemente con el contenido de estos grandes vasos de almacenaje.

A pesar de tratarse de un tipo de objeto aparentemente simple, los rasgos composicionales y tecnológicos de las piezas analizadas muestran el potencial de los discos-tapaderas en la definición de complejos tecnológicos y de posibles pervivencias e innovaciones a lo largo del tiempo, que también se perciben por ejemplo en el tipo de asa utilizado o en el proceso de fabricación. Estos objetos dan además información que podría complementarse con nuevos programas de investigación, relacionados con las técnicas decorativas o las propiedades mecánicas de las cerámicas a mano. Estas investigaciones podrían combinarse con la caracterización de otros materiales, dada la diversidad de la materia prima utilizada para su confección, como la arcilla o el yeso. Una visión más completa resultaría de la consideración del uso de materiales perecederos, raramente conservados.

Financiación y agradecimientos  ^ 

Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades HAR2017-87495-P, “Fenicios e indígenas en el Sureste de la península ibérica: Bronce Final y Hierro Antiguo entre el Vinalopó y el Segura” y del proyecto de la Generalitat Valenciana AICO/2021/189, “Construyendo territorios entre el Bronce Final y el Ibérico Antiguo en los extremos de la Comunitat Valenciana (ConstrucTERR)”. El trabajo instrumental se ha financiado con una ayuda de la Fundación Palarq (Analíticas 2019), desarrollada en el marco de un convenio de colaboración con la Universidad de Alicante para la coordinación y desarrollo del proyecto “Estudio de investigación para llevar a cabo analítica de cerámica prehistórica” (FUNDACIONPALARQ1-19X). También con la Ayuda para la utilización de los Servicios Técnicos de Investigación del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia de Conocimiento de la Universidad de Alicante (UAUSTI19-15). María Pastor Quiles es investigadora Juan de la Cierva-formación (FJC2019-039469-I) financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación y el Institut Català d’Arqueologia Clàssica. Miguel del Pino Curbelo disfruta de un contrato del programa Viera y Clavijo, financiado por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Queremos agradecer al Dr. Alfredo González Prats (Universidad de Alicante), la información sobre las piezas de Peña Negra y su contexto de aparición; a la Dra. Amparo Barrachina Ibáñez y a D. Ignacio Royo Guillén, sus interesantes valoraciones sobre algunas piezas de Castellón y el Valle del Ebro, respectivamente y a los Dres. R. Graells i Fabregat y Mariano Torres Ortiz por sus comentarios durante la elaboración del texto. La documentación gráfica de las piezas crevillentinas pertenece al Proyecto Peña Negra y a los autores, por lo que queremos manifestar nuestro agradecimiento al Dr. Alfredo González Prats, al Dr. Pablo Camacho Rodríguez, a la Dra. M.ª Dolores Sánchez de Prado, a D.ª Irene Vinader Antón, y a D. José Quesada Adsuar. Por lo que respecta al resto de la documentación gráfica, agradecemos el habernos facilitado las imágenes reproducidas y las correspondientes autorizaciones para su reproducción a la Dra. M.ª J. de Pedro Michó (fig. 9, c), a los Dres. F. Gracia Alonso y David Garcia i Rubert (fig. 10), al Dr. P. Moret (fig. 11) y a D.ª M.ª P. Vàzquez Falip (figs 12 y 13, a). Igualmente, al Dr. Andrés Martínez Rodríguez y a D.ª Juana Ponce García, director y coordinadora de área, respectivamente, del Museo Arqueológico Municipal de Lorca por habernos facilitado la documentación gráfica de la tapadera de Los Cipreses (fig. 9, a), cuya titularidad corresponde a la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia.

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Contribución a la autoría ^ 

Las aportaciones realizadas por cada uno de los autores al artículo son las siguientes: