Recensión

Martínez López, C., Mirón Pérez, Mª. D., Gallego Franco, H. y Oria Segura, M.: Constructoras de ciudad. Mujeres y Arquitectura en el Occidente Romano. Editorial Comares, Col. “Mujeres, Historia y Feminismos”. Granada 2020. ISBN 978-84-904-5900-3. 435 pp.

Spal, 30.1, pp. 345 - 350

Recepción: 23 de septiembre de 2020. Aceptación: 5 de noviembre de 2020

Sumario

Bibliografía

La comunidad científica puede considerarse de enhorabuena con la publicación de Constructoras de ciudad. Mujeres y Arquitectura en el Occidente Romano. El volumen tiene como marco de actuación el Proyecto “Género y Arquitectura en la sociedad romana antigua. Matronazgo cívico en las provincias occidentales (ArqGeAnt)” (FEM2014-53423-P), dentro del Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia, del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del Gobierno de España, y del que son investigadoras las cuatro autoras.

Cándida Martínez, María Dolores Mirón, Henar Gallego y Mercedes Oria, expertas en temas de género y docentes respectivamente en las Universidades de Granada, Valladolid y Sevilla, son las responsables de este exhaustivo estudio que, a pesar de la amplitud de los temas que examinan, han logrado condensar en 435 páginas. Se explican los patrones que siguió la munificencia femenina en sus niveles de participación cívica en el Occidente romano. El tema, que presenta un desafío provocador para la historiografía tradicional, está a la vanguardia de las investigaciones de las cuatro académicas y puede verse como una secuela lógica de otras publicaciones suyas sobre matronazgo cívico, siempre vertebradas por su vocación por abordar los problemas y retos actuales de los estudios de género.

Es cierto que se había estudiado en numerosas ocasiones el patronazgo cívico como base principal de la estructura social romana, pero, en general, los romanistas ignoraron que las mujeres formaran parte de esta ecuación. Un paradigma lo encontramos en Augustus und die Macht der Bilder (1987), donde Paul Zanker, un respetado historiador contemporáneo, observaba que las imágenes son reflejo del estado de una sociedad y su sistema de valores así como de sus crisis y sus momentos de euforia y, desde tal supuesto, hacía una interpretación de la arquitectura y el arte como espejo de la sociedad romana, pero sin prestar atención al impacto en la edificación urbana de las mujeres de la casa imperial, obra que ha sido secundada por un número creciente de expertos. Sin embargo, los estudios pioneros realizados desde la historia de las mujeres, basados en el registro arqueológico y epigráfico, que se han sucedido desde los mismos años ochenta, unidos a la aplicación del género como una categoría útil de análisis histórico refutan esta idea, pues existen pruebas de que las mujeres ejercieron sus propios derechos participando en obras públicas, liturgias, oficios y sacerdocios (Marleen Flory, Suzanne Dixon, Judith Hallett, Richard Bauman, Brunilde Ridgway, Elisabeth Bartman, Riet Van Bremen, autores todos ellos, como los mencionados más adelante, recogidos en la bibliografía de la obra reseñada). Bajo esta perspectiva, desde la década de 1990, los avances en el tema se han producido principalmente en el marco del Imperio romano. En esta línea, tenemos que mencionar las aportaciones de Francesca Cenerini y Georg Woolf en el terreno de la munificencia cívica femenina en el Occidente romano, haciendo hablar a la epigrafía, y de Diana E. Kleiner sobre las evidencias arqueológicas al estudiar el poder de las mujeres imperiales y el impacto de las estatuas y monumentos que erigieron, con el objetivo de mostrar que algunas ejercieron una influencia considerable en la arena política entre el final de la República y el período augusteo.

A partir del 2000, se fijan las bases para hablar de prácticas cívicas, prácticas sociales que eran inseparables de la vida ciudadana, y que las mujeres también aprovecharon en beneficio propio. Con una mayor orientación a la exploración de las acciones de las mujeres evergetas y su capacidad de actuación autónoma, situando esta en relación con su situación jurídica, civil y familiar en la arquitectura del espacio público, se conciben los trabajos de Mary T. Boatwright y Margaret L. Woodhull, entre otros. En un ensayo publicado en 2011, Boatwright indaga sobre toda clase de vestigios arqueológicos y epigráficos proveyendo nuevas informaciones que acreditan la presencia femenina in re publica, mientras que las investigaciones de Woodhull se han focalizado en defender que el mecenazgo arquitectónico representó una oportunidad para que las matronas imperiales dispusieran de una carrera pseudo-política y se ganaran el derecho a erigir monumentos cívicos. Así pues,

en élargissant la documentation aux données archéologiques, notamment épigraphiques, et par conséquent aux périodes hellénistique et impériale, force est de constater que participation et citoyenneté sont deux notions qui vont toujours de pair et incluent des hommes et des femmes. En redonnant aux femmes citoyennes leur place dans la cité, la politique trouve un nouveau contour. (Sebillotte-Cuchet, 2016, p. 207).

La autora de este pasaje es Violaine Sebillote-Cuchet, para quien nadie pondría en duda la concepción de que la sociedad está compuesta por mujeres y hombres en igual proporción.

De estos precedentes y de las lagunas detectadas parte la monografía objeto de esta reseña, cuyo propósito es no solo poner de relieve que en la antigua Roma las mujeres fueron constructoras, sino también analizar de qué modo el matronazgo constituyó una forma de lograr una voz pública y una biografía personal, renovando las interpretaciones historiográficas en torno al tema. El planteamiento es, por consiguiente, tejer un nuevo relato partiendo de otras experiencias que no han sido incorporadas a la historiografía tradicional, de diferentes clases de mujeres y en diversas ubicaciones geográficas. No hay que perder de vista que los límites espaciales se circunscriben al Mediterráneo occidental y se centra en las mujeres de las familias más ricas y de las capas medias de las ciudades, al igual que a otras mujeres que no pertenecieron a las élites ni ostentaron cargos religiosos. El balance que arroja la investigación es de una gran solidez, 200 ciudades en las que se distribuyen cerca de 400 obras o indicios de intervención femenina en la arquitectura. Pero, además, la religión proporcionó un escenario privilegiado para involucrarse en la sociedad urbana. En efecto, la huella femenina es abrumadora en el paisaje religioso de las ciudades romanas, con notables inversiones: las donaciones de construcciones de carácter sacro superan la suma de todos los demás edificios públicos costeados por mujeres en el ámbito geográfico de estudio, más de 200 féminas de todas las clases sociales, principalmente de la élite, cerca de 200 inscripciones referidas a lugares de culto o bien a construcciones anexas añadidas a aquellos, 82 edificios de culto de nueva planta y 17 restauraciones.

Diez capítulos articulan la monografía. La reseñable compilación de fuentes permite orientar las tres líneas de análisis que constituyen la base del estudio, y que están enfocadas a averiguar las obras que impulsaron las mujeres, indagar sobre la identidad de las protagonistas y cómo reconocerlas, y qué fue lo que las motivó para incorporarse a una actividad a la que en principio no estaban llamadas. Además de estos tres ejes temáticos, en los dos primeros capítulos se plantean las cuestiones históricas, epistemológicas y de método. Como las autoras (p. 11) ponen de manifiesto:

Se trata de realizar un giro epistemológico y en lugar de interrogar a las fuentes desde las categorías y códigos tradicionales creados a partir de la experiencia totalizante (aunque parcial y sexuada) de los varones, hacerlo desde otras matrices capaces de alumbrar otras vivencias históricas más integrales.

Y, en efecto, a ello dedican todos sus esfuerzos explorando conceptos definitorios como matronazgo y cartografía de género. Fue Emily Hemelrijk la primera en acuñar el uso historiográfico de matronazgo cívico, con un sentido amplio de maternidad metafórica ( fictive motherhood) que indica una posición de autoridad femenina en las instituciones masculinas, en términos socialmente aceptables, al profundizar en el título recibido por una mujer de «madre de una ciudad». En cuanto al nuevo enfoque sobre las cartografías de género, que abren planos de estudio complejos sobre la vida y las estrategias de las mujeres que permiten reconocerlas en el ámbito cívico, este se forjó en el Seminario Internacional Cartografías de género en las ciudades antiguas, celebrado en Granada en 2016, germen de la publicación editada por Cándida Martínez y Purificación Ubric con el mismo título (Martínez López y Ubric Rabaneda, 2016).

El tercer capítulo indaga en los precedentes de este comportamiento cívico, adentrándose en los hilos de la memoria al poner de relieve el papel de algunas mujeres griegas, y cómo sirvieron de inspiración para las romanas republicanas que, a su vez, trasmitieron su legado a las siguientes generaciones. Sin duda, el análisis pormenorizado de los antecedentes helenísticos resulta muy oportuno, porque descubre la forma de integrarse en lo público de otras mujeres que fueron favorecidas por los cambios económicos, políticos y sociales desde finales del periodo clásico. De estas protagonistas, mujeres vinculadas a las dinastías reales y a las comunidades griegas, hay evidencias epigráficas y, en menor cantidad, vestigios arqueológicos. Obras, en su mayoría, que fueron masculinizadas por la historiografía tradicional, como salta a la vista en el Mausoleo de Halicarnaso, tradicionalmente atribuida su construcción al rey Mausolo (353 a.C.), y del que Woodhull ya sugirió la agencia femenina de Artemisia, hermana y esposa del monarca. El modo de intervenir en estas operaciones era muy diverso en el Helenismo, bien por una generosidad voluntaria o por una obligación ( liturgia), cuando la ciudad encargaba a personas ricas tareas ciudadanas concretas que podían ser atribuidas a sus expensas o bien con otra ayuda financiera. Este apartado nos descubre de forma muy comprensible el procedimiento de cómo se implicaron en el sistema del evergetismo y la importancia que tuvo la familia y el linaje, constituyendo un precedente indiscutible del mundo romano. Como las autoras refrendan, las obras imputadas a mujeres romanas, como el pórtico dedicado a Livia Drusila, según Ovidio ornamentado con pinturas, se inspiraron en esta tradición clásica.

Bajo estas premisas, la parte medular del libro se ciñe al análisis del compromiso de las mujeres con las ciudades romanas, y de las acciones en arquitectura que revelan las fuentes epigráficas, numismáticas, arqueológicas y literarias, los edificios que levantaron, dónde, cómo y por qué razón los hicieron, el prestigio y reconocimiento público que ganaron, además de la idea personal de formar parte de la memoria de la ciudad. Los resultados del cruce de la información documental son muy interesantes, pues muestran testimonios tan significativos como el de Mineia, esposa de un senador de Paestum en tiempos de Julio César, y la primera que levantó una basílica en su ciudad. De este edificio, cuya función era básicamente judicial y financiera, se conservan no solo las inscripciones que le dedicaron a la matrona y a su grupo familiar, de las esculturas que lo adornaron, sino también los restos arqueológicos del basamento. Existen, además, monedas con el diseño arquitectónico y la efigie de Mineia, que, sin duda, refuerzan el honor que significó esta donación para la ciudad, cuyo senado local decretó honrar a la matrona autorizando circulante a su nombre, y que pudo contribuir incluso a financiar la emisión monetaria como hacían los magistrados.

Consiguientemente, los capítulos cuatro a ocho atienden a los principales ámbitos de intervención femenina en el espacio público. Se aborda, en primer lugar, la arquitectura forense, con edificios de alto valor simbólico-político precisamente en el corazón de la ciudad, en el que se erigían los elementos de propaganda y manifestación de poder, y del que las mujeres estaban formalmente excluidas. Así, Flavia Valeriana, que vivió entre finales del siglo I d.C. y principios del II, dejó un epitafio en el que consta la donación y dedicación en Cisimbrium (Zambra, Córdoba) de un foro, una aedes y varias estatuas, lo que representa uno de los escasos testimonios de una intervención integral femenina en arquitectura foral, mientras otras mujeres levantaron pórticos, basílicas, curias, tribunas o arcos de triunfo y se ocuparon de su mantenimiento posterior. Una inscripción hallada entre la vía Apia y la Latina, menciona la «basílica de las dos Antonias» (Kokkinos, 1992, p. 146), que se piensa que podría ser obra de las hijas de Octavia cuando aún vivían juntas, Antonia la Mayor y Antonia la Menor. La arquitectura del agua es otro de los capítulos, pues parece tener especial predicamento entre las féminas; aparte de acueductos, conducciones, fuentes y piscinas hubo preferencia por los baños, como las termas Memmianas construidas en la tunecina Bulla Regia, con una notoria inscripción sobre pedestal que nos remite a los indicadores de mérito cívico, estima pública y devoción familiar de las donantes, en este caso de Iulia Memmia. La arquitectura religiosa dispone aquí de un capítulo específico con el fin de enfatizar la mayor capacidad de actuación pública que las mujeres tuvieron en este terreno. Así lo demuestra el gran número de vestigios y donaciones que las investigaciones epigráficas y arqueológicas ponen al descubierto, como hemos avanzado. Sigue la sección dedicada a los edificios de espectáculos y bibliotecas, en los que, sin embargo, las mujeres intervinieron en menor medida porque a su vez constituyeron los ámbitos de la obra pública donde hubo menor incidencia de la iniciativa privada. Aun así, hubo mujeres que dejaron huellas imborrables como Ummidia Quadratilla, de la que diversas fuentes dan cuenta de su condición de empresaria y de su acción filantrópica, al ocuparse de la construcción de un anfiteatro y la reparación de un teatro en Cassino. El capítulo octavo se centra en las infraestructuras de acceso a las ciudades que tienen como principales exponentes los mercados, las vías y los puentes, donde la acción de la administración central y la local fue preferente, aunque hay alguna intervención femenina de gran reputación como la cura viarum de Matidia la Menor en Portus y Suessa Aurunca.

Respecto al capítulo noveno, las autoras se centran en cuatro arquetipos para ilustrar la forma en que las mujeres acometieron sus compromisos a través de tres entornos geográficos y períodos cronológicos concretos; es de gran interés, puesto que proyectan diferentes casuísticas de tipo social, económico y político que pueden ser de aplicación en otros estudios similares: se observan mujeres que comparten rasgos comunes en las ciudades italianas de Ostia y Suessa Aurunca, al igual que en la tunecina Thugga, cerca de Cartago, y en ciudades de la Bética durante la dinastía flavia, territorio hispano que, a juzgar por el registro epigráfico, acogió la mayoría de las muestras de matronazgo.

El décimo capítulo -y último-, constituye una de las secciones más perspicaces y con argumentos más reveladores del libro. A partir de las relaciones de género las autoras buscan esclarecer el modus operandi de las protagonistas y su evolución en el tiempo. Se distancian así del tratamiento manido y tradicional de una ciudad masculinizada y espacio de exclusión, para situar a las mujeres en el lugar que les corresponde. Podría decirse que es en esta sección donde las autoras concretan el verdadero propósito de este libro. Argumentan que la fortuna de estas nobles de rango imperial, senatorial y ecuestre y, sin duda, el deseo de notoriedad, les abre la puerta del espacio público para resignificarlo; en él las mujeres imprimen su ideal de belleza y también su forma de entender el ocio y la cultura, logrando convertir alguno de los edificios públicos en lugar de recuerdo, a veces incluso grabando sus propios nombres en ellos. Así lo hizo la hermana de Augusto en Roma, donde acometió la promoción de arquitectura cívica en los inicios del Imperio, de la que sobresale la Porticus Octaviae, verdadero escaparate de arte y cultura, en el que se emplearon los mejores y más ricos materiales; y, en el crepúsculo del Imperio, la Porticus Placidianae en Portus, gracias a la actuación de la última emperatriz romana, Gala Placidia, quien acrecentaría su prestigio al competir con obras masculinas en un lugar con tanta carga simbólica, como ya lo hiciera con anterioridad Matidia la Menor.

A lo largo de la exposición, descubrimos un hilo narrativo compacto que no se reduce a plasmar hechos, compilar o describir obras, sino que se entrelazan los conceptos y los temas con gran pericia, planteando constantes preguntas y proponiendo respuestas o sugestivas hipótesis, siempre con el telón de fondo de la metodología y los tres ejes definidos en los primeros capítulos. El resultado final viene avalado por una dilatada trayectoria de investigación de estas cuatro profesionales, que sustentan sus debates en cuantiosas fuentes primarias y secundarias, amplificando la visión que existía esencialmente a través de los autores clásicos, por lo general llenos de prejuicios hacia las mujeres. Aunque se podría hacer notar la ausencia de alguna referencia, hay que admitir la dificultad de la selección bibliográfica que presentan y en la que podemos entrever las líneas de investigación más pioneras a nivel internacional. No obstante, unos índices de personajes y de lugares hubieran sido de gran provecho para efectuar búsquedas selectivas. Bien es verdad que esta ausencia, que en absoluto ensombrece el trabajo, se ve suplida por la complementariedad de 18 tablas, 22 mapas, 87 imágenes, y una rica documentación epigráfica que, en conjunto, aportan información acerca de las trayectorias personales, incluso de las memorias familiares colaterales.

Por todo ello, este volumen constituye una inspiradora perspectiva de acercamiento a las biografías silenciadas de un grupo de mujeres, a la voluntad de las mismas de hacer perdurar sus memorias, de su agencia cívica. Bajo la perspectiva de los estudios de mujeres, las autoras vindican el potencial femenino para hacer uso de las oportunidades de promoción social que les ofrece el paisaje urbano y modificar las relaciones de género y la memoria de las ciudades. Y estas mujeres no lo hacen desde la política, porque esta pertenece solo al varón, ya que la jurisprudencia romana expresa claramente la exclusión en la norma jurídica de todas las dignidades públicas para la condición femenina y en particular de los virilia officia, sino desde la propia experiencia y vivencia, aprovechando otras estrategias de habitar el espacio urbano. Este incremento de la presencia y protagonismo cívico de las mujeres también comporta un ejercicio de autonomía y poder por su parte, con diferentes procesos de empoderamiento y, por tanto, de tensión y conflicto.

Proyectando ideas y argumentos en todas direcciones, Constructoras de ciudad es un libro que se disfruta, una obra fascinante que se suma al ya reseñable número de contribuciones a la historia social o la historia de las mujeres en las últimas décadas. El título no podía estar mejor elegido. Constituye una plataforma de lanzamiento indispensable para futuras investigaciones y será interesante comprobar qué nuevos estudios suscita.

Bibliografía ^ 

Boatwright, M. T. (2011) “Women and gender in the Forum Romanum”, Transactions of the American Philological Association, 141, pp. 105-141. https://doi.org/10.1353/apa.2011.0007

Kokkinos, N. (1992) Antonia Augusta. Portrait of a great Roma lady. Londres: Routledge.

Martínez López, C. y Ubric Rabaneda, P. (eds.) (2016) Cartografías de género en las ciudades antiguas. Granada: Editorial Universidad de Granada.

Sebillotte-Cuchet, V. (2016) “Ces citoyennes qui reconfigurent le politique. Trente ans de travaux sur les femmes et la citoyenneté dans l’Antiquité Classique”, Clio Femmes, Genre, Histoire, 43.2, pp. 185-215. https://doi.org/10.4000/clio.12998

Zanker, P. (1987) Augustus und die Macht der Bilder. Munich: C.H. Beck.

Almudena Domínguez Arranz

Catedrática de Arqueología

Universidad de Zaragoza

Facultad de Filosofía y Letras, Edificio Cervantes

c/ Corona de Aragón 42, 50012 Zaragoza, España

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