Sobre la introducción de la arquitectura palacial en el Mediterráneo Occidental

On the introduction of palatial architecture in the Western Mediterranean

Iván Fumadó Ortega

Investigador Contratado Ramón y Cajal. Universitat de València.

Av. Blasco Ibáñez, 28, 46010, Valencia.

i.fumado.ortega@uv.es 0000-0002-8583-4914 Q-7064-2018

Resumen El palacio es a la vez un tipo de edificio y una alegoría política. La definitiva importación al Mediterráneo Occidental de este tipo arquitectónico y de su lenguaje simbólico se consumó al tiempo que la República romana se transformaba en un Imperio. Pero antes de estos hechos hubo otras experimentaciones con elementos propios de la arquitectura palacial, tanto en ámbito público como privado, en Italia, Sicilia, en el Maghreb occidental y en la península ibérica. En este artículo se propone una definición razonada del término palacio que sirva para su uso analítico, se discute sobre el rol jugado por las grandes poleis mediterráneas, en especial Cartago, en la difusión de estos edificios y se aboga por considerar a las monarquías norteafricanas, aún no suficientemente atendidas por la investigación, como importantes vectores de transmisión de este tipo de arquitectura en el Mediterráneo occidental.

Palabras clave palacio, peristilo, tirano, monarca, Cartago, Numidia, Mauritania.

Abstract The palace is both a building type and a political allegory. The definition of this architectural and symbolic language in the ancient Western Mediterranean was consummated during the transformation of the Roman Republic into an Empire. But both in Italic and Sicilian public and private architecture, as well as in the Maghreb and the Iberian Peninsula, other experiments with palatial features were carried on before the Augustan Era. In this article, an analytical definition of the term palace and the role played by the principal Mediterranean poleis, especially Carthage, in the diffusion of these buildings will be discussed. A reconsideration of the Numidian and Mauretanian monarchies as important vectors of transmission of this type of architecture in the Western Mediterranean will be suggested.

Key words palace, peristyle, tyrant, monarch, Carthage, Numidia, Mauretania.

Fecha recepción: 09/03/2021 Fecha aceptación: 19/05/2021

Fumadó Ortega, I. (2022): “Sobre la introducción de la arquitectura palacial en el Mediterráneo Occidental”, Spal, 31.1, pp. 200-224. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2022.i31.08

Sumario

1. Introducción

2. El palacio y la arquitectura palacial: precisiones semánticas y diacrónicas

3. El palacio en Oriente y la aparición de arquitecturas palaciales en el Mediterráneo

4. ¿Palacios cartagineses? Morfología urbana, fundadores y tiranos en la poleis mediterránea

5. ¿Una tradición palacial norteafricana?

6. Sobre la introducción de la arquitectura palacial en la península ibérica

Financiación y agradecimientos

Abreviaturas

Bibliografía

Financiación y agradecimientos

Lista de figuras

Figura 1. Estela de basalto, de 115 cm de altura, conocida como Piedra Moabita o Estela de Mesha. Hallada en Dhiban (Jordania) y datada a finales del siglo IX a.C., en ella el rey Mesha enumera los logros de su reinado, entre los que se encuentra, en la línea 23, la construcción de un palacio. Para ello se emplea la expresión bt mlk, que literalmente significa la Casa del Rey. Expuesta en el Louvre (AO 5066).

Figura 2. Planimetría del Palacio de Mari (Tell Hariri, Siria), de finales del III milenio a.C., realizada por P. François (Parrot, 1958).

Figura 3. Planimetría reconstructiva del palacio de Pella (Grecia), según W. Hopefner (1996, 28, fig. 23).

Figura 4. Planimetrías del palacio real de Ugarit (Ras Shamra, Siria), datado entre los siglos XIV-XII a.C. (Yon, 1997, 47, fig. 20).

Figura 5. Planimetría de la reconstrucción nivel IV del palacio de Alalakh, en el Bajo Orontes (Tell Atchana, Turquía), datado entre los siglos XV-XIV a.C. (Wooley, 1955, fig. 45).

Figura 6. 1: denario de Juba I (Alexandropoulos 2007, fig. 29A) (x2); 2: denario de Juba I (Alexandropoulos, 2007, 29B) (x2); 3-4: Bronce de Juba I (Alexandropoulos, 2000, 34).

Figura 7. Plano de las ruinas del terreno de Ennabod (Leveau, 2014, 13, fig. 2).

Figura 8. Planimetría reconstructiva del palacio de Juba II en Lixus, realizada por R. Mar Medina. 1: Atrio corintio; 2: patio; 3: salón de audiencia; 4: peristilo; 5: salón; 6: salón descubierto; 7: sala de banquete; 8: templos (Aranegui Gascó y Mar Medina, 2009, 42, fig. 8).

Figura 9. 1: Planimetría de la Casa del Peristilo 1 de Monte Iato, en Sicilia (Isler, 1996: 253, fig. 1); 2: Planimetría reconstructiva de la Casa 1 del barrio de Magón de Cartago (Túnez), según F. Rakob (1991, Bei. 30).

Figura 10. Planimetría de la Casa del Fauno de Pompeya, adaptada a partir de Mau, 1907, fig. 137.

Figura 11. Planimetría del yacimiento de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) (Celestino Pérez, 2001, 48, fig. 24).

Figura 12. Planimetría del palacio de Vouni (Chipre), con fases de construcción entre el siglo V y IV a.C., según Gjerstad (1948, fig. 23).

Figura 13. Murlo (Nielsen y Philips, 1985, 66, fig. 3).

1. Introducción ^ 

Un análisis arqueológico debe considerar cada edificio como si fuera un objeto: el producto -de grandes dimensiones- de una cadena de operaciones tecnológicas de transformación de una serie de materias primas. La selección de los materiales y técnicas aplicadas, los aspectos funcionales y/o decorativos de la construcción, además de otros muchos elementos, nos permiten caracterizar el nivel tecnológico y la tradición cultural, así como la disponibilidad de recursos materiales e intelectuales de sus constructores y, eventualmente, de la sociedad a la que pertenecieron. La cantidad de cadenas productivas involucradas y los longevos usos y/o reutilizaciones aplicadas a la arquitectura explican por sí solas la gran densidad de información arqueológica condensada en cada edificio. Así, de la arquitectura podemos obtener, quizá mejor que de otro tipo de objetos más simples, información sobre los contextos tecnológicos, sociológicos, económicos y políticos de la sociedad que la construye y la usa. En este sentido, es normal que aquellos edificios directamente asociados a una función política resulten especialmente interesantes.

El palacio es uno de esos tipos de edificio que, por su gran carga simbólica a varios niveles, ha despertado el interés de investigadores y gran público: «The palace is considered to be one of the most significant artefacts that humanity has conceived and constructed. Masses have worshipped it, warriors desired to capture it, archaeologists to discover, document, classify and decode it, and crowds of tourists craved and still crave to consume it» (Tzonis, 2018, p. 9). Pero la palabra palacio es polisémica y, por tanto, llama a confusión. Por ello creo conveniente atender a la diacronía de su significado en la Antigüedad. A continuación, se aludirá, muy brevemente, a la realidad arqueológica de este tipo de edificios y a su progresiva introducción desde Oriente en el Mediterráneo antiguo, principalmente a través de los monarcas macedónicos y sus descendientes. En este artículo se van a resumir las evidencias que indican que Cartago quedó al margen de este proceso, en contra de lo defendido hasta finales del siglo pasado.

La arqueología parece indicarnos que fue la Roma tardorrepublicana y altoimperial la entidad que recogió y reelaboró el lenguaje arquitectónico de los palacios del Mediterráneo oriental y los diseminó, a través de las domus imperiales y las villae de mayor lujo, por el Mediterráneo centro-occidental. Pero este artículo también llamará la atención sobre otros desarrollos previos de la arquitectura palacial cuyo estudio suele, en mi opinión, carecer de una contextualización histórico-arqueológica suficiente: desde la asimilación de elementos palaciales en la arquitectura doméstica de época helenística hasta la reinterpretación de estos elementos por parte de las monarquías norteafricanas que, aunque poco atendidas hasta ahora por la arqueología de campo, ofrecen suficientes indicios como para considerarlas un agente de recepción, trasformación y difusión de la arquitectura palacial en el Mediterráneo occidental de época pre-augustea. Este artículo concluirá con algunas consideraciones finales que, a la luz de los fenómenos históricos aquí evocados, se pueden realizar sobre algunos de los edificios de la península ibérica prerromana discutiblemente calificados, en algún momento, como palacios o regias.

2. El palacio y la arquitectura palacial: precisiones semánticas y diacrónicas ^ 

Nuestra palabra palacio es polisémica (RAE v. Palacio). Etimológicamente procede del término latino palatium, utilizado hasta el cambio de Era como sinónimo de Mons Palatinus, es decir, como el nombre de una de las colinas de Roma (LD v. Palatium). Tito Livio (1.5.2), Estrabón (5.3.3) o Pausanias (8.43.2) hacen referencia a diversos mitos que explican la procedencia del término, aunque quien quizá merezca más crédito sea Dion Cassio (53.16.5). Según este autor, el término palatium pasó a identificar la residencia imperial por el hecho de que Julio César residió precisamente en aquel lugar de la Urbs. Esta evolución semántica de palatium estuvo evidentemente provocada por las profundas transformaciones políticas que condenaron a la República romana a su desaparición en las fechas que todos conocemos. Sin embargo, el cambio semántico no fue tan rápido como el político. Durante varias generaciones, el término palatium convivió, en su nueva acepción de residencia imperial, con otros más tradicionales, como el de domus, que algunos emperadores seguían empleando para designar sus propias residencias, p. ej. Nerón y su Domus Aurea, o como el de regia, que muchos autores antiguos continuaron utilizando para referirse a la morada de monarcas o tiranos (p. ej. Cic. Ad Verr. 2.4.54; Liv. 1.40.5; Suet. Cal. 21). En general, se puede concluir que no existió entre los autores antiguos un uso inequívoco de los términos palatium y παλλαντιοu. En época medieval el término se empleó incluso para referirse a los grandes conjuntos de ruinas a los que habían quedado reducidos los complejos termales de Caracalla o Diocleciano en Roma (TDAR v. Thermae Diocletiani; v. Thermae Antonianae (Caracallae)).

Incluso los autores griegos de época helenística, cuando se refirieron a las moradas de los reyes macedónicos o de los herederos de Alejandro Magno, continuaron empleando términos antiguos como oikos, peristylon o andrón, añadiéndoles el adjetivo real para diferenciarlos del resto (Hopefner, 1996, p. 1). Basileia, en cambio, era un término reservado a los barrios en los que se concentraban los distintos edificios al servicio del Rey y de su corte. Ni siquiera Polibio (15.25) parece bautizar los palacios helenísticos, que debió ver con sus propios ojos, con un nuevo término, sino que describe, por ejemplo, como μεγίστῳ περιστύλῳ el gran patio de columnas del palacio de los Ptolomeos en Alejandría.

En las lenguas orientales encontramos una realidad semántica muy parecida: en la epigrafía de diversas lenguas y alfabetos se hace referencia recurrente a la casa del Rey y/o a la casa del Dios, expresiones literales que los estudiosos modernos traducimos, sólo por contexto, como palacio y templo, respectivamente (fig. 1). Ello nos lleva a considerar que, hasta el cambio de Era y la transformación del término palatium, las lenguas antiguas carecieron de una fórmula inequívoca para referirse a un edificio cuya principal función fuese la de ser sede y símbolo del poder político. Así, desde un punto de vista meramente lingüístico, toda casa, bet, oikos o domus, pudo, en determinadas circunstancias históricas, desempeñar funciones políticas. Viceversa, debemos suponer que toda función política pudo desempeñarse, dependiendo de las circunstancias, desde la propia casa.

Figura 1. Estela de basalto, de 115 cm de altura, conocida como Piedra Moabita o Estela de Mesha. Hallada en Dhiban (Jordania) y datada a finales del siglo IX a.C., en ella el rey Mesha enumera los logros de su reinado, entre los que se encuentra, en la línea 23, la construcción de un palacio. Para ello se emplea la expresión bt mlk, que literalmente significa la Casa del Rey. Expuesta en el Louvre (AO 5066). ^ 

Ahora bien, desde un punto de vista arqueológico existen importantes diferencias entre los palacios antiguos, que efectivamente conocemos en Pella o Persépolis, y las casas privadas de las élites de una comunidad, independientemente de si éstas ostentaron o no responsabilidades de gobierno, como se ha visto, por ejemplo, en la propia Roma (Carandini, 2014). Si la ambición y los inmensos recursos de un emperador generaron un proyecto arquitectónico específicamente adaptado a sus necesidades (con espacios de vivienda, de recreo, de recepción, almacenes, archivos, jardines, bibliotecas, etc.), es decir, un palacio, podemos entender la arquitectura palacial como el conjunto de soluciones constructivas, tanto estructurales como decorativas, aportadas a las necesidades del emperador y de su corte. Ciertamente, algunas de estas soluciones pudieron ser reproducidas o adaptadas en otros edificios en diversos contextos del Mediterráneo antiguo, quizá por separado y/o con tamaños y materiales más modestos. La identificación y datación de estos elementos de arquitectura palacial es fundamental para trazar fenómenos de transferencia cultural, sin que ello nos autorice a imaginar un palacio detrás de cada uno de ellos.

El término palatium sufrió un cambio semántico sin retorno cuando dejó de ser un mero indicador de la topografía de Roma para pasar a referirse, primero, a la residencia del emperador que se encontraba allí y, después, a toda residencia imperial al margen de su ubicación. Este fue el sentido con el que la palabra palatium sobrevivió en las posteriores lenguas romances. Por este motivo considero que se gana en claridad si se privilegia esta acepción de palacio sobre otras, figuradas o literarias, es decir: la de edificio construido para ser sede de un poder imperial, monárquico o equivalente. Con este sentido se puede asociar un tipo de edificio a una función política y, así, considero que se puede emplear el término palacio como categoría de análisis histórico y arqueológico.

3. El palacio en Oriente y la aparición de arquitecturas palaciales en el Mediterráneo ^ 

La construcción de edificios destinados específicamente para ser sede del poder tiene una realidad histórica y arqueológica muy evidente en Egipto y en el Próximo Oriente desde el III milenio a.C. (Bietak y Prell, 2018; Bietak et al., 2019). En estas geografías, fuera de nuestra área de estudio, faraones y emperadores desarrollaron un lenguaje arquitectónico propio, dando respuesta a funciones cada vez más específicas al servicio de aparatos de gobierno capaces de movilizar grandes ejércitos y gestionar provincias lejanas. Estos edificios cuentan con una variedad de salones de banquete, audiencia y representación, patios interiores concatenados, archivos, almacenes, estancias de residencia y servicio, así como elementos de protección exterior, cuya superficie construida puede alcanzar varias hectáreas de extensión (fig. 2). Algunos de los ejemplos más conocidos, ya del I milenio a.C., serían las casas de Darío en Persépolis o de Sargón II en Dur Sharrukin, entre otras. Aunque estos últimos palacios pudieron ser visitados por miembros de las élites del mundo griego antiguo, como por ejemplo Heródoto (1.178-182) en Babilonia, aún no se han comprendido bien los ritmos y modalidades a través de las cuales se pudo producir una asimilación en Grecia, y en el resto del Mediterráneo, de algunas características de esta arquitectura palacial próximo-oriental (Nielsen, 1996, pp. 210-212).

Figura 2. Planimetría del Palacio de Mari (Tell Hariri, Siria), de finales del III milenio a.C., realizada por P. François (Parrot, 1958). ^ 

Durante muchos años se buscaron, sin éxito, los datos arqueológicos que permitieran afirmar la supervivencia de la tradición palacial minoica en el Egeo de la Edad del Hierro. Estos palacios, el más espectacular de los cuales se encuentra en Knossos, ofrecen hoy en día una planimetría compleja de interpretación aún debatida (Marinatos, 2015). Las restauraciones tan intrusivas a las que se sometió este conjunto poco después de su descubrimiento dificultan enormemente la tarea (Magadán Olives y Rodríguez Manero, 2012). Actualmente no parece que sea posible salvar el hiato cronológico que separa la época de estos edificios y la formación de la polis, ni tampoco establecer una relación con la arquitectura del mundo homérico, mucho más modesta, como veremos a continuación (THE, 380).

Las viviendas que aparecen descritas en la Odisea y la Ilíada son las casas de Príamo en Troya, de Néstor en Pilos, de Menelao en Esparta, de Alcinoo en Esqueria y de Odiseo en Ítaca. Los textos se refieren a ellas con una serie de términos que resulta ambigua: , dôma (dômata), domos (domoi), klisiê, oikos, megaron y basileion. En particular, el primero de estos términos subraya el lujo de la vivienda y el último implica la residencia del patriarca de una gran familia; todos los términos, excepto klisiê, se emplean en la descripción de residencias importantes, algunas de las cuales fueron sin duda sobresalientes en tamaño y/o riqueza (THE v. Houses). De los textos homéricos se deduce que las casas de Príamo, Néstor y del resto de héroes fueron el escenario en el que exhibir las riquezas familiares, símbolo de su poder y prestigio (Od. 14.96-108; Il. 11.670-705; 14.121-124). La narración presta atención al tamaño de estas moradas, en ocasiones fantaseado, como cuando se dice que Príamo podía albergar a medio centenar de hijos con sus nueras (Il. 6.300-303; 17.264-271). Pero se ha dicho que, en realidad, estas casas no debieron de ser sino reproducciones sobredimensionadas de los modelos de granja habituales en el Egeo de la época (Raaflaub, 1997, p. 631). Lo que engrandece al héroe homérico, en última instancia, no es la arquitectura de su casa sino los ajuares y las fiestas que en ellas se pudieran celebrar (THE v. Household).

Las sociedades helenas no vivieron transformaciones políticas de un calado comparable al del final de la República romana hasta la emergencia de la monarquía macedónica y la pérdida de independencia de la polis. Fueron estos soberanos, Alejandro Magno y los Diadocos, quienes introdujeron en el mundo griego un nuevo tipo de edificio que, ahora sí, vendría a escenificar la magnificencia del poder monárquico. Pella, Antioquía, Demetrias, Aï Khanoum y quizá también Pérgamo, a falta de datos suficientes en Alejandría, son los yacimientos que más han ampliado nuestro conocimiento arqueológico sobre este tipo de edificio, nuevo en el Mediterráneo de la época, al que podemos llamar palacio con toda la carga analítica histórica y arqueológica del término (Davies, 2005; Hatzopoulos, 2001). Su principal característica planimétrica es la suma de salas de banquete abiertas a un patio que, al invertir el principio de la arquitectura períptera, se presenta rodeado de columnas, permitiendo así la creación de una verdadera escenografía constructiva (fig. 3). Las columnas, también empleadas a modo de propileos, invitan a fluir entre peristilos y permite desarrollar toda una serie de estrategias escénicas jugando con la visibilidad y la accesibilidad de los espacios (Hoepfner, 1996). Además, las residencias ptolemaicas y seléucidas absorberán la gran importancia concedida en la tradición aqueménida a los espacios ajardinados, dentro y entre los edificios (Nielsen, 2017). Si en Cartago se desarrolló alguna vez una arquitectura de tipo palacial, debió de ser en el marco cultural de este fenómeno tardío y no como elemento constituyente de su organización social inicial, como se discutirá en el próximo apartado.

Figura 3. Planimetría reconstructiva del palacio de Pella (Grecia), según W. Hopefner (1996, 28, fig. 23). ^ 

4. ¿Palacios cartagineses? Morfología urbana, fundadores y tiranos en la poleis mediterránea ^ 

El flujo de personas, objetos e ideas entre el Próximo Oriente y el Mediterráneo vivió un evidente incremento cuantitativo y cualitativo con la conocida como diáspora fenicia, durante los siglos IX-VII a.C. (cf. López Castro, 2020). Dada la existencia constatada de palacios en la costa levantina del Bronce Final en Ugarit, Alalakh, Ebla, etc. (Figs. 4-5), con características arquitectónicas propias y diferenciadas de aquéllos del área mesopotámica (Iamoni, 2019), parecía lógico considerar que, Cartago, como una de las fundaciones más relevantes de la diáspora fenicia, hubiera podido importar en occidente un modelo urbano, arquitectónico y sociopolítico basado en la construcción de un templo/palacio, sede de la realeza sagrada, alrededor del cual se articularía su comunidad (Picard, 1988, pp. 121-122).

Figura 4. Planimetrías del palacio real de Ugarit (Ras Shamra, Siria), datado entre los siglos XIV-XII a.C. (Yon, 1997, 47, fig. 20). ^ 

Figura 5. Planimetría de la reconstrucción nivel IV del palacio de Alalakh, en el Bajo Orontes (Tell Atchana, Turquía), datado entre los siglos XV-XIV a.C. (Wooley, 1955, fig. 45). ^ 

Así, la idea de un palacio en Cartago, aunque hoy haya caído en desuso, sedujo a muchos investigadores. Algunos autores clásicos llegaron a describir este palacio (Verg. Aen. 1.637-642) y sus referencias fueron libremente reinterpretadas, posteriormente, por pintores europeos, desde Simon Vouet hasta William Turner (Balmelle y Rebourg, 1995; De los Llanos, 1995). La novela Salammbô, de Gustav Flaubert, inicia significativamente con la descripción del fastuoso palacio de Amílcar. Esta recepción artística, que llega hasta nuestros días (Zamora López et al., 2019), ha consolidado entre el gran público unas expectativas de monumentalidad que no toda ciudad antigua, independientemente de su importancia, podría colmar, como ya predijera Tucídides (1.10.2) cuando comparaba las ruinas que dejarían Atenas y Esparta tras de sí. Estas expectativas, no obstante, fueron el común denominador para los primeros excavadores de Cartago. Éstos, al no dar con la arquitectura monumental que buscaban, sufrieron una importante decepción con graves consecuencias para toda la arquelogía fenicio-púnica posterior (Fumadó Ortega, 2013a). A partir de las últimas décadas del siglo XIX, fueron las necrópolis, y no la arquitectura ni el urbanismo, lo que atrajo la atención de los investigadores del mundo fenicio-púnico, tanto en Cartago como en el resto del Mediterráneo.

En contra de la (supuesta) presencia de una monarquía sagrada en Cartago, Maurice Sznycer (1984) argumentó que ninguno de los miles de epígrafes recuperados en el yacimiento ofrece la mínima evidencia en este sentido. Pero, probablemente, fue la aceptación de este modelo de sociedad oriental lo que llevó a S. Lancel a ver en Cartago un tell levantino (Lancel, 1984, p. 53): con un templo o palacio sobre la colina de la Byrsa, considerada (erróneamente) como central, alrededor del cual se extendía, sin planificación, el resto de edificios y calles en abanico (Lancel, 1994, pp. 134-140). Pero los autores clásicos que describieron la Byrsa como lugar central (p. ej. Str. 17.3.4, App. Pun. 1-2) estuvieron activos después de la destrucción de la ciudad y sus fuentes tampoco pueden remontarse hasta más allá de finales del siglo IV a.C., por lo que sus noticias no nos informan sobre el aspecto de la ciudad durante los siglos anteriores (Ladjimi Sebaï, 2003). Los restos arqueológicos de viviendas en la colina, por su parte, son todos de cronología tardía (Fumadó Ortega, 2013b, pp. 217-230). Una revisión de los datos disponibles ha permitido proponer, en cambio, una morfología urbana regular, per strigas, para la Cartago arcaica (Fumadó Ortega, 2013b, pp. 274-277; e.p.a). No existen ejemplos de ciudades de esta tipología que cuenten con un palacio ni en las elevaciones circundantes ni integrado en su planimetría, algo que sólo sucederá en algunas fundaciones en damero de época helenística, cuando la morfología urbana per strigas ya había caído en desuso (Hoepfner y Schwandner, 1994, pp. 1-10).

No obstante, durante los episodios de extrema concentración de poder en estas ciudades, en manos del fundador o del tirano, cabría plantear la hipotética construcción de un palacio. Según los autores antiguos, la fundación de una ciudad per strigas implica la presencia de unos colonos guiados por un oikistes que, tras una consulta oracular, elige el lugar adecuado, supervisa la medición y distribución de los terrenos, puede ubicar templos y puertas de muralla e, incluso, promulgar las leyes de la comunidad (Jacquemin, 1993). Pero este poder casi supremo nunca se perpetúa y acaba diluyéndose en favor de magistraturas de duración y prerrogativas limitadas, de instituciones colectivas y de asambleas, como una estrategia comunitaria de preservación de la isonomia (Malkin, 2002, pp. 200-202; Raaflaub, 2009). Pese a impedir la reproducción de esta concentración de poder inicial, estas ciudades no se libraron de los conflictos sociales, económicos y políticos que la historiografía conoce como stasis y que dieron lugar a la emergencia de los tiranos (Hansen, 2004). Cartago, aunque con un dossier de referencias grecolatinas muy reducido en este sentido, también parece seguir esta dinámica (Fumadó Ortega, 2013c; e.p.b). Dado que la acción de estos tiranos se caracteriza por tener un gran impacto en el paisaje urbano de sus ciudades, se va a discutir en los próximos párrafos el rol (ausente) que jugaron los palacios en dicho impacto.

La tiranía griega es la fórmula de gobierno según la cual un solo individuo pasaba a dominar todos los asuntos de la polis gracias al apoyo de los ciudadanos menos acomodados pero más numerosos, descontentos con su situación y con la oligarquía local, aunque también era frecuente contar con la ayuda de una intervención militar exógena (De Libero, 1996; Plácido, 2007; Lewis, 2009; Sierra Martín, 2014). A los tiranos se les ha atribuido muchas iniciativas, no siempre de manera justificada (p.ej. Arvanitis, 2008; cf. van Compernolle, 1992; Bonacasa et al., 2002). No obstante, parece indiscutible que éstos sí fueron en su mayoría conscientes del valor polifacético de la arquitectura: por una parte, una edificación remarcable por su tamaño, por su decoración o por su funcionalidad singular (templos, acueductos, puertos, etc.), incrementaba el prestigio de quien lo hacía construir; por otra, la dirección del planteamiento y ejecución de una gran obra permitían dominar económicamente a la comunidad debido a las elevadas cantidades de recursos que estos proyectos exigían, tanto materiales, como financieros, como en términos de jornadas de trabajo (Lomas, 2006).

La arqueología constata que durante la época de las tiranías muchas poleis ejecutaron proyectos monumentales para los estándares de su época. Por ejemplo, Therón de Agrigento acometió la construcción de varios templos y gigantescos trabajos de ingeniería entre los que destaca, según el decimoprimer libro de Diodoro Sículo, una especie de piscifactoría (kolymbethra) de 7 estadios de circunferencia y 20 codos de profundidad (Collin Bouffier, 2000, pp. 37-43). Gelón construyó en Siracusa, entre otras cosas, el teatro y el templo de Atenea (Braccesi, 1998) y Aristóteles (pol. 1313b.24) atribuye a Polícrates de Samos construcciones comparables a las pirámides de Egipto. Heródoto (3.39; 3.60), mucho menos complaciente con este personaje, le hace, no obstante, responsable de nada menos que de tres de los trabajos de ingeniería más grandes de su tiempo: un acueducto subterráneo, un gigantesco muelle portuario y el templo más grande de toda la Hélade. Heródoto, además, obvia las murallas de la ciudad, que también presentan la misma cronología (De Libero, 1996, pp. 287-296). No pretendo aquí defender que todos los tiranos siguieron esta misma pauta, ni que todos los grandes proyectos de las poleis tardoarcaicas corrieron de su cuenta, como se ha visto que no sucede en el caso de los Pisitrátidas (Kolb, 1977). El hecho sobre el que quiero llamar la atención es que las ciudades sometidas a stasis no vivían un periodo de crisis económica generalizada, sino en un contexto de profundas transformaciones urbanísticas y de grandes desarrollos arquitectónicos que, en principio, parecen especialmente favorables a la construcción de un palacio.

Por ello resulta especialmente sorprendente que ni la arqueología ni las fuentes clásicas permitan suponer que estas construcciones formaron parte del programa arquitectónico desplegado por los tiranos. Heródoto (3.41; 3.121; 3.123) se refiere como oikos y andrón a la casa de Polícrates. Las traducciones en lenguas modernas emplean de forma abusiva términos como palacio, palace o Palast, pero cabe aquí recordar las palabras de J. Kiegeland: «Die Übersetzung mit ‘Palast’ wird der Überlieferung demnach nicht gerecht. Folgt man des Wortes Herodots, so geht der Tyrann “traurig nach Hause” und nicht „zurück in sein Palast“, wie in der Übersetzung gängig» (Kiegeland, 1993, p. 48). Más adelante: «Gegen die bisherige Meinung gibt es in den schriftlichen Quellen jedoch keinen Hinweis darauf, daß Polykrates einen Palast besaß» (Kiegeland, 1993, p. 57). Pone así de relieve que la mención a un „palacio“ en las traducciones modernas del texto de Heródoto es una interpretación inexacta del original, que se adecúa mejor con „hogar“ o „casa“. Además, al margen de este pasaje, no existe prueba alguna de que Polícrates poseyera un edificio de estas características. Sólo Suetonio (Cal. 21), muchos siglos después, hablará de la regia de Polícrates, por lo que J. Kiegeland considera que la morada del tirano en la acrópolis de Samos no debió de ser muy diferente en tamaño y forma al de otras casas aristocráticas de su entorno. Cuando otros autores mencionan que algún tirano vive en la acrópolis de su ciudad, esto se hace de soslayo, sin que el hecho constituya el rasgo característico de la narración y, casi siempre, es para indicar que se instalaban en un lugar fortificado por su propia seguridad personal. Es el caso, por ejemplo, de Dionisio el Viejo cuando fortificó Ortigia (DS. 14.7.2-3).

La ausencia del elemento palacial en las narraciones sobre los tiranos, más o menos fabulosas o fabuladas, contrasta con la voluntad conocida de algunos de los autores antiguos, como Heródoto, por acusarles de megalomanía, de hybris (Furtwängler, 2010). Nada hubiera sido más fácil, para estos autores, que incluir en la descripción de los programas constructivos de los tiranos una vivienda particularmente grande y/o lujosa, aunque fuese sólo como recurso literario. En mi opinión, el motivo de la ausencia de toda referencia palacial en estas narraciones se debe a que la audiencia de dichos autores, los ciudadanos de la polis mediterránea, y Cartago se debe incluir en esta definición, no tuvieron contacto con este tipo de edificios. Por tanto, debemos admitir que los palacios no formaron parte del imaginario ciudadano del Mediterráneo centro-occidental antiguo. Así, a los argumentos ex silentio de la epigrafía y de la arqueología contra la presencia de un palacio en Cartago, se debe unir ahora el de su morfología urbana, históricamente incompatible con este tipo de edificio.

5. ¿Una tradición palacial norteafricana? ^ 

La emergencia de monarquías en el Maghreb occidental desde, al menos, el siglo III a.C. (Bridoux, 2020) está comúnmente aceptada e invita a considerar aquí también la existencia de una arquitectura palacial. Pero, además, y al contrario de lo que hemos visto que sucede en las grandes poleis mediterráneas, aquí sí hay indicios arqueológicos, arquitectónicos, iconográficos, literarios y toponímicos de su existencia. Es cierto que no parece razonable buscar un palacio en cada una de las ciudades que los romanos identificaron con el nombre de regia (p.ej. Hippo Regius, Bulla Regia, Zama Regia, Thimida Regia, todas ellas en el norte de Túnez), a las que, además, habría que añadir las capitales mencionadas en las fuentes para ciertos monarcas, como Siga para Sifax o Caesarea de Mauritania para Juba II, ambas en Argelia. El carácter itinerante de las cortes númidas y mauritanas puede explicar esta dispersión de sedes reales y, a la vez, plantea la cuestión de cuántos recursos podía un monarca invertir en cada una de estas sedes y en qué medida, para el cumplimiento de sus principales funciones (alojamiento, audiencia, banquete, etc.), se pudo hacer recurso a la arquitectura efímera, como es sabido que ocurría en otras cortes helenísticas. Un ejemplo de ello sería la famosa tienda de Ptolomeo II (Athen. 5.196-197) que, sostenida por columnas de madera ricamente decoradas, debió de cubrir unos 3500 m2 aprox. para acoger a 200 comensales en medio de los jardines reales (Studniczka, 1914, Taf. 1-3; Winter y Christie, 1985; Nielsen, 1999). Con estas precauciones, resumiré a continuación los indicios que apuntan a la existencia de una arquitectura palacial en el Maghreb occidental.

Existen testimonios literarios al respecto, muy concretos, de autores que visitaron personalmente el norte de África: Salustio menciona los palacios de Yugurta en Thala (Bell. Iug. 76) y de Boco en Cirta (Bell. Iug. 103) empleando, respectivamente, los términos de regia y turrim regiam, en lugar de domus. Basileion, en lugar de oikos, es el término elegido por Estrabón (17.3.13) en su elogio a la ciudad de Cirta, capital de Massinissa, en donde éste, probablemente, celebraba los banquetes calificados por Ptolomeo Evergetes II (FHG C.187.7) como espectaculares y dignos de un monarca helenístico. Recordemos que Massinissa llegó a ser honrado en Delos con altares y epígrafes erigidos por el rey Nicomedes II Epífanes, hijo del rey Prusias (Durrhach, 1921, n. 93; Aoulad Taher, 2005). Estrabón (17.3.9) también se refiere al basileion de Sifax en Siga y al de Juba I en Zama.

Algunos tipos numismáticos atribuidos a este último monarca (60-46 a.C.) utilizaron en sus cuños representaciones de arquitectura monumental. Se trata, concretamente, de dos denarios (Alexandropoulos, 2007, n. 29A y B), que muestran en el reverso la misma fachada octástila sobre pódium, con un enigmático frontón y leyenda neopúnica ywb’y hmmlkt, mientras que en el anverso aparece el retrato del monarca con la leyenda latina rex iuba (fig. 6.1-2). El mismo edificio aparece también en el anverso de un bronce (Alexandropoulos, 2000, n. 34), cuyo reverso presenta, además, una ecléctica fachada que combina columnas enmarcadas por atlantes (fig. 8.3-4). Estas arquitecturas monumentales, tan estrechamente ligadas a la autorrepresentación del monarca, deben de corresponderse con grandes proyectos personales. Si el primero parece responder a la tradición de la arquitectura religiosa helenística, el segundo podría ser interpretado como un palacio (Müller 3.45; Mazard, 1955, p. 51). Sin embargo, ante la falta de indicios que permitan identificar con certeza las cecas de procedencia (¿Utica, Zama, Cirta?), las diferentes posibilidades de ubicación de los edificios siguen abiertas (cf. Alexandropoulos, 2000, pp. 184-186, con bibliografía sobre interpretaciones alternativas). Las emisiones de plata de Juba II (25 a.C.-23 d.C.) presentan hasta cinco edificios monumentales diferentes, todos ellos interpretados como templos, en los reversos de once tipos monetales (Alexandropoulos, 2000, n. 79-81, n. 120-121, n. 137, n. 158, n. 161, n. 168, n. 175, n. 199), lo que confirma la creciente instrumentalización propagandística de la arquitectura monumental por parte del hijo de Juba I.

Figura 6. 1: denario de Juba I (Alexandropoulos 2007, fig. 29A) (x2); 2: denario de Juba I (Alexandropoulos, 2007, 29B) (x2); 3-4: Bronce de Juba I (Alexandropoulos, 2000, 34). ^ 

El dossier de la arquitectura funeraria monumental ofrece algunos restos espectaculares aunque, a falta de estratigrafías fiables, sus dataciones oscilan, según los casos, entre los siglos III a.C. y I d.C. (Coarelli y Thébert, 1988). Entre estos monumentos destacan los conocidos túmulos del Medracen y el de Tipasa, los mausoleos turriformes de Siga, El Khroub (Cirta), todos ellos en Argelia, los de Dougga y Djerba en Túnez, y los mausoleos A y B de Sabratha, en Libia. A estos cabría quizá añadir los santuarios tunecinos con altar de Chemtou, de Kbour Klib y de Althiburos (cf. Rakob, 1979; 1983). En estas construcciones se pone en evidencia un trabajo experto, no improvisado, que satisface requisitos locales combinando, con habilidad e independencia, soluciones arquitectónicas seleccionadas de los repertorios decorativos y estructurales levantino, egipcio y heleno (Quinn, 2013). Recordemos, además, que el túmulo funerario no forma parte del lenguaje arquitectónico cartaginés (Fernando Prados, 2008).

Las evidencias arqueológicas de arquitectura palacial en el Maghreb publicadas hasta la fecha son relativamente escasas y tardías, ya de época augustea, asociadas al reinado de Juba II, que ha sido calificado como rey vasallo de Roma (Domínguez Monedero, 2017). Entre estas evidencias cabe mencionar, por ejemplo, la reevaluación que está llevando a cabo Ph. Leveau de los restos de la moderna Cherchell: en el conocido como terreno de Ennabod, sobre un promontorio próximo al mar, una serie de ruinas emergentes en superficie, que fue inicialmente considerada como los cimientos de un gran templo (Duval, 1946, p. 175), permite proponer hoy la existencia aquí de un pabellón rectangular de aprox. 2400 m2 de extensión, con varias salas y pasillos organizados en torno a un salón central, aparentemente octogonal, de aprox. 150 m2 de superficie (fig. 7). La luz entre los muros de este salón central es de 13.5 m, algo inferior a los 14.4 m que presentará, posteriormente, la sala octogonal de la Domus Aurea. La datación provisionalmente propuesta para el edificio, a partir de la presencia de alzados en opus reticulatum, se enmarca en las últimas dos décadas del siglo I a.C. (Leveau, 2014). La hipótesis actual es la interpretación de este edificio como un salón de banquete exento, pero inscrito en un gran espacio ajardinado en el que otros edificios y estructuras hidráulicas conformarían una verdadera ciudad-palacio de inspiración oriental. Estas evidencias vendrían a sumarse a los elementos de escultura y decoración arquitectónica de gran lujo que aparecieron en el terreno Marcadal, que podrían haber pertenecido al edificio principal de la capital de Juba II y Cleopatra Selene (Leveau, 2012; Landwehr, 2013).

Figura 7. Plano de las ruinas del terreno de Ennabod (Leveau, 2014, 13, fig. 2). ^ 

A la misma cronología cabe adscribir la gran reforma acometida en el (mal) llamado Barrio de los templos de Lixus (Marruecos), que fue documentada en el curso de las excavaciones hispano-marroquíes en las estructuras conocidas como Cámaras Montalbán (Ponsich, 1981; Aranegui Gascó y Hassini, 2010). Mediante dicha reforma se erigió un nuevo muro de contención para extender la superficie de circulación de la acrópolis a una cota más alta (Fumadó Ortega y Aranegui Gascó, 2010, pp. 187-192). El complejo resultante, que convertía dichas cámaras en sótanos -ubicadas en la esquina inferior izquierda de la figura 8-, se caracterizaba por la concatenación de nuevos pórticos, criptopórticos, exedras y salones de banquete que, integrando los antiguos templos de origen fenicio (López Pardo y Ruíz Cabrero, 2005, pp. 54-58), conformaron un conjunto palacial de aprox. 7000 m2 de superficie (Aranegui Gascó y Mar Medina, 2009). Pese a las reticencias iniciales de algunos estudiosos, esta interpretación de los datos publicados hasta la fecha parece haber sido aceptada de facto (Mugnai, 2018, p. 168).

Figura 8. Planimetría reconstructiva del palacio de Juba II en Lixus, realizada por R. Mar Medina. 1: Atrio corintio; 2: patio; 3: salón de audiencia; 4: peristilo; 5: salón; 6: salón descubierto; 7: sala de banquete; 8: templos (Aranegui Gascó y Mar Medina, 2009, 42, fig. 8). ^ 

La arqueología desarrollada en el Maghreb occidental, históricamente marcada por el interés de la administración colonial francesa en las fases romanas, no ha hallado (ni buscado) hasta ahora otras evidencias de arquitectura palacial númida o mauritana en fechas precedentes a Juba II. No obstante, importantes estructuras arquitectónicas en algunos yacimientos, como en Siga o en Bulla Regia, deberían ser objeto de una revisión. Es difícil admitir que monarcas precedentes, como por ejemplo Massinissa (Camps, 1960; Storm, 2001) o Siphax (Gozalbes Cravioto, 2015), con una importante capacidad de acción militar ya a finales del siglo III a.C., no hubieran ya recurrido a la arquitectura palacial para consolidar sus reinos emergentes.

Por estos motivos sugiero, a modo de hipótesis, que la relativa escasez de datos sobre la difusión de la arquitectura palacial en el Maghreb occidental no sea considerada prueba histórica en negativo, sino como una consecuencia de lo que se ha denominado arqueología colonial (Dietler, 2005). Desde esta perspectiva, considero que hay más indicios a favor que en contra de la existencia en esta región de una arquitectura palacial anterior a Roma.

6. Sobre la introducción de la arquitectura palacial en la península ibérica ^ 

Desde un punto de vista clasicista, la arquitectura palacial surgida de la tradición que hemos mencionado más arriba habría llegado a la península ibérica sólo de forma restringida y en un momento tardío de la Antigüedad. El mejor ejemplo de ello sería el palacio de Cercadilla, en Córdoba que, fechado en el siglo III d.C., queda cronológicamente fuera del proceso histórico analizado en estas páginas (Hidalgo, 2008, pp. 347-355). Sin embargo, no se pueden obviar los fenómenos de integración de elementos de la arquitectura palacial en proyectos, más modestos, de arquitectura doméstica. Estos fenómenos, ricos en transferencias culturales aún por explorar, se observan ya desde el siglo IV a.C. tanto en el área del Egeo como en el Mediterráneo central griego y cartaginés.

Los elementos palaciales que se aplican con más frecuencia en las residencias privadas acomodadas y, a la vez, resultan más fáciles de documentar por la arqueología, a través de las planimetrías, son la combinación de peristilos con salones de banquete. Su disposición a la característica manera denominada Dreiraumgrup demuestra que sus constructores eran conscientes del uso de representación que se daba a estos elementos. En Sicilia se encuentran ejemplos del siglo III a.C. en la Casa del Peristilo 1 de Monte Iato (fig. 9.1) o en la Casa della Cisterna ad Arco en Morgantina (Isler, 1996, pp. 252-257). El pequeño peristilo de la Casa 35 de la calle del Apotropaion de Kerkouan (Fantar, 1987, 2.119, pl. 95), de finales del siglo IV o principios del III a.C., demuestra que la élite púnica ni era ajena a estas modas arquitectónicas ni las seguía con retraso. La Casa 1 del Barrio de Magón de Cartago (fig. 9.2), que llegó a extenderse en el siglo II a.C. hasta los 1400 m2, con una concatenación de salones y patios interiores organizados a modo de porticus triplex, no es más que una confirmación de ello (Rakob, 1991, pp. 93-108). El pórtico triple de la Casa dei Mosaici de Mozia, en cambio, ha sido recientemente interpretado como un hestiatorion (Acquaro, 2015, pp. 167-199), por lo que cabría integrar este conjunto en la tradición arquitectónica de edificios similares como el de Argos o el Pompeion de Atenas (Hoepfner, 1996, pp. 5-6).

Figura 9. 1: Planimetría de la Casa del Peristilo 1 de Monte Iato, en Sicilia (Isler, 1996: 253, fig. 1); 2: Planimetría reconstructiva de la Casa 1 del barrio de Magón de Cartago (Túnez), según F. Rakob (1991, Bei. 30). ^ 

Figura 10. Planimetría de la Casa del Fauno de Pompeya, adaptada a partir de Mau, 1907, fig. 137. ^ 

Por su parte, las élites de la Roma tardorrepublicana, con un acceso privilegiado a los últimos desarrollos arquitectónicos y estilísticos, y favorecidas por el aflujo de ingentes recursos económicos a la Urbs, pudieron adaptar en su arquitectura privada elementos palaciales de mayor ambición. La Casa del fauno en Pompeya es uno de los ejemplos más notorios en este sentido (Faber, 2009), aunque debieron de existir centenares de viviendas similares por todo el Mediterráneo de época imperial (fig. 10).

La arquitectura residencial noble aparece en la Hispania romana con un cierto retraso respecto a otras provincias, ya que es casi inexistente en fechas preaugusteas (Uribe Agudo, 2009, pp. 185-189). De las 365 casas hispanorromanas analizadas por M. Beltrán, sólo 44 (el 12%) presentan peristilo y más de la mitad de ellas son del siglo II d.C. o posteriores (Beltrán, 2003, p. 14). Entre las décadas anteriores y posteriores al cambio de Era encontramos algunos ejemplos de salones de banquete combinados con peristilos en las Casas 1 y 2B de Emporiae (Santos Retolaza, 1991) o en la Casa de Hércules de Celsa (Velilla de Ebro, Zaragoza) (Beltrán Llorís, 2003). Sin embargo, esta visión excesivamente romanocéntrica ignora otros procesos culturales cuyas consecuencias arquitectónicas pudieron manifestarse en la península antes del cambio de Era.

Lamentablemente, apenas tenemos datos sobre las viviendas púnicas de la península ibérica, pero considero muy probable que las élites más acomodadas de ciudades como Gadir, Malaka, Ebusus, entre otras, ejercieran como vector de introducción de estas arquitecturas de prestigio habituales entre las élites del Mediterráneo occidental de los siglos IV-II a.C.

Carthago Nova merece aquí un breve excursus debido a la polémica desatada en los últimos tiempos acerca del supuesto hallazgo de un palacio de Asdrúbal sobre el Cerro del Molinete. A la luz de los elementos recogidos en este artículo, nada impide admitir la posibilidad de que los Barca hubiesen tenido la intención de coronar dicho cerro con un palacio a la manera helenística. Un proyecto similar al del primer palacio de Eumenes II en Pérgamo, que ocupó a principios del siglo II a.C. unos 3500 m2 de superficie irregular en la zona más alta de la acrópolis, podría haberse adaptado bien a la complicada orografía del Molinete. Algunos recortes en la roca y, quizá, algunos muros de contención en las laderas de esta colina podrían haber formado parte de las estructuras que Polibio (10.10.6-12) acabó adscribiendo a dicho palacio (con razón o sin ella), siendo este extremo algo que, actualmente, no está confirmado por las estratigrafías obtenidas por la excavación arqueológica. En todo caso, la forma triangular que se atribuye de dichas fundaciones y terrazas no pudo estar dictada por la aplicación irracionalmente estricta de ninguna fórmula matemática. Por el contrario, las terrazas, como bien se ve en Pérgamo, necesariamente habrían debido de seguir las necesidades arquitectónicas impuestas por la montaña, con un resultado irregular muy alejado de cualquier figura geométrica predeterminada (Hoepfner, 1996, pp. 17-25, figs. 14-16).

Por otra parte, en el yacimiento colonial arqueológicamente mejor conocido de la península, Ampurias, además de las domus ya mencionadas, se alza en la llamada Neapolis la Casa del Peristilo, con 868 m2 de extensión y un peristilo de 44 columnas que sufrió su última reforma entre los siglos II y I a.C. (Mar Medina y Ruiz de Arbulo, 1993, pp. 388-390), sin que su excavación antigua permita descartar una instalación similar, quizá más modesta, en una fase precedente. Las grandes viviendas 1, 2 y 3 del Castellet de Banyoles (Tivissa, Tarragona), de entre 260 y 350 m2 cada una y del siglo III a.C., han sido interpretadas en relación con la importación de modelos arquitectónicos mediterráneos (Asensio et al., 2012). Aunque los datos recuperados no permitan hablar de residencias de gran lujo, el hallazgo aquí de joyas de oro, monedas de plata y una inscripción en plomo (que se añaden al famoso Tesoro de Tivissa), permite afirmar que: «esta riqueza estructural y material parece contrastar claramente con la evidencia de otros sectores del yacimiento» (Asensio et al., 2003, p. 199). Su ubicación en un asentamiento de poco más de 4 ha y su corta vida, truncada durante la Segunda Guerra Púnica, no conforman un contexto favorable para el desarrollo de grandes proyectos residenciales, pero su planimetría sugiere que en el área ibérica podrían encontrarse otros ejemplos tempranos de recepción de la arquitectura griega, púnica o itálica. El complejo residencial de Puente Tablas (Jaén), más elaborado que los de Tivissa y con una cronología anterior, podría ser otro ejemplo de este mismo fenómeno (Ruíz Rodríguez et al., 2015). No deberíamos sorprendernos el día que, cuando aumenten las excavaciones en el interior de alguna de las grandes ciudades ibéricas como, entre otras, Cástulo o el Cerro de las Cabezas, cuya extensión amurallada multiplica varias veces la de la Neapolis de Ampurias, se obtengan indicios de una arquitectura doméstica con alguna de las características más arriba mencionadas, incluso en época prerromana.

Para finalizar, cabría realizar una consideración, necesariamente breve, sobre dos tipos de edificio que han marcado la historiografía española sobre la arquitectura palacial peninsular prerromana en las últimas décadas: los edificios singulares de la cuenca del Guadiana, como Cancho Roano (fig. 11) (cf. Jiménez Ávila 2013; Celestino Pérez y López-Ruiz, 2020), por una parte y, por otra, las llamadas regias ibéricas (cf. Prados Martínez, 2010).

Figura 11. Planimetría del yacimiento de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz) (Celestino Pérez, 2001, 48, fig. 24). ^ 

Si la caracterización de la forma y cronología de estos edificios ha logrado un cierto consenso, algo más debatida ha sido su función y, por tanto, los términos acuñados para su definición. Desde la perspectiva defendida en este artículo, ninguno de estos edificios encajaría con la definición de palacio porque ni presentan suficientes equivalencias morfológicas con los modelos conocidos, ni pueden cubrir por sí mismos las funciones del palacio, más arriba enumeradas. No obstante, por precaución, no se puede incluir todavía en esta nómina al edificio monumental de Casas del Turuñuelo, aún no excavado en extensión, pero que presenta un patio (¿central?) de aprox. 125 m2 (Celestino Pérez y Rodríguez González, 2019).

Los paralelos orientales que se han traído repetidamente a colación para estos complejos peninsulares resultan poco convincentes y, quizá por ello, la interpretación de Cancho Roano como palacio (Almagro Gorbea et al., 1990; Almagro Gorbea, 2009) puede considerarse hoy como minoritaria, en favor de una función sacra (cf. Celestino Pérez y López-Ruiz, 2016, pp. 244-253).

Sin embargo, cabe recordar que ni la tradición palacial mesopotámica ni su importación helenístico-romana al Mediterráneo fueron los únicos contextos históricos de complejidad política y tecnológica suficiente como instrumentalizar la arquitectura al servicio de la representación, producción y reproducción del poder. Se pueden mencionar en este sentido, por ejemplo, el complejo de Vouni (fig. 12), en la costa noroccidental de Chipre, construido a inicios del siglo V a.C. (Gjerstad, 1948; Hellström, 2009) o los conjuntos etruscos de Murlo (fig. 13) (Nielsen y Philips, 1985) y Acquarossa (Strandberg Olofsson, 1985), de principios del siglo VI a.C. Aunque no se puede establecer un paralelo morfológico entre estos edificios y los peninsulares, es interesante subrayar que ambos ejemplos (fig. 12-13) despliegan una arquitectura relativamente original y seguramente excepcional (en sus respectivos contextos), siendo su objetivo principal el desarrollo de las actividades ligadas al ejercicio del poder y a su representación simbólica. Pero, además, en ambos casos, sobre todo en el etrusco, es la cultura material y el rico programa iconográfico asociado a estos conjuntos lo que permite interpretarlos como como sede del poder político e instrumento simbólico del mismo, es decir, como palacios (Torelli, 1993).

Figura 12. Planimetría del palacio de Vouni (Chipre), con fases de construcción entre el siglo V y IV a.C., según Gjerstad (1948, fig. 23). ^ 

Figura 13. Murlo (Nielsen y Philips, 1985, 66, fig. 3). ^ 

Las sociedades peninsulares de la Segunda Edad del Hierro, aunque presentan un desarrollo demográfico y sociopolítico algo menor que el de sus contemporáneas del Mediterráneo central y oriental, fueron capaces de desarrollar formas propias de representación del poder. Así lo demuestran los usos, a menudo sofisticados, de la escultura, la escritura, la iconografía, y los monumentos funerarios, como elementos empleados por las élites para apropiarse del paisaje y de la memoria colectiva (p.ej. Aranegui Gascó, 1998; Rueda Galán, 2011; García Cardiel, 2016; Amorós López, 2019). Sin embargo, estas estrategias no tienen necesariamente que implicar la construcción de un palacio, sin que ello nos autorice a emplear el término a toda costa, so pena de empobrecer el debate.

En realidad, sí parece haber un consenso sobre el hecho de que los edificios peninsulares mencionados no pueden cumplir con las funciones de residencia de un soberano ni de su corte, ni permiten celebrar audiencia y banquetes, y al mismo tiempo servir de almacén, archivo y fortaleza, que son, entre otras, las funciones que debe cumplir la arquitectura palacial al margen de las especificidades estilísticas y tecnológicas de cada contexto cultural. No obstante, cabe recordar que existe una evolución en la tradición palacial aqueménida de la que bebieron los Ptolomeos y los monarcas mauritanos, al menos, que no consistía en integrar un jardín, como paradeisos, en el palacio, sino en transformar el palacio entero en paradeisos, en construir un jardín inmenso en el interior del cual las diferentes funciones del palacio se colmaban mediante diversos edificios singulares y exentos. Hemos visto que algunos de éstos pudieron ser relativamente pequeños e incluso efímeros. Los edificios tartésicos del Guadiana y muchos de los ibéricos calificados con el desafortunado término de regia podrían, eventualmente, encajar en este esquema cultural, es decir, que podrían ser entendidos como la parte de un todo: un elemento arquitectónico instrumental a una parte (limitada) del total de acciones necesarias para la producción y reproducción del poder en sus respectivas sociedades. Qué tipo de acciones y usos albergaron cada uno de estos edificios debe discutirse de acuerdo con la cultura material que se les asocia específicamente en cada fase.

Las construcciones que se elevaron sobre el Palatino (y sus alrededores) durante el siglo I d.C. contienen todo el universo simbólico del poder imperial romano. Los ejemplos ibéricos y tartésicos, en cambio, sólo una pequeña parte del de sus respectivas sociedades. Esto no se debe sólo a la gran diferencia en las dimensiones que presentan unos y otros conjuntos sino, especialmente, a las funciones para las que fueron concebidos.

El Imperio romano sigue siendo el crisol cultural en el que acabaron confluyendo todas las tradiciones mediterráneas que no desaparecieron con la conquista. Pero, en conclusión, esta exploración de la aparición de los primeros elementos de arquitectura palacial en el Mediterráneo Occidental muestra que, más allá de la recepción romano-helenística de la tradición oriental, existieron otros interesantes desarrollos, quizá también en la península ibérica, que aún deben ser comprendidos en toda su especificidad. Esta tarea se beneficiará enormemente de una mayor contextualización de los diversos casos de estudio en un área mediterránea amplia.

Financiación y agradecimientos ^ 

Este trabajo ha sido realizado en el marco del Proyecto Cartago y su territorio. Del ‘rst púnico al pagus Zeugei, paisajes económicos y organización territorial (PGC2018-095280-A-100) financiado por MCIN/ AEI /10.13039/501100011033/ y por FEDER Una manera de hacer Europa. Así mismo este trabajo se ha beneficiado de la Ayuda RYC-2016-21078 financiada por MCIN/AEI /10.13039/501100011033 y por El FSE invierte en tu futuro.

Quisiera agradecer a los revisores las indicaciones señaladas, a la revista por el trabajo de edición realizado y, especialmente, a Philippe Leveau por las reflexiones, datos y documentos compartidos sobre Cherchell.

Abreviaturas ^ 

LD: Lewis, Ch. T. y Short, Ch. 1897 A Latin Dictionary. Oxford: Clarendon Press.

RAE: Diccionario de la Real Academia Española.

TDAR: Platner, S. B. y Ashby, T. 1929 A Topographical Dictionary of Ancient Rome. Oxford: Oxford University Press.

THE: Flinkemberg, M. (ed.) 2011: The Homer Encyclopedia. Oxford: Wiley-Blackwell.

Bibliografía ^ 

Acquaro, E. (2015) “Mozia: dalla “casa dei mosaici” all’Hestiatorion alle mura”, en Acquaro, E. (ed.), Scavi e ricerche a Mozia 3. Lugano: Agora, pp. 167-179.

Alexandropoulos, J. (2000) Les monnaies de l’Afrique antique. Touluse: Presses Universitaires Le Mirail.

Alexandropoulos, J. (2007) Les monnaies de l’Afrique antique. Touluse: Presses Universitaires Le Mirail.

Almagro Gorbea, M. (2009) “’Palacios fortificados’ fenicios y tartésicos. Aportación a la arquitectura y a la sociedad orientalizantes en la península ibérica”, Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, 45, pp. 55-78.

Almagro Gorbea, M., Domínguez de la Concha, A. y López Ambite, F. 1990 “Cancho Roano. Un palacio orientalizante en la península ibérica”, Madrider Mitteilungen, 31, pp. 251-308.

Amorós López, I. (2019) Ideología, poder y ritual en el paisaje ibérico: procesos sociales y prácticas rituales en el área central de la Contestania. Valencia: Museu de Prehistòria de València.

Aranegui Gascó, C. (ed.) (1998) Los Iberos, Príncipes de Occidente: Las estructuras de poder en la sociedad ibérica. Actas del congreso internacional de Barcelona 1998, Valencia: Saguntum PLAV, Extra-1.

Aranegui Gascó, C., Hassini, H. (eds.) (2010) Lixus 3. Área suroeste del sector monumental (Cámaras Montalbán) 2005-2009. Valencia: Saguntum PLAV, Extra-8.

Aranegui Gascó, C., Mar Medina, R. 2009 “Lixus (Morocco): from a Mauretanian sanctuary to an Augustan palace”, Papers of the British School at Rome, 77, pp. 29-64. https://doi.org/10.1017/S0068246200000039

Arvanitis, N. 2008 I tirani e le acque. Infrastrutture idrauliche e potere nella Grecia del tardoarcaismo. Bologna: Nemo.

Asensio, D., Miró, M., Sanmartí, J., Velaza, J. (2003) “Inscripción ibérica sobre plomo procedente del Castellet de Banyoles (Tivissa), Paleohispánica, 3, pp. 195-204.

Asensio, D., Sanmartí, J., Jornet, R., Miró, M.T. 2012, “L’urbanisme i l’arquitectura domèstica de la ciutat ibérica del Castellet de Banyoles (Tivissa, Ribera d’Ebre)”, en Belarte, M.C., Benavente, J.A., Fatás, L., Diloli, J., Moret, P., Noguera, J. (eds.), Actas del II Congreso Internacional Iberos del Ebro. Alcañiz-Tivissa 2011. Tarragona: ICAC, pp. 173-193.

Aoulad Taher, M. (2005) “L’hellénisme dans le royame numide au IIe siècle av. J.-C.”, Antiquités Africaines, 40-41, pp. 29-42.

Balmelle, C., Rebourg, A. (1995) “Didon et Enée, l’iconographie du mythe dans l’Antiquité et au Moyen Âge”, en AA.VV., Carthage: l’Histoire, sa trace et son écho. Catálogo de la exposición de 1995 en París. París: Musées de la ville, pp. 60-67.

Beltrán Lloris, M. (2003) “La casa hispanorromana. Modelos”, Bolskan, 20, pp. 13-63.

Bietak, M., Prell, S. (2018) Ancient Egyptian and Ancient Near Eastern Palaces. Viena: Austrian Academy of Sciences Press.

Bietak, M., Matthiae, P., Prell, S. (2019) Ancient Egyptian and Ancient Near Eastern Palaces, II. Wiesbaden: Harrassowitz Verlag.

Bonacasa, N., Braccesi, L., De Miro, E. (eds.) (2002) La Sicilia dei due Dionisî. Roma: L’Erma di Bretschneider.

Braccesi, L. (1998) I tiranni di Sicilia. Roma: Laterza.

Bridoux, V. (2020) Les royaumes d’Afrique du Nord: emergence, consolidation et insertion dans les aires d’influences méditerranéennes (203-33 av. J.-C.). Roma: École française de Rome.

Camps, G. (1960) Massinissa ou les débuts de l’histoire. Alger: Lybica.

Carandini, A. (2014) Le case del potere nell’antica Roma. Roma: Laterza.

Celestino Pérez, S. (2001) “Los santuarios de Cancho Roano. Del indigenismo al orientalismo arquitectónico”, en Ruiz Mata, D., Celestino Pérez, S. (eds.), Arquitectura oriental y orientalizante en la península ibérica. Madrid: CSIC, pp. 17-56.

Celestino Pérez, S., López-Ruiz, C. (2016) Tartessos and the Phoenicians in Iberia. Oxford: Oxford University Press.

Celestino Pérez, S., López-Ruiz, C. (2020) Tarteso y los fenicios de Occidente. Córdoba: Almuzara.

Celestino Pérez, S., Rodríguez González, E. (2019) “Un espacio para el sacrificio: el patio del yacimiento tartésico de Casas del Turuñuelo (Guareña, Badajoz)”, Complutum, 30-2, pp. 343-366. https://doi.org/10.5209/cmpl.66337

Coarelli, F., Thébert, Y. (1988) “Architecture funéraire et pouvoir: réflexions sur l’hellénisme numide«, MEFRA, 100-2, pp. 761-818.

Collin Bouffier, S. (2000) «Quelles fonctions pour la kolymbethra d’Agrigente?», en Jansen, G.C.M. (ed.), Cura aquarum in Sicilia. Proceedings of the 10th International Congress on the History of Water Management and Hydraulic Engineering in the Mediterranean Region, Siracusa (1998). Leiden: BABESCH, suppl. 6, pp. 37-43.

Davies, J. (2005) “The economic consequences of Hellenistic Palaces”, en Archibald, Z., Davies, J., Gabrielsen, V. (eds.), Making, moving and managing: the new world of ancient economies, 323-31 BC. Oxford: Oxbow books, pp. 117-135.

De Libero, L. (1996) Die archaische Tyrannis. Stuttgart: Steiner.

De los Llanos, J. (1995) “Didon et Enée, survie du mythe à l’époque moderne”, en AA.VV. Carthage: l’Histoire, sa trace et son écho. Catálogo de la exposición de 1995. París: Musées de la ville, pp. 68-82.

Dietler, M. (2005) “The Archaeology of Colonization and the Colonization of Archaeology: Theoretical Challenges from an Ancient Mediterranean Colonial Encounter”, en Stein, G. J. (ed.), The Archaeology of Colonial Encounters. Santa Fe: School of American Research Press, pp. 33-69.

Domínguez Monedero, A. (2017) “Rex Iuba, monarca e intelectual helenístico, y la Hispania de Augusto”, Gerión, 35, pp. 61-85. https://doi.org/10.5209/GERI.56138

Duval, P.-M. (1946) Cherchell et Tipasa. Recherches sur deux villes fortes de l’Afrique romaine. París: Geuthner.

Durrbach, F. (1921) Choix d’inscriptions de Délos. París: Leroux.

Faber, A. (2009) Die Casa del Fauno in Pompeji (VI 12), I. Wiesbaden: Reichert.

Fantar, M. (1987) Kerkouane. Une cité punique au Cap-Bon, 1-3. Túnez: INAA.

Fumadó Ortega, I. (2013a) “Colonial representations and Carthaginian Archaeology”, Oxford Journal of Archaeology, 32-1, pp. 53-72. https://doi.org/10.1111/ojoa.12002

Fumadó Ortega, I. (2013b) Cartago fenicio-púnica. Arqueología de la forma urbana. Sevilla: Servicio de Publicaciones Universidad de Sevilla.

Fumadó Ortega, I. (2013c) “¿Quién parte y reparte? Disposición urbana de la Cartago fenicia“, Archivo Español de Arqueología, 86, pp. 7-21. https://doi.org/10.3989/aespa.086.013.001

Fumadó Ortega, I. (e.p.a): “Das Quartier Didon im Kontext des frühpunischen Stadtplans“, en Flügel, Chr., Dolenz, H., Schmidt, K. (eds.), Karthago V. Die Ausgrabungen an der Rue Ibn Chabâat. Frühpunische Besiedlung und mittel- bis spätpunische öffentliche Großbauten mit Hofareal, Mainz am Rhein.

Fumadó Ortega, I. (e.p.b) “El proyecto urbanístico del Barrio de Magón (Cartago, Túnez) y su contexto sociopolítico: elementos para una Historia (no helenocéntrica) de Cartago“, Gerión 40/1.

Fumadó Ortega, I., Aranegui Gascó, C. 2010 „Juba II y Lixus: La construcción y la reconstrucción del muro de contrafuertes“, en Aranegui Gascó, C. y Hassini, H. (eds.), Lixus, 3. Área SO del sector monumental (Cámaras Montalbán) 2005-2009. Valencia, Saguntum-PLAV, Extra-8: pp. 187-192.

Furtwängler, A.E. (2010) “Herodot 3.56: Polykrates als Falschmünzer? Zu neue Münzfunden und Finanzmanipulationen im archaischen Ionien“, en Brüggemann, Th., Miessner, B., Mileta, Chr., Pabst, A., Schmitt, O., Mehl, A. (eds.), Studia Hellenistica et Historiographica. Festschrift für Andreas Mehl. Morlembach: Computus Druck Satz, pp. 159-170.

García Cardiel, J. (2016) Los discursos del poder en el mundo ibérico del sureste (siglos VII-I A. C.). Madrid: CSIC.

Gozalbes Cravioto, M. (2015) Sobre el rey Syphax de Numidia, Studia historia. Historia Antigua, 33, pp. 69-96.

Gjerstad, E. (ed.) (1948) Swedish Cyprus Expedition, IV.2. Estocolmo: SCE.

Hansen, M.H. (2004) “Stasis as an essential aspect of the Polis”, en Hansen, M. H., Nielsen, T.H. (eds.), An inventory of archaic and classical poleis:. Oxford: Oxford University Press, pp. 124-129.

Hatzopoulos, M.B. (2001) “Macedonian Palaces: where King and city meet”, en Nielsen, I. (ed.), The Royal Palace institution in the First Millennium BC. Regional development and cultural interchange between East and West:. Atenas: Danish Institute at Athens, pp. 189-200.

Hellström, P. (2009) “The palace of Vouni revisited”, Medelhavsmuseet: Focus on the Mediterranean, 4, pp. 28-42.

Hidalgo Prieto, R. (2008) “Palacios”, en León, P. (ed.), Arte romano de la Bética 1. Arquitectura y urbanismo. Sevilla: Focus Abengoa, pp. 348-356.

Hoepfner, W. (1996) “Zum Typus der Basileia und der königlichen Andrones”, en Hoepfner, W. y Brands, G. (eds.), Basileia. Die Paläste der hellenistischen Könige. Mainz am Rhein: Philipp von Zabern, pp. 1-43.

Hoepfner, W., Schwandner, E. L. (eds.) (1994) Haus und Stadt im Klassischen Griechenland. Berlin: Deutscher Kunstverlag.

Iamoni, M. (2019) “Deconstructing” the Northern Levantine Palace: Genesis and Development of a Public Building”, Ägypten und Levante, 29, pp. 245-272. doi: 10.1553/AEundL29s245

Isler, H.P. (1996) “Einflüsse der makedonischen Palästarchitektur in Sizilien?”, en Hoepfner, W. y Brands, G. (eds.), Basileia. Die Paläste der hellenistischen Könige: Mainz am Rhein: Philipp von Zabern, pp. 252-257.

Jacquemin, A. (1993) “Oikiste et tyran: fondateur-monarque et monarque-fondateur dans l’Occident grec”, KTÈMA, 18, pp. 19-27.

Jiménez Ávila, J. (2013) Cancho Roano: más que palabras. Bibliografía crítica sobre el yacimiento post-orientalizante de Zalamea de la Serena. Badajoz: Diputación Provincial de Badajoz.

Kiegeland, J. (1993) “Wie wohnten die Tyrannen?”, en Hoepfner, W., Zimmer, G. (eds.), Die

griechische Polis. Architektur und Politik. Tübingen: Wasmuth, pp. 46-57.

Kolb, F. (1977) “Die Bau-, Religions- und Kulturpolitik der Peisistratiden”, Jahrbuch des Deutschen Archäologischen Instituts, 92, pp. 99-138.

Ladjimi Sebaï, L. (2003) “Byrsa a l’epoque punique”, en AA.VV., VIII Coloque International sur l’Histoire et l’Archéologie de l’Afrique du Nord. Tabarka 2000. Túnez: Ministère de la Culture, pp. 125-138.

Lancel, S. (1984) “Remarques sur la topographie urbaine de la Carthage punique”. Bulletin Archéologique du Comité des Travaux Historiques et Scientifiques 17-b: 35-54.

Lancel, S. (1994) Cartago. Barcelona: Crítica.

Landwehr, C. (2013) “The Sculptural Marbles of Caesarea Mauretaniae (Cherchel, Algeria)», Jahrbuch des Deutschen Archäologischen Instituts, 127-128, pp. 227-260.

Leveau, Ph. (2012) “D’Alexandrie d’Egypte à Césarea de Maurétanie: transfert de technologie hydraulique et diffusion d’un nouveau modèlle urbain», en Guedon, S. (ed.), Entre Afrique et Égypte: rélations et échanges entre les espaces au sud de la Méditerranée à l’époque romaine. Ausonius: Pessac, pp. 157-172.

Leveau, Ph. (2014) “Le batiment d’Ennabod (redouté “ Amabar ») à Cherchell. Un pavillon royal à Cesarea ?”, en Ferdi, S. y Ighilahriz, F. (eds.), Les seminaires du CNRA. Alger: CNRA, pp. 10-23.

Lewis, S. (2009) Greek Tyranny. Bristol: Phoenix Press.

Lidzbarski, M. (1898) Handbuch der nordsemitischen Epigraphik, nebst ausgewählten Inschriften. Weimar: Emil Felber.

Lomas, K. (2006) “Tyrants and the polis: migrations, identity and urban development in Sicily”, en Lewis, S. (ed.), Ancient Tyranny. Edimburgo: Edinburgh University Press, pp. 95-113.

López Castro, J.L. (ed.) (2020) Entre Utica y Gadir. Navegación y colonización fenicia en el Mediterráneo Occidental a comienzos del I milenio AC. Granada: Editorial Comares.

López Pardo, F., Ruíz Cabrero, L. A. (2005) “Una inscripción fenicia arcaica en el área de los templos de Lixus“, Madrider Mitteilungen, 46, pp. 46-60.

Magadán Olives, M.T., Rodríguez Manero, I. (2012) “Una mirada retrospectiva a les restauracions antigues II. El palau de Cnossos”, Unicum, 11, pp. 37-61. www.raco.cat/index.php/UNICUM/article/view/282080 [20/01/2021].

Malkin, I. (2002) “Exploring the validity of the concept of Foundation: a visit to Megara Hyblaia”, en Gorman, V. B. y Robinson, E. W. (eds.), Oikistes. Studies in constitutions, colonies, and military power in the ancient world. Offered in honor of A.J. Graham. Leiden/Boston: Brill, pp. 195-228.

Mar Medina, R., Ruiz de Arbulo Bayona, J. (1993) Ampurias romana. Historia, arquitectura y arqueología. Sabadell: Ausa.

Marinatos, N. (2015) Sir Arthur Evans and Minoan Crete: creating the vision of Knossos. Londres: Tauris.

Mau, A. (1900) Pompeji in Leben und Kunst. Leipzig: Engelmann.

Mazard, J. (1955) Corpus nummorum Numidiae Mauretaniaeque. París: Arts et métiers graphiques.

Müller, L. (1860-1874) Numismatique de l’Ancienne Afrique, III. Les monnaies de la Numidie et de la Mauritanie. Copenhague.

Mugnai, N. (2018) Architectural Decoration and Urban History in Mauretania Tingitana. Roma: Quasar.

Nielsen, E.O., Philips, K.M. Jr. (1985) “Poggio Civitate (Murlo)”, en Stopponi, S. (ed.), Case e palazzi d’Etruria. Milano: Electa, pp. 64-69.

Nielsen, I. (1996) “Oriental models for Hellenistic palaces?”, en Hoepfner, W. y Brands, G. (eds.), Basileia. Die Paläste der hellenistischen Könige. Mainz am Rhein: Philipp von Zabern, pp. 209-212.

Nielsen, I. (1999) Hellenistic palaces: tradition and renewal. Aarhus: Aarhus University Press.

Nielsen, I. (2017) “Palaces-Gardens-Temples. Their relationships and legitimising role in the Hellenistic and early Roman Near East”, en Minchin, E., Jackson, H. y Graeme, C. (eds.), Text and the material world: essays in honour of Graham Clarke. Uppsala: Astrom, pp. 103-117.

Parrot, A. (1958) Mission archéologique à Mari, II. Le palais. París: Geuthner.

Picard, G.Ch. (1988) “Le pouvoir supréme à Carthage”, en Lipinski, E. (ed.), Carthago: 119-124. Leuven: Studia Phoenicia 6, Orientalia Lovaniensia Analecta.

Plácido, D. (2007) “Las formas del poder personal: la monarquía, la realeza y la tiranía”. Gerión, 25-, pp. 127-166.

Ponsich, M. (1981) Lixus. Le quartier des temples. Rabat: ETAM.

Prados Martínez, F. (2008) Arquitectura púnica. Los monumentos funerarios. Madrid: CSIC.

Prados Martínez, F. (2010) “Una propuesta de caracterización de las llamadas regiae ibéricas. Comercio, religión y colonización territorial a partir de un modelo arquitectónico”, Lucentum 29, pp. 57-80. https://doi.org/10.14198/LVCENTVM2010.29.04

Quinn, J. C. (2013) “Monumental power: ‘Numidian Royal Architecture’ in context”, en Prag, J. y Quinn, J. (eds.), The Hellenistic West. Cambridge, University Press, pp. 179-215.

Raaflaub, K. (1997) “Homeric Society”, en Morris, I. y Powell, B. (eds.), A New Companion to Homer. Leiden: Brill, pp. 624-648.

Raaflaub, K. (2009) “Early Greek political thought in its Mediterranean context”, en Balot, R. K. (ed.), A companion to Greek and Roman Political Thought:. Oxford: Blackwell, pp. 37-56.

Rakob, F. (1979) “Numidische Königsarchitektur in Nordafrika”, en Horn, H. G., Rüger, Ch. B. (eds.), Die Numider. Reiter und Könige nördlich der Sahara. Bonn: Rudolf Habelt, pp. 119-171.

Rakob, F. (1983) “Architecture royale numide”, en AA.VV., Architecture et société: de l’archaïsme grec à la fin de la république romaine. Roma: École Française de Rome, pp. 325-338.

Rakob, F. (ed.) (1991) Die deutschen Ausgrabungen in Karthago, I. Mainz am Rhein: Philipp von Zabern.

Rueda Galán, C. (2011) Territorio, culto e iconografía de los santuarios iberos del Alto Guadalquivir (ss. IV a.n.e.-I d.n.e.). Jaén: Universidad de Jaén.

Ruiz Rodríguez, A., Molinos Molinos, M., Rueda Galán, C., Fernández. R. (2015) “El palacio y el urbanismo del oppidum de Puente Tablas”, en Ruiz Rodríguez, A. y Molinos Molinos, M. (eds.), Jaén, tierra ibera. 40 años de investigación y transferencia:. Jaén: Universidad de Jaén, pp. 107-118.

Santos Retolaza, M. (1991) “Distribución y evolución de la vivienda urbana tardorrepublicana y altoimperial en Ampurias”, en AA.VV. La Casa Urbana Hispanorromana. Ponencias y comunicaciones. Zaragoza, Institución Fernando el Católico, pp. 19-34.

Sierra Martín, C. (2014): “La “edad de los tiranos”: una aproximación a las ambigüedades de la tiranía arcaica”, Gerión, 32, pp. 57-77. https://doi.org/10.5209/rev_GERI.2014.v32.46665

Strandberg Olofsson, M. (1985) “Acquarossa. Zona F: la ricostruzione del complesso monumentale”, en Stopponi, S. (ed.), Case e palazzi d’Etruria. Milano: Electa, pp. 54-57.

Storm, E. (2001) Massinissa: Numidien im Aufbruch. Stuttgart: Steiner.

Studniczka, F. (1914) Das Symposion Ptolemaios II: nach der Beschreibung des Kallixeinos. Leipzig: Teubner.

Sznycer, M. (1984) “Le problème de la royauté dans le monde punique”, Bulletin Archéologique du Comité des Travaux Historiques et Scientifiques, 17-b, pp. 291-301.

Torelli, M. (1993) “Regiae d’Etruria e del Lazio e immaginario figurato del potere”, Studies in the History of Art, 43, pp. 85-121.

Tzonis, A. (2018) “Buildings we call Palaces”, en Bietak, M. y Prell, S. (eds.), Ancient Egyptian and Ancient Near Eastern Palaces. Viena: Austrian Academy of Sciences Press, pp. 9-22.

Uribe Agudo, P. (2009) “Triclinia y salones triclinares en las viviendas romanas urbanas del cuadrante nordeste de la península ibérica (I a.C. – III d.C.)”, Archivo Español de Arqueología 82, pp. 153-189. https://doi.org/10.3989/aespa.082.009.007

Van Compernolle, T. (1992) L’influence de la politique des Deinoménides et des Emménides sur l’architecture et l’urbanisme sicéliotes. Louvain: Peeters.

Winter, F.E., Christie, A. (1985) “The symposium-tent of Ptolemy II: a new proposal”, Echos du monde lassique – classical views, 4, pp. 289-308.

Wooley, Ch. L. (1955) Alalakh. An account of the excavations at Tell Atchana in the Hatay 1937-1949. Oxford: Oxford University Press.

Yon, M. (1997) La cité d’Ougarit sur le tell de Ras Shamra. París: Ministére d’Affaires Étrangers.

Zamora López, J.A., Duplà, A., Hernández, E., García Jurado, F., García Morcillo, M., Mensuro, A., Boschloos, V. (2019) “Cartagine nell’immaginario moderno e contemporaneo”, en Russo, A., Guarneri, F., Xella, P., Zamora López, J.A. (eds.), Carthago. Il mito immortale. Milano: Electa, pp. 269-289.