Recensión

Manuel Camacho Moreno, Arqueología, museo y sociedad. Juan Lafita y el Museo Arqueológico de Sevilla. La etapa 1925-1936. Sección Historia, Serie 1ª, nº 80. Sevilla, Diputación Provincial, 2018, 215 páginas con ilustraciones. ISBN 978-84-7798-425-2

Spal, 30.1, pp. 340 - 344

Recepción: 17 de diciembre de 2020. Aceptación: 2 de enero de 2021

Sumario

BIBLIOGRAFÍA

Como bien indica Fernando Amores en el prólogo de la obra, nos encontramos frente a un libro sobre Juan Lafita y Díaz que puede significar una sorpresa para el público sevillano, pero también para los investigadores que desarrollan sus líneas de trabajo en la Historia y la Historiografía de la Arqueología Española, porque se centra en un personaje y en un período que hasta ahora había sido poco tratado.

La publicación, además, se encuadra perfectamente dentro de la denominación en su día acuñada por el Profesor Joaquín Gómez-Pantoja de “excavar en papeles”, al fundamentarse en la documentación conservada en el archivo del actual Museo Arqueológico de Sevilla, y por la que su autor obtuvo un accésit en la sección de Historia del concurso monografías “Archivo Hispalense” del año 2016 de la Diputación Provincial de Sevilla, que es la editora del trabajo.

Juan Lafita y Díaz (1889-1967) es un personaje que tuvo una presencia importante en el ambiente cultural de Sevilla durante la primera mitad del siglo XX, en la que simultaneó la dirección del Museo con su participación en la Comisión Provincial de Monumentos y en el Ateneo de Sevilla, dos de las instituciones culturales sevillanas de ese momento. Pero todas estas facetas han sido utilizadas por Manuel Camacho Moreno para un estudio de la historia del Museo Arqueológico de Sevilla, el verdadero objetivo de esta monografía, que se centra exclusivamente en una de las etapas menos conocidas hasta ahora, pero que, como se desprende de la documentación gráfica aportada por el autor, es una de las más importantes pues en ellas se asientan las bases del actual museo.

La obra que aquí analizamos también supone una novedad en la Historia de la Arqueología Sevillana, que hasta ahora se había centrado en el estudio de algunos yacimientos arqueológicos: Itálica (Luzón, 1999; Amores y Beltrán, 2012), Necrópolis de Carmona (Gómez Díaz, 2019) y Vrso (Salas, 2002); de pioneros de la arqueología: Francisco de Bruna (Beltrán et al., 2018), Demetrio de los Ríos (Fernández, 1998), Jorge Bonsor (Maier, 1999), Patricio Gutiérrez Bravo (Salas, 2014), Juan de Mata Carriazo (Carriazo, 2001; Mederos, 2010) o de la documentación generada por la Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos (López, 2011) o el Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia (Maier y Salas, 2000), trabajos recogidos en monografías, actas de congresos y artículos científicos, publicados en los últimos años.

El libro se organiza en 4 capítulos, un apartado exclusivamente dedicado a las fuentes documentales, la bibliografía y, para finalizar, 13 anexos. Tras un prólogo de Fernando Amores y una presentación de José María Izquierdo, el volumen presenta un primer capítulo introductorio (pp. 17-20), en el que Manuel Camacho manifiesta la verdadera intención de esta obra, que no es otra que el estudio de la historia del museo sevillano, al que considera como el modelo andaluz que mejor representa la transformación experimentada desde los antiguos gabinetes humanistas hasta la consolidación de la ciencia arqueológica.

El segundo capítulo (pp. 21-81), dedicado a la biografía de Juan Lafita, se corresponde con una parte importante del trabajo que hoy analizamos, y sin el cual es imposible comprender la labor llevada a cabo por este personaje. En él se hace hincapié tanto en la biografía y en su ambiente familiar como en su inicial formación académica en Sevilla, ampliada posteriormente en Madrid, donde Juan Lafita entró en contacto con José Ramón Mélida Alinari, uno de los principales arqueólogos del momento.

Manuel Camacho también analiza en este capítulo el ambiente cultural e intelectual sevillano de la primera mitad del S. XX, y en especial del Ateneo de Sevilla, del que Lafita fue un destacado miembro, participando en las principales actividades desarrolladas por esta institución, como fue la creación de la revista Bética, órgano de difusión del regionalismo andaluz. Por otra parte, el Lafita ateneísta nos legó una ingente obra gráfica y de trabajos de difusión del patrimonio cultural andaluz, fruto de su activa labor periodística que, además, escribió en otras publicaciones de la época, junto con otros destacados miembros de esa institución cultural sevillana.

La celebración de la Exposición Iberoamericana de Sevilla fue un importante hito en la carrera de Juan Lafita, no sólo porque le permitió establecer contactos con numerosas personalidades, tanto españolas como del extranjero, del mundo de la política y de la cultura. Además, en 1929 también tuvo que acometer una excavación en el solar de la antigua ciudad de Orippo (Dos Hermanas) (pp. 125-128) y encargarse, junto a Jorge Bonsor, del montaje de la exposición El Reino de Sevilla, celebrada en el transcurso de la exposición, y en el que se mostraron las principales piezas del Museo Arqueológico de Sevilla (pp. 128-136).

Con el golpe militar de 1936 comienza para Lafita una nueva etapa, definida muy acertadamente como los “años de hierro” por Manuel Camacho. Su pertenencia a los círculos e instituciones “colaboracionistas” y afines, le permitió entrar a formar parte de las nuevas entidades encargadas de velar por la conservación del patrimonio artístico y arqueológico, nombrándosele “apoderado” de la Necrópolis de Carmona, que desde 1931 pertenecía al Estado, tras la donación efectuada por Jorge Bonsor en 1930.

El tercer capítulo (pp. 83-155), el más extenso de la obra, está dedicado exclusivamente a la labor desarrollada en el Museo Arqueológico de Sevilla entre 1925 y 1936, aunque Lafita ejerció como director de la institución hasta su jubilación en 1959. Manuel Camacho, gracias a la consulta de la documentación conservada en el archivo del Museo, ha podido reconstruir esta etapa, hasta ahora desconocida pero muy importante para la historia de la institución, tal y como hoy la conocemos.

El origen del actual Museo Arqueológico se debe a la labor desarrollada a partir de 1837 por la Comisión Científica y Artística Provincial de Sevilla, y continuada a partir de 1844 por la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, que en 1879 consiguió la creación de una Sección de Antigüedades en el Museo Provincial de Sevilla, sito en el antiguo Convento de la Merced Calzada, y donde permaneció hasta 1925. La museografía de esas primeras colecciones, entre las que sobresalían las piezas italicenses recopiladas por Francisco de Bruna, respondía a una exposición abigarrada de objetos, en los que predominaba un discurso meramente acumulativo, que Manuel Camacho nos muestra en las fotografías de ese momento que incluye en su trabajo.

Pero este museo no era una excepción dentro de la Sevilla de finales del XIX y principios del XX, puesto que este mismo discurso expositivo fue también el predominante en las otras colecciones arqueológicas diseminadas por la Provincia (pp. 91-94), y que reflejaban la concepción anticuarista de la Arqueología de ese momento, como se apreciaban en las colecciones de Regla Manjón o de Eduardo Ibarra.

Cuando en mayo de 1925 Juan Lafita fue nombrado director del Museo Arqueológico, una de sus primeras medidas consistió en ampliar el espacio expositivo de la institución y la consiguiente renovación de museografía de la misma, sobre todo porque habían tenido entrada numerosas piezas y objetos procedentes de las excavaciones realizadas desde 1900 en Itálica (Santiponce, Sevilla), entre las que se encontraban la escultura de Diana o los hallazgos de Manuel Fernández López en la necrópolis italicense de La Vegueta.

Entre las novedades museográficas, destacó la idea de pintar las paredes de rojo pompeyano para resaltar las piezas escultóricas, en un afán por darle una recreación ambiental a las piezas. También se mejoraron los paneles explicativos de las figuras, al incluir en los mismos una reseña con las características y el estilo de las obras, en una manera de acercar el museo al visitante.

Fue también el momento en el que las enseñanzas adquiridas durante su estancia en Madrid junto a José Ramón Mélida – por entonces director del Museo de Reproducciones Artística- le hace presentar un proyecto para exponer los vaciados de las obras de arte que el museo albergaba.

Además de las mencionadas previamente, otras de las mejoras introducidas, con el objetivo de renovar el discurso museográfico, fue la de dotar al Museo de un moderno sistema de registro y documentación de los materiales arqueológicos (pp. 113-124), que fue acompañado de una colección de croquis de las instalaciones y de algunas de las piezas escultóricas, realizados por el propio Lafita. En cuanto a las labores de investigación y difusión, Lafita consiguió incorporar una importante biblioteca que reunía obras de Historia, Arqueología e Historia del Arte, en las que se podían encontrar los datos necesarios para las labores propias de un museo. Entre estas publicaciones destacan Arquitectura Romana (1929) de Antonio García y Bellido, la primera obra de síntesis publicada en España sobre la materia, y Arqueología Española (1929) de José Ramón Mélida, el primer manual universitario sobre Arqueología publicado en España.

Y junto a ello, Juan Lafita presentará en 1929 al Ministerio de Instrucción Pública un proyecto para la creación del Museo, motivado en parte por el incremento de las colecciones, en especial de Itálica, la “Pompeya Española”, donde los trabajos del Conde de Aguiar estaban sacando a la luz importantes datos sobre la urbanística de la ciudad. Este proyecto (pp. 137-155), presentado al final de la Exposición Iberoamericana, fue pensado para el Pabellón Mudéjar en la Plaza de América, que albergaría la colección arqueológica del Museo Arqueológico y la Colección Arqueológica de Sevilla, ubicada en la Torre de Don Fadrique, fusionando ambas en un nuevo museo.

Este último apartado del tercer capítulo es una de las mejores aportaciones dentro de la monografía elaborada por Manuel Camacho, al descubrirnos un proyecto museográfico hasta el momento poco conocido, así como analizar la repercusión que tuvo esa idea en el ambiente cultural sevillano, que recibió de buen agrado dicha propuesta. Pero además, el autor nos descubre la razón por la que Juan Lafita prefería este edificio, ya que su arquitectura respondía a un razonamiento y a un propósito de ciudad, edificado a partir de las tendencias regionalistas defendidas por los intelectuales del andalucismo histórico (Blas Infante, Guichot, Lafita, etc.) y que habían tenido su punto álgido con la Exposición Iberoamericana de 1929.

El capítulo cuarto o Síntesis (pp. 157-163) contiene las conclusiones de este trabajo sobre Juan Lafita, un artista poliédrico que cultivó numerosas ramas del conocimiento, y que tuvo un papel muy importante en la cultura sevillana de la primera mitad del siglo XX. Y por último, la monografía de Manuel Camacho no podía concluir sin aportar otra de las novedades más importantes del trabajo, como son la inclusión de 13 anexos, con documentación desconocida para la mayoría de los investigadores, como son la Historia del Museo elaborada por Lafita (anexo 4), las conferencias impartidas en el museo (anexo 8) y los listados de piezas participantes en la exposición El Reino de Sevilla (anexos 9 y 10), celebrada en 1929.

El libro de Manuel Camacho se incluye de pleno derecho dentro de los trabajos denominados por J. Gómez-Pantoja como “arqueología en los archivos” o “excavar papeles”. Como principal novedad, pone a disposición del público interesado en la materia numerosa documentación sobre una parte desconocida de la historia de los museos y de la arqueología sevillana. También nos muestra el proceso de traslado de la sede museística y de la nueva museografía empleada en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, que fue una novedad en su época, como se aprecia de la lectura de las páginas del libro.

Asimismo, nos introduce a una etapa de la historia cultural de la ciudad, de la que apenas se conocía más que un pequeño retazo, pues había quedado subsumido por los sucesos posteriores de la Guerra Civil. Sin embargo, queda aún por escribir una importante parte de la historia del museo arqueológico sevillano, que es la larga etapa de Concepción Fernández-Chicarro, primero como conservadora (1945-1959) y luego como directora (1959-1979), períodos a los que Manuel Camacho se refiere muy de pasada, puesto que no son el objeto principal de su libro.

Esperemos que en un futuro cercano una nueva publicación por parte del autor se centre en estudiar este importante período, tanto para el propio museo como para la arqueología sevillana, puesto que en esos momentos se produjeron los descubrimientos del Cerro del Carambolo (Camas, Sevilla) o se realizaron excavaciones en yacimientos tan importantes como Itálica (Santiponce, Sevilla), Munigua (Villanueva del Río y Minas, Sevilla) o la Necrópolis de Carmona (Sevilla), que vinieron a enriquecer las colecciones museográficas sevillanas. De esta manera, se completaría toda la Historia del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla hasta el traspaso de las competencias en materia arqueológica a la Comunidad Autónoma de Andalucía en 1984.

El autor nos ha realizado un estudio homogéneo y exhaustivo en todos y cada uno de los capítulos que componen la monografía. Todos los apartados vienen acompañados de numerosas fotografías, conservadas en el archivo del propio museo y hasta ahora desconocidas para numerosos investigadores sevillanos, que ilustran el proceso de creación del nuevo museo sevillano, el montaje de las piezas y la disposición final de las colecciones en 1941. Pero además, las imágenes son el único testimonio que tenemos de esa museografía de ambientación, como se reflejaba en la Sala VII, donde se colocó la escultura de Diana, junto a unos murales de Juan Miguel Sánchez Fernández, hoy desaparecidos, en los que el visitante podía contemplar una recreación de Itálica.

A través de la lectura de las páginas de la monografía, escrita con una prosa amena y fácil de seguir, Manuel Camacho nos quiere transmitir su visión positiva de la figura de Juan Lafita, un hombre polifacético, que suplo plasmar todos sus intereses culturales en su gran obra: el traslado del Museo Arqueológico Provincial de Sevilla a su emplazamiento actual, y la nueva museografía del edificio, que, en su momento, fue la más innovadora y moderna de España.

En conclusión, nos encontramos ante una monografía que ya es una obra de referencia para cualquier investigador o estudioso interesado en la Historia de la Arqueología Sevillana de la primera mitad del S. XX o del Museo Arqueológico de Sevilla, ya que se trata de un modelo a seguir en cualquier estudio historiográfico que se pretenda llevar a cabo, y sobre todo por la importancia de la recopilación y revisión de documentación de archivo y hemeroteca efectuada por el autor, así como de la validez actual de la misma.

BIBLIOGRAFÍA ^ 

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Jesús Salas Álvarez

Área Docente de Arqueología

Dpto. de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología

Facultad de Geografía e Historia

Universidad Complutense de Madrid

jessalas@ucm.es 0000-0002-7364-4347 B-7805-2015