Elementos iconográficos en Menorca durante el segundo y primer milenios a.C.: aspectos sociales
e ideológicos

Iconographic elements in Menorca during the second and first millennia BC:
social and ideological aspects

Antoni Ferrer Rotger

Institut Menorquí d’Estudis. Camí des Castell, 28. 07702, Maó. Illes Balears.

antoniferrer1@gmail.com 0000-0001-7534-229X AAW-5871-2021

Resumen Las decoraciones incisas lineales aparecen con cierta frecuencia en las cerámicas menorquinas a partir de finales del segundo milenio a.C., convirtiéndose en elementos habituales a lo largo de todo el primer milenio a.C. Motivos parecidos aparecen habitualmente en objetos metálicos de los mismos periodos. Por otro lado, los grabados rupestres se documentan de forma esporádica en las cavidades funerarias de la isla. En este trabajo se exponen diversos elementos de continuidad en las representaciones, a lo largo del periodo estudiado, y se realizan algunas inferencias sobre la dimensión social e ideológica de dichas decoraciones. Por otro lado, se comparan algunos aspectos iconográficos de las cerámicas, los artefactos de metal y los grabados rupestres documentados en la isla. Las similitudes existentes permiten reforzar la cronología prehistórica de algunos de los grabados y proponer una interpretación cultual para algunas de las decoraciones cerámicas.

Palabras clave Islas Baleares, Edad del Bronce, Edad del Hierro, Talayótico, decoraciones cerámicas, grabados rupestres.

Abstract Incised linear decorations appeared quite frequently on Menorcan pottery productions from the end of the 2nd millennium cal. BC, becoming frequent elements throughout the 1st millennium cal. BC. Similar motifs also appear in metal objects from the same period, and some engravings have been found in funerary caves on the island. This paper shows several elements of continuity in these representations throughout the analyzed period, and some inferences are pointed out in regards to the social and ideological dimensions of these decorations. Moreover, a comparison is made among some iconographic aspects on the pottery evidence, metallic artifacts and cave engravings from the island. The similarities found in them allow us to support the prehistoric chronology of some engravings and suggest a religious interpretation for some pottery decorations.

Key words Balearic Islands, Bronze Age, Iron Age, Talayotic, pottery decorations, cave engravings.

Fecha recepción 12-08-2020 Fecha aceptación 27/10/2020

Ferrer Rotger, A. (2021): “Elementos iconográficos en Menorca durante el segundo y primer milenios a.C.: aspectos sociales e ideológicos”, Spal, 30.2, pp. 47 - 73. https://dx.doi.org/10.12795/spal.2021.i30.17

Sumario

1. Introducción

2. Contexto cronológico: Menorca durante el segundo y primer milenios a.C.

3. Las decoraciones en cerámicas y objetos metálicos durante el segundo y primer milenios a.C.

3.1. Periodo de las navetas de habitación (c. 1600-1200 a.C.)

3.2. El momento de transición y las primeras fases del Talayótico Inicial (c 1200-900 a.C.)

3.3. Talayótico Inicial avanzado (c. 900-500 a.C.)

3.4. Talayótico Final (c. 500-100 a.C.)

4. Los grabados rupestres

5. Discusión

5.1. La transmisión de los modelos iconográficos a través del espacio y el tiempo

5.2. La iconografía como expresión de la identidad

5.3. La diversidad de acabados y sus posibles implicaciones cultuales y sociales

5.4. Iconografías comunes a cerámicas y grabados rupestres: aspectos cronológicos y posibles implicaciones sociales

Conclusiones

Agradecimientos

Bibliografía

Lista de figuras

Figura 1. Ubicación geográfica de Menorca y situación de los principales yacimientos citados en el texto. 1 Torre del Ram (Ciutadella), 2 Son Olivaret (Ciutadella), 3 Clariana (Ciutadella), 4 Son Catlar (Ciutadella), 5 Necrópolis de Cala Morell (Ciutadella), 6 Es Coll de Cala Morell (Ciutadella), 7 Els Aljubs (Ciutadella), 8 Sa Pleta de ses Lluques (Ciutadella), 9 Son Toni Martí (Ciutadella), 10 Torrepetxina (Ciutadella), 11 Sa Cova des Càrritx (Ciutadella), 12 La Beltrana (Ferreries), 13 Calafi Vell (Ferreries), 14 Sant Agustí (Es Migjorn Gran), 15 Biniguardó (Es Mercadal), 16 Torre d’en Galmés (Alaior), 17 Sa Mola (Alaior), 18 Biniguarda Vell (Alaior), 19 Torralba d’en Salort (Alaior), 20 Biniac L’Argentina (Alaior), 21 Binicalaf (Mahón), 22 Cap de Forma (Mahón), 23 Torelló (Mahón), 24 Biniparratxet Petit (Sant Lluís), 25 Talatí de Dalt (Mahón), 26 Cornia Nou (Mahón), 27 Sa Cudia Cremada (Mahón), 28 Trepucó (Mahón), 29 Son Ganxo (Sant Lluís).

Figura 2. Cerámicas de los siglos finales del segundo milenio a.C. a: vaso troncocónico, Clariana (c. 1000 a.C.) (reelaborado a partir de Plantalamor, 1975); b: vaso troncocónico, Biniac l’Argentina (c. 1000 a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); c, d, e, f: pequeños recipientes con borde exvasado, Son Olivaret (c. 1300-1000 a.C.) (Plantalamor et al., 2008); g, h: pequeños recipientes con borde exvasado, Sa Cova des Càrritx (c 1300-1000 a.C.) (reelaborado a partir de Lull et al., 1999); i: fragmento de cerámica pintada, Trepucó (c. 1300-1050 a.C.); j, k: recipientes carenados (1450/1400-800 a.C.) (reelaborado a partir de Lull et al., 1999).

Figura 3. Objetos del Talayótico Inicial avanzado. a: vaso troncocónico, Binicalaf (c. 800-600 a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); vasos troncocónicos (b, c) y ollas (d, e, f) Cornia Nou (c. 800-600 a.C.) (Anglada et al., 2012); g: objeto de bronce en forma de cuerno de bovino, Biniguardó (c. 800-500 a.C.) (Anglada et al., 2013a); h: ornamento de bronce, Cornia Nou (c. 800-600 a.C.) (reelaborado a partir de Ferrer et al., 2014); i: molde de fundición de colgantes de bronce, Sa Pleta de ses Lluques (c. 800-700 a.C.) (De Nicolás, 1988).

Figura 4. Objetos del Talayótico Final. a: olla carenada, Trepucó (c. s. III a.C.) (Plantalamor, 2012); b: olla carenada, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.) (Plantalamor, 2012); c: colgante de plomo, La Beltrana (c. s. IV-III a.C.) (De Nicolás, 1988); d: colgante de bronce en forma de hacha doble, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (c. s. III a.C.) (Carbonell et al., 2015); e: molde de fundición de colgantes de plomo, Talatí de Dalt (c. s. IV-III a.C.) (De Nicolás, 1988); f: olla con representación de un hacha doble (c. s. IV-II a.C.) (De Nicolás, 2019); g: olla con decoración punteada, Cornia Nou (c. s. V a.C.) (Anglada et al., 2013b).

Figura 5. Vasos de fondo alto o con pie diferenciado del Talayótico Final. a: vaso con pie diferenciado, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.); b: vaso de fondo alto, Trepucó (c. s. III a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); c: vaso de fondo alto, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.); d: vaso de fondo alto, Son Catlar, (c. s. IV-II a.C.) (Reelaborado a partir de Sastre, 1985); e: vaso con pie diferenciado, Trepucó (c. s. III a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); f: vaso de fondo alto, Son Catlar (c. s. IV-II a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979), g: vaso de fondo alto, procedencia desconocida (c. s. IV-II a.C.) (reelaborado a partir de Sastre, 1985), h: vaso con pie diferenciado, Biniparratxet Petit (s. III–I a.C.) (De Nicolás et al., 2017a).

Figura 6. Objetos del Talayótico Final. a: vaso troncocónico, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.); b: vaso troncocónico pintado, Trepucó (c. s. III a.C.) (reelaborado a partir de Plantalamor, 2012); c: objeto troncocónico (posible soporte) con grafito, Trepucó (c. s. III-II a.C.); d: vaso troncocónico, Trepucó (c. s. IV-II a.C.) (Plantalamor, 2012); e: elemento de prensión de un vaso troncocónico, Sa Cudia Cremada (c. s. IV-II a.C.).

Figura 7. Algunos grabados rupestres documentados en hipogeos menorquines. a: Torre del Ram (De Nicolás et al., 2017b); b: Els Aljubs (De Nicolás et al., 2020); c: Cala Morell (De Nicolás et al., 2020); d: Torelló (De Nicolás et al., 2020); e: Son Ganxo (De Nicolás et al., 2020); f: Calafi Vell (Mascaró, 1953) (representación no a escala); g: Sant Agustí (De Nicolás et al., 2015); h: Cueva 12 de Cala Morell.

1. Introducción ^ 

El término decoración se ha utilizado para referirse a todos aquellos elementos sin una utilidad funcional identificable que aparecen en los recipientes u otro tipo de objetos cerámicos. Se ha expuesto reiteradamente que, en un elevado número de casos, dichos elementos no responden solamente a cuestiones estéticas (David et al., 1988; Gosselain, 2011; Blanco, 2015), planteamiento que se toma como punto de partida de este trabajo. Pese a todo, el término decoración se continúa utilizando de forma habitual en las publicaciones de temática arqueológica, por lo que será el utilizado en esta publicación.

Las decoraciones de las cerámicas prehistóricas menorquinas han sido estudiadas, principalmente, con el objetivo de establecer divisiones crono-tipológicas (Sastre, 1985) o bien para hallar paralelos en otras regiones de los que deducir influencias y contactos culturales (Plantalamor, 2012). No obstante, y asumiendo que la tecnología constituye un reflejo de las acciones sociales (Dobres, 2010) se puede considerar que las cerámicas, igual que el resto de los artefactos arqueológicos, nunca son ajenas a la cosmovisión de la sociedad en la que fueron creadas. Así, en este trabajo se intentarán realizar inferencias, a partir de dichos objetos, sobre los aspectos sociales e ideológicos de las comunidades humanas que los fabricaron.

Respecto a los elementos iconográficos de los grabados rupestres, tras las primeras escuetas publicaciones de Mascaró (1953) han recibido escasa atención hasta época muy reciente (De Nicolás et al., 2015; 2017a; 2017b; 2020) por lo que se trata de un ámbito en gran parte aún por explorar. No obstante, como se ha afirmado con relación a los grabados rupestres de la Prehistoria Reciente de otras regiones, estas manifestaciones no deben considerarse como un producto de la simple libertad creativa de sus autores ni tampoco se puede pretender que proporcionen una visión integral de la sociedad que las creó, sino que constituían probablemente un medio para expresar mensajes muy concretos, de tipo social e ideológico (Criado et al., 2001).

2. Contexto cronológico: Menorca durante el segundo y primer milenios a.C. ^ 

Menorca es la más septentrional de la Islas Baleares y la más alejada de las costas continentales (fig. 1). Durante gran parte del segundo milenio a.C., la cultura material de las comunidades humanas de esta isla es prácticamente idéntica a la de los habitantes de Mallorca (Albero et al,. 2011). A partir de c. 1600 a.C., la sociedad de ambas islas se estructura a partir de pequeñas agrupaciones de viviendas conocidas como navetas de habitación (Anglada et al., 2017c), sin evidencias de jerarquización social y con una base económica agrícola y ganadera. Los conflictos intergrupales no debían ser del todo ajenos a estas comunidades, pues en algunos casos, como en Es Coll de Cala Morell (Ciutadella) se documentan estructuras defensivas. Las unidades domésticas parecen ser los núcleos a partir de los cuales se articulaba la producción de alimentos y otros bienes (Anglada et al., 2019a). Los espacios funerarios, de carácter colectivo, incluyen cuevas naturales, hipogeos y construcciones de tradición megalítica. En Menorca, los sepulcros megalíticos derivarán en tipologías de carácter local, como las protonavetas y navetas funerarias (Plantalamor y Marqués, 2003). Aunque se documenta la llegada de materiales exógenos, éstos son escasos si se compara con la situación en regiones próximas.

Figura 1: Ubicación geográfica de Menorca y situación de los principales yacimientos citados en el texto. 1 Torre del Ram (Ciutadella), 2 Son Olivaret (Ciutadella), 3 Clariana (Ciutadella), 4 Son Catlar (Ciutadella), 5 Necrópolis de Cala Morell (Ciutadella), 6 Es Coll de Cala Morell (Ciutadella), 7 Els Aljubs (Ciutadella), 8 Sa Pleta de ses Lluques (Ciutadella), 9 Son Toni Martí (Ciutadella), 10 Torrepetxina (Ciutadella), 11 Sa Cova des Càrritx (Ciutadella), 12 La Beltrana (Ferreries), 13 Calafi Vell (Ferreries), 14 Sant Agustí (Es Migjorn Gran), 15 Biniguardó (Es Mercadal), 16 Torre d’en Galmés (Alaior), 17 Sa Mola (Alaior), 18 Biniguarda Vell (Alaior), 19 Torralba d’en Salort (Alaior), 20 Biniac L’Argentina (Alaior), 21 Binicalaf (Mahón), 22 Cap de Forma (Mahón), 23 Torelló (Mahón), 24 Biniparratxet Petit (Sant Lluís), 25 Talatí de Dalt (Mahón), 26 Cornia Nou (Mahón), 27 Sa Cudia Cremada (Mahón), 28 Trepucó (Mahón), 29 Son Ganxo (Sant Lluís). ^ 

A finales del segundo milenio a.C. se iniciará un proceso de divergencia cultural entre ambas islas. Se trata de la fase conocida como Prototalayótico (Micó, 2005) o Talayótico Inicial (Anglada et al., 2017b). La segunda de estas denominaciones, que extiende el periodo entre c. 1200 y c. 500 a.C., es la que se utilizará en este trabajo. Esta etapa se caracteriza por la aparición de estructuras arquitectónicas monumentales, conocidas como talayots, y la concentración de la población en nuevos asentamientos de mayores dimensiones que los documentados en la fase precedente. En algunos asentamientos de los momentos iniciales de esta fase se documenta la construcción de estructuras defensivas, como en Cap de Forma (Mahón) (Depalmas, 2014) pero parece que las tensiones intercomunitarias pronto se resolverán o canalizarán de un modo no violento, pues las murallas no reaparecen hasta la etapa posterior, a partir de c. 500 a.C. A nivel productivo no se percibe una ruptura respecto a la fase anterior, aunque sí a nivel organizativo. Si bien los espacios de hábitat excavados de esta cronología son todavía escasos en Menorca, en Cornia Nou (Mahón) se ha documentado la centralización de las tareas productivas de la comunidad en un gran edificio monumental vinculado a un talayot (Anglada et al., 2014).

Durante esta etapa se continúan utilizando algunas de las estructuras funerarias del periodo precedente y se documenta con frecuencia la utilización de cavidades naturales con cierre ciclópeo (Lull et al., 1999; Anglada et al., 2013). En este ámbito se perciben fenómenos de diferenciación social (Gornés, 2017) que cuadrarían con el aumento de la complejidad documentado en Cornia Nou. Igual que en la fase anterior, Menorca parece ocupar un lugar marginal en las redes comerciales del momento.

Hacia el siglo VI a.C. se inicia una nueva etapa, que se prolongará hasta la romanización, en los siglos II–I a.C. Este periodo se ha denominado Postalayótico (Waldren, 1986; Micó, 2005) Baleárico (Salvà y Hernández-Gasch, 2007) o Talayótico Final (Rosselló-Bordoy, 1973; Plantalamor, 1991; Anglada et al. 2017a) el último término de los cuales es el que se utilizará en este trabajo. Durante esta fase el mundo indígena intensifica sus intercambios con el exterior, especialmente con las zonas de influencia púnica. El síntoma más visible de estos contactos es la llegada, masiva a partir de los siglos IV-III a.C., de materiales cerámicos provenientes de Ibiza.

Los datos disponibles indican que la economía de Menorca durante este periodo se basa, igual que en las fases precedentes, en la ganadería de ovicaprinos y, en menor medida, bovinos y suidos (Ramis, 2017) así como en el cultivo de cereales (Portillo et al., 2014). Se ha propuesto que estas actividades económicas se insertarían en el contexto de una sociedad fuertemente estratificada (Guerrero et al., 2006).

Pese a las fuertes influencias externas, buena parte de los rasgos culturales de las comunidades menorquinas de este periodo, tanto tecnológicos como ideológicos, son de tradición claramente indígena y entroncan con la fase precedente. Así, la técnica constructiva, de carácter ciclópeo, las técnicas alfareras y los sistemas de preparación de alimentos continuarán siendo de tradición local (Anglada et al., 2017a). La estructuración de los asentamientos sobre el territorio no presenta asimismo ninguna ruptura significativa respecto a la fase anterior, documentándose una gran continuidad en la ocupación de los núcleos de población (Smith y Van Dommelen, 2018). No obstante, en los momentos iniciales de esta fase se constata la construcción de murallas en algunos poblados como Son Catlar (Ciutadella) que serán dotadas de nuevos elementos defensivos, de tradición púnica, durante los últimos siglos antes del cambio de era (Prados y Jiménez, 2017).

Los espacios domésticos presentan una fuerte estandarización y responden a una tipología exclusiva de la isla, bien representada en asentamientos como Torre d’en Galmés (Alaior). Se trata de grandes edificios ciclópeos con planta de tendencia circular, que presentan un patio central alrededor del cual se sitúan, de forma radial, entre cinco y siete habitaciones (Sintes y Isbert, 2009; Torres, 2017). Ante la fachada aparece en algunos casos un espacio a cielo abierto, delimitado por un muro, de una extensión similar a la vivienda y con algunas pequeñas habitaciones en los ángulos. Estos complejos domésticos constituyen las unidades básicas a partir de las cuales se articulan toda una serie de actividades económicas. En el interior de las casas se documenta el procesado de cereales (Ferrer et al., 2011; Portillo et al., 2014) o la producción textil (Ferrer y Riudavets, 2015) hecho que ha llevado a algunos autores a considerar estos espacios domésticos como las unidades productivas básicas de este periodo (Torres, 2017). La estructura arquitectónica de estos edificios, cerrada hacia el exterior, pero abierta hacia el interior, parece reforzar esta lectura (Salvà y Hernández-Gasch, 2007).

Respecto a los espacios funerarios, la mayor parte de ellos siguen siendo, como en la fase precedente, de tipo colectivo, si bien es cierto que durante esta etapa aparecen grandes necrópolis de hipogeos de planta compleja en los acantilados y barrancos de la isla, como Calescoves (Alaior) con ajuares que evidencian rituales cada vez más elaborados (Veny, 1982).

3. Las decoraciones en cerámicas y objetos metálicos durante el segundo y primer milenios a.C. ^ 

3.1. Periodo de las navetas de habitación (c. 1600-1200 a.C.) ^ 

Las producciones cerámicas menorquinas del segundo milenio a.C. muestran con cierta frecuencia elementos decorativos. Se trata generalmente de elementos en relieve: cordones, mamelones y digitaciones (Lull y Micó, 1999; Plantalamor et al., 2008). Son normalmente elementos puntuales y poco destacados, que cubren una escasa superficie de la pieza (Lull y Micó, 1999: p. 613, Anglada et al., 2019a: pp. 84, 85). Tan solo en algunos pocos casos se documentan cordones con incisiones (Plantalamor, 1991: p. 92) o decoraciones a base de puntos incisos que ocupan una superficie significativa del objeto (Plantalamor et al., 2012, p. 435).

En los momentos iniciales de esta etapa se produce en la isla un cambio tecnológico en la fabricación cerámica, con la inclusión de desgrasante cálcico en la mezcla arcillosa (Andreu et al., 2007; García, 1998; Lull et al., 1999). Dicha innovación facilitaría el modelaje y el posterior secado y cocción de las vasijas (Andreu et al., 2007) hecho que permitirá la elaboración de objetos cerámicos de dimensiones mayores (García, 1998). Esta tecnología, con escasas variaciones, caracterizará las producciones cerámicas menorquinas hasta la romanización.

3.2. El momento de transición y las primeras fases del Talayótico Inicial (c 1200-900 a.C.) ^ 

En este momento se documentan por primera vez decoraciones incisas que ocupan una parte significativa de la superficie del recipiente. El tipo más destacado son los vasos troncocónicos con motivos de puntos y líneas, concentrados generalmente por encima o alrededor del elemento de prensión (fig. 2: a, b) (Plantalamor, 1975; Depalmas et al., 2017).

Durante esta fase también aparecen, en ocasiones puntuales, signos individuales, incisos sobre algunos recipientes, como ocurre en el sepulcro de Son Olivaret (Ciutadella) (Plantalamor et al., 2008, pp. 219-220) (figs. 2: c, d, e, f). Se trata de cuatro vasos, de los cuales tres conservan el perfil completo. Se trata de recipientes de pequeñas dimensiones, de tendencia troncocónica, con borde diferenciado y ligeramente exvasado. Vasijas parecidas, aunque sin signos incisos y con elementos decorativos en relieve que enlazan con la fase anterior, se han recuperado en otros contextos funerarios menorquines como Sa Cova des Càrritx (Ciutadella) (Lull y Micó, 1999) (fig. 2: g, h) y en contextos domésticos (Depalmas et al., 2017, p. 209). El cuarto vaso de Son Olivaret conserva tan solo la base y el arranque de la pared. En todos los casos, los signos incisos aparecen en la base de los recipientes. Dos de ellos presentan un símbolo escaliforme, formado por un rectángulo dividido en tres partes mediante trazos rectos. En ambos casos, algunas de las líneas que forman la figura se prolongan algo más allá de los aparentes límites de esta, rasgo que parece obedecer a un trazado poco cuidadoso más que al diseño del signo. En los otros dos recipientes aparecen, respectivamente, un círculo y una cruz.

Las piezas descritas corresponden a las últimas fases del uso funerario del sepulcro, asociándose a una datación que se ubica en el intervalo 1260-1010 cal BC (95,4% de probabilidad) (Van Strydonck y Boudin, 2008).

Durante esta fase se documenta también el posible precedente más antiguo de las decoraciones extensas a base de líneas incisas que se documentarán durante el primer milenio. Se trata de un recipiente fragmentado procedente de Trepucó (Mahón) hallado en un nivel cuya datación por radiocarbono se sitúa en el intervalo 1310-1050 cal BC (Sintes y Villalonga, 2012). Esta pieza presenta ya algunas de las características de las ollas carenadas decoradas inmediatamente posteriores, pues presenta motivos lineales ordenados en una franja horizontal, cerca del cuello de la pieza. Pese a todo, en este caso los motivos no son incisos, sino que están pintados (fig. 2: i).

Figura 2. Cerámicas de los siglos finales del segundo milenio a.C. a: vaso troncocónico, Clariana (c. 1000 a.C.) (reelaborado a partir de Plantalamor, 1975); b: vaso troncocónico, Biniac l’Argentina (c. 1000 a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); c, d, e, f: pequeños recipientes con borde exvasado, Son Olivaret (c. 1300-1000 a.C.) (Plantalamor et al., 2008); g, h: pequeños recipientes con borde exvasado, Sa Cova des Càrritx (c 1300-1000 a.C.) (reelaborado a partir de Lull et al., 1999); i: fragmento de cerámica pintada, Trepucó (c. 1300-1050 a.C.); j, k: recipientes carenados (1450/1400-800 a.C.) (reelaborado a partir de Lull et al., 1999). ^ 

Otro posible precedente para los recipientes con decoración incisa que se documentarán durante el primer milenio a.C. lo constituyen las piezas del tipo 5c de Sa Cova des Càrritx (Lull y Micó, 1999). Se trata de piezas con borde exvasado y carenadas, algunas de las cuales presentan decoración a base de líneas incisas. En algunos casos se trata de unas pocas líneas (fig. 2: j) mientras que en otros ejemplares estas forman toda una franja horizontal cerca de la carena (fig. 2: k). Pese a sus similitudes con las ollas carenadas decoradas que se documentarán durante la primera mitad del primer milenio a.C. (Anglada et al., 2012) (fig. 3: d, e) dicho conjunto de piezas presenta una adscripción cronológica demasiado amplia (1450/1400-800 a.C.) como para situarlas de forma precisa en el esquema cronológico de las decoraciones cerámicas menorquinas. Aun así, cabe destacar que la mayor parte de estas piezas presentan pastas con desgrasantes minerales de granulometría gruesa, rasgo que caracterizará a las producciones cerámicas de todo el primer milenio a.C.

3.3. Talayótico Inicial avanzado (c. 900-500 a.C.) ^ 

Desde los primeros siglos del primer milenio a.C. se documenta la producción de recipientes con motivos de líneas incisas, que conviven con recipientes sin decoración alguna en los mismos contextos arqueológicos (Anglada et al., 2012; Plantalamor y Rita, 1979). En Menorca, estos motivos han recibido el nombre de decoración geométrica (Plantalamor, 2012). Las decoraciones más habituales presentan líneas paralelas, generalmente oblicuas al eje vertical de la pieza, si bien pueden aparecer de forma más excepcional puntos o pequeños círculos combinados con las líneas (Anglada et al., 2012, p. 39). Las decoraciones se observan básicamente en dos grupos de recipientes, las ollas carenadas y los vasos troncocónicos, organizadas de forma diferente en cada uno de los conjuntos.

En las ollas carenadas, las líneas incisas se ordenan en bandas horizontales, concentradas alrededor de la carena y por debajo del borde (fig. 3: d, e).

En los vasos troncocónicos la decoración se ordena a partir del eje vertical de la pieza, prácticamente siempre concentrada en el lado donde se sitúa el elemento de prensión (fig. 3: a, b, c).

En otros contextos cronológicos y geográficos, motivos parecidos han sido interpretados como diseños que reproducirían el entrelazado de las fibras vegetales de la cestería (Cranshof et al., 2018). La presencia, en determinados objetos, de rasgos formales que pueden explicarse a través de la imitación de modelos fabricados con diferentes técnicas o materiales se denomina esqueuomorfismo, y constituye un hecho documentado en culturas muy diversas (Moralejo, 2004, pp. 36-41). A nivel general, la relación entre la decoración cerámica y los cestos o los tejidos ha sido puesta de manifiesto también en otros contextos culturales relativamente más próximos al que nos ocupa (Haas-Lebegyev, 2014; Blanco, 2015).

En Menorca, motivos parecidos aparecen, de forma puntual, en objetos metálicos del mismo periodo, como las representaciones en bronce de cuernos de bovino (Anglada et al., 2013a, pp. 44-45) o los colgantes metálicos (De Nicolás, 1988) (fig. 3: g, i). De forma mucho más escasa aparecen, en las cerámicas del Talayótico Inicial de la isla, decoraciones a base de líneas que forman una retícula (fig. 3: c) y otros signos esquemáticos (fig. 3: f).

Figura 3. Objetos del Talayótico Inicial avanzado. a: vaso troncocónico, Binicalaf (c. 800-600 a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); vasos troncocónicos (b, c) y ollas (d, e, f) Cornia Nou (c. 800-600 a.C.) (Anglada et al., 2012); g: objeto de bronce en forma de cuerno de bovino, Biniguardó (c. 800-500 a.C.) (Anglada et al., 2013a); h: ornamento de bronce, Cornia Nou (c. 800-600 a.C.) (reelaborado a partir de Ferrer et al., 2014); i: molde de fundición de colgantes de bronce, Sa Pleta de ses Lluques (c. 800-700 a.C.) (De Nicolás, 1988). ^ 

3.4. Talayótico Final (c. 500-100 a.C.) ^ 

Como muchos otros rasgos culturales de las comunidades menorquinas, la mayor parte de los motivos decorativos descritos en el apartado anterior tendrán una gran continuidad en el tiempo, documentándose en cerámicas del Talayótico Final hasta la romanización de la isla (Plantalamor, 2012) (fig. 4 y 5). Igual que en la fase anterior, las piezas decoradas conviven, en los mismos contextos, con otras sin ningún tipo de decoración (Plantalamor y Rita, 1979, pp. 90-91; Carbonell et al., 2015). Cabe destacar que la influencia púnica que se documenta durante este periodo no implicará la adopción del torno de alfarero, de modo que las técnicas de producción no experimentan un cambio significativo respecto al periodo anterior. Como ocurre durante el Talayótico Inicial, las decoraciones se observan básicamente sobre ollas carenadas y vasos troncocónicos simples o sus tipologías derivadas, como los vasos de fondo alto (figs. 4, 5 y 6). La disposición de las decoraciones también es análoga a la documentada en el periodo precedente.

En las ollas carenadas, la decoración se ordena en franjas horizontales alrededor de la carena, que se extienden hacia el borde de la pieza. Una pequeña diferencia respecto a la fase anterior la constituye la habitual presencia de otra franja horizontal de decoración en la parte baja de la pared, cerca de la base (fig. 4: a, b).

Algunas ollas globulares presentan decoración a base de puntos incisos, agrupados sobre elementos en relieve. Algunos de estos recipientes fueron utilizados para inhumar individuos perinatales (Anglada et al., 2013b) (fig. 4: g).

Figura 4. Objetos del Talayótico Final. a: olla carenada, Trepucó (c. s. III a.C.) (Plantalamor, 2012); b: olla carenada, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.) (Plantalamor, 2012); c: colgante de plomo, La Beltrana (c. s. IV-III a.C.) (De Nicolás, 1988); d: colgante de bronce en forma de hacha doble, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (c. s. III a.C.) (Carbonell et al., 2015); e: molde de fundición de colgantes de plomo, Talatí de Dalt (c. s. IV-III a.C.) (De Nicolás, 1988); f: olla con representación de un hacha doble (c. s. IV-II a.C.) (De Nicolás, 2019); g: olla con decoración punteada, Cornia Nou (c. s. V a.C.) (Anglada et al., 2013b). ^ 

En los vasos de fondo alto o con pie diferenciado los motivos se ordenan a partir del eje vertical de la pieza, generalmente sobre y alrededor de una cartela en relieve, de tendencia rectangular (fig. 5: a, b, c, e, f, g). Dicha cartela deriva de los elementos de prensión de los vasos troncocónicos del Talayótico Inicial (fig. 3: b, c) convertidos en un elemento decorativo y/o simbólico (Martínez, 1935) de forma que la ordenación de la decoración alrededor de este elemento durante el Talayótico Final constituye también un elemento de continuidad entre ambos periodos. Algunos vasos con pie diferenciado de grandes dimensiones presentan una decoración muy compleja. Es el caso de la pieza 15996, hasta ahora inédita, procedente de un contexto doméstico de Torre d’en Galmés (fig. 5: a).

Figura 5. Vasos de fondo alto o con pie diferenciado del Talayótico Final. a: vaso con pie diferenciado, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.); b: vaso de fondo alto, Trepucó (c. s. III a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); c: vaso de fondo alto, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.); d: vaso de fondo alto, Son Catlar, (c. s. IV-II a.C.) (Reelaborado a partir de Sastre, 1985); e: vaso con pie diferenciado, Trepucó (c. s. III a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979); f: vaso de fondo alto, Son Catlar (c. s. IV-II a.C.) (Plantalamor y Rita, 1979), g: vaso de fondo alto, procedencia desconocida (c. s. IV-II a.C.) (reelaborado a partir de Sastre, 1985), h: vaso con pie diferenciado, Biniparratxet Petit (s. III–I a.C.) (De Nicolás et al., 2017a). ^ 

Pese a la persistencia de los motivos decorativos, durante esta fase los diseños se vuelven más complejos, especialmente en los vasos de fondo alto, mostrando en algunos casos diseños fitomorfos esquemáticos (fig. 5: b). En este tipo de vasos se documentan igualmente los motivos a base de puntos incisos, que en algunos casos se combinan con las líneas. De modo mucho más puntual, las líneas incisas se combinan con elementos como impresiones de conchas de caracol (Sastre, 1985, p. 35) aunque siempre formando parte de los esquemas decorativos antes descritos. Excepcionalmente la decoración en los vasos troncocónicos aparece pintada, si bien los motivos son parecidos a los de las cerámicas incisas (Plantalamor, 2012) (fig. 6: b).

La decoración también aparece asociada a las asas en algunos recipientes troncocónicos simples de grandes dimensiones. En estos casos los motivos se concentran sobre el propio elemento de prensión. En algunos casos se trata de puntos incisos (fig. 6: d) en otros de líneas, mientras que en otros casos no aparece ningún tipo de decoración (Plantalamor y Rita, 1979, p. 69). Algunas de las decoraciones de estos elementos pueden ser clasificadas como representaciones tauromorfas esquemáticas, en las que se mostraría la efigie de un bovino visto de frente. Es el caso de la pieza 11/2018/356, procedente de Sa Cudia Cremada y hasta ahora inédita (fig. 6: e).

Algunos vasos troncocónicos presentan motivos poco usuales, como la pieza TGAM08/39, procedente de una vivienda de Torre d’en Galmés y hasta ahora inédita. El recipiente presenta signos incisos formados, cada uno de ellos, por dos rectángulos superpuestos en forma de cruz, junto con signos pseudoalfabéticos en forma de “M” y “W” (fig. 6: a).

Figura 6. Objetos del Talayótico Final. a: vaso troncocónico, Círculo 7 de Torre d’en Galmés (s. III a.C.); b: vaso troncocónico pintado, Trepucó (c. s. III a.C.) (reelaborado a partir de Plantalamor, 2012); c: objeto troncocónico (posible soporte) con grafito, Trepucó (c. s. III-II a.C.); d: vaso troncocónico, Trepucó (c. s. IV-II a.C.) (Plantalamor, 2012); e: elemento de prensión de un vaso troncocónico, Sa Cudia Cremada (c. s. IV-II a.C.). ^ 

Otros objetos cerámicos sobre los que aparecen esporádicamente decoraciones son las fusayolas. Cabe destacar que los motivos que aparecen sobre estos objetos no se corresponden con los esquemas habituales que se documentan en los recipientes cerámicos. Por el contrario, sus decoraciones son muy variadas y ocupan normalmente, cuando aparecen, toda la superficie de la pieza (Ferrer y Riudavets, 2015).

Junto con estas tipologías indígenas se documentan de forma puntual objetos que imitan formas cerámicas de importación (Carbonell et al., 2015) pero cabe destacar que la decoración se reserva prácticamente siempre para los objetos de tradición local (Plantalamor y Rita, 1979: p. 73).

Igual que en la fase anterior, los motivos decorativos documentados de forma más habitual en las cerámicas se observan también en algunos objetos metálicos, como las placas de plomo (De Nicolás, 1988) (fig. 4: c, e).

Un aspecto destacable de las producciones cerámicas menorquinas es la escasez de motivos claramente figurativos. Las únicas posibles excepciones, durante el Talayótico Final, son los motivos fitomorfos antes descritos y las representaciones puntuales de hachas dobles, en relieve (fig. 4: f) y decoradas en algunos casos con puntos incisos. Estos últimos elementos aparecen en algunos recipientes globulares (De Nicolás, 2019) y reproducirían las pequeñas hachas votivas de bronce que se documentan en el mismo periodo (Carbonell et al., 2015) (fig. 4: d). Un ejemplo excepcional de representación figurativa sobre cerámica lo constituye el grafito de una embarcación que aparece en una pieza (n. 07413 del Museo de Menorca) procedente de Trepucó (fig. 6: c). En el mismo objeto aparece un cuadrado dividido en cuatro partes. Se trata de una pieza de origen púnico, de forma troncocónica y abierta por la parte superior y por la base, interpretable como un soporte. A pesar de que no se trata de una pieza elaborada en la isla, los dibujos se grabaron con posterioridad a su cocción, de modo que es posible que se realizaran en Menorca. Se trata de un objeto recuperado en las excavaciones realizadas en los años treinta del siglo XX (Murray, 1932; 1938) y hasta ahora inédita. Se desconoce su contexto concreto, aunque proviene forzosamente del recinto de taula del poblado o de los espacios domésticos aledaños.

4. Los grabados rupestres ^ 

Los grabados rupestres son elementos que aparecen con cierta frecuencia en las cuevas funerarias del Talayótico Final de Menorca, de planta compleja y grandes dimensiones. También se documentan, aunque de forma menos habitual, en cavidades funerarias más antiguas, como la cueva 12 de Cala Morell (Ciutadella) (Plantalamor, 1991) o el hipogeo de Torre del Ram (Ciutadella) (Veny, 1976; Guerrero, 1992; 2006; De Nicolás et al., 2017b) (fig. 7) que se remontan al segundo milenio a.C. Se trata en casi todos los casos de grabados lineales, muy esquemáticos.

Figura 7: Algunos grabados rupestres documentados en hipogeos menorquines. a: Torre del Ram (De Nicolás et al., 2017b); b: Els Aljubs (De Nicolás et al., 2020); c: Cala Morell (De Nicolás et al., 2020); d: Torelló (De Nicolás et al., 2020); e: Son Ganxo (De Nicolás et al., 2020); f: Calafi Vell (Mascaró, 1953) (representación no a escala); g: Sant Agustí (De Nicolás et al., 2015); h: Cueva 12 de Cala Morell. ^ 

La iconografía de dichas representaciones es variada. Mascaró (1953) publicó algunos grabados de tipología diversa: antropomorfos, geométricos, náuticos, cruciformes, etc. Recientemente se han dado a conocer una serie de interesantes grabados epigráficos y un caso concreto en el que aparecen dos posibles representaciones esquemáticas de cabezas de toro (De Nicolás et al., 2015) otros que representan embarcaciones (De Nicolás et al., 2017b) y algunos de carácter geométrico y arquitectónico (De Nicolás et al., 2020).

En términos generales, la cronología de dichos grabados es incierta. Solamente se puede fijar con seguridad un terminus post quem para estos elementos: el momento de construcción de los hipogeos en cuyas paredes se encuentran. Así, la mayor parte de estas figuras se habrían grabado en algún momento a partir del siglo VI a.C., cronología en que se iniciaría la construcción de los hipogeos de planta compleja propios del Talayótico Final. En ningún caso los grabados se han encontrado cubiertos por niveles arqueológicos que proporcionen un terminus ante quem para la realización de estos.

Mascaró (1983) ya apuntó, en base a la comparación con otros grabados realizados sobre muros de edificios, que una parte importante de los grabados rupestres eran posiblemente de época medieval, especialmente los cruciformes, pentagramas y retículas. Aun así, algunos autores defienden en trabajos recientes una cronología protohistórica para algunos pentagramas, como el de Biniguarda Vell (Alaior) (Coimbra, 2016; De Nicolás et al., 2020).

Basándose en aspectos de tecnología náutica reflejados en los grabados que representan embarcaciones, se ha propuesto que un porcentaje importante de estas figuras corresponderían a los últimos siglos antes del cambio de era (De Nicolás et al., 2017b), si bien algunos autores han defendido una cronología de la Edad del Bronce para aquellas que aparecen en el hipogeo de Torre del Ram (Guerrero, 2006). En cualquier caso, por tanto, serían contemporáneas a la utilización de las cavidades como espacios funerarios. Los grabados que representan elementos arquitectónicos se han relacionado con el mundo púnico (De Nicolás et al., 2020) de forma que también serían contemporáneos a la utilización funeraria de los hipogeos, en caso de que dicha interpretación sea correcta.

La búsqueda de paralelos iconográficos en la decoración de cerámicas u otros objetos arqueológicos constituye otro posible método de datación para los grabados rupestres, aunque en el caso de Menorca no se han publicado hasta la fecha trabajos que exploren esta vía.

5. Discusión ^ 

5.1. La transmisión de los modelos iconográficos a través del espacio y el tiempo ^ 

Las implicaciones sociales de la aparición de las decoraciones incisas durante el Talayótico Inicial se han abordado sobre todo desde perspectivas difusionistas (Plantalamor, 2012). Sin entrar a discutir dichos modelos, cabe señalar que los nuevos rasgos culturales, sea cual sea su origen, se integran generalmente en los esquemas sociales desempeñando una función concreta. Así, en otros contextos, la aparición de decoraciones cerámicas complejas se ha relacionado con procesos de diferenciación social (Wengrow, 2001) explicación que, en el caso de Menorca, encajaría con algunos fenómenos observados durante el Bronce Final en el ámbito funerario (Gornés, 2017) y con el surgimiento de un posible acceso diferencial a los recursos (Anglada et al., 2014). En contextos cronológica y geográficamente más próximos al caso que nos ocupa, se ha planteado también que el desarrollo de una mayor especialización en las producciones artesanales se puede relacionar con la legitimación del poder político (Knapp, 2009). Aunque para el ámbito de Menorca no se dispone todavía de ningún estudio sistemático, el dominio técnico observable en las técnicas de modelado y los acabados permite plantear una situación parecida a la propuesta para Mallorca en cronologías similares (Lull et al., 2008): si bien no existirían alfareros con dedicación a tiempo completo, solamente algunas personas habrían sido capaces de fabricar los recipientes que, por su forma, tamaño y decoración, requirieran más destreza.

En este sentido, es interesante constatar que el conjunto de cerámicas decoradas más abundante de este periodo procede del Edificio Sur de Cornia Nou, interpretado como un centro comunitario de procesado y almacenamiento de productos agrarios. En este contexto, algunas cerámicas se habrían convertido en el soporte de una iconografía que contribuiría a reforzar el nuevo marco de relaciones económicas y sociales, en el que la organización colectiva se impone a la gestión doméstica. En otras palabras, y como se ha propuesto para otros contextos, las decoraciones cerámicas constituirían códigos visuales (Houbre, 2013) y servirían para transmitir cultura, codificando, mediando y reafirmando los esquemas de racionalidad sobre los que se basa la estructura social.

Se ha planteado, por otro lado, que las producciones cerámicas constituyen un elemento utilizado para enfatizar la identidad por parte de las comunidades insulares (Robb, 2001). Cabe destacar, en este sentido, que las cerámicas de Menorca (Ferrer et al., 2014) y Mallorca (Lull et al., 2008) muestran una clara diferenciación a partir del inicio del primer milenio a.C., partiendo de un sustrato compartido durante la segunda mitad del segundo milenio a.C. (Anglada et al., 2019a).

Se dispone de muy pocos datos acerca de los espacios destinados a la alfarería durante esta fase. En Torrepetxina (Ciutadella) se hallaron evidencias fragmentarias de un horno para cerámica, incluyendo cerámicas con defectos de cocción y toberas de arcilla. El uso de dicha estructura se situaría entre el 850 y el 650 a.C. (Arnau et al., 2003). Los datos existentes son escasos, pues los materiales provienen de un expolio llevado a cabo entre los años 60 y 70 del siglo XX, pero el número de objetos cerámicos recuperados permite inferir que se trataba de una estructura de unas ciertas dimensiones que habría funcionado a escala supra doméstica (Lull et al., 2008; Santaella, 2019). Este hecho encajaría con las evidencias de trabajo colectivo documentadas en Cornia Nou durante el mismo periodo (Anglada et al., 2012) e implicaría un cambio respecto a la fase anterior, en la que las escasas evidencias apuntan a una producción a escala doméstica (Lull y Micó, 1999).

Tal y como se ha expuesto en el segundo apartado de este trabajo, existen diversos elementos de continuidad entre el Talayótico Inicial y el Talayótico Final. Pese a todo, los cambios en el modelo organizativo de las comunidades son importantes: se pasa de un esquema en el que aparentemente prima la gestión colectiva de los recursos a otro en el que gran parte de la producción se estructura a partir de las unidades domésticas. No obstante, y al contrario que durante el segundo milenio a.C., dicha preeminencia de los espacios domésticos no se encuadra en comunidades igualitarias, sino en una estructura supra doméstica altamente jerarquizada (Guerrero et al., 2006).

A pesar de los importantes cambios, el análisis de las estructuras arquitectónicas parece indicar que los esquemas de racionalidad espacial de esta etapa son en parte deudores de los del Talayótico Inicial (Ferrer et al., 2020). Por otro lado, existe una clara voluntad de asociar los nuevos edificios cultuales (los recintos de taula) con las estructuras simbólicas por excelencia de la fase anterior (los talayots) a través de su proximidad en el espacio de los poblados. Tal y como plantean Smith y Van Dommelen (2018) los antiguos monumentos se utilizarían para anclar las identidades locales en las fases anteriores. En este marco interpretativo, y al igual que se ha propuesto en otros contextos culturales (David et al., 1988) los motivos decorativos no expresarían la propia estructura social, sino los principios en los que se basa dicha estructura.

La complejidad de algunas decoraciones cerámicas del Talayótico Final y la calidad de los acabados (simetría de la pieza, homogeneidad en el grosor de las paredes) (fig. 4: a) permite proponer que el proceso de aprendizaje no consistía en una simple imitación. Tal y como se ha observado en otros contextos (Crown, 2007; Hosfield, 2009; Blanco, 2015) es posible que la enseñanza implicara la participación, en la elaboración de una misma pieza, de artesanos experimentados y aprendices. Dicho modelo habría favorecido la transmisión intergeneracional de motivos decorativos, y sería coherente con la larga perduración iconográfica que se documenta en la isla.

La coherencia de las decoraciones entre diferentes asentamientos de la isla constituye también un elemento destacable. En términos generales, tal y como afirma Hodder (1982,: p. 8) la similitud entre artefactos está funcionalmente relacionada con las redes de información y comunicación. La forma en que se materializó, en el caso del Talayótico Final de Menorca, esta red de difusión de motivos decorativos no se puede precisar con certeza. Los espacios destinados a la alfarería durante el Talayótico Final se han documentado hasta el momento de forma muy puntual. En Talatí de Dalt (Mahón) dentro de un complejo doméstico de este periodo, se documentaron restos de una estructura de combustión cerrada que se interpretó como un horno de alfarero de pequeñas dimensiones. El uso de esta estructura se sitúa entre los siglos III y I a.C. (Juan y Pons, 2005, p. 111). A pesar de lo puntual de dicha evidencia, la interpretación de los espacios domésticos como núcleos de autoabastecimiento (Torres, 2017) parece reforzar la hipótesis según la cual la alfarería se desarrollaría a escala doméstica o, en cualquier caso, intracomunitaria. Por tanto, y al igual que en la etapa anterior, no existen indicios de la existencia de alfareros especializados a tiempo completo, aunque posiblemente la capacidad de elaborar las piezas con decoraciones más complejas (fig. 4: a) estaba restringida a un número limitado de personas.

Por otro lado, se pueden hacer algunas consideraciones sobre la sociedad menorquina del Talayótico Final que permitan plantear hipótesis sobre los modos de transmisión de los modelos y las destrezas técnicas en el ámbito insular. Tal y como se ha expuesto repetidamente, parece existir consenso en interpretar las comunidades del Talayótico Final como grupos con una intensa jerarquización interna. La importancia de los aspectos bélicos esta atestiguada por los textos clásicos (Diodoro, XIX. 109.1-2) las armas que forman parte de los ajuares funerarios (Veny, 1982), la presencia de murallas en los poblados (Prados y Jiménez, 2017) y las figurillas de bronce de guerreros (Moreno, 2012, p. 180). Esta dimensión de la sociedad menorquina del Talayótico Final permite suponer que los individuos masculinos, o al menos algunos de ellos, ocuparían una posición dominante dentro de la jerarquía social. A nivel etnográfico, la poliginia se documenta de forma habitual en sociedades guerreras con un modo de organización no estatal, así como en grupos humanos que habitan regiones densamente pobladas (Ember et al., 2007) características ambas que se documentan en Menorca durante el Talayótico Final. Cabe destacar que se ha propuesto la existencia de este mismo tipo de estructura en algunos grupos domésticos de Mallorca durante la etapa inmediatamente anterior a la que nos ocupa (Castro et al., 2002). La poliginia va acompañada con frecuencia de un comportamiento exogámico en el que una parte de los individuos de sexo femenino se integran en otras comunidades (Kang, 1979). Las referencias de los autores clásicos a la adquisición de mujeres por parte de los mercenarios baleares (Diodoro, V, 17-18) y las grandes dimensiones y compleja compartimentación de los espacios domésticos menorquines de la época (Torres, 2017) parecen coherentes con dicho modelo. Cabe señalar, por otro lado, que la alfarería constituye un trabajo realizado por los individuos de sexo femenino en la inmensa mayoría de las sociedades con un nivel de desarrollo tecnológico parecido al de las comunidades del Talayótico Final (Blanco, 2015). Así, parece posible plantear que la transmisión de modelos iconográficos entre diferentes comunidades humanas de la isla pudiera estar relacionado con los movimientos de las mujeres en un contexto de exogamia, tal y como se ha propuesto en otros contextos, a una escala geográfica mucho mayor (Vander Linden, 2007). No obstante, solo a través de estudios arqueométricos de los objetos cerámicos se podrá confirmar si aquello que circulaba eran las personas encargadas de elaborar los objetos o bien los objetos en sí.

5.2. La iconografía como expresión de la identidad ^ 

La importancia de los aspectos simbólicos de la cultura material se ha puesto especialmente de relieve en el ámbito de la antropología y la arqueología desde las últimas décadas del siglo XX, constatando que los individuos pueden utilizar la dimensión simbólica de los objetos para adquirir o legitimar estatus, indicar su identidad étnica o definir el género (Hodder, 1982, pp. 85-86).

En este contexto, la elección por parte de un individuo de un objeto cerámico para uso personal puede transmitir información sobre el usuario del objeto (Albero, 2014, p. 201) a otros miembros de la comunidad. En el caso que nos ocupa, cabe destacar el hecho de que las mismas decoraciones aparezcan en objetos cerámicos y en elementos que formarían parte posiblemente de la ornamentación personal de algunos individuos. En otros contextos culturales se ha documentado una asimilación simbólica entre recipientes cerámicos y personas, expresada precisamente a través del paralelismo entre las decoraciones corporales y las decoraciones cerámicas (David et al., 1988; Salazar et al., 2017, p. 438) y que constituiría uno de los modos en los que los objetos cerámicos se convierten en soportes de mensajes destinados a reafirmar el marco de las relaciones sociales. La repetición de los mismos patrones en objetos tan diferentes como las cerámicas y los colgantes metálicos se puede relacionar con el concepto de “resonadores perisológicos” de Lemonnier (2012). De acuerdo con este autor, dichos patrones comunes asociarían campos de la vida social distintos, cuyas relaciones pueden no ser evidentes a priori. En algunos casos la identificación de los recipientes de uso personal con sus usuarios individuales llega hastael punto de que el fallecimiento del usuario implica la amortización del objeto (Albero, 2014, p. 201). Algunos autores han desarrollado el concepto de “tecnología del yo” en relación con dichos objetos (González-Ruibal et al., 2011) aspecto que se tratará en el siguiente apartado en referencia a algunos objetos cerámicos del Talayótico Final de Menorca.

Las cerámicas, por otro lado, pueden actuar como elementos de identificación grupal. Durante el Talayótico Final de la isla, el hecho de restringir las decoraciones cerámicas tradicionales a las tipologías locales, excluyendo generalmente a las formas que imitan modelos foráneos, podría estar indicando la voluntad explícita de establecer una distinción entre el mundo indígena y el mundo exógeno o, utilizando términos planteados para otros contextos históricos, contribuir a conformar la propia etnicidad (Navarrete, 1990; Robb, 2001) en un momento de creciente influencia externa. Es significativo que la decoración de las fusayolas, cuando aparece, no siga los patrones habituales de las decoraciones cerámicas. En este sentido, cabe destacar que estos objetos constituyen una innovación del Talayótico Final, producto posiblemente de la influencia púnica, ya que no se documentan durante la fase anterior (Ferrer y Riudavets, 2015). Algunos autores han propuesto que la utilización de elementos monolíticos masivos en las estructuras arquitectónicas, tanto en los espacios domésticos como en los recintos de taula, se podría interpretar también como parte de la misma voluntad de autoafirmación cultural (Smith y Van Dommelen, 2018).

5.3. La diversidad de acabados y sus posibles implicaciones cultuales y sociales ^ 

Los vasos troncocónicos simples y los vasos de fondo alto del Talayótico Final destacan no solo por la diversidad individual que se imprime a los motivos básicos de líneas y puntos, sino también por la enorme variabilidad en la calidad de las decoraciones y los acabados (fig. 5). En este trabajo, esta última variable se define en función de la simetría del objeto, la regularidad en el grosor de las paredes y el trazado de los motivos decorativos (grosor y paralelismo de las líneas, tamaño y ordenación de los puntos). Así, se parte de la suposición según la cual estos rasgos son producto de una mayor o menor inversión de tiempo en la fabricación del objeto y/o una mayor o menor destreza por parte de la persona que lo elaboró.

Dicha diversidad en los acabados se observa perfectamente en el conjunto de vasos de fondo alto procedentes de Sa Mola (Alaior) (De Nicolás, 2019, pp. 35-36). Cabe señalar que, en este caso, los vasos se relacionan sin duda con un espacio ritual de carácter funerario, en uso durante los siglos III-II a.C. (Anglada et al., 2019b). Como en otros casos, los acabados de escasa calidad conviven con piezas muy bien trabajadas, hecho especialmente relevante en un conjunto de vasos procedentes de un contexto tan concreto. La misma disparidad en los acabados se observa en los vasos de fondo alto procedentes de otros yacimientos (Sastre, 1985). En la pieza TGAM-07-722 (fig. 5: c) procedente del Círculo 7 de Torre d’en Galmés y hasta ahora inédita, a la tosquedad del acabado se le añade la ausencia de decoraciones incisas, pese a que presenta la cartela en relieve que suele encuadrar la decoración en los vasos de fondo alto.

La tosquedad en los acabados es una característica que se observa en otros vasos que han sido interpretados como elementos rituales, como el recipiente troncocónico de la casa del aeropuerto de Biniparratxet Petit (Sant Lluís) descrito en el apartado anterior (fig. 5: h). En este caso, la pieza presenta un acabado algo irregular, con paredes de grosor no homogéneo. Los puntos incisos se distribuyen sobre toda la superficie de la pieza, más o menos equidistantes, pero de modo aleatorio. Dicha disposición contrasta con otros vasos troncocónicos con decoración punteada, de la misma cronología, en los que los puntos ocupan zonas muy concretas de la pieza y se ordenan en filas horizontales (fig. 6: d).

Otra pieza destacable es la TGAM08/39 (fig. 6: a) que presenta signos incisos de ejecución poco cuidadosa, si se comparan con las decoraciones de otras piezas procedentes de la misma estructura (fig. 4: b; fig. 5: a) o de otros contextos de la misma cronología (fig. 4: a). En las decoraciones más habituales, las líneas incisas se ordenan en franjas horizontales o verticales, formando motivos regulares y bien definidos. En el caso que nos ocupa, los signos cruciformes se sitúan a la misma altura y más o menos equidistantes entre sí, pero sus dimensiones son diferentes. El resto de los signos del vaso aparecen de forma desordenada y constituyen posiblemente una versión extremadamente tosca de los motivos lineales que aparecen con frecuencia en los vasos troncocónicos. Existen ciertas piezas (fig. 5: g, fig. 6: b) cuya decoración parece constituir un punto intermedio entre ambos tipos de representación. Por otro lado, la propia pieza presenta un perfil ligeramente irregular.

Por el contrario, las ollas carenadas decoradas del mismo periodo (fig. 4: a, b) no presentan la misma variabilidad en la calidad de sus acabados, mostrando en general una cierta inversión de tiempo y considerable destreza en su elaboración (Plantalamor y Rita, 1979, pp. 68, 86, 91; Plantalamor, 2012, p. 281). Cabe destacar que se conocen ejemplos, de otros contextos culturales, en los que los recipientes cerámicos utilizados con finalidades cultuales no son necesariamente aquellos que presentan una decoración más cuidada (David et al., 1988, p. 370).

La coexistencia, tanto en contextos rituales como en contextos domésticos, de vasos de fondo alto tan diferentes en cuanto a la calidad de sus acabados llama poderosamente la atención. Evidentemente, es posible aventurar que los vasos más toscos serían obra de artesanos en proceso de aprendizaje. Pese a todo, esta hipótesis no explica, por sí misma, por qué dichos vasos se sometieron a cocción, un proceso costoso desde el punto de vista energético, y se consideraron aptos para cumplir una función específica en contextos domésticos y rituales. Dicha hipótesis se manifiesta como incompleta especialmente si se tiene en cuenta que, en el caso de otras formas, como las ollas carenadas, solamente se sometieron a cocción aquellas piezas con acabados más pulcros. Los vasos de tendencia troncocónica pueden ser contemplados desde la óptica del concepto de “tecnología del yo” (González-Ruibal et al., 2011). Los objetos incluidos en dicha categoría cumplen generalmente con una serie de requisitos: se trata de útiles fabricados por su propietario; su fabricación requiere una inversión de tiempo y la adquisición de habilidades específicas; deben ser distinguibles de otros artefactos similares pertenecientes a otras personas y su fabricación y uso debe ser frecuente. Por otro lado, cuando el dueño muere, normalmente el objeto es amortizado.

Algunas de las características de los vasos de fondo alto del Talayótico Final cobrarían sentido a la luz de esta interpretación. Cabe destacar que dichos recipientes tienen generalmente unas dimensiones adecuadas para consumir pequeñas cantidades de líquidos, de forma individual. La participación de cada individuo en la fabricación de su propio vaso explicaría la enorme variedad en la calidad de los acabados, así como la individualización de las decoraciones. El enorme conjunto de vasos amortizados en el depósito de Sa Mola, vinculado a un espacio funerario (Anglada et al., 2019b) encajaría también con esta lectura.

5.4. Iconografías comunes a cerámicas y grabados rupestres: aspectos cronológicos y posibles implicaciones sociales ^ 

Aunque los motivos de las decoraciones cerámicas y los grabados rupestres no muestran una gran afinidad iconográfica, existen algunos elementos en común entre ambos soportes.

En las cerámicas de Son Olivaret descritas en el apartado 3.2 aparecen signos escaliformes (fig. 2: d, e). Dicho tipo de símbolos aparecen también en algunos grabados rupestres. En la mayor parte de los casos se encuentran en hipogeos del Talayótico Final (fig. 7: c). No obstante, signos escaliformes más complejos aparecen también en cavidades más antiguas, como los del hipogeo 12 de Cala Morell (fig. 7: h). Existe una datación realizada sobre una muestra de hueso humano procedente del exterior de esta cavidad, que se sitúa en el intervalo 1193-914 cal BC (95,4% de probabilidad) (Van Strydonck et al., 2002) y que coincide, por tanto, con la cronología de las cerámicas de Son Olivaret. A pesar de todo, por supuesto, no puede afirmarse que los grabados del interior de este hipogeo sean contemporáneos a su utilización como espacio funerario.

La ubicación de los signos en las piezas de Son Olivaret, en la base de los vasos, permite suponer que su función no respondía a cuestiones estéticas. Cabe destacar que, en otros contextos culturales, los signos representados en algunos recipientes cerámicos representan conceptos cosmológicos o religiosos (David et al., 1988). Motivos geométricos singulares, trazados en distintos puntos de los recipientes, se hallan en algunas producciones cerámicas africanas contemporáneas. En algunos casos, dichas marcas constituyen un testimonio de la afiliación familiar o de clanes (Frank, 2007; Da Silva et al., 2005). En otros casos, a esta función se le suma la finalidad apotropaica, protegiendo de la mala suerte al propietario del recipiente (Brown, 1972).

En los vasos de Son Olivaret se aprecia una cierta tosquedad en el trazado de las figuras. Esta característica, unida a su ubicación en la pieza, permite aventurar que quizá la importancia de las figuras residía en la acción de su trazado más que en la visualización de las figuras una vez realizadas. Por otro lado, cabe destacar que este aparente poco cuidado en la ejecución es una característica que se observa en muchos grabados rupestres de la isla.

Los motivos de retícula, una de las iconografías más recurrentes en los grabados rupestres europeos de la Prehistoria Reciente (Coimbra, 2016) aparecen también con frecuencia en los grabados rupestres menorquines (fig. 7: b) y en algunos vasos troncocónicos y vasos de fondo alto (fig. 3: c, fig. 5: b).

Asimismo, se tiene constancia de un grabado con dos elementos iconográficos parecidos a los que se observan en el vaso TGAM08/39, descrito en el apartado 3.4 de este trabajo (fig. 6: a). Mascaró (1953) publica su dibujo (fig. 7: f) y lo ubica en una cueva de Calafi Vell (Ferreries) aunque desgraciadamente una inspección de la zona efectuada recientemente no permitió localizar el grabado. Un signo muy similar aparece en un vaso de fondo alto procedente del poblado de Son Catlar, aunque no se dispone de más datos sobre su contexto arqueológico (Sastre, 1985, p. 33). Pese a que la pieza está conservada de forma muy parcial, se puede apreciar la presencia de un elemento cruciforme y líneas oblicuas, agrupadas en cuatro franjas verticales (fig. 5: d).

Los dos grabados documentados en una cueva de Sant Agustí (Es Migjorn Gran) e interpretados como la representación esquemática de cabezas de toro (fig. 7: g) se pueden poner en paralelo con algunas representaciones interpretadas como tauromorfas en cerámicas (fig. 6: e) y objetos metálicos (fig. 3: h). Cabe tener en cuenta que el toro constituye un elemento indudablemente relacionado con el mundo simbólico de las comunidades menorquinas del primer milenio a.C. Así, a lo largo de todo el periodo Talayótico se documentan reproducciones en bronce de cuernos bovinos en ambientes funerarios (fig. 3: g). En el Talayótico Final, la figurilla de bronce en forma de toro procedente del recinto de taula de Torralba d’en Salort (Fernández-Miranda, 1982) constituye también una evidencia de la importancia de este animal en el ámbito ritual.

Finalmente, es necesario mencionar la iconografía de la pieza procedente de Trepucó, descrita en el apartado 3.4, en la que aparece una embarcación y un cuadrado dividido en cuatro partes (fig. 6: c). Tal y como se ha expuesto anteriormente, las embarcaciones aparecen con cierta frecuencia en los grabados rupestres, si bien es cierto que en estas representaciones aparecen habitualmente mástiles (fig. 7: a) que están ausentes en el grafito de la cerámica de Trepucó. Por otro lado, la excepcionalidad de esta representación náutica y el origen exógeno de la cerámica donde se encuentra hacen que sea arriesgado establecer una relación con los grabados rupestres. No obstante, el motivo geométrico que aparece también en dicha pieza presenta algún paralelo en los grabados rupestres, como por ejemplo el que se documenta en un hipogeo de Son Ganxo (Sant Lluís) (De Nicolás et al., 2020) (fig. 7: e).

Los elementos comunes entre grabados rupestres y decoraciones cerámicas, aunque son puntuales, refuerzan la idea defendida por algunos autores (De Nicolás et al., 2015; 2017b; 2020; Coimbra) según la cual una parte de los signos grabados en los espacios funerarios talayóticos son contemporáneos a su fase de uso original. No obstante, cabe recordar que la iconografía de los grabados rupestres, en términos generales, está formada por motivos simples y con una gran perduración en el tiempo (Gómez-Barrera, 1993) por lo que es necesario proceder con cautela.

Si se acepta la correspondencia cronológica, al menos en algunos casos, entre los signos que aparecen en las cerámicas y aquellos que aparecen en las paredes de los espacios funerarios, cabe preguntarse cuál es el motivo de su plasmación en soportes tan diferentes.

En el caso del Círculo 7 de Torre d’en Galmés, no se puede descartar que la presencia de algunos elementos de posible carácter ritual, como el propio vaso TGAM08/39 analizado en este trabajo, esté relacionada con el uso funerario del edificio, que se produjo inmediatamente después del cese de su utilización como espacio doméstico (Ferrer et al., 2008).

Por otro lado, cabe destacar que en las estructuras de hábitat menorquinas del Talayótico Final se han detectado elementos que se han interpretado como evidencias de la existencia de cultos de carácter doméstico. Así, De Nicolás et al. (2017a) plantean que el vaso troncocónico con una decoración inusual hallado en la denominada casa del aeropuerto de Biniparratxet Petit (fig. 5: h) se habría utilizado para realizar ofrendas. Dicho vaso se halló dentro de una pequeña cisterna situada ante un nicho construido con losas de piedra calcárea, en el patio central de la casa. Nichos similares aparecen con frecuencia en los patios de este tipo de casas. Al considerar los aspectos rituales en los espacios domésticos menorquines del Talayótico Final cabe destacar, una vez más, que estos han sido interpretados como núcleos de autoabastecimiento (Torres, 2017). En el marco de esta interpretación, parece coherente la existencia de rituales circunscritos a la esfera doméstica, complementarios al culto comunitario que se desarrollaría en los recintos de taula y a los rituales funerarios desarrollados en los hipogeos. Así, las representaciones iconográficas comunes a cerámicas y grabados rupestres podrían estar relacionadas con la realización de actividades rituales en espacios diferentes.

Conclusiones ^ 

Una parte significativa de la iconografía de las cerámicas menorquinas parece mostrar una gran continuidad entre el Talayótico Inicial y el Talayótico Final.

Por otro lado, la comparación iconográfica entre los signos presentes en algunas cerámicas y otros documentados en grabados rupestres permite proponer que ambos soportes fueron utilizados por las comunidades prehistóricas de Menorca para plasmar conceptos o ideas relacionados con el ámbito cultual. Cabe tener en cuenta que los motivos que han llegado hasta nosotros tan solo son, seguramente, una pequeña muestra del mundo iconográfico de las comunidades prehistóricas menorquinas. Muchos soportes, como el tejido, la cestería o el propio cuerpo humano (con la posibilidad de pinturas, escarificaciones o tatuajes) se han perdido irremisiblemente.

Resulta imposible, en la actualidad, aventurar una lectura simbólica para las representaciones tratadas en este trabajo que permita aproximarnos a su significado dentro del sistema de comunicación social en el que se integraban. Tal y como se ha expuesto para algunos objetos rituales del Talayótico Final de Mallorca (Perelló y LLull, 2014) no es posible reconstruir el código semántico inherente a estos objetos, por lo que el proceso de comunicación no se puede reestablecer. No obstante, es posible que el estudio sistemático de la iconografía prehistórica menorquina permita en el futuro plantear hipótesis sobre la función general de dichas imágenes dentro del ámbito ritual de las comunidades humanas de la isla.

Agradecimientos ^ 

Para la redacción de este trabajo se ha recibido una subvención de la convocatoria 2020 de Investigación, Conservación y Divulgación del Patrimonio Histórico del Consell Insular de Menorca.

La mayor parte de los materiales hasta ahora inéditos publicados en este trabajo fueron recuperados en el marco del proyecto de excavación del Círculo 7 de Torre d’en Galmés, promovido por la Associació d’Amics del Museu de Menorca y se encuentran depositados en el Museu de Menorca, que facilitó el acceso a los mismos para la elaboración de este trabajo. La pieza procedente de Sa Cudia Cremada fue recuperada en el marco del proyecto de excavación desarrollado por la Associació Sa Cudia Cremada Fieldschool Archaeology. Ambos proyectos cuentan con la financiación del Consell Insular de Menorca. Los materiales de Sa Cova des Càrritx se encuentran depositados en el Museu Municipal de Ciutadella, que posibilitó también el acceso a las cerámicas que aparecen en este trabajo. Por otro lado, quiero expresar mi agradecimiento a Joan de Nicolás, por ayudarme a localizar algunos de los grabados rupestres citados en este artículo, a Elena Sintes, por ayudarme a conseguir algunos de los trabajos citados, y a Cristina Bravo, por la traducción al inglés del resumen.

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