El primer número de esta nueva publicación periódica pretende dar a conocer de forma actualizada las muchas novedades que genera la arqueología en el entorno cordobés. La edición, que consta de 347 páginas, se estructura en diecisiete artículos vertebrados en ocho grandes apartados. Se presenta de una forma muy cuidada, con una buena encuadernación, calidad de impresión y un desarrollo gráfico en el que no se han escatimado los esfuerzos. Se trata de una interesante iniciativa que viene a completar otras publicaciones periódicas ya existentes del Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba: Anales de Arqueología Cordobesa y Monografías de Arqueología Cordobesa.
A modo de introducción, presentan un primer bloque (León Muñoz, 11-15) donde se da a conocer el esfuerzo y largo recorrido que ambas instituciones implicadas, el Área de Arqueología de la Universidad de Córdoba y la Gerencia Municipal de Urbanismo, han realizado desde principios de los años 90 del siglo XX, hasta desembocar en el actual convenio de colaboración, cuya dirección comparten Desiderio Vaquerizo, por parte del Área de Arqueología de la universidad, y Juan F. Murillo, de la Oficina Municipal de Arqueología de la Gerencia Municipal de Urbanismo.
A través de todo este proceso se ha logrado sistematizar la investigación de la ciudad de Córdoba como yacimiento único, creando para ello un equipo pluridisciplinar con un claro compromiso social: revertir los resultados obtenidos a la sociedad que los sostiene y conseguir además que ésta deje de percibir la arqueología como un problema o freno en el necesario desarrollo urbanístico de la ciudad. Ejemplo de esta pluridisciplinaridad es la variada procedencia de los firmantes de los diferentes artículos, pues además de los directamente pertenecientes a dicho convenio, sobresale la colaboración de investigadores adscritos a las Áreas de Prehistoria y de Arqueología de la Universidad Córdoba, de Prehistoria de la Universidad Pablo de Olavide, de la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía, de la propia Oficina Municipal de Arqueología y la aportación que hacen varios arqueólogos profesionales.
Estamos ante un magnífico ejemplo de cómo las instituciones implicadas en esta nueva colección, logran una gran productividad científica que se desprende de los buenos usos y relaciones entre instituciones, una destinada a la docencia y formación científica de los profesionales que han de actuar en la ciudad y otra siendo la responsable de la gestión y planteamiento del suelo urbano (siempre en colaboración con la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía).
La Introducción cuenta con un segundo capítulo (Convenio GMU-UCO, 16-20), en el que se muestra el agradecimiento a dos personas cuyas vidas estuvieron dedicadas a la defensa y desarrollo de la arqueología cordobesa: Ana Mª Vincent Zaragoza, antigua directora del Museo Arqueológico de Córdoba y Alejandro Marcos Pous, profesor de Arqueología de la Universidad de Córdoba y conservador del mismo museo. Con toda justicia se destaca su importante contribución a la investigación sobre la rica arqueología cordobesa y la influencia que su meritoria labor ha ejercido en los investigadores inmersos hoy día en los avatares arqueológicos de la ciudad.
Los siguientes apartados que se desarrollan presentan novedades arqueológicas de la ciudad y su entorno más inmediato; se distribuyen por periodos: Prehistoria, Arqueología Clásica, Arqueología de Época Tardoantigua, Arqueología Medieval y Arqueología Postmedieval. Nuevos datos y estudios provenientes en su mayoría de intervenciones urbanas, realizadas en la ciudad desde mediados de los años 90 del pasado siglo.
Es la parte dedicada a la Arqueología Medieval la más prolífica en resultados en esta publicación, con tres artículos referidos al urbanismo cordobés; aportando nuevos conocimientos sobre algunos de los numerosos arrabales que se desarrollaron en épocas y ubicaciones diferentes de la ciudad: el arrabal de Saqunda (Casal Garcia, 109-134), el Yanib al-Garbi (Ruiz Lara, Sánchez Madrid et al., 163-200) y al-Yanib al-Yawfi (León Pastor y Castro del Río, 221-232). El primero de ellos se localiza en la orilla izquierda del río Guadalquivir, con una existencia breve –desde mediados del siglo VIII hasta fines del segundo decenio del siglo IX–, pero de vital importancia por tratarse del primer arrabal de la Qurtuba emiral. El segundo, abarca una serie de intervenciones realizadas en diversos puntos de las instalaciones del Zoológico Municipal que han sacado a la luz una ininterrumpida ocupación hispanomusulmana, desde al menos finales del siglo VIII, aportándose un mayor conocimiento del urbanismo emiral, califal y almohade éste último posible gracias a la documentación de un tramo murario de carácter defensivo. El tercer sector, ocupado también por un arrabal, presenta unos indicios de ocupación primaria desde finales del emirato o principios del califato, combinado con un periodo de abandono a lo largo del siglo XI, y sobre el que hay indicios de una reocupación y expansión del arrabal en el transcurso del siglo XII.
Estos artículos se complementan con otros cinco de diferente naturaleza; uno de ellos analiza y lleva a cabo una primera clasificación de 15 casas andalusíes del siglo X (Cánovas Ubera y Moreno Almenara, 201-220), mientras los otros cuatro se ocupan del estudio de materiales de diversa índole de los distintos periodos hispanomusulmanes documentados en la ciudad. Respecto a los complejos tecno-cerámicos contamos con el estudio de un conjunto emiral proveniente de un sector del ya comentado arrabal de Saqunda (López Guerrero, 135-162), así como el proceso de abandono de una almunia en época califal en el siglo X a través de su cerámica, junto a los resultados aportados por un basurero almohade (ambos en Salinas Pleguezuelo, 247-264); y del mismo periodo pero de un estadio más avanzado, el análisis del ajuar de un ámbito doméstico (Salinas Pleguezuelo y Méndez Santisteban, 265-278). Por último, se presenta un artículo dedicado a un interesante conjunto de vidrios califales (Carmona Berenguer, Moreno Almenara y González Vírseda, 233-246), que fueron ocultados en un tramo anulado de un acueducto romano, posteriormente remodelado y reutilizado en época medieval.
Los capítulos dedicados a los demás periodos, no por ser menos en número son inferiores en interés. Así contamos con un artículo que se centra en un yacimiento prehistórico (Clapés Salmoral, Castillo Pérez de Siles et al., 23-42); se trata de una intervención realizada en Alcolea (Córdoba), que ha sacado a la luz 10 estructuras (8 fondos circulares y 2 de dudosa interpretación, tanto formal como cronológica), en la que como sus autores destacan ha permitido reanudar el estudio de un periodo histórico mal conocido en la provincia cordobesa como es el arco cronológico que se extiende desde el IV hasta el II milenio a.C.
El Ager Cordubensis y su territorium es sometido a revisión y se plantea una nueva propuesta de delimitación en el artículo (Rodríguez Sánchez, 45-66) incluido en el apartado de Arqueología Clásica, junto a otro que desarrolla los procesos de reciclaje de material constructivo de carácter monumental en las ciudades bajoimperiales, en este caso aplicado a la reutilización del mármol de la capital cordobesa (Moreno Almenara y Gutiérrez Deza, 67-82).
La tardoantigüedad es tratada en esta obra a través de un único artículo (Bermúdez Cano y León Pastor, 85-106) dedicado al estudio de diferentes fragmentos de piezas decorativas que han podido ser documentadas en el Alcázar de los Reyes Cristianos, edificio de gran heterogeneidad edilicia y bajo el que se presupone la existencia de un palacio visigodo.
Y demostrando el estudio arqueológico que puede llevarse a cabo en edificios que aún hoy en día se mantienen en pie, o al menos parte de ellos, contamos, en el apartado dedicado a los periodos postmedievales de Córdoba, con un análisis (León Pastor, Moreno Almenara et al., 281-300) de los diferentes ejemplos de vestigios arquitectónicos mudéjares que perviven en algunos de sus inmuebles históricos. Se pone con ello énfasis en la importancia del mudéjar en la ciudad, muchas veces enmascarado por las obras renacentistas. Además, se incluye un curioso artículo (González Vírseda y Moreno Almenara, 301-318) dedicado a un conjunto cerámico de principios del siglo XVII, con objetos tanto de procedencia local como importada, la destinada a la vajilla de mesa, producción mejor acabada y decorada, poniendo de manifiesto, según exponen sus autores, la mala calidad de la producción de la alfarería local cordobesa y los problemas que esta situación provocaba en la ciudad.
Por último, la publicación consta de un apartado final denominado Arqueología y Gestión, con un único trabajo (Pulido Calvo, 321-338) en el que se pone de manifiesto, bajo el ejemplo de Córdoba, la mala gestión que del patrimonio actualmente se está haciendo de forma generalizada. Se proponen algunas medidas de rentabilización patrimonial que atraigan un turismo cultural que ha pasado de ser elitista a abarcar una mayor franja de población, y más concretamente el desarrollo de un turismo arqueológico o “arqueoturismo”; un recurso en alza pero que cuenta con un handicap a solventar: la dificultad de la compresión de los restos.
Esta obra es un buen ejemplo de las enormes posibilidades que presentan las colaboraciones entre distintas instituciones, tarea que no siempre resulta fácil, pero que debemos considerar como algo necesario en la búsqueda de una proyección social de la práctica arqueológica; un conocimiento y concienciación del devenir histórico, arqueológico y patrimonial de un pueblo, ciudad, comarca o comunidad; piezas clave, para entender la configuración actual de nuestro entorno, costumbres y, al fin y al cabo, nuestras formas de vida.
Cristina Martínez Ruiz
Arqueóloga