http://dx.doi.org/10.12795/spal.2005.i14.02

Cabrero García, R., Ambrosiani Fernández, J., Guijo Mauri, J. M. y Gómez Murga, E. (2005): “Estudio de restos humanos procedentes del Dolmen de Cañada Real depositados en el Departamento de Anatomía y Embriología Humanas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla”, Spal 14: 59-74. DOI: https://dx.doi.org/10.12795/spal.2005.i14.02

Estudio de restos humanos procedentes del Dolmen de Cañada Real depositados en el Departamento de Anatomía y Embriología Humanas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla

STUDY OF HUMAN REMAINS FROM THE CAÑADA REAL DOLMEN DEPOSITED AT THE DEPARTMENT OF ANATOMY AND HUMAN EMBRIOLOGY OF THE FACULTY OF MEDICINE, SEVILLA UNIVERSITY

Rosario Cabrero García

Jesús Ambrosiani Fernández

Juan Manuel Guijo Mauri

Ezequiel Gómez Murga

Resumen: Don Juan de Mata Carriazo entregó dos lotes de huesos humanos procedentes de su excavación del Dolmen de Cañada Real: uno fue depositado en el Museo Arqueológico de Sevilla, mientras que el otro fue llevado a la Facultad de Medicina de la Universidad. Una vez publicados los resultados de los restos óseos del museo, nos detenemos aquí en la descripción de este segundo depósito.

Abstract: Mr. Juan de Mata Carriazo handed over two sets of human bones from his excavation of the ‘Dolmen de Cañada Real’: one was deposited at the Archaeological Museum of Seville, while another was taken to the Medicine Faculty of the University. Once the bone remains housed at the museum have been published, we study the second ones.

Palabras claves: Megalitismo, huesos humanos, paleopatología, IV milenio a.C., Los Molares (Sevilla).

Key words: Megalithism, human bones, paleopathology, IV millennium B.C., Los Molares (Seville).

El Dolmen de Cañada Real, situado en la población sevillana de Los Molares (fig. 1), concretamente en el extremo norte de su área urbana actual (fig. 2), pertenece a una necrópolis megalítica de la primera mitad del IV milenio a.n.e.[1]. Fue excavado por Don Juan de Mata Carriazo[2] en el año 1967, según él mismo nos dice en su libro Protohistoria de Sevilla (Carriazo 1974: 152-154); aunque en realidad, como tendremos ocasión de exponer pormenorizadamente en la monografía que algunos de los firmantes de este artículo estamos preparando, el acontecimiento del hallazgo y su posterior excavación ocurrió realmente en la primavera de 1968, conforme consta en algunas de las etiquetas que acompañan al material extraído, y que han podido ser verificadas gracias a una nota existente en el Libro de Actas de Sesiones del Ayuntamiento y, fundamentalmente, gracias al testimonio de Don Manuel Sancha Blanco; por entonces maestro nacional en el pueblo, y alumno, a su vez, del Profesor Carriazo[3]. Él fue quien notificó la aparición del citado monumento megalítico y a quien debemos su conocimiento.Él fue quien notificó la aparición del citado monumento megalítico y a quien debemos su conocimiento.

Figura 1. La provincia de Sevilla (España) y su distribución comarcal.

Figura 2. Zona norte de Los Molares en 1977.

Según nos relata el propio Sr. Sancha, esa época era difícil para muchos vecinos de Los Molares, y esto se plasmaba muy a menudo en la escuela, con la ausencia continuada de algunos de sus alumnos, que tenían que ocuparse de tareas familiares o debían acompañar a sus padres, ­jornaleros, a la recogida de diferentes cosechas fuera del pueblo. El Ayuntamiento, presidido por Don José Pérez Hidalgo –que además de alcalde era maestro y director del grupo escolar–, se había sensibilizado con esta cuestión, y como ayuda para algunas de estas familias necesitadas, les permitió edificar sus casas en terrenos hasta entonces de dominio público.

Fue al realizar los cimientos de una de estas viviendas cuando quedaron al descubierto varias piedras del monumento funerario, prácticamente a ras de suelo, pues apenas quedaban restos del túmulo (sólo una pequeña parte en uno de sus extremos). Algunos vecinos del pueblo penetraron en el interior de la estructura desde arriba, como si fuera un zulo, y su acceso era bastante difícil.

Cuando llegó la noticia del extraño hallazgo a Don Manuel Sancha, éste se introdujo también en su interior y recogió varios huesos de muestra, que llevó rápidamente al despacho de Don Juan de Mata Carriazo en la Universidad, consciente de que se trataba de un “dolmen” y de que podía ser destruido si no se actuaba con rapidez. Al no encontrarse en esos momentos en su despacho el profesor Carriazo, recogió la noticia Don Manuel González, entonces profesor ayudante y hoy catedrático de Historia Medieval de la misma Universidad. Él se lo comunicó a Carriazo, quien se ocupó al instante del asunto, como Delegado de Zona que era del Servicio Nacional de Excavaciones (Carriazo Rubio 2001: 225), y se presentó enseguida, en un taxi, en el pueblo de Los Molares, acompañado de su mujer y de Don Francisco Collantes de Terán, que durante muchos años fue “la mano derecha” de Carriazo, tanto en la docencia como en excavaciones arqueológicas[4].

A partir de ese momento, la guardia civil custodió el monumento megalítico y se realizó la excavación arqueológica de manera “oficial”, de la que se obtuvieron algunos datos interesantes. Pero ha sido con posterioridad, tras la revisión de los materiales extraídos y las analíticas realizadas desde mediados de los años 80, cuando se ha podido valorar en su justa medida la importancia de esta necrópolis megalítica[5].

Centrándonos en el registro óseo procedente de Cañada Real, el profesor Carriazo llevó al Museo Arqueológico de Sevilla, en 1972, varias bolsas con restos humanos, que han sido estudiados y publicados por investigadores del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla y del Departament de Biologia Animal, de Biologia Vegetal i d’Ecologia, Unitat d’Antropologia, de la Universitat Autònoma de Barcelona (Cabrero et alii 1993; Cabrero et alii 2004).

Pero otros restos humanos encontrados en el mismo sepulcro fueron llevados por el profesor Carriazo a la Facultad de Medicina de Sevilla, donde Jesús Ambrosiani[6]los ha conservado durante todos estos años, y bajo su tutela Juan Manuel Guijo Mauri ha realizado el estudio cuyos resultados se exponen a continuación[7]:

ESQUELETO APENDICULAR SUPERIOR

1 Escápula derecha

2 Escápula derecha

3 Escápula derecha

4 Escápula derecha

5 Escápula derecha

6 Escápula derecha (apófisis coracoides)

7 Escápula izquierda

8 Clavícula derecha

9 Clavícula izquierda (1/2 externo)

10 Clavícula izquierda (1/2 externo)

11 Clavícula izquierda

12 Húmero derecho

13 Húmero derecho

14 Húmero derecho

15 Húmero derecho (1/3 superior diáfisis)

16 Húmero derecho (parte anterior diáfisis correspondiente tuberosidad deltoidea)

17 Húmero derecho (parte anterior diáfisis proximal y tuberosidad deltoidea)

18 Húmero izquierdo

19 Húmero izquierdo

20 Húmero izquierdo

21 Húmero izquierdo

22 Humero N. I.

23 Radio derecho

24-25 Radio derecho

26 Radio izquierdo

27 Radio izquierdo

28 Radio izquierdo (1/3 central diáfisis)

29 Cúbito derecho

30 Cúbito derecho (olécranon)

31 Cúbito derecho (parte lateral interna de la diáfisis)

32 Cúbito N. I. (frags. varios)

33 Escafoides izquierdo

34 Piramidal izquierdo

35 III metacarpiano derecho

36 IV metacarpiano derecho

37 V metacarpiano derecho

38 I metacarpiano izquierdo

39 IV metacarpiano izquierdo

40 IV metacarpiano izquierdo

41 Falange proximal

42 Falange proximal

43 Falange medial

COXAL y ESQUELETO APENDICULAR INFERIOR

Coxal

44 Coxal izquierdo

45-46 Íleon derecho + cavidad acetabular e isquion + acetábulo

Fémures

Derechos

47 Diáfisis (1/4 central superior, incluyendo la trifurcación de la línea áspera)

48 1/2 superior (falta la epífisis proximal)

49 Extremo proximal (cabeza y cuello quirúrgico)

Izquierdos

50 Diáfisis (porción a la altura de la línea de trifurcación superior de la línea áspera)

51 1/2 inferior

52 Zona trocantérea y cuello quirúrgico

53 Zona trocantérea y cuello quirúrgico (falta el trocánter menor)

54 Cabeza femoral (falta sustancia en la zona de la fosita del ligamento redondo)

55 Porción epífisis distal, cóndilo externo, parte inferior

56 Porción distal, cóndilo interno y alteraciones artrósicas

57 Zona central de la diáfisis a la altura del agujero nutricio

58 Porción diáfisis

Tibias

Derechas

59 1/3 inferior

60 Tercio distal

61 Epífisis proximal

Izquierdas

62 1/4 distal

63-64 Parte central de la diáfisis y diáfisis proximal (altura del agujero nutricio)

Peronés

65 Der.

66 Der.

67 Izq.: 1/2 proximal (3 frags.)

Tarso derecho

68 Calcáneo

69 Escafoides

70 I Cuña derecha

71 II Cuña derecha

Tarso izquierdo

72 Astrágalo

73 I Cuña

Metatarso derecho

74 I metat.

75 II “

76 IV “

Metatarso izquierdo

77 II metat.

78 IV “

Falanges pie

79 I proximal izquierda

CAJA TORÁCICA y COLUMNA VERTEBRAL

80 Costilla izquierda

81 Costilla izquierda

82 Fragmentos inespecíficos

Vértebras cervicales

83 Atlas

84 Atlas

85 Atlas

86 Axis

87 V. cerv. N.I.

88 V. cerv. N.I.

Vértebras dorsales

89 V. N.I.

90 V. N.I.

91 V. N.I.

92 V. N.I.

93 V. N.I.

Vértebras lumbares

94 V. N.I.

95 V. N.I.

96 V. N.I.

97 V. N.I.

98 Quinta vértebra lumbar

Sacro

99

100

Otros

101 Hioides

CRÁNEO

102 Fragmentos

ESQUIRLAS

103 Esqueleto poscraneal

Los restos humanos descritos aquí han sido entregados a la Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía en diciembre de 2003.

El pequeño fragmento de cráneo de un individuo enterrado en el Dolmen de Cañada Real publicado por J. C. Pecero Espín y J. M. Guijo Mauri (1998), procede también del conjunto de restos humanos depositados por Don Juan de Mata Carriazo y Arroquia en la Facultad de Medicina de Sevilla. Se utilizó para una investigación que, con carácter general, abordaba la problemática tafonómica, biológica y edafológica del contexto osteológico, y su aplicación para entender el registro funerario de la Edad del Bronce; concretamente en el caso práctico de los restos óseos hallados en la cista número 5 de La Traviesa (Almadén de la Plata, Sevilla).

En este artículo se pone de relieve la “necesidad de comprender la naturaleza de la conservación del material, así como de valorar la cronología del conjunto de alteraciones deposicionales de la evidencia esquelética”.

Mediante la descripción de los sedimentos asociados al hueso y, por otra parte, de las alteraciones y marcas de los mismos[8], se fueron delimitando una serie de agentes “bióticos y abióticos”. Como contrastación empírica se realizó un estudio comparativo con diversos fragmentos –de hueso occipital y parietal, de fémur y húmero– procedentes de otros contextos edafológicos. Estos materiales comparativos procedían de:

“—Dolmen de Cañada Real, Los Molares-Sevilla (suelo básico). Edad del Cobre.

—Necrópolis de Gilena. Sevilla (suelo básico). Edad del Cobre.

—Cuartel del Carmen, Sevilla (suelo arenoso). Bajomedieval cristiano.

—La Rosaleda, Cádiz (suelo básico muy rico en material orgánico). Principios siglo XVIII.

Todos los referentes óseos proceden de individuos adultos de sexo masculino, en un intento de minimizar en lo posible las diferencias con la caracterización antropológica de la inhumación que estudiamos” (Pecero y Guijo 1998: 195).

Cuando se alude a “Tipología de Alteraciones Osteológicas”, se señalan procesos mecánicos (roturas sobre hueso seco o desprovisto de sustancia orgánica / roturas sobre hueso provisto de materia orgánica) y alteraciones del medio edafológico y orgánico, con ejemplos concretos en cada caso. Es en este último apartado donde se ha incluido la muestra procedente del Dolmen de Cañada Real; pues su análisis microscópico dio como resultado la ausencia en ella de las agresiones siguientes:

Se incluye, además, la fotografía al microscopio (x 20) del tejido craneal estudiado (Pecero y Guijo 1998: 201, fig. IV.8).

Estudio anatómico y patológico de los restos humanos del Dolmen de Cañada Real depositados en el Museo Arqueológico de Sevilla (Cabrero et alii 2004)

Extractamos a continuación los resultados de los estudios anatómicos y patológicos efectuados a los restos humanos depositados por Carriazo en el Museo Arqueológico de Sevilla, y que han sido ­presentados recientemente en el 34th International Symposium On Archaeometry (Zaragoza, 2004) por algunos de los firmantes de este artículo y por miembros del Departament de Biologia Animal, de Biologia Vegetal i d’Ecologia, Unitat d’Antropologia, de la Universitat Autònoma de Barcelona[9].

Para estos análisis se ha optado por respetar la numeración arqueológica original, aunque somos conscientes de que esta agrupación puede no responder siempre a una separación manifiesta en el contexto arqueológico.

R.E.P. 14315.

(Bolsa que contiene exclusivamente restos óseos).

Figura 3. Vértebra lumbar (LM-8) de R.E.P. 14315, en la que se aprecia un importante nódulo de Schmorld.

R.E.P. 14316:

(Bolsa de artefactos y ecofactos hallados en el túmulo).

R.E.P. 14317.

(Bolsa de artefactos y ecofactos recogidos en el interior de la cámara transversal).

R.E.P. 14318.

(Bolsa que contiene exclusivamente restos óseos).

R.E.P. 14320

(Bolsa con artefactos y ecofactos procedentes del interior del dolmen).

Síntesis

A partir de los datos obtenidos de las bolsas existentes en el Museo Arqueológico de Sevilla, se puede afirmar la existencia de al menos siete individuos enterrados en el Dolmen de Cañada Real, siempre y cuando la numeración arqueológica corresponda a enterramientos diferentes. Se puede deducir la presencia de cinco adultos, un subadulto y un individuos de edad y sexo desconocidos, distribuidos del siguiendo modo:

R.E.P. 14315

masculino de edad superior a 30 años

R.E.P. 14316

edad y sexo indeterminados probablemente adulto

R.E.P. 14317a

adulto femenino de edad indeterminada.

R.E.P. 14317b

subadulto

R.E.P. 14318

adulto masculino de 20-25 años

R.E.P. 14320a

adulto de sexo desconocido y 17-25 años

R.E.P. 14320b

adulto de sexo y edad desconocidos

Sin embargo, prescindiendo de las referencias que acompañaban a los huesos, únicamente se puede deducir la presencia de un mínimo de tres individuos: dos adultos, probablemente de ambos sexos y de edades no excesivamente elevadas, y un subadulto.

En conclusión, los individuos enterrados en el Dolmen de Cañada Real no tendrían una edad muy avanzada y estarían representados por los dos sexos. Las escasas patologías halladas deben atribuirse a la reducida representación ósea y al precario estado de conservación. A pesar de ello, la presencia de nódulos de Schmorld y entesopatías en un individuo y una hernia discal en otro, ambos relativamente jóvenes, son exponentes de las duras condiciones de vida de la población; puesto que estas lesiones se asocian a sobrecarga de tipo muscular y a microtraumatismos producidos por pesadas cargas en la espalda.

Conclusiones

El Dolmen de Cañada Real sirvió como contenedor a varios individuos que fueron enterrados en su interior en momentos diferentes; circunstancia atestiguada por Don Juan de Mata Carriazo y Arroquia, director de la excavación arqueológica:

«Mientras una de las dos naves, la que se orienta Este-Oeste, aproximadamente, carecía de cualquier ajuar, la otra nave, Norte-Sur, había conservado su relleno antiguo, que dejaba un pequeño hueco debajo de las cubiertas. Sus filtraciones, sin embargo, habían destruido casi por completo los restos humanos depositados en el nivel inferior de los dos que se acusaron en la excavación, mientras que, inexplicablemente, en el nivel superior pudimos retirar un cráneo casi completo, partes de otro y algunos huesos largos, e incluso costillas y molares.» (Carriazo 1974: 153).

Los restos humanos reunidos en este artículo permiten hacer una serie de consideraciones importantes. El primer listado, realizado por J. M. Guijo Mauri en el Departamento de Anatomía y Embriología Humanas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Sevilla, bajo la supervisión de J. Ambrosiani, sólo permite atribuir esos restos a un mínimo de dos individuos, uno de sexo femenino y otro masculino. En ese estudio se alude en numerosas ocasiones a vestigios de ocre en diferentes huesos humanos y a algunas patologías, como hernias.

Existe la posibilidad de que en el mismo Departamento de Anatomía y Embriología Humanas haya más restos humanos de individuos enterrados en el Dolmen de Cañada Real, además de los primeros inventariados al principio del trabajo. El problema radica en que se requiere localizarlos entre otros muchos procedentes del Cuartel del Carmen y de otros lugares. Se precisa para ello una laboriosa tarea que queremos iniciar de inmediato y, una vez finalizada la búsqueda, que promete ser de enorme interés si se encuentran los ecofactos aludidos, realizaremos un trabajo de conjunto que complete los ya existentes para calcular el número de individuos enterrados, sus edades, sexo, patologías y otras aportaciones importantes que complementen las aquí indicadas.

De todo lo anteriormente expuesto se deduce que se hace evidente la necesidad de un último estudio de conjunto que incluya una revisión de los vestigios humanos incluidos en este trabajo, a la que ha de añadirse la investigación pormenorizada de los que presumiblemente quedan por localizar. De esta manera quedaría cumplido lo que sin duda creemos habría sido el deseo del profesor Carriazo. Y sólo así podremos aproximarnos con mayor propiedad al conocimiento del contenido real de este contenedor, que queremos dar a conocer de la manera más completa posible, junto con los restantes elementos conservados que componían esta necrópolis megalítica, aún en parte inéditos.

La Necrópolis Megalítica de Los Molares es, por el momento, el conjunto dolménico más antiguo de Andalucía Occidental, junto con el Dolmen de Alberite (Villamartín, Cádiz), según la cronología absoluta que ha podido obtenerse en ambos lugares[11]. Sin duda alguna, el artículo que hoy presentamos y los estudios que esperamos continuar en breve, serán esenciales para precisar la Historia de este monumento, la Historia de esta necrópolis y de este hábitat (fig. 4), y la Historia de la campiña sevillana, que ocupa un destacado lugar, en este caso, en la Historia (Prehistoria) de la Península Ibérica por su antigüedad.

Figura 4. Paleodesembocadura del río Guadalquivir en un golfo marino, hacia 6000 B.P. (Arteaga et alii 1995), sobre imagen de satélite actual: Es un paisaje que pervive durante toda la Prehistoria Reciente, si bien el proceso de colmatación del golfo marino, acentuado por la deforestación y la explotación agrícola de las sociedades del IV y III milenio a.n.e., provocará la emersión de pequeños islotes, y finalmente una formación deltaica.

Bibliografía

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[1] Véase al respecto: Ruiz Delgado 1985: 66-67 y 239-240; Cabrero et alii 1993: 131-141; Cabrero et alii 1995: 191-200; Cabrero et alii 1995b: 69-79; Cabrero et alii 2003: 97-124; Cabrero et alii 2004: [en prensa]. Algunos datos paleoambientales, aunque referidos al yacimiento de El Amarguillo II –a poco más de un kilómetro de esta necrópolis–, pueden consultarse en López García y López Sáez 1997: 19-22.

[2] Juan de Mata Carriazo y Arroquia (1899-1989), Catedrático de Prehistoria e Historia Antigua y Media de España en la por entonces Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla; así como Delegado de Zona del Servicio Nacional de Excavaciones.

[3] En esos años realizaba su carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla, licenciatura que finalizó en 1969; año también, por cierto, de la jubilación de Don Juan de Mata.

[4] Francisco Collantes de Terán y Delorme (1899-1977), además de archivero del Ayuntamiento de Sevilla, ganó por oposición una plaza de profesor adjunto contratado, que conservó hasta su jubilación en 1969 (Belén y Beltrán 2003: [en prensa]). También fue comisario provincial del Servicio Nacional de Excavaciones Arqueológicas (Carriazo 1974: 26).

[5] No hay que olvidar que durante muchos años, la única particularidad a destacar de esta necrópolis ha sido el esquema arquitectónico –poco frecuente– de planta en L; mientras que el desconocimiento de la entidad de sus ajuares y la ausencia de otras analíticas, provocaron hasta época muy reciente una adscripción mecánica a la Edad del Cobre.

[6] Jesús Ambrosiani Fernández es en la actualidad Profesor Titular del Departamento de Anatomía y Embriología Humanas de la Universidad de Sevilla y Director de la Unidad de donaciones de cuerpos, preparación y conservación de piezas anatómicas.

[7] Un fragmento de cráneo ha sido publicado anteriormente (Pecero y Guijo 1998: 191-216).

[8] Patrón de roturas, coloración, alteraciones superficiales y de sección, y características histológicas del hueso postdeposicional en relación a la histología normal del tejido humano (Pecero y Guijo 1998: 195).

[9] Assumpciò Malgosa Morera, Santiago Safont Mas y M. Eulàlia Subirà de Galdàcano. El método de trabajo y algunas conclusiones de este estudio ya fueron adelantados en Cabrero et alii 1993: 131-141.

[10] Se trata de lesiones de tamaño variable que se observan en los cuerpos vertebrales en forma de surcos o pequeños hundimientos, y que normalmente son producidas por sobre-esfuerzos musculares de la columna que resultan en microtraumatismos y hundimientos de las caras externas de los cuerpos vertebrales.

[11] En la Necrópolis Megalítica de Los Molares, uno de los individuos hallados en el Dolmen de El Palomar ha sido fechado por 14C en 4930±70 B.P. (3776-3648 a.n.e.) (Cabrero et alii 1993: 136; Cabrero et alii 2003: 98); el Dolmen de Alberite dispone de varias dataciones radiocarbónicas: 5320±90 B.P. (4255-4000 a.n.e.), 5110±140 B.P. (4035-3760 a.n.e.) y 5020±70 B.P. (3940-3845 a.n.e) (Ramos y Giles 1996: 184-186).