Cruz Andreotti, G. (ed.), Roman Turdetania: Romanization, Identity and Socio-Cultural Interaction in the South of the Iberian Peninsula between the 4th and 1st centuries BCE. Leiden, Boston, Brill, 2019

El estudio de la construcción de identidades individuales y colectivas de las comunidades prerromanas de la Península Ibérica desde las perspectivas emic y etic tuvo, en las últimas décadas, un extraordinario desarrollo gracias a la labor de redes y proyectos de investigación financiados por entidades públicas españolas. Estas iniciativas han resultado en la publicación de sendos trabajos de investigación que, en algunos casos, son el producto de encuentros científicos (entre otros, Cruz Andreotti y Mora Serrano, eds. 2004; Wulff Alonso y Álvarez Martí – Aguilar, eds. 2009; Mora Serrano y Cruz Andreotti, 2010; Santos Yanguas y Cruz Andreotti, 2012). Este conjunto de contribuciones, al que se sumarían las publicaciones individuales de cada uno de los autores que participan en Roman Turdetania, constituye el reflejo de una investigación plenamente consolidada y una actualización del estado de la cuestión, así como de la bibliografía pertinente más reciente.

En ese sentido, la elección de Turdetania como leitmotiv de esta monografía no puede ser más oportuna en esta línea de trabajo y da a conocer las más recientes aportaciones de una crítica a la imagen literaria y arqueológica de una entidad que, según se desprende de las distintas contribuciones, es una creación romana. Además, una lectura general de la obra permite entrever la necesidad de proceder a una profunda revisión del concepto de romanización.

Podría decirse que el interés del estudio de la imagen de Turdetania en las fuentes clásicas y en la arqueología contrasta con la valoración, quizás excesiva, de Tarteso, entre la comunidad científica y no solo. Estas entidades se consideran, en la communis opinio, como protagonistas de dos grandes momentos de la Península Ibérica prerromana: el primero, conocido como “época tartésica”, correspondería a un periodo comprendido entre el inicio de la presencia fenicia (c. siglos IX - VIII a.C.) y la crisis del siglo VI a.C.; el segundo se denomina “época turdetana”, entendiendo esto como el inicio de un nuevo mundo resultante de las circunstancias precedentes a partir del siglo V a.C. hasta la llegada del poder de Roma al valle del Guadalquivir, a finales del siglo II a.C.

En lo que respecta a las fuentes, se ha procedido en las últimas décadas a una profunda revisión que es, a menudo, tildada de hipercrítica y que tiene la particularidad de reorientar la hermenéutica de estos textos hacia lecturas que superan, por un lado, la visión esencialista con la que la investigación anterior interpretaba las menciones de los autores clásicos a las comunidades residentes de la Península Ibérica y, por otro, crea herramientas para una lectura crítica (acertada desde el punto de vista de quien esto escribe) de la construcción de identidades individuales y colectivas a partir, respectivamente, del estudio de las fuentes y del registro arqueológico.

Esta vía de interpretación, comparable a lecturas africanistas de la expansión europea, constituye una crítica a las ideas de homogeneidad y singularidad, contraponiéndoles la caracterización de panoramas heterogéneos y plurales con fronteras permeables (por ejemplo, Amselle 1990; cf. Machuca Prieto, p. 143) que se perciben gracias a una fina exégesis de los textos y de las representaciones elaboradas por los colonizadores. Ello significa que se valora la participación de las comunidades residentes en sus propios procesos de cambio, así como la adaptación de los conquistadores a las realidades preexistentes, en el contexto del estudio de la hibridación en detrimento del concepto obsoleto de aculturación.

La hermenéutica de la retórica de los autores clásicos permite afirmar que la imagen de Turdetania es un concepto geográfico que no tiene por qué reflejar realidades étnicas o “culturas arqueológicas”. En ese sentido, el trabajo de G. Cruz Andreotti (cap. 1) demuestra, con argumentos convincentes, que Turdetania es una construcción literaria que refleja la ideología imperial romana y justifica su uso como ejemplo de (vetusta) civilización, heredera de Tarteso e integrada en la koiné mediterránea en lo que respecta a escritura, historia, leyes, organización política, condiciones naturales, comunicaciones y carácter de los habitantes y urbanismo. La importancia del último elemento en la obra de Estrabón en general, y en Turdetania en particular, es analizada por E. Castro – Páez (Cap. 3), revelando una imagen que se caracteriza por un estudio del pasado de un territorio como estrategia de valoración y, por ende, como discurso de poder que pudo haber sido usado por las elites indígenas a través, por ejemplo, de mitos de fundación. A esto no es ajena la presencia de sabios como Asclepíades, Artemidoro o Posidonio en suelo peninsular. El pasado, por tanto, forma parte del discurso sobre el presente, lo que da a esta región (centrada, según Estrabón, en Bajo Guadalquivir) un enorme prestigio gracias a la supuesta existencia de una cultura secular que representa un espejo de Roma.

Es, sin embargo, en el contexto de la exégesis de la representación de Turdetania como entidad geográfica per se que destaca uno de los más interesantes focos de debate. P. Moret (Cap. 2), por ejemplo, fundamenta su argumentación en los datos literarios y etimológicos para demostrar que autores como Catón o Tito Livio ubican esta región en otros territorios partiendo de informaciones correspondientes a los años 219 – 195 a.C. Estos autores mencionan poblaciones sometidas por Roma en el eje Sagunto – Cástulo – Cádiz, lo que revelaría que la asociación entre Turdetania y la Bética es una invención de Estrabón que no está exenta de contradicciones.

La visión esencialista que relaciona, quizá acríticamente, conceptos geográficos, grupos étnicos, lenguas y cultura material (en la acepción más amplia del término) se presenta, pues, como un lastre de la investigación filológica, histórica y arqueológica. La superación de estos modelos se constata en la exégesis de las fuentes, así como en elementos materiales que podrían haber sido usados como medio de comunicación en la construcción de identidades individuales (cerámicas: F.J. García Fernández, Cap. 4) y colectivas (acuñaciones: R. Pliego, Cap. 6 y B. Mora, Cap. 9; cf. infra).

El estudio e interpretación de la relación entre los elementos que componen los conjuntos cerámicos representa una estrategia de gran interés para analizar, según la perspectiva del habitus definida por Bourdieu, las relaciones sociales y la afirmación de modos de vida (cf. Jones 1997). En ese sentido, la designación de “cerámica turdetana” resulta de una importante y necesaria deconstrucción del sentido étnico que se le otorgaba, aplicándose al uso de objetos cotidianos por parte de “poblaciones que vivían dentro de los límites de Turdetania según las fuentes literarias” (García Fernández, pp. 60 – 61). No obstante, es llamativo constatar que los patrones de alimentación revelan, por un lado, conservadurismo y, por otro, la integración de nuevas formas en los gustos ya establecidos desde siglos atrás. En otras palabras, la helenización que se desprende de la lectura de las fuentes (G. Cruz Andreotti) no tiene un evidente reflejo en el estudio arqueológico de las prácticas cotidianas.

Así, se constata que desde la arqueología se siguen usando términos que no quedan suficientemente explicados (por ejemplo, “celta”). Independientemente de los nuevos sentidos que se intentan dar a estas designaciones, es evidente que la investigación recurre a nombres que son creados por un observador externo con criterios geográficos y no culturales, como bien demuestra E. Ferrer Albelda (Cap. 5) a partir de una lúcida reflexión crítica sobre la tradición textual, los vestigios arqueológicos, la aparición o transmisión de topónimos y de las monedas. A partir de estos elementos, el autor estudia la construcción de identidades cívicas a partir de los relatos elaborados en el contexto de santuarios como el de Melqart en Gadir, así como las diferencias entre las perspectivas etic y emic en estos textos.

En este contexto, la pervivencia de los principales centros de culto durante el dominio romano, así como los intentos de probar su mayor antigüedad respecto a otros (véase Str. 3.5.5, y el comentario de Machuca Prieto, pp. 141 – 142 sobre las monedas de Melqart), son elementos clave para analizar la construcción de identidades culturales, que a su vez se estructuran en torno a las principales metrópolis (Tiro, Utica, Gadir), a los centros urbanos de segundo orden y a la comunidad cívica. Estas identidades por su parte, se revelarían a través de manifestaciones religiosas, de los enterramientos, de la epigrafía y de las acuñaciones.

Estos últimos elementos proporcionan informaciones relevantes sobre los discursos identitarios colectivos, las políticas monetarias y la cronología de la presencia cartaginesa en la Península Ibérica. Las monedas identificadas en el área “turdetana” y los materiales arqueológicos parecen demostrar la presencia de grupos norteafricanos en la Península Ibérica entre el siglo IV y el 237 a.C. con objetivos de explotación de recursos (por ejemplo, mineros), según el estudio desarrollado por R. Pliego (Cap. 6; cf. Machuca, pp. 134ss.). En otra ocasión (Ferrer y Pliego 2010) se había planteado la posibilidad de que la expedición cartaginesa relatada por Justino (44.5.1 - 4) en el contexto de la fundación de una ciudad en la Península Ibérica había ocurrido en la segunda mitad o finales del siglo IV a.C., lo que no estaría en desacuerdo con autores como, por ejemplo, Polibio, que señalaban la existencia de grupos oriundos de Cartago antes de los Barca.

En ese sentido, cobra especial relevancia la reinterpretación del texto de Justino propuesta por M. Álvarez Martí – Aguilar (Cap. 7). El autor plantea, en el contexto de una hermenéutica inteligentemente orientada, la posibilidad de que la ciudad fundada fuera Carteya, y que el episodio se refiera igualmente, a mediados del siglo IV a.C., lo que permitiría proponer un origen gaditano para aquella ciudad. Las relaciones de pertenencia se estructurarían, desde esta perspectiva (también señalada por E. Ferrer), en torno a los santuarios y al culto a Melqart bajo la influencia de Tiro, lo que justificaría la ayuda proporcionada por Cartago, igualmente integrada en esta koiné, a la ciudad atacada, así como la forma que el relato de fundación comparte con los de Tiro y de Gadir. Esta relación de pertenencia se refleja en el prestigio de la imagen de Turdetania y en la importancia de Tiro en particular en la Geografía de Estrabón.

El punto de inflexión de la presencia cartaginesa y de la intensificación de la explotación económica hacia mediados del siglo IV a.C. sería, por tanto, el segundo tratado romano-cartaginés (348 a.C.), en el cual se prohíbe la circulación romana más allá de Mastia Tarseion, y que posiblemente afectó al comercio gaditano. Este aspecto es analizado por F. Machuca Prieto (Cap. 8), quien parte de las acuñaciones gaditanas para defender la afirmación de nuevas identidades cívicas ante la derrota de Cartago en la I Guerra Púnica, que se manifiestan, además, en el conservadurismo de los rituales funerarios fenicios en ciudades como Baelo Claudia o Carmo. Esta continuidad, según el autor, revela “un modo fenicio de ser romano” (p. 143), conduciendo a fenómenos de hibridación y afirmación de nuevas identidades, plenamente integradas en el mundo romano, que se fundamentaban en el prestigio de un pasado glorificado y se reflejaban en obras como, por ejemplo, la Historia Fenicia de Filón de Biblos.

Asimismo, en la contribución de B. Mora Serrano (Cap. 9), se hace hincapié en la continuidad y adaptación de programas iconográficos en las monedas de las cecas hispanas. Estas acuñaciones atestiguan, igualmente, la formación de discursos híbridos que resultan de la adaptación de elementos locales (símbolos, divinidades, etc.) a las aportaciones romanas, así como de cultos compartidos. Ello es particularmente evidente en emisiones que tienen inscripciones bilingües (por ejemplo, Lascuta) asociadas a elementos que comprueban la pervivencia de cultos anteriores como el de Melqart gaditano. De esta forma, como el autor señala, “esta aparente diversidad de elementos identitarios, incluyendo la lengua, era culturalmente inclusiva, generando identidades cumulativas” (p. 154).

La perspectiva económica, brillantemente analizada por E. García Vargas (Cap. 10) se presenta, en cambio, como una vía de estudio que permite identificar con precisión la presencia de itálicos a lo largo del Guadalquivir y, por ende, la interacción con las comunidades residentes. Estos se dedicaban a la explotación minera y agrícola, dejando huellas de su presencia en las cerámicas oriundas de la Península Itálica y de sus respectivas imitaciones producidas en hornos peninsulares (Dressel 1, Campaniense A y Ovoides, por ejemplo, que reflejan patrones de consumo), en los fortines que permitían la vigilancia de las rutas asociadas a las minas, en acuñaciones como las de Cástulo (que indican la presencia de estos grupos entre las elites de las ciudades estipendiarias; cf. Mora Serrano, Cap. 9), en el registro funerario y en los patrones de asentamiento caracterizados por la construcción de villas.

El estudio arqueológico de estas realidades permite corroborar algunas informaciones de las fuentes relativas a la llegada de contingentes foráneos al Bajo Guadalquivir y a la explotación económica de estos territorios. En ese sentido, las aportaciones de F.J. García Fernández y E. García Vargas abren caminos de investigación que, desde el punto de vista metodológico, permiten analizar la construcción de identidades individuales en contextos de interacción y, por ende, caracterizar con más rigor el impacto recíproco de estos contactos entre las comunidades y la posterior hibridación. El estudio de las monedas se presenta como otra vía de investigación que permite, a nivel colectivo y desde la visión de los discursos de poder, situar cronológicamente los comienzos de la presencia cartaginesa en la Península Ibérica e identificar la formación de grupos dirigentes híbridos y de nuevas identidades que terminan definiendo la pluralidad y complejidad de las “romanizaciones”.

Por otro lado, igualmente desde la perspectiva de los discursos de poder, la revisión de las fuentes presentada en Roman Turdetania refleja la necesidad de superación de planteamientos tradicionales que siguen arraigados en la investigación histórica y arqueológica actual, por ejemplo, la visión esencialista de la etnicidad y la idea, defendida por Schulten, de que Tarteso había sido destruida por los cartagineses en el siglo VI a.C. Así, el reconocimiento de la diversidad de reacciones a la presencia de grupos foráneos y de influencias recíprocas que afectan las comunidades residentes y sobrevenidas constituye una de las aportaciones más relevantes de esta monografía, ya que no solo se señala esa diversidad, sino que se proporcionan herramientas de investigación para identificarla y caracterizarla a través de la cultura material y de ingeniosas reinterpretaciones del legado clásico que ha sido responsable de la transmisión de una construcción literaria como Turdetania.

La exposición de diferentes perspectivas sobre un mismo tema, así como de una considerable diversidad de datos (literarios, arqueológicos y numismáticos) es un aspecto que merece ser destacado en esta monografía, aunque se puede decir que se echa en falta una reflexión de conjunto sobre los datos etimológicos que a menudo se mencionan a lo largo de la obra. En todo caso, ello no es óbice para considerar Roman Turdetania como un testimonio más de investigaciones de primera línea y de las ventajas de la creación de redes de investigación que, como esta, contribuyeron – y seguirán contribuyendo – a replantear la imagen de las comunidades mencionadas en las fuentes clásicas.

En lo relativo a Turdetania, llama la atención el hecho de que esta monografía constituye un replanteamiento de innegable interés para el estudio de la construcción de identidades híbridas en el contexto de contactos interculturales, sin que ello signifique que se haya logrado redefinir el concepto de Turdetania a la luz de las dos vertientes de discusión (arqueológica y literaria). Así, a pesar de considerarse anacrónico para realidades anteriores a los romanos, el nombre “turdetano” sigue siendo usado para definir materiales arqueológicos, incluso después de demostrarse con argumentos sólidos que la misma Turdetania es un concepto geográfico indefinido en las fuentes y es una creación literaria de Estrabón. En otras palabras, las contradicciones entre el (posible) discurso helenizado de las elites locales y el conservadurismo de las prácticas cotidianas, así como entre los problemas de la geografía de Turdetania y el uso del concepto de “materiales turdetanos” (que parte del criterio geográfico de las fuentes), no se discuten.

Sin embargo, se defiende, con razón, que los materiales arqueológicos deben ser interpretados sin el carácter étnico usado en investigaciones anteriores. Ello podría tener como consecuencia el abandono de designaciones como “tartesio” o “turdetano” en pro de conceptos geográficos (por ejemplo, Bajo Guadalquivir) y cronológicos. No obstante, resulta evidente que las investigaciones expuestas en Roman Turdetania son una importante contribución a una hermenéutica más crítica y rigurosa de la literatura clásica y del registro arqueológico, presentando nuevos retos a los estudios de los próximos años.

Pedro Albuquerque
(FCT, Uniarq, Universidad de Sevilla)

Correo-e: albuquerque@us.es

https://orcid.org/0000-0003-4800-7343

Bibliografía

Amselle, J.-L. (1990): Logiques métisses. Anthropologie de l’identité en Afrique et ailleurs. Paris, Payot.

Cruz Andreotti, G. y Mora Serrano, B., eds. (2004): Identidades étnicas-identidades políticas en el mundo prerromano hispano. Málaga, Universidad de Málaga

Ferrer Albelda, E. y Pliego Vázquez, R. (2010): “Auxilium consanguineis Karthaginiensis misere: un nuevo marco interpretativo de las relaciones entre Cartago y las comunidades púnicas de Iberia”. Mainake 32.1: 525– 557.

Jones, S. (1997): The Archaeology of Ethnicity: Constructing Identities in the Past and Present. London, Routledge.

Mora Serrano, B. y Cruz Andreotti, G., eds. (2012): La etapa neopúnica en Hispania y el Mediterráneo centro occidental: identidades compartidas. Sevilla, Universidad de Sevilla.

Santos Yanguas, J. y Cruz Andreotti, G., eds. (2012), Romanización, fronteras y etnias en la Roma antigua: el caso hispano, Revisiones de Historia Antigua VII, Anejos de Veleia 12. Vitoria-Gasteiz, Universidad del País Vasco.

Wulff Alonso, F. Álvarez Martí – Aguilar, M., eds. (2009): Identidades, culturas y territorios en la Andalucía prerromana. Málaga, Universidad de Málaga.

Recepción: 7 de julio de 2019 . Aceptación: 10 de septiembre de 2019