José Remesal Rodríguez, Víctor Revilla Calvo y Juan Manuel Bermúdez Lorenzo (eds.), Cuantificar las economías antiguas. Problemas y métodos. Col·lecció Instrumenta 60, Universitat de Barcelona, Barcelona, 2018, 390 pp., ISBN: 978-84-9168-107-6.

Desde hace décadas, el estudio de la economía antigua es consciente de sus limitaciones a la hora de valorar la entidad y la relevancia de los mecanismos productivos y comerciales a través de su reflejo en las evidencias arqueológicas, especialmente en lo que se refiere a la cultura material cerámica. El eterno problema de la representatividad del registro arqueológico y la cuestionable aleatoriedad de su formación han generado un amplio recorrido historiográfico acerca de la recogida de datos y su interpretación, diversificado en varias escuelas de pensamiento y cada vez más abierto, como toda la ciencia arqueológica, al recurso a otros campos científicos (la Estadística, las Matemáticas, la Informática) en la búsqueda de apoyos para la interpretación histórica de los datos numéricos. A estas alturas de la discusión, es innecesario justificar la conveniencia de acordar unos parámetros mínimos para el registro arqueológico, como tampoco la necesidad de ser consistentes en los métodos de cuantificación, si bien no se ha logrado alcanzar, a pesar de las muchas propuestas, el consenso en torno a un único criterio a nivel internacional.

El libro Cuantificar las economías antiguas supone una óptima guía para adentrarse en la situación actual de la aplicación de la cuantificación en Arqueología Clásica, sobre todo en el panorama de la investigación española pero también con puntos de vista paralelos desde instituciones internacionales. El origen de esta recopilación de trabajos se encuentra en el workshop “Cuantificar: qué, cómo y para qué” organizado en febrero de 2017 por parte de diversas instituciones (CEIPAC, ClabB, BSC, SIRIS) en la Universitat de Barcelona. Los distintos capítulos del libro corresponden con gran fidelidad a las intervenciones que tuvieron lugar a lo largo de aquellas dos jornadas de exposición, debate y reflexión acerca de los objetivos y metodologías de la cuantificación en Arqueología Clásica. La obra cumple con competencia lo que promete en su subtítulo: detallar los problemas que implica enfrentarse a la valoración cuantitativa del registro arqueológico y afrontar su interpretación a nivel económico a gran escala, por una parte; y describir los métodos que se están desarrollando actualmente, por parte de diferentes grupos de investigación, para minimizar dichos problemas interpretativos a la hora de comparar y apreciar la entidad de cada contexto.

El registro, la interpretación, la extrapolación de información y la comparación son precisamente los procedimientos clave para la resolución del problema cuantitativo y la obtención de modelos históricos, tal y como se exponen en los distintos casos de estudio recogidos a lo largo de la obra. Las intervenciones, realizadas en diversos idiomas por más de 30 especialistas de numerosas instituciones a nivel internacional, no se articulan en bloques temáticos según criterios cronológicos, geográficos o metodológicos más allá de algunas relaciones entre ciertos capítulos consecutivos. No obstante, la línea del texto es clara gracias, en gran medida, al prólogo y sobre todo al capítulo conclusivo que revisan la esencia de todas las intervenciones.

En su mayoría, los trabajos presentados recogen los resultados de ambiciosos proyectos de largo recorrido, pero también se encuentran reflexiones de tipo más teórico, siempre ilustradas por casos de estudio concretos. Dado su alto número, 16 capítulos más el prólogo y las conclusiones, no podemos describir en detalle cada una de las aportaciones, pero sí es interesante destacar los puntos clave que marcan las experiencias de cuantificación que se exponen.

Tras el prólogo, G. Rizzo propone una reflexión acerca de la capacidad de la disciplina para extrapolar, a partir de la cerámica arqueológica, interpretaciones económicas en conjunción con otras fuentes, sopesando su potencial informativo y su representatividad, ilustrado con ejemplos desde contextos italianos. C. Fabião propone un ejercicio similar desde el punto de vista de la Lusitania, considerando más relevante la pregunta arqueológica que promueve la investigación que el procedimiento que se emplea para ello, teniendo en cuenta desde el carácter del contexto hasta la dificultad de establecer proveniencias certeras. F. Laubenheimer aporta la perspectiva de las investigaciones francesas en el estudio de la Galia a escalas amplias, con la ayuda del estudio espacial de los resultados.

El siguiente capítulo inicia una de las temáticas más interesantes de la obra: el empleo de protocolos y unificaciones de criterios para el estudio de la cerámica arqueológica. C. Carreras repasa críticamente los consensos alcanzados sucesivamente para estandarizar tanto los métodos de recuento como su tratamiento estadístico, apuntando elementos que pueden dificultar la objetividad de los datos. Muy acertada nos parece su reflexión acerca del protocolo que se presenta en otra de las intervenciones, el llamado “Protocolo de Sevilla”, indicando que solamente el tiempo será capaz de confirmar la aceptación y la incidencia de la propuesta, para comprobar si realmente ha transformado nuestro conocimiento de la economía antigua.

D. Daems introduce en el discurso de la obra la necesidad de explotar el potencial de las Matemáticas y la Estadística en toda su complejidad, adaptando el enfoque de los estudios arqueológicos a la naturaleza multilineal de las dinámicas económicas que se pretenden estudiar, como sistemas complejos que son. Para ello se postula la exigencia de contar con valores de referencia en cada uno de los factores que intervengan en los fenómenos estudiados, aportando el ejemplo de la producción cerámica. I. Romanowska da un paso más allá respecto a los clásicos debates sobre cuantificación, con su defensa de las simulaciones mediante modelos computacionales basados en agentes que permitan combinar patrones de datos con procesos económicos precisos y, así, reconocer estos fenómenos aun cuando sean poco evidentes tras los datos numéricos. A pesar de la reticencia frecuente a incluir este tipo de metodologías en las investigaciones, es indudable que contribuirían a superar el obstáculo del uso de diferentes métodos de cuantificación incomparables entre sí, ya que se trata de identificar tendencias y dinámicas en los sistemas económicos. Inmediatamente después de este capítulo, J. Molina realiza una defensa del componente humanístico en la cuantificación (que no deja de estar en cierto modo contrapuesta a lo expuesto por la anterior autora) y de la necesidad de comprender la relación entre la epistemología de la Economía y la Arqueología. Su repaso de los estándares de recuento, haciendo mención al más reciente “Protocolo de Sevilla”, le permite insistir en una idea fundamental que queda más que confirmada a lo largo de todas las intervenciones: que la cuantificación debe ser un medio, no un fin, de la investigación arqueológica y que debe conducir a la posibilidad de realizar interpretaciones históricas con la seguridad que ofrece la certeza de su representatividad. El famoso “Protocolo de Sevilla” aparece por fin como protagonista en el texto de A. Adroher y M. Abelleira, en el que se expone un ejemplo práctico de su aplicación, eligiendo, de manera muy interesante, un conjunto no anfórico para demostrar su utilidad en todo tipo de contextos, después de haber llamado la atención sobre la falta de rigurosidad cuantitativa en las presentaciones de los últimos congresos de temática cerámica celebrados por parte de la SECAH.

El resto de artículos proponen diferentes ejemplos de uso de procedimientos de cuantificación concretos, que no sólo abarcan el recuento de fragmentos cerámicos sino también la Arqueología experimental, la virtualización 3D y la Etnografía, como en el caso de las investigaciones de amplio arco cronológico en torno a la bahía de Cádiz de E. García y A. Sáez. Los editores de la obra, junto a numerosos investigadores, intervienen con distintos estudios sobre el comercio de ánforas béticas, aplicando la Estadística para relacionar epígrafes anfóricos (J. Remesal, por un lado, y J. Pérez González et al. por otro) y el análisis exploratorio de datos y la evaluación de hipótesis nulas para seguir las rutas del comercio de aceite (X. Rubio-Campillo et al.).

Las ánforas Dressel 20 son también protagonistas del proyecto franco-español entre la Universidad de Montpellier, el Labx Archimède del CNRS (Unidad de Lattes) y la Universidad de Sevilla, que estudia la dinámica de funcionamiento de los talleres de producción anfórica y que propone tanto relacionar los métodos de cuantificación con los análisis de densidad y distribución en prospección (S. Corbeel et al.) como comparar los procedimientos de estimación de capacidad de cargas de horno (C. Carrato et al.). Por último, D. J. Martín-Arroyo propone otro caso de estudio, esta vez con ánforas Cretoise 2, sobre la realización de bases de datos de inscripciones en Pompeya teniendo en cuenta los problemas de identificación tipológica, los niveles de residualidad y la funcionalidad de los espacios.

El último texto, antes de la síntesis conclusiva de C. Panella, es el alegato sobre la Arqueología económica de K. Verboven. El autor aboga por una metodología interpretativa para la identificación de fenómenos históricos, sin perder de vista las diferencias entre la Arqueología y las perspectivas de la Historia económica antigua. Para ello propone el uso de indicadores que puedan tener reflejo en los datos arqueológicos, como los estudios de Antropología física, el análisis espacial del urbanismo, la transmisión del conocimiento tecnológico o la organización y coste de la producción.

En general, la variedad de los enfoques aportados por los diversos autores, de sus metodologías e intencionalidades a la hora de cuantificar, son un reflejo real del debate actual acerca de esta cuestión, incluso de sus aspectos menos discutidos como son las dificultades de los proyectos de base humanística para sobrepasar los métodos estadísticos más básicos, las inseguridades o incluso poca confianza acerca de ciertos procedimientos y la constatación de que, por desgracia, aún estamos lejos de acoger un solo protocolo consensuado de registro, tratamiento de datos e interpretación, ya que en cada particularidad de un contexto se encuentra la justificación para adaptar los criterios de estudio. A pesar de las pequeñas contradicciones y opiniones contrapuestas que pueden detectarse entre los capítulos, se hace evidente el consenso entre todos los investigadores de aportar, al menos, unos datos mínimos que permitan el acceso directo a la información en bruto, independientemente de las metodologías seleccionadas a posteriori para la interpretación de estos datos. Estas cuestiones relacionadas con el acceso abierto a los datos en bruto y con la posibilidad de replicar el tratamiento de los resultados están ya más que aceptadas en otros ámbitos de la Arqueología, como es el caso de la Arqueometría, y es extremadamente positivo que los estudios cerámicos en todas sus perspectivas estén avanzando hacia ello. Es de agradecer, igualmente, la inclusión de enlaces on-line para acceder a los modelos de análisis informático propuestos, de manera que otros investigadores puedan utilizarlos como base para estudios propios siguiendo el espíritu open access de la difusión de la investigación científica.

De los casos tratados en la obra puede también extraerse, como es evidente, que los materiales y contextos privilegiados por los estudios estadísticos e informáticos son los de más fácil análisis, ya que son los más abundantes y los que cuentan con otros tipos de información complementaria, como la epigráfica. Los extraordinarios conjuntos anfóricos del Monte Testaccio o de los talleres béticos de Dressel 20 deberían servir, así, como campo de experimentación de métodos y perspectivas interpretativas que puedan extenderse, cada vez más, a otro tipo de materiales y cronologías con mucha menos profusión en el registro arqueológico, incitando a otros grupos de investigación a imitar sus metodologías y adaptarlas a las posibilidades de sus contextos.

Como último apunte, es necesario hacer mención a algunos aspectos de la edición que empañan en cierta medida el gran trabajo de coordinación que ha reunido todas estas experiencias investigadoras en un solo libro, que disfruta por todo lo demás de la calidad característica de la colección en la que se publica. Puede observarse una falta de unidad a la hora de estructurar y de dotar de estilo a cada una de las intervenciones, de manera que no es para nada consistente el modo de citar la bibliografía en cada uno de los artículos, ni la manera de referirse a las figuras o ni siquiera el nombre y la filiación de los autores. La existencia de erratas, en algunos casos muy evidentes y repetidas en la puntuación, y la aparición de algunas figuras de poca resolución son otros de los aspectos que podrían haberse cuidado en mayor medida, para aportar un poco más de imagen de unidad a una obra muy completa en contenido pero que se desarticula en este aspecto más formal.

En definitiva, se trata de una obra de alta relevancia para comprender el estado actual de los estudios cerámicos en el ámbito de la Arqueología Clásica, y que recoge todas las tendencias actuales y aquellas que vendrán a revolucionar el panorama de la cuantificación y la interpretación de la cerámica en los próximos años.

Violeta Moreno Megías

Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Geografía e Historia - Universidad de Sevilla.

María de Padilla s/n. 41004. Sevilla

Correo-e: vmoreno1@us.es

 https://orcid.org/0000-0002-1176-4220

Recepción: 13 de noviembre de 2018 . Aceptación: 5 de diciembre de 2018