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ie Freiheit ist immer die des Andersdenkenden – La libertad siempre es la del que piensa de manera diferente (Rosa Luxemburg).
El AGA y la FAGE lamentan la pérdida de Karl Heisel (*6.8.1952 Aquisgrán-+ 15.8.2019 Sevilla), uno de sus activistas más fieles y antiguos, presencia familiar y entrañable en todos los encuentros, donde se echará en falta su capacidad de iniciativa, serenidad y compromiso.
Karl era un tipo grande, serio, alto y recto. A gentle giant. Como Carlomagno, Karl der Grosse, pensaba yo, así posaba sonriente en su foto de perfil de Whatsapp, con una mano sobre la maqueta de la catedral de Aquisgrán, su ciudad natal. Fue la personificación de la integridad, fiel a sí mismo y a sus convicciones, profundamente humanistas. Una persona de una pieza. “Karl” viene de “Kerl”, hombre fuerte, y ese nombre lo retrataba. Tras 40 años en España, seguía siendo tan alemán como las sandalias con calcetines que gustaba calzar. Tenía mucho sentido del humor, pero con su porte grave y recto parecía refractario a la superficialidad y el “cachondeo”, y la “guasa” sevillana le sacaba de sus casillas.
Todo lo parecía registrar desde la altura de su afilada mirada azul, y un corazón descomunal le daba unas fuerzas que parecían sin límites.
Karl quiso que la cita de Rosa Luxemburgo que encabeza esta necrológica coronara su ataúd, y lucirá en su recuerdo en un pasillo de la Universidad Pablo de Olavide. A primera vista parece reivindicar la libertad del otro, pero Karl reivindicó esa libertad radicalmente y en primer lugar para sí mismo. Pocas personas como él que defendieran su libertad – que también siempre es la del otro - con tanta fuerza. No extraña entonces que sus orígenes intelectuales estuvieran en los movimientos estudiantiles que sacudían Alemania en los años 70. Muchísimos jóvenes como él luchaban contra la guerra de Vietnam, los poderes fácticos y los valores de la generación de los padres, podrida aun por el nacismo y el deliberado olvido de un pasado criminal, con el trabajo y el consumo como coartadas. Una fractura generacional que en aquel momento se reproducía en muchas familias alemanas, también en la suya y en la mía. Y una experiencia que sabía aplicar muy bien a lo que veía y vivía en la España posfranquista.
Se licenció en 1980 en Historia, Filología Románica y Ciencias de la Comunicación en la renombrada y por entonces muy politizada Universidad de Gotinga, una de las cunas del movimiento ecologista. En asambleas, sentadas y manifestaciones se produjo, por fin, como en muchísimas universidades alemanas, el enfrentamiento sincero con el pasado, y ahí Karl encontró las herramientas para un futuro mejor: empatía, análisis, debate, acción. El título de su tesina de Licenciatura, presentada en 1980: Análisis del “Movimiento Radiofónico Proletario” a través del ejemplo de “Radio Bremen”. Karl era un Altlinker de libro, pero huía de los dogmas y del autoritarismo como de la peste.
Las fechas nos recuerdan también el papel de la universidad alemana en la época. Con el primer gobierno socialdemócrata alemán de Willy Brandt (1969-1974), época dorada del estado social y de la “igualdad de oportunidades” para todos, las universidades se llenaron de hijos de obreros. A la vez, seguía presente el ideal ilustrado humboldtiano de la educación superior al servicio de la formación de ciudadanos críticos y libres del utilitarismo mercantilista. No había tanta prisa en terminar los estudios como hoy, había que formarse como personas y aprender a ser libres. Así, durante sus estudios, Karl daba clases de alemán a inmigrantes en la Universidad Popular, y entre 1976 y 1977, con las luchas sociales y políticas del posfranquismo en la calle, vino por primera vez a España como auxiliar de lengua alemana en el IES San Isidro de Madrid. Portugal y su revolución democrática fueron faro también para él, y siendo ecologista siempre afín a la vida rural, realizó estudios de campo y publicó en 1982, junto con compañeros de la cátedra de comunicación de Gotinga donde había sido profesor auxiliar, el libro La revolución olvidada. Siete años de cooperativas agrarias en Portugal.
Llegó a Sevilla en 1985 y enseñó alemán en el Instituto de Idiomas de la Hispalense hasta 2007, siempre en la brecha, incansable. Durante estos 22 años fue un profesor muy querido por alumnos y compañeros, a la vez que combativo enlace sindical y miembro del comité de empresa. En ese tiempo, no dejaba de investigar y publicar, como el libro Anarquismo y Movimiento Jornalero en Andalucía (1988), el capítulo “Hacia una exploración sistemática del Romancero de Andalucía Occidental” (P.Piñero et al. eds. 1989) o “Fehlstart der Genossenschaftsbewegung im ländlichen Andalusien” (La salida fallida del movimiento cooperativo en la Andalucía rural, M.Vester ed. 1993).
Su etapa profesional quizás más feliz la tuvo a partir de 2007 en la Universidad Pablo de Olavide, en el Departamento de Traducción e Interpretación. Ahí dio rienda suelta a su gran imaginación y pasión pedagógica e intelectual, experimentando e impulsando sin parar proyectos interdisciplinares con compañeros y estudiantes de otras especialidades, como Historia y Sociología. Estableció convenios Erasmus con Augsburgo (Alemania) y Pardobice (Rep.Checa), facilitando importantes experiencias vitales a sus estudiantes, por los que se desvivía. Su original y espigada figura, sonriente y paternal, será recordada por toda la comunidad de la UPO, pero especialmente por aquellos que necesitaban una mano, porque Karl siempre prestaba ayuda al que la necesitaba, de una manera absolutamente sincera y genuina.
Karl era un tipo encantador, con un humor muy socarrón. Decía que renanos y andaluces se parecían en la capacidad de reírse de sí mismos. Pero también tenía un carácter fuerte, y mucho coraje. Cuando se irritaba, había casi siempre un motivo superior y no egoísta para ello. Como el luchador full-time que era no temía el conflicto, al contrario, se crecía en él. “El conflicto es parte fundamental de la vida y hay que afrontarlo”, decía. “Hay que decirse las cosas a la cara. Es mi socialización, la comunicación lo primero”. Pero en ello nunca sermoneaba ni aleccionaba de manera explícita. Le gustaba provocar para hacer pensar, con observaciones a menudo sorprendentes y muy originales, u otras veces precisamente por lo que callaba. Sus silencios eran muy elocuentes, y escuchaba con mucha empatía. Estaba seguro de que las personas debían encontrar las respuestas por sí mismas, tan honda era su convicción humanista y antiautoritaria.
Su fuerte temperamento se fue dulcificando con la llegada de sus hijos Jesús y Sandra, para los que fue un padre abnegado y protector como ninguno. Karl era un hombre de pausa, buena conversación y buenos consejos. Tenía el blues, que lo diga su compañera Michelle, cantante de jazz de Alabama. Parecía ir siempre una marcha más lenta, lo cual le permitía observar y pensar con mucho detenimiento y profundidad de campo, encajándolo todo en el contexto social más amplio, adelantando movimientos como en un gran partido de ajedrez. Cuando llegabas a un sitio, él ya parecía estar de vuelta. Ahora ya no vuelve, pero siempre nos sonreirá desde el lugar de los justos.
Una amiga me dijo que en la medicina china, la vesícula era el órgano en el que se localizaba el sentido de la justicia. Por ahí le tumbó la muerte.
Mi amigo Karl Heisel
Necrológica
Christoph Ehlers
Universidad de Sevilla, expresidente del AGA y de la FAGE.