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Anduli
Revista Andaluza de Ciencias Sociales
ISSN: 1696-0270 • e-ISSN: 2340-4973
ECONOMÍA CAMPESINA Y EL PROGRAMA “PRODUCCIÓN
PARA EL BIENESTAR” EN TALEA DE CASTRO, OAXACA,
MÉXICO
PEASANT ECONOMY AND THE “PRODUCTION FOR WELL-
BEING” PROGRAM IN TALEA DE CASTRO, OAXACA, MEXICO
Karla-Alejandra Montes-Ramírez
Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, México
montesrkarla@yahoo.com.mx
https://orcid.org/0009-0009-7571-7843
Resumen
El “régimen alimentario corporativo” en
México descansó en el desmantelamien-
to de la producción agrícola nacional pero
en 2018, con el ascenso del gobierno pro-
gresista, se reorientaron algunas direc-
trices neoliberales en aras de recuperar
la soberanía alimentaria. Para ello, se
elaboró una política pública que alentara
la productividad agroecológica de granos
entre los pequeños productores. En este
contexto, el presente estudio diagnostica
el estado de la economía indígena cam-
pesina en el municipio San Miguel Talea
de Castro, Oaxaca, México, para expli-
car la lógica que guía a los zapotecos a
adaptar el programa Producción para
el Bienestar a sus formas de sustento
económico, social y cultural. Metodoló-
gicamente se parte de una encuesta de
entorno socio-productivo; para poste-
riormente etnograar el manejo local del
programa. El principal hallazgo muestra
el fracaso de la producción agroecológica
de granos básicos y su incidencia positiva
en la producción de café. Se concluye que
es preciso reelaborar los lineamientos de
la política, considerando la perspectiva de
los actores locales.
Palabras clave: economía campesina;
crisis; política pública; suciencia alimen-
taria, soberanía alimentaria, agroecología.
Abstract
The “corporate food regime” in Mexico
rested on the dismantling of national
agricultural production, but in 2018, with
the rise of the progressive government,
some neoliberal guidelines were
reoriented in the interest of recovering
food sovereignty. To this end, a public
policy was developed to encourage
agroecological grain productivity
among small producers. In this context,
this study diagnoses the state of the
indigenous peasant economy in the
municipality of San Miguel Talea de
Castro, Oaxaca, Mexico, to explain
the logic that guides the Zapotecs to
adapt the Production for Wellbeing
program to their economic, social and
cultural livelihoods. Methodologically,
we start with a survey of the socio-
productive environment, and then later
ethnograph the local management of
the program. The main nding shows
the failure of agroecological production
of basic grains, but its positive impact
on coffee production. It is concluded
that it is necessary to rework the policy
guidelines, considering the perspective
of local actors.
Keywords: peasant economy; crisis;
public politics; food sufciency, food
sovereignty, agroecology
Cómo citar este artículo / Citation: Montes-Ramirez, Karla-Alejandra (2024). Economía Campesina y el Programa
Producción para el Bienestar en Talea de Castro, Oaxaca, México. ANDULI 26 (2024) pp. 43-66. https://doi.
org/10.12795/anduli.2024.i26.03
Recibido: 23.10.2023 Revisado: 15.01.2024 Aceptado: 07.05.2024
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1. INTRODUCCIÓN
1.1. El proyecto global de la soberanía alimentaria y su incidencia en la política
pública productiva en México
La incorporación del proyecto político de la soberanía alimentaria por parte de gobier-
nos latinoamericanos progresistas como Ecuador, Bolivia, Brasil y México constituye
una alternativa de producción alimentaria a las afectaciones derivadas del mode-
lo económico neoliberal que acentúo el hambre, la desigualdad y la contaminación
ambiental expresada en el cambio climático (Affonso, Hugo et al., 2024; Saturnino
Borras, 2023; Blanca Rubio, 2011: 78-80).
El término soberanía alimentaria fue acuñado en 1996 por el movimiento global La
Vía Campesina (LVC, 1996), que por primera vez destacó la importancia económica,
cultural y agroecológica de los pequeños productores de alimentos como una vía
efectiva para cesar el hambre y la pobreza, conseguir el abasto sustentable de los
países y alcanzar la autonomía frente a las agroindustrias multinacionales. Igual-
mente, enmarcó el proyecto político en el derecho humano a una alimentación sana
y culturalmente adecuada, de ahí que demandase a los Estados la revocación de
las políticas de ajuste estructural, la instalación de medidas proteccionistas de la
pequeña producción campesina, el reparto de tierras y la canalización de recursos
públicos para un desarrollo rural sustentable (Benavides, Camila, et al., 2024; Satur-
nino Borras, 2023; LVC, 1996).
La trascendencia internacional alcanzada por los movimientos sociales en torno a la
producción de alimentos, fue documentada por Borras y Edelman (Borras, y Edel-
man, 2021) quienes señalaron que ante la amenaza de una escasez posterior a la
Segunda Guerra Mundial, se creó en 1946 la Federación Internacional de Producto-
res Agrícolas (PIPT, por sus siglas en inglés), agrupación que durante varias décadas
fue el movimiento agrario transnacional de mayor fuerza, hasta que se vio opacado
por la postura radical de LVC, disolviéndose en 2010.
Entre otras organizaciones involucradas en el movimiento por la soberanía alimen-
taria, los autores cuentan a la Federación Internacional de Movimientos Católicos
de Adultos Rurales, aliada de LVC, con organizaciones miembros en África, Asia,
Europa, Oriente Medio y América Latina; la organización Oportunidades Mundiales
en Granjas Orgánicas (WWOOF, por sus siglas en inglés), con presencia en Gran
Bretaña, Europa, Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos; y la Red de Producto-
res Campesinos y Agropecuarios (ROPPA, por sus siglas en inglés), que congrega
plataformas de 10 países francófonos, entre los que se encuentran Burkina Faso,
Nigeria, Sierra Leona, Liberia y Guinea Bissau, solo por mencionar algunas.
Tras largos años de lucha, LVC y sus aliados lograron insertar sus demandas polí-
ticas en la ONU, de manera que el 17 de diciembre de 2018 ese organismo inter-
nacional emitió la Declaración sobre los Derechos de los Campesinos y de Otras
Personas que Trabajan en las Zonas Rurales (UNDROP, por sus siglas en inglés).
Este trascendente marco normativo amparó los derechos humanos de los pueblos a
sus territorios, semillas, aguas y bosques.
El contexto internacional favorable a la soberanía alimentaria se vio fortalecido
en América Latina bajo el ascenso de gobiernos progresistas. Particularmente en
México, Andrés Manuel López Obrador creó una política social que busca repo-
sicionar económicamente a la agricultura de pequeña y mediana escala a través
de la puesta en marcha del paradigma agroecológico, cuyo objetivo es “desarrollar
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agroecosistemas con una dependencia mínima de elevados insumos agroquímicos
y energéticos” (Altieri y Toledo, 2011: 588).
Desde esta alternativa sostenible que alienta la recampesinización (Jan van der
Ploeg, 2010; Frances Thomson, 2023) el gobierno mexicano pretende revocar la po-
breza alimentaria de las familias rurales y avanzar en la recuperación de la soberanía
alimentaria del país. Acorde con Jan van der Ploeg el proceso de recampesinización
alude a “la lucha por la autonomía y subsistencia dentro de un contexto de privación
y dependencia” (Jan van der Ploeg, 2010: 27).
Cabe recordar que entre 1940-1970, México fue autosuciente en el abasto de gra-
nos básicos, de ahí que se hiciera posible el desarrollo del modelo económico cono-
cido como industrialización vía la sustitución de importaciones (Blanca Rubio, 2009:
37-60). Sin embargo, con el ascenso y consolidación de la política neoliberal, el
Estado desestructuró la producción interna de alimentos mediante el repliegue de la
inversión productiva del sector, la revocación de políticas proteccionistas del precio
y la apertura del mercado interno a través de la rma del Tratado de Libre Comercio
con América del Norte (TLCAN).
Este pacto comercial retiró gradualmente los aranceles a los granos básicos, y desre-
guló cultivos de exportación. Desde ese momento, los medianos y pequeños produc-
tores fueron sometidos a una competencia desleal frente a la importación de granos
baratos de las trasnacionales (Blanca Rubio 2014: 117-122).
La estela de profundos cambios favoreció a las agroindustrias multinacionales, que,
tras la apertura comercial, obtuvieron considerables ganancias al adquirir a bajo cos-
to materias primas nacionales utilizadas en la producción de alimentos procesados
(Blanca Rubio, 2009: 126-127, 132). Igualmente, cobró impulso la agroindustria de
Exportaciones Agrícolas No Tradicionales (EANT) como las bayas, las hortalizas y
las frutas, que satisfacen nuevos patrones de consumo de las clases medias y altas
del mercado global (William Robinson, 2015: 78).
Si bien es cierto que esta forma de producción agrícola se convirtió en punta de lan-
za de la captación de divisas para México, tal como lo advierte el crecimiento de la
balanza comercial de exportaciones, que de 380 millones de dólares en 1995 pasó
a 1,300 millones de dólares en 2019, ello no signicó que el sector agrícola nacional
se haya desarrollado signicativamente. Esto último se conrma al comparar el pro-
ducto interno bruto agrícola que, de 1995 a 2005, reportó una tasa de crecimiento
medio anual de 1.6% y de 2005 a 2019 de 1.9%, frente al ritmo de crecimiento de la
economía nacional que en el mismo periodo osciló en 3% y 4% (Juan Hernández,
2021: 1131-1132).
A esta dinámica que manipula al sector agrícola Philip McMichel la denomina régimen
alimentario corporativo. De acuerdo al autor, se trata de un tercer régimen alimentario
que históricamente corresponde a nuestro tiempo, en el que a diferencia de los dos
primeros establecidos en torno de un Estado hegemónico (primero Gran Bretaña y
después EE.UU), el actual apoya su hegemonía en las nanzas internacionales y
normas multilaterales. En este marco, la comida barata a nivel mundial depende de
la unión de los granos del Atlántico norte y las frutas, verduras y mariscos del sur,
en una división internacional del trabajo agrícola, a cargo de empresas transnacio-
nales y de relaciones comerciales dictadas por la Institución Financiera Internacional
(IFI), las políticas de ajuste estructural y los protocolos de la OMC. A su vez, estas
relaciones presionan la estandarización de los productores del campo para hacerse
capaces de abastecer los supermercados mundiales, desplazando y despojando a
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quienes no cumplen los requisitos; de manera que el régimen deviene en su contra-
dicción fundamental incrementando el hambre mundial antes que subsanarla (Philip
McMichel, 2015: 94).
En síntesis, la consolidación del “régimen alimentario corporativo” (Philip McMichel,
2015: 21) ha descansado en la subordinación del Estado mexicano a los dictados de
la economía global, a través de la dependencia alimentaria y la consolidación de la
agroindustria orientada a cadenas mundiales de distribución y comercialización de
los alimentos. Esta vocación exportadora ha impedido el desarrollo económico de
los pequeños y medianos productores nacionales, provocando en muchos casos el
abandono de las actividades agrícolas y agropecuarias.
Durante los últimos años, la pandemia de Covid 19 y el conicto bélico entre Rusia y
Ucrania recrudecieron los efectos de esta desestructuración agrícola nacional, con-
rmando la inviabilidad del descrito régimen alimentario corporativo. Según datos
estimados por el Banco Mundial (BM), el incremento de los combustibles en 2021
ascendió 67% en el caso del petróleo, y 91% en el gas natural, impactando el costo
de producción de los fertilizantes y como consecuencia el precio de los alimentos a
escala mundial (BM, citado en Angélica Enciso, 2022: 4).
En el caso de México, el Grupo Consultor Mercados Agrícolas (GCMA) calculó que
el primer semestre de 2022 el país erogó mil 394 millones de dólares en compra de
fertilizantes, cifra que resultó 55.5% superior a los 775 millones del primer semestre
de 2021. No obstante, con ese monto mayor de inversión, la cantidad de abono im-
portado aquel semestre de 2022 fue menor, porque se adquirieron únicamente mil
832 millones de toneladas, lo que constituyó un retraimiento del 16.5% frente a los 2
mil 194 millones de toneladas adquiridos el primer semestre de 2021 (GCMA, citado
en Braulio Carbajal, 2022: 17).
Igualmente, la importación de granos básicos y oleaginosas se encareció, porque
acorde con los datos de la misma consultora, México gastó 17 mil 700 millones de
dólares en 2022, lo que representó un incremento de 17.6% respecto de los 15 mil
millones de 2021, mientras que el volumen del mismo modo disminuyó, adquiriéndo-
se solamente 38 millones de toneladas, 1.5% menos respecto de la cifra récord de
38 millones 700 mil toneladas de 2021 (GCMA, citado en Braulio Carbajal, 2023: 13).
Con esta evidente dependencia a la economía global, la más reciente política pública
mexicana, adquiere relevancia porque busca alcanzar la suciencia alimentaria de
las familias en el ámbito rural, a la vez que posicionarlas como motor de desarrollo
productivo del sector agrícola nacional.
Particularmente, el Programa Producción para el Bienestar (2019-2024) en el que
se enmarca el presente estudio, proyecta el objetivo de elevar la productividad de
granos mediante técnicas agroecológicas, para lo cual se distribuyen directamente
subsidios económicos a pequeños y medianos productores, preponderantemente en
la región sur-sureste del país, donde se ubican sobre todo municipios con alta o
muy alta marginación y con población indígena. Estos montos actualmente oscilan
entre los 6,000 y 7,300 pesos, y son entregados en cada ciclo agrícola para las
erogaciones que los campesinos realizan en producción, la etapa poscosecha o en
alimentación1.
1 A nivel nacional, el programa reportó en 2022, 1 millón 869 mil 288 beneciarios, cuya produc-
ción ocupó 5 millones 911 mil 248.3 ha. De estos totales, el estado de Oaxaca representó el
11.5% de aliados y 8.8% de hectáreas (SADER, s/f).
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El programa también ofrece servicios de vinculación productiva como precios de ga-
rantía, fertilizantes, nanciamiento y acompañamiento técnico que, a través de es-
cuelas de campo, busca capacitar a los productores en la elaboración de bioinsumos
que recuperen la fertilidad de los suelos y eleven la productividad. Finalmente, alien-
ta procesos de comercialización de excedentes agrícolas, principalmente los cultivos
que anteriormente estuvieron orientados al mercado nacional e internacional, como
es el caso del café (SADER, 2022a).
1.2. La dinámica de la economía campesina tradicional frente a la agroecología
Uno de los temas que distinguen la propuesta de la soberanía alimentaria respecto
del despliegue productivo que caracterizó a la economía campesina en el modelo de
industrialización vía la sustitución de importaciones es el paradigma agroecológico.
Se trata de una iniciativa mediante la cual se interpela el modelo técnico de la Revo-
lución Verde que elevó la productividad de los cultivos a costa de la dependencia de
los agricultores a paquetes tecnológicos (semillas híbridas y fertilizantes), el deterioro
del suelo y la pérdida de la agrodiversidad (Altieri y Toledo, 2011: 587-588, 598; Holt
y Altieri, 2013: 92-93).
En contraste, se ha señalado que la agroecología se interesa por el desarrollo de
agroecosistemas que no dependan de agroquímicos (Altieri y Toledo, 2011: 588),
para lo cual apuesta por la diversicación y complejización de los cultivos agrícolas,
a la par de utilizar composta orgánica que nutre el suelo y retiene el agua.
De acuerdo con sus partidarios, el manejo técnico del agroecosistema, basado en
insumos locales, energía solar e innovaciones provenientes del conocimiento cam-
pesino tradicional, combate el cambio climático, mantiene una elevada productividad
de las cosechas, además de fortalecer la base de recursos endógenos y autocontro-
lados que coadyuvan a la autonomía de los pequeños productores respecto del mer-
cado capitalista. En este último sentido, se crítica a las cadenas de procesamiento,
distribución, comercialización y consumo de alimentos globales, porque destruyen
la agricultura de pequeña escala, optando en su lugar por los mercados de circuito
corto (Altieri y Toledo, 2011: 588-589, 596; Jan van der Ploeg, 2021: 279, 293; Jan
van der Ploeg, 2023; Jan van der Ploeg, 2015; Toledo y Barrera, 2017).
Los benecios del manejo agroecológico son elementos que conguran la actual
política pública mexicana Producción para el Bienestar que aquí se analiza. Sin em-
bargo, el objetivo ecológico que guía el programa resulta esencialista (Rachel Soper,
2020) al suponer que los indígenas campesinos cuentan con una matriz cultural en
la que subyacen conocimientos tradicionales que están al margen de los procesos de
modernización y que la sustentabilidad podría refuncionalizarlos. (Toledo y Barrera,
2008, p. 74). Este tipo de saberes tradicionales en realidad, son dinámicos, se trans-
forman conforme a los contextos históricos, económicos y culturales en los operan
para dar sentido a las prácticas agrícolas.
La propuesta de Roberto González (2001) corrige la inexactitud en la que se incurre
con la esencialización del modo de vida indígena campesino. Basado en el trabajo
de campo que realizó en San Miguel Talea de Castro, Oaxaca, México, el antropó-
logo postula la existencia de una ciencia zapoteca entendida como un sincretismo
de conocimientos provenientes de occidente y de la ciencia local. En este sentido,
arma que los indígenas campesinos no reproducen sin transformaciones sus for-
mas culturales y por lo tanto, tampoco los rasgos ecológicos que se supone han
caracterizado su producción agrícola; como si se conservara una versión cultural que
pudiera asumirse intacta. Lo que más exactamente ocurre, siguiendo su idea, es la
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adaptación local de los distintos saberes y recursos que los campesinos tienen a la
mano, siempre con el primordal objetivo de asegurar su reproducción.
Cabe notar en esto, que el término de ciencia zapoteca acuñado por Roberto Gon-
zález, denota el desarrollo de Norman Long sobre la capacidad de agencia de los
agricultores para conocer y organizar sus respuestas o estrategias de adaptación;
las cuales han puesto a operar frente a las históricas y múltiples intervenciones del
mercado y del Estado, que han incidido en sus “mundos de vida” (Norman Long,
2007: 442-443). Acorde con este autor, “[l]a noción de estrategia es importante para
comprender cómo los productores y otros habitantes rurales tratan de resolver sus
problemas de sustento y organizar sus recursos” (Norman Long, 2007: 68).
Con tal punto de vista, el estudio que se presenta utiliza el enfoque “centrado en el
actor” (Norman Long, 2007: 43) que ha tenido diferentes aplicaciones a escala inter-
nacional. Por ejemplo Funder y Mweembab (2019) estudian los acuerdos informales,
ajustes discrecionales y negociaciones que los funcionarios públicos realizan con
diferentes actores de las comunidades campesinas de Zambia, para garantizar la
aplicación de las políticas nacionales en torno a la adaptación del cambio climático.
Advierten al respecto, que los programas deben entenderse como una dinámica de
coproducción, que fortalece la presencia del Estado a nivel local aunque trastoca sus
objetivos iniciales.
En otro estudio, Nhodo, Lyod et al. (2013) analizan a través de la categoría de inter-
faz de Norman Long (Long, 1992 citado en Nhodo, Lyod et. al., 2013) los conictos
que ha suscitado entre ONG´s, jefes e indígenas campesinos, la implantación de
la agricultura de conservación en el distrito de Chivi, Zimbabwe. El centro de las
disputas se congura en torno a qué conocimiento debe primar para la producción
de alimentos y para el acceso a los recursos. Los investigadores concluyen que
para superar esas dicultades, es preciso interconectar el conocimiento cientíco
y el conocimiento local mediante un rediseño de las intervenciones que incorpore
metodologías participativas.
Un ejemplo más es el trabajo de Tim Hart (2012), quien concibe a la política pública
como un proceso social modelado por diferentes agencias políticas. Particularmente
destaca cómo la implementación del reparto agrario en una aldea sureña del Cabo,
se efectúa mediante traducciones que la población local y los servidores públicos
hacen a partir de sus intereses y perspectivas de vida particulares. Se señala la
valoración positiva de la política por los aldeanos, debido a que aun cuando la mayo-
ría se ocupa en empleos no agrícolas, sus medios de vida se han robustecido. Los
funcionarios por su parte, atribuyen el éxito del programa a la distribución productiva
de una tierra antaño ociosa y a la posibilidad de gestionar recursos para un supuesto
desarrollo agrícola. El autor sostiene entonces que ponderar el alcance de políticas
públicas no es relevante, sino conocer cómo funcionan para los actores involucrados
en éstas.
Mantener la atención en las potencialidades de la perspectiva analítica sobre la agen-
cia de los actores, resulta sumamente útil para explicar cómo el programa Produc-
ción para el Bienestar formulado a partir del paradigma de la soberanía alimentaria
ha sido adaptado a las particulares “formas de sustento económico, social y cultural”
(Norman Long, 2007: 443) de los campesinos zapotecos del municipio San Miguel
Talea de Castro.
El estudio es relevante en este sentido porque explica desde un enfoque micro es-
calar y etnográco, es decir “de abajo hacia arriba” (Nhodo, Lyod et al., 2013), los
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factores económicos, socioculturales y ecológicos que conguran la dinámica actual
de la agricultura indígena campesina y el tipo de incidencia que ha tenido la política
pública productiva a partir de la experiencia e intereses de los actores. Sin duda,
esta concepción analítica contribuye al diseño de políticas agrarias de países del sur
global donde aún existen los campesinos.
Durante el análisis también se recurrirá al concepto de “unidad económica campesi-
na pluriactiva” (Hubert Carton, 2009: 279-280) cuyos rasgos son:
1) se organiza en torno al trabajo familiar propio para producir mercancías; 2) se
vende, aunque sea parte, la producción en el mercado; 3) existe una lógica patriar-
cal y patrimonialista de la organización del trabajo que se centra en la producción
agropecuaria, aunque deja espacio para actividades complementarias como son
las artesanías, el trabajo asalariado fuera del predio; 4) tiene una racionalidad
propia, aunque se vincula al sistema capitalista dominante, esencialmente a través
del mercado producto. (Hubert Carton, 2009: 279-280)
En contraste con la propuesta agroecológica que concibe a los campesinos insertos
en una dinámica eminentemente agrícola, se observa que el concepto de unidad eco-
nómica campesina pluriactiva ayuda a describir más acertadamente la lógica de fun-
cionamiento de las explotaciones agrícolas en el municipio estudiado, precisamente
porque una de sus estrategias socioculturales de sobrevivencia es insertar a algunos
de sus miembros en actividades no agrícolas (Hubert Carton, 2009: 279-280).
En este escenario, el presente estudio tiene como objetivo diagnosticar mediante un
estudio de caso, el estado que guarda la economía indígena campesina del munici-
pio San Miguel Talea de Castro, para con esa exploración explicar la lógica que guía
a los zapotecos a ajustar el programa Producción para el Bienestar a sus formas de
sustento económico, social y cultural.
2. MATERIALES Y MÉTODOS
El enfoque metodológico que sustenta esta investigación es mixto; incorpora datos
sincrónicos de corte cuantitativo y cualitativo, y también es microescalar porque se
centra en tres de las cuatro localidades que forman el municipio San Miguel Talea de
Castro. La entidad se ubica en el complejo montañoso conocido como Sierra Juárez,
especícamente en el área nombrada como región del Rincón, a 120 kilómetros al
noroeste de la Ciudad de Oaxaca, México2.
Acorde con el último censo nacional, en 2020 su población total era de 2, 011 habitan-
tes, de los cuales el 43% hablaba lengua indígena (Instituto Nacional de Estadística
Geografía e Informática, [INEGI]). Pero este criterio, que correlaciona la lengua con
la identidad étnica, es reduccionista porque se ha evidenciado que la autoadscripción
y otras manifestaciones culturales son indicadores más acertados para considerar a
las personas como parte de un grupo indígena. En esta línea de razonamiento, se
arma que el municipio está habitado mayoritariamente por zapotecos.
En esta entidad se llevó a cabo un trabajo de campo entre los meses de octubre y
noviembre de 2022 y julio de 2023. Durante ese tiempo, se aplicó una encuesta de
2 La conguración ecogeográca del Rincón alberga tres importantes ecosistemas: el bosque sub-
tropical perennifolio entre los 300 y 1,100 msnm, el bosque mesólo de montaña entre los 800
y 1,800 msnm y el bosque de coníferas que se desarrolla en las partes altas, entre los 1,800 y
3,000 msnm (Leonardo Tyrtania, 1992: 21-22, 49-58).
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entorno socio-productivo a las autoridades agrarias y administrativas de la cabecera
municipal San Miguel Talea de Castro, y a las autoridades de las agencias Otatitán
de Morelos y San Bartolomé Yatoni3. El instrumento registró la siguiente información:
número de familias que habitan en la localidad, principales tipos de cultivo, la super-
cie promedio sembrada por familia, el rendimiento promedio anual, el destino; si es
para autoconsumo, para venta o mixto, y el precio por unidad.
En otra sección del instrumento denominado abasto, se registró el porcentaje de
familias que en cada una de las tres localidades compran maíz, la cantidad adquirida
durante el año, lugar de compra y precio.
Cabe señalar que la selección de las autoridades locales como informantes clave,
se justica porque son campesinos que han transitado por todos los escalafones del
sistema comunitario del gobierno civil y religioso. Trayectoria que les ha permitido
acumular conocimientos especializados para representar a la población, de ahí que
puedan considerarse por el investigador “fuentes de información satisfactoria sobre
pautas sumamente extendidas” (Agustín Santana, 2000:13).
Durante las dos estancias en campo, se acudió a la construcción de una etnografía
antropológica a partir de técnicas de observación, observación participante y una
serie de entrevistas semiestructuradas. De esta manera, se realizaron constantes
registros en un diario de campo acerca de las prácticas cotidianas asociadas a la
producción agrícola, así como extensas anotaciones sobre informaciones relevantes
descritas por los actores vinculados al programa objeto de estudio, recopiladas du-
rante conversaciones informales en las tres localidades contempladas.
Las entrevistas semiestructuradas se clasicaron en dos temas: campesinos sin vin-
culación al programa y campesinos inscritos al programa Producción para el Bienes-
tar. En la primera categoría se aplicaron tres entrevistas sobre producción agrícola;
una a una campesina de Yatoni, otra a un cafeticultor de Talea y otra a un campesino
de Otatitlán.
En el segundo tema, se realizaron seis entrevistas: una a la coordinadora de la es-
cuela de campo en Talea y a una beneciaria, una a dos beneciarias del programa
en Yatoni, dos a la coordinadora de la escuela de campo en Otatitán, otra a un be-
neciario de la misma localidad y una a la técnica agroecóloga. Con la nalidad de
proteger la identidad de los informantes, se usaron nombres cticios.
La información empírica se complementó consultando la documentación ocial, dada
a conocer por el gobierno federal mexicano desde la puesta en marcha del programa
en 2019. El análisis comienza con un diagnóstico productivo que toma como base los
registros cuantitativos obtenidos a partir de la encuesta a autoridades. Esta informa-
ción sirvió para trazar la dinámica socioeconómica común en las unidades domésti-
cas de las tres localidades estudiadas, fundamentalmente en cuanto a la producción
agrícola de los tres principales cultivos: el maíz, el café y la caña. El procesamiento
consistió en generar una base de datos mediante Microsoft Excel, de donde se extra-
jeron tablas analíticas de producción, compra, venta y consumo por cultivo.
La apreciación del estado de la economía campesina obtenida a partir de esta pri-
mera parte del análisis se correlacionó en un segundo momento con los registros
cualitativos, para incorporar al examen las opiniones y experiencias que los actores
3 En lo siguiente, nombradas como Talea, Otatitlán y Yatoni. La encuesta de entorno socioproducti-
vo nombrada “Encuesta a autoridades” (Ana Paula de Teresa, 1999; Ana Paula de Teresa, 2011)
ha sido utilizada por su autora para realizar investigaciones en la región de la Chinantla, Oaxaca,
México. Este instrumento es la base cuantitativa del estudio aquí presentado.
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locales expresaron respecto a la importancia e inconvenientes del programa Produc-
ción para el Bienestar (Norman Long, 2007).
El procesamiento de estos datos cualitativos se realizó con el software Tams Analy-
zer, que posibilitó la construcción de una matriz compuesta por 15 categorías ancla-
das al programa Producción para el Bienestar. Estas fueron: aliados, bioinsumos,
comercialización, escuelas de campo, fortalezas, infraestructura, limitaciones, ma-
nejo local, productividad, reglas, funciones de los técnicos, transición agroecológica,
utilización de recursos económicos y operativización.
Finalmente, se exploraron relaciones entre algunas de estas categorías conforme a
los conceptos de “unidad económica campesina pluriactiva” (Hubert Carton, 2009:
279-280) y del enfoque “centrado en el actor” (Norman Long, 2007: 43), a n de
contraponer para el análisis la información empírica con la perspectiva teórica guía.
3. RESULTADOS Y DISCUSIÓN
3.1. Diagnóstico de la economía campesina en el municipio San Miguel Talea
de Castro
El análisis de la “unidad económica campesina pluriactiva” (Hubert Carton, 2009:
279-280) requiere considerar sus características centrales, a saber: mantiene una
racionalidad propia orientada a asegurar la reproducción social de sus miembros
a través de la producción de alimentos; y recurre para ello, a la fuerza de trabajo
familiar y a las tierras que le posibilitan generar excedentes –productos agrícolas y
fuerza de trabajo–, mediante los cuales se vincula al mercado capitalista, obteniendo
ingresos económicos que utiliza para el fortalecimiento de su fondo de autoabasto y
para cubrir una serie de necesidades socioculturales.
En este sentido, se observó que en el municipio estudiado el maíz es central en la
reproducción de las familias. La Tabla 1 muestra a nivel de las localidades, la relación
entre producción, compra y consumo del grano en 2022.
Tabla 1. Producción, compra y consumo de maíz en el municipio
San Miguel Talea de Castro, 2022
Locali-
dad
Total
de fa-
milias
Familias
que
cultivan
% de
familias
que
cultivan
Total de
kg/ha
cultiva-
dos por
familia
anual-
mente
Total de
kg/ha
culti-
vadas
anual-
mente
% de
familias
que
compran
maíz en
Diconsa
Kg
que se
compran
anual-
mente
% que
se
compra
anual-
mente
Con-
sumo
promedio
anual
Kg
San
Miguel
Talea de
Castro
615 200 33% 864 172,800 100% 240,000 58.1% 412,800
Otatitlán
de
Morelos
68 63 93% 1,152 72,576 54% 30,000 29.2% 102,576
San
Barto-
lomé
Yatoni
83 63 76% 576 36,288 100% 36,000 49.8% 72,288
Fuente: Encuesta a autoridades, 2022, elaboración propia.
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 26 - 2024
• 52 •
En el caso de Talea, las 615 unidades familiares que conformaron la localidad en 2022
consumieron un promedio anual de 412,800kg de maíz. Sin embargo, 240,000kg que
equivalieron al 58.1% del total, fueron comprados en la tienda de abasto estatal Dis-
tribuidora e Impulsora Comercial Conasupo S.A. de C.V. (DICONSA).
Esto se debe a que únicamente 200 unidades domésticas produjeron los 172,800kg/
ha, correspondientes al 41.6% de la cantidad total de maíz que requirió el pueblo
para alimentarse. Se advierte así, que la población careció en promedio de casi 60%
del grano que demandó durante 2022, porque las 415 familias que no lo produjeron,
se orientaron en parte al monocultivo del café (Tabla 2) y/o a otras actividades no
agrícolas, propiciando a cambio, una signicativa dependencia alimentaria respecto
a dicho grano.
Por otra parte, Otatitlán se conformó de 68 familias que se alimentaron con un pro-
medio anual de 102,576kg de maíz al año. De este monto, 72,576kg/ha equivalentes
al 70.7% del total fueron producidos por 63 familias, las cuales representaron el 93%
de los hogares de la localidad. Aunque en este caso la mayor parte de la población
cultivó el grano, 30,000kg correspondientes al 29.2% del total consumido también se
compraron en DICONSA. Estas cifras contrastan con la situación de Talea; aunque
si bien, Otatitlán produjo la mayor parte de su abasto de maíz en 2022, también pre-
sentó décit en una tercera parte del total requerido para su subsistencia.
Cabe precisar que, en este caso, la insuciencia alimentaria distó de ser ocasionada
por las tendencias económicas y socioculturales presentadas en Talea. Lo que se
pudo observar aquí tiene que ver con los límites endógenos que derivaron de la alte-
ración de la capacidad de trabajo familiar debido a la migración, y de la insuciencia
del fondo de recursos necesarios para poner en marcha el ciclo de reproducción
campesina (Jan van der Ploeg, 2015: 45-47; Jan van der Ploeg, 2023: 1262-1263).
En cuanto a Yatoni, la localidad se integró de 83 familias cuyo consumo promedio
anual de maíz en 2022 se estimó en 72,288kg. De este monto, 36,000kg equivalen-
tes al 49.8% del total se adquirieron en DICONSA. Los otros 36,288kg/ha correspon-
dientes al 50.2% del total, fueron producidos por 63 familias que representaron el
76% de los hogares campesinos en la localidad.
Al comparar los 36,288 kg/ha cosechados en Yatoni frente a los 72,576 kg/ha re-
portados en Otatitlán, se constata una fuerte baja productiva en aquella localidad,
atribuible a la plaga conocida como “gallina ciega”4 que mermó los cultivos. Esta
interpretación se conrma al comparar los 576kg/ha producidos por una familia en
Yatoni, frente a los 1,152kg/ha reportados por un hogar en Otatitlán, revelando en el
primer caso un retraimiento del 50%.
El análisis de la producción en Yatoni permite tener en cuenta que los constantes
cambios climáticos de la región, así como la presencia oscilatoria de plagas, son
factores que históricamente han incidido en la producción de las cosechas (Tyrtania,
1992: 168). Los relatos de los indígenas evocan que las gentes antiguas padecían
hambre por el azote de plagas de langostas, sequías o el exceso de lluvias; de modo
que durante esos periodos aprendieron a alimentarse con tortilla de plátano, una
fruta altamente resistente a las crisis agroecológicas (Diario de campo, 31 de octubre
de 2022).
4 Las gallinas ciegas conocidas cientícamente como Phillophaga spp, Macrodactylus spp, y Ano-
mala spp. se alimentan de las raíces de las plantas de maíz y frijol, ocasionando severos daños
a la productividad agrícola (Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria
[SENASICA], 2023: 1).
Artículos • Karla Alejandra Montes Ramírez
• 53 •
Cabe destacar que el nivel adquisitivo de la gente mejoró notablemente con la lle-
gada del café a mediados del siglo XIX, porque su cultivo, intercambio o venta, les
permitió allegarse de maíz, primero, proveniente de los valles centrales de Oaxaca
(Pérez, 1997: 324-325) y después, de las tiendas DICONSA que lo ofrecieron a pre-
cios subsidiados.
En resumen, las condiciones de dependencia alimentaria de los campesinos zapo-
tecos obedecen a una concatenación de factores internos y externos entre los que
destacan: la separación del campesino como productor del grano, para orientarlo al
monocultivo del café y a otras actividades rurales, como ocurre en el caso de Talea;
se debe también, a los límites impuestos por la disposición de fuerza de trabajo y el
patrimonio de las familias, como muestra el caso de Otatitlán; o bien, a las oscilacio-
nes climático-naturales que difícilmente se pueden sortear porque son constitutivas
de la misma agricultura, como en el caso de Yatoni.
Otro cultivo importante en la economía agrícola del municipio es la caña. Una planta
que al alcanzar su madurez, es cortada y exprimida para obtener un líquido dulce del
que se elabora la panela; melaza sólida que sirve como energético a los habitantes
serranos.
A diferencia de la producción de maíz que se orienta únicamente al autoconsumo,
la panela tiene un destino mixto: el autoabasto y la venta en circuitos económicos
regionales del Rincón. La Tabla 2 reporta la producción de panela en 2022 y la Tabla
3 los ingresos familiares anuales.
Tabla 2. Producción y consumo de panela en el municipio San Miguel Talea de Castro, 2022
Localidad Total de
familias
Familias que
cultivan
% de familias
que cultivan
Total de kg/
ha cultivadas
por familia
anualmente
Total de kg/
ha cultivadas
anualmente
Autoconsu-
mo anual por
familia kg
San Miguel
Talea de
Castro
615 10 2% 3,312 33,120 54
Otatitlán de
Morelos 68 20 29% 800 16,000 54
San
Bartolomé
Yatoni
83 62 75% 4,000 248,000 54
Fuente: Encuesta a autoridades, 2022, elaboración propia.
Tabla 3. Ingresos de panela en el municipio San Miguel Talea de Castro, 2022
Localidad Familias que
cultivan
Total de kg/ha cultivadas por
familia anualmente para venta
Precio
(pesos/kg)
Ingreso anual
(pesos)
San Miguel
Talea de
Castro
10 3,258 $ 25.00 $ 81,450.00
Otatitlán de
Morelos 20 746 $ 21.87 $ 16,315.00
San
Bartolomé
Yatoni
62 3,946 $ 22.5 $ 88,785.00
Fuente: Encuesta a autoridades, 2022, elaboración propia.
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 26 - 2024
• 54 •
Pese a la importancia sociocultural del energético, en 2022 únicamente 10 familias
de Talea se concentraron en el rubro. Líneas anteriores se señaló que este fenómeno
de abandono de algunas actividades productivas se encuentra vinculado al proceso
de especialización cafeticultora, el cual atrae particularmente a las familias campesi-
nas de la cabecera, quienes han considerado que la venta de la rubiácea les provee
la liquidez necesaria para, entre otras cosas, adquirir el preciado endulzante que
producen los pueblos vecinos.
Las pocas familias taleanas que se dedicaron a la elaboración de panela reporta-
ron cada una, un promedio anual de 3,312kg/ha. De ese total, 54kg los destinaron
al autoabasto y los restantes 3,258kg se orientaron a la venta, de modo que cada
hogar obtuvo un ingreso anual promedio de 81,450 pesos por este concepto (Tabla
3). Al comparar estos ingresos con los obtenidos por la venta del café, estimados
en 134,964 pesos anuales por familia (Tabla 5), es posible sostener que la venta de
panela representó un ingreso secundario en el 2% de los hogares.
En Otatitlán, la elaboración de panela involucró a 20 familias que representaron el
29% del total. Cada una consumió en promedio 54kg anuales (Tabla 2), en tanto que
746kg/ha excedentes de su producción familiar se comercializaron percibiendo un
ingreso anual de 16,315 pesos cada una (Tabla 3). Nuevamente, si se contrasta este
monto frente a los ingresos del café, calculados en 32,499 pesos por cada familia
cafeticultora de esta localidad (Tabla 5), la venta de panela representó, al igual que
para Talea, un ingreso secundario.
Respecto a Yatoni, 62 familias equivalentes al 75% del total, produjeron cada una
un promedio anual de 4,000kg/ha de panela. De este monto, 54kg se destinaron al
consumo alimentario anual, comercializando los 3,946kg sobrantes, que a su vez
les redituaron 88,785 pesos anuales (Tabla 3). Al examinar estos ingresos respecto
de los 38,500.27 pesos obtenidos por la venta de café (Tabla 5), se advierte que la
panela constituyó el ingreso principal de esta localidad.
No obstante, cabe señalar que aun cuando se trata de un alimento sumamente
apreciado por los habitantes del Rincón, su comercialización carece de rentabilidad
porque el precio regional no alcanza a cubrir los costos totales invertidos para su
producción, sin embargo, es una actividad que persiste. Este hecho se puede atri-
buir a la capacidad de agencia de la población zapoteca que busca mantener sus
condiciones de reproducción sociocultural haciendo coexistir en múltiples formas la
lógica campesina del autoabasto y su vinculación mercantil (Norman, Long, 2007:
442-443).
Pasando a otro rubro, se indicó previamente que el café fue el cultivo comercial que
permitió a los campesinos del municipio obtener ingresos para resarcir las magras
cosechas de maíz y/o emprender los ciclos productivos agrícolas. Actualmente tam-
bién ayuda a solventar otras necesidades familiares, entre las que se encuentran,
costear la educación de los hijos, mejorar las casas, adquirir animales de traspatio y
expandir los terrenos agrícolas (Jan van der Ploeg, 2015: 62-63).
Sin embargo, a partir de la desregulación del mercado mundial del café ocurrida en
1989, así como del retiro del Estado mexicano en las políticas proteccionistas del
precio e inversión productiva en el sector agrícola derivado del “régimen alimentario
corporativo” (Philip Mc Michel, 2015: 94), este cultivo declinó su rentabilidad al que-
dar sujeto a los vaivenes del libre mercado (Bartra, Armando et al., 2011: 208-209).
Como consecuencia, la pobreza campeó nuevamente en las pequeñas agricultu-
ras, obligando a los campesinos a, entre otras cosas, abandonar sus tierras para
Artículos • Karla Alejandra Montes Ramírez
• 55 •
insertarse en los ujos migratorios internacionales con el n de obtener dinero que
sufragase los costos de vida de sus familias y contribuyese a fortalecer su patrimonio.
En las localidades del caso estudiado, se observó que tras varios años fuera de Mé-
xico, algunos migrantes regresaron a sus lugares de origen reincorporándose a sus
antiguas actividades campesinas, lo que denota una dinámica de recampesinización
(Jan van der Ploeg, 2010: 27, Frances Thomson, 2023).
Por ello, a partir de los resultados identicados y otros que se desarrollan poste-
riormente, se argumenta que las tendencias económicas desestructurantes de la
economía mundial han estado mediadas por el importante papel de la agencia de
los actores, quienes –como se ha mostrado– han desplegado constantemente una
variedad de respuestas para persistir como productores tradicionales de alimentos
(Norman Long, 2007: 442-443). Así lo reexionó una de las campesinas entrevista-
das en Yatoni:
mucha gente no se arriesga al campo. Por lo mismo de que hay que invertirle
mucho y a veces a duras penas tiene uno para comer al día. Entonces se les hace
más fácil migrar, trabajar para alguien y diario tienes un dinerito para comer, pero
a la larga, tu fuerza se te va y qué haces. No tienes nada. En cambio, si le invier-
tes un poco al campo, sí es sacricio porque te toca comer frijolitos y vives al día,
pero de aquí a dos años, a tres años, ya por lo menos vas a tener para que tus
hijos puedan estudiar. Llegando la temporada de café es cuando se recupera uno.
A veces tienes que sacar un préstamo porque ya no te alcanzó el dinerito, pero
tú sabes que llegando el café ya lo vas a reponer. (Erlinda Mateo, comunicación
personal, 11 de noviembre de 2022)
El razonamiento también expresa la importancia local que mantiene el cultivo del
café aun a costa de sus bajos precios, en similitud con lo que ocurre en Yatoni con la
panela. La Tabla 4 detalla la productividad de la rubiácea en 2022 y la Tabla 5, como
ya se señaló, los ingresos familiares anuales.
Tabla 4. Producción de café en el municipio San Miguel Talea de Castro, 2022
Localidad Total de
familias
Fami-
lias que
cultivan
% de familias
que cultivan
Total de kg/
ha cultivadas
por familia
anualmente
Total de kg/
ha cultivadas
anualmente
San Miguel Talea de
Castro 615 400 65% 2,070 828,000
Otatitlán de Morelos 68 68 100% 575 39,100
San Bartolomé Yatoni 83 60 72% 632.5 37,950
Fuente: Encuesta a autoridades, 2022, elaboración propia.
Tabla 5. Ingresos familiares por la venta de café en el municipio
San Miguel Talea de Castro, 2022
Localidad Total de kg/ha cultivadas
por familia anualmente
Precio
(pesos/kg)
Ingreso anual
(pesos)
San Miguel Talea de
Castro 2,070 $ 65.20 $ 134,964.00
Otatitlán de Morelos 575 $ 56.52 $ 32,449.00
San Bartolomé Yatoni 632.5 $ 60.87 $ 38,500.27
Fuente: Encuesta a autoridades, 2022, elaboración propia.
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• 56 •
Al comparar las 400 familias que se dedicaron al café en Talea (Tabla 4) frente a las
200 que produjeron maíz (Tabla 1), se comprueba la vocación cafeticultora de la ca-
becera municipal que se ha aducido en líneas anteriores. Cabe decir que este fenó-
meno se explica porque a nales de la década de 1950, la empresa estatal conocida
como Instituto Mexicano del Café (INMECAFÉ), diseminó entre los pequeños pro-
ductores de diversas zonas rurales del país, una política pública agrícola orientada a
la especialización cafeticultora, que redituaría divisas al Estado y dotaría de liquidez
a las familias rurales para adquirir y consumir alimentos industrializados provenientes
de las ciudades (Margarita Nolasco, 1986 citada en Toledo y Barrera, 2017). En otras
palabras, la ideología modernizante del Estado mexicano consistía en promover la
especialización productiva del campesino y el abandono de la milpa. Ideas que inclu-
so hoy persisten entre los cafeticultores de Talea. Uno de los entrevistados comentó:
el problema es que la gente se dedica al autoconsumo. Por eso descuidan el café,
no hacen las podas por andar en el maíz. Se abandona el cafetal porque la pro-
ducción de maíz demanda que la gente después de la cosecha de café se ponga
a recoger la cosecha de maíz y ya no procuran el cafetal; por eso se descuida la
sombra, se descuida la poda. (Joaquín Tehaulos, comunicación personal, 14 de
noviembre de 2022)
Respecto a los ingresos redituados por este cultivo en 2022, se aprecia que una
familia cafeticultora taleana produjo un promedio anual de 2,070kg/ha con los que
obtuvo 134,964 pesos (Tabla 5). Al comparar estos montos frente a los reportados
por las familias de los pueblos vecinos, se evidencia que en esta localidad la rubiá-
cea constituyó por mucho el principal ingreso agrícola.
En Otatitlán la totalidad de las familias se dedicaron a la cafeticultura, y en conjunto,
produjeron un promedio anual de 39,100kg/ha de café (Tabla 4). Al contrastar los 63
hogares que produjeron maíz (Tabla 1), frente a los 68 que se dedicaron al cultivo co-
mercial del café (Tabla 4), es patente que ambas actividades fueron igualmente valo-
radas por los campesinos indígenas. Lo anterior se aprecia al comparar los 1, 152kg/
ha de maíz obtenidos por una familia (Tabla 1) respecto de los 575kg/ha cosechados
de café (Tabla 5). En este sentido, los otatitlecos optaron por aprovisionarse de maíz
y otros cultivos asociados al sustento, a costa de percibir menores ingresos por la
venta de café, lo que denota sus esfuerzos por asegurar su producción de alimentos.
Por lo que hace a Yatoni, la productividad total de las 60 familias dedicadas a la ca-
feticultura fue de 37,950 kg/ha; una cifra similar a la reportada por Otatitlán (Tabla 4).
Igualmente, el cultivo de maíz en combinación con el café se estableció como una
estrategia importante en la reproducción de los habitantes de la localidad, porque
ambos cultivos aglutinaron a la mayoría de los hogares (Tabla 1 y 5). Especícamen-
te en el caso de la rubiácea, a nivel familiar se observó una productividad promedio
anual de 632.5 kg/ha, monto que les permitió percibir un ingreso de 38,500.27 pesos
por familia.
De acuerdo con esto, se podría concluir que el pueblo despliega un comportamiento
económico semejante al de su vecino Otatitlán; no obstante, cabe recordar que la
producción de panela constituye su recurso clave en la obtención de mayores ingre-
sos. La estrategia de los campesinos de Yatoni ha consistido entonces en procurar
ampliar su margen de liquidez y así hacer frente a las desavenencias agroecológicas
acaecidas en la milpa, a partir de la producción del energético local.
El complejo panorama marcado por la insuciencia de granos básicos y la crisis de
rentabilidad de los cultivos comerciales en la región, se complicó debido a la crisis
Artículos • Karla Alejandra Montes Ramírez
• 57 •
agroecológica ocasionada por el hongo de la roya. Desde 2016 ha afectado conside-
rablemente la productividad del café arábigo, variedad que históricamente fue adap-
tada por las localidades del Rincón. En tales circunstancias, destaca la tenacidad e
ingenio de los campesinos zapotecos para aprovechar las oportunidades de reponer
sus medios de vida.
Cuenta la gente del municipio que, en 2014, antes de que se presentara la plaga,
vendieron su café a una comercializadora denominada UNECAFE S.C., la que a
su vez, fungía como intermediaria de la empresa Agroindustrias Unidas de México
AMSA. Dada la calidad de la rubiácea producida en el Rincón y con miras a continuar
los tratos en el futuro, la comercializadora les obsequió como prima social, nuevas
variedades de planta resistentes a la roya. Las personas que en aquel entonces tu-
vieron dinero y disposición a incorporar nuevos cafetos, aceptaron el ofrecimiento de
UNECAFE. De manera que cuando se desató la crisis de la roya, pudieron obtener
cosechas de estas otras variedades adquiridas. Así lo expresó uno de los producto-
res de Otatitlán:
UNECAFE, ya nos dijo, ‘mira, nosotros vamos a trabajar con ustedes, está bueno
su café’. Ellos nos trajeron ese café, por una prima social. Ya nos trajeron plantas,
nos trajeron 12 mil plantas, pero aquí no se animaron, se anotaron de a 120 de a
50 plantas. Como 5 personas fueron los que nos anotamos de 500 plantas. Tam-
bién nosotros estábamos en duda. Dejaron 4600 plantas y eso es lo que está pro-
duciendo ahorita. (Hugo Briseño, comunicación personal, 31 de octubre de 2022).
A partir de este tipo de insumos que se incorporaron a los circuitos locales de pro-
ducción, se proveyó también a los campesinos que aún no contaban con las nuevas
plantas mediante relaciones de intercambio y ventas locales. Pese a que la gente
expresa aprecio por el café arábigo, ya que constituye una herencia de sus padres,
muchos piensan que difícilmente sobrevivirá a las inclemencias de la roya. En este
complejo escenario, el programa gubernamental Producción para el Bienestar llegó
en 2019.
3.2 El manejo local del programa Producción para el Bienestar
Cabe recordar que los objetivos de esta política pública concebida desde el para-
digma de la soberanía alimentaria (Benavides, Camila et al., 2024; Affonso, Hugo
et al., 2024; Saturnino Borras, 2023; Blanca Rubio, 2011: 78-80; LVC 1996); buscan
elevar la producción de granos básicos a partir de la puesta en marcha de técnicas
agroecológicas; además de ofrecer vinculación productiva a través de precios de ga-
rantía, fertilizantes, nanciamiento y un acompañamiento técnico mediante escuelas
de campo (SADER, 2022a); así como fortalecer los procesos de comercialización de
los cultivos.
Sin embargo, como se muestra adelante, el programa presenta problemas en el dise-
ño de los lineamientos de operación y en la intervención de los territorios a los que se
dirige; ambas fallas han socavado el alcance de sus objetivos. En el municipio objeto
de investigación, se generaron gastos económicos innecesarios a los campesinos,
debido a la ineciencia en el levantamiento del padrón.
Cuando las irregularidades en la inscripción se superaron, los subsidios fueron reci-
bidos directamente por los campesinos, acorde con el cultivo inscrito. Cabe resaltar
que el programa solo otorga dinero en un rubro (café, maíz, frijol o caña), aun cuan-
do se ha demostrado que los agricultores cosechan al menos tres. Igualmente, la
frecuencia de los apoyos se distribuye anualmente, obviando que el maíz tiene dos
ciclos productivos al año (primavera-verano y otoño-invierno). Este desconocimiento
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 26 - 2024
• 58 •
acerca de la dinámica campesina tradicional por parte de los diseñadores del pro-
grama, que formulan las intervenciones de arriba hacia abajo obviando las voces de
los actores (Nhodo, Lyod et al, 2013), tiene como resultado que los ingresos resulten
insucientes para elevar la productividad de las cosechas.
Una beneciaria originaria de Yatoni comentó: “cada año nos da 6,000 pero, aunque
así no nos alcanza, porque sí nos lleva mucho. Para estar rozando, darle manteni-
miento a nuestro cafetalito, sí nos lleva trabajo y dinero” (Yesica Hernández, comuni-
cación personal, 21 de noviembre de 2022).
Aunado a lo anterior, los montos dinerarios no están condicionados a la implemen-
tación de la propuesta agroecológica. Debido a esto, ningún ingeniero agrónomo se
presentó los primeros tres años del programa, provocando en los campesinos el des-
conocimiento de las técnicas alternas de producción. Esta ausencia contrastó con lo
documentado por Funder y Mweembab (2019) en Zambia, donde los extensionistas
estaban interesados en aplicar las políticas de adaptación al cambio climático para
fortalecer la presencia del Estado, lo cual lograban modicando los objetivos de esos
programas. En el caso que se analiza, la ausencia del personal técnico favoreció un
amplio margen de maniobra local de los subsidios, modicando igualmente los obje-
tivos del programa, tal como lo muestra la Tabla 6.
Tabla 6. Evolución del padrón de Beneciarios del Programa Producción para el Bienestar,
en el municipio San Miguel Talea de Castro
Año Beneciarios Monto (pesos)
2019 288 $ 1,164,896.00
2020 297 $ 1,242,896.00
2021 287 $ 1,361,320.00
2022 217 $ 1,332,000.00
Fuente: SADER (s/f), elaboración propia.
La gran mayoría de los inscritos en Producción para el Bienestar explicaron su in-
terés en obtener los ingresos federales porque en el caso del maíz, les brinda un
recurso que contribuye a sufragar los costos del fertilizante químico utilizado para su
producción. En el caso del café, el dinero subvenciona parte del pago de jornaleros
y en la caña, solventa los gastos de la yunta y el trapiche.
Otra estrategia que los aliados implementan para ampliar la capacidad de conjuntar
subsidios gubernamentales, consiste en inscribir a uno o varios miembros de la fami-
lia en diferentes rubros del programa. Un beneciario de Otatitlán comentó:
Ella está en café y yo estoy en maíz ¿no? ya nos igualaron, porque decían, ‘no
era justo que a los de café les llegara 6,000 y a los de maíz 1,600’. Entonces a
mí me llegan 6,000 y a ella le llegan 6,000 y los ahorramos, y ya conforme vamos
necesitando, lo vamos usando. (Pánlo Juárez, comunicación personal, 7 de no-
viembre de 2022)
En este sentido, se constata que los campesinos han traducido la política pública a a
sus perspectivas de vida local que implican ante todo, el fortalecimiento de la base de
recursos que coadyuven a su reproducción sociocultural (Tim Hart, 2012).
En 2022, tras la publicación anual de las reglas de operación del programa en las
que se detallaba cómo se implementaría la práctica de acompañamiento técnico
(SADER, 2022a: 8,17), llegó al municipio una técnica agroecóloga encargada de
Artículos • Karla Alejandra Montes Ramírez
• 59 •
organizar los territorios en los que se instalarían escuelas de campo. La cabece-
ra municipal de Talea albergó dos, en tanto que Yatoni y Otatitlán albergaron una,
respectivamente.
Acorde con los datos obtenidos de las entrevistas a las coordinadoras y beneciarias
locales de dichas escuelas de campo, en 2022 los asistentes a nivel municipal fueron
56. Comparando este número frente a los 217 empadronados en el programa (Tabla
6), la asistencia que se tuvo fue de 25% del total (Soraida Sampeiro, comunicación
personal, 3 de noviembre de 2022; Juana Jiménez, comunicación personal, 13 de
noviembre de 2022; Yesica Hernández y Luisa Quintero, comunicación personal, 21
de noviembre de 2022).
De esta manera, el bajo impacto de la propuesta agroecológica tiene al menos dos
explicaciones: por un lado, se señaló que en el plano del diseño, el Programa Pro-
ducción para el Bienestar no se articula la recepción de los subsidios con el apren-
dizaje e implementación del paradigma sustentable; y por otro, se identica que los
campesinos zapotecos no están de acuerdo en la transición agroecológica porque,
a corto plazo, les disminuye la obtención de granos básicos como el maíz y el frijol.
Así lo comentó la coordinadora de la escuela de campo en Otatitlán: “es que sí nos
dicen que le echemos lixiviado5 pero como nosotros estamos acostumbrados aquí,
no da como tiene que darse, pero la ingeniera nos dice que pruébemos pues” (Sorai-
da Sampeiro, comunicación personal,18 de julio de 2023). En el mismo sentido, otra
beneciaria del programa en Talea declaró: “nos decía la ingeniera ‘es que échenle lo
orgánico a lo que es el maíz’. Yo lo probé, me dio media bolsa de cosecha. Entonces,
¿qué voy a hacer con media bolsa de cosecha para toda la familia?” (Tomasa Pérez,
comunicación personal, 15 de noviembre de 2022).
Lo que puede interpretarse como una terca resistencia a adoptar prácticas produc-
tivas sustentables para la producción de granos básicos, en realidad denota una
estrategia de los campesinos para asegurar su fondo de autoabasto a corto plazo
(Norman Long, 2007: 68). La implementación de técnicas agroecológicas puede re-
cuperar la fertilidad del suelo, combatir las plagas, evitar la dependencia de insumos
químicos y elevar la producción de granos a largo plazo (Altieri y Toledo, 2011: 588-
589, 596, Holt y Altieri, 2013: 92-93; Jan van der Ploeg, 2021), no obstante, esta op-
ción implica en el tiempo presente que los campesinos estén dispuestos a disminuir
sus reservas alimentarias, de por sí precarias; lo cual constituyen un contrasentido
a su lógica de funcionamiento y a su racionalidad campesina (Hubert Carton, 2009:
279-280).
Este análisis se fortalece a la luz de lo registrado por Nhodo, Lyod et al. (2013)
quienes atribuyeron la renuencia de los campesinos del distrito de Chivi, Zimbabwe,
a adoptar la agricultura de conservación porque resultaba inadecuada al medio geo-
gráco y a las prácticas tradicionales de producción de alimento que habían garanti-
zado su reproducción social a lo largo del tiempo.
Por otra parte, se señaló en el apartado 1.2 que la propuesta agroecológica consti-
tuye una crítica frontal a el paquete tecnológico introducido por la Revolución Verde,
debido a los estragos ambientales ocasionados por el uso intensivo de agroquími-
cos, empleados para elevar la productividad de las cosechas (Altieri y Toledo, 2011:
587-588, 598; Holt y Altieri, 2013: 92-93). No obstante, esta interpelación de la agro-
ecología deja de lado que: “[t]odas las formas de intervención externa se traducen
necesariamente en los modos de vida de los individuos y grupos sociales afectados,
5 Bioinsumo líquido utilizado para fertilizar las plantas de maíz, café o caña.
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• 60 •
y de esta manera, son mediadas y transformadas por estos mismos actores y sus
estructuras” (Norman Long, 2007: 42).
Lo anterior coloca en un plano central el uso sociocultural que se tiene del fertilizante
químico, práctica que Roberto González subsume en la “ciencia zapoteca” (2001).
Históricamente los campesinos serranos tenían dos o tres parcelas distribuidas en
diferentes altitudes de las montañas. Cuando una de éstas era trabajada durante dos
ciclos agrícolas continuos, el resto se descansaba en períodos de barbecho corto
que oscilaban de uno a tres años, garantizando la recuperación de sus nutrientes.
Al incorporarse el fertilizante químico, las parcelas más alejadas a los pueblos, lo-
calizadas en altitudes superiores a los 1700 o por debajo de los 800 msnm, fueron
abandonadas favoreciendo la recuperación de amplias franjas de cobertura forestal
en esas zonas; esto fue posible porque la rotación de terrenos agrícolas se pudo
circunscribir a las tierras aledañas a las localidades, las cuales fueron las abonadas
mediante fertilizantes (Roberto González, 2001: 145, 281, 287).
Además de disponer de terrenos cultivables cercanos, una de las ventajas que los
indígenas destacan por el empleo del abono químico es el rendimiento productivo,
que, pese a no ser suciente para cubrir las necesidades alimentarias de las familias,
es mucho más productivo frente a las cosechas de antaño. Sin embargo, es muy
importante destacar que el uso del agroquímico está mediado por el conocimien-
to sociocultural de la fragilidad del ecosistema; es decir, esta práctica denota un
sincretismo entre conocimientos occidentales y tradicionales, por ello se utiliza con
moderación. Explorando esta lógica, Roberto González etnograó las palabras de un
campesino de Talea:
Este año llovió a tiempo [mediados de mayo], por eso el suelo está húmedo. El
maíz crecerá sin ninguna carga, y las raíces se extenderán lenta y ampliamente.
El fertilizante se puede agregar después, una vez que las raíces estén listas para
crecer, por eso la planta ‘carga’ [signica que se desarrolla de lleno, con elotes
grandes y con grandes granos]. Poner el fertilizante antes de la lluvia causará
problemas: dará una planta que parece saludable y alta por fuera, pero no tendrá
raíces. No tiene fundamento. La primera lluvia o viento fuerte que llegue la tirará
porque es muy alta y con raíces pequeñas. Uno debe ser muy cuidadoso6. (Rober-
to González, 2001: 146)
Claramente, las prácticas productivas tradicionales están orientadas por una racio-
nalidad distinta a la de agricultores capitalistas, porque el uso del fertilizante químico
se subordina a los patrones tradicionales de cultivo que expresan un largo proceso
de reformulación y cambios para adaptarse al ecosistema en el que habitan. De
esto que los opuestos esencialistas que suelen asumirse entre agricultura campesi-
na convencional y agricultura campesina agroecológica, no resulten útiles para dar
cuenta de la complejidad del manejo local zapoteco (Toledo y Barrera, 2008, p. 74;
Rachel Soper, 2020).
3.2.1. Las escuelas de campo: canales para colocar excedentes agrícolas en
nichos de mercado
En el apartado anterior se indicó que los subsidios no se condicionan a la implemen-
tación de las técnicas agroecológicas; por esta razón, los asistentes a las escuelas
de campo están genuinamente interesados en transformar sus prácticas agrícolas,
particularmente la producción de café.
6 Traducción propia.
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Las escuelas de campo proporcionan semillas de cafetal y hortalizas, infraestruc-
tura para los viveros, sistemas de riego y tanques para almacenar los bioinsumos.
Igualmente, la técnica agroecóloga elabora un plan de trabajo con los campesinos
para enseñarles a preparar bioinsumos7, subproductos, implementar huertas y, sobre
todo, supervisar los procesos de recolección de café, selección de granos, despulpa-
do, secado y almacenaje, para conseguir la suciente calidad que les permita colocar
la rubiácea en el mercado de especialidad.
Si bien esto incrementa las jornadas de trabajo de los campesinos, han estado dis-
puestos a realizarlas porque desean obtener mejores ingresos frente a la venta del
café convencional. Es de esta manera que la propuesta agroecológica ha adquirido
relevancia en las localidades estudiadas, dado que las enlaza al mercado capitalista,
y este ha sido uno de los alcances más valorados acerca del programa (Rachel So-
per, 2020: 278; Tim Hart, 2012).
La cadena de café Producción para el Bienestar tiene un importante componente. La
técnica agroecóloga explicó los detalles:
Buscamos mercado, pero para el café ya tenemos compradores o contactos; como
una red de organizaciones o empresas que compran café, entonces, siempre se
busca al mejor comprador, y siempre le decimos al productor, ‘¿cuánto volumen se
puede cosechar?’, ¿cuánto creen ellos que se puede sacar? nosotros hacemos un
estimado a nivel MICI. MICI es una regionalización únicamente para escuelas de
campo. Entonces, hacemos un estimado de cuánto puede ser de café y ya al mejor
comprador le decimos que tenemos un estimado de la cosecha de tanto. De tal
calidad, ‘¿te interesa?’ Si él dice ‘sí’, el contacto es directo, comprador-productor.
Nosotros evitamos el intermediarismo, entonces el comprador tiene que venir a la
localidad a hablar con ellos, y ellos deciden si venden o no venden, como colecti-
vo. (Rocío Quintero, comunicación personal, 17 de noviembre de 2022)
Experiencias como ésta han sido un fuerte estímulo para que el resto de los pro-
ductores inscritos en las escuelas de campo, concentren su energía en el proceso
productivo. Ha impactado incluso en algunos productores de café convencional, que
ahora consideran una muy buena opción adoptar los sistemas agroecológicos.
Por otra parte, el programa alimenta ferias regionales o mercados de circuito corto
(Jan van der Ploeg, 2021; Jan Van der Ploeg, 2023) para promover diversos exce-
dentes agrícolas que están en transición agroecológica o subproductos –jabones de
café, nieves de café, licores de café, panela granulada, buñuelos, etcétera–, no obs-
tante, los campesinos muestran poco interés porque ha resultado ser una actividad
sin rentabilidad.
Así lo comentó la coordinadora de Otatitlán “a veces nos mandan a vender productos
fuera y como es lejos, nos sale más caro” (Soraida Sampeiro, comunicación perso-
nal, 18 de julio de 2023). Otros más se quejan porque los subproductos que se elabo-
ran no están relacionados con las actividades agrícolas: “la ingeniera nos enseñó a
hacer mermeladas, licor macerado, curados de fruta. Está vez vamos a llevar harina
para hacer churros, pero eso ¿qué tiene que ver con el campo?” (Pánlo Juárez,
comunicación personal, 7 de noviembre de 2022).
7 Los bioinsumos se obtienen de procesar materia vegetal y multiplicar microorganismos. Se em-
plean para regenerar el suelo, nutrir, proteger y elevar la productividad de las plantas. El progra-
ma Producción para el Bienestar utiliza los siguientes bioinsumos: bocashi, lixiviado de lombriz,
caldo sulfocálcico y lombricomposta (SADER, 2022b).
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Los datos conrman que los campesinos no están interesados en encarnar el ideal
del campesino ecológico, que apuesta por los mercados de circuito corto en desme-
dro del mercado capitalista (Altieri y Toledo, 2011; Toledo y Barrera, 2017, Jan van
der Ploeg, 2021; Jan van der Ploeg, 2023), de manera que la lógica de funcionamien-
to de la unidad económica pluriactiva campesina descrita por Hubert Carton (2009)
se contrapone a la ideología de la agroecología (Rachel Soper, 2020). Como puede
verse, en este proceso los productores indígenas han generado hábiles estrategias
para utilizar los recursos públicos y conocimientos técnicos que consideran signi-
cativos para el particular mantenimiento de sus formas de sustento económico y
cultural (Norman Long, 2007; Tim Hart, 2012).
4. CONCLUSIONES
El estudio planteó diagnosticar mediante un estudio de caso, el estado que de la eco-
nomía indígena campesina del municipio San Miguel Talea de Castro, para explicar
la lógica que guía a los zapotecos a ajustar el programa Producción para el Bienestar
a sus formas de sustento económico, social y cultural.
En este sentido, la producción de alimentos del municipio sobrevive en un contexto
adverso; fundamentalmente porque los excedentes de café dejaron de proporcionar
sucientes ingresos para habilitar el cultivo de granos básicos. De manera que la
migración se erigió como la opción más viable para reproducir la vida de las familias
en el campo. A este factor se añaden las oscilaciones climáticas, las plagas y los
cambios culturales que ahondan la tendencia decitaria en granos básicos.
Pese a ello, el caso analizado demuestra que la agencia de los indígenas campesi-
nos orienta estratégicamente sus acciones para fortalecer de múltiples formas sus
medios de vida, porque estos recursos nalmente le proporcionan la posibilidad de
obtener alimentos cuando el mercado capitalista entra en crisis. Esto no signica que
deseen replegarse permanentemente; en realidad, el fortalecimiento de sus explota-
ciones y la siembra de nuevas variedades de cafetal denota el interés de enlazarse
a nuevos nichos de mercado.
En esta compleja trama de reproducción social, el programa federal Producción para
el Bienestar constituye un recurso que se añade a el cúmulo de estrategias que las
familias campesinas despliegan para captar ingresos que les permitan afrontar los
gastos, especícamente, el subsidio anual se orienta a disminuir las erogaciones
realizadas en la producción agrícola tradicional.
Destaca en este sentido, que los aliados no muestren interés en transitar a una
propuesta agroecológica porque a corto plazo, implica disminuir aún más la cosecha
de granos básicos; asimismo, el manejo tradicional del entorno ha sido viable para
mantener el ecosistema en el que viven. De manera que el tipo ideal de campesino
agroecológico productor de granos básicos carezca de sentido.
En contraste, la producción agroecológica del café cobra relevancia simbólica y prác-
tica entre los aliados porque los enlaza con el mercado. Esto es un acierto del
programa porque no se limita a los circuitos de mercado corto que les generan nula
rentabilidad. Convendría entonces reformular las reglas de operación de Producción
para el Bienestar con la nalidad de ahondar su incidencia positiva; proporcionar
subsidios mensuales que realmente fortalezcan el patrimonio de los campesinos y
los doten de suciente liquidez para amortiguar el largo tránsito hacia las técnicas
agroecológicas. Ello implicaría que las escuelas de campo iniciasen actividades en
Artículos • Karla Alejandra Montes Ramírez
• 63 •
paralelo a la implementación del programa, considerando particularmente el refor-
zamiento de talleres y la supervisión técnica para lograr la apropiación local de la
agricultura sustentable.
En el caso de la comercialización de la rubiácea, es menester la formación de coope-
rativas para que establezcan tratos comerciales directos con los compradores cuan-
do la política sexenal concluya. Sobre todo, es fundamental que los formuladores de
políticas públicas recuerden que éstas no son planes que se ejecutan en receptores
pasivos; por el contrario, se negocian y reconguran a las realidades socioculturales
de la gente, para dotarlas de signicado y sentido.
Conicto de intereses
La autora declara no tener ningún conicto de intereses.
Agradecimientos
La autora agradece a los entrevistados que generosamente colaboraron con esta
investigación. A los dictaminadores por sus observaciones que ayudaron a mejorar
el artículo y al Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma
Benito Juárez de Oaxaca por el apoyo institucional brindado.
Financiación
Esta investigación fue nanciada por El Programa de Becas Posdoctorales por Méxi-
co 2022 del Consejo Nacional de Humanidades Ciencias y Tecnologías CONAHCYT.
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