Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 22 - 2022
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Dice el mencionado biólogo norteamericano –entomólogo y mirmecólogo; es decir,
estudioso de las hormigas–, Edward O. Wilson, que las dos familias de especies
animales que han conquistado nalmente al planeta Tierra, gracias a su respectiva
eusocialidad, misma que es cooperación, división del trabajo y altruismo, son las de
las hormigas y los seres humanos. Se trata de las únicas especies animales –inverte-
bradas las unas y vertebrados los otros– que existen en todos los puntos habitables
del planeta, con excepción de sus helados polos. Hormigas y homínidos –hoy el
llamado Homo sapiens, único sobreviviente evolutivo entre todos los homínidos– han
efectuado una “conquista social de la Tierra”, demostrando con ello el enorme éxito
evolutivo de ambas especies animales (Wilson, 2012: 109-119 y 2019: 35-36).
Los humanos somos en estos tiempos alrededor de 7,800 millones de individuos –los
chimpancés, por ejemplo, no rebasan los 350 mil y a lo más llegaron a ser dos o tres
millones– y las hormigas y sus distintas variedades, curiosamente, son no menos de
7,500 billones o millones de millones. Son los insectos más numerosos de la Tierra.
Los humanos, por otra parte, somos ya tantos que con nuestras acciones habituales
hemos puesto en peligro al planeta y a todas sus especies vivas, incluida la nuestra.
Pero los humanos y las hormigas conquistamos la Tierra conformando “hormigue-
ros”, mediante la mencionada eusocialidad; mediante nuestra capacidad para coo-
perar y para sacricarnos por nuestros congéneres –habría qué apuntar que desde
luego coexistente con una disocialidad, o bien esa otra capacidad para el conicto y
el enfrentamiento entre los grupos y los individuos–. La eusocialidad de las hormigas
tuvo lugar gracias a su intencionalidad conjunta –pudiera decirse retomando a Toma-
sello– y la de los humanos, gracias a la intencionalidad cooperativa y a la creación
lingüística de la realidad institucional, así como al peculiar altruismo de nuestra pro-
pia especie (Pfaff, 2015).
Hormigas y humanos hemos protegido a nuestros individuos o especímenes confor-
mando “hormigueros”, los cuales se han confrontado históricamente con los demás
“hormigueros”. Los hormigueros de los humanos lo han sido nuestras sociedades po-
líticas, naciones, iglesias religiosas, razas, clases sociales, partidos ideológicos, etc.
Demandando respeto y peleando entre sí, en clara búsqueda de una defensa o de la
hegemonía y el prestigio, las sociedades de los seres humanos poblamos al mundo
entero y causamos el éxito biológico de la humanidad. Sin embargo, este proceso ya
ha sido cuestionado en tiempos recientes por el genuino progreso humano.
Y es defendible que no sólo el Homo sapiens, desde hace unos 70 mil años, comen-
zó su expansión por todos los continentes del planeta Tierra, excepto la Antártida,
logrando su gran éxito evolutivo sino que, como lo sostiene el antes mencionado
lingüista y psicólogo evolutivo Steven Pinker, este Homo sapiens o ser humano o
humanidad también haprogresado tendencial, pero inequívocamente, en todos los
terrenos que en verdad le interesan (Pinker, 2018: 39-52). Es decir, en su esperanza
y calidad de vida, incluyendo nutrición, salud, educación y hasta felicidad individual,
sobre todo principalmente gracias a los avances cientícos y tecnológicos conse-
guidos a partir de la Edad de la Razón y de la Ilustración de la llamada civilización
occidental, ocurridas en los siglos XVII y XVIII de nuestra era.
Habría claras excepciones locales y temporales para este progreso tendencial de la
humanidad, como la de México en el momento presente –tan afectado por la violen-
cia y el nulo crecimiento económico y desarrollo político-social–, pero considerables
regiones y poblaciones del mundo entero han logrado paulatinamente, a partir del
siglo XIX, alejarse de la violencia, la pobreza y el atraso y han concretado lo que se
conoce hoy como un “Gran Escape” de dichos factores (Pinker, 2018: 54), algo que