Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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se manejan
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. Un ejemplo rápido sería ver que está hecho ex-proceso para el turista
local y para el forastero, es decir, observar el nivel del mercado en función de qué
intereses, pues evidentemente aquí el discurso tiende a desdoblarse en virtud de su
funcionalidad y operatividad racional. Porque el turista, sea del tipo que sea, cuando
compra, cuando hace el acto del consumo, también quiere que el objeto tenga su
propio discurso y la carga simbólica, no digamos ya su precio, estará en función de
este. Y aunque siempre será construido desde fuera de la cultura local tiene implica-
ciones que lo hacen característico y denitorio. El objeto toma, en un sentido literal,
una vida propia al inspirar en sus formas imágenes y sistemas de representación
que, por un lado, están contenidas y por otro, le exceden. El objeto para y por el
turismo es claramente un contenedor ideológico y sistémico de cosas que se com-
pran y, a su vez, se quieren vender así. El mercado turístico andino tendrá así, tres
vertientes autocontenidas: por un lado, la referencialidad al mundo indígena, ya sea
el histórico o el presente, aunque sin confundirlos ni hacer una conexión entre am-
bos; por otro, al mundo colonial; y por último, a un cierto aparataje natural. Discursos
contradictorios entre si, pero que se caracterizan por su maleabilidad y plasticidad a
la hora de presentar el discurso que los contiene y envuelve, y que no dejan de ser
claramente un elemento de cierta nostalgia de un pasado que se muestra tan glorio-
so como trágico, tan diverso como exótico. El objeto turístico es, en consecuencia,
una multiplicidad de elementos que pasan por un discurso de lo nostálgico, no de lo
histórico, y que abarcan desde dónde se duerme, qué se come, qué se visita o qué
souvenir se adquiere. Todo al nal es como un enorme paquete que tiene un nivel de
construcción en función de la rentabilidad económica, pero también como forma de
representación de la dialéctica nosotros/vosotros. Un juego de ambigüedades donde
existe una suerte de teatro donde todos representan un papel previamente pactado,
obviamente por y también, para el mercado (Miller, 1999).
San Pedro de Atacama (Chile) está enclavado en la mitad del desierto del mismo
nombre, compuesto por un pequeño poblado y con unos ayllus a su alrededor, sin
duda es un oasis en la mitad de uno de los desiertos más espectaculares de la tierra.
Fuera de los grandes circuitos turísticos es un lugar que se ha sumado al carro del
turismo de “masas” en los últimos 30 años
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, hasta el punto de que la realidad del
lugar ha sido profundamente trastocada en función de la realidad turística, pudiendo
armarse que ya nada es igual. En realidad, nunca es igual a nada, pero digamos
que ha vivido un proceso acelerado de cambio hacía un modelo plenamente occi-
dentalizado, a la vez que se ha revalorizado un incipiente núcleo de neo-indigenismo
(Aguilera, 2006. Díaz Araya, 2006). El turismo es sólo uno de los factores del cambio,
por estructurante y estructurado, pero no el único y quizás es posible observar la rea-
lidad desde aquí, aunque quedaría coja si no se atiene a otros muchos fenómenos
paralelos, incluso interconexionados (Quijano, 1992). De hecho, en San Pedro se
2 Sin entrar en mayores disquisiciones sólo recordar que el turismo no es un “objeto” de la antropo-
logía social, acaso de los contextos turísticos. A su vez, recordar la fascinación de la antropología
por el turismo y, en concreto, por la gura del turista-viajero, donde se dan juegos de espejos más
que interesantes. Aún así se trata de mundos bien diferentes que en cierta medida se distorsio-
nan para que unos y otros sean reejos de lo que no son, pero se parecen cuando se aplica algún
tipo de distancia (Boukhris, 2017. Toselli, 2006). Para una mirada de este mismo trabajo tras la
crisis del Covid-19, véase: Everingham; Chassagne, 2020).
3 Se trata, sociológicamente, en general de un turismo juvenil internacional un tanto underground
y mochilero, asociado al turismo de aventuras, alternativo y de “cierta tolerancia” legal. Por otro
lado, sigue siendo un destino familiar de grupos nacionales en la exploración del discurso histo-
ricista chileno y algunos, pocos, turistas a la busca de un destino con un cierto grado de exclusi-
vidad (Anta, 2007. Martín-Cabello; Anta; Garcia-Manso; Pérez Redondo, 2017).