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Anduli
Revista Andaluza de Ciencias Sociales
ISSN: 1696-0270 • e-ISSN: 2340-4973
DECOLONIZANDO TARTESO EN EL ESTUDIO DE LA
PROTOHISTORIA MEDITERRÁNEA
DECOLONIZING TARTESSUS IN THE STUDY OF
MEDITERRANEAN PROTOHISTORY.
Pablo González-Zambrano
Universidad de Granada
pgz1988@correo.ugr.es
https://orcid.org/0000-0002-0527-4057
Resumen
Tarteso ha sido uno de los temas más
controvertidos de la historiografía espa-
ñola de los últimos cinco siglos, aunque
sus menciones vienen desde el siglo VII
a. C. En este trabajo pretendemos ana-
lizar cómo el concepto de Tarteso ha
ido extrapolándose a cada contexto de
producción historiográca y los diferen-
tes usos que se le han ido conriendo.
Para ello analizaremos las obras que
tratan el tema de Tarteso y su contex-
to desde un análisis del discurso para
comprender como la narrativa histórica
del presente de producción ha ido co-
lonizando el pasado del sur peninsular.
Tal análisis, nos ha llevado a discernir
que Tarteso a funcionando como bisa-
gra entre el norte y el sur peninsular,
con sus connotaciones coloniales, y es-
cenario de la lucha entre Oriente y Oc-
cidente dentro del marco Mediterráneo.
Por lo que la Protohistoria andaluza ha
servido como base legitimadora para
las pretensiones del norte sobre el sur.
Palabras claves: Tarteso, Protohisto-
ria, Andalucía, Epistemologías del sur,
Colonialismo, Monarquía.
Abstract:
Tartessus has been one of the most
controversial subjects in Spanish
historiography for the last ve centuries,
although its mentions date back to
the 7th century BC. In this work we
analyze how the concept of Tartessus
has been extrapolated to each context
of historiographic production, and the
different uses that have been made of
it. To do this, we examine works that
deal with the theme and context of
Tartessus and analyze the discourse
to understand how the historical
narrative of the present has been
colonizing the past of the southern
peninsula. Such analysis has led us to
discern that Tartessus, with its colonial
connotations, has functioned as a hinge
between the north and the south of
the peninsula and as the scene of the
struggle between east and west within
the Mediterranean framework. Hence,
Andalusian protohistory has served as
a legitimizing basis for claims of the
north over the south.
Keywords: Tartessus, Protohistory,
Andalusia, Southern epistemologies,
Colonialism, Monarchy.
Como citar este artículo/citation: González Zambrano, Pablo (2021). Decolonizando Tarteso en el estudio de la
Protohistoria mediterránea ANDULI (20) 2021 pp.159-177. http://10.12795/anduli.2021.i20.09
Recibido: 04-05-2020 Aceptado: 08-10-2020 Publicado:
DOI: http://10.12795/anduli.2021.i20.09
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Introducción
La Historia tiene como base epistémica el discurso narrativo, obedeciendo este a
un objetivo marcado que viene determinado por el contexto en el que se produce.
Esto convierte al autor en presa de su tiempo, pues como dijo Arnaldo Mongoliano,
los estudios históricos y arqueológicos se desarrollan en un marco cronológico y en
un contexto sociopolítico concretos que los determinan. Thomas.S. Kuhn (1978)
1
consideró que habría de poner de maniesto la integridad histórica de cada ciencia
en su propia época, el objetivo sería estudiar que hacen los seres humanos, dónde,
cuándo y porqué con el n de comprender su producción (Mora, 1998: 13).
Aplicando esta hermenéutica al discurso histórico para intentar realizar un acerca-
miento a cómo se ha cimentado el concepto de Tarteso a lo largo de la historiografía,
desde su primera aparición en autores griegos hasta la actualidad. Con ello preten-
demos comprender los usos sociales que se le han otorgado a este concepto histó-
rico a lo largo del tiempo, siempre desde una perspectiva de un poder central con un
propósito legitimador, convirtiendo un fenómeno del sur en una respuesta del norte
para justicar su existencia.
En estas páginas tenemos la intención de analizar la colonialidad del lenguaje en la
forma en la que desde las instituciones españolas y castellanas se han teorizado el
fenómeno de Tarteso para denir el sur de España, concretamente lo que hoy sería
la región andaluza. Con ello ahondar en un fenómeno del sur mirado desde el sur, en
el que muchos han visto la primera piedra de la cultura andaluza que se desarrollará
en los siglos venideros.
Es nuestra nalidad estudiar como los diferentes paradigmas se han apropiado del
epónimo de Tarteso, así como los usos para los que fue empleado dentro de cada
contexto de producción histórica. Esta apropiación/colonización del concepto ha ido
generando diferentes imágenes hasta desembocar en un fenómeno complejo poco
legible en la actualidad, seguramente como consecuencia de la pugna por apropiar-
se de esta construcción historiográca.
Por lo que aspiraremos a arrojar un poco de claridad en esta secuencia de redeni-
ciones de Tarteso. Para ello realizaremos un repaso a su evolución historiográca,
arqueológica y antropológica. Procurando llegar a plantearnos una serie de interro-
gantes que deseamos responder en las siguientes páginas; Si Tarteso es un produc-
to de lo que hoy sería Andalucía tal vez debemos abordar como los habitantes de
esta región y su historiografía han pensado sobre su pasado o si este, como vere-
mos, ha sido una imposición norte-sur sobre este fenómeno histórico. En resumidas
cuentas, trataremos de ver, si ha existido un Tarteso dentro de los parámetros de una
epistemología del sur, o sin embargo nos ha venido impuesta una visión de nuestra
Historia desde el norte, la cual hemos asumido y que en tal caso debemos decoloni-
zar y replantearnos la pregunta ¿Qué es Tarteso? ¿Por qué Tarteso?, y si es posible
un Tarteso desde el sur.
1. Re-pensar la protohistoria andaluza: reexiones críticas
Antes de adentrarnos en el análisis sobre los diferentes discursos generados re-
lativos al concepto de Tarteso, se hace obligatorio emprender un acercamiento al
contexto en el que surgirá el mito, y posteriormente la historia. Tradicionalmente, la
1 Primera edición de 1962
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Protohistoria se ha entendido como la etapa de contacto entre las sociedades ágra-
fas y las que ya poseen escritura. Este periodo se ha caracterizado principalmente
porque pueblos más desarrollados nos aportan noticias sobre otros que están en
fase de civilización inferior y se dirigen a la formación de sociedades complejas,
las cuales pasarán a estar articuladas por un estado y fuertemente jerarquizadas
(García Sanjuán: 2018, 11). Este momento abarcaría, en lo que al sur peninsular se
reere, desde la aparición de los comerciantes fenicios en las costas andaluzas y la
fundación de sus colonias comerciales hasta la llegada del imperialismo romano a
nales del siglo III a. C.
El colonialismo es un fenómeno que ha estado presente entre las sociedades a lo
largo de la historia, aunque ha ido variando en sus formas y modelos, ya que, por
ejemplo, en el caso fenicio se entiende como una dispersión de cultura, ideas, pro-
ductos y tecnologías desde Próximo Oriente a todo el Mediterráneo. Esto provocó
una mezcla entre las diferentes culturas que se encuentran a causa de su interac-
ción, y por tanto dando lugar al surgimiento de nuevas identidades o grupos étnicos
(Gosden, 2008: 78-89).
La denición tradicional de Protohistoria acarrea ciertos problemas que se vienen
arrastrando desde el siglo XIX, como puede ser el uso de conceptos como desarrollo,
progreso o civilización. Estos traen consigo una visión de la historia evolucionista por
la que habitantes de distintas partes del mundo atraviesan procesos y cambios cul-
turales similares, como una suerte de tránsito teleológico hacia las sociedades más
desarrolladas (Johnson, 2010: 170-171).
Esta visión etnocéntrica de la cultura acarreó, en nuestro caso, una colonización
discursiva de la Protohistoria por parte del historicismo decimonónico y que denió
Tarteso como la mezcla de un estrato civilizatorio superior, el fenicio o el griego, con
otro inferior, el autóctono. Este ha sido uno de los ejes de interpretación historiográ-
co sobre Tarteso y la Protohistoria de Andalucía, nacido a partir de un Mediterráneo
Oriental más “desarrollado”, enfrentándose con aquellos que defendían que era una
cultura en sí misma, producto del devenir histórico de las sociedades del Bronce
Final del Suroeste peninsular. Más adelante abordaremos el cambio de polaridad a
la hora de adueñarse de la realidad histórica tartesia, del eje Oriental-Occidental al
Norte-Sur.
2. Entre el mito y la historia
Antes de comenzar con las primeras apariciones del concepto de Tarteso, debe-
remos hacer una pequeña alusión a otro concepto que será el que vertebre sus
inicios literarios, el mito. C. Lévi-Strauss lo denió como “… narraciones con un alto
contenido simbólico y referido a un tiempo pasado (en ocasiones) no localizable”, lo
que podría llevar a pensar que la historia sustituye al mito en las sociedades con es-
critura, aunque ambas desempeñen la misma función como mecanismo de asegurar
que el futuro permanezca el al pasado y al presente (Levi-Strauss, 1987: 65). Por lo
que la premisa del mito como una “falsicación” de la realidad la cual se contrapone
a la historia, la desechamos en este trabajo y lo entendemos como una parte de la
historia misma, ya que mito sería parte del imaginario colectivo de cada sociedad que
escapa de la ideología y del tiempo. Otra cosa será los usos y abusos que se quieran
hacer de él como elemento cultural a la hora de generar discursos identitarios (Gon-
zález Alcantud, 2014: 15).
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Si algo parece estar claro, es que el mito no es estático y se renueva constantemente
como un hecho diacrónico en la historia, por lo que debemos entenderlo como se
piensa en la sociedad sin que esta lo note o como los mitos se piensan entre ellos,
y no como una sociedad piensa en el mito (Levi-Strauss, 1972: 21 en González
Alcantud, 2014: 16). Por otra parte, en las sociedades con escritura (Levi Strauss,
1987) la historia es la encargada de explicar y hacer comprender racionalmente los
hechos culturales del pasado. Esto nos lleva a pensar que mito e historia cumplen
una misma función que únicamente diferenciamos si la sociedad que lo emplea po-
see la palabra escrita o no a la hora de explicar sus orígenes o narrar sus aconte-
cimientos pretéritos. Las nalidades y a los usos, tanto de la historia como del mito,
entendiéndolos como construcciones y discursos con un n explicativo, legitimador
o identitario, nos conducen a entablar una conexión, que más allá de la denición de
Levi Strauss (1987), nos hace reexionar en la posibilidad de una función parecida y
complementaria entre ambos (González Zambrano y Pulido Cobo, 2020).
En lo referente al mito de Tarteso, podemos analizar una doble vertiente; el mito del
origen de Andalucía y el mito civilizatorio. El primero como el supuesto origen de la
nación andaluza, ya que en este territorio sería donde se produciría la fusión de la
cultura autóctona con unos elementos foráneos civilizadores, aportando uno de los
principales rasgos de esta cultura, el componente oriental en occidente, así como el
cariz civilizador. En segundo lugar y relacionado con este último elemento, están los
mitos de héroes portadores de cultura (González Alcantud, 2014), elementos exó-
genos como Hércules, Gargoris y Habidis, los cuales traen consigo la “civilización”
que entregan a esos pueblos menos “civilizados”. Esto mostraría una imagen reela-
borada que refuerza estereotipos (Said, 1999) entre aquellos elementos que nos in-
teresan de lo “oriental” y aquellos que son asumidos y mejorados por lo “occidental”,
como serían posteriormente griegos y romanos para las sociedades herederas de
Tarteso (González Zambrano y Pulido Cobo, 2020).
Por su parte la Historia busca comprender el pasado en términos racionales del pre-
sente con la intencionalidad de dejarlos para la posteridad, aunque no será hasta
el siglo XIX cuando surja como disciplina con L. V. Ranke. Será entonces cuando
comience a considerarse una ciencia, y por tanto a cambiar los límites del saber
histórico y su nalidad. Con la llegada de la posmodernidad en las últimas décadas
del siglo XX, se realizará una revisión a la forma de hacer Historia decimonónica en
la que se pone de maniesto la dicultad para delimitar la frontera entre literatura e
historia, como planteó H. White (1973). El discurso histórico entonces queda enmar-
cado y cuestionado como un relato más asociado a la literatura y no como la base
epistémica de la disciplina. Es aquí donde este trabajo busca visibilizar la conexión
entre historia y mito en esa frontera de cuestionamiento surgida a raíz de la crisis de
la Historia como disciplina cientíca.
El encuadre de estos discursos y su asociación a la textualidad, entendiendo ésta en
términos de reejo de lo ocurrido en el pasado (realismo y positivismo) alcanza al tan
citado historicismo como núcleo duro de la interpretación y la causalidad última en la
historia. Esto chocaría con los límites de la hermenéutica propuestos por Gadamer
(1997), ya que en el caso de dar “vida” a esas culturas ya extintas en el presente
existe una dicultad de interpretación asociada al acceso y límite de las fuentes. De
ahí, que la labor hermenéutica surja ante la complejidad y los límites del propio texto
y lo que en él se recoge.
Además, para estudiar el concepto de Tarteso podemos y debemos aplicar el análisis
antropológico, puesto que los etnónimos (Brubaker, 2012) denotan la categorización
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de aquellos grupos sin consultar a ellos mismos. Se genera, por tanto, un proceso de
clasicación social donde aquellos denidos como tartesios serían diversos y com-
plejos, pero simplicados por aquellos que deciden utilizar esa categoría. Entonces
la distinción entre categoría analítica y de uso social aparece necesaria. Cabe pre-
guntarse si aquellos que se designan como tartesios se denominaban como tales o si
simplemente, son una categoría analítica al uso del discurso histórico e historiográ-
co. En consecuencia, aparece la necesidad de reestudiar muchos conceptos hereda-
dos de la historia romántica e historicista por parte del análisis histórico-cultural, todo
ello al calor de la revisión antropológica del concepto de Tarteso y los signicados
asociados a él.
3. Tarteso. Un texto colonizado
Tarteso ha hecho correr ríos de tinta desde fechas muy tempranas, aunque su gran
eclosión debemos situarla a nales del siglo XIX y durante todo el siglo XX. Durante
este periodo han surgido una gran diversidad de interpretaciones; desde la negación
de su existencia como identidad cultural o la de un reino opulento de corte oriental,
hasta aquellos que se afanan en encontrar la ciudad perdida. Tampoco podemos
olvidar una cuestión fundamental en este trabajo, que no es otra que el origen y de
que es origen Tarteso, entendiéndose que dependiendo de la interpretación sobre su
génesis se le conferirá una intencionalidad al texto determinada para su uso como
agente legitimador.
No es nuestra intención, ni consideramos que este sea el espacio para realizar una
revisión exhaustiva de todo lo que se ha escrito en referencia a Tarteso, principal-
mente por lo magno de la obra y porque sería más un trabajo de erudición que un
análisis reexivo de los elementos coloniales en el discurso histórico tartesio. Aunque
si realizaremos un breve repaso por el desarrollo y evolución del concepto de Tarteso
a lo largo de su construcción historiográca. Pretendemos advertir los cambios que
se irán produciendo en cuanto a los usos y transformaciones del término dentro de
cada contexto de producción literaria y de esta forma analizar si el texto determinará
la nalidad o la nalidad al texto.
3.1. El mito tartesio
La aparición de Tarteso en la literatura, inicia su andadura de la mano de un persona-
je que no necesita presentación, Hércules o Heracles y de otro que marcará el origen
de la monarquía tartesia, Gerión. La función del mito como explicación del origen de
un grupo, tiene una variante en este caso, pues nos es narrado por los griegos, los
cuales incluirán a sus héroes civilizadores en el relato. Por lo que, desde el principio,
Tarteso y su génesis, se conformaran desde Oriente, lo que impide conocer cómo
se pensaban los tartesios a sí mismos y su nacimiento y desarrollo como sociedad.
En la península Ibérica, el confín del mundo conocido por los griegos, Hércules reali-
zará dos de sus doce trabajos y donde señalice el n del mundo con el levantamiento
de sus dos columnas, las cuales tradicionalmente se han identicado con el Estrecho
de Gibraltar. En la isla de Eriteia, la que para muchos será la futura Gadir, donde
Heracles logrará hacerse con los toros de Gerión. No debemos olvidar el simbolismo
que adquirirá este animal en las culturas peninsulares (Celestino, 2016: 16).
En la Teogonía de Hesíodo (ss. VIII-VII a. C.) localizamos la primera descripción de
Gerión como un monstruo alado de tres cuerpos y tres cabezas, nieto de la terroríca
Medusa, pero no tenemos referencias al topónimo. Ya con Estesícoro de Himera y su
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Gerioneia (ss. VII-VI a. C.) se nos narra el nacimiento de Gerión en Eriteia “…más o
menos en frente de la famosa Eritea, junto a los manantiales inagotables, de raíces
de plata, del río Tarteso, en la gruta de una peña”.
Las menciones al décimo trabajo de Hércules las encontramos en autores como Apo-
lodoro de Atenas, Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón, Virgilio o Diodoro Sículo.
Destaca la importancia metalífera de Tarteso, tanto en oro como en plata, por lo que
no es de extrañar que el penúltimo de los trabajos hercúleos fuera robar las manza-
nas de oro del Jardín de las Hespérides, y que este se situara en la península ibérica.
La gura de Hércules como padre de Andalucía permanecerá a lo largo de toda la
Modernidad, como veremos más adelante en el desarrollo de historias locales o del
nacionalismo andaluz. Este héroe no solo fundará ciudades, sino que también aco-
meterá grandes obras públicas. El hecho de domesticar y vencer a los Geriones les
valdrá el título de “dominator”, y tras ello y las fundaciones urbanas el de “fundator”.
Por lo que este héroe oriental venido por mar se naturalizará y se tomará como
propio por las poblaciones autóctonas. Esta asunción de autoctonía es vital para
arraigar y prosperar como mito local (González Alcantud, 2014: 44).
También cabe resaltar que autores como Pausanias o Solino nos transmitieron que
una de las hijas de Gerión, Erytheia tuvo un hijo con Hermes, Norax, rey tartesio
que se estableció en Cerdeña. La arqueología ha hecho que estos relatos cobrasen
especial importancia con la aparición de la “estela de Nora”, en la que aparece una
referencia a Tarsis. Por último, mencionaremos al rey tartesio Theron, que se en-
frentó a los fenicios de Gadir, y que según S. Celestino (2016: 20) ha servido como
argumento para aquellos que diferencian lo fenicio de lo tartesio.
En denitiva, podemos concluir que los mitos griegos se adueñaron de Tarteso a tra-
vés de sus héroes, los cuales liberaron las tierras más occidentales del Mediterráneo
de seres monstruosos y las hicieron aptas para el comercio y el establecimiento de
griegos y fenicios en estas costas. Tierras que ya estaban civilizadas con la llegada
de personajes semíticos como Gargoris y Habis, que proporcionaron las leyes por
escrito, enseñaron la agricultura y prohibieron la esclavitud según el texto de Justino
(s. IV d. C.), el cual se basó en un texto de Gneo Pompeyo Trogo del siglo I a. C.
Aunque no entremos en profundidad diremos que la historia de Habis es una mezcla
de mitos muy similares a los de Moisés, Sargón o Rómulo y Remo, por lo que su
esencia oriental es bastante patente.
Cabe hacer un pequeño apunte sobre el concepto de civilización para poner más de
relieve el signicado de Hércules, Gargoris y Habis en el mito civilizador de Anda-
lucía. El concepto de civilización griego está asociado, según J. Goody (2011), a su
antagónico, barbarie, el cual le correspondería a los persas y que se iniciaría durante
las Guerras Médicas. Es de este modo como comienza la genealogía del concepto
de civilizado como una herencia desde la Grecia Clásica, del cual se han apropiado
todas las civilizaciones que han tomado al mundo Heleno como su antecesora direc-
ta. Será a partir de este conicto donde veamos la idea de Oriente contra Occidente,
la barbarie contra la civilización.
A esto debemos unirle el concepto de “helenocentrismo”, acuñado originalmente por
Enrique Dusell, el cual armaba que la Historia de la Filosofía al igual que Occidente
se cimienta en el mito fundacional griego antes que en cualquier otro. De este modo
podemos comprender la importancia de los héroes civilizadores o la propia Atlántida
en nuestro imaginario a lo largo de siglos. Ese espejo griego helenocéntrico sobre el
que se funda Occidente.
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Artículos • Pablo González Zambrano
Tarteso se nos presenta como un reino gobernado por una estirpe de origen mítica,
con una destacada riqueza metalúrgica y con una sociedad perfectamente estructu-
rada y regida por leyes civilizadas. Este Tarteso mítico fue una creación griega para
los helenos, con la intención de abrir nuevas rutas comerciales dentro del contexto
expansión colonial del Mediterráneo y sus disputas con los fenicios en el proceso
colonizador. Por tanto, no responde con casi total seguridad a la cosmovisión que
tenían los nativos del sur peninsular sobre su génesis, ni sobre sus deidades. Estos
relatos sobre el “limite” sirvieron para que los marineros griegos se adentraran en una
tierra que les era desconocida y que en su imaginario colectivo habían relacionado
con el n del mundo lleno de peligros como nos cuenta Homero en la Odisea o el mito
de Jasón y los Argonautas para la zona del Mar Negro.
Sobre la visión de los fenicios a cerca de Tarteso no sabemos nada, ya que los posi-
bles textos púnicos en referencia a este tema desaparecieron en la destrucción de la
biblioteca de Cartago en 146 a. C.
El término oriental, bárbaro o incivilizado queda desprovisto de su signicado pri-
migenio, sino que, por el contrario, se reeren a lo lejano, lo extraño, lo peligroso o
lo exótico, y que una vez civilizado a partir de la asimilación de mitos, como el de
Hércules para Tarteso, quedarán occidentalizados y dentro de la esfera helena (Gon-
zález Alcantud, 2014: 45-46). Por tanto, nos encontramos ante la colonización de la
identidad a partir del mito, la cual no se abandonará, sino que por el contrario cogerá
más fuerza aún durante toda la Modernidad, quedando inmortalizado en la bande-
ra autonómica de Andalucía. Así que serán los griegos los que le den la categoría
de civilizada a las poblaciones tartesias, imponiéndoles a estas sus estructuras de
pensamiento a través del mito, el cual ha perdurado en el imaginario colectivo hasta
nuestros días.
3.2. El mito a la conquista de la Historia
Las fuentes grecolatinas comienzan a presentar a Tarteso como una realidad históri-
ca heredera de los relatos míticos comentados anteriormente. La primera noticia con
tintes históricos la encontramos en Heródoto y el viaje de Coleo de Samos fechado
a nales del siglo VII a. C. y de los foceos a la corte de Argantonio en la previa a las
Guerras Medicas. La no mención del topónimo en Homero y en Etesícoro de Himera
parece inducir a pensar que estas tierras aún no eran conocidas por los griegos para
el siglo VIII a. C. en opinión de S. Celestino (2016: 22).
La fuente más importante para el estudio de Tarteso es la Ora Marítima de Rufo Fes-
to Avieno, que a pesar de ser elaborada en el siglo IV d. C., asegura el propio autor
que utilizó fuentes púnicas arcaicas coetáneas o anteriores al siglo VI a.C., que hoy
se encuentran perdidas según ha demostrado F. Villard (Ora Mar. 110-119 y 412-
415). Parece que se basó probablemente en el periplo de Himilcón el Cartaginés en
el que se nos narra su paso por el sur peninsular. Será la obra de Avieno la que tenga
mayor eco gracias a la gura de A. Schulten y su búsqueda de la “ciudad perdida”.
Las referencias a Tarteso son muy variadas en la Antigüedad, siendo estas la base
de los posteriores relatos y tergiversaciones que se harán de este topónimo en los
siglos venideros. Muchos autores clásicos han tratado o mencionado a Tarteso en
sus obras, destacando Estrabón, Heródoto, Plinio, Pomponio Mela, Apiano o Cice-
rón, como recogió J. Mª. Blázquez en el congreso que se realizó en Jerez de la
Frontera en 1968 bajo el título Tarteso y sus problemas. Todas ellas continúan con la
tradición mítica, presentándonos un Tarteso opulento y civilizado, pero ya con rasgos
históricos.
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Por otro lado, la aparición o no de Tarteso en el Antiguo Testamento ha generado
posiblemente uno de los más acalorados debates en cuanto a las posibles referen-
cias en la Antigüedad. Este conjunto de noticias destaca por la utilización del término
Tarsis, que no pocos han asociado con la denominación semítica de Tarteso, y en las
que se nos vuelve a citar la riqueza comercial que emanaba de esas tierras (Villar,
1995) (Celestino, 2016: 31). Tanto las narraciones bíblicas como la de las fuentes
clásicas serán el pilar sobre el que se erigirán los discursos esencialistas y legitima-
dores elaborados a partir del Renacimiento.
4. Tarteso y Modernidad. El sur en los discursos producidos
por el norte
El vacío de textos referentes a Tarteso desde el siglo IV d.C. no se retomará hasta
el siglo XVI, cuando surgirá un interés por las antigüedades en España a raíz de dos
factores. El primero será el nacimiento de una conciencia nacional y la búsqueda
de un nexo común para todas las poblaciones del reino a partir de la religión y de la
lengua. En este caso se buscará un pasado remoto común, a partir de elaboradas
invenciones literarias creadas por cronistas o historiadores locales, los cuales venían
practicando este género desde la Edad Media. El segundo factor a tener en cuenta,
es la identicación de la nueva sociedad moderna con la grecorromana, debido a la
admiración que en ellos despertaba (política, ideológica y artísticamente). En conse-
cuencia, nacerá un interés por los restos materiales, monedas y epígrafes, que ya se
coleccionaban desde el siglo XV (Mora, 1998:18).
La historiografía del siglo XVI contempla a la protohistoria y a la antigüedad como el
periodo en el que los españoles son invadidos por su carácter ingenuo y por su des-
unión política. Estos episodios no concluirán hasta la llegada de los Reyes Católicos,
los cuales pondrán n a la más indeseable de todas, la musulmana. De estos ocu-
pantes extranjeros que no consiguieron quitarles su identidad a los españoles solo
quedarán exentos los Godos, pues les permitió a los historiadores del XVI conectar
con el periodo antiguo y con la monarquía, asegurando de esta forma su esenciali-
dad hasta la unicación nal de 1492 (Álvarez, 2005: 26-27).
A nivel historiográco será cuando aparezcan las Crónicas e Historias Generales
de España y Libros de Grandeza con el n de la exaltación de la patria como primer
nexo de unión de las diversas comunidades hispanas de principios de la Modernidad.
Aquí es donde Tarteso se unirá a la Monarquía Hispánica en ese devenir histórico
que es parte del esencialismo de lo español a través de la “Historia de España” de F.
Ocampo, A. Morales y J. Mariana principalmente. En estas obras Tarteso se muestra
como el origen de los españoles y de la monarquía, así como la causa de las invasio-
nes extrajeras que no cesarán hasta nales del siglo XV. Se elaboran complicadas
genealogías desde el nieto de Noé, Tubal, que será el primer poblador de España,
llegando a Andalucía en 2163 a. C.
Se le ha otorgado a Andalucía el “honor” se haber sido el germen de la civilización
poseedora de grandes riquezas, antes que Roma o Grecia, siendo este el motivo
por el que los “pérdos fenicios”
2
lleguen a la “piel de toro” en 822 a. C. A ellos se
enfrentarán los grandes monarcas rescatados de los relatos clásicos que hablába-
mos anteriormente; Gargoris, Habis y Argantonio (Álvarez, 2005: 29-30). Los griegos
encarnados en los focenses, se nos presentan como los aliados naturales de los
2 Término empleado por la historiografía del momento
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reyes tartesios, que no es más que una extrapolación del siglo XVI de las luchas que
presentan Oriente y Occidente desde el medievo.
Pero con la obra de Morales y de Mariana se inicia el cambio en el discurso, pues el
sur aparece representado como un lugar rico y culto pero débil a causa los contactos
extranjeros, mientras que el norte será un lugar menos renado pero luchador que
intenta mantener la esencia española.
En esta centuria quedará instaurado este doble modelo, el cual marcará la historio-
grafía de los siglos posteriores, en la que Tarteso y el sur han sido tomados como la
base de la institución monárquica y de la civilización, pero desechados en la lucha
contra Oriente, ya sean fenicios, cartagineses o musulmanes, disputa capitaneada
por el norte que no quiere perder su identidad española.
Ya en el siglo XVII será muy común ver en las historias locales como los descendien-
tes de Noé fundarán ciudades y reinos en Europa para ser vinculados con el pasado
bíblico dando lugar a falsicaciones y manipulaciones para justicar derechos y tradi-
ciones de la Antigüedad (Mora, 1998:19). En la historiografía española se realizaron
numerosas falsicaciones, son los conocidos como los Falsos Cronicones de entre
los siglos XVI-XVIII, pues como dijo Jerónimo Román de la Higuera; “Era lícito falsear
la Historia cuando el honor o el interés de la patria lo exigía”. No será hasta en el
XIX cuando sean suprimidos a raíz de la obra de José Godoy Alcántara en 1868, La
Historia de los falsos cronicones (Mora, 1998: 22).
Durante el siglo XVII, el tema de Tarteso será impulsado por esa identicación con
la Tarsis bíblica y con el Tarteso de las fuentes grecolatinas, que antes mencionába-
mos. Esto se deberá principalmente a la obra de J. Goropio Becano de 1580 durante
el reinado de Felipe II, cuya hipótesis no despegará hasta 1608 con la obra de J. de
Pineda, De rebus Salomonis, en la que ensalza la gura del rey judío, y en conse-
cuencia la importancia de Tarteso y su papel en la Biblia (Álvarez, 2005: 34) (Celesti-
no, 2016: 36-37). En este periodo verán la luz las obras del alemán S. Bochart, en la
misma línea que Pineda y que dio a conocer al resto de Europa dicha identicación,
y las de R. Caro (1634) o B. de Aderete (1614) que ejercen una dura crítica contra
los Falsos Cronicones pero que no podrán competir contra su popularidad por lo
“coherente” de su historia en la exaltación del pasado nacional (Álvarez, 2005: 35).
Tras un periodo de crisis demográca, económica y de aislamiento internacional a
nales del siglo XVII, se iniciará al nal del reinado de Carlos II una época de aper-
tura donde penetrarán nuevas ideas frente a la escolástica universitaria, se trata de
los novatores, los cuales se pueden entender como pre-ilustrados. Ellos introducirán
ideas como la libertad de pensamiento, creencia en el progreso y la necesidad de
una crítica histórica. Estas nuevas ideas se materializarán en la década de los treinta
del siglo XVIII de la mano de Gregorio Mayans y el padre Feíjoo (Mora:1998: 31).
No será hasta la llegada de los Borbones cuando se un impulso a la losofía
ilustrada y a la libertad intelectual, especialmente con Felipe V, el cual creará toda
una serie de academias y bibliotecas con la intención de difundir la Ilustración entre
el pueblo. Aunque la Ilustración entendida como un movimiento de recuperación del
clasicismo, ya iniciado en el Renacimiento, no llegará hasta los reinados de Fernan-
do VI y Carlos III.
Para François López la Ilustración, en lo que al ámbito de la cultura se reere, pode-
mos encontrarla en ese nacionalismo intelectual donde se observa el desarrollo de
estudios históricos y la reedición de los clásicos latinos y españoles como Nebrija o
Mariana. Nacionalismo intelectual que dará pie a numerosas obras de historiadores
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• 168 •
locales, con nes varios, en busca del engrandecimiento o la obtención de privilegios
de sus localidades basados en la tradición clásica (Mora, 1998: 34).
Debemos destacar de este momento un cambio en el tratamiento de la imagen de
los fenicios, de los que se sacará su lado más “amable” y a los que se sitúa en la gé-
nesis de Tarteso dentro del contexto europeo en el que se produjo un nuevo interés
por el mundo oriental. Esta variación se debe al giro en el pensamiento ilustrado a la
hora de realizar una lectura más crítica de las fuentes, llegando incluso a plantear el
marqués de Valdeores que el origen de Gargoris y Habis es fenicio, y por tanto rom-
piendo con la tradición del XVI y XVII que los consideraban como los reyes primitivos
de los españoles. En consecuencia, los fenicios pasaran a ser considerados, a partir
de este momento, como agentes civilizadores, por tanto parece que estamos ante
una revalorización de Oriente, la cual no durará excesivamente, debido a que los
temas relacionados con Tarteso no volverán a suscitar interés hasta nales del siglo
XIX. Si bien es cierto que, en este repunte por lo oriental en Tarteso residirá el origen
del pueblo español, siendo atrapado por la ilustración y sus valores, de esta forma se
le quitará al sur su esencia histórica para dársela al conjunto del territorio nacional.
Tarteso seguirá en manos del norte, que lo moldeará durante estos tres siglos y que
cuyo discurso basculará en función de la visión o disputas que se tenga con Oriente.
Ya en el siglo XIX se materializa la desintegración del Antiguo Régimen y la cons-
trucción del Estado Liberal, el cual necesita una nueva imagen del pasado nacional.
Obteniendo de la Historia la fórmula legitimadora dentro de los nacionalismos con el
n de dar un cuerpo ideológico a la nueva sociedad burguesa. Los nuevos discursos
históricos actuarán como herramienta de unicación al intentar demostrar la existen-
cia de un pasado común, a través de un esencialismo exacerbado.
En esta nueva España, la historiografía volverá a lamentar el periodo de desunión
y de invasiones extranjeras continuadas en la Antigüedad, de esto sacará partido la
monarquía centralista de Isabel II para ejemplicar como ha de ser el pueblo espa-
ñol. La Historia comienza a coger un cariz didáctico y adoctrinador, convirtiéndose
en instrumento para transmitir los actos valerosos y el espíritu de independencia de
la nación española a través de episodios como los de Numancia, Sertorio o Viriato,
constituyéndose estos como ejemplos de virtudes nacionales que serán representa-
dos en todas las artes (Álvarez, 2005: 47-49).
En la historiografía decimonónica Tarteso cae en el olvido a causa de la complejidad
y heterogeneidad del mundo prerromano, el cual no terminaba de ajustarse a las
pretensiones de unidad que procuraba el Estado Liberal. Como consecuencia se
volverá a los esquemas del siglo XVI, en los que la esencia de lo español la tendrán
los pueblos resistentes del centro y del norte, en contraposición al mestizaje e inte-
gración que se les presuponía a las comunidades del sur y que se identicaban como
signos de debilidad.
En estos momentos, los fenicios volverán a cargar con la culpa de la destrucción de
Tarteso, la cultura de los primigenios españoles que fueron engañados por estos se-
mitas. Se romperá por tanto con el modelo ilustrado, volviendo al esquema del norte
salvador en la lucha contra Oriente. Esta visión la podemos comprobar en la obra
más importante en cuanto a Antigüedad se reere, el Diccionario geográco-histórico
de la España Antigua Tarraconense, Bética y Lusitania de 1835 de M. Cortés y López
(Álvarez, 2005: 50).
En la misma línea se encuentra la Historia General de España de M. Lafuente (1850)
que se convirtió en el referente de esta nueva historia nacional en sustitución de
• 169 •
Artículos • Pablo González Zambrano
la de Mariana. Tarteso no es considerado como parte activa en la constitución del
carácter español, puesto que al estar “contaminados” por lo fenicio no podían ser un
modelo ejemplar en el que basar la génesis del pueblo hispano, en contraposición
a los celtas y a los iberos que se consideraban puros. Esta visión determinará la
segunda mitad del siglo XIX, con la excepción de J. Guichot que en 1869 escribirá
su Historia de Andalucía. En este caso el esquema esencialista de Cortés y López y
Lafuente se aplicará al caso andaluz, pues será donde se inicie la resistencia frente a
los cartagineses en el siglo VI a. C. y continuará hasta 1492. Guichot argumenta que
Andalucía es el primer lugar de asentamiento y de desarrollo cultural tras el Diluvio,
siendo por tanto Tarteso la primera civilización de España y de Europa, añadiendo
las ideas de Valdeores sobre los fenicios quienes dieron a Tarteso una edad de oro
hasta la llegada de los cartagineses (Álvarez, 2005: 56-58).
A nales del siglo XIX se produce un cambio en la visión a partir de los conictos
coloniales de las potencias europeas y comienza a apostarse por un modelo de
peculiaridades culturales o etnicistas dentro los movimientos nacionalistas de estos
momentos. Será ahora cuando se concrete un cambio en la concepción de Tarteso,
desvinculándolo de lo fenicio y acercándolo a lo griego dentro del contexto loheleno
europeo, aunque a principios del siglo XX surgirá una reivindicación por un Tarteso
indígena y por tanto español.
5. El siglo XX. Arqueología e historia, colonizando desde la
academia
Esta será la centuria de esplendor de Tarteso en lo que a historiografía se reere,
y en la que se buscarán sus transformaciones socioeconómicas y políticas. Debe-
mos entender que la Historia y la Arqueología se han terminado de constituir como
disciplinas, entendiendo a la segunda como una rama o técnica de la primera. Las
primeras tres décadas de este siglo estarán copadas por un sentimiento constante
de “crisis”, entre la pérdida de las colonias en 1898 y la Guerra Civil, con las repercu-
siones sociales y económicas que se vivieron en este periodo.
Posiblemente esta recuperación por el interés en Tarteso se deba a la aparición de
corrientes como el irracionalismo y el vitalismo en contraposición de los paradig-
mas de las ciencias sociales como el positivismo o el evolucionismo imperantes en
ese momento. En este ambiente de crisis, la Historia se formaliza como un viaje a
un pasado mítico, exótico y misterioso, siendo Tarteso el enigma histórico con ras-
gos orientales que no pocos vincularon con la Atlántida de Platón en este momento.
Los cambios de visión de los movimientos nacionalistas de este siglo reinterpretarán
Tarteso desde presupuestos esencialistas frente al nacionalismo tradicional español
decimonónico (Álvarez, 2005: 71-72).
Ahora debemos diferenciar entre el Tarteso historiográco y el Tarteso arqueológico,
lo que hace aún más complejo este fenómeno. Ante tal enredo hemos decidido para
este trabajo centrarnos en el primero concretamente en la apropiación que hicieron
de Tarteso el andalucismo, el franquismo y el posterior estado de autonomía, aunque
hagamos un breve recorrido por el segundo.
5.1. El Tarteso arqueológico
Entre nales del XIX y principios del XX surgen dos personalidades en el mundo
de la investigación histórica que no necesitan apenas presentación, G. Bonsor y A.
Schulten. Ambos, pese a tener visiones diferentes, se mueven dentro del paradigma
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histórico-cultural, que aplicado a Tarteso se basaría fundamentalmente en la búsque-
da de la ciudad “perdida”, concibiéndola como una cultura superior y de formación
política compleja, un reino. Para su búsqueda emplearan las fuentes clásicas como
guía sin realizar un análisis crítico de las mismas, tal como Schliemann hiciera en su
búsqueda de Troya con Homero. Su objetivo principal será la búsqueda de los oríge-
nes de las naciones europeas en el pasado clásico.
Por su parte Bonsor publicará en 1899 su monografía Les colonies agricoles préro-
maines de la valleé du Betis, el cual habría estado poblado por sucesivas oleadas de
colonos fenicios que traerían consigo una gran cantidad de aportes técnicos y cívicos
a Andalucía, así como el ritual funerario de la incineración, superando las inhumacio-
nes en túmulos del periodo anterior.
Para Bonsor, Tarteso sería la primera ciudad fenicia fundada por los tirios en Anda-
lucía y que se corresponde con la Tarsis bíblica, dentro del difusionismo orientalista
que daría lugar al desarrollo cultural europeo. Su gran aporte fue el de entender a
Tarteso como un territorio culturalmente homogéneo y unicado, pero que dentro de
su positivismo, no lo presenta idealizado pese a mostrar una fe ciega en las fuentes
clásicas. Propuso que la posible ubicación de la ciudad fuera el Coto de Doñana,
concretamente Cerro del Trigo, línea que continuaría años después A. Schulten.
Por su parte, A. Schulten desarrollaría su labor investigadora en el periodo de entre-
guerras, con la crisis de las democracias europeas, la depresión social y económica
de posguerra. Muy inuenciado por las teorías difusionistas de la escuela histórico-
cultural de Viena, en la que se formuló el Ex Oriente Lux que venía a explicar que
toda cultura deriva de Oriente y como consecuencia se produciría una idealización de
la cultura antigua. Desde este paradigma, Schulten entendería a Tarteso como una
derivación de los tirsenos, unos de los Pueblos del Mar que colonizarían Italia y el sur
de España dando lugar a los etruscos y a los tartesios respectivamente. Para el lólo-
go alemán, Tarteso sería la Atlántida ubicándola como Bonsor en Doñana, pero que a
diferencia de este último la inuencia positiva vendría de la mano de los griegos y su
destrucción por la de los cartagineses. En 1924 publicaría su Tarteso. Contribución a
la historia más antigua de Occidente, basándose en las fuentes clásicas para su bús-
queda, especialmente en Avieno. Su obra marcaría de tal manera a la historiografía
de su momento que posiblemente no se haya superado aun, existiendo obstinados
quienes intentan encontrar la ciudad perdida a día de hoy (Celestino, 2016: 41-43)
(González, 1992: 81) (Cruz y Wulff, 1993: 184-189) (Cruz, 1987: 227-228).
En la España de Posguerra se producirá una idealización del pasado primitivo de la
nación que sumado a la falta de análisis cientíco sobre la materialidad de Tarteso,
producirán una amplia literatura para localizar la ciudad. Podemos destacar a este
respecto los trabajos de C. Pemán (1941) o J. Chocomeli (1949), los cuales conci-
ben un Tarteso esencialmente hispano (García y Bellón, 2009: 78). Aparece en estos
momentos un nuevo enfoque de la mano de A. García y Bellido, que en su Fenicios
y Cartagineses en Occidente (1942), una historia despolitizada en la que niega las
tesis de Schulten sobre una invasión etrusca de la península ibérica, tesis que caló
muy bien en los círculos franquistas. Propone que los tartesios son un pueblo indí-
gena de expertos navegantes, los cuales iniciarán a los fenicios a navegar más allá
de las Columnas de Hércules. Por lo tanto, Tarteso pasa a ser un fenómeno hispano,
teoría que elabora basándose en las mismas fuentes que A. Schulten pero desde
una perspectiva mucho más crítica (García y Fernández, 2010: 65).
Una vez pasados los años cuarenta y mitigada un poco la inuencia schulteniana,
pasamos a resumir brevemente el desarrollo arqueológico del mundo tartesio, puesto
• 171 •
Artículos • Pablo González Zambrano
que debido al volumen de obras y autores sería inabarcable en este trabajo, aunque
pasaremos a citar sus ideas principales.
El positivismo historicista de los cincuenta y sesenta vinieron marcados por la iden-
ticación de Tarteso a través de su cultura material, basada en el difusionismo como
agente civilizador. Aparece el “oritentalizante”, ya sea tirseno, fenicio o griego como
factor de aculturación insertándolo en procesos que se estaban dando en el Medite-
rráneo, por lo que todo lo oriental comenzó a entenderse como Tarteso. Se ignorará
la capacidad de cambio de las propias comunidades locales, ya que el “progreso”
solo puede llegar desde fuera. En este periodo los estudios históricos fueron olvida-
dos, y la arqueología se consideró suciente para la búsqueda de la ciudad perdida,
objetivo que habían heredado del periodo anterior. Esta nueva arqueología tartesia
se inaugura de la mano de J. Maluquer (1955) y la caracterización de su materiali-
dad, entendida como un proceso cultural mixto (celta, fenicio e indígena) producido
en Tarteso (García y Bellón, 2009: 82) (Álvarez, 2009). En 1958 se produce el descu-
brimiento del Carambolo por parte de J. Mata de Carriazo, el cual lo identica como
un producto eminentemente tartesio (Ferrer, 2017).
Durante los años sesenta y setenta la arqueología norteamericana pasó a utilizar el
paradigma procesualista en los estudios arqueológicos de tiempos históricos, todos
ellos animados por Lewis Binford, el cual les arengó a emplear métodos de contras-
tación y de evaluación que eran aplicados por los arqueólogos prehistóricos. La idea
que subyacía era la de utilizar estos datos como documentación de alcance medio
para elaborar argumentos más “robustos” en esa interpretación cienticista del pasa-
do (Johnson, 2010: 192-193).
Especial importancia tuvo el encuentro de Jerez de la Frontera de 1968 con el título
de V Symposio de Prehistoria Peninsular. Tarteso y sus problemas, donde se acuñó
el lema “déjate de Avieno y husmea el terreno”, que enmarca esa nueva visión que
tenía la arqueología de cómo se debía estudiar el problema tartesio (González, 1992:
82-87) (Álvarez, 2005: 170-185) (Celestino, 2016: 51-57).
Ya en los setenta y ochenta, la búsqueda de la sociedad tartesia se focalizará en el
Bronce Final dentro de un paradigma autoctonista de metodología positivista, cen-
trada en la estratigrafía para encontrar los límites geográcos y cronológicos de la
cultura tartesia. En esta ocasión se empleará un enfoque multidisciplinar para com-
prender las dinámicas internas y la evolución de estas sociedades, entendiendo que
las aportaciones externas se harían de forma parcial y selectiva. Una sociedad orga-
nizada en jefaturas complejas o protoestados, articulados a través de asentamientos
independientes tipo proto-ciudades-estado, por lo que la idea de un reino unicado
comienza a diluirse. De este momento destacamos las guras de Aubet, González
Wagner, Almagro Gorbea (González, 1992: 85-103) (Celestino, 2016: 58ss).
La arqueología posprocesual de principio de los años ochenta había comprendido
que la cultura material debe contemplarse como algo que encierra signicados, los
objetos eran algo más que artefactos para hacer frente al entorno. Rechazando de
esta forma la conanza mostrada por Binford en su teoría de alcance medio como
árbitro neutral para conocer el pasado, por lo que la cultura material no era un reejo
pasivo de un conjunto de normas (Johnson, 2010: 133).
Tras un encuentro en Huelva en 2011 y su posterior publicación con el título de
Tarteso. El emporio del metal se escribió un maniesto que marcarían el estado
actual sobre el pensamiento acerca de lo tartesio (2011: 651-653). En él se lan-
zan las siguientes líneas maestras; Tarteso sería una cultura del suroeste peninsular
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conuyente con la presencia estable de los fenicios que eclosionan en una riqueza
y brillantez a la que aluden las fuentes griegas. Sobre la correspondencia de Tarteso
con el Tarsis bíblico no es segura pero no se descarta. Se produciría un mestizaje
en los asentamientos tanto locales como fenicios, aunque sería una cultura iniciada
en el Bronce Final con una jerarquización incipiente partir de los primeros contactos
precolonización y que estaría organizada en ciudades-estados con un jerarca al fren-
te, siento de base agropecuaria y minera. En esta obra participaron autores como S.
Celestino, M. Bendala, J. L. Escacena, F. Wulff o G. Cruz entre muchos otros.
5.2. La historiografía del XX. El nacionalismo andaluz y el nacional catolicismo
En Andalucía se inaugura el siglo XX con un artículo de Manuel Gómez-Moreno
bajo el título Arquitectura tartesia: la necrópolis de Antequera (1905), el cual fue la
base para arraigar a los tartesio al territorio andaluz desde la Prehistoria a través del
megalitismo. Su argumento se basa en que no hubo evolución entre el Paleolítico y
el Neolítico en la península ibérica, y que todos los avances anteriores a los fenicios
vendrían de la mano de unos colonizadores orientales, a los cuales las fuentes se
reeren como Tarteso. Schulten tomará a Gómez-Moreno en lo que a las tirsenos
se reere, como esos primeros colonos y punto de partida de lo tartesio. Esta vi-
sión nacionalista y esencialista sentará las bases de la investigación de las décadas
venideras.
Pero sin duda el personaje que más hizo por buscar la raíces de lo andaluz en Tarte-
so fue Blas Infante con su obra El Ideal Andaluz publicada en 1915. A diferencia de
Guichot, observamos la radicalización de los componentes idealistas, ahora serán
los griegos los que darán a los tartesios su esplendor cultural, quitándole cualquier
traza semita a Andalucía (Álvarez, 2005: 74). Blas Infante llego a escribir que:
La primera cultura histórica, también es creación de Andalucía. Es la cultura de
Tarteso. Inventa el bronce, perfecciona la navegación y elabora el primer estado
político de occidente. Cultura renada en todos los aspectos de la creación espi-
ritual, como las anteriores directoras del mundo, a lo menos en sus inicios (2015:
22).
La obra de Infante supone una reformulación de la historia de España dentro del con-
texto de creación del nacionalismo andaluz, en el que aplica un romanticismo teórico
donde se observa el genio atemporal del pueblo andaluz y cuyo espíritu no desapa-
rece pese a las invasiones extranjeras, las cuales aportaran avances culturales, pero
sin cambiar la esencia nativa (Álvarez, 2005:75).
En cuanto al uso social del término Tarteso, se observa cómo se ha empleado para
la creación de la identidad, como elemento de un sentimiento colectivo de un noso-
tros frente a unos otros (Barth, 1976) identicando en este caso como el origen de
la identidad andaluza. Por tanto, el uso social de Tarteso se ha visto asociado a los
supuestos orígenes de la nación andaluza a través de elementos de fusión de lo
oriental con lo occidental, de la asimilación de lo foráneo con lo local en la creación
de una nueva cultura. Esta línea de continuidad de lo andaluz, considera a Tarteso
como el origen de un continuum de identidad cuyas características tienen que ver
con la apertura a las culturas llegadas desde el Mediterráneo.
Ya durante el Nacional-Catolicismo se necesitaba realizar una reformulación de
la historia de España en la que los vencedores quedaran legitimados en el poder,
pero basada en modelos tradicionales del siglo XVI, por el que España fue invadida
por extranjeros desde la Antigüedad a causa de la desunión política de los pueblos
• 173 •
Artículos • Pablo González Zambrano
hispánicos, lo que venía siendo un claro mensaje según M. Álvarez (2005) a federa-
listas y republicanos.
Para la historiografía franquista la unidad de España se inicia con los visigodos, ya
que España no existe como tal hasta su cristianización y cuyo punto álgido se loca-
liza en la gura de los Reyes Católicos y los Austrias “mayores”. Debido a que toda
etapa anterior a lo godo era pagana y a la falta de unicación de las poblaciones
hispanas, trajo como consecuencia que este periodo no gozase de especial interés
por razones obvias (Bellón y García, 2009: 77).
En lo referente al tema de Tarteso, la diferencia con el modelo conservador radica en
el aglutinamiento de discursos, tomando por un lado el valor y resistencia celtibera y
por otro la riqueza y esplendor tartesio, por lo que la diferencia de estos pueblos no
supone ya en escollo en la unidad esencial de España.
Los nuevos intereses por los temas tartesios tras la Guerra Civil se insertan en la idea
de Imperio hispánico y la de Imperio tartesio con autores como A. Tovar (1941) y R.
Maeztu (1934) que tomarán las bases del Tarteso de Schulten como primer imperio
territorial y la primera civilización occidental, que los autores falangistas entroncaron
con los Austrias.
En este momento Tarteso se consolidará como el primer imperio puramente espa-
ñol y parte de las glorias de España, pero de origen autóctono, por lo que las tesis
de Schulten fueron desechadas y se volvieron a recuperar las de Gómez-Moreno.
Debido a esta nueva indigenización al amparo del ideal cultural franquista, la inves-
tigación tartesia quedará condicionada hasta nales de los setenta (Álvarez, 2005:
126). Para el análisis del caso íbero durante el franquismo, cabe destacar la obra de
A. Ruiz et ali. (2006) Los archivos de la Arqueología ibérica: Una Arqueología para
dos Españas.
6. Conclusiones. Decolonizando Tarteso
La Historia y la Arqueología han estado al servicio del poder a la hora de generar
discursos como forma de apropiación, legitimación o colonización de conceptos del
pasado en general, y en el tema de Tarteso en particular.
Todo lo que se reere a la creación sobre el discurso pasado se puede resumir en la
gura de H. White (2001: 8)
3
, quien consideraba que “la obra histórica como lo que
más visiblemente es: una estructura verbal en forma de discurso en prosa narrati-
va”. Por lo que la Historia no deja de ser los cuentos que contamos sobre nosotros
mismos o sobre otros de forma organizada y jerarquizada, siendo estas las bases
de la Metahistoria de White. Si entendemos el discurso como metahistoria, podemos
deducir que toda la producción historiográca, en cuanto a Tarteso se reere, no deja
de ser esa visión presentista del pasado que tuvieron los distintos autores a lo largo
de los siglos. A esto debemos añadirle las tesis de Foucault (2015)
4
, el cual conside-
ra que el discurso en toda sociedad está determinado por el poder y que este está
controlado y seleccionado por el mismo como manera de dominar lo aleatorio. En El
orden del discurso, Foucault propone que las disciplinas son capaces de reactualizar
continuamente las normas discursivas por lo que cada discurso nuevo se superpone
al anterior, generando de esta manera una nueva “verdad” en cada nuevo discurso
3 Obra original de 1978.
4 Obra original de 1971.
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
• 174 •
(Foucault, 2015: 38). Esto nos ayuda a comprender el cambio sucesivo de discursos
generados alrededor de Tarteso, los cuales han servido como justicación étnica,
legitimación del poder o bases del esencialismo nacional, en términos foucaultianos.
En consecuencia, nos encontramos con una sucesión de presentes que nos narrá,
a través del discurso, como entendían ellos su pasado o su presente. Así que todo
discurso generado desde la Historia y la Arqueología es prisionero de su contexto de
producción. De acuerdo con H. White y V. Tozzi (2003) y M. Foucault (2015), estas
producciones, son narrativas que, normalmente, son ejercidas desde el poder don-
de los discursos se han ido imponiendo unos sobre otros según han convenido. En
consecuencia, todo discurso es un “cuento” que contamos desde la subjetividad del
autor. Tanto es así, que alcanzar la “verdad” objetiva se nos antoja una quimera, ya
que al igual que el pasado esta no existe.
Entonces deberíamos replantearnos si existe un Tarteso desde el sur, pues por todo
lo anteriormente expuesto parece que no, ya que siempre respondió a necesidades
en la lucha de Oriente contra Occidente que emanaba desde la centralidad del po-
der. En palabras de J. A. González (2005) “El oriente se traslada de lugar conforme
Occidente se desplaza a nuevas geografías”, y eso es Tarteso, un concepto que se
desplaza conforme Occidente necesita escribir y reescribir su Historia, el cual basa
su identidad en la Antigüedad Clásica.
Tarteso entra de esta forma en la memoria cultural de la colectividad, siendo ésta la
base para desarrollar comunidades fuertes y asentadas, pues han de anclar la exis-
tencia del grupo en un pasado remoto, casi originario, creando un puente de tiempo
más largo que el de las circunstancias naturales. Esta memoria ha de ser cultivada
por la comunidad, especialmente por rituales repetitivos y jados, monumentos, etc.,
siendo la cultura escrita sólo una parte de esto (Gehrke, 2010: 14).
Aquí es donde Tarteso debe permanecer dentro del imaginario colectivo andaluz, como
base de uno sus referentes culturales, junto con su pasado andalusí. Las memorias
colectivas, pueden formalizar identidad de nación, éstas no despiertan espontánea-
mente, sino que se inventan, entendiendo el concepto en su sentido de imaginación
o de creación, no de fabricación o falsedad, cómo si existieran comunidades “reales”
que se pudieran enfrentar a las nacionalistas (Anderson, 1991: 5). Así Tarteso, aunque
pertenece al devenir histórico del sur, ha sido utilizado por el norte para autodenirse
como nación, repercutiendo en la propia conciencia de nación andaluza, congurando
su propia génesis en concepto y boceto de Tarteso, cuando la nación andaluza; enten-
dida como un summun de sus tradiciones, procesos históricos y complejidad cultural,
debería ser pensada desde sí misma para materializarse como identidad.
Tarteso lo han convertido en lo que la historiografía, los historiadores desde la centra-
lidad del poder, han querido que sea en cada periodo, respondido a una idea diferen-
te en cada periodo historiográco y proyectado su discurso con el n de desproveer a
las periferias de la conciencia de sí mismas. Por lo que se puede entender a Tarteso
como pretexto de uso identitario más que como objeto de investigación histórica. Los
usos sociales que se le han conferido van desde justicar las colonizaciones griegas
hasta el origen de la nación española o de identidades locales.
En denitiva, lo que aquí proponemos es pensar un Tarteso desde las sociedades
del sur de la península ibérica y desde las sociedades mediterráneas, superando
de esta forma el pensamiento occidentalista, eurocentrista y el proveniente desde
la centralidad del Estado español, los cuales han venido colonizando este concepto
desde la Modernidad.
• 175 •
Artículos • Pablo González Zambrano
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