Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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(Foucault, 2015: 38). Esto nos ayuda a comprender el cambio sucesivo de discursos
generados alrededor de Tarteso, los cuales han servido como justicación étnica,
legitimación del poder o bases del esencialismo nacional, en términos foucaultianos.
En consecuencia, nos encontramos con una sucesión de presentes que nos narrá,
a través del discurso, como entendían ellos su pasado o su presente. Así que todo
discurso generado desde la Historia y la Arqueología es prisionero de su contexto de
producción. De acuerdo con H. White y V. Tozzi (2003) y M. Foucault (2015), estas
producciones, son narrativas que, normalmente, son ejercidas desde el poder don-
de los discursos se han ido imponiendo unos sobre otros según han convenido. En
consecuencia, todo discurso es un “cuento” que contamos desde la subjetividad del
autor. Tanto es así, que alcanzar la “verdad” objetiva se nos antoja una quimera, ya
que al igual que el pasado esta no existe.
Entonces deberíamos replantearnos si existe un Tarteso desde el sur, pues por todo
lo anteriormente expuesto parece que no, ya que siempre respondió a necesidades
en la lucha de Oriente contra Occidente que emanaba desde la centralidad del po-
der. En palabras de J. A. González (2005) “El oriente se traslada de lugar conforme
Occidente se desplaza a nuevas geografías”, y eso es Tarteso, un concepto que se
desplaza conforme Occidente necesita escribir y reescribir su Historia, el cual basa
su identidad en la Antigüedad Clásica.
Tarteso entra de esta forma en la memoria cultural de la colectividad, siendo ésta la
base para desarrollar comunidades fuertes y asentadas, pues han de anclar la exis-
tencia del grupo en un pasado remoto, casi originario, creando un puente de tiempo
más largo que el de las circunstancias naturales. Esta memoria ha de ser cultivada
por la comunidad, especialmente por rituales repetitivos y jados, monumentos, etc.,
siendo la cultura escrita sólo una parte de esto (Gehrke, 2010: 14).
Aquí es donde Tarteso debe permanecer dentro del imaginario colectivo andaluz, como
base de uno sus referentes culturales, junto con su pasado andalusí. Las memorias
colectivas, pueden formalizar identidad de nación, éstas no despiertan espontánea-
mente, sino que se inventan, entendiendo el concepto en su sentido de imaginación
o de creación, no de fabricación o falsedad, cómo si existieran comunidades “reales”
que se pudieran enfrentar a las nacionalistas (Anderson, 1991: 5). Así Tarteso, aunque
pertenece al devenir histórico del sur, ha sido utilizado por el norte para autodenirse
como nación, repercutiendo en la propia conciencia de nación andaluza, congurando
su propia génesis en concepto y boceto de Tarteso, cuando la nación andaluza; enten-
dida como un summun de sus tradiciones, procesos históricos y complejidad cultural,
debería ser pensada desde sí misma para materializarse como identidad.
Tarteso lo han convertido en lo que la historiografía, los historiadores desde la centra-
lidad del poder, han querido que sea en cada periodo, respondido a una idea diferen-
te en cada periodo historiográco y proyectado su discurso con el n de desproveer a
las periferias de la conciencia de sí mismas. Por lo que se puede entender a Tarteso
como pretexto de uso identitario más que como objeto de investigación histórica. Los
usos sociales que se le han conferido van desde justicar las colonizaciones griegas
hasta el origen de la nación española o de identidades locales.
En denitiva, lo que aquí proponemos es pensar un Tarteso desde las sociedades
del sur de la península ibérica y desde las sociedades mediterráneas, superando
de esta forma el pensamiento occidentalista, eurocentrista y el proveniente desde
la centralidad del Estado español, los cuales han venido colonizando este concepto
desde la Modernidad.