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Anduli
Revista Andaluza de Ciencias Sociales
ISSN: 1696-0270 • e-ISSN: 2340-4973
LA ANTROPOLOGÍA ANDALUZA EN EL CONTEXTO
DE LAS ANTROPOLOGÍAS MEDITERRÁNEAS
ANDALUSIAN ANTHROPOLOGY IN THE CONTEXT
OF MEDITERRANEAN ANTHROPOLOGIES
Miguel Ángel Carvajal Contreras
Universidad de Granada
macarvajalcont@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-2908-2404
Resumen
Este artículo aborda la historia de la an-
tropología andaluza desde la segunda
mitad del siglo XIX hasta la actualidad,
tratando de señalar las conexiones de
dicha tradición antropológica con otras
del ámbito mediterráneo, así como con
otras del ámbito estatal español, para
lograr una mayor puesta en valor de
aquellas tradiciones de pensamiento
fuera de los ámbitos hegemónicos. A
partir de la época de los estudios de fo-
lklore pasaremos a la etapa etnológica
y a la consolidación de los estudios an-
tropológicos, observando las diversas
etapas y temas de investigación, desde
la cultura popular a los estudios de co-
munidad, la identidad y la relación entre
lo global y lo local en el mundo actual.
Palabras clave: Folklore, Etnología,
Antropología, Andalucía, Mediterráneo.
Abstract
This article deals with the history of
Andalusian anthropology from the
second half of the 19th century to
the present. We also address the
connections of this anthropological
tradition with others in the Mediterranean
area as well as with others in the
Spanish sphere to achieve a greater
appreciation of those traditions of
thought outside of hegemonic scopes.
From the time of folklore studies, we go
on to the ethnological stage and to the
consolidation of anthropological studies.
In so doing, we observe the different
stages and topics of investigation, from
popular culture to community studies,
identity and the relationship between
global and local scopes in the present
world.
Key words: Folklore, Ethnology,
Anthropology, Andalusia, Mediterranean
area.
Como citar este artículo/citation: Carvajal Contreras, Miguel Ángel (2021). La antropología andaluza en el contexto
de las antropologías mediterráneas. ANDULI (20) 2021 pp.17-34. http://10.12795/anduli.2021.i20.02
Recibido: 05-04-2020 Aceptado: 12-10-2020 Publicado 04-01-2021
DOI: http://10.12795/anduli.2021.i20.02
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1. Introducción
En la historiografía de las Ciencias Sociales no es habitual encontrar demasiadas
referencias a las tradiciones de pensamiento y de estudio surgidas en territorios si-
tuados en la periferia global, como es el caso que nos ocupa. Suelen aparecer en los
textos las aportaciones y los logros de los principales autores y autoras (sobre todo
autores) de países que han logrado en el campo en cuestión una cierta hegemonía
y cuyos planteamientos han guiado a las tradiciones de carácter periférico, en con-
textos donde las Ciencias Sociales han hecho su aparición, y especialmente su con-
solidación académica, en épocas más tardías. Evidentemente no se trata de relegar
las aportaciones de dichos autores a un segundo plano, ya que hacerlo supondría
no solamente una visión sesgada sino una falta de contextualización de las tradicio-
nes locales en el marco de escuelas de pensamiento más amplias, con las cuales
entraron y continúan entrando en diálogo, en diversos contextos territoriales. En el
caso de la Antropología Social y Cultural, desde el paradigma evolucionista hasta el
posmoderno, pasando por el funcionalista o el estructuralista, las inuencias de las
escuelas británica, francesa, alemana o norteamericana se han dejado sentir en las
escuelas locales del ámbito mediterráneo, que comenzaría a ser en un momento
dado un área geográca ideal para la realización de investigaciones y donde a partir
de mediados del siglo XX iba a comenzar un paulatino proceso de asentamiento
académico de dicha disciplina. Más adelante explicaremos con mayor detalle dichas
tradiciones de pensamiento y la inuencia que han tenido en la antropología andalu-
za, que es la que aquí nos ocupa.
La historiografía de las antropologías locales en el ámbito mediterráneo comienza
especialmente a partir de los años setenta y ochenta del siglo XX, cuando se está
iniciando la instauración de la disciplina y al calor de las reivindicaciones identitarias
de los diversos territorios, por lo que quienes estaban iniciando la andadura de la
Antropología en dichas zonas sienten la necesidad de buscar unas tradiciones y
unos referentes que no sean únicamente los grandes “padres fundadores” (se suele
denominar así a quienes inician y asientan las bases de la disciplina) sino que tengan
relación con el propio territorio y con el estudio de la sociedad y cultura locales. En el
caso andaluz encontramos un primer ejemplo de interés por la tradición de estudios
sobre la cultura popular y las tradiciones en la obra sobre la historia del folklore de
Alejandro Guichot, publicada en 1922. Pero será a partir de los años ochenta cuando
vamos a encontrar una eclosión de los estudios sobre las historias locales, en un
momento en el que también cobran fuerza las historias propias de territorios conside-
rados como periféricos, tales como el área mediterránea o el ámbito latinoamericano,
y se considera necesaria una relación epistémica con el lugar de investigación. Así,
se imbrican la tradición de pensamiento local con las escuelas foráneas, dando lugar
a nuevas perspectivas y modos de estudio y análisis de las dinámicas socioculturales
del territorio en cuestión.
En el presente texto vamos a tratar de realizar un recorrido lo más completo posi-
ble por el desarrollo de la disciplina antropológica en Andalucía, pretendiendo lograr
una visión de conjunto de cuál ha sido la historia de los estudios antropológicos en
suelo andaluz y de cómo propios y foráneos han visto y se han acercado a su reali-
dad social y cultural. Este modo de acercarse ha tenido frecuentes concomitancias
con la forma de ver y concebir el sur de Europa y en general el mundo que se ha
denominado como “mediterráneo”, por otra parte sumamente amplio y diverso. Los
paradigmas y metodologías empleadas, desde la recopilación de materiales relativos
a la cultura popular hasta los estudios de comunidad u otras formas de trabajo de
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campo intensivo en poblaciones y comarcas o entre grupos sociales caracterizados
habitualmente por su etnia o por su nivel económico, han servido para ir tejiendo un
amplio catálogo etnográco de las características de los procesos socioculturales
acaecidos en Andalucía durante más de siglo y medio. La etnografía de carácter
más propiamente antropológico se ha venido desarrollando a partir de la irrupción
de los estudios sobre zonas rurales debidos en gran medida a las aportaciones de
la antropología mediterraneísta, estudios que también han tenido su desarrollo en
América Latina a partir de las investigaciones de antropólogos y antropólogas del
ámbito anglo-norteamericano, los cuales serían adoptados por los investigadores
locales, quienes iban a aportar su conocimiento del terreno y nuevos puntos de vista
sobre los aspectos socioculturales circundantes. El trabajo de campo antropológico,
en el que se basa la etnografía, supone la principal herramienta metodológica de la
Antropología Social y Cultural y consiste en la realización de una estancia prolon-
gada (según los planteamientos clásicos de uno o dos años) en una determinada
comunidad o conviviendo con el grupo humano en cuestión sobre el que se investi-
gue, que se complementa con la información trasmitida a través de las entrevistas,
que pueden ser personales o grupales, y las notas del investigador tomadas en el
diario de campo. En el caso andaluz esta ha sido la principal metodología, si bien en
ocasiones con trabajo de campo menos extenso y combinándolo con la consulta de
archivos y demás fuentes históricas.
La puesta en valor de lo local, en este caso del pensamiento antropológico produ-
cido en Andalucía, se revela como una necesidad en tiempos de predominio de lo
global, donde en ocasiones las tradiciones de los diversos contextos territoriales y
socioculturales quedan relegadas a un segundo plano, o directamente no son teni-
das en cuenta, y para adquirir un conocimiento amplio de las diversas disciplinas
deben tenerse en cuenta tanto las escuelas predominantes como las desarrolladas
en los contextos regionales. Sólo así se logrará una comprensión de cómo han ido
desarrollándose las diversas antropologías (algo que vale lo mismo para las diversas
sociologías, las historias o las disciplinas en general) y cómo se han ido inuyendo
entre sí. En el caso andaluz, inserto dentro de lo que se viene denominando como el
Sur global, debido a su situación dentro de un ámbito global no hegemónico, el mar-
co de referencia mediterráneo pone en conexión la antropología local con la desarro-
llada en los contextos cercanos, desde los primeros estudiosos de lo popular hasta
los investigadores actuales, gracias a las conexiones establecidas con portugueses,
franceses (los cuales, además de realizar sus investigaciones en territorios alejados,
han llevado a cabo numerosos estudios en su propio territorio meridional y en la
zona mediterránea), italianos y magrebíes. Así, de la mirada del estudioso foráneo
en busca de tradiciones lejanas en remotas comunidades rurales se ha llegado a una
confraternización entre los diversos territorios anteriormente estudiados, donde los
locales han establecido modos propios de observar su realidad y vínculos entre sí.
2. Materiales y métodos I: Del folklore a la etnología
A mediados del siglo XIX irrumpe en el panorama de las investigaciones sobre la
cultura popular el Folklore, disciplina de origen europeo que va a extenderse por
diversos lugares del mundo a partir de entonces y que encontramos a lo largo del
continente, y como no podía ser de otra forma también en Andalucía, especialmente
a partir de la década de 1870. Se trata de una disciplina que trata de estudiar las
diversas costumbres y tradiciones de los pueblos a partir de la recopilación masiva
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de manifestaciones culturales populares, tales como canciones, cuentos, creencias y
prácticas rituales y festivas (González Alcantud, 1982; Gómez García, 2000).
La memoria colectiva va a comenzar a adquirir importancia, al igual que la idea de
“pueblo” (folk o volk, concepto de procedencia anglo-germánica), en este caso del
pueblo andaluz, siendo un primer despertar de la conciencia andaluza en tiempos del
denominado como “andalucismo histórico”. Este sentimiento de pertenencia a una
colectividad no es algo aislado sino que está en consonancia con la tónica general
del siglo XIX en Europa y otros contextos como América Latina, donde las identida-
des van adquiriendo relevancia y se promueve la conciencia acerca de los elementos
culturales compartidos. El caso andaluz tiene además otra característica importante,
ya que las investigaciones sobre evolucionismo y sobre folklore llevadas a cabo res-
pectivamente por dos pioneros como Antonio Machado y Núñez y Antonio Machado
y Álvarez “Demólo”, abuelo y padre respectivamente de los hermanos Machado y
miembros de lo que podríamos considerar una primera generación de antropólogos
andaluces, insertaron en la investigación sobre la cultura popular andaluza una pers-
pectiva marcadamente cientíca, que podemos achacar en gran medida a la bús-
queda de la veracidad cientista por parte de la incipiente disciplina antropológica,
todavía íntimamente ligada a los paradigmas de las Ciencias Naturales, y en la que
se combinaban lo biológico, lo losóco y lo social y cultural. Estos pioneros de la
antropología andaluza del siglo XIX tenían acceso y se interesaban por la lectura de
obras de pioneros del folklore y la antropología europea, tanto británicos como Tylor
(cuya obra Antropología fue traducida por “Demólo” al castellano) y franceses como
Gaston Paris, como portugueses como Teólo Braga e italianos como Giuseppe Pi-
tré, con quienes “Demólo” tendría correspondencia y estarían al tanto mutuamente
de sus publicaciones, haciéndose eco en El Folk-Lore Andaluz, publicación periódica
publicada por él mismo, y en revistas y publicaciones extranjeras (Baltanás y Rodrí-
guez Becerra, 1998: 219). Entre los folkloristas y autores costumbristas andaluces de
este período destacan “Demólo”, Luis Montoto y Alejandro Guichot, entre otros, en
el núcleo sevillano, y Antonio Joaquín Afán de Ribera y Miguel Garrido Atienza en el
granadino (González Alcantud, 1982; Aguilar Criado, 1990).
Dos corrientes foráneas van a tener una considerable repercusión entre algunos de
los folkloristas andaluces encabezados por “Demólo”, como son el krausismo y el
positivismo, así como las ideas evolucionistas, bien conocidas por su padre y que
van a ser decisivas a la hora de abordar el estudio de la cultura popular andaluza,
así como a las teorías sobre el propio folklore y la disciplina antropológica. De sus
colaboradores, sería Alejandro Guichot el que continuara el interés por sistematizar
las diversas propuestas teóricas surgidas, publicando en 1911 la obra Antroposocio-
logía y en 1922 la obra Noticia histórica del Folk-Lore (Baltanás y Rodríguez Becerra,
1998: 227).
Una vez iniciado el siglo XX, nos hallamos con una situación menos favorable a la
teorización y el estudio continuado del folklore y la incipiente Antropología. El am-
biente intelectual de la Generación del 98 y las posteriores no iba a prestar una espe-
cial atención a lo popular y al sentido de lo colectivo, siendo una excepción el interés
por la lírica popular mostrado en diversas ocasiones por Federico García Lorca, en
calidad de escritor interesado por la investigación acerca de la música de tradición
oral. Así, el cancionero popular andaluz, especialmente algunas de sus manifestacio-
nes como las canciones de cuna, de rueda o el romancero, van a llamar la atención
del poeta y de algunos de sus coetáneos, como fuente de inspiración y forma de
recordar la propia infancia en los entornos rurales.
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Un cierto interés por los aspectos etnológicos de la Andalucía rural van a aparecer de
mano de viajeros e investigadores foráneos, pero sin llegar a calar por el momento
en el propio territorio. Cabe destacar la estancia de Gerald Brenan en la Alpujarra
durante los años veinte y treinta, durante la cual realizará numerosas anotaciones y
consideraciones que verán la luz décadas más tarde, en su obra Al Sur de Granada,
publicada en inglés en 1957. Por otro lado, el etnógrafo alemán Paul Voigt, en el mar-
co de una serie de investigaciones impulsadas desde la Universidad de Hamburgo
sobre diversas comarcas españolas, realizará estancias en la Alpujarra granadina a
principios de los años treinta, publicando una obra sobre la comarca en alemán en
1937.
En cuanto a las investigaciones de carácter folklórico y etnológico en los países del
entorno mediterráneo, a partir de este período se van a ver marcadas por la retórica
y los intereses de los regímenes políticos existentes, el Estado Novo salazarista en el
caso portugués y el fascismo en el italiano (Sánchez Gómez, 1997: 134). En Italia, de
manera controlada y observada constantemente, la aportación principal sobre la cul-
tura popular en cuanto a cultura subalterna va a venir de mano de Antonio Gramsci,
cuyos planteamientos harán fortuna una vez terminada la Segunda Guerra Mundial
e instaurada la democracia, gracias a pioneros de la antropología italiana como Er-
nesto de Martino. En el contexto español, tras los años de la Segunda República, la
Guerra Civil dejará paso a una posguerra marcada por un carácter autoritario donde
el estudio sobre lo popular pasará al ámbito del tipismo, y del folklore con aspiración
cientíca se va a pasar en la mayor parte de los pasos a un folklorismo sin demasia-
das pretensiones.
3. Materiales y métodos II: Los estudios de comunidad: del
paradigma foráneo a las investigaciones locales
La situación de la posguerra, como señalábamos antes, no era precisamente alen-
tadora para la realización de estudios en profundidad sobre la sociedad y la cultura
andaluzas, ni de ninguna otra parte del Estado. Más allá de las recopilaciones de
canciones y bailes llevadas a cabo por la Sección Femenina, organización de las mu-
jeres vinculadas a Falange Española, el ámbito de la cultura popular es escasamente
tratado. Por supuesto tampoco lo es la deplorable situación de escasez y explotación
en el campo andaluz, así como las consecuencias de las políticas autárquicas en
el mismo y en las zonas urbanas. Va a ser a nales de los años cuarenta cuando
hagan su aparición por Andalucía los primeros investigadores que se van a interesar
por ella desde una perspectiva antropológica moderna. Se trata, por un lado, de un
antropólogo norteamericano de trayectoria americanista, George Foster, y un etnó-
logo español, Julio Caro Baroja, y por otro lado de un antropólogo británico, Julian
Pitt-Rivers. Foster y Caro llegan a Andalucía para realizar un viaje por la misma, con
la intención de obtener material fruto de su investigación para sus diversas publica-
ciones (Foster, 2003: 23).
Foster acuña el término “cultura de conquista” para tratar de comprobar qué aspectos
culturales observados por él en América Latina son de procedencia hispánica y poder
establecer vínculos con los que encuentra en suelo andaluz, y Caro está interesado
por aspectos relacionados con la cultura material y la simbólica, desde la arquitectura
popular hasta las romerías y las celebraciones carnavalescas (Caro, 1993). Por su
parte, Pitt-Rivers es discípulo de Edward E. Evans-Pritchard, uno de los principa-
les referentes de la antropología estructural-funcionalista británica radicada en la
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Universidad de Oxford, y decide cambiar África por el Mediterráneo como nuevo ám-
bito territorial donde realizar trabajo de campo. Así, tras realizar un viaje de toma de
contacto por Andalucía decide instalarse en Grazalema, donde será visitado por Fos-
ter y Caro durante su estancia. Pitt-Rivers realiza, así, el que es considerado como el
primer estudio antropológico sobre una sociedad no “primitiva” (en los términos de la
época), con tradición escrita y situada en Europa (eso sí, en el ámbito mediterráneo,
que aunque algo menos lejano no dejaba de poseer un cierto exotismo). Aunque
durante la época en la que se hallaba realizando su trabajo de campo en Grazalema
había investigadores británicos llevando a cabo sus investigaciones en comunida-
des rurales inglesas, éstos eran considerados como sociólogos debido al hecho de
hallarse en su propio entorno geográco, social y cultural, dado que por entonces se
consideraba que la Antropología debía dedicarse al estudio de los “otros” lejanos,
idea de raíz colonial que se inicia en el siglo XIX y que perduraría hasta mediados
del XX, cuando se llega a la antropología mediterraneísta, en una época en la que
los territorios africanos y asiáticos están inmersos en el proceso de descolonización
y hacer trabajo de campo en ellos se vuelve más complicado.
La antropología estructural-funcionalista, de tradición británica, se basa en el plan-
teamiento de que la estructura social está en relación con los diversos aspectos
socioculturales que cumplen su función formando parte de un todo en el que se sus-
tenta la sociedad. El antropólogo británico Radcliffe-Brown preconizaría esta pers-
pectiva interpretativa, que sería ampliada y matizada por algunos de sus discípulos,
especialmente por Evans-Pritchard, maestro de Pitt-Rivers. Evans-Pritchard añadiría
la perspectiva histórica en sus años de madurez y se puede considerar como el que
culmina esta corriente teórica con sus aportaciones y su obra.
El estudio de Pitt-Rivers es un estudio de comunidad que inaugura una tradición
(los community studies) en la antropología anglo-norteamericana interesada por el
“área mediterránea”. Si bien los estudios de comunidad podemos remontarlos a un
par de décadas atrás, con algunos realizados en comunidades rurales campesinas
mesoamericanas, e incluso algunas europeas (Martínez Veiga, 2008: 503), es en los
años cincuenta cuando comienzan a cobrar forma en el marco de la antropología de
las sociedades mediterráneas, destacando el interés por aspectos como los roles
ligados a la masculinidad y la feminidad, la posesión de la tierra, los sistemas here-
ditarios y de parentesco, el sistema de valores, la noción de comunidad o “pueblo” y
en su conjunto las características del ethos local, que se convierte en representativo
del ethos mediterráneo dentro de los cánones de esta corriente antropológica (Davis,
1983: 14).
Pitt-Rivers publica en 1954 su obra The People of the Sierra, resultado de su estudio
de comunidad, la cual se va a convertir en un referente para los estudios antropológi-
cos sobre el Mediterráneo, siendo de lectura habitual en las universidades británicas
y norteamericanas y dando pie al interés por el estudio de esta zona geográca y a
la proliferación de estudios de comunidad en los años siguientes. Los congresos de
antropología mediterraneísta van a proliferar también durante estos años. Uno de los
discípulos de Evans-Pritchard en Oxford, en este caso un antropólogo español, Car-
melo Lisón Tolosana, realizará una década después un estudio de comunidad en su
Aragón natal, que titulará Belmonte de los Caballeros, obra que se va a convertir jun-
to con la de Pitt-Rivers en referente para los estudios posteriores, y ambas inuirán
decisivamente en los estudios de comunidad de los primeros antropólogos locales.
El estudio de comunidad se basa en la realización de una investigación en profun-
didad sobre los diversos aspectos que conforman la sociedad y la cultura de una
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determinada población, que es elegida por el antropólogo o antropóloga por con-
siderarla como de interés para realizar su estudio. En cuanto a los estudios de co-
munidad del ámbito mediterráneo, tal y como señala John Davis (1983), el interés
se centra en la comprensión del sistema de valores que rige la comunidad (ethos) y
las formas de interacción económica y de estructura social que se dan en la misma.
Así, aspectos como los roles sexuales, los conceptos de “honor” y “vergüenza”, el
noviazgo y el matrimonio, el pago de la dote, las formas de sustento y de trabajo,
las interacciones comerciales, la importancia del parentesco o la distribución de los
bienes según el sistema de estraticación social van a ser ampliamente estudiados.
Los conceptos de “honor” y “vergüenza”, que van a ser muy relevantes en la antro-
pología mediterraneísta, consisten en la consideración de que existen determinados
valores morales que atañen a hombres y mujeres y que marcan la percepción que se
tiene del individuo y de su familia en el conjunto de la comunidad, vinculada a roles
sexuales, que serán denominados más tarde como de género. El honor se vincula a
la conducta considerada como adecuada socialmente para las mujeres y la vergüen-
za al comportamiento de los hombres y a lo que en virtud de su hombría se considera
aceptable. Un aspecto que será tratado por algunos antropólogos foráneos es el de
la construcción de la masculinidad y los roles que lleva asociada en el mundo rural
andaluz, tema que en ocasiones será abordado no sin ciertas ideas preconcebidas
sobre el mismo, por ejemplo considerando el machismo como una característica de
las sociedades mediterráneas, y entre ellas especialmente la andaluza, cuando se
trata de un fenómeno existente en muy diversas sociedades, o la vinculación entre
rearmación de la masculinidad y formas de sociabilidad y de celebración ritual.
Cabe destacar que ya los estudios sobre el campesinado realizados en el área
mesoamericana y en algunas zonas europeas habían llevado a cabo una primera
aproximación a algunas de estas temáticas, y que en el ámbito de los estudios es-
tructural-funcionalistas no dejaba de operar un esquema de investigación heredado
de los estudios africanistas y los realizados en el Pacíco. Así, la herencia atemporal
de Malinowski y Radcliffe-Brown, que no tenían un especial interés por el pasado de
las sociedades investigadas, se deja notar en un primer momento, en el que más
allá de algunas pinceladas históricas a modo de completar la monografía no se pone
en una verdadera relación contextual la comunidad con el momento histórico en el
que se había realizado el estudio ni con el pasado reciente, que pesaba sobre la
población y sus habitantes (guerra y posguerra). En el caso de la monografía de Pitt-
Rivers, además de esto, prevalece el concepto de “pueblo” como unidad moral sobre
las divergencias entre clases sociales, lo cual, junto a la atemporalidad, será criticado
posteriormente por autores foráneos y locales. Este aspecto, tal como señala Collier
(1997), era habitual en la antropología de carácter funcionalista, la cual tendía a
buscar más los aspectos de cohesión grupal que de fricción. David Gilmore, quien
realizaría su trabajo de campo en Fuenmayor (Fuentes de Andalucía), destacaría
que su pretensión era la de realizar un estudio que, al contrario del de Pitt-Rivers,
señalara el conicto de clases en la Andalucía rural. Aún así, ni la época en la que
realizó su estudio (tardofranquismo) ni el entorno (campiña sevillana) son los mismos
que los que vivió Pitt-Rivers (posguerra y sierra gaditana), y además para entonces
algunos antropólogos andaluces, como Isidoro Moreno y Enrique Luque, ya habían
señalado algunos tipos de división en los pueblos por clases o por mitades adscritas
a hermandades.
Un aspecto a destacar que se debe en gran medida a la obra de Pitt-Rivers es la
inauguración del hábito de poner seudónimos a las localidad estudiadas. Así, su
Alcalá de la Sierra es el de Grazalema, como posteriormente hará Collier con Los
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Olivos, en la sierra onubense, David D. Gregory con La Cepa (Estepa), Gilmore con
Fuenmayor y Stanley Brandes con Monteros (Cazorla), entre otros casos. Este hábi-
to va a ser utilizado también por los primeros antropólogos locales que van a realizar
estudios de comunidad en Andalucía, como Isidoro Moreno y Enrique Luque. En el
resto del ámbito mediterráneo también encontramos esta práctica entre antropólogos
foráneos y los pocos locales de la época, tanto en Portugal, donde destaca el estudio
de José Cutileiro sobre una comunidad del Alentejo y la estraticación social en la
misma, como en el sur de Francia, donde el propio Pitt-Rivers hará trabajo de campo,
como en Italia y en el Magreb, donde además de los estudios sobre las comunidades
bereberes del Atlas y amplias zonas de Marruecos, destaca el estudio del sociólogo
Pierre Bourdieu, el cual tuvo en un primer momento inclinaciones mediterraneístas
en sus investigaciones y tratamiento de temas como el honor y las sociedades rura-
les, sobre la cabila en Argelia. El tipo de estudio, ya se trate de una sociedad rural
católica o musulmana, se repite en cuanto a los planteamientos y objetivos y a la
búsqueda de los valores morales compartidos dentro del área cultural, por lo demás
bien diversa.
Algunas investigaciones etnológicas llevadas a cabo durante los años cincuenta y
sesenta tendrían, sin embargo, una dimensión comarcal o incluso regional. Es el
caso de la investigación llevada a cabo en la Alpujarra por el arqueólogo y etnólo-
go suizo Jean-Christian Spahni, la encuesta del Atlas Lingüístico y Etnográco de
Andalucía dirigida por el dialectólogo Manuel Alvar López desde la Universidad de
Granada y el proyecto de Etnología de Andalucía Occidental dirigido por José Alcina
Franch desde la Universidad de Sevilla, a través del cual diversos alumnos y alum-
nas llevarían a cabo trabajo de campo en diversas localidades del Aljarafe sevillano
y comarcas cercanas, y que constituye una investigación pionera en su campo en
el marco de la antropología andaluza. Las estudios de carácter comarcal y regional
también iban a hacer su aparición durante estos años en la incipiente antropología
italiana, mientras que en otros contextos como el francés ya existía una cierta tradi-
ción desde los inicios del siglo XX, con guras interesadas en la cultura popular como
Arnold van Gennep, quien había realizado investigaciones en diversas regiones y
había teorizado sobre los ritos de paso.
En el caso de la antropología italiana, debemos destacar el hecho de que encontra-
mos dos formas fundamentales de acercamiento al trabajo de campo. Por un lado,
la fórmula del estudio de comunidad que venimos señalando, y por otro un tipo de
estudio centrado en la investigación sobre un aspecto concreto de la cultura popular
especialmente del Mezzogiorno (sur de Italia), que va a instaurar Ernesto de Martino
y que será continuado por sus seguidores, con estudios sobre la magia, el tarantis-
mo, el ritual y la música tradicional. Mientras que lo funcional y lo estructural es lo
que teóricamente fundamenta los estudios de comunidad, lo ritual y simbólico lo es
en el caso italiano, sin necesidad de muchos aportes de las antropologías foráneas
sino partiendo de la propia experiencia, antes de que lo simbólico hiciera su aparición
como paradigma de gran relevancia en la antropología europea y norteamericana, a
partir de autores como Victor Turner y Clifford Geertz.
Volviendo al caso andaluz, encontramos en los años sesenta y setenta a una gene-
ración de jóvenes antropólogos que van a decantarse por el estudio de comunidad
a la hora de elaborar sus tesis doctorales. Destacan el de Isidoro Moreno, en la
Universidad de Sevilla, sobre Bencarrón de los Condes, y el de Enrique Luque, en la
Universidad de Granada, sobre Jaral de la Sierra. El primero llega a la Antropología
a través de las enseñanzas de José Alcina Franch y la Historia de América, y el se-
gundo a través de las de Francisco Murillo Ferrol, especialista en sociología política,
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en el ámbito del Derecho. Dichas tesis serán publicadas durante la primera mitad de
los años setenta. La de Isidoro Moreno con el título Propiedad, clases sociales y her-
mandades en la Baja Andalucía. La estructura social de un pueblo del Aljarafe (1972)
y la de Enrique Luque con el de Estudio antropológico social de un pueblo del Sur
(1974). En la primera destaca el análisis de las mitades matrilineales en las que se di-
vide la comunidad, cuyos habitantes forman dos grupos adscritos a una hermandad
u otra, consagradas a dos advocaciones marianas distintas. También cabe señalar el
análisis de las clases sociales y los tipos de viviendas asociadas a las mismas. En la
segunda destaca el análisis del repartimiento de la tierra y del parentesco, así como
el análisis de la evolución histórica de la comunidad y la variación de algunos roles
y valores, especialmente entre los jóvenes. La incidencia de un fenómeno como el
migratorio se deja notar en ambos textos.
Durante la segunda mitad de la década de los años setenta encontramos otros dos
estudios de comunidad destacables, el primero debido a Alfredo Jiménez Núñez y
el segundo a Pío Navarro Alcalá-Zamora. El primero se trata de un estudio de co-
munidad inusual, ya que se basa en la historia de vida de un campesino, vecino de
la localidad sevillana de Villamanrique de la Condesa, y el segundo se trata de un
estudio de comunidad de carácter clásico, basado en su tesis doctoral, pero que
destaca por la amplia variedad de aspectos que aborda, y al ser un estudio algo más
tardío incluye aspectos no solamente relativos a los trabajos y ocios, la propiedad
de la tierra, la demografía o la emigración, así como la estraticación social y el valor
del parentesco, sino que se acerca también al complejo mundo ritual y simbólico. La
localidad escogida en este caso es Mecina, en la Alpujarra granadina. Los títulos de
las mismas son Biografía de un campesino andaluz. La historia oral como etnografía
(1978) y Mecina (la cambiante estructura social de un pueblo de la Alpujarra) (1979).
De los estudios de comunidad llevados a cabo por antropólogos locales hay que
destacar que, a diferencia de los anteriores realizados por antropólogos británicos y
estadounidenses, el factor temporal sí es tenido en cuenta y no se parte de un pre-
sente etnográco sino que se es consciente de la importancia del pasado y se indaga
en archivos y en la memoria de los vecinos.
Las inuencias teóricas de los autores anteriormente citados son varias. La monogra-
fía de Isidoro Moreno puede enmarcarse dentro del marxismo estructuralista, de ins-
piración francesa, donde se combinan los planteamientos estructuralistas de Claude
Lévi-Strauss con la perspectiva marxista. Así, las diferencias de clase pueden existir
junto a otras formas de diferenciación basadas en la división de la estructura social
de la comunidad en mitades, como en el caso estudiado. La monografía de Alfredo
Jiménez Núñez está en relación con los estudios de historia oral y con la antropolo-
gía cultural norteamericana, que tuvo gran inuencia en la obra de este antropólogo
e historiador sevillano. En el caso de las monografías de Enrique Luque y Pío Na-
varro Alcalá-Zamora encontramos una perspectiva más próxima a un estructural-
funcionalismo tardío, donde la perspectiva histórica y la sociológica son visiblemente
relevantes.
A partir de nales de los setenta e inicios de los ochenta el estudio de comunidad co-
mienza a dar paso a estudios de carácter comarcal o regional, que abarcan un territo-
rio más amplio y donde el concepto de pueblo deja de circunscribirse al ámbito local
para adquirir un mayor dimensión, al hacer referencia a una comunidad de carác-
ter supracomunal. Además de esto, el propio concepto de comunidad es puesto en
cuestión en los debates de la disciplina y no se reivindicará hasta décadas después.
Los pocos ejemplos que hallamos durante los años ochenta y noventa de estudios
de comunidad son el de Encarnación Aguilar sobre las hermandades de Castilleja
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de la Cuesta, publicado en 1983; el de José Antonio González Alcantud sobre la
explotación del mármol y la lucha por el mismo en Macael, publicado en 1990; el
de Francisco Checa y Olmos sobre Lanteira, publicado en 1995; los de Félix Talego
sobre Aroche y Marinaleda, publicados respectivamente en 1995 y 1996; el de José
María Valcuende del Río sobre Zalamea la Real, publicado en 1998 y el de Esteban
Ruiz Ballesteros sobre Higuera de la Sierra, publicado en 1999. Estos estudios ya no
se basan en el análisis de todos los aspectos posibles de la comunidad, sino que la
toman como referencia y la contextualizan para centrarse en algún aspecto concreto
de la misma (fricción entre hermandades, lucha por los recursos, formas de trabajo,
rituales y política, etc.). De todos ellos el de Francisco Checa es el que probablemen-
te presenta una similitud mayor con los anteriores estudios de comunidad, como el
de Navarro Alcalá-Zamora, al ser además la base de su tesis doctoral.
Los estudios de carácter comarcal hacen su aparición con numerosos ejemplos, en-
tre los que podemos destacar el de Javier Escalera sobre las formas de sociabilidad y
asociacionismo en el Aljarafe sevillano, publicado en 1990, el de Juan Agudo Torrico
sobre las hermandades de la Virgen de Guía en los Pedroches, publicado también
en 1990 y el de Danielle Provansal y Pedro Molina sobre los ocios tradicionales del
Campo de Níjar, publicado en 1989.
4. Materiales y métodos III: Nuevos temas para nuevos tiempos
Durante los años ochenta hace su aparición un paradigma que va a marcar a la
disciplina antropológica en su conjunto desde entonces y a la andaluza en especial,
al igual que a las del resto del Estado. Se trata del paradigma identitario, que unido
al anterior concepto de etnicidad va a hacer fortuna en una época de efervescencia
política en torno al Estado de las autonomías, una vez pasado el franquismo, y la
búsqueda acuciante de elementos identitarios en las diversas zonas del contexto
español (Anta, 2007: 74; Prat, 2013: 15). En esta situación de tránsito hacia un nuevo
modelo estatal y de una mayor libertad para expresar las características autóctonas,
la disciplina antropológica, inmersa en su proceso de instauración académica, va a
servir de apoyo para la elaboración teórica y la muestra de ejemplos al respecto. Esto
no signica que toda la antropología andaluza al completo se vaya a basar en este
paradigma, pero sí en su mayor parte, sea para estar de acuerdo o en desacuerdo.
La escuela que va a ir creando Isidoro Moreno en la Universidad de Sevilla va a ser la
principal generadora de la noción étnico-identitaria andaluza, estando en constante
contacto con los planteamientos al respecto provenientes de otras escuelas antro-
pológicas como la vasca, la catalana, la valenciana o la canaria. Buena muestra de
ello es la amplia participación de antropólogos y antropólogas del ámbito sevillano en
la obra colectiva Etnicidad y sociabilidad en la Península Ibérica, publicada en 1990
y coordinada por la antropóloga valenciana Josepa Cucó y el antropólogo catalán
Joan Josep Pujadas. El peso de la idea de identidad va a hacer que un antropólogo
extremeño colaborador de la Universidad de Sevilla, Javier Marcos Arévalo, traslade
este concepto al caso de Extremadura, donde se convertirá en el principal pionero de
la disciplina. En cuanto al ámbito granadino, donde no existe por el momento una es-
cuela tan homogénea ni está aún asentada como tal la disciplina, al menos al mismo
nivel, el concepto de identidad es tomado unido al de la idea de una cultura andaluza,
pero se mantendrá una actitud más crítica respecto al concepto de etnicidad y a su
unión a la perspectiva identitaria, actitud que va a estar especialmente representa-
da por Pedro Gómez García, quien es el primer lósofo y antropólogo andaluz en
acercarse a la historia general de la disciplina, al haber realizado su tesis doctoral
Artículos • Miguel Ángel Carvajal Contreras
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sobre el estructuralismo de Claude Lévi-Strauss. Cabe destacar que en este afán por
la búsqueda de la identidad propia las diversas antropologías del contexto español
comienzan a historiograarse y a buscar sus antecedentes entre los folkloristas y
los etnólogos pioneros, como los que citábamos al principio. Isidoro Moreno había
sido a principios de los setenta el primero en hacer una inicial aproximación a esta
cuestión, y a partir de los años ochenta va a retomarse con mayor fuerza. Destacan
las aportaciones de Encarnación Aguilar (1990, 1992), Salvador Rodríguez Becerra
(1991) y José Antonio González Alcantud (1982, 1992).
En torno al concepto de identidad van a ir surgiendo los principales debates y se
van a ir perlando las nuevas áreas de estudio de la antropología andaluza durante
estos años. Uno de los principales temas de interés a partir de entonces van a ser
los rituales festivos y las formas de organizar el asociacionismo en torno al cual se
desarrolla buena parte de la sociabilidad en pueblos y barrios, aspectos ligados a la
religiosidad popular y a eventos festivos como estas patronales, romerías, proce-
siones y la Semana Santa. La práctica totalidad de la antropología andaluza de esta
época se va a acercar en mayor o menor medida a estos fenómenos socioculturales.
Se producirá una eclosión de estudios sobre las hermandades y cofradías, así como
sobre la reproducción de las devociones populares andaluzas fuera de Andalucía y la
creación de hermandades liales, aspecto este último en el que aparece un aspecto
de tanta relevancia como la emigración. Los principales estudiosos de la religiosidad
popular andaluza serán Isidoro Moreno, Salvador Rodríguez Becerra, Pedro Gómez
García y Rafael Briones, los dos primeros desde la Universidad de Sevilla y los dos
últimos desde la de Granada. Una generación de antropólogos más jóvenes surgida
en torno a ellos va a aportar numerosas investigaciones al respecto, de modo que
puede decirse que en el conjunto de la antropología española son los andaluces
quienes más profusamente han trabajado estos aspectos.
El fenómeno migratorio, que había marcado la realidad del campo andaluz durante
las décadas precedentes, va a ser también tratado. Pionera en el contexto de la
antropología andaluza va a ser Emma Martín, quien realizaría una investigación so-
bre la emigración en la sierra gaditana y la emigración andaluza en Cataluña para
posteriormente centrarse en los migrantes llegados a Andalucía y el paso de la mis-
ma de tierra emisora a receptora de migración. En este primer momento de las in-
vestigaciones en torno a la migración en la antropología andaluza encontramos la
presencia del paradigma identitario, dado que la reproducción identitaria en el lugar
de recepción es una de las constantes. Así lo podemos observar en los estudios de
Emma Martín antes citados, y también en el de Celeste Jiménez de Madariaga sobre
la reproducción de devociones andaluzas en Madrid, publicado en 1997. Posterior-
mente factores como la búsqueda de trabajo, motor principal del proceso migratorio,
van a ir tomando importancia para intentar comprender en profundidad los motivos
del hecho de las migraciones.
En el entorno de la escuela de Isidoro Moreno va a surgir un concepto que marcará
también esta época de la antropología andaluza. Se trata de las denominadas como
“culturas del trabajo”, que hacen referencia a los procesos identitarios y sociocultura-
les surgidos a partir de las diversas formas de trabajo, como jornaleros y agricultores,
obreros o artesanos. Este concepto ya había dado sus primeros pasos en las inves-
tigaciones llevadas a cabo en la Sierra Norte sevillana, y se pone de maniesto en
las llevadas a cabo sobre los jornaleros de Lebrija, de Marinaleda o de los arrozales
marismeños, los mineros de Riotinto, los recolectores de corcho de los Alcornocales
o los pescadores de la ribera del Guadalquivir y de la costa.
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5. Resultados: La situación actual de una disciplina para un
mundo en transformación
En la actualidad, la antropología producida sobre y desde Andalucía tiene algunos
puntos fuertes, como es el interés por fenómenos que atañen a la sociedad del mo-
mento y a una mayor implantación en el ámbito académico, existiendo áreas de An-
tropología Social en todas las universidades andaluzas. Las universidades de Sevilla
y Granada cuentan con departamentos de Antropología, lo que facilita una mayor
cantidad de investigaciones y de formas de especialización en esta disciplina, a tra-
vés primero de licenciaturas y posteriormente de grados y de cursos de posgrado. A
partir de los años ochenta encontramos diversos eventos, como encuentros y con-
gresos, e instituciones autonómicas que iban a fomentar la investigación antropológi-
ca en Andalucía, especialmente durante dicha década y la de los noventa. Entre los
eventos señalados destacan el Encuentro de antropólogos andaluces de Jerez de la
Frontera (1982), los de religiosidad popular celebrados en Sevilla (1987) y Andújar
(1998), el V Congreso de la Federación de Asociaciones de Antropología del Estado
Español, celebrado en Granada (1990), y el X, celebrado en Sevilla (2005). La Junta
de Andalucía crearía una Comisión Etnológica a nivel autonómico que iría realizan-
do durante varias campañas de investigación el Anuario Etnológico de Andalucía,
una publicación periódica en la que se recogían las investigaciones llevadas a cabo
en territorio andaluz con ayuda de dicha institución. El Centro de Documentación
Musical de Andalucía, vinculado a la Junta, iba a promover las investigaciones de
carácter etnomusicológico, como las realizadas sobre manifestaciones musicales
andaluzas como el trovo alpujarreño o los verdiales. Otras instituciones autonómicas
con presencia de profesionales de la disciplina y promoción de investigaciones an-
tropológicas son el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico y el Instituto Andaluz del
Flamenco. El Centro de Estudios Andaluces ha colaborado también en la realización
y publicación de estudios antropológicos, especialmente centrados en la imagen de
Andalucía en diversos ámbitos, como en los centros de enseñanza o en el turismo.
Por otro lado, cabe destacar la labor de la Fundación Blas Infante como promotora
de la publicación de tesis doctorales de carácter antropológico. Los museos han
venido suponiendo otro espacio de desarrollo de la etnografía andaluza, destacando
las actividades realizadas a inicios de los ochenta por parte del Museo Arqueológico
y Etnológico de Granada y las realizadas desde entonces por el Museo de Artes y
Costumbres Populares de Sevilla, una de las instituciones museísticas más pródigas
al respecto a nivel andaluz. En cuanto a la fundación de asociaciones e instituciones
dedicadas a la labor etnológica en Andalucía, podemos destacar la fundación de la
Asociación Granadina de Antropología en 1982 y la de la Asociación Andaluza de
Antropología en Córdoba en 1984, quedando poco después la primera vinculada a
la segunda, que es la que persiste en la actualidad. La fundación de asociaciones
antropológicas en el contexto español había comenzado unos años antes, en conso-
nancia con la creación de instituciones europeas como Ethnologie Française y la Eu-
ropean Association of Social Anthropologists. Una ingente labor de promoción de la
investigación antropológica en Andalucía, de organización de encuentros, concesión
de ayudas y realización de publicaciones iba a ser llevada durante los últimos años
del siglo pasado y los primeros del presente por parte de la Fundación Machado,
desde Sevilla, y del Centro de Investigaciones Etnológicas “Ángel Ganivet”, desde
Granada, vinculado a la Diputación granadina, gracias a la labor de los profesores
Rodríguez Becerra y González Alcantud respectivamente. Las fundaciones para la
promoción de la investigación etnográca han ido surgiendo en diversos contextos
del sur de Europa, como el italiano, destacando la Fondazione Ignazio Buttitta, en
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Sicilia. Durante las últimas décadas, los lazos entre antropólogos andaluces y sici-
lianos se han intensicado, investigando diversos aspectos de la cultura popular con
una perspectiva comparada, especialmente la Semana Santa y los rituales festivos
religiosos, y mostrando las similitudes y las particularidades entre ambos contextos
culturales en la exposición “Caminos de Pasión”, realizada en el año 2018. Cabe
destacar también en el ámbito de las exposiciones la realizada por José Antonio
González Alcantud en 2008 sobre las tarascas del Mediterráneo, en la Casa de los
Tiros de Granada. En la misma se exponían guras de la tarasca (dragón legendario
asociado a Santa Marta, que procesiona en las estas del Corpus granadino) tanto
del sur de Francia, donde esta tradición tiene su origen, como de Granada.
En el año 2001 se publicaría la obra colectiva de carácter enciclopédico Proyecto
Andalucía. Antropología, coordinada por Salvador Rodríguez Becerra y en la que
participarían la práctica totalidad de los antropólogos y antropólogas de Andalucía,
en cuyos volúmenes temáticos se pueden observar las diversas áreas de estudio tra-
tadas hasta el momento por la antropología andaluza (economía, ocios, artesanía,
alimentación, religión, estas, folclore, literatura oral, identidad cultural, migraciones,
etc.). Junto con obras como ésta, uno de los principales medios de difusión de las in-
vestigaciones antropológicas sobre Andalucía serían y aún son las revistas, entre las
que destacan Gazeta de Antropología (Universidad de Granada, fundada en 1982),
El Folk-Lore Andaluz y Demólo (Fundación Machado, fundadas en 1987 y 1993 res-
pectivamente, la segunda como continuación de la primera), Revista de Antropología
Experimental (Universidad de Jaén, fundada en 2001) y Revista Andaluza de An-
tropología (Asociación Andaluza de Antropología y Universidad de Sevilla, fundada
en 2011). Como revista dedicada a las investigaciones de carácter cientíco-social,
Anduli ha contribuido a la difusión del conocimiento sobre la sociedad andaluza.
Los estudios llevados a cabo desde el ámbito académico han favorecido que la dis-
ciplina antropológica adquiera un cierto asentamiento. Dicho asentamiento se ha
visto reforzado con la presencia de personal formado en Antropología en institucio-
nes como diputaciones provinciales, instituciones vinculadas a la Junta de Andalucía
como las anteriormente señaladas y en el ámbito museístico, así como en el de la
cooperación y el desarrollo. Esta tendencia ha tenido también lugar en mayor o me-
nor medida en otros ámbitos estatales como el gallego, el castellano, el madrileño, el
vasco, el catalán, el valenciano y el canario. También en el portugués, en el francés
y en el italiano, donde la instauración académica de la disciplina y la museología et-
nológica han ido aumentando desde la segunda mitad del siglo XX. Tanto en el caso
andaluz como en estos otros casos, a partir de los años setenta y especialmente
de las últimas décadas, la presencia de profesionales en materia antropológica se
ha ido haciendo más visible en espacios no estrictamente académicos, aunque en
muchos casos vinculados a la investigación. El auge de la perspectiva etnológica
sobre el patrimonio ha potenciado esta consolidación, y la antropología andaluza
es además de las que más han aportado y aportan a los debates e investigaciones
sobre patrimonio. Destacan las aportaciones de Celeste Jiménez de Madariaga, de
la Universidad de Huelva; Salvador Rodríguez Becerra, Encarnación Aguilar, Esther
Fernández de Paz, Isabel González Turmo (en su caso sobre antropología de la
alimentación y la patrimonialización de la dieta mediterránea), Juan Agudo, Javier
Hernández Ramírez y David Florido, de la Universidad de Sevilla; Javier Escalera y
Esteban Ruiz Ballesteros, de la Universidad Pablo de Olavide; Gema Carrera y Ani-
ceto Delgado, del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico; José María Manjavacas,
de la Universidad de Córdoba y José Antonio González Alcantud, de la Universidad
de Granada. El amenco y las músicas populares andaluzas han sido el objeto de
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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estudio de Antonio Mandly, quien ha profundizado en el estudio de los verdiales ma-
lagueños; Cristina Cruces, sobre el amenco y las peñas, Modesto García Jiménez,
sobre las agrupaciones de música popular en el oriente andaluz y Manuel Lorente,
sobre el cante jondo y los palos amencos. Un aspecto que ha adquirido también una
especial relevancia durante los últimos años ha sido el de la antropología del turismo,
debido a la cada vez mayor auencia de turistas en Andalucía y el proceso acelerado
de gentricación de los barrios históricos, por lo que a la perspectiva patrimonial se
le ha unido la turística para analizar dichos procesos.
Un aspecto que también ha tenido un gran impacto es el del estudio de las minorías
y los grupos que han venido siendo considerados como dentro de la marginalidad.
Dichos grupos han sido estudiados con considerables resultados tanto en lo que a
la migración se reere como a los grupos situados en la periferia de las sociedades
urbanas actuales. Los principales estudios se han venido realizando desde las uni-
versidades de Sevilla, Granada y Almería, donde destacan las investigaciones sobre
migraciones, y en el caso granadino también en antropología de la salud. También
las minorías en torno a la cuestión de género, así como la antropología feminista,
son ampliamente tratadas en la antropología andaluza actual. Una obra pionera en
este campo es la coordinada por la antropóloga sevillana Pilar Sanchíz Ochoa, de
trayectoria americanista y una de las pioneras de la antropología andaluza, titulada
Mujer andaluza, ¿la caída de un mito? (1992). A partir de entonces, y gracias a la
inuencia de antropólogas como Teresa del Valle, de la Universidad del País Vasco,
la antropología andaluza ha ido generando numerosas investigaciones y textos de
reexión. De alguna forma, el libro coordinado por Pilar Sanchíz se puede considerar
el equivalente a lo que en el contexto vasco supuso la obra Mujer vasca. Imagen y
realidad, coordinado por Teresa del Valle y publicado en 1985.
En la situación mundial actual nos hallamos ante una doble realidad en cuanto a las
conexiones que mantienen los diversos territorios. Lo local convive y está inserto
dentro de lo global, aunque las identidades territoriales aoran constantemente y el
proceso de tendencia homogeneizadora de la globalización se encuentra con formas
de resistencia social y cultural a su implantación total, de forma consciente o incons-
ciente. Este fenómeno de pervivencia de pautas socioculturales propias en tiempos
de hiperconexión y colonialidad cultural es lo que algunos antropólogos como Isidoro
Moreno denominan como glocalización, donde ambos contextos, el global y el local,
coexistente y su inuyen mutuamente. La necesidad de mantener ciertas prácticas
socioculturales para que no caigan en el olvido y sigan vigentes y de recobrar por
tanto esa parte de nuestra memoria colectiva ha hecho que la perspectiva decolonial
y de las epistemologías del Sur global, en términos del sociólogo portugués Boaven-
tura de Sousa Santos, haya empezado a calar en el ámbito académico andaluz. De
esta forma, la recuperación de algunas tradiciones de pensamiento y de plantea-
mientos teóricos provenientes del propio territorio aparece como un nuevo objetivo
para aquellas tradiciones losócas y cientíco-sociales que han permanecido en
la periferia o en el olvido. En el caso de la antropología andaluza podríamos decir
que dicho ejercicio de conocimiento y reexión tiene sus antedecentes con la recu-
peración de la memoria de los antiguos estudiosos de la cultura popular andaluza
del siglo XIX, y en las consideraciones de Isidoro Moreno durante los años ochenta
acerca de la colonización de la antropología andaluza, debida a las perspectivas y
a la elección de determinadas temáticas. Desde hace una década esta perspectiva
se ha ido implementando especialmente en las universidades de Sevilla y Granada,
surgiendo seminarios y una gran cantidad de conferencias al respecto, así como
producción de textos con dichas reexiones. Andalucía se ha puesto en contacto con
Artículos • Miguel Ángel Carvajal Contreras
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los contextos mediterráneo y latinoamericano (con este último especialmente a partir
de las últimas décadas), pero esta vez no ya solamente en cuanto a los postulados
de las “áreas culturales”, que han sido también cuestionadas, sino en cuanto a las
relaciones histórico-culturales que ésta ha mantenido a un lado y otro del Atlántico.
En cuanto a las relaciones con América Latina destacan las aportaciones de Isidoro
Moreno y Pablo Palenzuela, y en cuanto a las relaciones con el mundo mediterrá-
neo, que es el que aquí nos ocupa, y especialmente el magrebí destaca José An-
tonio González Alcantud, que ha sido uno de los pocos antropólogos andaluces en
acercarse a dicha cuestión, especialmente el imaginario que se construye sobre lo
magrebí en Andalucía y sobre lo andalusí tanto en Andalucía como en Marruecos
y el Mundo Árabe (González Alcantud, 2002, 2019). Así pues, en los tiempos de
la denominada “posmodernidad” encontramos que el pensamiento se va haciendo
bastante más complejo y que las nociones teóricas surgidas en los diversos con-
textos territoriales, anteriormente considerados como subalternos, van reclamando
una mayor visibilidad, coexistiendo e inuyendo, como es propio de los tiempos de la
glocalización, en los grandes marcos teóricos e interpretativos que surgen.
6. Conclusiones
Como hemos podido comprobar a lo largo de este texto, el proceso de surgimiento
y consolidación de la antropología andaluza se ha debido a un gran esfuerzo por
comenzar reconociendo a las formas de la cultura popular como objeto de estudio
cientíco y siguiendo con el estudio de la realidad social y cultural andaluza en su
conjunto. La antropología producida en Andalucía, en consonancia constante con la
producida en los ámbitos próximos y que ha aportado gran cantidad de reexiones,
ya desde la época de los folkloristas pero especialmente desde su implantación en
el sistema académico, se enmarca dentro de las antropologías mediterráneas, de las
tradiciones antropológicas de su ámbito próximo, donde el sur de Europa y el ámbito
norteafricano se encuentran, y conecta a través del Atlántico con las antropologías
latinoamericanas, para dar como resultado un diálogo fructífero con otros espacios
del Sur que comparten la trayectoria de territorios subalternos que reivindican lo pro-
pio dentro del contexto global.
La antropología andaluza es, también, una antropología puesta al día en los debates
de la disciplina, ya que ha sido capaz de hacer salir al pensamiento autóctono del
contexto exclusivamente local y de entablar contactos con las antropologías de su
entorno y las consideradas como grandes corrientes teóricas, por lo que las miradas
estructuralista, materialista o simbólica tienen su reejo en sus investigaciones, al
igual que el evolucionismo o el positivismo lo tuvieron hace algo más de un siglo,
cuando los folkloristas andaluces tomaron sus ideas para imbricarlas en sus consi-
deraciones acerca del acervo popular andaluz. La antropología andaluza no es por
tanto una antropología estática, dormida en viejos paradigmas ni fuera de la realidad
actual, sino que reconociendo su particular tradición de pensamiento y su trayectoria
y teniendo en cuenta sus características es capaz de tratar viejos y nuevos temas
teniendo en cuenta el contexto en el que se encuentran y tomando el pulso, como es
el cometido de las Ciencias Sociales, a la sociedad, la andaluza en este caso, y las
dinámicas de las que participa.
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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de Sevilla. Este artículo es un artículo publicado en acceso
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