Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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La cuestión no radica en plantear un uso alternativo del derecho en otros espacios
geográcos. Las propuestas alternativas del derecho presuponen la existencia de
un sujeto que produce una obra. Juan Carlos Rodríguez nos da algunas claves. Su
libro Teoría e historia de la producción ideológica comienza con su conocida tesis:
“la literatura no ha existido siempre” (Rodríguez, 1990: 5). La literatura no ha existido
siempre porque es el producto histórico de una serie de condiciones también histó-
ricas, derivadas del nivel ideológico de la modernidad. La literatura, el derecho o la
ciencia son discursos. Y un discurso se caracteriza por ser obra de un autor.
Por tanto, la radical historicidad de la literatura lo que nos señala es el punto de emer-
gencia
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de un sujeto que produce una obra llamada literatura y que, a diferencia de
otros discursos, lo que plantea es una verdad interior. He aquí la lógica del sujeto
(moderno) que se contrapone a la del siervo (feudal). La matriz ideológica moderna
o burguesa transforma al siervo en proletario (sujeto libre poseedor, al menos, de su
propia verdad interior: su fuerza de trabajo). Por tanto, “la literatura surge cuando sur-
ge la lógica del sujeto, pero decimos también, y esto es lo decisivo, que tal lógica del
sujeto no es otra cosa que una derivación –una “invención” de una matriz ideológica
determinada” (Rodríguez, 1990: 8).
La lógica del sujeto hace de este un individuo libre, autónomo, consciente, pensan-
te, razonable, responsable. Cogito, ergo sum. Este Yo soy no hubiese sido posible
en el marco de las relaciones feudales. Allí la lógica del siervo haría imposible las
relaciones mercantiles, pues se encontraba íntimamente adherido a una tierra y a
un señor. Por eso el sujeto moderno hunde su raíz en la matriz ideológica burguesa.
Esta necesita convertir al siervo en proletario, esto es, en sujeto libre, igual y posee-
dor de su fuerza de trabajo. Aquí el posesivo es fundamental: no se trata de la fuerza
de trabajo del señor, al n y al cabo propietario de sus siervos, sino de la fuerza de
trabajo que deriva directamente del cogito, de la capacidad de pensar y de pensarse.
En tanto propietario de sí mismo, este sujeto de la Modernidad se vende a cambio
de un salario. Por eso el sujeto cartesiano es capaz de separar el yo racional de su
propio cuerpo, pues es un yo dispuesto para su disciplinamiento. No obstante este
cambio, tanto la ideología feudal como la burguesa comparten un mismo patrón: la
dominación jerárquica. Si el siervo pertenece al señor, el sujeto libre e igual de la
Modernidad se articula en torno a la lógica de las clases: dominantes y dominados.
Dejemos que hable de nuevo Juan Carlos Rodríguez:
“En una palabra: el sujeto es una invención de la matriz ideológica burguesa, pero
ésta a) lo traslada a todas las épocas; b) trata de hacerlo pasar por una realidad
tanto a nivel político o económico como a nivel “eidético” o “espiritual” (por emplear
los términos que tal ideología usa) al hablar, por ejemplo, del sujeto jurídico o del
sujeto literario. c) Ello no impide, por supuesto, que los discursos jurídicos o los
literarios se estructuren, en el ámbito burgués, a partir de la temática del sujeto; lo
único que nosotros queremos hacer ahí es mostrar que tal temática sólo existe en
tanto que “histórica”, es decir, en tanto que trasunto directo de la ideología burgue-
sa de base”. (Rodríguez, 1990: 14-15)
La lección que podemos extraer, tanto de la tesis de Juan Carlos Rodríguez como
las ya apuntadas de Michel Foucault, gira en torno a un sujeto soberano en su con-
ciencia y en sus actividades. Tanto es así que la era de los derechos solo es posible
en tanto el sujeto se hace soberano de sí. Pero, al nal, se trata de un ser asimismo
sujetado en un doble sentido. Por un lado, sujetado a otro: aquí entran en juego
los expertos, los especialistas (médicos, juristas, peritos, psicólogos, psiquiatras,
6 Se utiliza esta palabra según Foucault (1992).