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Anduli
Revista Andaluza de Ciencias Sociales
ISSN: 1696-0270 • e-ISSN: 2340-4973
EXTRACTIVISMO AGRARIO E INDUSTRIA
AGROALIMENTARIA EN ANDALUCÍA
AGRARIAN EXTRACTIVISM AND THE AGRO-FOOD
INDUSTRY IN ANDALUSIA
Anabel Vigil-Villodres
Universidad Complutense de Madrid
anvigil@ucm.es
https://orcid.org/0000-0003-2075-6975
Resumen
Este estudio caracteriza la economía
andaluza como una economía extrac-
tiva, analizando de manera sucinta las
condiciones históricas que conguraron
la posición dependiente del capitalismo
andaluz y consolidaron una estructura
productiva basada en la extracción de
recursos de la naturaleza, como la agri-
cultura y la industria agroalimentaria.
En esta línea, se estudiará el mode-
lo extractivista que opera en Andalu-
cía en el siglo XXI, esgrimiendo como
rasgos básicos la intensicación de
los monocultivos como plataformas de
agro-exportación, el poder de la gran
distribución en las cadenas de valor y el
impulso institucional al cooperativismo
de segundo grado surgido como res-
puesta. Entre las principales repercu-
siones de este modelo destacaremos el
empobrecimiento y la pérdida de sobe-
ranía alimentaria de la región andaluza.
Palabras clave: extractivismo agrario,
capitalismo, agroindustria, decolonialis-
mo, Andalucía, estructura productiva,
cadena de valor, soberanía alimentaria.
Abstract
This study characterizes the Andalusian
economy as an extractive economy.
First, we alalyze the historical conditions
that shaped the dependent position of
Andalusian capitalism and consolidated
a productive structure based mainly on
the extraction of resources from nature,
such as in the agriculture and agri-food
industries. Next, we study how the
extractivist model in Andalusia operates
in the 21st century by analyzing its
basic features: the intensication of
monocultures as agro-export platforms,
the power of large distribution in value
chains and the institutional drive
toward second-degree cooperativism
as a response. Among the main
impacts of this model we highlight
the impoverishment and loss of food
sovereignty in the Andalusian region.
Key words: agrarian extractivism,
capitalism, agri-food industry,
decolonialism, Andalusia, productive
structure, value chains, food
sovereignty.
Como citar este artículo/citation: Vigil-Villodres, Anabel (2021). Extractivismo agrario e industria agroalimentaria
en Andalucía. ANDULI (20) 2021 pp.35-58. http://10.12795/anduli.2021.i20.03
Recibido: 02-12-2019 Aceptado: 29-09-2020 Publicado 04-01-2021
DOI: http://10.12795/anduli.2021.i20.03
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1. Introducción
La economía andaluza se caracteriza fundamentalmente por ser una economía ex-
tractiva. Algunos hitos de su desarrollo histórico como la conquista castellana, el
monopolio comercial con las Américas o la posterior preservación de privilegios de
oligarcas y terratenientes fueron incidiendo en la conformación de un nuevo modo
de organización económica y social altamente desigual en el reparto de la tierra y la
riqueza. Un incipiente capitalismo andaluz asentado sobre la agricultura y la industria
agroalimentaria como principal fuente de generación y acumulación de riqueza, con
una estructura productiva basada principalmente en la extracción de recursos de la
naturaleza. Con la inserción de la economía andaluza en la economía mundial se
ha ido profundizando en un patrón de acumulación que cada vez responde menos
a las necesidades locales de su población y más a las exigencias de competitividad
del modelo agroindustrial a nivel mundial (Moreno y Delgado, 2013; Arenas, 2015).
Un modelo de alimentación profundamente enraizado en la lógica capitalista, en la
incesante búsqueda del máximo benecio y la reducción de costes en cada eslabón
de la cadena de producción. Una dinámica que se ve dominada, además, por una
alta concentración empresarial: grandes corporaciones transnacionales de la agro-
alimentación que controlan los segmentos de mayor generación de valor de estas
actividades; presionando a los eslabones más débiles de la cadena de valor agroa-
limentaria, tanto en el plano social -agricultores, jornaleros y peones de la industria
agrícola- como medioambiental, para conseguir la máxima rentabilidad de su nego-
cio (Delgado, 2002; Montagut y Vivas, 2009).
En este aspecto, la modernización de la agricultura y su industrialización trajo consi-
go un cambio en la concepción que tenemos sobre la naturaleza y la tierra, que pasa
a ser un bien mercantilizable más, expuesto a las presiones de la competitividad
internacional. Estas exigencias impulsan el paso del uso de técnicas tradicionales,
en sintonía con los ciclos de la tierra e intensivas en trabajo, a técnicas intensivas en
tecnología, muy agresivas con los campos de cultivo. Además de la expansión de los
monocultivos, generalmente utilizados como plataforma de agro-exportación
1
, y su
consiguiente pérdida de biodiversidad; los fertilizantes y pesticidas utilizados como
sustitutos químicos de los nutrientes que la tierra no puede generar son altamente
contaminantes, teniendo graves consecuencias ecológicas y salubres para los terri-
torios y comunidades que los aplican (Montagut y Dogliotti, 2007).
En esta línea, la crisis alimentaria que en 2007 y 2008 sacudió a medio mundo dio
cuenta de la incertidumbre e inseguridad que rodean a este modelo agrícola y alimen-
tario. Concebida como una consecuencia más de las políticas neoliberales aplicadas
contra los países del Sur años atrás (Holt-Giménez, 2008), signicó la destrucción
de los sistemas alimentarios tradicionales para dar paso a nuevos modelos de pro-
ducción agroalimentarios intensivos e industriales, basados en la mecanización, la
sobre-explotación de residuos y el uso de agroquímicos; donde unas pocas multina-
cionales controlan los distintos eslabones de la cadena de producción, desde la pro-
visión de semillas hasta la distribución y comercialización de los alimentos (Montagut
y Dogliotti, 2007; Montagut y Vivas, 2009). En denitiva, un modelo productivista
orientado hacia la maximización de benecios y que ha dejado de desempeñar su
función básica dentro de toda sociedad: la provisión de alimentos.
1 El cultivo del olivar en Andalucía, las explotaciones hortofrutícolas de Huelva y Almería, el es-
párrago en el Poniente Granadino, el mango en la Costa del Sol, etc. O para manifestar que la
problemática es un dilema de índole mundial y de los países del Sur en particular: la soja en
Sudamérica, el café en Etiopía, etc.
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En este estudio se hará una caracterización de la economía andaluza como una
economía extractiva, subrayando las condiciones históricas que condicionaron la po-
sición dependiente del capitalismo andaluz; observando con ello la doble posición
en la que se encuentra su economía: por una parte, su localización geográca en el
hemisferio norte próxima a los centros industriales le permite contar con todos los
privilegios y ventajas comerciales e institucionales propias de los países “desarro-
llados”; pero, por otra parte, su consideración como periferia de Europa y España
la han llevado a cumplir con el papel tradicionalmente reservado para los países del
Sur global, especializados en la extracción de materias primas para su exportación.
Para ello, se incluirán corrientes intelectuales de pensadores provenientes del Sur
que cuestionan el paradigma de desarrollo hegemónico y creen que otro modelo de
desarrollo, concebido por y para el Sur, es posible. En esta línea, estudiaremos cómo
es el modelo extractivista que opera en Andalucía en el siglo XXI, esgrimiendo sus
rasgos básicos. Entre ellos destacaremos el gran peso de la distribución y la comer-
cialización en la cadena de valor agroalimentaria, la intensicación de los monocul-
tivos como plataformas de agro-exportación y el impulso dado al cooperativismo de
segundo grado; entidades que, de facto, funcionan como empresas capitalistas para
ganar cuota de mercado y controlar el sector.
2. Extractivismo económico e industria agroalimentaria
Cuando hablamos de extractivismo estamos reriéndonos a aquellas actividades
que extraen grandes cantidades de recursos naturales que no son procesados (o,
que lo son, pero limitadamente) para su exportación (Gudynas, 2009). Teóricamente,
el término se reere a la apropiación de los recursos naturales y su comercialización
como materias primas. No obstante, su signicado se ha ido ampliando a lo largo del
tiempo para acoger en él diferentes actividades que van más allá de la extracción
de minerales o petróleo, hablándose también de un extractivismo agrario, forestal o
pesquero (Acosta, 2011).
Las diferentes condiciones de partida de los distintos territorios –pueblos coloniza-
dos y colonizadores- han condicionado en buena medida su estructura productiva y
con ello su particular inserción en el sistema capitalista a nivel global, conformando
una división internacional del trabajo que, lejos de ser igualitaria o beneciosa para
ambos, ha congurado relaciones de subordinación y dependencia entre ellos. -
sicamente, este modelo de acumulación
2
se ha basado a lo largo del tiempo en la
explotación y apropiación de las materias primas de los países del Sur global para
satisfacer las necesidades de desarrollo industrial de las regiones del Norte global
3
.
Además, para ello, los países del Norte global han ingeniado una gran arquitectura
institucional que favorece especialmente sus intereses desarrollistas
4
. Como comen-
ta Eric Holt-Giménez (2008), las políticas de “desarrollo” económico impulsadas por
estos países a partir de los sesenta (los Programas de Ajuste Estructural, tratados
2 Denimos modelo o regímen de acumulación como el modo o patrón especíco bajo el que se
organiza el funcionamiento de la economía capitalista en un momento histórico determinado
(Palazuelos, 2015).
3 Para profundizar en el enfoque del sistema-mundo y la economía-mundo capitalista se recomien-
da consultar a Wallerstein (2005).
4 Para tener una visión generalizada sobre las estrategias de desarrollo seguidas por estos países
a lo largo de su historia, así como de los distintos mecanismos utilizados para truncar el desarro-
llo económico del resto, consultar a Chang (2004).
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regionales de libre comercio, la Organización Mundial del Comercio, programas de
ayudas y subsidios agrícolas en el Norte, etc.) han acabado con los sistemas alimen-
tarios tradicionales a nivel mundial, implantándose en cambio un modelo alimentario
privatizado y productivista especialmente vulnerable ante situaciones de crisis eco-
nómicas, ecológicas y sociales. Un modelo que es utilizado como “instrumento impe-
rialista de control político, económico y social por parte de las principales potencias
económicas del Norte, como Estados Unidos y la Unión Europea (así como de sus
multinacionales agroalimentarias), respecto a los países del Sur global” (Montagut y
Vivas, 2009, pag. 14).
En este escenario hay que tener en cuenta un hecho fundamental y es la alta con-
centración empresarial a la que está sometida la cadena agroalimentaria. Ello se
traduce en situaciones cercanas al monopolio y, por tanto, de control de uno o varios
eslabones del proceso de producción. Como ejemplo tenemos dos de los eslabones
que más sufren la concentración empresarial, como son la provisión de semillas y la
distribución.
Siguiendo a Montagut y Vivas (2009), con respecto al primer eslabón de la cadena
agroalimentaria, la provisión de semillas, sólo diez compañías (entre las que se en-
cuentran Monsanto, Du Pont o Syngenta) controlan más de la mitad de las ventas
del sector. La existencia de leyes de propiedad intelectual sobre semillas permite
patentar y adquirir sus derechos de comercialización, incentivando la concentración
empresarial en este segmento y complicando la disponibilidad de variedades autóc-
tonas en favor de la estandarización de los cultivos. Los agricultores dependen, por
tanto, del poder de estas compañías, de la calidad de estas semillas y de su precio
para poner en marcha una explotación agraria.
Por otra parte, también es común que estas empresas controlen otra industria rela-
cionada como es la de los plaguicidas y pesticidas. La concentración en este sector
es mayor, de forma que las diez mayores empresas controlan el 84% del merca-
do mundial; siendo muy común también establecer acuerdos de colaboración entre
ellas, compartiendo los riesgos asociados a la investigación y desarrollo tecnológi-
cos. Por ejemplo, en 2007, la principal compañía de semillas y la mayor química del
mundo, Monsanto y BASF, colaboraron en el desarrollo de semillas transgénicas
(organismos biológicamente modicados) de maíz, algodón y soja que aumentaran
el rendimiento y la tolerancia a la sequía.
En el otro extremo, se encuentra el eslabón de la comercialización y la distribución,
altamente dominado por las multinacionales de la gran distribución. En Europa, entre
1987 y 2005 la cuota de mercado de las diez mayores multinacionales del sector
aumentó hasta situarse en un 45% del total, pronosticando que ésta podría aumentar
un 75% en los próximos años. Sin embargo, la realidad supera a la cción: en Sue-
cia, tres cadenas de supermercados controlan más del 95% de la cuota de mercado,
y en otros países, entre los que se encuentra España, unas pocas empresas domi-
nan entre el 45% y el 60% del total. Concretamente, en 2020, Mercadona controla el
24,5% de la distribución alimentaria, Carrefour el 7,7%, DIA el 6,2%, Grupo Eroski el
4,9%, Lidl el 5,5% y el Grupo Auchan el 3,4% (Kantar Worldpanel, 2020).
A través de las megafusiones, estas grandes multinacionales, cuya matriz radica en
países del Norte, absorben a otras cadenas pequeñas asegurándose su control y ex-
pansión internacional, especialmente en los países del Sur proveedores de materia
prima. Esta alta concentración del sector permite un dominio casi monopólico de toda
la cadena de valor agroalimentaria, otorgándoles capacidad suciente para controlar
qué productos se consumen, a qué precio o de qué procedencia. Es un modelo de
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distribución que ejerce una fuerte presión sobre el resto de actores que participan en
la cadena alimentaria (campesinos, proveedores, trabajadoras, consumidores, etc.)
que no les queda más que aceptar las condiciones impuestas por estas grandes
multinacionales de la distribución si quieren asegurarse la venta de su producción y
la sostenibilidad económica de su explotación, de la que dependen sus medios de
vida
5
.
Asimismo, hay que tener en cuenta que estas multinacionales cuentan con el apoyo
explícito de las élites políticas e instituciones internacionales, que han ido continua-
mente desregulando el modelo agroindustrial, anteponiendo los benecios de estas
empresas a las necesidades alimenticias de la población y el respeto al medio am-
biente. La evidencia es la propia experiencia histórica de los países del Sur: tras la
aplicación de las políticas neoliberales de apertura y liberalización externa, todos
los territorios han visto cómo sus mercados empezaban a proveerse de alimentos
importados altamente subvencionados por el Norte, a la vez que los productos agrí-
colas locales se destinaban cada vez más a la exportación al mercado internacional.
De esta forma, la producción de alimentos ha dejado de cumplir así una función
social, como proveer alimentos a la población local donde se producen, actuando
también como eje vertebrador de los territorios, para pasar a enraizarse en una lógi-
ca capitalista perversa a nivel mundial cuyo único n es la continua maximización de
benecios. Además, como no podía ser de otro modo, este modelo de producción de
alimentos intensivo e industrial, con un elevado uso de agroquímicos y con alimentos
que viajan millones de kilómetros, profundiza también en la crisis ecológica global,
siendo la primera responsable del cambio climático a escala global, por encima inclu-
so de la industria energética y de transporte.
3. Andalucía como una economía extractivista
El tipo de especialización productiva de una economía, o lo que es lo mismo, las
principales tareas y actividades que se van desarrollando a lo largo del tiempo en un
territorio, se congura a partir de la interrelación de su propio proceso histórico de
desarrollo y las formas que éste va desarrollando en su articulación con el exterior.
Es decir, no sólo depende de la evolución de las condiciones históricas, sociales,
económicas e institucionales propias, si no que éste puede condicionarse y moldear-
se a partir de determinantes externos producto de la integración de su economía en
la economía mundial. Así, es necesario tener en cuenta las formas y modos en que
se dan la articulación interna y externa de la economía para poder profundizar en
el análisis de las especializaciones regionales en un contexto cambiante e incierto
como el actual.
6
5 Según Montagut y Dogliotti (2007, pag. 32): “A través de las denominadas “marcas blancas” (es
decir, el envasado propio de productos) estas empresas se acercan mucho al control integral de
toda la cadena producción-transformación-distribución, imponiendo sus razones económicas,
sus mecanismos particulares de explotación y dirigiendo, en muchos casos, los procesos de
deslocalización de la producción.”
6 “La articulación hacia fuera, las formas de vinculación con el exterior” y “la manera en que se
congura y evoluciona la propia economía y la sociedad andaluza en su interior”, lo que sería la
articulación interna, “están fuertemente condicionados por la dinámica del sistema, desde la que,
cada vez en mayor grado, se modula tanto nuestra especialización, nuestro papel y funciones
dentro del mismo, como el propio funcionar de nuestra economía. De manera que las formas de
apropiación y control de los recursos andaluces y los modos de gestión, generación y distribución
social de la riqueza tienen mucho que ver con la articulación de la economía con el exterior”.
(Moreno y Delgado, 2013, pag. 82).
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En esta línea, las condiciones históricas de desarrollo del capitalismo andaluz dieron
paso a lo que ha sido descrito como un capitalismo oligárquico y extractivista (Are-
nas, 2015), sectorialmente desestructurado y altamente desigual
7
. Las ganancias del
monopolio colonial con las Américas y la posterior crisis del siglo XIX tras su pérdida
desplazarían a la región de la periferia de Europa a la periferia española, perdiendo
importancia estratégica como fuente de riqueza para la acumulación de capital de la
corona española, quedando a merced del incipiente capitalismo mundial como encla-
ve periférico dedicado a la extracción de materias primas.
En este apartado nos remontaremos a la historia reciente de Andalucía para obser-
var los primeros pasos de la conguración y consolidación de la economía andaluza
como una economía extractivista. La primera etapa, a partir de la conquista caste-
llana y hasta el n de la autarquía franquista, se caracteriza por crear y desarrollar
las condiciones que hicieron posible la especialización productiva de la economía
andaluza como una economía extractiva, desequilibrada sectorialmente y altamente
desigual en la apropiación y reparto de su riqueza. La última etapa tiene que ver
con los condicionantes externos que reforzaron y moldearon este patrón productivo
hasta llegar al modelo de acumulación actual, debido a la integración de la economía
andaluza en el mercado europeo e internacional.
3.1. De la conquista a la dictadura franquista
A grandes rasgos, la conquista castellana y la posterior privatización de la tierra en el
siglo XIX propiciaron que se acabara desarrollando en Andalucía una nueva forma de
organización económica y social con una estructura productiva apoyada en la agri-
cultura como fuente de riqueza y acumulación (Moreno y Delgado, 2013). Mientras
que la propiedad de la tierra quedó en manos de unas pocas manos propietarias y
terratenientes, la actividad minera existente era controlada principalmente por em-
presas extranjeras, funcionando como un enclave industrial, desconectado del resto
de actividades de la economía andaluza. Esta situación se fue consolidando en el
tiempo, conformando una economía incipientemente desestructurada: con sectores
débiles intensivos en mano de obra de propiedad doméstica, principalmente con-
centrada en una oligarquía agraria latifundista, y sectores de una industria pesada
de capital foráneo sin conexión con las principales actividades del territorio (Arenas,
2015; Moreno y Delgado, 2013).
Aunque durante este tiempo surgieran polos industriales que se limitaban principal-
mente a procesar y transformar la producción agraria y metalúrgica obtenida (Parejo
y Sánchez, 1999; Moreno y Delgado, 2013), la industria pesada contó con múltiples
dicultades económicas, tecnológicas y sociopolíticas, entre otras- para desarro-
llarse y consolidarse. Una de ellas fue la difícil disponibilidad de recursos energéticos,
obstáculo que no tuvo que sortear la industria agroalimentaria, de menor intensidad
tecnológica y energética (Parejo, 1997; Parejo y Sánchez, 1999). Como subrayara
Parejo (1997), el menor requerimiento energético fue una de las ventajas relativas
que impulsaron la especialización agroalimentaria de la economía andaluza. De esta
manera, a mediados del siglo XIX, la industria alimentaria ya suponía en Andalucía
7 Su incorporación temprana al comercio internacional con el monopolio de las Américas mantuvo
unas relaciones de poder en favor de las élites burguesas y nobiliarias, utilizando sus privilegios
para continuar agrandando “la distancia social entre señores y vasallos, burgueses y jornaleros”,
manteniendo “unas relaciones sociales extremadamente polarizadas y desiguales solo matiza-
das con rasgos patriarcales y clientelares hacia unos vasallos-clientes a los que no quedaba otro
recurso que esperarlo todo de la “generosidad” del amo” (Arenas, 2015, pag. 150).
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casi tres cuartas partes del valor añadido bruto de la industria y para 1900 aún seguía
siendo del 62%.
Posteriormente, la dictadura franquista aanzó la división del trabajo dentro de la
economía española, consolidándose la especialización productiva de Andalucía alre-
dedor de actividades basadas en la explotación de recursos naturales. Como analiza
Delgado (2002), en la producción industrial andaluza desde el primer tercio del siglo
XIX hasta los años sesenta del XX destaca, principalmente, la actividad transforma-
dora de materias primas como principal actividad industrial de la región (Figura 1),
sobresaliendo el procesado y transformación de productos agrarios, hortofrutícolas,
aceites y vinos. La industria agroalimentaria ha venido, por tanto, condicionando his-
tóricamente el devenir de la industria y la economía andaluza, especialmente en el
siglo XX.
Figura 1. Participación en la producción industrial andaluza
Fuente: Delgado (2002) a partir de Parejo (1997) y Renta Nacional de España
y su distribución provincial.
A partir de los años 60 se intensican las relaciones entre Andalucía y el exterior,
aanzándose esta especialización en la explotación del patrimonio natural andaluz.
La economía andaluza parece encargarse del suministro de energía y alimentos para
satisfacer las necesidades de acumulación de los centros industrializados, a lo que
también se le une el abastecimiento de fuerza de trabajo emigrante que, ante la
destrucción de empleo en el campo por la modernización y mecanización de las téc-
nicas, se ve forzada a trasladarse a las urbes industrializadas. Mientras, en el campo
andaluz, la menor disponibilidad de mano de obra hace incrementar los salarios del
sector agrario, incentivando el desarrollo de estas actividades productivas extracti-
vistas frente a alguna posibilidad de que se produjera un cambio estructural en su
economía (Moreno y Delgado, 2013).
3.2. El mercado europeo y la globalización
Con la entrada en la Unión Europea en 1986 la economía española profundizó en
el proceso de liberalización y apertura emprendido años antes, integrándose formal-
mente en el mercado común europeo. No obstante, como analizan Morillas, Moniche
y Marcos (1999), aunque los fondos estructurales de la Unión Europea supusieran
una importante aportación nanciera para la economía andaluza, mejorando en tér-
minos absolutos los parámetros económicos básicos de producción, valor añadido y
empleo; no se registra el mismo éxito si atendemos a sus efectos cualitativos sobre
la estructura productiva.
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Tratar de impulsar el desarrollo económico de un territorio productivamente desarti-
culado puede dar lugar a importantes fugas de actividad desde la región objetivo a
otros territorios más desarrollados de la economía nacional: “Jugando el papel de re-
gión periférica del sistema productivo español, el crecimiento regional impulsado por
los fondos produce desarrollo industrial y de servicios en las zonas más industrializa-
das del resto de España, reproduciendo y acentuando el esquema de dependencia
productiva clásica de la economía andaluza” (íbid, pag. 242).
Si a esto se le suma la concentración de la inversión en obra pública y en el desarro-
llo de infraestructuras de transporte, se tiene una estrategia de desarrollo productivo
que incide y refuerza la estructura productiva desarticulada, dependiente de la cons-
trucción para la generación de empleo y consumidora de recursos naturales; con la
salvedad de disponer ahora de una infraestructura de transporte diseñada “más para
mejorar las relaciones con el exterior que para integrar el espacio y la economía en
la región andaluza.” (íbid, pag. 242).
Delgado y Román (1995) estudian los impactos territoriales de la integración en el
Mercado Único de la economía andaluza, poniendo el foco en el sector agroalimen-
tario andaluz y en su reestructuración a raíz de los procesos de internacionalización
de la producción en los que se ve envuelto. En el estudio se muestra la participa-
ción de la producción andaluza en el total español, observando que, para el período
1981-1991, la especialización productiva de la economía andaluza se intensicó en
torno a actividades extractivas de recursos naturales, destacándose la minería y la
agricultura.
8
A su vez, se observa cómo la transformación y comercialización de los productos
agrícolas obtenidos tiende a realizarse fuera del territorio andaluz, quedando fuera
del circuito de valor de la cadena agroalimentaria (Cantos, 2019); manteniéndose
sólo aquellas actividades cuya transformación, por el carácter perecedero de los
alimentos, debe realizarse cerca de los campos de cultivo. La expansión de las in-
fraestructuras de transporte también incide en este proceso facilitando la exportación
de recursos naturales para su procesado en otras áreas industriales del país, como
Cataluña o el País Vasco.
Esta creciente desconexión entre la agricultura y sus procesos de transformación tiene
su reejo en la concentración de la industria agroalimentaria en aquellas actividades
cercanas a la agricultura, donde se producen alimentos con un bajo grado de elabo-
ración. Entre ellos destacan los Aceites y grasas y el Azúcar, actividades cuyo produc-
to sirve como inputs de otras ramas industriales. El hecho de que la primera sea la
principal actividad del sector agroalimentario andaluz y, a la vez, el subsector cuyas
exportaciones más han crecido en este período dan buena prueba de la orientación
exportadora de su producción (Delgado y Román, 1995). Como consecuencia también
se da una mayor orientación de la producción agraria hacia la demanda nal en forma
de exportaciones, que intensican su crecimiento por encima del resto (íbid.).
El destino de las exportaciones avala la fragmentación productiva de la cadena
de valor agroalimentaria; siendo los productos agroalimentarios mayoritariamente
8 Como comenta Martín Rodríguez (1990), los rasgos estructurales de la economía andaluza a
nales del siglo XX no eran muy distintos a los manifestados en el siglo XIX: desarticulación
espacial (decientes conexiones interiores), desarticulación productiva (ni un solo sector indus-
trial clave con capacidad de arrastre y de recepción de impulsos económicos), disparidades
económicas intrarregionales muy importantes (alta desigualdad social), economía escasamente
diversicada y fuerte dependencia del exterior (incapacidad para articular mercados internos)
(pag. 360).
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destinados al resto de España (76,2%), mientras que los agrícolas pasaron de des-
tinarse al resto de España en un 83,5% en 1980 a hacerlo un 57,1% para 1990. Ello
apunta a que la articulación de la estructura productiva andaluza con el mercado
europeo habría profundizado en su especialización agraria a la vez que habría incen-
tivado la reestructuración territorial de la industria agroalimentaria, trasladando las
actividades de mayor valor añadido a las regiones industriales y centros de consumo
y manteniendo en el territorio aquellas cercanas a la agricultura.
Además, si tenemos en cuenta que el ritmo de importaciones ha crecido incluso
más que el de exportaciones, especialmente las de Aceites y grasas, que se han
multiplicado por 13,1 en la década (Delgado y Román, 1995); tenemos que con la
integración en el mercado europeo se está produciendo el abastecimiento vía im-
portaciones del mercado andaluz de productos agrarios, mientras su producción se
orienta cada vez más hacia el exterior. La consecuencia lógica de este proceso es
la pérdida de capacidad de autoabastecimiento con la consecuente pérdida de
soberanía alimentaria que ello conlleva, pues la producción interior de la economía
andaluza cada vez se debe menos a sus propias necesidades y más a las exigencias
del mercado internacional
9
.
Como consecuencia de este proceso de apertura exterior, marcado por la integración
de la economía andaluza en el mercado europeo, tenemos que se ha intensicado
la especialización agraria de su economía a la vez que las ramas productivas más
importantes de la industria agroalimentaria han volcado su producción hacia el ex-
terior, perdiendo inuencia como nexo de unión entre sectores; lo que incide en la
desarticulación sectorial e interna de su economía. Como comentan Delgado y
Román (1995):
“Mayor grado de desarticulación interna e incremento de la dependencia exterior
han sido los dos ejes sobre los que se ha desenvuelto la dinámica económica en el
sector agroalimentario andaluz en la década de los 80, un periodo en el que el cre-
cimiento reproduce y amplía las desfavorables condiciones de partida, acentuando
los desequilibrios y profundizando la desestructuración productiva” (pag. 64).
Sintetizando, tenemos que la integración de la desarticulada economía andaluza en
la economía europea y mundial ha incidido en:
La intensicación de la especialización productiva de su economía en torno a la
extracción de recursos naturales, siendo la agricultura y la minería sus principa-
les actividades.
La industria agroalimentaria se convierte en la principal industria de la región,
aunque el traslado de las actividades que mayor valor generan a los centros
industriales y de consumo propicia la concentración de la actividad industrial
en torno a unas pocas ramas productivas con un bajo grado de elaboración y
transformación. Debido a esta dinámica, la agricultura pierde peso en la cadena
de valor agroalimentaria a la vez que su producción cada vez se encuentra más
orientada hacia el mercado exterior en forma de exportaciones.
Esta creciente desconexión entre actividades complementarias, como son la
agricultura y la industria agroalimentaria, incide en una mayor desarticulación
sectorial y, por tanto, interna de la economía andaluza.
9 La industria agroalimentaria ha pasado de abastecer del 70,3% de la demanda interna a sólo el
46,6% de la misma en 1990, debiendo ser el resto importado (íbid.). Esta pérdida de mercado
interno ocurre, además, en las dos principales actividades agroalimentarias del territorio, que
coinciden con las más orientadas al exterior: Aceites y grasas y Vinos y alcoholes.
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4. Algunos rasgos de la economía andaluza hoy. Industria
agroalimentaria
Según la “Estrategia Industrial de Andalucía. Horizonte 2020” (Consejería de Em-
pleo, Empresa y Comercio, 2016) la industria agroalimentaria se sitúa como la rama
manufacturera más importante por empleo, producción y valor añadido. En esta lí-
nea, el “Plan Estratégico para la Agroindustria de Andalucía. Horizonte 2020” (Con-
sejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, 2017) la calica como “una actividad
de primera magnitud en la estructura productiva regional”, al representar el 22% del
total de la industria andaluza y suponer el 21% del total de la producción industrial
en Andalucía, sólo por detrás de las industrias energéticas. En términos de empleo,
ocupa un 24% del total generado por la industria andaluza, suponiendo un 1,8% del
empleo total.
No obstante, a diferencia de otras ramas cuya actividad se encuentra más concentra-
da en polos industriales o enclaves, ésta se encuentra muy difundida por el territorio
andaluz en forma de empresas o cooperativas de pequeño tamaño. Es una indus-
tria que, por el carácter perecedero de los alimentos, está muy condicionada por la
región o comarca donde son cultivados; lo que tiene una importancia crucial como
eje vertebrador económico y social de estos territorios, en la medida en que de su
actividad depende buena parte del desarrollo y del empleo generado en estas zonas
rurales.
10
Con respecto a la internacionalización de su industria, Andalucía es la primera re-
gión en exportaciones agroindustriales (22% del total). Por sectores, destacan las
de productos hortofrutícolas (58% del total de exportaciones agroindustriales) y las
grasas y aceites (25%); siendo principalmente dirigidas a los mercados europeos
(77%). En relación a su especialización productiva, si observamos la comparación a
nivel europeo, rápidamente reparamos en la altísima especialización de la economía
andaluza en la fabricación de alimentos en comparación con las industrias europeas
(Consejería de Empleo, Empresa y Comercio, 2016).
Figura 2. Índice de Especialización de las ramas manufactureras de Andalucía
(índices calculados sobre la cifra de negocio sin Reno de petróleo, 2012)
Fuente: Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural (2017).
Una vez analizados los aspectos básicos de la situación actual de la industria agro-
alimentaria andaluza, vamos a pasar a profundizar en algunos elementos de interés,
10 “Se le puede considerar el motor económico de las zonas rurales ya que actúa de vínculo entre
la producción agraria, el territorio y el medio rural” (Consejería de Agricultura y Pesca, 2006).
Artículos • Anabel Vigil Villodres
• 45 •
como son la expansión de los monocultivos como plataformas de exportación, el
poder de las distribución en las cadenas de valor y el impulso al cooperativismo de
segundo grado que ha surgido como respuesta.
4.1. Monocultivos para la exportación
Como vimos anteriormente, la orientación al exterior ha incentivado la concentración
de la especialización productiva andaluza en actividades extractivas complementa-
rias a la acumulación de capital de las regiones industriales, encontrando acomodo
en sus mercados e impulsando su producción para la exportación. Esta dinámica,
inserta en un modelo agroalimentario intensivo y productivista, habría reforzado la
concentración de la actividad agroindustrial andaluza en unas pocas actividades agra-
rias, incentivando la proliferación de monocultivos como plataformas de exportación.
Con la entrada en la Unión Europea hemos comprobado que la producción agroin-
dustrial se concentraba en aquellas actividades que registraban un mayor crecimien-
to de sus exportaciones. Para 2017, los productos agroalimentarios, principalmente
el aceite de oliva y las frutas y hortalizas, concentraban ya más de la tercera parte
(35,5%) del total de las exportaciones andaluzas. Parece que, como resultado de
la internacionalización de la economía andaluza, la actividad agroalimentaria se ha
intensicado alrededor de dos subsectores: el aceite de oliva y las frutas y hortalizas
(Figura 3).
Figura 3. Principales productos exportados en valor, Andalucía
Fuente: Balanza comercial agroalimentaria de enero de 2018.
Secretaría general de agricultura y alimentación, Junta de Andalucía.
Tras la expansión del olivar iniciada en el siglo XIX el campo andaluz fue aproxi-
mándose cada vez más a una situación de monocultivo
11
, llegando a suponer más
del 17% de la supercie regional andaluza y el 40% de provincias como Jaén (Gó-
mez, 2009). Siendo considerado una de las principales fuentes de ingresos de la
región, el olivar ha recibido una atención especial por parte de instituciones tanto
regionales como supranacionales. Continuas regulaciones, distinciones de calidad y
ayudas empujan para aumentar la competitividad del sector oleico en los mercados
internacionales
12
. No obstante, competir vía precios en la economía mundial puede
tener graves consecuencias para sus productores en la medida en que dependen del
11 Aunque aún sobreviven distintas especies de olivo, la lógica economicista acaba propiciando la
especialización también dentro de los distintos cultivos.
12 Para revisar en detalle las consecuencias de la política agraria de la Unión Europea en el cultivo
del olivar en Andalucía consultar García-Brenes (2012).
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
• 46 •
precio pagado por su cosecha para poder sostener económicamente las explotacio-
nes del olivar en el tiempo. Por ello, resulta interesante analizar qué ocurre con su
precio en origen, ya que de él dependen los ingresos de un gran número de familias.
Observando la evolución del precio en origen de las distintas categorías de aceite de
oliva en Andalucía (Figura 4) apreciamos que, a pesar de competir también en base
a factores de calidad y denominaciones de origen, la realidad indica que su precio en
origen no hace más que caer de manera tendencial. Debido a la importancia estra-
tégica de este producto en Andalucía parece necesario profundizar en las causas e
inercias que favorecen esta dinámica.
Figura 4. Evolución mensual de los precios (medios mensuales) en origen del aceite de oliva
(virgen extra, virgen y lampante) en Andalucía, desde julio de 2018 a julio de 2019.
Fuente: Observatorio de Precios y Mercados.
Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible.
En el caso de las frutas y hortalizas, la concentración exportadora depende del cul-
tivo y la región, sobresaliendo la provincia de Almería tanto por el volumen de su
producción –alrededor del 56% de la producción hortícola andaluza- como por las
técnicas utilizadas para ello –modernos cultivos intensivos bajo plásticos que ha-
cen aumentar la competitividad de sus cosechas en los mercados internacionales
13
-.
En Huelva, por otro lado, se concentran principalmente cultivos de cítricos, fresas y
cerezas. La costa granadina sobresale por sus cultivos de chirimoyas, aguacates o
mangos. Igualmente, Andalucía también concentra en torno al 20% de la producción
europea de naranjas, limones y pomelos
14
.
Estos lugares son el escenario de multitud de conictos sociales debido a la explo-
tación laboral que sufren los trabajadores agrícolas y jornaleros en sus lugares de
trabajo. Condiciones laborales precarias y con unas jornadas de trabajo que, según
la temporada, pueden superar las 12 horas diarias; bajo la premisa del rendimiento
que debe obtenerse para que estos proyectos sean rentables, sostenibles econó-
micamente, en un contexto de alta competitividad de los mercados internacionales.
13 Contando con 31.000 hectáreas de invernaderos que acumulan más del 30% del valor del total
de las exportaciones agroalimentarias andaluzas, principalmente concentradas en tomates y
pimientos.
14 Consejería de Economía, Junta de Andalucía. Recuperado de: https://www.juntadeandalucia.es/
andalucia/economia/agricultura.html
Artículos • Anabel Vigil Villodres
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4.2. Cadenas de valor agroalimentarias: importancia de la distribución frente a
la producción
Ante esta dinámica internacional adquiere importancia analizar lo que sucede alre-
dedor de la cadena de valor agroalimentaria de estos productos, es decir, observar
qué ocurre en cada una de las etapas del proceso de fragmentación productiva en
el que se ven envueltos desde su cosecha a su venta para el consumidor. Este
proceso es, a diferencia de otros productos tecnológicamente complejos, bastante
sencillo si tenemos en cuenta que están sometidos a un bajo grado de elaboración
y procesamiento.
Para ello utilizaremos los informes de la Junta de Andalucía y el Observatorio de
Precios y Mercados sobre la cadena de valor de los productos agroalimentarios
(Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente, 2012). Aquí recogeremos dos:
el tomate cultivado en invernadero, como uno de los productos hortícolas más signi-
cativos de la región almeriense, y el aceite de oliva virgen y virgen extra, producto
agroalimentario por excelencia de Andalucía.
4.2.1. Cadena de valor del tomate (Campaña 2009/2010)
Los productos hortofrutícolas son productos agrarios perecederos, de forma que
presentan un ciclo de conservación corto, condicionando su comercialización. En el
caso del tomate es interesante observar qué ocurre en cada etapa diferenciando dos
canales de distribución: el tradicional y el moderno; para contemplar las diferencias
existentes entre ambos métodos de comercialización.
Figura 5. Canal tradicional de comercialización del tomate
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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Fuente: “La cadena de valor de los productos agroalimentarios”.
Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.
Figura 6. Canal moderno de distribución del tomate
Fuente: “La cadena de valor de los productos agroalimentarios”.
Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.
Artículos • Anabel Vigil Villodres
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Como podemos observar de las guras de ambos canales de distribución, mien-
tras que los costes del agricultor son iguales en ambos mecanismos, sus benecios
son menores para el caso del canal moderno. En el lado opuesto de la cadena, si
comparamos ambos métodos, los benecios de la tienda tradicional serían menores
que los benecios captados por el supermercado. La comparación de ambas guras
nos permite constatar tres características de la cadena de valor del tomate: (1) los
eslabones dedicados a la comercialización y distribución ganan peso en la cadena
de valor agroalimentaria del tomate, por encima de la producción; (2) los agricultores
pierden poder en el canal de distribución moderno en benecio de la gran distribu-
ción, vendiendo a un precio menor y obteniendo por tanto menores ganancias que
en el canal tradicional; y (3) los benecios captados por los supermercados e hiper-
mercados en el canal de distribución moderna son mayores que los obtenidos por las
tiendas tradicionales y comercios locales.
4.2.2. Cadena de valor del aceite de oliva (Campaña 2008/2009).
El aceite de oliva no sólo es el producto agroalimentario emblemático de Andalucía,
sino que también es el mejor ejemplo de su agroindustria. Los productos agrarios in-
dustriales son aquellos que necesitan de una transformación industrial para obtener
el producto nal, introduciendo complejidad a su proceso de producción. Por ello, de-
bemos diferenciar dos canales de distribución: el del aceite de oliva, por una parte, y
el del aceite de oliva “virgen extra”, por otro; en la medida en que el primero necesita
incorporar el eslabón de renería en su proceso de producción.
Figura 7. Cadena de valor agroalimentaria del aceite de oliva
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Fuente: “La cadena de valor de los productos agroalimentarios”.
Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.
Figura 8. Cadena de valor agroalimentaria del aceite de oliva virgen extra
Fuente: “La cadena de valor de los productos agroalimentarios”.
Consejería de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente.
Artículos • Anabel Vigil Villodres
• 51 •
En el caso de la cadena de valor del aceite de oliva, lo primero que llama la atención
es que el olivarero asume la mayor parte de esos costes (69,2%), arrojando un bene-
cio negativo (-10,2%), o lo que es lo mismo, incurriendo en pérdidas. El precio al que
es pagado el aceite al olivicultor en la almazara no es suciente para cubrir los costes
de la explotación
15
. Con respecto al aceite de oliva virgen extra, el olivicultor conti-
núa siendo el agente que más costes soporta (69,2% del PVP sin IVA), incurriendo
igualmente en pérdidas con su explotación. En este caso, las pérdidas del agricultor
son menores (4,2%), a la vez que las ganancias de la almazara y la plataforma de
distribución se incrementan (6,1%).
En ambos casos, el eslabón de la cadena dedicado a la producción obtiene pérdidas
frente a los dedicados a la comercialización y la distribución, que parecen situarse en
una posición fuerte, de control de la cadena transformadora. Para ambos productos,
la distribución, en este caso la envasadora, registra el mayor margen comercial del
canal, siendo el margen comercial del súper o hipermercado (y también el margen
comercial total) mayor para el caso del aceite de oliva “virgen extra”. Parece así que,
aunque la distinción de calidad permita aumentar el precio de venta en las fases de
distribución y comercialización del producto, incrementando así los benecios obte-
nidos por estos agentes; ésta no repercute de igual forma en la fase de producción,
en la medida en que sigue sin ser rentable y, por tanto, sostenible económicamente
16
la explotación del olivo.
Dicho esto, del estudio de las cadenas de valor de dos de los productos agrarios
de referencia para la industria agroalimentaria andaluza, sacamos las siguientes
conclusiones:
Los agricultores y olivicultores se encuentran en una posición muy débil frente
a la comercialización y distribución en la cadena de valor agroalimentaria, espe-
cialmente cuando se trata de plataformas de distribución como supermercados
e hipermercados. La atomización de la agricultura y la industria agroalimentaria
incide en la pérdida de poder de negociación frente a la gran distribución, que
se encuentra muy concentrada. Estas grandes empresas y multinacionales de la
alimentación controlan los segmentos de mayor generación de valor de estas ac-
tividades, convirtiéndose en agentes tractores de la cadena, con capacidad su-
ciente para presionar al resto de eslabones a aceptar las condiciones y la política
de precios impuesta. Los agricultores son así considerados meros proveedores
de mercancía, obligados a aceptar vender su cosecha a un precio menor por tal
de asegurar la supervivencia de su explotación. Por otra parte, las tiendas tradi-
cionales y comercios locales no pueden competir con los bajos precios de venta
15 En el cálculo del benecio del olivicultor no se ha contabilizado las ayudas institucionales pro-
cedentes de los distintos organismos. Sería necesario calcular los benecios que obtienen estas
explotaciones tras percibir estas ayudas para efectivamente vericar la insostenibilidad de la
producción de aceite de oliva en un contexto competitivo como es la economía mundial. Lo que
puede armarse es que, estas explotaciones, de media, sólo podrían ser sostenibles económi-
camente –que no social ni medioambientalmente- con ayudas institucionales.
16 Sostenible sólo económicamente pues, extrapolando de Delgado et al. (2016), hay costes so-
ciales y medioambientales que quedan ocultos en los procesos de intercambio comerciales al
ser valorizados sólo a partir de criterios monetarios. Tal y como ocurre, los precios de estos pro-
ductos maniestan las relaciones de poder existentes en la cadena agroalimentaria, quedando
ocultos una apropiación de tiempo de trabajo y una extracción del patrimonio natural local que
son nalmente transferidos a las economías centrales; deteriorando los recursos localmente
disponibles y sentando las bases de lo que sería un intercambio ecológico desigual.
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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de estos hipermercados que, debido a su poder dentro de la cadena, disfrutan de
márgenes comerciales y benecios mayores.
Mientras que las explotaciones hortofrutícolas suelen tratarse de cultivos inten-
sivos del área litoral pertenecientes a pequeños propietarios, la gran extensión
del cultivo del olivar ha sido fuertemente respaldada e incentivada a través de
regulaciones y ayudas directas como la PAC. De esta forma, se está fomentan-
do la reproducción en el tiempo de una explotación extractiva que, además de
generar graves conictos sociales
17
y mediombientales
18
, no es rentable econó-
micamente para sus productores. El mayor riesgo lo sufren aquellas pequeñas
explotaciones que, bien por no disponer de un mayor tamaño o de la tecnología
más moderna, no consiguen alcanzar los umbrales de rentabilidad a las que sí
llegan los grandes, modernos y competitivos latifundios propiedad de grandes
terratenientes
19.
4.3. Cooperativismo agroalimentario
Debido a la situación actual de la industria agroalimentaria, muy abierta a la com-
petencia internacional y con una gran concentración de la distribución en la cadena
de valor, desde las instituciones andaluzas se ha ido promoviendo la asociación de
empresas y cooperativas agrícolas. Se pretende que éstas, además de funcionar
como ejes vertebradores del sector en los distintos territorios, también hagan frente
a la intensa atomización del sector productor agroalimentario mediante una concen-
tración de la oferta que les permita confrontar el poder de las grandes plataformas
de distribución.
Si atendemos al modelo de negocio de estas grandes multinacionales de la dis-
tribución alimentaria apreciamos que gran parte de su competitividad radica en la
dependencia que generan sobre las pequeñas y medianas empresas productoras
que le suministran sus insumos. Estas empresas, en constante competencia entre
sí, se ven obligadas a aceptar las condiciones y precios jados por la gran multina-
cional con el n de tener asegurada la venta de su producción; a pesar de que, en la
mayoría de ocasiones, el precio impuesto no reeje realmente el valor del producto
y no asegure, por tanto, la sostenibilidad de su actividad en el tiempo. Esto lleva a
situaciones como las descritas en las cadenas de valor del epígrafe anterior, donde
la esfera de la distribución y comercialización acapara los mayores márgenes comer-
ciales, registrando los mayores ingresos y benecios de la cadena agroalimentaria.
17 Miles de familias en Andalucía dependen directa o indirectamente del olivo, en particular, y de la
agricultura, en general. Éstas, sean propietarias o jornaleras, son las principales afectadas de la
bajada del precio en origen de estos productos, en la medida en que sus medios de vida depen-
den directa o indirectamente de los ingresos obtenidos por estas cosechas.
18 Se está subvencionando institucionalmente la expansión de un monocultivo que requiere de
técnicas modernas, más intensivas en el uso del agua, en tecnología y en fertilizantes quími-
cos, para ganar productividad y ser competitivos en el mercado internacional. De esta forma,
las subvenciones y ayudas de la PAC al cultivo del olivar estarían incentivando un “signicativo
deterioro ambiental”, ocasionando problemas de erosión de suelos, contaminación del agua por
el elevado uso de fertilizantes agroquímicos y reducción de la diversidad de variedades del olivar
por aquellas más productivas y que mejor se adapten a la mecanización y modernización de las
técnicas propias de la “revolución verde” (García-Brenes, 2012).
19 También son los máximos perceptores de ayudas públicas. Familias nobiliarias, muchas de ellas
de la actual clase política y económica, que disponen de amplias proporciones de terrenos y de
los medios económicos sucientes para rentabilizarlos. (Sánchez, R (28/03/2016): La UE reparte
250 millones en subvenciones agrícolas entre 60 ricos españoles. Recuperado en: https://www.
eldiario.es/economia/espanolas-recibido-millones-subvenciones-agrarias_0_499400610.html)
Artículos • Anabel Vigil Villodres
• 53 •
Observando las conclusiones referentes a la cadena de valor del tomate también
es posible apreciar el poder de estos grandes supermercados e hipermercados en
la distribución moderna a través de la obtención de mayores benecios frente a las
tiendas minoristas del modelo tradicional. Estas pequeñas empresas son fruterías y
verdulerías de barrio que, a su vez, deben competir con los bajos precios de estos
gigantes de la distribución alimentaria. Pero como hemos visto, la posibilidad de es-
tablecer precios competitivos de estas multinacionales, es decir, parte de su fuerza
competitiva, reside en su capacidad para controlar el mercado alimentario y monopo-
lizar la distribución alimentaria
20
.
Por ello, la existencia de un gran número de pequeñas explotaciones y unidades de
producción tiene como consecuencia un bajo nivel de poder de negociación y control
de la cadena agroalimentaria. Frente a esta dinámica, el cooperativismo, muy impor-
tante en la agroindustria andaluza
21
, se perla como un actor estratégico para hacer
frente a los abusos de la gran distribución, a la vez que un agente capaz de aunar los
intereses tanto de agricultores como de trabajadores agroindustriales, pertenecien-
tes a esas primeras fases de producción y transformación del producto que acaba
en el supermercado.
En los últimos años, las líneas de actuación institucional van precisamente encami-
nadas a aumentar la dimensión del sector y conformar sociedades más competitivas
a través del asociacionismo, las fusiones, la integración o la constitución de coope-
rativas de segundo grado (Paz y Botana, 2000)
22
. Según el “Plan Estratégico para
la Agroindustria de Andalucía. Horizonte 2000”, en Andalucía las cooperativas de
segundo grado registraron en 2014 un 23% y en 2015 un 28% de la facturación total
de las cooperativas andaluzas.
Como ejemplo más notable de este cooperativismo de segundo grado nos encon-
tramos con las recientes fusiones realizadas por la cooperativa andaluza “DCoop”
(antigua Hojiblanca), que ha ido adquiriendo poder de mercado hasta convertirse en
el mayor operador oleícola y vitivinícola de España
23
. Desde 2001, DCoop no sólo
ha adquirido otras cooperativas tanto de primer como de segundo grado, también ha
suscrito acuerdos estratégicos con envasadoras y distribuidoras que le han permitido
incrementar, diversicar e internacionalizar su producción a la vez que controlar el
resto de eslabones de la cadena de valor agroalimentaria.
20 En 2015, el sector alimentario fue el sector que mayor riqueza generó a nivel estatal, a la vez
que las tres grandes plataformas de distribución incrementaron su cuota de mercado al 43,3%:
Mercadona (20,6%), DIA (13,6%) y Covirán (9,1%); siendo Mercadona, por encima de eléctricas
y petroleras, la empresa con mayor facturación del país (Cantos, 2019).
21 Andalucía cuenta con una larga tradición cooperativista. En el año 2000, existían 3.503 coope-
rativas en la región, de las cuales el 25% eran agrarias (Paz y Botana, 2000). Actualmente es la
región con un mayor grado de cooperativismo agroalimentario: supone el 22% del total de coo-
perativas agroalimentaria, el 30% del empleo y el 23% de facturación, respecto al total español
(Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, 2017).
22 La Ley 14/2011 de Sociedades Cooperativas Andaluzas profundiza en el asociacionismo coo-
perativo y crea la gura de la cooperativa de segundo y ulterior grado. A nivel nacional, la Ley
Estatal de Fomento de la Integración Cooperativa de 2013 tiene como objetivo potenciar proyec-
tos interregionales de forma que den a las cooperativas agroindustriales una mayor capacidad
de articulación y transformación así como un mayor poder de negociación frente a las grandes
plataformas de distribución.
23 La organización integra más de 100 cooperativas y cuenta con una producción anual de aceite
de más de 200.000 toneladas, el 16% del total.
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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DCoop, sin embargo, es acusada en la actualidad por diferentes agentes del negocio
olivarero andaluz de utilizar este poder para manipular los precios del mercado de
aceite de oliva
24
. Asociaciones y medios relacionados acusan a su presidente ejecu-
tivo de llevar a cabo estrategias de manipulación del precio en origen para hacerse
con el control de todo el sector. Según diversas declaraciones, DCoop utilizaría su
poder de mercado para vender por debajo del precio medio que señala semanal-
mente el sistema Poolred para de esta forma forzar al resto de productores y coo-
perativas a que sean más competitivas vía precios. Sin embargo, esta situación es
inasumible para éstos, que cuentan con menor capacidad y exibilidad para reducir
los precios de venta sin incurrir en pérdidas irreversibles. Así, a estos agentes que
no pueden competir en tamaño, costes y facturación con DCoop, no les queda otra
que integrarse en esta cooperativa de cooperativas para asegurar la sostenibilidad
de su negocio.
Como hemos visto anteriormente, los precios en origen del aceite de oliva están ca-
yendo de manera tendencial; lo que repercute directamente en los ingresos de unos
olivicultores que, si no fuera por las ayudas institucionales, no podrían continuar con
sus explotaciones
25
. A través de acuerdos con grandes empresas de distribución,
como la red de supermercados de Carrefour, Dcoop lanza campañas promocionales
para la compra de aceite de oliva a precios muy inferiores a los del mercado; incu-
rriendo en prácticas ilegales – lo que se conoce como dumping - para controlar el
sector y expulsar a sus competidores
26
.
Esta dinámica tiene graves implicaciones que, si no son tenidas en cuenta a tiempo,
podrían generar graves conictos sociales en aquellos territorios donde el aceite de
oliva es la principal fuente de ingresos de la población
27
. La situación monopólica a
la que se acerca el sector se ha saldado con la desaparición de muchas pequeñas
cooperativas comarcales y, con ellas, su fuerza como eje vertebradores de los terri-
torios; subsumiendo los intereses de productores y trabajadores locales en pos de la
competitividad de una gran corporación con intereses cruzados diluidos en una gran
amalgama de socios y empresarios, sin apego a ningún territorio más que a aquél
que le consiga asegurar la máxima ganancia, actual y venidera. Por tanto, los pro-
ductores no sólo deben soportar el poder de la gran distribución sobre la esfera de la
producción, haciéndoles aceptar su política de precios si quieren vender su produc-
ción, sino que, dentro de la misma esfera de producción, deben competir contra los
bajos precios impuestos por la gigantesca cooperativa o acabar siendo absorbidos
por ella.
24 Ballfugó, C. (04/06/2018). Alarma entre los aceiteros de Jaén por la caída de precios impul-
sada por Dcoop. Crónica Global. Recuperado de: https://cronicaglobal.elespanol.com/business/
dcoop-alarma-aceiteros-jaen-caida-precios_145913_102.html
25 Los agricultores y Dcoop dieren sobre la bajada de precios de los productos (21/06/2018).
Crónica Global. Recuperado de: https://cronicaglobal.elespanol.com/business/los-agricultores-y-
dcoop-dieren-sobre-la-bajada-de-precios-de-los-productos_150383_102.html
26 Ballfugó, C. (30/11/2018). Se conrman las sospechas sobre Dcoop: vende el aceite a pérdidas.
Crónica Global. Recuperado de: https://cronicaglobal.elespanol.com/business/conrman-sospe-
chas-dcoop-vende-aceite-perdidas_203356_102.html
27 El sector olivarero se maniesta en Madrid por la crisis de precios y los aranceles de Trump
(10/10/2019). El País. Recuperado de: https://elpais.com/economia/2019/10/10/actuali-
dad/1570700624_007057.html
Artículos • Anabel Vigil Villodres
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4. Reexiones y conclusiones
Como hemos observado, el proceso histórico de desarrollo de la economía andaluza
acabó desembocando en el extractivismo de recursos naturales como principal acti-
vidad económica de la región. La especialización agraria de su economía se reforzó
además con su inserción en el mercado europeo e internacional, existiendo una vas-
ta arquitectura institucional dedicada al desarrollo y modernización del sector agrario
andaluz. Andalucía refuerza así el papel de región productora de materias primas,
impulsando ahora de manera activa una estrategia de desarrollo productivo basada
principalmente en la agricultura para la exportación, inserta ésta en un modelo agro-
industrial intensivo, altamente mecanizado y productivista, depredador de recursos y
dependiente del uso de agroquímicos. La especialización agraria se refuerza con la
fragmentación de los procesos productivos a nivel mundial y, con ella, la agroindus-
tria andaluza se convierte en la principal fuente de ingresos de la región.
No obstante, en este proceso de producción comienza a adquirir gran importancia
un agente con capacidad suciente para controlar diversas etapas de la cadena de
valor agroalimentaria. Las grandes multinacionales de la distribución alimentaria fun-
cionan así como una especie de monopolios de la comercialización y distribución
de productos agrícolas, de manera que a la esfera de la producción no le queda
más remedio que aceptar las condiciones impuestas por estos grandes almacenes
si quieren vender su producción y, con ello, rentabilizar económicamente su explo-
tación. Sin embargo, las consecuencias de la concentración de la distribución sobre
la producción empiezan a hacerse notar cuando estos productores deben competir
entre sí vía precios, aceptando unas condiciones que no le permiten cubrir sus cos-
tes de producción; atentando, con ello, contra la sostenibilidad de sus proyectos y de
sus medios de vida en el tiempo.
Así, aunque Andalucía se encuentre globalmente localizada junto al mundo occiden-
tal “desarrollado”, contando con todas las “ventajas” institucionales que éste ofre-
ce, como hemos podido comprobar, realmente, la dinámica de funcionamiento en el
tiempo de su estructura productiva se asemeja más a la de los países del Sur, ge-
neralmente centrados en el extractivismo, tanto agrario como minero, para cubrir las
demandas de los centros industrializados de los territorios del Norte global. De esta
forma, los productores agrícolas andaluces no son sólo presionados por las grandes
multinacionales de la distribución sino que también, al volcar su producción hacia los
mercados internacionales, deben afrontar una férrea competencia vía precios con los
productos agrícolas de otros países agrarios
28
.
Del análisis de la especialización agraria de Andalucía sacamos en claro un hecho: el
estado crítico de la que es a día de hoy la principal actividad económica de la región.
Como hemos comprobado con el estudio de las cadenas de valor agroalimentarias
en Andalucía, la desvalorización de la esfera de la producción sobre la distribución
se recrudece para el caso de la gran distribución, que tiene poder suciente para
imponer su propia política de precios y condiciones a los agricultores, absorbiendo
así la mayor parte de los benecios generados en la cadena de valor. Esto, unido a
la continua caída de los precios de los alimentos en origen, afecta mayoritariamente
a las explotaciones familiares y pequeñas cooperativas agrícolas.
28 Igualmente, los países del Sur deben afrontar esta férrea competencia vía precios contra nues-
tros productos agrarios altamente subvencionados (que acaban también inundando sus mer-
cados internos e incentivando, con ello, la desaparición de la agricultura local tradicional de
aquellos territorios).
Anduli • Revista Andaluza de Ciencias Sociales Nº 20 - 2021
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La solución institucional a la concentración empresarial en el eslabón de la distribu-
ción ha sido atajada con la creación de guras como el cooperativismo de segundo
grado. No obstante, la concentración de poder en este segmento por parte de gran-
des cooperativas de segundo grado – como DCoop - ha llevado a que se generen
malas prácticas que apuntan hacia la manipulación del mercado y sus precios, de
forma que les permita obtener un control total del sector. Ello, además, ha generado
la desaparición de pequeñas cooperativas, a las que no les ha quedado más remedio
que dejarse absorber por estos mastodontes cooperativos. Esto incide en la pérdida
de capacidad de vertebración del territorio, característica de las cooperativas, debido
a que sus socios ya no son los propios agricultores, sino empresarios del sector sin
ninguna conexión ni interés con el territorio y su gente, más que la de enriquecerse
con su negocio.
De esta forma, podríamos decir que hay dos conjuntos de fuerzas que presionan ha-
cia el empobrecimiento del agricultor andaluz: por un lado, la concentración de la dis-
tribución y, por otro, el de la producción. A ello hay que sumarle la concentración de
los proveedores de semillas y fertilizantes, necesarios para regenerar los nutrientes
de una tierra que debe cumplir con las exigencias competitivas de los mercados mun-
diales. Es por ello que también tenemos que tener en cuenta la presión que ejerce
sobre estos agricultores la orientación hacia el exterior de su producción, en la medi-
da en que ya no se producen alimentos para satisfacer las necesidades locales de la
población donde se produce la cosecha, sino que, al contrario, deben competir con
productos agrícolas de otras partes del mundo por la conquista de nuevos mercados.
La agricultura y la agroindustria no es sólo una de las principales fuentes de ingre-
sos y empleo del territorio, sino que también cumple una función social muy impor-
tante: en Andalucía, la tierra ha sido considerada siempre como el principal medio
de producción de la región, desencadenándose sucesivas luchas por su control y
propiedad, siendo consideradas como un baluarte de la dignidad de los pueblos, en
la medida en que de ella, de su trabajo y de sus frutos han dependido siempre la
alimentación y, por tanto, la continuidad de la vida en estos territorios. La orientación
al exterior y la presión por ser cada vez más competitivos en un mundo globalizado
empuja a los productores a adentrarse en una espiral de empobrecimiento que se
retroalimenta continuamente y cuyo nal es el deterioro de los niveles de vida de los
trabajadores y jornaleros de la región.
En el plano medioambiental, el horizonte no es más halagüeño. La modernización
de la agricultura implica el uso de técnicas industriales en los cultivos, optando por
aquellas variedades más productivas, es decir, reduciendo la biodiversidad a aque-
llas especies que más producen en el menor tiempo posible. Ello genera la expan-
sión de monocultivos intensivos en el uso de agua y la degradación de los suelos, lo
que a la vez se suple con agroquímicos y fertilizantes altamente contaminantes para
la tierra y los agricultores. La internacionalización de la producción agraria andaluza
supone, por tanto, no sólo la extracción y exportación de materia prima, sino también
la de todo su patrimonio natural, tierra y agua incluidas.
La orientación al exterior y la expansión de los procesos productivos a nivel mundial
ha propiciado igualmente lo que se conoce como canales largos de distribución. Ello
hace que la industria agroalimentaria andaluza forme parte de un modelo alimenticio
altamente contaminante y petrodependiente, con alimentos que recorren miles y mi-
les de kilómetros desde el campo al plato del consumidor; donde unas grandes mul-
tinacionales de la distribución deciden qué producir, cómo y a qué precio. Se puede
decir que, con la extensión de este modelo a nivel mundial, la soberanía alimentaria
Artículos • Anabel Vigil Villodres
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de los pueblos de la región ha sido sustituida – incentivándose institucionalmente -
por la dependencia de las grandes multinacionales occidentales que son las que, en
denitiva, controlan toda la cadena de producción de alimentos.
Es necesario poner en marcha una profunda reexión acerca del modelo agroali-
mentario actual y de su reestructuración. Es estrictamente necesario reorientar la
producción local hacia las necesidades locales de la población, reduciendo tanto las
exigencias productivistas y la acumulación de benecios por parte de la gran distri-
bución, como la cantidad de kilómetros recorridos por los alimentos. No obstante,
hablar de orientación hacia los mercados locales es hablar de soberanía alimentaria.
Soberanía alimentaria como derecho de los pueblos a decidir sobre los alimentos
que se producen y se consumen, volviendo a dignicar con ello la producción de
alimentos, para que éstos dejen de depender de las exigencias de rentabilidad de
las multinacionales de la distribución y vuelvan a cumplir su función básica en toda
sociedad: la provisión de alimentos.
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