
ISSN: 2255-5129
© 2025. E. Universidad de Sevilla. CC BY-NC-SA 4.0
Nº 24 | Primer Semestre 2025
Dr. Ariel Alberto Eiris
CONICET, Universidad Católica Argentina, Universidad del Salvador, Argentina
eirisariel@gmail.com
0000-0001-9961-4552
Recibido: 2-12-2024 | Aceptado: 14-4-2025
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Resumen Al momento de estudiar la Generación de 1837 en el Río de la Plata, una numerosa historiografía ha acentuado su aspecto receptor del romanticismo europeo, principalmente italiano y francés y la crítica elaborada por sus referencias hacia el pasado hispánico. En contraste con eso, en el número 50 de la Revista de Occidente, publicada en España en 1967, se observa un trabajo historiográfico realizado por el político argentino Osvaldo Álvarez Guerrero, quien aporta una nueva perspectiva. Sin negar tales influencias, compara a los miembros de esta generación con la figura del español Mariano José de Larra, a quien le adjudica la misma recepción y crítica hacia la monarquía española, que los rioplatenses. Asimilados incluso generacionalmente, el autor observa analogías en sus lógicas interpretativas, que se expresaría en la utilización del apodo de Figarillo, utilizado por Alberdi, en homenaje al de Figaro empleado por Lara. Tal cuestión ha sido generalmente omitida por los estudios al respecto, salvo breves menciones sobre la utilización de tal pseudónimo. Por todo ello, surge la relevancia por analizar en qué consistió el análisis de Álvarez Guerrero y cómo fundamentó tal relación. Dicho objeto de estudio se inscribe en el marco del proyecto de investigación sobre la circulación americana de la Revista de Occidente fundada por Ortega y Gasset, que por aquellos años conectaba tradiciones intelectuales y culturales entre ambos lados del Atlántico, por donde circulaba. Palabras clave Ortega y Gasset, Revista de Occidente, Generación de 1837, Mariano de Larra. Abstract When studying the Generation of 1837 in the Río de la Plata, numerous historiographies has accentuated its receiving aspect of European romanticism, mainly Italian and French, and the criticism drawn up by its references to the Hispanic past. In contrast to that, in number 50 of the Revista de Occidente, published in Spain in 1967, there is a historiographical work carried out by the Argentine politician Osvaldo Álvarez Guerrero, who provides a new perspective. Without denying such influences, he compares the members of this generation with the figure of the Spanish Mariano José de Larra, to whom he attributes the same reception and criticism of the Spanish monarchy as the people of the River Plate. Assimilated even generationally, the author observes analogies in their interpretative logic, which would be expressed in the use of the nickname Figarillo, used by Alberdi, in homage to that of Figaro used by Lara. This issue has generally been omitted by studies on the matter, except for brief mentions about the use of such a pseudonym. For all this, the relevance arises to analyze what Álvarez Guerrero’s analysis consisted of and how he based such a relationship. This object of study is part of the framework of the research project on the American circulation of the Revista de Occidente founded by Ortega y Gasset, which in those years connected intellectual and cultural traditions between both sides of the Atlantic, where it circulated. Keywords Ortega y Gasset, Revista de Occidente, Generation of 1837, Mariano de Larra. |
Como citar este artículo:
Alberto Eiris, Ariel (2025): “Analogía entre Mariano José de Larra y la Generación del ’37 Argentina. Análisis historiográfico de la interpretación elaborada por Osvaldo Álvarez Guerrero en Revista de Occidente”, en Revista Internacional de Historia de la Comunicación, (24), pp. 67-80. https://dx.doi.org/10.12795/RIHC.2025.i24.05
La Revista de Occidente en su segunda época, dirigida entonces por José Ortega Spottorno, hijo de su fundador ya fallecido José Ortega y Gasset, fue el marco de diálogos transatlánticos y de intercambios culturales que renovaron el entonces ambiente intelectual español aún bajo la órbita del franquismo. Las diferencias de su equipo editor con Francisco Franco habían llevado al cese de la publicación en su primera etapa en 1936, año en que se iniciaba la guerra civil española[1]. Tras la finalización de ella y después de varios años de imposiciones culturales que abarcaban también el discurso historiográfico, en la década de 1960 el franquismo dio inicio a cierta flexibilización que permitió el retorno de algunas expresiones culturales no alineadas directamente con el mismo. En ese marco, en 1963 se inició la segunda etapa de la publicación de la Revista de Occidente. Allí, si bien se tomaba distancia del discurso promovido por el gobierno, también se cuidaba de no atacarlo abiertamente[2]. Se realizaron publicaciones destinadas a fortalecer el intercambio historiográfico e interpretativo sobre el pasado hispanoamericano y español, desde un marco cultural diferente. Entre ellas, se encuentra el trabajo publicado en el número 50 del año 1967 por Osvaldo Álvarez Guerrero, un político argentino quien, si bien no era parte del espacio historiográfico académico, se abocó a publicar sobre tales cuestiones en la Revista de Occidente. Su labor intelectual responde a un contexto político y cultural propio que posibilita explicar las particularidades del ensayo que publicó.
Ahondar en ello, permitirá comprender los cambios en el espacio cultural e historiográfico que la publicación representaba tanto para Argentina como para España, al tiempo que facilitará el análisis de las particularidades de la perspectiva socioliteraria y política de la revista. Se podrá precisar entonces sobre el enfoque histórico-cultural del autor y los objetivos que perseguía con su escrito en función del contexto de producción.
Diferentes estudios abordaron la importancia de este tipo de publicaciones culturales en lo que respecta al diálogo atlántico de variados saberes que interactuaban con la realidad social en la que se inscribían (Beigel, 2003: 107; Fusi y López Vega, 2021). Si bien diversos estudios se detuvieron en la publicación de la revista tanto en su primera época dirigida por Ortega y Gasset como en su segunda época a cargo de su hijo (Escudero Cuevas, 1994, Vásquez, 2003, Lemke Duque, 2015), ninguno de esos trabajos se centró en la relación que los artículos allí publicados tenían con América y en particular con la historiografía argentina. No hay así estudios específicos ni sobre la temática, ni sobre el autor del artículo, Álvarez Guerrero, quien no es considerado en los trabajos de historia de la historiografía y solo es abordado con relación a su intervención política en la provincia de Río Negro (Iuorno, 2013; Sartino, 2014).
Debe considerarse que las publicaciones como la Revista de Occidente, no representaban un espacio de debate académico, sino cultural en un sentido amplio, destinado a la difusión de principios y criterios que podrían ser adaptados a diferentes medios y expresiones, donde el campo científico podía ser uno de entre otros espacios. Estos medios actúan como “formaciones culturales” más allá de las instituciones propiamente asociadas con dicho espacio (Williams, 1981). Así, este tipo de publicaciones culturales conformaban espacios intelectuales en los que se establecían relaciones que postulaban una posición política o cultural determinada (Chiocchetti, 2011: 5) y donde Revista de Occidente fue un marco general de referencia para varios espacios latinoamericanos y revistas culturales que siguieron su modelo (Terán, 2010: 176).
Así, la Revista de Occidente difundía trabajos de análisis e interpretación realizados por figuras importantes de la cultura hispánica y americana, no circunscrita a un área de estudio en especial, ni atada a una metodología académica estricta o definida. De allí la particularidad de que la producción no fuera elaborada por un historiador consagrado en el campo historiográfico y que su escrito respondiera a la estructura de un ensayo, carente de citas o referencias bibliográficas propias de la metodología científica de la disciplina. La publicación buscaba así insertar un criterio en el pensamiento que rodeaba a un tópico en general sobre el pasado hispano-argentino.
En este caso, el eje del trabajo versó sobre la reinterpretación de la Generación del ’37 de Argentina en relación con la actitud del español Mariano José de Larra. El concepto de Generación del ’37 es el término con el que la historiografía argentina identifica a un grupo de jóvenes intelectuales que se reunieron inicialmente en 1837 en Buenos Aires, en el marco del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas. Pese a la heterogeneidad de sus integrantes como Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez o Miguel Cané[3] entre otros, estas figuras coincidían en la recepción del romanticismo europeo, en particular de sus aspectos liberales, socialistas utópicos y nacionalistas presentes en las obras tanto literarias como políticas. Así, tomaron el modelo de la Joven Italia de Giuseppe Mazzini, para impulsar la Joven Argentina desde donde promovían ideas constitucionales y de organización nacional para el territorio rioplatense (Tarcus, 2016). Por entonces dicho espacio se encontraba organizado en una Confederación nucleada en torno al Pacto Federal que desde 1832 habían firmado todas las provincias integrantes y donde delegaban las relaciones exteriores en el gobernador de Buenos Aires (Chiaramonte, 1997: 251-252). Así, esta función recaía en la figura de Rosas, hacia quien inicialmente los jóvenes buscaron acercarse, pero con quien terminaron enfrentándose, lo que los llevó al exilio donde participaron de acciones conspirativas en su contra.
Ciento treinta años después, cuando se publica el artículo de Álvarez Guerrero, la historiografía al respecto tendía a presentar a la Generación esencialmente como antirosista y anti-hispanista. Aspectos que se evidenciaban en las críticas de algunos de sus integrantes hacia España, como lo hacían Echeverría o Gutiérrez. Al margen quedaban algunos datos referidos circunstancialmente, como que Alberdi utilizaba el apodo de Figarillo, en referencia a Fígaro utilizado por el intelectual español Larra. Desde ese tópico, el autor buscó exponer en su ensayo que existían vínculos e identificaciones identitarias entre los jóvenes rioplatenses y los exponentes del romanticismo español como Larra.
Ante ello surge el interrogante por comprender ¿de qué manera se insertaba en el campo historiográfico argentino y español el escrito? ¿qué perspectiva buscaba constituir la revista con la edición de tal trabajo? ¿qué relación tenía la publicación con el marco político en que se realizaba?
En el presente trabajo, sostenemos que Álvarez Guerrero buscó promover en el campo cultural la idea de que existían identidades compartidas entre Argentina y España, aún en los períodos en que la historiografía menos los identificara. Pretendía así impulsar el hispanismo en la región, reivindicando sus elementos liberales y diferenciándose del hispanismo más antiliberal que hasta el momento permanecía fuertemente asociado a la reivindicación del rosismo y de autoritarismos contemporáneos como el de Francisco Franco en España y Juan Carlos Onganía en Argentina, a quienes se oponían tanto los editores de la Revista de Occidente como Álvarez Guerrero.
Para analizar eso se utilizará una metodología histórica, centrada en la reconstrucción del contexto de producción, para poder ponerlo en relación con las características intrínsecas del discurso ensayístico publicado (Skinner, 2007; Pocock, 2011). Se analizará la publicación en el marco del campo intelectual en que se adscribe y de los espacios de actividad política e ideológica en que su autor tomaba posición (Bourdieu, 2007: 30).
Para ello, el trabajo analítico de discusión y exposición de resultados se desarrollará de forma unida y se estructurará en dos partes. Una primera de contextualización, para luego pasar al análisis más específico de la publicación en cuestión.
Osvaldo Álvarez Guerrero nació en 1940 en un pueblo del interior de la provincia de Buenos Aires llamado Florida. En 1958 se afilió al partido político de la Unión Cívica Radical, en el momento en que el partido se fragmentaba en dos. Álvarez Guerrero adhirió a la Unión Cívica Radical del Pueblo, dirigida por Ricardo Balbín que se destacaba por su oposición a pactar o integrar al peronismo, entonces proscripto luego del golpe conocido como Revolución Libertadora en 1955 que había forzado al presidente depuesto, Juan Domingo Perón a exiliarse, hasta establecerse definitivamente en España bajo la protección de Franco. Balbín representaba el sector más antiperonista del radicalismo, a diferencia de la Unión Cívica Radical Intransigente dirigida por Arturo Frondizi, que se había mostrado más cercana al entendimiento con el peronismo (Tcach, 2000: 27).
En ese contexto, Álvarez Guerrero formó parte de la juventud radical mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Buenos Aires donde se graduó en 1963. Al poco tiempo residió en Río Negro, donde participó del gobierno radical provincial en tiempos en los que su partido gobernaba a nivel nacional con la presidencia de Arturo Illia, quien había asumido en 1963, mientras Carlos Nielsen era el gobernador radical de Río Negro. Allí se desempeñó como subsecretario de Asuntos Sociales desde 1964 hasta el 28 de junio de 1966 en que se produjo un nuevo golpe de Estado (Iuorno, 2013: 70). Este se denominó Revolución Argentina y depuso al presidente Arturo Illia. El movimiento militar era heterogéneo, pero en su conducción se encontraba el general Juan Carlos Onganía de lineamientos nacionalista y corporativista, próximo ideológicamente a Franco de quien se declaraba admirador (Potash, 1994: 237, Tcach, 2000: 51, Novaro, 2010: 90).
En ese marco político, desplazado de su cargo de gobierno, Álvarez Guerrero se abocó a la actividad intelectual, como docente de sociología en el Instituto Superior del Profesorado de Río Negro. Decidió enviar un artículo a la Revista de Occidente, el cual fue publicado y premiado como mejor ensayo de menores de 30 años editados en la revista. Su vínculo con la revista procedía de los contactos académicos mantenidos entre España y Argentina, entre los que Ortega y Gasset había sido uno de sus promotores (Carreño, 2014).
Puede observarse que su aporte en la revista se inscribe en el marco de las interpretaciones historiográficas de cuño radical. Cabe considerar que años después el autor continuaría con sus escritos de historia, esta vez con más raigambre metodológica, como fueron sus obras posteriores El radicalismo y la ética social. Yrigoyen y el krausismo (1986) o Hipólito Yrigoyen ante la condición humana (2005). Estos trabajos estaban en diálogo con sus discursos políticos, donde revalorizaba las instituciones liberales y republicanas, sin dejar de ponderar el liderazgo ejercido por conductores políticos que apelaban simbólicamente al “pueblo”, como lo habría hecho a su entender Yrigoyen y lo haría más adelante según su retórica el futuro presidente Raúl Alfonsín (Sartino, 2013: 199).
En ese marco discursivo, emerge también la cuestión historiográfica. Cabe considerar que por entonces existían diversas interpretaciones sobre el período histórico del rosismo. Dentro de la historiografía académica argentina, existía un predominio de dos tendencias interpretativas: revisionismo y liberalismo. Si bien ambas hundían sus metodologías en enfoques neopositivistas, caracterizados por el predominio del estudio político y de actores individuales del pasado, se diferenciaban profundamente en cuanto a la ideología que las influenciaban y por lo tanto en la selección de personajes que revalorizaban y exaltaban en un “uso político” que se hacía del pasado por parte de facciones que también disputaban su presencia en espacios culturales y estatales, como el educativo (Cattaruzza y Eujanian, 2003: 260-261; Chiaramonte, 2013). Por otra parte, crecían las metodologías de la historia social que estaban en relación con los principios sostenidos desde la denominada Escuela de Annales en Francia y los aportes filosóficos e interpretativos de otras figuras de la intelectualidad europea como Ortega y Gasset, quien sostenía conceptos analíticos como el de “generación” (Devoto y Pagano, 2009: 345). Dicho enfoque que tuvo como principal impulsor argentino a José Luis Romero, quedaba por entonces circunscripto a un ámbito académico, mientras que en la cultura general predominaban las dos anteriores, de las cuales el revisionismo (en sus diferentes líneas) ganaba primacía (García Moral, 2010: 80).
Mientras el liberalismo exaltaba las figuras de la Revolución de Mayo y las posteriores a la caída de Rosas, el revisionismo en su tendencia nacionalista, hispanista y antiliberal ponderaba a la figura de los caudillos, en especial a Rosas[4]. Incluso, algunos revisionistas de cuño radical habían asociada el liderazgo popular de Rosas con Yrigoyen, sin caer necesariamente en la oposición al sistema democrático[5]. No obstante, por entonces el gobierno militar iniciado por Onganía había establecido la intervención de espacios culturales y eliminó la autonomía universitaria, lo que se expresó en su intervención, en algunos casos incluso de forma violenta como fue la denominada “Noche de los Bastones Largos” en la Universidad de Buenos Aires (Tcach, 2000: 52). Fruto de ello, referentes de la historia social dejaron sus espacios académicos en reemplazo de expositores del revisionismo, cuyo discurso nacionalista y antiliberal se encontraba más próximo a la impronta que el gobierno deseaba sostener (Buchbinder, 2005; Devoto, 2006: 265). Esos enfoques estaban en sintonía con el hispanismo igualmente promovido en la España de Franco (Cattaruzza, 2007).
En esa polarización intelectual, tanto el liberalismo historiográfico como el revisionismo generalmente interpretaban a la Generación del ‘37 como opositora y reaccionaria al gobierno de Rosas. Salvo figuras como Félix Weinberg, Tulio Halperín Donghi, o Jorge Mayer[6], más próximos a las metodologías de la renovada historiografía social que por entonces observaron cambios y matices en la relación de aquellos intelectuales con el rosismo (Devoto y Pagano, 2009: 363 y 367), los discursos predominantes tendían a marcar un sostenido antagonismo[7].
Con el avance de los estudios, se evidenciaron historiográficamente los vínculos del romanticismo rioplatense con el europeo. Allí se precisó que Mariano de Larra era un escritor español de periódicos y novelas históricas que dejó su posición cercana al sistema absolutista de Fernando VII para realizar una crítica al mismo luego de su muerte y ante la flexibilización del sistema. Se convirtió en un romántico opositor al absolutismo defendido por le carlismo. Ello fue visto como un proceso similar al realizado por la Generación del ’37 en Buenos Aires que pasó del apoyo a Juan Manuel de Rosas a su oposición. Desde la prensa, Larra firmaba como Fígaro y realizada una crítica social y literaria con trasfondo político, a lo que se sumarían sus obras como Sátira contra los vicios de la corte o la novela El doncel de don Enrique el Doliente. De manera similar, los rioplatenses harían críticas sociales y costumbristas por medio de sus obras literarias y en particular con el periódico La Moda, redactado por Juan Bautista Alberdi quien inicialmente tuvo la convalidación del rosismo.
Así Larra y Alberdi pasarían de la misma manera de la transformación política del absolutismo al liberalismo, uno en crítica al carlismo, otro al rosismo. Existía a su vez un trasfondo común, la oposición a un sistema autoritario en desmedro de un modelo liberal, entendido este como división de poderes, derechos civiles y políticos constituidos por un cuerpo normativo constitucional (Laski, 1974). Vinculo que sería sellado con el suicidio de Larra a inicios del mismo año de 1837 en que empezaba la publicación de La Moda. Cabe considerar también que, desde sus escritos, Alberdi identificaba a Larra como el principal expositor del romanticismo español, aspecto que no era correcto, ya que él representaba un espacio dentro del heterogéneo movimiento. Al momento de su muerte, Larra era el exponente del romanticismo liberal o revolucionario, a diferencia del romanticismo tradicional al que por cierto había adscripto en sus inicios y que se caracterizaba por un respeto a las lógicas absolutistas y al catolicismo (Flitter, 2006).
Ante ese marco contextual e historiográfico, se inscribieron los aportes de Álvarez Guerrero. Su ensayo buscaba insertarse en el debate no precisamente académico, sino más bien cultural de la década de 1960. Como radical tomó distancia del enfoque revisionista antiliberal que primaba en el gobierno de Onganía, pero a la vez pretendía vincular el movimiento liberal que representaba la Generación del ’37 con las influencias hispánicas. De allí su esfuerzo intelectual, respaldado por la Revista de Occidente que publicó su trabajo.
El artículo de Álvarez Guerrero es titulado “Larra e Hispanoamérica”, nombre genérico que pretendía abarcar una cuestión identitaria general de Hispanoamérica, pero que no se corresponde en sí con el trabajo expuesto. El subtítulo en cambio sí es adecuado al alcance geográfico y temático del ensayo, al poseer la mención de “Larra y la Generación de 1837”. Ello es más preciso sobre el enfoque del trabajo, no obstante, el primer título ya indicaba la pretensión del autor de darle un alcance continental a su planteo. El estudio se centra en la recepción hecha sobre Larra en la realidad rioplatense.
En su presentación, el autor introdujo un concepto propio al hablar de las “generaciones de 1830” (Álvarez Guerrero, 1967: 213) para englobar tanto a los románticos españoles como a los hispanoamericanos que compartían las mismas preocupaciones, estas eran modernizar sus territorios bajo los nuevos principios económicos y políticos predominantes en Europa. Al respecto, el autor señalaba el esfuerzo americano por independizarse de una España, cuya presencia aún era marcada en el continente. Así lo expresaba al decir:
España en Hispanoamérica, no había sido aún vencida. España representaba un pasado que no había sido superado todavía en Hispanoamérica, porque no había sido superado en la propia España, en definitiva; y entonces acaecía que Larra y las generaciones hispanoamericanas que eran sus contemporáneos luchaban por lo mismo (Álvarez Guerrero, 1967: 213).
La cita demuestra la relación establecida. América se había separado de una España que representaba un atraso, de la cual ella misma busca salir. De allí, que tanto los intelectuales rioplatenses como los españoles tuvieran la misma preocupación y herencia cultural y política. Álvarez Guerrero no distinguía entre diferentes tipos de romanticismo. Atribuía el movimiento a su carácter liberal y a la necesidad de una renovación hispánica en oposición al tradicionalismo que había representado el absolutismo y el catolicismo en ambos continentes[8]. Esa lógica, era el punto de partida para realizar una crítica a la interpretación historiográfica tradicional que marcaba una ruptura entre la Generación del ’37 con respecto a España:
Es notable, en efecto, la identidad anímica y la similitud de objetivos y pensamientos que existe entre Larra y la generación argentina llamada «de 1837». Larra tuvo una muy poderosa influencia, desconocida, o simplemente no tenida en cuenta Por quienes han analizado el origen del pensamiento de este grupo; En última instancia esta coincidencia no es en absoluto casual: Larra y los argentinos a que hacemos referencia, pertenecen a una misma generación, en el más preciso sentido del concepto (Álvarez Guerrero, 1967: 213).
A partir de allí, el autor aportaba elementos conceptuales para la interpretación de tales relaciones. Elaboraba un marco teórico sostenido por dos autores principales, el sociólogo español exiliado hacía años en Buenos Aires en cuya universidad enseñaba, Francisco de Ayala y el criterio de “generaciones” de Ortega y Gasset, lo que le permitía ubicar a Larra en el mismo proceso que Alberdi, no sólo por su proximidad etaria, sino también por procesos culturales y sociales que los afectaba en un plano internacional signado por la circulación atlántica de elementos identitarios (Álvarez Guerrero, 1967: 232). Ayala era utilizado principalmente en este sentido, para señalar los rasgos vitales compartidos incluso por las trayectorias de los miembros de la generación. A su vez, la referencia a Ortega y Gasset estaba en sintonía con los aportes de la historia social que renovaba criterios historiográficos, como lo era la clave generacional establecida por dicho autor[9]. Es relevante ver en eso el esfuerzo de Álvarez Guerrero por fundamentar su interpretación en una tradición hispánica de pensamiento, tanto desde Ortega y Gasset como desde Ayala quien, si bien llevaba años en la docencia y el trabajo en la Universidad de Buenos Aires, había sido un referente de la intelectualidad española exiliada en el marco de la crisis y la guerra civil sufrida. A su vez, Ayala había estado en contacto directo con Ortega y Gasset en la primera etapa de la Revista de Occidente, en donde había publicado (Pulido Tirado, 1992, Escobar, 2022).
Al ahondar en las influencias intelectuales Álvarez Guerrero definía a Larra como un “liberal progresista del romanticismo” que al igual que los jóvenes rioplatenses leían a autores franceses como “Lerroux, Lerminier, Guizot Lamennais, Hugo” o incluso al prussiano Hegel. Sin embargo, tal vinculación entre Larra y los rioplatenses no estaría dada sólo por las coincidencias de lecturas, sino que el escritor español habría de ser leído por aquellos y generaría así una directa influencia en sus movimientos (Álvarez Guerrero, 1967: 233). Todo ello, le permitía al autor señalar la existencia de una “comunidad ideológica”, identificada en torno al pensamiento más actualizado de aquella época (Álvarez Guerrero, 1967: 232). Posicionaba al liberalismo como opositor al absolutismo y al autoritarismo.
Las lecturas e influencias directas de Larra serían manifiestas principalmente en Alberdi y su decisión de utilizar la firma de Figarillo en la publicación La Moda que dirigía, en homenaje y referencia a Larra que firmaba como Fígaro (Álvarez Guerrero, 1967: 233). Aspecto que había sido eje del estudio que años antes había hecho el historiador Félix Weinberg, quien igualmente aseguró que existía un sentido de antiespañolismo en la Generación del ‘37, más allá de que pudieran reivindicar a la “joven España” de literatos como Larra y coetáneos suyos como José Zorrilla que igualmente buscaban superar la situación social y económica en que se encontraba la península (Weimberg, 1958: 93). El suicidio de Larra producido en ese mismo año de 1837, habría de ser una expresión de la situación que atravesaba dicha generación romántica y de las frustraciones que esta traía.
Estos criterios historiográficos aparecen en la obra de Álvarez Guerrero, quien no reducía su análisis a Alberdi. Sostenía que Larra también había sido leído y citado por otros exponentes de la generación como Gutiérrez, Sarmiento o Cané (Álvarez Guerrero, 1967: 236). Para demostrar eso, citaba una referencia hecha por Sarmiento a Larra y publicado en el periódico El Mercurio de Chile, contexto que le permite asociar a Sarmiento con Miguel de Unamuno[10], otra relación entre lo americano y lo español, no de carácter conservador, ni católico. En este caso, el vínculo no sería intelectual, sino de impronta como pensadores liberales, críticos de cierta tradición hispánica y a la vez influyentes en el ámbito educativo.
Desde allí, el autor podía indagar sobre el marcado carácter anti-españolista de la Generación del ‘37. Esto había llevado a los revisionistas argentinos clásicos a criticar al movimiento por no reconocer las influencias hispánicas que la sociedad rioplatense tenía. No obstante, Álvarez Guerrero realizó una relectura sobre ello. Reconocía el rechazo a lo hispánico, pero lo definía como una “actitud ideológica que combate a un tipo de España especial”, esta era la “tiránica”, la “decadente” de la que se quería salir (Álvarez Guerrero, 1967: 234 y 237). Así, los jóvenes rioplatenses habrían de coincidir con Larra en su crítica, la cual no iría hacia lo hispánico, sino a su tradicionalismo. Ambos cuestionaban una España de la que se buscaba salir. Larra pretendía un nuevo orden en su territorio, los rioplatenses una organización institucional diferenciada de aquella heredada. El liberalismo promulgado por la Generación del ’37 estaría entonces en sintonía con el defendido por los románticos españoles, representados por Larra.
Así se afirmaba que aquella España de Larra era hermana de la América de Sarmiento y Alberdi (Álvarez Guerrero, 1967: 235). Se debía así “europeizar” España y Argentina, lo que implicaba salir de las estructuras que la atrasaban social y culturalmente. Para ello, Sarmiento había promovido el impulso educativo (al igual que Unamuno), mientras tanto Alberdi como Larra promovían la actualización de las estructuras productivas agilizando y liberando el comercio (Álvarez Guerrero, 1967: 237). Eso implicaba tanto para Larra como para la generalidad de la Generación del ’37 el eliminar la lucha de facciones y enfrentamientos estériles, en beneficio de una visión amplia y equilibradora de contraposición de ideas (Álvarez Guerrero, 1967: 237). Tal lectura estaba en diálogo con lo expuesto académicamente por figuras como Weinberg, aunque Álvarez Guerrero no lo citaba, pero si hacía propias sus interpretaciones para formar un discurso cultural distante del revisionismo predominante.
El análisis expuesto era aplicado al contexto histórico del siglo XIX, pero podría ser extrapolado a la época de la escritura del artículo. No se criticaba el gobierno argentino, ni el español, pero se promovía una lectura del pasado diferente a la sostenida por ellos y que, por lo tanto, tenía un “uso político” que podía contrastar con la perspectiva nacionalista e hispanista antiliberal. En su oposición, la Revista de Occidente a través del artículo que publicaba mostraba una impronta igualmente hispánica en América, en este caso en Argentina, pero desde un hispanismo liberal, igualmente crítico de esas políticas antiliberales.
El trabajo de Álvarez Guerrero publicado por la Revista de Occidente representaba una crítica cultural hacía interpretaciones ideológicas y por lo tanto, políticas, del pasado rioplatense y su vínculo con lo hispánico. Se exaltaba la relación de la Generación del ’37 con Larra y el romanticismo español, lo que permitía sostener un hispanismo liberal, diferenciado del nacionalista y corporativista promovido por parte del revisionismo argentino y las políticas culturales tanto de las dictaduras de Onganía como de Franco.
Así, el trabajo representaba una crítica hacia ellos, sin aludirlos directamente, ni a sus políticas, pero sí socavando la base ideológica de su interpretación histórica. El trabajo no era de base académica, no buscaba discutir estos principios sobre una base metodológica y académica, sino en el espacio cultural por donde circulaba la revista.
Para ello, se usaba un marco teórico hispánico, mediante las citas a Ayala y Ortega y Gasset, al tiempo que se establecían relaciones como las de Sarmiento con Unamuno y Alberdi con Larra. Eso excedía el marco genealógico propiamente tipificado por Ortega y Gasset y respondía más bien al establecimiento de una línea interpretativa sobre el pasado argentino y español. Si bien la visión pretendía ser abarcativa del continente americano, el trabajo solo analizaba la situación rioplatense. Tanto en este territorio, como en España los problemas eran similares y se requerían de políticas de apertura, de educación y de transformación productiva. Comentarios que eran referidos a la situación del siglo XIX, pero que podrían implicar una crítica solapada hacía la propia realidad política del siglo XX. El análisis de la relación de Larra y la Generación del ’37 reducía a su vez el movimiento romántico solo a su vertiente liberal, al tiempo que la contrata contra el pasado al que se relacionaba, tanto el absolutismo monárquico español como el rosismo. Similitud que se podía extrapolar a la reacción contra Onganía y Franco. Tanto Álvarez Guerrero como el equipo editorial de la Revista de Occidente promovían una renovación cultural frente a estos dos gobiernos contemporáneos.
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[1] Sobre la trayectoria de José Ortega y Gasset y las características de la Revista de Occidente en su primera etapa, consultar: Elorza (1984), Camazon Linacero (2000), Gonzalez Cueva (2006), Vásquez (2003), García (2014), Barreiro Gordillo (2015) y Campomar (2016).
[2] Al respecto de la Revista de Occidente y su desarrollo en contraste con el franquismo, ver: Escudero Cuevas (1994).
[3] Debe considerarse que Domingo Sarmiento no formó parte inicial de la Generación del ‘37 originada en Buenos Aires, sino que se sumó posteriormente desde el grupo que imitó el movimiento desde la provincia de San Juan. (Teran, 2008: 67).
[4] Cabe considerar que esta era una tendencia nacida en la década de 1930, bajo las influencias intelectuales del maurrasismo. No obstante, no todos los revisionistas argentinos consideraban por igual la figura de Rosas, ni necesariamente se alineaban con las políticas más antiliberales de su época. Al respecto de los “usos políticos” de esta historiografía, ver: Chiaramonte (2013: 174).
[5] Debe considerarse que el revisionismo es un movimiento historiográfico heterogéneo, asociado a las diferentes expresiones del nacionalismo, ya fuera corporativista-antiliberal; populista tanto en su vertiente radical yrigoyenista como peronista; y de izquierda-nacional. En ese sentido su criterio constante es la crítica al discurso liberal clásico y la exaltación del caudillismo como el ejercido por Rosas (Halperín Donghi, 2005).
[6] Al respecto del trabajo de ambos, ver Halperín Donghi (1951), Weinberg (1958), Mayer (1963).
[7] La historiografía actual ha profundizado tales perspectivas, al indagar en las redefiniciones intelectuales, los vínculos políticos, las redes y la circulación de ideas de las que eran parte los miembros de la Generación del ’37. Así todo, los vínculos con Larra siguen siendo poco examinados. Al respecto del estado actual del conocimiento consultar: Wasserman (1997), Myers (1998), Molina (2000), Terán (2008), Herrero (2009), Martino (2016). Sobre los debates identitarios en América Latina y la circulación de ideas con otros espacios, ver: Déves Valdés (2000 y 2007).
[8] Al respecto de estas ideas de “atraso” al que se adjudicaba que estaba España y la construcción de la imagen histórica de España en el siglo XIX, ver: Álvarez Junco (2001) y Miralles (2016).
[9] Los criterios sobre el estudio de generaciones dentro de ciertos parámetros temporales y espaciales establecidos por Ortega y Gasset estaban presentes en varias revistas culturales latinoamericanas de aquellos años (Sosnowski, 1999: 341).
[10] Sobre la admiración expresada por Unamuno sobre Sarmiento y la lectura hecha sobre él desde la España del 1900, ver Juaristi Linacero (2012).