ISSN: 2255-5129
© 2024. E. Universidad de Sevilla. CC BY-NC-SA 4.0
Nº 23 | Segundo Semestre 2024
María José Ruiz Acosta
Universidad de Sevilla, España
mjruiz@us.es 0000-0002-9890-8687
Recibido: 23-09-2024 | Aceptado: 01-12-2024
Resumen Con el término de “prensa alófona” o “transfronteriza” se hace referencia a un medio de comunicación que se redacta en una lengua distinta a la del país en el que se edita. Fruto de emigraciones forzosas o de desplazamientos de población, tal fenómeno toma carta de naturaleza en Europa al menos desde el siglo XVIII. En nuestro trabajo estudiamos una cabecera representativa de la prensa transfronteriza española. Se trata de El Socialista, periódico creado por Pablo Iglesias en 1886 y que, como consecuencia del exilio de sus promotores, se editó en el extranjero durante más de tres décadas. El interés de esta radica principalmente en reconocer la función que tuvo a la hora de preservar y de difundir una ideología que fue prohibida en España al término de la Guerra Civil. Aunque su trayectoria no estuvo exenta de problemas y vicisitudes, El Socialista consiguió superarlos y volver a publicarse en España tras el restablecimiento de la democracia y, por ende, de la libertad de expresión y de información. Palabras clave El Socialista, PSOE, prensa, exilio, España. Abstract The term “allophone” or “cross-border” press refers to a media outlet that is written in a language other than that of the country in which it is published. As a result of forced emigration or population displacement, this phenomenon has been common in Europe since at least the 18th century. In our work we study a representative newspaper of the Spanish cross-border press. This is El Socialista, a newspaper created by Pablo Iglesias in 1886 and which, as a result of the exile of its promoters, was published abroad for more than three decades. The interest of the newspaper lies mainly in recognizing the role it played in preserving and disseminating an ideology that was banned in Spain at the end of the Civil War. Although its history was not free of problems and vicissitudes, El Socialista managed to overcome them and be published again in Spain after the restoration of democracy and, therefore, freedom of expression and information. Keywords El Socialista, PSOE, press, exile, Spain. |
Como citar este artículo:
Ruiz Acosta, M. J. (2024): “El Socialista: notas para el estudio de un periódico español en el exilio”, en Revista Internacional de Historia de la Comunicación, (23), pp. 81-103. https://dx.doi.org/10.12795/RIHC.2024.i23.06
Al margen del sistema global de medios, e ignorada durante mucho tiempo por los especialistas, existe en casi todos los países una modalidad de prensa realizada en un idioma extranjero. En algunas naciones estos órganos son muy numerosos y ofrecen una gran variedad, lo que ha dado lugar entre los investigadores al asentamiento de lo que se conoce como prensa alófona o transfronteriza. Sirvan de ejemplo en este sentido, las cabeceras estudiadas por autores como Claude-Jean Bertrand y Francis Bordat (1994), Diana Cooper-Richet (2019), Bénédicte Deschamps (2020), Juan Antonio García-Galindo y Laura López Romero (2018), Arnulfo Uriel Gómez (2020) o Hans-Jürgen Lüsebrink (2013).
Desde el interés por estudiar un ejemplo más de ese tipo de periodismo, ofrecemos en este trabajo un análisis de El Socialista en una etapa de su trayectoria en la que formó parte de esa prensa alófona. Nuestro objetivo principal ha sido analizar los años en los que la cabecera se redactaba en español, por y para españoles, pero se editaba en el extranjero, concretamente en Francia y en Bélgica.
En cualquier caso, y antes de iniciar nuestro estudio, resulta fundamental hacer referencia al amplio marco donde se integra, que es el de la prensa española el exilio. En este sentido, ha de tenerse en cuenta que nuestro trabajo parte de la labor realizada por autores como Alicia Alted y Lucienne Domergue (2003), Dolores Fernández (2007), así como Manuel Aznar e Idoia Murga (2019), textos centrados en el fenómeno de la diáspora española tras la Guerra Civil. Y, más concretamente, en relación con el fenómeno del periodismo republicano a partir de 1939, hemos de resaltar las investigaciones llevadas a cabo por José Martínez (1994), Beatriz García (2001), Manuel Aznar (2006), Ana González (2010) y Matilde E. San Francisco (2013).
Para llevar a cabo nuestra investigación, cuyo cometido es realizar un primer acercamiento a El Socialista durante los años en los que se editó en el exilio, hemos acudido a fuentes primarias, analizando los ejemplares de la publicación que preserva la Fundación Pablo Iglesias. Con el fin de ordenar el material disponible, nos hemos servido de la siguiente ficha:
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Los resultados alcanzados tras esta primera fase de la investigación nos han permitido continuar con el análisis de El Socialista que iniciamos hace unos años y que tuvo como cometido situar la publicación en la estructura informativa de las distintas etapas que atravesó a lo largo de su existencia[1]. Los resultados que presentamos en este trabajo nos han brindado la ocasión de dar un paso más en el estudio de la evolución del periódico en unos momentos muy especiales, como fueron los derivados de su redacción, producción e impresión en Francia y Bélgica.
Durante el siglo XIX, en numerosas naciones occidentales el periodismo empezó a ser concebido principalmente como medio de difusión de informaciones, dando lugar a lo que se conoció como “prensa noticiera o de masas”. En España, sin embargo, pervivió el papel que había desempeñado durante gran parte de esa centuria; a saber: la de servir de instrumento doctrinario, órgano de propaganda y de acción entre facciones, grupos y líderes del espacio público. La razón de tal proceder residía en el hecho de que la politización de la vida pública, así como de los lectores, animó a la mayoría de las fuerzas políticas de aquel entonces a acudir al periodismo al objeto de transmitir sus principios y lograr, en algún momento, alcanzar el poder.
Entre las ideologías existentes en aquel momento pronto destacó la socialista. El interés de sus seguidores por crear un diario o revista era algo que se había puesto de manifiesto cuando el socialismo no era sino una facción dentro del Partido Demócrata[2]. La fundación del PSOE el 2 de mayo de 1879 animó a la creación de un periódico cuyo objetivo, se pensó, tendría que ser el mismo que el de otras publicaciones obreras: propagar y difundir un ideario de modo eficiente. Y no solo para los militantes, pues el plan consistía en llegar, mediante la lectura en grupo, a los obreros y campesinos que carecieran de la mínima formación.
La decisión de crear un órgano de opinión fue tomando cuerpo entre un grupo de afiliados desde 1882. En este sentido destacó pronto la figura de Pablo Iglesias quien “concedía extraordinaria importancia al lanzamiento del periódico [pues] con él se podía forjar el ejército revolucionario que un día se lanzara al asalto del poder. Sin él [añadía], el Partido no dejaría de ser nunca un pequeño grupo sin arraigo ni desarrollo”[3].
Proyectar tal empresa no estuvo exenta de numerosos problemas. Primeramente, porque para sacar el periódico hubo que emitir tres mil acciones de una peseta, “pagadera sin interés cuando se pudiera”[4]. En segundo lugar, por las controversias relativas a la delimitación de la línea que seguiría la publicación. De un lado, Jaime Vera planteaba una actitud benévola con los republicanos; igualmente, que se insertaran artículos firmados para evitar confusiones. De otra, se encontraba Pablo iglesias, contrario a la negociación con los republicanos, favorable a la austeridad en los gastos y opuesto a la reproducción de textos firmados, algo que, a su juicio, podría dar lugar al auge de personalismos[5].
Con un pequeño retraso sobre la fecha prevista, El Socialista vio la luz en Madrid el 12 de marzo de 1886[6]. El empeño y la ilusión de todos sus promotores fue de vital importancia para lanzar “un instrumento acelerado, herramienta segura, de lento pero seguro y sólido adoctrinamiento de la clase obrera”[7]. Y, aunque en un principio se descartó que la publicación se convirtiera en órgano del partido[8], lo cierto es que la dependencia de éste resultaba innegable, razón por la cual presentaba un tono muy doctrinal[9].
El cargo de director recayó en Pablo Iglesias, considerado el padre del socialismo en España. Ocupó tal posición hasta su muerte en 1925, a excepción de un breve periodo, debido a la incompatibilidad entre la dirección del medio y el desempeño de cargos en el comité del partido. Junto a él, durante los primeros dieciséis años, “la mayor parte de las labores del periódico fueron realizadas gratis por un puñado de militantes”[10]. Entre ellos sobresaldrían los nombres de Matías Gómez Latorre, Antonio García Quejido, Hipólito Pauly, Valentín Diego Abascal, Jorge Mota, Baldomero Muelas, Eduardo Benot y Juan José Morato, cuyo conocimiento del francés le permitió traducir artículos de Le Socialiste, el órgano del partido socialista francés.
La cabecera del semanario indicaba que se publicaba los viernes, día en el que por cinco céntimos ofrecía a sus lectores cuatro páginas confeccionadas a tres columnas.
En los años siguientes, y como consecuencia de la competencia que presentaban otras publicaciones, El Socialista fue evolucionando con el fin de implantar algunas medidas que le aportaran un aire acorde a los tiempos, unos momentos en los que primaba la prensa noticiera. De este modo, y aunque en ocasiones presentaba un tono “tosco y duro”[11], pareciendo más bien una especie de boletín del partido, lo cierto es que progresivamente insertó mejoras. Entre estas destacaron: el seguimiento de los principales acontecimientos del momento, la edición de números extraordinarios con artículos de conocidos autores españoles y el inicio de la periodicidad diaria[12].
La tendencia descrita se mantuvo durante las siguientes décadas. Ni siquiera la llegada de la dictadura de Primo de Rivera, que conllevó la suspensión de las garantías constitucionales y el establecimiento de la censura previa, impidió que el periódico siguiera evolucionando, enriqueciéndose incluso con la inserción de algunas iniciativas. De este modo y, pese a que no estuvo exento de sufrir lo que el diario calificaba de “represión burguesa”[13], continuó publicándose con cierta normalidad. Prueba de ello es que entre 1924 y 1926 ofreció en su interior páginas especiales. Agrupadas temáticamente, abarcaban aspectos muy variados, tal y como se desprende de su denominación: “El Socialista en los campos”, “Páginas pedagógicas”, “Medicina, beneficencia e higiene”, “Cooperación y Mutualismo”, “Juventudes Socialistas” y “Actividad socialista en Cataluña”. Dichas innovaciones permitieron que el diario incrementara sus tiradas y por ende redujera su déficit[14]. Igualmente, que renovara su presentación, demanda que había sido una constante entre sus militantes desde los primeros años. En esos momentos empezó a usar el logotipo de la pluma y el yunque, representación de la unión del trabajo físico e intelectual[15].
A lo anterior se unieron mejoras materiales como fue la constitución de la Cooperativa Gráfica Socialista. El 1 de octubre de 1926 salió el primer diario confeccionado en dichos talleres; ofrecía una nueva cabecera y un moderno formato. Gracias a la mejora de las infraestructuras se pudieron editar más números especiales, solución de conveniencia que compensó la falta de noticias causada por la inexistente vida parlamentaria.
En cualquier caso, las citadas innovaciones se vieron frenadas tras la proclamación de la II República[16]. Si bien el reconocimiento de la libertad de expresión recogido en la Constitución de 1931 ofrecía mejores condiciones para el ejercicio del periodismo, lo cierto es que la excesiva politización del momento impidió en gran medida que la prensa llegara a desarrollarse en toda su amplitud. De ahí que bajo los distintos gobiernos republicanos los periódicos españoles confundieran las noticias con las opiniones y la ideología con la información. El Socialista no fue una excepción y durante seis años basculó entre la prensa moderna que aspiraba a ser y su marcada tendencia partidista. Julián Zugazagoitia, su director durante esos años, mostró esa ambivalencia cuando afirmaba que el periódico era el “órgano fundamental de expresión con que cuenta el Partido (…), el único medio con que cuenta el Partido para hacer un nuevo acopio de adeptos”[17], para acto seguido expresar que “un periódico, antes que nada, es un órgano difusor de noticias (…), las noticias de todo lo que acontece en el país y fuera del país”, [que debe poseer] corresponsales propios (…), un servicio de información netamente socialista, servido por profesionales socialistas” que evite tener que recurrir “a los servicios de la prensa burguesa”. En un intento de aunar ambas posturas sentenciaba: “La conquista del lector se hace por la calidad espiritual y por la calidad material del periódico. Si hay una obra colectiva, y hay una obra donde se confunde el esfuerzo de todos, además de las catedrales góticas, es la del periódico”[18].
Desde esa postura de ser informativo y moderno, amén de órgano ideológico, trataba de subvertir la tendencia de la prensa obrera, caracterizada tradicionalmente por sus cortas tiradas y su tradicional retraso tecnológico[19]. De ahí el empeño de sus promotores por plantear constantemente iniciativas. Estas se reflejaron en aspectos como los siguientes: en primer lugar, en reunir a un nutrido equipo de colaboradores, lo que se tradujo en el “fichaje” de políticos como Edmundo Lorenzo o de escritores como Margarita Nelken; asimismo, en la contratación de periodistas de reconocida experiencia, a los que retribuyó con buenos sueldos, de forma análoga a como hacían otros periódicos de empresa del momento. En la misma línea, y sin renunciar a su faceta de órgano político, el rotativo dio más protagonismo a las secciones relacionadas con la información parlamentaria o la vida municipal, ajenas en principio a la temática específicamente obrera. De igual modo, incrementó el espacio dedicado a la radio, el cine, el teatro y los deportes, amén de a los anuncios publicitarios. Paralelamente, modificó la disposición de los contenidos en el interior del diario, de tal manera que la presentación resultara más clara y diáfana, sin el desorden que había sido la tónica de los años anteriores. Indesligable de lo anterior, el lanzamiento de una edición vespertina y de números extraordinarios, la organización de un servicio de publicidad y la adquisición de una rotativa[20]. Por todo lo mencionado El Socialista se convirtió en esos años en uno de los diarios mejor escritos y más influyentes del momento, así como “en el principal medio de expresión de la clase obrera española”[21]. Prueba de ello sería que muchos de sus editoriales y comentarios fueron reproducidos por otros rotativos; igualmente, que su tirada se incrementara de modo considerable[22].
No obstante, la citada tendencia hacia la conversión del periódico en un diario moderno se vio truncada por el inicio de la Guerra Civil. El desencadenamiento del conflicto en julio de 1936 conllevó para la comunicación la adopción de una serie de estrategias encaminadas a usar a la prensa, más que como medio de información, como instrumento de propaganda y arma de combate. De ahí que diarios y revistas tomaran partido por uno de los dos bandos en liza, convirtiéndose en canal de adoctrinamiento político e ideológico.
El reflejo de tal situación en la prensa en general y en El Socialista en particular se puso de manifiesto especialmente en el tema de la censura. De hecho, en el mes de julio de 1936, algunos números del rotativo aparecieron con el anuncio de que el ejemplar había sido inspeccionado[23]. Amén de los cambios que realizó en los contenidos, el periódico tuvo que adaptarse a los graves problemas económicos derivados de la guerra y que tan directamente afectaron al periodismo. De ahí que en ocasiones el número de páginas disminuyera como consecuencia del retraso en el suministro de papel, lo que fue habitual desde el desde el 10 de agosto de 1936; también que suprimiera, incluso, su salida, algo debido en gran medida a los constantes cortes de electricidad que se produjeron durante esos años.
La situación fue empeorando progresivamente, como lo puso de manifiesto el que desde el 19 de noviembre del 1936 y durante los dos meses siguientes la carestía de papel y las dificultades para su adquisición obligaron al periódico a reducir sus páginas a una sola hoja impresa por las dos caras. Ante la posibilidad de que peligrara la continuidad del diario, el Partido se planteó sacar una edición de El Socialista en Barcelona, ciudad a la que se había trasladado el gobierno de la República desde octubre de 1937. La idea en sí no resultaba descabellada en tanto que en la capital catalana no existían problemas con el suministro de papel. De este modo fue como vio la luz la edición barcelonesa de El Socialista, vespertina, desde el 2 de mayo de 1938.
Durante unos meses, por lo tanto, se publicaron en España dos diarios con la misma cabecera, pero diferente contenido, dirección, redacciones y formatos. La edición catalana se mantuvo con notable éxito hasta enero de 1939. En general, funcionó mucho mejor que la matritense. Aquí, sin embargo, El Socialista subsistió a duras penas. Su lenta agonía se manifestó de nuevo en la reducción del número y del tamaño de sus páginas, en la calidad del papel, amén de en la interrupción de la publicación durante algunos días por los cortes de electricidad derivados de los bombardeos.
Tras la toma de Barcelona y la consiguiente desaparición de El Socialista en aquella ciudad, la edición madrileña se mantuvo, pese a los problemas mencionados y a que fuera sostenida por tan solo dos periodistas. El último número publicado en España vio la luz el 28 de marzo de 1939. En sus dos únicas páginas incluía un editorial titulado “Nos hacen la guerra porque deseamos la paz. No aman a España”[24]. Pocos días después, el 1 de abril, el régimen franquista incautaba los bienes de las organizaciones del Frente Popular, entre ellos la rotativa de El Socialista. Desde el 16 de septiembre de ese año en las instalaciones del diario empezó a editarse el Boletín Oficial del Estado franquista.
Al término de la Guerra Civil, muchos de los que habían ejercido de directores, redactores y colaboradores en El Socialista fueron ejecutados por el ejército franquista. Otros, con más suerte, pudieron esconderse o exiliarse. Para aquellos que lograron escapar se abrieron distintas opciones: un grupo importante, el más nutrido, tomó el camino de Francia; otro, desde Levante, alcanzó la cercana Argelia francesa; muchos emigraron a América, principalmente a México y en menor medida a Argentina.
Desde ese momento, la trayectoria de la publicación hay que buscarla fuera de España, pues, aunque en el interior se había intentado realizar una edición clandestina desde 1943, la fortísima represión existente llevaría muy pronto a desistir de un empeño que, de modo irregular, se prolongó hasta 1947[25].
Por su parte, en el extranjero, la dispersión y las precarias condiciones en que hubieron de desenvolverse los exiliados no favorecieron la aparición inmediata de periódicos. El primero de ideología socialista que se editó en el exilio fue el de México; con el nombre de Adelante empezó a editarse en enero de 1942[26]. La nutrida federación socialista del norte de África lanzó su edición de El Socialista en mayo de 1944, cabecera que se publicaría en Argel hasta agosto de 1947. El grupo mayoritario, con residencia en Francia, no pudo organizar un periódico hasta la liberación del país en el verano de 1944. Es en esta publicación en la que vamos a centrar nuestro estudio.
El origen de la misma se remonta al momento en el que los asistentes al I Congreso del PSOE[27] en Francia acordaron editar nuevamente la cabecera [28]. Publicada por la Secretaría de Propaganda de la organización[29], el primer número de El Socialista que realizaron los exiliados en ese país vio la luz en Toulouse el 1 de octubre de 1944. En su cabecera mantenía su condición de “Órgano oficial del Partido Socialista Obrero Español y portavoz de la UGT”, así como el nombre de Pablo Iglesias como fundador. Ofrecía a sus lectores entre cuatro y ocho páginas a cinco columnas, a un precio que osciló entre los dos francos de los primeros años hasta los 20 que llegaría a costar en 1952[30]. Aunque la intención de sus editores fue que saliera semanalmente, el siguiente número no se publicó hasta el 16 de noviembre[31]. En esos primeros años en el exilio, la sede del periódico se encontraba en el 69 de la tolosana calle Taur[32], el mismo lugar que ocupaba la Comisión Ejecutiva del PSOE en Francia, responsable del periódico.
Con un aspecto compacto y amazacotado, este primer ejemplar de El Socialista insertó en su primera página las siguientes palabras de presentación a sus lectores:
Reanudamos nuestra marcha. Incorporados de nuevo a los caminantes, saludamos a todos con lealtad, a algunos con cariño, a otros con respetuosa cortesía (…). Hay mucho camino que recorrer, muchos entuertos que enderezar y muy pocos recursos de que disponer (…). Emprendemos de nuevo camino con tristezas en el alma, pero con alegre continente. Como los trabajadores que, olvidando sus miserias, van al tajo cantando. En marcha![33].
Ciertamente era duro el camino por recorrer. En primer lugar, por la falta de medios materiales, algo que se percibía en las mismas páginas del periódico, donde era frecuente encontrar recuadros que hacían un llamamiento a la generosidad de los militantes para que realizaran donativos o se suscribieran a la cabecera. Otra forma de colaboración consistió en solicitar a las agrupaciones socialistas que actuaran de corresponsales del periódico [34], al que se calificaba de “voz del partido”[35].
No obstante, y aunque el mencionado aspecto se presentaba como una preocupación capital para el medio, más complejos de resolver fueron los contratiempos políticos. Antes de llegar a la prohibición que sufriría en 1961, El Socialista atravesó momentos difíciles en relación con los distintos gobiernos franceses bajo cuyos mandatos tuvo que publicarse. Sirva de ejemplo el que desde el 27 de marzo de 1945, y durante un año, el periódico tuvo que salir con el nombre de Boletín de Información. Aunque físicamente no presentaba muchos cambios, lo cierto es que ya no llevaba en su cabecera el lema de “Órgano oficial del PSOE y portavoz de la UGT”; tan solo con el de “Editado por el PSOE en Francia”. Como explicación, las siguientes palabras:
Por disposición gubernativa, que no podemos entrar a discutir, fieles a nuestra promesa de no intervenir en la política interior de Francia, nos hemos visto obligados a transformar nuestro semanario en Boletín de Información. Con este carácter seguiremos apareciendo hasta que podamos reanudar la publicación de El Socialista[36].
Colofón de la anterior medida, la que se produjo el 19 de diciembre de 1947, cuando los responsables del semanario, que ofrecía una media de cuatro a seis páginas, indicaron que se veían obligados a reducir su contenido a solo dos, atendiendo a las instrucciones cursadas por el Ministerio de Información. Tal medida también afectó a la estructura empresarial hasta el punto de que en mayo de 1948 la dirección, la administración y la redacción de la cabecera se trasladaron a la parisina calle Général Beuret, para, poco tiempo después, volver a Toulouse.
En cualquier caso, y pese a los factores mencionados, El Socialista rara vez faltó a la cita con sus lectores al objeto de cumplir sus objetivos. A saber: analizar las circunstancias que había atravesado el PSOE durante esos años, ayudar a reconstruirlo en el exilio, mantener informados y cohesionados a los emigrados, amén de a los correligionarios que permanecían en España. Con el tiempo, se presentó como el ámbito donde discutir las mejoras de un partido que, se pensaba, volvería en el futuro a liderar la política española. Para lograr esos objetivos, tal y como se insistía continuamente, la existencia de un órgano de prensa era fundamental[37]. De ahí los esfuerzos desplegados por sus directores[38], redactores y numerosos colaboradores, entre los que se encontraban los responsables del socialismo en el exilio[39].
Durante esos años, y pese a las dificultades mencionadas, El Socialista se siguió editando, en castellano y francés, con cierta normalidad. En 1961, sin embargo, el gobierno galo, ante las presiones del régimen franquista, prohibió su circulación, distribución y venta. El cierre de la cabecera afectó a la publicación hasta junio de 1973. Así lo expresó el periódico en el último número que pudo publicar, el 4 de noviembre de 1961:
Preparado ya este número nos enteramos por la prensa de que el “Journal Officiel” ha publicado el día 3 una disposición que firma el ministro del Interior suspendiendo “la circulación, distribución y puesta en venta en territorio francés” de varios periódicos de lengua española de la emigración, entre ellos EL SOCIALISTA. En espera de conocer los términos en que se nos comunique dicha decisión adelantamos la aparición de este número para prevenir a nuestros lectores y decirles que tomamos las disposiciones necesarias para encontrar la fórmula que nos permita continuar nuestro contacto con ellos. Como tampoco dejaremos de seguir las actividades que constituyen nuestra razón de ser. Hasta luego, pues[40].
A su juicio, los motivos de tal situación obedecían principalmente al hecho de que la emigración “molesta a los franquistas (…), obsesionados con la existencia de las organizaciones políticas y sindicales de los emigrados”. De ahí que, deducían, “mientras la emigración política española esté en pie, aunque no haga nada, aunque no hable ni escriba, solo por el hecho de existir es ya una acusación permanente contra quienes se alzaron contra la República y una acusación contra el régimen que se implantó en España”. Por ello, agregaba el semanario, se había presionado hasta tal punto al gobierno francés que éste terminó tomando la decisión de prohibir “la circulación, distribución y venta de las publicaciones en lengua española de nuestra emigración” [41].
Ciertamente, los exiliados eran conscientes de que la progresiva normalización de las relaciones franco-españolas llegaría a afectarles directamente. Se había puesto de manifiesto en 1959, cuando a la CNT se le prohibió celebrar en Toulouse una concentración que, desde años antes, organizaba para conmemorar el aniversario de la sublevación militar contra la república; también, cuando a la UGT se le impidió organizar su congreso anual[42].
El entendimiento entre los dos países se afianzó en septiembre de dicho año, con ocasión de la visita realizada por ministro franquista de Asuntos Exteriores, Fernando Castiella, a París, donde fue recibido por el presidente de la república francesa, general De Gaulle. Un mes después, ambos gobiernos celebraron en la Isla de los Faisanes el tricentenario de la Paz de los Pirineos; en el encuentro, el primero pronunció un discurso donde hizo referencia al hecho de que la excesiva hospitalidad francesa a los emigrados creaba malestar entre dos vecinos que estaban llamados a entenderse.
En noviembre de 1959 el prefecto de Haute Garonne comunicó a los directores de los periódicos españoles que se editaban en Toulouse que se abstuvieran de publicar todo comentario injurioso y molesto para los miembros del gobierno español, a fin de evitar que se perturbara la buena relación entre ambos países. Cuatro meses después, el 19 de febrero de 1960, los directores de los periódicos de la emigración recibieron una comunicación en la que se los conminaba a que cesara toda impresión y difusión de hojas y suplementos de prensa dirigidos al interior de España.
A las anteriores medidas se sumaron otras surgidas como consecuencia del progresivo estrechamiento de las relaciones entre ambas naciones. De este modo, en junio 1961 se negó al PSOE el permiso para que celebrara su congreso en Toulouse[43]; y en octubre se arrestaron a algunos exiliados españoles, antiguos miembros de la Resistencia, y que llevaban viviendo en Francia 22 años[44].
Un mes después de dicho suceso, el ministro franquista de Asuntos Exteriores asistió al primer consejo ministerial de la OCDE en París, donde de nuevo sería recibido por De Gaulle. Para los exiliados, pues, quedaba claro que el Franquismo no iba a cejar en su empeño en perseguir, tanto fuera como dentro de España, al PSOE, el grupo político más influyente durante la II República.
La suspensión dictada contra la prensa el 4 de noviembre de 1961 no era sino el colofón de una política que venía aplicándose desde años antes, una prueba más que se ofrecía como garantía del nuevo estado de ánimo de los interlocutores franceses[45].
Ante la difícil tesitura que se presentaba para El Socialista se intentaron encontrar distintas soluciones. La primera consistió en aprovechar el margen que dejaba la ley en el sentido de permitir la continuidad de las publicaciones de los emigrados si se realizaban en otro idioma, como el francés. La idea se desechó pronto, pues las cabeceras prohibidas no podían editarse en otra lengua ya que se dirigían, además de a los españoles establecidos en Francia, a los que estaban esparcidos por el mundo y que quizás no hablaran francés[46].
La solución más factible la propuso el Partido Socialista Francés, al frente del cual se encontraba Jules Guesde. Consistió en que esta organización cediera su cabecera Le Socialiste al PSOE, lo que permitiría a sus militantes mantener vivo, de alguna manera, su principal órgano de prensa[47]. Es de este modo como Le Socialiste inició una nueva etapa, ofreciendo a sus lectores su primer número el día 21 de diciembre de 1961. En su contraportada, escrito en francés y en español, se leía lo siguiente: “Se ha prohibido EL SOCIALISTA; nosotros os devolvemos LE SOCIALISTE. Queremos sencillamente restituiros algo al menos de los medios que tan vergonzosamente os acaban de quitar”. A efectos legales, pues, el periódico tuvo como director a Georges Brutelle, secretario general adjunto de la SFIO; en la práctica, eran los exiliados españoles los que orientaban ideológicamente a la publicación.
El semanario, cuya redacción y administración se encontraban en París[48], ofrecía una media de ocho páginas a cinco columnas, habitualmente redactadas en español. Se imprimía en los talleres de Le Provençal, de Gaston Deferre[49], razón por la cual eran frecuentes los errores tipográficos[50]. Similar externamente a El Socialista, en su contenido, sin embargo, se percibían diferencias notables. En primer lugar, por la existencia de un comité de redacción que auxiliaba a los escritores y colaboradores del periódico y que durante todos estos años estuvo formado por Jean Paul-Boncour, Suzanne Lacorde, Eugène Montel, Georges Guille, Gérad Jaquet y Joseph Begarra. A lo anterior se sumaban otra serie novedades que venían a responder a demandas expuestas años antes y que tenían como objetivo animar a la difusión e incrementar las suscripciones del periódico. Entre ellas destacaba la inserción de una mayor variedad de textos, rasgo que aportó a la publicación un acabado más completo que el ofrecido años antes. Como resultado, se empezaron a incorporar editoriales, cartas al director, artículos extraídos de otras cabeceras (como de Le monde diplomatique o El Norte de Castilla) y recuadros que reproducían frases y pensamientos de Pablo Iglesias, de otros socialistas o de pensadores célebres que apoyaban esa ideología. A estos sumaban artículos ideológicos y polemizantes con la prensa franquista.
La novedad en los contenidos se completaba con la incorporación de más artículos referidos al panorama internacional, escritos que recogían el auge que progresivamente iba alcanzando el socialismo en distintas naciones. También, con colaboraciones de más autores, entre las que destacaron las del expresidente Indalecio Prieto, el sindicalista Pascual Tomás, el exdiputado Rodolfo Llopis, el antiguo director del periódico Gabriel Pradal (bajo el pseudónimo de Pericles García) o Avelino Roces, miembro de la Comisión ejecutiva del PSOE. A estos se sumaron los envíos de corresponsales, como Verdaguer, desde Barcelona; Horacio, desde Pamplona; o Juan de Navarra, desde Buenos Aires. Junto a lo anterior, se realizaron verdaderos esfuerzos por lograr que el semanario se remitiera a España para que se incrementara el número de afiliados y simpatizantes.
En cualquier caso, y pese a las novedades descritas, en el semanario persistían algunos de los problemas latentes en El Socialista, como los escasos recursos económicos y materiales con los que contaba[51], aspecto que, a juicio de sus promotores, impedía hacer de “LE SOCIALISTE un periódico de combate, que [respondiera] a todas las necesidades del Partido”[52].
La trayectoria de Le Socialiste continuó sin grandes altibajos hasta el jueves 14 de junio de 1973, momento en que reapareció El Socialista[53]. Con su logotipo habitual y el nombre de su fundador, la cabecera, que inauguraba su tercera época, aparecía ahora editada por André Leonard, por entonces secretario nacional del PSB, partido que asumió la publicación del periódico. El nuevo El Socialista vio la luz en Bruselas[54], aunque la administración y la redacción, que siguieron siendo responsabilidad de los exiliados, se mantenían en París.
Con carácter quincenal ofrecía sus lectores ocho páginas a tres columnas, planas que ahora presentaban numerosas fotografías y una apariencia más limpia. En cualquier caso, los cambios en la estética del periódico no podían ocultar problemas que, como los económicos, se heredaban de épocas anteriores.
La vida de El Socialista belga se prolongó apenas un año. En octubre de 1974, durante la celebración del Congreso de Suresnes, que supuso la dinamización del PSOE, se tomó la decisión de que el editor responsable de la publicación se estableciera en la citada localidad francesa[55]. Un año después, y bajo la responsabilidad de Robert Pontillon, salió a la calle una nueva versión de El Socialista. Con una tipografía más clara y diáfana, el periódico incorporaba fundamentalmente editoriales, colaboraciones y artículos redactados exclusivamente en castellano. Las noticias quedaban en un segundo plano. Como detalle, la contraportada, en la que se fue afianzando una sección denominada “Terrorismo oficial”, y cuyo contenido era informar de los procesos de detención llevados a cabo en las distintas provincias españolas. Otras novedades de esta nueva edición de El Socialista radicaban en su progresivo paso de quincenal a semanal, el lanzamiento de suplementos de una sola página[56], así como de números especiales, de una media de cuatro.
El cambio más importante de la publicación se produjo en diciembre de 1976. Con ocasión de la celebración de XXVII Congreso del PSOE en Madrid, el primero que se pudo organizar en España tras el fin de la dictadura, El Socialista ofreció a sus lectores un número especial. Además de informar sobre el citado encuentro, dejaba entrever la inminente normalización del medio:
El periódico que dirigió Pablo Iglesias, que fue expresión de la clase trabajadora, obligado durante cuarenta años a la clandestinidad, vuelve a ser portavoz de nuestras ilusiones. (…). Igual que el partido, que los hombres del partido, nuestro periódico reclama hoy su derecho a la libertad. Este primer ejemplar, edición especial, abre una puerta a la esperanza: en él se recogen los hitos más importantes de nuestra historia. Junto a ellos, las noticias de última hora. Pasado y presente del socialismo español están en sus manos[57].
El 15 de enero de 1977, un mes antes de que se legalizara el PSOE, volvió a publicarse un nuevo número. Aunque se indicaba que se encontraba su tercera época, lo cierto es que El Socialista iniciaba una etapa diferente. Con una tipografía notablemente distinta, más clara, el ejemplar se presentaba como un semanario que, al precio de ocho pesetas, ofrecía a sus lectores doce páginas a cuatro columnas. Mantenía los emblemas clásicos de ser el “Órgano del Partido Socialista Obrero Español” y haber sido fundado por Pablo Iglesias. No ofrecía información alguna sobre la ubicación de su redacción o imprenta, tan solo un número de depósito legal: M-845-1977. En su interior, textos firmados por el propio periódico o directamente sin rúbrica.
En la primera página, sus promotores lo presentaron como el prototipo de lo que llegaría a ser: “El periódico de masas que un partido de masas debe hacer, para conseguir enfrentarse a la burguesía, que ahora tiene en sus manos canales de televisión, periódicos de apariencia progresista, emisoras de radio, aviones para las comunicaciones, etc.”. Y añadía: “Recurriremos con sus mismas técnicas, pero con propósitos diferentes: hacer un periódico obrero, que informe con objetividad de clase”[58].
Apelando a la generosidad de los socialistas, como antes hiciera Pablo Iglesias, sus responsables, con Antonio Guerra Gil al frente, lograron mantener la empresa hasta mayo de 1977, momento en el que, ya de modo legal, reapareció El Socialista como semanario político. Decía seguir en su tercera época. Se editaba en Madrid, la ciudad donde Pablo Iglesias lo había fundado 91 años antes.
El estudio de un medio de comunicación de carácter ideológico constituye un instrumento de una valía excepcional para entender la propia evolución seguida por la cabecera, así como la de la doctrina que lo sustenta. Hasta tal punto esto es así que, en ocasiones, ante la carencia de textos de mayor envergadura (libros o documentos legales, memorias o correspondencia), son estas humildes hojas las que narran el devenir de fuerzas relevantes en la conformación de las distintas corrientes del pensamiento. Es lo que ha ocurrido con el republicanismo y, en gran medida, con el socialismo.
Desde esa perspectiva el estudio de El Socialista nos permite acercarnos a una de las ideologías fundamentales para entender la España de la segunda mitad del siglo XIX y, sobre todo, del XX. En nuestro trabajo, amén de realizar una síntesis de las primeras décadas de la publicación, nos hemos centrado en aquella etapa en la que formó parte de la prensa alófona española. Las razones de tal elección radicaban no sólo en el hecho de que desde 1944 El Socialista actuó como portavoz del PSOE y de sus afialiados, dispersos por distintos países; también, en la singularidad de su recorrido, pues hubo de editarse en distintas capitales: Toulouse, París, Bruselas y Surenes.
En los años de peregrinación hasta volver a publicarse en España, su trayectoria fue ciertamente difícil. En primer lugar, por la falta de medios materiales, algo que se percibía en las mismas páginas del periódico, donde era frecuente encontrar recuadros que hacían un llamamiento a la generosidad de los militantes para que realizaran donativos, se suscribieran a la cabecera o bien actuaran de corresponsales. Pero, sobre todo, por las presiones políticas, consecuencia de la progresiva normalización de las relaciones franco-españolas, algo que, resultaba obvio, afectó directamente a la publicación y a sus promotores. La coacción a la que lo sometió el régimen franquista alcanzó tal punto que durante unos años el rotativo vio la luz como El Socialiste, merced a la cesión realizada por el Partido Socialista Francés de su cabecera.
En cualquier caso, y pese a los factores mencionados, El Socialista rara vez faltó a la cita con sus lectores al objeto de cumplir con sus objetivos, entre los que sobresalía el prestar apoyo al socialismo en el exilio. Lo puso de manifiesto manteniendo informados y cohesionados a los emigrados, amén de a los correligionarios que permanecían en España. Con el tiempo, se presentó como el ámbito donde discutir las mejoras para un partido que, se pensaba, volvería en el futuro a liderar la política española.
Como líneas de trabajo futuras nos restaría profundizar en El Socialista publicado en Argel. La cabecera, que vio la luz entre el 1 de mayo de 1944 y el 4 de octubre de 1947, constituiría otro ejemplo de prensa alófona española en el norte de África, contexto en el que ya se editaban títulos como Renovación e Inquietudes Libertarias.
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[1] Ruiz Acosta, M.J. (2022): “El Socialista: un periódico, una doctrina”, en El Argonauta Español, nº 19.
[2] Desde la mitad del siglo XIX se publicaron periódicos afines a las teorías de Fourier o Proudhon. Por ejemplo, La Atracción (1846), de Fernando Garrido y Sixto Cámara, El Siglo (1848), de Rafael María Baralt o La Fraternidad (1847), de Narciso Monturiol. Avanzada la centuria a esas cabeceras se sumaron La Asociación, El Obrero y Solidaridad Obrera. En cualquier caso, habría que matizar la adscripción al socialismo utópico de las mismas, razón que explica las diferencias ideológicas con la publicación de la que hablamos en este artículo.
[3] “Reaparece El Socialista”, El Socialista, 14-6-1973 (p. 1).
[4] “El Socialista. Un periódico obrero”, El Socialista, 1-2-1977 (p. 1). Para hacerse una idea del citado coste hay que tener en cuenta que el salario medio de un obrero en el Madrid de esos años rondaba las 2,50 pesetas. Vid. Montagut, E. (13-1-2019): “Salario mínimo y socialismo en Madrid a fines del XIX”, en Nueva Tribuna; y Moreno Lázaro, J. (2006): “El nivel de vida en la España atrasada entre 1800 y 1936. El caso de Palencia”, en Investigaciones de Historia Económica, nº 4, pp. 9-50.
[5] “El Socialista. Un periódico obrero”, El Socialista, 1-2-1977 (p. 6).
[6] Rodolfo Llopis, “El Socialista, Nuestros maestros. Pablo Iglesias”, El Socialista, 1-10-1944 (p. 1).
[7] “Reaparece El Socialista”, El Socialista, 14-6-1973, (p. 2).
[8] Durante esos primeros años, los dueños legales de la publicación seguían siendo los titulares de las acciones emitidas. Con ocasión de la celebración en Bilbao del 2º Congreso del Partido (agosto de 1890), el semanario pasó a ser propiedad del PSOE. Tal unión se afianzaría en 1919, cuando la redacción y administración de El Socialista se trasladaron desde la calle del Pez, n. 15, a la de Carranza, n. 20, donde también se estableció la secretaría del PSOE hasta el término de la Guerra Civil.
[9] Sirva de ejemplo el que el mismo año de su fundación publicó el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, traduciéndolo de la versión francesa que había realizado el matrimonio Paul Lafarge y Laura Marx. Vid. Lucía Olmos, E. (20-3-2019); “El Socialista (I)” en Diario Progresista.
[10] “Reaparece El Socialista”, El Socialista, 14-6-1973 (p. 2).
[11] “Reaparece El Socialista”, El Socialista, 14-6-1973 (pp. 1-2).
[12] Durante el 9º Congreso del Partido, celebrado en Madrid en 1912, se tomó el acuerdo definitivo en este sentido. El 1 de abril de 1913 el periódico se empezó a editar como diario de la mañana.
[13] Para el periódico, “no hubo Gobierno ni régimen que no se ensañara con el órgano del PSOE: suspensiones, multas, procesos, encarcelamientos de redactores….Toda la gama de la represión burguesa” (“Reaparece El Socialista”, El Socialista, 14-6-1973 (p. 2). Vid. “A los trabajadores”, El Socialista, 15-9-1923.
[14] Sirvan como datos de esas tiradas las que recoge Desvois para los siguientes años: en 1913 apenas publicaba 22.000 ejemplares al día, cifra que se redujo a 16.000 en 1920. Siete años más tarde, de su imprenta apenas salían 14.500 copias. Vid. Desvois, J.M. (1977): La prensa en España, 1900-1931, Madrid, Siglo veintiuno de España editores.
[15] El conocido logotipo del puño y la rosa se usaría desde 1977.
[16] Vid. Sinova, J. (2006): La prensa en la Segunda República española. Historia de una libertad frustrada, Barcelona, Debate.
[17] “Julián Zugazagoitia. Director de El Socialista. Fragmentos de su discurso en el Congreso del PSOE en 1932”, El Socialista, 1-2-1977 (p. 6).
[18] “Julián Zugazagoitia. Director de El Socialista. Fragmentos de su discurso en el Congreso del PSOE en 1932”, El Socialista, 1-2-1977 (p. 6). Vid. Juliá Díaz, S. (2001): Julián Zugazagoitia. Guerra y vicisitudes de los españoles, Prólogo, Barcelona, Tusquets.
[19] Vid. Mateos Fernández J.C. (1996): Bajo el control obrero. La prensa diaria en Madrid durante la guerra civil, 1936-1939, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1996.
[20] En enero 1933 se inició una campaña destinada a la compra de nueva maquinaria. Tras las oportunas aportaciones voluntarias, se adquirió una rotativa Winkler en Suiza, que llegó a Madrid en julio de 1934. Entraría en funcionamiento en 1937.
[21] “El Socialista. Un periódico obrero”, El Socialista, 1-2-1977 (p. 6).
[22] Como resultado de las mejoras implantadas, la publicación vio incrementar su tirada notablemente: en 1932 alcanzó las 30.000 copias, cifra que no dejaría de crecer hasta lograr los más de 75.000 de media en 1934. Vid. Desvois, J.M., op. cit., p. 124 y ss.
[23] Vid. ejemplar de El Socialista, 16-7-1936.
[24] “Editorial”, El Socialista, 28-3-1939 (p. 1).
[25] Como recogió El Socialista en 1973, el periódico siguió realizándose en las cárceles españolas, “escrito a mano, ilustrado en varias tintas, con vibraciones de virilidad incomparable, mientras resonaban en los patios las descargas de los pelotones de ejecución o funcionaba el tétrico garrote vil” (“El periódico mejor escrito de España”, El Socialista, 14-6-1973 (p. 2).
[26] En cualquier caso, no debemos olvidar que hubo publicaciones impulsadas por socialistas antes de Adelante, como fue el caso de Boletín de Información para Emigrados Socialistas Españoles (1940-1942).
[27] Dicho encuentro tuvo lugar en septiembre de 1944. La Comisión Ejecutiva resultante del mismo estaría formada por: Enrique de Francisco, presidente; Trifón Gómez, vicepresidente; Rodolfo Llopis, secretario general; Arsenio Jimeno, vicesecretario; Juan Tundidor, secretario de propaganda; Manuel Palacios, tesorero; Pascual Tomas, Paulino G. Beltrán, José Gregori y Pablo Careaga, vocales. En 1948 Indalecio Prieto asumió la presidencia del partido. Vid. Redondo, J. (8-9-2018): “La memoria histórica del PSOE: las tres corrientes de la II República”, en El Mundo, p. 39.
[28] Si bien El Socialista sería considerado el órgano central de los exiliados socialistas en Francia, en este país se editaron otras cabeceras defensoras de dicha ideología, como Adelante, en Marsella y Cara a España, en Grenoble.
[29] Además de publicar El Socialista, la citada entidad se encargaba de vender libros, folletos e impresos no periódicos. Sirvan de ejemplo: Reglamento y resoluciones del PSOE aprobados en el Congreso de Toulouse, Constitución de la República Española o Comentarios al programa socialista, de Pablo Iglesias.
[30] El argumento esgrimido para explicar el incremento del precio del periódico hacía referencia “al nuevo precio impuesto al papel, evaluado en un aumento superior a un cincuenta por ciento” (“A nuestros corresponsales y suscriptores”, El Socialista, 16-1-1948 (p. 4).
[31] Hasta 1945 no alcanzó la regularidad semanal.
[32] El periódico se imprimía en la Imp. Du Sud-Ouest, 6 rue Sainte-Ursule, Toulouse.
[33] “En marcha”, El Socialista, 1-10-1944 (p. 1).
[34] Era necesario, se afirmaba, conseguir cinco mil nuevos lectores. Vid. “A todos los compañeros”, El Socialista, 19-10-1946 (p. 4). En ocasiones, incluso, se apelaba a que se hicieran colectas o se organizara de mejor forma la venta de ejemplares del periódico. Las circunstancias anteriores se agravaban por el hecho de que El Socialista no llevaba publicidad.
[35] ”A todos los compañeros”, El Socialista, 19-10-1946 (p. 4).
[36] Pese a esas indicaciones, sin embargo, los contenidos se mantuvieron similares a los ofrecidos en los números previos.
[37] Vid, “Ayudad a El Socialista”, El Socialista, 26-10-1946 (p. 4).
[38] Hasta la prohibición decretada en 1961, los responsables de El Socialista fueron José Gregori Martínez Andrés Saborit Manuel Albar y Gabriel Pradal.
[39] Algunos de dichos colaboradores fueron: Pascual Tomas, secretario de la UGT en Francia; Benito Vizcaino-Vita y Arsenio Jimeno, miembros de la Asamblea de Delegados en el exilio; Rodolfo Llopis, secretario general de los socialistas en Francia; Manuel Muino, vocal de la Comisión Ejecutiva del PSOE y de la UGT; Trifón Gómez, vicesecretario del PSOE en el exilio; Enrique de Francisco, ministro de Economía en el gobierno del exilio; o Luis Araquistáin, periodista, escritor y político. En el periódico aparecieron también en esos años colaboraciones femeninas, como eran las de la pedagoga y maestra Palmira Plá.
[40] “Ante fuerza mayor. Hasta luego”, El Socialista, 4-11-1961 (p. 1).
[41] “Cómo se llegó a la suspensión de El Socialista”, Le Socialiste, 21-12-61 (p. 3). El Journal Officiel del 2-3 de noviembre de 1961 dispuso que, además de El Socialista, se prohibieran en todo el territorio nacional la circulación, distribución y venta de Solidaridad Obrera, CNT y España Libre.
[42] Vid. Martínez Cobo, C. y Martínez Cobo, J. (1995): La travesía del desierto: intrahistoria del PSOE (1954-1970), Madrid, Pablo Iglesias.
[43] Los citados congresos ya se habían celebrado en 1944, 1946, 1948, 1950, 1952, 1955 y 1958. En 1961, la intervención de la SFIO permitió que finalmente se celebrara en la localidad francesa de Puteaux.
[44] En este sentido, numerosas voces se alzaron para denunciar unas medidas que iban en contra de la tradicional política francesa de ser un país refugio de asilados. En este sentido, se recordaba que los republicanos españoles habían ayudado a Francia en la II Guerra Mundial, además de ser los primeros que entraron en París en los tanques de la columna francesa libertadora. Vid. “La Depêche du Midi”, Le Socialiste, 21-12-1961 (p. 7).
[45] Con meridiana claridad lo explicó La Depêche du Midi en un texto publicado el 13 de noviembre de 1961 y que reprodujo Le Socialiste: “Le gouvernement française a voulu tout bonnement remercier le gouvernement espagnol des tracasseries qu’il vient d’occasionner aux activistes français réfugiés chez lui” (“La Depêche du Midi”, Le Socialiste, 21-12-1961 (p. 7).
[46] Vid. “La Depêche du Midi”, Le Socialiste, 21-12-1961 (p. 7).
[47] Vid. “Caprichos de la historia. Le Socialiste – El Socialista – Le Socialiste”, Le Socialiste, 21-12-1961 (pp. 1-2). El artículo recogía las siguientes palabras: “En fin, cuando los socialistas españoles se deciden a publicar su semanario, escogen como título el mismo El Socialista, inspirándose directamente en Le Socialiste de Guesde (…). Guesde prestó al PSOE el título de su periódico, que se transformó en El Socialista. Hoy las circunstancias quieren que El Socialista se transforme en LE SOCIALISTE. ¡Caprichos de la historia!”.
[48] Concretamente en el 12, Cité Malesherbes o en el 31, Général Beuret. En cualquier caso, se mantenía la base en Toulouse como lo pone de manifiesto el que la dirección para el envío de colaboraciones fuera al 69, rue de Taur.
[49] En el periódico aparecía como Imprimerie spéciale, El Socialista, 30 Rue Sainte, Marseille.
[50] El ejemplar del 14-12-1972 ofrece un recuadro en el que los tipógrafos que componen el periódico piden disculpas por las erratas cometidas. Normalmente se trataba de la confusión entre los acentos de los dos idiomas o la sustitución de la Ñ por N o GN. Los redactores en todo momento respaldaron a los impresores, como lo prueban estas palabras: “Sabiendo las dificultades con que tropiezan estos compañeros, pues desconocen nuestro idioma, deseamos expresar públicamente nuestro agradecimiento por los desvelos que aporten a nuestra publicación” (p. 6).
[51] En 1971, el periódico se dirigió a sus lectores y suscriptores para pedirles ayuda económica y así poder solventar parte de sus deudas. Y en este sentido recordaba lo siguiente: “Carecemos de fondos más o menos misteriosos y no estamos tallados moralmente para acercarnos a cajas de reptiles. Si el partido tiene un periódico, somos sus militantes, y nadie más, quienes debemos mantenerlo económicamente” (“A nuestros lectores. A nuestros colaboradores”, Le Socialiste, 14-12-1971 (p. 1).
[52] “Prensa y propaganda”, Le Socialiste, 27-8-1970 (p. 4).
[53] Recordemos que, mientras tanto en España desde 1970 se había redactado e impreso El Socialista de forma clandestina. De periodicidad irregular, tuvo como responsable a Alfonso Guerra hasta la desaparición del formato en mayo de 1973.
[54] Oficialmente, la sede del periódico se encontraba en el n. 13 del Bd. de l’Empereur, Bruxelles. De la impresión se encargaba la Imprimerie SODEPE S.C., localizada en 35, rue des Sables, también en la capital belga.
[55] No obstante, la administración y la redacción (31, rue Général Beuret), así como la imprenta (Imp. Sté. J. Borel, 75012), seguían localizándose en París.
[56] El 20 de noviembre de 1975, con motivo del fallecimiento del dictador Franco, El Socialista editó un suplemento de una hoja titulado “¡Al fin ha muerto!”
[57] “El Socialista, en libertad”, El Socialista, 5-12-1976, número especial (p. 1).
[58] “El Socialista. Un periódico obrero”, El Socialista, 1-2-1977 (p. 6).