DOI: https://dx.doi.org/10.12795/rea.2024.i47.01
Formato de cita / Citation: Arnet-Callealta, V., & Sánchez-Fuentes, D. (2024). Doñana, need for adaptation: a new system as a sustainable assessment tool. Revista de Estudios Andaluces,(47), 8-27. https://dx.doi.org/10.12795/rea.2024.i47.01
Correspondencia autores: virginia.arnet@uah.es (Virginia Arnet-Callealta)
Virginia Arnet-Callealta
virginia.arnet@uah.es 0000-0001-8068-8383
Departamento Arquitectura. Universidad Alcalá de Henares.
Plaza San Diego, s/n. 28801 Alcalá de Henares (Madrid), España.
Domingo Sánchez-Fuentes
mailto:dsanchez@us.es 0000-0001-8405-6906
Departamento Urbanística y Ordenación del Territorio, Escuela Técnica Superior de Arquitectura.
Universidad Sevilla. Avenida de la Reina Mercedes, 2. 41012 Sevilla, España.
INFO ARTÍCULO |
RESUMEN |
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Recibido: 09-05-2023 Revisado: 21-05-2023 Aceptado: 23-05-2023 PALABRAS CLAVE Ordenamiento territorial Patrimonio Desarrollo sostenible |
La capacidad de resiliencia del Espacio de Doñana manifiesta la necesidad de reinterpretar los códigos hegemónicos del planeamiento. Para ello, se plantea un nuevo sistema a partir de una herramienta de evaluación sostenible que sea capaz de suscitar un modelo territorial complejo que consolide estándares sostenibles equilibrados en relación a la intensificación del aprovechamiento del territorio, su explotación turística y la protección de su patrimonio natural. A partir de la revisión teórico-conceptual sobre sostenibilidad y territorio del ámbito de estudio, se propone el diseño de una herramienta evaluadora compleja que redefina el paradigma actual y mediante su contextualización permita detectar aquellos parámetros que son claves para el cambio hacia el nuevo modelo territorial propuesto. |
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KEYWORDS |
ABSTRACT |
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Spatial planning Heritage Sustainable development |
The resilience capacity of the Espacio de Doñana manifests the need to reinterpret the hegemonic codes of planning. For this, a new system is proposed based on a sustainable evaluation tool that is capable of provoking a complex territorial model that consolidates balanced sustainable standards in relation to the intensification of the use of the territory, its tourist exploitation and the protection of its natural heritage. Based on the theoretical-conceptual review on sustainability and territory of the study area, the design of a complex evaluation tool is proposed that redefines the current paradigm and through its contextualization allows detecting those parameters that are key to the change towards the new territorial model proposed. |
El interés mundial en relación al hábitat y el cuestionamiento global de la vialidad del modelo de desarrollo urbano llevado acabo hasta el momento se origina en la Conferencia sobre el Medio Humano de las Naciones Unidas (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 1972), ratificándose este hecho con el informe de trabajo de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y Desarrollo (ONU, 1987), a partir del cual se plantea la necesidad de cambio ecologizado donde “[…] el medio ambiente y el desarrollo no son contradictorios, sino que están unidos inexorablemente […] Los problemas del medio ambiente y los económicos están unidos a muchos factores sociales y políticos” (ONU, 1987, pp. 52-53). Por ello, la respuesta a los problemas territoriales actuales requiere de una reformulación basada en directrices innovadoras en claves sostenibles. Sin embargo, estas directrices deben conducir a un nuevo modelo territorial sostenible, equilibrado, consciente con su entorno natural y antropizado, que se aleje del imperativo unilateral del crecimiento urbano que consume de manera desacerbada el hábitat natural y que es el causante de la pérdida endémica de recursos (Fernández & González, 2014; Hessel & Morin, 2012).
De este modo, el caso de estudio responderá a un modelo territorial sostenible donde el espacio natural se convierta en el elemento protagonista y configurador del sistema general (Higueras, 2006, p. 17), otorgándole un nuevo equilibrio a las dimensiones social, ambiental y económica bajo el amparo de lo cultural a partir de nuevas dinámicas planificadoras que atiendan a su flexibilidad y su capacidad de adaptabilidad a las sucesión de transformaciones que se suceden en él (Sánchez & Donadei, 2012); sólo así se conseguirá atender a los retos complejos de la contemporaneidad con políticas integradoras y sostenibles.
En relación a esto, la primera Carta de Leipzig sobre Ciudades Europeas Sostenibles (Revista, 2007), reconoce la necesidad de fijar estrategias sostenibles que obliguen la implantación de una política integrada y dinámica de desarrollo urbano que sea sensible ante la cohesión y la integración social de los habitantes, fortaleciendo las economías locales. El vínculo notable entre lo urbano y lo territorial conlleva una traslación inmediata de escala donde la necesidad radica en el cambio de paradigma frente a las anomalías que presenta el modelo tradicional territorial para aproximarse a una solución completa, sistémica y ecologizada (Arnet & Naranjo, 2019). Dicho cambio se debe apoyar en una metodología holística de trabajo que favorezca fijar una evaluación compleja de todas las acciones que se dan en el territorio para buscar soluciones multivariantes e integradoras (Giraud-Herrera & Morantes-Quintana, 2017; Del Espino & Navas, 2018) atendiendo a los conflictos actuales y que posea la capacidad de autorreformulación continua ante los cambios recurrentes que se suceden en el territorio. Para ello, Doñana se muestra como un escenario idóneo sobre el que contextualizar la aplicación metodológica de un instrumento de evaluación sostenible diseñado desde la conceptualización rizomática e interdependientes de sus sistemas que convergen en el territorio.
El espacio natural de Doñana es un lugar dinámico, que más allá de quedarse invariable a lo largo de los años, lleva asociado un movimiento constante de reinterpretación y adaptabilidad en su territorio, en su gente y en sus actividades. Este dinamismo se ve reflejado en las recurrentes controversias entre la protección de sus dunas, sabinas, pinos, alcornoques y bandadas de aves que sobrevuelan sus paisajes, frente a la desecación de la marisma, la plantación masiva de eucaliptos, el cultivo intensivo bajo plástico y la urbanización de su costa. Este hecho nos muestra dos capas contrapuestas, obligadas a la yuxtaposición, siendo indispensable un modelo integrador para su entendimiento (mapa 1).
La condición geográfica del espacio natural de Doñana responde a la desembocadura del río Guadalquivir, una cuenca muy intervenida y fuertemente antropizada, especialmente durante los tres últimos siglos, lo que ha contribuido a la sobreexplotación de sus recursos naturales, la contaminación de sus aguas y al deterioro del funcionamiento de la misma. Dicha desembocadura constituye un extenso estuario de gran longitud que comienza en Alcalá del Río (Sevilla) y finaliza en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) para unir esta última con el espacio natural de Doñana. Sin embargo, la configuración de este entorno (mapa 2) se origina en época tartésica; posteriormente, a partir del Holoceno, estos sedimentos comienzan a generar una lengua de tierra que acota la bahía hasta convertirla en el Lacus Ligustinus; más tarde, los sedimentos arenosos, producto de la reducción gradual de las fuerzas de arrastre, se transforman en limos que facilitan la aparición de las marismas en el lugar; por último, la antropización del estuario posibilita su navegación y su explotación agraria (Del Moral, 2008).
Todo ello, conduce a la postura antagónica entre el paisaje natural y la actividad humana en el territorio en la cual las marismas del margen derecho del Guadalquivir, pertenecientes a Doñana, rivalizan con la urbanización de Sanlúcar de Barrameda en su margen izquierdo ante la irrupción imparable del cultivo intensivo y el turismo, en ambas.
El ámbito de estudio se muestra como un complejo palimpsesto en el que se pueden leer los vestigios del pasado a partir de las huellas que dejaron en su territorio. Estas trazas se remontan al siglo X a.C. a época tartéssica aunque también hay vestigios etruscos, fenicios y griegos diseminados por su territorio. Más tarde, durante los asentamientos romanos que dominaron el sur peninsular desde el siglo II a.C. hasta el siglo V d.C., en las marismas del Guadalquivir colindantes al Lacus Ligustinus se registra la construcción de un pequeño santuario en las orillas del Arroyo de la Rocina, el Cazadero Real en los bosques de La Rocina y la construcción de la primera ermita[2] de El Rocío.
Durante el siglo XV, se organiza el territorio mediante dominios señoriales que establecen los primeros límites e instauran prohibiciones a toda actividad que perjudique a la caza. Sin embargo, la toponimia del ámbito de estudio se consolida con la construcción del palacio (1585) que el séptimo duque de Medina-Sidonia regaló a su esposa, Doña Ana Gómez de Mendoza y Silva, en pleno corazón del lugar, propiciando que las tierras circundantes sean conocidas como el Bosque de Doña Ana o el Coto de Doña Ana, términos que se acortaron hasta la actual Doñana. Sin embargo, existen numerosas construcciones dispersas por el territorio que se construyen los siglos siguientes como las torres almenaras que durante los siglos XVI y XVII sirvieron de defensa y protección ante los ataques de piratas berberiscos.
A partir del siglo XIX se produce un punto de inflexión en el entendimiento del lugar con una tendencia romántica, paisajística e investigativa en relación a las aves que sobrevuelan el territorio que origina las transformaciones que se suceden durante el siglo XX y que son los elementos configuradores del lugar que conocemos en la actualidad. Durante el primer tercio del siglo XX, la compra del territorio al duque de Medina-Sidonia por D. Guillermo Garvey acentúan los atractivos turísticos del lugar de la mano de la burguesía gaditano-jerezana (Buck, Chapman, González y Williams) mediante visitas regias, repoblación de especies vegetales y animales, además de las sucesivas campañas arqueológicas encabezadas por el arqueólogo alemán A.Schulten o el ingés J. Bonsor que, lejos de encontrar la mítica Tartessos, constataron la presencia de asentamientos de época grecorromana en la zona. Esta nueva etapa de Doñana logra captar la atención de propios y ajenos hasta convertirse de cazadero a Parque Nacional (Ojeda, 1987).
Por otro lado, en el segundo tercio del siglo XX, y tras la publicación de la ley de Reforma Agraria (Ley de Bases de la Reforma Agraria, 1932), el ayuntamiento de Almonte inicia un proceso de constatación del origen comunal de muchas de sus tierras para finalizar con el latifundismo de su territorio. A partir de este momento surgen dos posturas enfrentadas que consolidarán la columna vertebral histórica de esta zona; la primera, la desarrollista, aquella que se fundamenta en el progreso y las aspiraciones populares; la segunda, la conservacionista, próxima a la mirada de propietarios, intelectuales, grupos científicos y grupos deportivos del lugar. Este enfrentamiento continúa al final de esta etapa cuando, tras la adquisición de 16.500 Ha. se inicia la tarea de reforestación con eucaliptos, confrontando a los conservacionistas que buscaban preservar la naturaleza y los valores biológicos con los desarrollistas que exploraban nuevas formas de rentabilizar las tierras a favor de la economía local con la implantación de nuevos métodos de cultivo bajo plástico, nuevas tecnologías de riego, el cultivo masivo en de fresón en el sector occidental que incluye los términos municipales de Moguer, Palos de la Frontera, y Lucena del Puerto (Dirección General de Ordenación del Territorio y Urbanismo, 1992, p. 15), y la construcción de una carretera de acceso a las playas que debilitarán el volumen de especies de la fauna del lugar.
Estas huellas marcan, además del territorio, a la sociedad y configuran su imaginario colectivo a partir de las trazas presentes o borradas de la actuación del hombre sobre el territorio, convirtiéndolas en el reflejo de la cultura popular y en poseedores de un gran significado.
No obstante, es a comienzo de la década de 1960 cuando la mirada conservacionista empieza a alcanzar mayor notoriedad debido a las diferentes investigaciones que ubican a Doñana como su caso de estudio (Valverde, 1960; Fernández, 1968; Gooders & Hosking, 1972; Ramírez, 1973; Cabezudo, 1974, 1978; Torres, 1975; Galiano & Cabezudo, 1976; García, Torres & Ramírez, 1976; González, 1976; Delibes, 1976; Moreno, 1977; Grande, 1977; Hernando, 1978, entre otras) y la preocupación europea por la preservación de este entorno natural. Todo ello deriva en la adquisición de nuevos terrenos colindantes para establecer las dos primeras reservas naturales de su territorio – la Reserva Biológica de Doñana y la Reserva Biológica de Guadiamar (1964) – ambas dependientes del CSIC.
Por otro lado, en la segunda mitad de la década de 1960, impulsado por la apertura política estatal, se modifica la costa de Doñana desde la Torre la Higuera hasta Caño Guerrero con el inicio de la urbanización de Matalascañas, lo que provocó un nuevo gesto conservacionista en 1969 con la creación del Parque Nacional de Doñana (Decreto 2412/1969) con una superficie de 37.425 ha que albergaba los terrenos del antiguo coto de Doñana, las marismas exteriores al mismo y las marismas de Aznalcázar, ampliándose su superficie una década más tarde al constituirse el Preparque de Doñana.
Además, la transformación de las marismas y los terrenos forestales en terrenos agrícolas, unido al bombeo de las aguas del acuífero 27 para su regadío, provocan grandes daños en el ámbito de estudio en la década de 1970 – la introducción del cangrejo rojo americano casi extingue las especies locales de los arrozales de Isla Mayor, la muerte por botulismo de más de 35.000 aves acuáticas en la margen derecha del río o la inundación con aguas contaminadas de buena parte de la marisma, entre otras – por lo que a finales de 1978 se amplían los límites del territorio de estudio delimitando unos preparques o áreas de protección colindantes a él (Ley 91/1978). Todo ello, fruto de la consciencia conservacionista que surge frente a los intentos de desarrollo invasivo (Sánchez, 1996, pp. 262-380) obligando a la elaboración de un Plan Director Territorial de Coordinación de la Comarca (Decreto 204/1984) como medida de fomento comarcal destinada a su desarrollo socioeconómico proporcionando desarrollo, protección y apoyo económico a los municipios que se ven desfavorecidos por la protección del territorio.
Las sucesivas ampliaciones que ocurren en este período condicionan el inicio de otro nuevo donde se establezcan acuerdos sobre la ordenación del ámbito de estudio y su entorno más próximo, además de la conservación de Doñana y el desarrollo de las actividades que se suceden en él.
Uno de los hitos más relevantes de esta etapa es la declaración de Doñana como Reserva de la Biosfera por parte de la UNESCO en 1980, hecho que facilita la elaboración de los primeros instrumentos de planificación y el establecimiento de las primeras prohibiciones en el territorio.
Las malas praxis agrícola (De Arambarri et al., 1983; Suso & Llamas, 1990), junto al proyecto ‘Costa Doñana’ que impulsaba la urbanización de nuevas zonas costeras, promueven la constitución del Parque Natural de Doñana en 1989. Además el gobierno andaluz declara el Parque Natural del Entorno de Doñana en zonas circundantes al Parque Nacional, situándolo en la provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz en la Ley de Inventario de Espacios Naturales Protegidos (Ley 2/1989), lo que origina proyectos de restauración paisajística.
Finalmente, en 1992 se aprueba el Dictamen sobre Estrategias para el Desarrollo Socioeconómico Sostenible del Entorno de Doñana (Dirección General de Ordenación del Territorio y Urbanismo, 1992) – que originará el actual Plan de Ordenación del Territorio del Ámbito de Doñana (Decreto 341/2003) – y la Directiva de Hábitats (Directiva 92/43/CEE, 1992), además de quedar englobado el Parque Nacional de Doñana en la Red Natura 2000 al estar designado como Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA) desde 1982. A este fragmento del territorio se le sumará el Parque Natural de Doñana en 2005 al quedar declarado ZEPA, suscitándose en esta etapa un proceso de reconciliación entre la planificación y el entorno (Sánchez, 1996, pp. 381-457).
Esta multiplicidad de figuras de protección presentes en el territorio ha generado numerosos conflictos entre la población de Doñana que lo aprecian como una imposición exógena que modera la actividad económica local (Marcos et al., 1992).
La aprobación del primer Plan para el Desarrollo Sostenible de Doñana en 1993, a pesar de no disponer de una reflexión territorial, supuso la modificación de la relación entre actividades y recursos naturales hacia la compatibilización de las mismas. Sin embargo, los dos hitos más relevantes de este período se suceden en 1994 con la catalogación de la Reserva Biológica de Doñana como Gran Instalación Europea de investigación por parte de la Unión Europea, que vuelve a repetirse en el año 2000,y la inscripción del Parque Nacional de Doñana en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Años más tarde, en 1997, el nombre del parque se transforma en el Parque Natural de Doñana ampliando sus límites al incorporar las dunas del Asperillo y llegando a alcanzar más de 100.000 hectáreas (Decreto 2/1997).
Lamentablemente, el 25 de abril de 1998, se produce una rotura en la presa de contención de una balsa de decantación de las Minas de Aznalcóllar (Sevilla) y causa la fuga de lodos tóxicos hacia los ríos Agrio y Guadiamar, siendo éste último uno de los cauces que llegan a Doñana (Bejarano, 1998; Bravo, 1998; García, 1998; García & Gavira, 1998). Afortunadamente sólo se afectó la zona de preparque, sin embargo, las aguas contaminadas invadieron toda la desembocadura del Guadalquivir requiriendo de trabajos de limpieza, como el proyecto ‘Doñana 2005’, que ayuden a restaurar el agua, el suelo, la flora y la fauna del lugar (Colmenar, 2004), además de medidas proteccionistas como el proyecto ‘Corredor Verde’ llevado a cabo por la Junta de Andalucía para convertir en corredor verde el cauce del Guadiamar y conectar de este modo Doñana con Sierra Morena ((Abolafia et al., 2008) que se llevan a cabo en la etapa siguiente.
La transferencia total de las competencias en el año 2003 a la Junta de Andalucía para la gestión de los dos parques bajo el nombre de Espacio Natural de Doñana, conlleva la aprobación definitiva del Plan de Ordenación del Territorio del Ámbito de Doñana (POTAD, en adelante) encargándose este instrumento de planificación de
establecer el marco jurídico para la ordenación y desarrollo sostenible del entorno de Doñana al objeto de garantizar y compatibilizar la preservación de los recursos ambientales y territoriales con el progreso socioeconómico y la mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos. (Consejería de Obras Públicas y Transportes [COPT], 2003, p. 55)
Las tres zonas de protección establecidas por el POTAD (mapa 3) permiten, con sus distintos niveles, delimitar el espacio natural, establecer un modelo viario que se adapta a los distintos espacios que atraviesa y, asimismo, contemplar las actividades agrícolas y turísticas en el territorio de manera jerarquizada en ellas (COPT, 2003, p. 5) identificando para ello la zona A como aquella que incluye los Espacios Naturales Protegidos y zonas colindantes, la zona B que engloba aquellos terrenos destinados a usos agrícolas y la zona C que recoge el espacio destinado al corredor Sevilla-Huelva.
Además, el territorio de Doñana es el escenario ideal para compatibilizar preservación y desarrollo por lo que se une a los cinco espacios protegidos[3] de Andalucía poseedores de la Carta Europea de Turismo Sostenible. Por otro lado, la educación ambiental se vuelve un pilar indispensable para el cambio de actitud ante las necesitades holísticas de este territorio, por lo que el II Plan de Desarrollo Sostenible de Doñana debe consensuar las necesidades de la ciudadanía desde diferentes ámbitos, implementando la educación ambiental y contribuyendo al establecimiento de
un plan-proceso en el que paralelamente a su elaboración, se estén articulando las fuerzas locales implicadas en el mismo y como un plan centrado en fortalecer una cultura social y productiva de desarrollo local basada en los valores de sostenibilidad, innovación y diferenciación, con la integración y participación de los agentes locales como eje vertebrador del mismo. (Acuerdo, 2005, p. 6)
El II Plan de Desarrollo Sostenible de Doñana (Decreto 313/2010) fija el objetivo de integrar los procesos productivos a la condición natural de los ecosistemas de su territorio. Para ello el Plan establece 56 orientaciones estratégicas clasificadas en 12 áreas claves que, a su vez, identifican 103 actuaciones organizadas en 6 programas[4] para llevarlas a cabo. Sin embargo, la gran novedad que incorpora este documento es la incorporación del proceso participativo como eje vertebrador en la formulación del mismo, lo que favorece la aparición a finales del año 2009 del Coloquio Doñana Ecosocial con los ciudadanos de los municipios del ámbito de Doñana como agentes protagonistas.
El ámbito territorial analizado es conocido internacionalmente por su destacable espacio natural, sin embargo, uno de los principales desafíos planteados en esta última década es la presión ejercida por las dinámicas de crecimiento de los núcleos poblacionales que configuran este territorio y la actividad agrícola imperiosa que consumen a un ritmo vertiginoso este espacio (Sánchez, 2001; Pérez et al., 2020).
En 2015, se aprueba el Plan de Protección del Corredor Litoral (Decreto 141/2015) cuyo objetivo era proteger los espacios no urbanizados y el paisaje del litoral andaluz de las presiones urbanísticas a las que se encontraba sometido. A pesar de ser declarado nulo en septiembre de 2017, este documento es el pie de avance para una serie de protecciones que relatan el dilema desarrollo-protección por el cual es marcado este periodo como el Plan de Gestión de la Zona Especial de Conservación del Bajo Guadalquivir (Orden de 12 de mayo de 2015), Plan Rector de Uso y Gestión del Espacio Natural de Doñana (Decreto 142/2016) o el Plan de Gestión de la Zona Especial de Conservación Doñana Norte y Oeste (Orden de 10 de octubre de 2016), encargados de la gestión y de la ordenación de los espacios naturales del ámbito de estudio. Lamentablemente, el incendio acontecido el verano del año 2017 que acabó con gran parte de la masa forestal de las dunas del espacio del ‘mar de pinos’ que se observaba desde la duna del Asperillo, supuso un nuevo contratiempo para la protección ambiental del Espacio Natural de Doñana. A pesar de ello, el control de las dinámicas de crecimiento urbano invasivas ha posibilitado, con un gran esfuerzo, la conservación del patrimonio natural y cultural de este peculiar territorio, dos piezas fundamentales en la configuración de su identidad.
Finalmente, los recursos que han confluido a lo largo de las décadas en Doñana bajo perspectivas naturales, urbanas y patrimoniales, favorecen un nuevo punto de inflexión donde la declaratoria de Zona Patrimonial[5] según la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía (Ley 14/2007) está cada día más cerca si atendemos a su identidad territorial, a su conjunto patrimonial diverso y complementario, a sus valores paisajísticos, ambientales y de uso y disfrute para la colectividad (Verdugo, 2020). Por ello, estas estrategias de protección deben ser planteadas desde documentos de planificación abiertos y continuos en el tiempo, conscientes, equilibrados y sostenibles, todo ello, en claves culturales.
El Plan de Ordenación del Territorio del Ámbito de Doñana (COPT, 2003) supone un punto de inflexión en la planificación territorial del ámbito de estudio, ya que
tiene por finalidad establecer el marco jurídico para la ordenación y desarrollo sostenible del entorno de Doñana al objeto de garantizar y compatibilizar la preservación de los recursos ambientales y territoriales con el progreso socioeconómico y la mejora de las condiciones de vida de sus ciudadanos. (COPT, 2003, p. 55)
No obstante, el plan no incorpora indicadores que sirvan de evaluación para sostener un diagnóstico preciso ante los objetivos y el alcance de la sostenibilidad a partir de los mismos.
Por otro lado, las garantías del progeso en el territorio se establecen a partir de tres grandes objetivos:
A – Proteger, mejorar y regenerar los espacios con valor ambiental, paisajístico o cultural y reducir los riesgos naturales y tecnológicos sobre la población, actividades y recursos; B –Favorecer una mejor articulación del ámbito para contribuir al desarrollo de actividades económicas y territoriales; C – Ordenar y compatibilizar los usos del suelo para contribuir a la mejora de potencialidades económicas. (COPT, 2003, p. 55)
Cada uno de ellos se relaciona con una serie de objetivos específicos que contribuyen a: la articulación del ámbito de estudio con la incorporación del corredor Sevilla-Huelva como línea permeable de la totalidad del territorio; la identificación de los distintos núcleos urbanos que constituyen el área para, con ello, establecer una red articuladora que organice su movilidad y conexión; el reconocimiento de tres zonas de protección (A, B y C) según incidencia en el ecosistema natural de la totalidad de su territorio; la consideración de los cauces de agua para potenciar el aprovechamiento de los mismos y establecer pautas para su tratamiento y protección; la integración del área este y oeste para establecer un ecotono de transición entre la marisma y la campiña; el desarrollo de actividades productivas conscientes de su valor natural.
Asimismo, el POTAD establece 17 líneas de actuación totales, organizadas en tres grandes áreas asociadas a su vez a los tres objetivos generales. De este modo, para avanzar en la protección, mejora y regeneración de los espacios ambientales, paisajísticos y culturales de Doñana se considera, en primer lugar, la protección del patrimonio natural del ámbito mediante el mantenimiento del uso forestal en la corona limítrofe como franja de amortiguación ante la proliferación invasiva de suelos productivos; asimismo, se definen zonas de transición y protección en relación a los elementos más relevantes del paisaje de Doñana con el fin de prevenir riesgos naturales y tecnológicos además de potenciar el valor natural que poseen sus cuencas; en segundo lugar, se establece la limitación de la utilización de las aguas subterráneas para el regadío para evitar desequilibrios en su sistema hídrico y se plantea reducir el consumo de los recursos subterráneos de agua para usos urbanos, implicando para tal fin a los sistemas supramunicipales que captan agua de los embalses y otros acuíferos, además, se definen medidas de tratamiento de vertidos para limitar el riesgo de contaminación y reducir sus efectos negativos en el ámbito; por otro lado, se configuran líneas de actuación que acogen la protección del espacio litoral natural que se ha visto afectado por el crecimiento inmobiliario turístico y la preservación de su identidad mediante la protección de los valores culturales de sus edificaciones (COPT, 2003, pp. 59-72). Para contribuir a una mejor articulación que ayude al desarrollo de sus actividades, el Plan propone una relación de actuaciones que se centran en la consolidación de su sistema urbano con la incorporación de nuevos equipamientos, la incorporación de nuevas infraestructuras que mejoren la comunicación de Doñana tanto interna como del ámbito de estudio con el exterior y la ordenación de usos residenciales en el medio rural para regularizar las distintas situaciones según la zona de protección (A, B o C) en la que se encuentren. Por otro lado, para que diversas líneas de actuación relacionadas con el primer objetivo general del Plan puedan llevarse a cabo, se integrarán a sistemas supramunicipales de abastecimiento de aguas a los municipios del ámbito de trabajo[6]. Por último, se define que las actividades logísticas e industriales deben ubicarse alejadas de los ecosistemas naturales más vulnerables, próximas a núcleos urbanos de tamaño mínimo y con rápida conectividad (COPT, 2003, pp. 72-82). Para colaborar con la mejora de potencialidades económicas, el Plan establece la ordenación de las zonas de cultivos intensos y limitar la superficie de terrenos destinados a explotación agraria para generar una actividad agrícola más eficiente y menos dañina para el ecosistema natural; además, la ordenación de las actividades turísticas contribuye a la regulación y desarrollo de actividades turísticas que pongan en valor los espacios forestales, fluviales y litorales sin perjuicio de los ecosistemas del territorio (COPT, 2003, pp. 82-89).
La búsqueda de un modelo territorial basado en criterios sostenibles resulta indispensable para definir el futuro de Doñana; sin embargo, el éxito de dicho modelo radica en la presencia de autoridades políticas firmes, ciudadanos juiciosos y una manifiesta cohesión interinstitucional que posibilite el entendimiento entre las partes para un proyecto de futuro común en relación a su territorio a partir de un proceso abierto y continuo (Sánchez, 2009). Este proceso debe ser evaluado por una herramienta compleja que sea capaz de redefinir el paradigma actual de la planificación entendiendo el territorio como un sistema complejo en el que intervienen diversos subsistemas con carácter interdisciplinar.
El escenario presentado contribuye a consolidar el panorama conceptual que sostiene la evaluación objetiva y compleja de las actuaciones realizadas en el ámbito de Doñana a partir de una metodología ecologizada con el fin de proponer soluciones abiertas al modelo territorial actual. El planteamiento de este nuevo modelo de evaluación debe realizarse bajo la comprensión holística y compleja del territorio, mediante directrices inclusivas, interdisciplinares e interdependientes. Para ello, se propone la consideración de los sistemas tradicionales de la sostenibilidad, unidos a los cuatro capitales sostenibles (Pearce & Turner, 1990), para modificar y reestructurar los campos de trabajo de la sostenibilidad contemporánea y, a partir de ello, originar nuevas estrategias multivariantes e integradoras (Giraud-Herrera & Morantes-Quintana, 2017; Del Espino & Navas, 2018). De esta manera, se proponen cuatro sistemas ecologizados que evidencian la participación fundamental del ser humano en la regulación de patrones y procesos ambientales (Alberti, 2008; Liu et al., 2007) de los territorios: locusistema, polisistema, holosistema (Arnet & Naranjo, 2019) e iconosistema.
En primer lugar, el locusistema engloba a los sistemas naturales y la biodiversidad; por lo tanto, será el encargado de velar por la dimensión ambiental del territorio, en constante intercambio entre lo natural y lo artificial, protegiendo sus recursos naturales y mitigando el impacto contaminante. Por otro lado, el polisistema se encarga de la configuración y distribución arquitectónica apoyada en el territorio definiendo la relación de interdependencia que existe entre lo natural y lo construido, además de valorar cómo éste impacta en el locusistema. Además, el holosistema recoge las dinámicas funcionales que se suceden en el polisistema contribuyendo a la capacidad de carga sostenible del territorio. Por último, el iconosistema es el encargado de evidenciar los elementos simbólicos y significativos que actúan como representantes de la expresión cultural de una sociedad determinada. Así, el nuevo modelo territorial sostenible se define mediante la relación de sistemas inclusivos (figura 1), integradores e interdependientes cuyas relaciones entreveradas concurren en el territorio actual basándose en sus llenos (polisistema), en sus vacíos (locusistema) y en las relaciones que de estos se derivan (holosistema) para unirlos y dotar de una condición única al territorio donde lo cultural (iconosistema) emerge.
Para abordar el objeto de estudio con rigurosidad, se plantea una aproximación a los estándares sostenibles a partir de la simplicidad de los indicadores, su validez científica, su representatividad y la relevancia de la información que entregan, así como el proceso de selección de los mismos. Para ello, se analizan las principales fuentes en relación a fenómenos territoriales de las dos últimas décadas: en primer lugar, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, en adelante) desarrolló a principios de la década de 1990 una publicación sobre indicadores ambientales (OCDE, 1991) y su integración en las políticas sectoriales (OCDE, 1993) a partir de las cuales definían los indicadores de carácter ambiental más relevantes para ser incorporados en los instrumentos de planificación; por otro lado, el informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA, 1995), propuso un nuevo listado de indicadores de carácter ambiental para su aplicación en el ámbito urbano, demostrando, a partir de ellos, la importancia que ejerce en las ciudades la calidad del aire, el ruido o el tráfico; además, la Oficina de Estadística de la Comisión Europea (EUROSTAT, en adelante) publica el libro azul de la sostenibilidad (UNCSD, 1996) en el que recoge distintos indicadores asociados a las cuatro dimensiones sostenibles – económica, social, ambiental e institucional – para su aplicación en las aglomeraciones urbanas; asimismo, a finales de la década, el sistema de indicadores urbanos propuesto por la Comisión de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (UNCHS/HÁBITAT, 1997a) y su monitoreo posterior (UNCHS/HÁBITAT,1997b) permitió, además de la sistematización de indicadores, su evaluación y control tras la implementación de los Programas Hábitat y Agenda 21; la década de 2000 se inicia con la propuesta de la Junta de Andalucía para asentar las bases de la incorporación de indicadores de desarrollo urbano en las políticas de las ciudades de su ámbito territorial (CMA, 2001); por último, la cuestión patrimonial andaluza, entendida como elemento fundamental para la dimensión cultural amparada en el iconosistema, debe entenderse bajo la mirada del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (Fernández-Baca et al., 2009, 2011), además del trabajo aportado por Fernández Salinas sobre indicadores de gestión del patrimonio y su impacto en la economía (Fernández, 2006).
A partir de todas las metodologías y sistemas de indicadores analizados se presenta una propuesta integradora de todas ellas para ofrecer un instrumento metodológico de acción que permita evaluar las dimensiones de los conflictos actuales y proponer soluciones abiertas para abordar el nuevo modelo territorial sostenible deseado. Para ello, se extraen 65 indicadores que se organizan en los cuatro sistemas definidos – locusistema, polisistema, holosistema e iconosistema – como se ve a continuación (figura 2):
De esta manera, se consigue atender a las aportaciones concretadas por Quinn (1950) y Hawley (1950) en relación a los estudios urbanos desde su entendimiento de dimensiones concéntricas o multicéntricas basándose en la ecología humana/urbana, además de sumarlo a los planteamientos de Alberti (1996), completando el análisis tradicional de la sostenibilidad – social, ambiental y económico – con unos indicadores más sofisticados que tiendan al paradigma contemporáneo de la identidad y entreguen un nuevo enfoque al entendimiento de la sostenibilidad. Todo ello permite el diseño de un nuevo sistema de evaluación de la sostenibilidad, además de contribuir a mejorar la obtención de la información que entrega el territorio y el conocimiento de las interrelaciones entre los diferentes sistemas.
Con el fin de comprobar la efectividad del nuevo modelo de evaluación sostenible para el territorio de Doñana, se debe aplicar el sistema ecologizado diseñado en el ámbito de estudio. De esta manera, se consigue una comprensión rápida de los resultados de la aplicación del nuevo sistema planteado para verificar la sostenibilidad presente en el caso de estudio, Doñana y su territorio, para poder implementar acciones que contribuyan a alcanzar el modelo territorial deseado. A partir de ello, se puede apreciar que los distintos subsistemas propuestos difieren entre sí (figura 3a y figura 3b); no obstante, el equilibrio existente entre los resultados obtenidos para el locusistema, el polisistema y el holosistema, da muestra de los esfuerzos realizados por alcanzar un modelo territorial complejo, sostenible y armónico en sus distintas dimensiones a partir de la protección, mejora y regeneración de sus espacios naturales, además de incorporar actividades económicas sensibles con los mismos.
La finalidad de la reformulación de este sistema de evaluación sostenible es la de presentar resultados concluyentes que concedan raíces sólidas para la resolución de los problemas actuales bajo el paradigma de la sostenibilidad. De este modo, se consigue un análisis exhaustivo del ámbito de estudio a partir de criterios comunes que entrega datos cualitativos y cuantitativos a partir de los cuales establecer unas conclusiones operativas para la mejora del territorio.
De este modo, el iconosistema y el holosistema (figura 3a)son las capas más deficientes al aplicar esta nueva herramienta de evaluación presentando una carencia del 43, 75% y 31,81% respectivamente, a pesar de que tanto el polisistema como el locusistema presentan carencias por debajo del 30%.
Si realizamos una mirada holística de la sostenibilidad del caso de estudio, prestando atención al diagrama total (figura 4), se puede extraer que, a pesar de lo descrito con anterioridad, existen variables como la clasificación de las especies, el consumo de aguas subterráneas, la urbanización de la franja litoral, las extensiones de terreno destinadas a la producción agrícola, además de la población flotante durante los meses de verano en las urbanizaciones costeras y el refuerzo del cumplimiento de la normativa sostenible que deben ser mejoradas para que el sistema alcance la consonancia suprema deseada. Asimismo, se deben incorporar estrategias que favorezcan la dimensión cultural del caso de estudio para hacer visible su riqueza identitaria construida y natural para, con ello, impulsar la mejora del iconosistema y que el equilibrio sostenible sea alcanzado de un modo totalizador en Doñana.
Del análisis, propuesta y contextualización realizada se desprende que el momento actual alberga un escenario múltiple y cambiante que, simultáneamente, es capaz de entregar parámetros claves en pro del cambio. Este hecho vendrá de la mano de la variación del modelo agrario tradicional, unido a un modelo de desarrollo urbano litoral transformado, para buscar vías alternativas y sostenibles en las que las cuestiones identitarias y patrimoniales, albergadas todas ellas en el iconosistema, sean puntos especialmente críticos a partir de los cuales plantear estrategias de mejora.
La contingencia actual de la sostenibilidad ratifica la obligación de diseñar nuevas herramientas de evaluación de la misma que consideren una mirada totalizadora e integral del territorio al incorporar variables ambientales, sociales, económicas, políticas y, además, culturales. El espacio que acoge a Doñana ofrece una oportunidad de singular para verificar la sostenibilidad presente en él debido a su capacidad para albergar elementos arquitectónicos, urbanos, naturales, agrarios, industriales y etnológicos, unida a su capacidad de resiliencia ante los cambios estructurales y, a pesar de ello, conservar sus características fundamentales.
Por un lado, los límites impuestos al desarrollo urbano en Doñana obligan a su entendimiento como un sistema socioecológico (Montes, 2007) y totalizador donde la identidad, su iconosistema, prevalezca y consiga permear distintos registros del territorio, su antropización y las actividades que de todos ellos se derivan.
Por otro lado, la consideración instrumental de la investigación en relación a la sostenibilidad de los modelos territoriales, posibilita establecer casos de estudios a partir de cuya contextualización se evidencie el aporte teórico establecido al respecto. En este sentido, la aplicación de una herramienta metodológica innovadora diseñada para evaluar la sostenibilidad en Doñana e implementar buenas prácticas en relación a cuestiones inconmensurables, sirve para establecer un nuevo mecanismo donde se reconozca Doñana como el espacio idóneo para ensayar el modelo territorial sostenible, equilibrado, consciente con su entorno natural y antropizado que busca el planeamiento andaluz de escala territorial. Con ello se consigue el equilibrio deseado entre lo natural y lo artificial a partir de la comprensión de los agentes decisores más que de las propias decisiones (Sheldon & Parke, 1975, p. 698), precisando para ello una reinterpretación de la consideración territorial atendiente a una mirada rizomática e interdependiente de sus subsistemas (Hawley, 1950; Quinn, 1950; Alberti, 1996) – locusistema, polisistema, holosistema e iconosistema – que favorece la configuración de un sistema de indicadores cuya combinación sea adaptada al caso de estudio para obtener datos más asertivos en relación a la condición sostenible y el cumplimiento de las Agendas 2030. Asimismo, dicho sistema deberá estar en constante revisión para adaptarse al dinamismo imperante en este sector del territorio andaluz incorporando nuevos indicadores que integren variables necesarias al estudio o eliminando aquellos cuya información sea escasa, ineficaz o deficiente.
En las conclusiones del X Congreso Internacional de Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio Ambiente (Asociación Interprofesional de Ordenación del Territorio FUNDICOT, 2021) se insistió en la necesidad de instaurar políticas territoriales en claves sostenibles a partir de la reformulación de los instrumentos de planificación territorial actuales, obsoletos y poco adecuados; la mejora ambiental del territorio, así como su componente social; la puesta en valor de la dimensión territorial del patrimonio y su inserción en el paisaje; la incorporación de tecnologías digitales en la relación urbano-rural; la inclusión de la cohesión territorial mediante la colaboración gubernamental a distintas escalas; el impulso de la investigación aplicada en el territorio y la incorporación de la participación ciudadana como condición sine qua non del cambio. A partir de ello se constata la necesidad de un diálogo constante entre la gobernanza y el Observatorio de la Sostenibilidad para generar escenarios futuros a partir de la utilización de nuevos sistemas de indicadores que consideren la participación ciudadana.
Por otro lado, este cambio de modelo debe emanar de instituciones gubernamentales flexibles y colectivos conciliadores para posibilitar sinergias en las dinámicas territoriales (Gunderson & Holling, 2002), por lo que los nuevos sistemas de evaluación sostenible deben atender a la búsqueda de patrones que se dan en un territorio determinado para aprender de la experiencia y adaptarse a ello (Cardona et al., 2011). Sólo así la evaluación sostenible del territorio permitirá obtener datos que, una vez asimilados, puedan favorecer el planteamiento de nuevos escenarios a partir de su gestión adaptativa.
Las dinámicas globalizadoras plantean a la tradición hegemónica de la gestión del territorio cambios relevantes en el modelo de desarrollo sostenible urbano, obligándola a resolver los principales problemas derivados de la disponibilidad de información y las interrelaciones entre las actividades humanas y los ecosistemas naturales bajo un paradigma multidisciplinar que asuma la importancia del uso de indicadores de sostenibilidad para la gestión adaptativa.
A modo de corolario, se debe destacar que la consideración de Doñana como muestra significativa de estudio demanda la necesidad de un cambio de paradigma para avanzar hacia el entendimiento de la sostenibilidad en claves culturales mediante la elaboración de fórmulas dinámicas y multiescalares que promuevan modelos de gestión equitativos y equilibrados adecuados a los cánones contemporáneos desde los que se aborda el modelo territorial de Andalucía. Indudablemente, esto último sólo será posible si se dispone de una metodología innovadora que sea capaz de precisar las fortalezas y los dispositivos culturales de excelencia que configuran estos complejos terrritorios y permiten establecer acciones de protección y desarrollo equilibradas.
Dª Virginia Arnet Callealta y D. Domingo Sánchez Fuentes, como autores de este texto, declaran que:
Por todo lo anterior, los autores se corresponsabilizan del contenido de su introducción, teoría, metodología, resultados, discusión y conclusiones, y de haber contribuido a partes iguales a la realización del trabajo. Del mismo modo, la autora Virginia Arnet Callealta se responsabiliza de la elaboración de los mapas 1, 2 y 3, así como de las figuras 1, 2, 3a, 3b y 4. Por todo ello, aceptan la introducción de cambios que, tras la revisión del artículo, considere oportuno el Consejo de Redacción de la Revista.
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[1] Este apartado se desarrolla en base a la investigación conjunta realizada para el Máster en Ciudad y Arquitectura Sostenibles (V edición, 2010-2011) de: Virginia Arnet Callealta, Marta Donadei y Ana Lucía Reyna Cruz.
[2] La actual ermita de El Rocío es la tercera edificación del lugar tras el terremoto de Lisboa en 1755, previo al derrumbe de la misma en 1963.
[3] (1) Los Alcornocales; (2) Aracena y Picos de Aroche; (3) Cazorla, Segura y Las Villas; (4) Sierra Nevada; y (5) Grazalema.
[4] (1) Recuperación de ecosistemas; (2) Refuerzos de las estructuras territoriales; (3) Mejora de los equipamientos productivos e integración territorial; (4) Reforzamiento de las capacidades de adaptación global y local de la población y de las empresas; (5) Mejora de la cohesión social y de la capacidad de respuesta colectiva; (6) Refuerzo de los valores positivos y naturales de la imagen de Doñana.
[5] La Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía define en su art. 26.8 la Zona Patrimonial como: “aquellos territorios o espacios que constituyen un conjunto patrimonial, diverso y complementario, integrado por bienes diacrónicos representativos de la evolución humana, que poseen un valor de uso y disfrute para la colectividad y, en su caso, valores paisajísticos y ambientales”.
[6] Los municipios que, a fecha de publicación del Plan de Ordenación del Territorio del Ámbito de Doñana (COPT, 2003), conforman el ámbito son los siguientes: Almonte, Aznalcázar, Bollullos Par del Condado, Bonares, El Rocío, Hinojos, Isla Mayor, La Palma del Condado, La Puebla del Río, La Rábida, Lucena del Puerto, Matalascañas, Mazagón, Moguer, Palos de la Frontera, Pilas, Rociana del Condado y Villamanrique de la Condesa.