DOI: https://dx.doi.org/10.12795/rea.2023.i45.05

Formato de cita / Citation: Diaz, M.P. (2023). Cross-border mobility of migrant households under COVID-19 in Argentina. Revista de Estudios Andaluces, (45), 91-108. https://dx.doi.org/10.12795/rea.2023.i45.05

Correspondencia autores: mariela.diaz@fadu.uba.ar (Mariela Paula Diaz)

CC BY-NC-ND 4.0

Las movilidades transfronterizas de hogares de migrantes bajo el COVID-19 en Argentina

Cross-border mobility of migrant households under COVID-19 in Argentina

Mariela Paula Diaz

mariela.diaz@fadu.uba.ar 0000-0002-0355-3634


IMHICIHU -CONICET, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Saavedra 15, 4 piso. C1083ACA, Argentina.

INFO ARTÍCULO

RESUMEN

Recibido: 19/10/2022

Revisado: 02/01/2023

Aceptado: 11/01/2023

PALABRAS CLAVE

Plurilocalidad

Pandemia COVID-19

Migración fronteriza

Trayectorias

América Latina

El objetivo principal es analizar los vínculos de los hogares de migrantes bolivianos residentes en la Villa 20 de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina) con su país de origen. Concretamente indagar las características de las prácticas plurilocales y el impacto del cierre de fronteras en el contexto global de la pandemia del COVID-19. Para llevar a cabo este trabajo se utilizó una estrategia metodológica multimétodo que combina procedimientos cualitativos y cuantitativos. Entre los principales resultados se destaca la práctica de la plurilocalidad como parte de las estrategias de reproducción familiar en una escala que supera los límites del barrio. La medida gubernamental de cierre de fronteras frente a la pandemia generó una merma de este tipo de movilidad transfronteriza, pero acrecentó otras de manera informal.

KEYWORDS

ABSTRACT

Plurilocality

COVID-19 Pandemic

Border Migration

Trajectories

Latin America

The main objective is to analyze the links between Bolivian migrant households residing in Villa 20 of the City of Buenos Aires (Argentina) with their country of origin. Specifically, to investigate the characteristics of multi-local practices and the impact of border closures in the global context of the COVID-19 pandemic. To carry out this work, a multi-method methodological strategy was used that combines qualitative and quantitative procedures. Among the main results, the practice of plurilocality stands out as part of family reproduction strategies on a scale that exceeds the limits of the neighborhood. The government measure to close borders in the face of the pandemic generated a decrease in this type of cross-border mobility, but informally increased others.

1. Introducción

En los inicios del siglo XXI irrumpe el giro de la movilidad (mobility turn) que se trata de un giro epistemológico en tanto plantea una reformulación del conjunto de las ciencias sociales, no sólo de las vinculadas tradicionalmente a los estudios sobre el transporte (Cosacov & Di Virgilio, 2018). Desde esta perspectiva, migración y movilidad si bien son dos nociones que se cruzan no son sinónimos (Tapia, 2020). Es interesante remarcar que desde la geografía social dialogo surge “la antropología del movimiento” basada en este paradigma de la movilidad que se enfrenta a la perspectiva clásica de la migración definitiva (Malimacci, 2012; Tapia, 2015). En este marco, aparece el concepto de movilidad transfronteriza que da cuenta de los desplazamientos o cruces fronterizos (en ambos sentidos) por diversos motivos: laborales, educativos, visita, etc. que implica un movimiento de personas que producen territorialidad (Baby-Collin et al., 2009; Tapia, 2020). Esta propuesta se inserta en esta perspectiva ya que pretende enlazar los estudios migratorios, en una escala transfronteriza, con aquellos anclados en la territorialidad.

La temática sobre la movilidad o la circulación migratoria es reciente, más no el fenómeno. Si bien desde la década de 1950, se utilizaban conceptos tales como “migración pendular” para dar cuenta de los desplazamientos estacionales de mano de obra extranjera hacia los países industrializados, predominó en los estudios migratorios, desde principios del siglo XX, el paradigma de la integración y asimilación (Hily, 2009) presente en el Primera Escuela de Chicago (Topalov, 2017; Halbwachs, 2004).

En América Latina y especialmente en Argentina, esta preocupación académica por la distribución de los migrantes en la ciudad es relativamente reciente, data de la década de 1970 (Mera, 2018) y se encontró atravesada por los estudios previos del italiano Gino Germani (de la década de 1950/1960), quien concedía vital importancia a los siguientes tres procesos principales: la decisión de migrar, el traslado real y la aculturación en la sociedad urbana (Germani, 2010). Cabe destacar que, en el marco de la teoría de la modernización de la segunda mitad del siglo XX, las migraciones en América Latina se asociaban al cambio definitivo de residencia de un ámbito rural a otro urbano que contenía el pasaje de un tipo de sociedad arcaico, tradicional a otro moderno e industrial que proporcionaba las condiciones para la integración y la movilidad social (Camarero, 2000; Quaranta, 2021). Este modelo explicativo recibió un conjunto de críticas, por ejemplo, se pueden citar las observaciones de Paul Singer (2003): “(...) encaran las migraciones como parte integrante de un proceso de modernización, lo que lleva a enfoques que, no iluminan el carácter histórico del fenómeno ni sus condiciones de clase. (p. 62)” Actualmente, la concepción definitiva de la migración se encuentra presente en los estudios demográficos y es recuperada por organismos internacionales y censos nacionales.

En otras palabras, la migración entendida en un sentido, de un emisor a un receptor, de un Estado-Nación a otro, fomenta un nacionalismo metodológico ya que no tiene en cuenta las múltiples movilidades de las personas migrantes (Osterling, 2017). Si bien en los censos nacionales se intenta recoger información de las personas migrantes respecto al lugar de nacimiento, año de arribo al país de residencia actual, lugar de residencia hace 5 años atrás, entre otras; la misma se torna incompleta y fundamentalmente a partir de ella no es plausible captar los movimientos constantes entre países y sus motivos principales ya que, como se analizará luego, no todas las movilidades transfronterizas pueden ser definidas como plurilocales.

Recuperando el clásico artículo “Teorías sobre la migración internacional: una reseña y una evaluación” de Massey et al. (2000), se puede señalar la existencia de diversos modelos teóricos explicativos de índole estructural sobre el origen de las migraciones internacionales: desde la economía neoclásica (a nivel macro y micro) hasta las teorías del mercado dual y del sistema-mundo. Actualmente, están en boga los estudios sobre la migración transnacional que redefine al migrante como un sujeto móvil que vive en un “aquí” y un “allá”. Siguiendo a Portes (2012), estas movilidades forman parte de la “globalización desde abajo” que rompe con la premisa fundamental de que la mano de obra se mantiene local, mientras el capital tiene alcance global. No obstante, desde el nuevo paradigma de las movilidades y la circularidad, “la atención se traslada de una movilidad que atraviesa de diferentes maneras territorios ya constituidos, a una movilidad que genera territorios” (Malimacci, 2012, p. 80). En este artículo, se intentará matizar y fusionar ambas concepciones ya que se consideran pertinentes para el análisis propuesto.

Por último, en términos generales, los diversos modelos teóricos, y en especial la perspectiva transnacional, se han utilizado para reflexionar sobre las migraciones internacionales y las vinculaciones entre los países “subdesarrollados/periféricos” y los “desarrollados/centrales”. Es así que se halla un menor cúmulo de estudios anclados en las movilidades entre países del Sur Global o, en este caso, latinoamericanos. Cabe señalar que el conjunto de los países de la región es considerado parte de las urbanizaciones periféricas en tanto ocupan una posición subordinada en la cadena capitalista mundial (Jaramillo,1990). Igualmente, teniendo en cuenta que las dinámicas socio-urbanas de América Latina tiene su propia identidad y no existe una “reproducción” de lo sucedido en otros continentes (Castells, 1974), se intenta problematizar la “universalidad” de ciertos modelos teóricos pensados para otras realidades.

En este marco, el objetivo principal de este artículo es comprender los vínculos de los hogares de migrantes de Bolivia residentes en la Villa 20 de la zona sur de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA, Argentina) intervenida por una política local de reurbanización desde el año 2016, con su país de origen. Es decir, concretamente indagar las características y las condiciones de posibilidad de las prácticas plurilocales (en un momento pre-pandémico), como un tipo de movilidad residencial transfronteriza entre países del Sur Global (Argentina y Bolivia), que forman parte de proyectos migratorios que buscan la reproducción de la unidad familiar. Asimismo, se indaga el impacto del cierre de fronteras en tanto medida adoptada por el Estado Nacional para paliar los efectos de la pandemia global del COVID-19.

En este estudio, la Villa 20 definida como un enclave étnico, por el peso de esta comunidad entre los principales sostenes del hogar (PSH) y su impronta en la configuración del hábitat (IVC, 2016; Diaz, 2020), se convierte en un caso testigo de la situación vivenciada por la colectividad boliviana en las villas[1] de la zona sur de la ciudad dado su predominio también en esta escala y tipo de hábitat popular.

En esta dirección, el cruce entre los estudios urbanos y migratorios propuesto se considera un aporte que abona al enfoque dinámico explicitado desde el lente de las movilidades espaciales, contrastando así la concepción clásica centrada en la migración definitiva y asimilacionista. En síntesis, este trabajo retoma “viejas temáticas” pero desde el reciente paradigma de la “movilidad” en un contexto de pandemia global que tensionó no solo nuestro quehacer como investigadores sino también nuestras preguntas de investigación.

A continuación, se detallan las perspectivas teórica y metodológica, seguidas de la exposición de los resultados de investigación que responden a los objetivos propuestos. Por último, se plasman las reflexiones y discusiones finales sobre la temática descripta.

2. Perspectiva teórica

El giro de la movilidad tuvo un impacto en las ciencias sociales ya que desafió la concepción del espacio como mero contenedor de los procesos sociales (Torres, 2006). En todo caso, la noción de movilidad nos lleva a pensar en los flujos, redes, circulaciones, relaciones que atraviesan al conjunto de las instituciones y prácticas sociales (Di Virgilio & Diaz, 2020). En esta dirección, el estudio de las movilidades y de las migraciones se cruzan, pero no son sinónimos.

Desde este enfoque, la movilidad residencial es entendida como una práctica de desplazamiento propia de la dinámica cotidiana que expresa distintos modos de habitar y, por ende, de apropiarse –material y simbólicamente– (de) los territorios y las ciudades, en distintas escalas (Diaz, 2020). En este sentido, la plurilocalidad como práctica de desplazamiento a través de la frontera (material y simbólica) de los hogares de migrantes constituye un tipo de movilidad residencial circular transfronteriza que define un tipo de trayectoria migratoria. La misma implica una doble o múltiple residencia ligada a las responsabilidades y obligaciones sociales, culturales y políticas que derivan de la tenencia de vivienda y/o tierra en una multiplicidad de territorios en dos o más países. Adicionalmente, la forma adquirida por estas trayectorias, a escala nacional o transnacional, se encuentra condicionada por elementos macroeconómicos, políticos y geopolíticos de índole estructural.

En este artículo nos interesa analizar la relación entre la circularidad migratoria y la plurilocalidad en tanto movilidad residencial transfronteriza, sin negar la existencia de otros tipos de movilidades circulares por diversos motivos, estudiados por Bruno Miranda (2019) para el caso de migrantes bolivianos en la ciudad de San Pablo (Brasil), en una provincia del sur de Argentina por Ana Mallimaci Barral (2012) y en el norte de Chile por Marcela Tapia Ladino (2015). Es decir, no todos los migrantes desarrollan la circularidad desde el lente de la movilidad residencial. Es así que la perspectiva de análisis propuesta se contrapone a la mirada clásica de la migración definitiva, y al mismo tiempo diferencia la plurilocalidad de la migración estacional/ temporaria que concibe al país de origen como el único lugar de residencia permanente. De este modo, la definición estatalista de la frontera como un objeto inmóvil se pone en tensión ante personas que la cruzan en ambos sentidos con diversos fines, configurando una dinámica familiar e identitaria particular (Tarrius, 2000; Benedetti, 2018; Pedone, 2011).

Cabe señalar que la plurilocalidad y las movilidades circulares transfronterizas forman parte de las estrategias de reproducción social y familiar que conforman un modo de vida distintivo de ciertos grupos específicos de migrantes. Esto último puede vincularse con la noción de ritmo de vida o ritmo social (Tarrius, 2000), identificándose así una dimensión espacio-temporal. Como señalan Cortes y Faret (2009), un elemento importante en el estudio de la circularidad migratoria es la temporalidad, es decir la dimensión repetitiva, cíclica y durable de sus flujos “de ida y vuelta” entre países.

De esta manera, se conforma un patrón migratorio que da cuenta de la composición y características de las corrientes. Al mismo tiempo, se concibe la existencia de proyectos migratorios (más amplios, de carácter familiar intergeneracional) y a un saber circular o un “saber ser de aquí y de otra parte a la vez” (Tarrius, 2000) anclado en trayectorias y redes previas que se vinculan con la posición económica de las familias, condición de (im) posibilidad de estas prácticas de movilidad (Flores, 2010; Bendini et al., 2012; Quaranta, 2021). En relación a esto último, si bien pueden encontrarse migrantes en distintos grupos sociales cabe señalar que, entre la clase trabajadora de un país, constituyen la fracción empobrecida de la clase trabajadora. No obstante, puede hallarse una desigualdad interna que surge de la interseccionalidad entre informalidad y/o precariedad laboral[2], género y etnia de pertenencia, entre otras cuestiones.

Cabe señalar que la perspectiva interseccional es una apuesta teórico-metodológica que nos permite reflexionar sobre las múltiples clasificaciones sociales existentes que subyacen a la producción y reproducción de la desigualdad y las relaciones de opresión y dominación de una sociedad (Magliano, 2015). En este estudio, se retoman las siguientes dimensiones: el género, la clase social (o la condición económica de los hogares) y el origen étnico y nacional, las cuales –en contraste con el modelo aditivo– son clasificaciones sociales que se yuxtaponen y son producidas interseccionalmente.

Por otra parte, la movilidad de los hogares migrantes conforma un sistema migratorio que tiene como contracara la inmovilidad. Este régimen movilidad-inmovilidad se encuentra íntimamente vinculado con las políticas migratorias nacionales en el marco de la securitización internacional de las migraciones. En Argentina, en contextos políticos e institucionales específicos, se ha construido al migrante ilegal y a la población indígena como figuras amenazantes del orden social en tanto encarnación del crimen transnacional y de la violencia (Caggiano & Mombello, 2020). De este modo, la securitización de las migraciones es entendida en tanto construcción discursiva por diversos actores políticos y, al mismo tiempo, como práctica que redunda en un mayor deseo de control y vigilancia de las fronteras (Benedetti & Renoldi, 2020; Pereira & Domenech, 2021). Ambas dimensiones tienen un impacto en las movilidades transfronterizas. Es interesante remarcar también en relación a esto último, que el déficit temporal padecido por las personas migrantes en su vida cotidiana transcurre de manera paralela con el tiempo desproporcionado destinado para circular por el territorio en sus distintas escalas (Malimacci & Magliano, 2021), cuestión que se agrava con el carácter ilegal de la persona migrante.

3. Perspectiva metodológica

Para llevar a cabo este trabajo, que forma parte de un proyecto de investigación mayor, se utilizó una estrategia metodológica multimétodo que combina procedimientos cualitativos y cuantitativos, incorporando datos de fuentes primarias y secundarias.

Los datos cuantitativos primarios derivan de una encuesta procesados mediante el SPSS, realizada en el periodo pre-pandémico 2018-2019 con un muestreo estratégico (no probabilístico) o de índole teórica a 60 hogares de migrantes de origen boliviano residentes en la Villa 20. En particular, la Villa 20 ubicada en la zona sur es la cuarta villa más poblada de la ciudad de Buenos Aires, cuenta con 27.990 personas con un promedio de edad de 25 años y 9.116 familias, de las cuales el 42% de los principales sostenes del hogar nacieron en Bolivia (Censo IVC, 2016). Este último porcentaje supera a los nacidos en la Argentina (33,5%) y en otros países limítrofes (el 23% provienen del Paraguay y el 1,3% del Perú). La Villa 20 está inmersa en una Comuna (la número 8)[3] que ocupa el segundo lugar con mayor porcentaje de población extranjera (23,3%) luego de la Comuna 1 (24,8%), donde se destaca la población de origen boliviana (Sassone & Matossian, 2014). De este modo, si bien se utilizó un muestreo estratégico (no probabilístico) donde el procedimiento de selección muestral concluye cuando se llega a la saturación teórica, cada hogar en el que se aplicó la encuesta representa un tipo de movilidad característico de dicho colectivo migrante residente en las villas de la zona sur. En otras palabras, en este estudio la Villa 20 constituye un caso testigo.

Cabe señalar que el trabajo de campo se gestionó de manera colectiva y en alianza con una organización de la villa compuesta en mayor medida por migrantes bolivianos. Esta organización, previa exposición del plan de investigación en una asamblea barrial, decidió aceptar y llevar a cabo el trabajo propuesto de “encuestar y ser encuestado”. De este modo, se generó una nueva forma de hacer investigación y producción de datos con una mayor confiabilidad más si se tiene en cuenta el predominio de la composición migratoria en las villas de la ciudad en términos generales. Según el último Censo Nacional de 2010, casi la mitad (49%) de la población censada en las villas de la ciudad de Buenos Aires nació fuera de Argentina.

El cuestionario de la encuesta responde a un plan de trabajo de mayor magnitud, de manera que estuvo compuesto por diversos bloques temáticos. Para responder a los objetivos propuestos se destacan las siguientes variables: la autoidentificación indígena del hogar; el/los departamentos (s) y área (s) (urbano o rural) de nacimiento y de residencia de los adultos del hogar en Bolivia; la situación actual laboral del principal sostén del hogar (en relación a la tenencia de aportes jubilatorios y la duración del empleo) en Argentina; y, por último, qué miembros del hogar retornan, a qué lugares, y por qué motivos. Cabe aclarar que la ocupación del principal sostén del hogar y sus características son utilizadas en este trabajo como un indicador de clase social (y sus fracciones) (Sautu, 2018).

Al mismo tiempo, los datos cualitativos primarios resultantes de un conjunto de entrevistas biográficas semiestructuradas en profundidad llevadas a cabo a los hogares de migrantes de la Villa 20 en el periodo pandémico 2020-2022[4] permitió profundizar hipótesis de trabajo surgidas de los datos de la encuesta publicados en parte en Mariela Paula Diaz (2020); además de contextualizar el impacto de la pandemia del COVID-19 en estas prácticas de plurilocalidad. Asimismo, para analizar este impacto se utilizaron extractos de entrevistas realizadas por Marcos Chinchilla (residente de la Villa 20) y plasmadas en el Boletín Trans (fronteriza) (2022).[5]

Cabe señalar que en el periodo 2020-2022 se realizaron en total aproximadamente 15 entrevistas. Durante el 2020, en el marco del Aislamiento Social Obligatorio (ASPO), se efectuaron 5 entrevistas de manera remota. En cambio, en el 2022, el resto de las entrevistas se pudieron llevar a cabo in situ. Si bien el cuestionario de la entrevista estuvo compuesto por distintos bloques temáticos, para el desarrollo de este trabajo se destaca la dimensión sobre la relación actual con Bolivia. Por ejemplo, los lugares visitados y los miembros del hogar que realizan esos viajes, los motivos, la frecuencia, el medio de transporte utilizado, y el impacto del cierre de fronteras en estas movilidades (es decir, si buscaron medios alternativos para viajar, los motivos, si algún miembro quedó varado en la frontera, las dificultades surgidas en este contexto).

En este contexto de pandemia, también se realizó un análisis hemerográfico de diarios de tirada nacional, especialmente en los primeros meses de 2020 y 2021, que habilitó la reflexión sobre las consecuencias socio-políticas del cierre de fronteras en Argentina.

La hipótesis principal de este trabajo es que en un periodo de “normalidad epidemiológica” la plurilocalidad constituye la práctica de una fracción (y no de la totalidad) de los hogares de migrantes que retornan periódicamente a Bolivia (Diaz, 2020). Esta práctica forma parte de las estrategias de reproducción familiar en una escala transfronteriza que supera los límites del barrio en cuestión. Asimismo, se afirma que esta situación se encuentra vinculada con la inserción en el mercado laboral argentino y/o con el origen rural de los adultos del hogar. De este modo, frente al cierre de fronteras, este tipo de movilidad transfronteriza mermó, pero se incrementaron los desplazamientos fronterizos irregulares por otros motivos.

En síntesis, este artículo se propone detallar las características y condiciones de posibilidad de la práctica de la plurilocalidad en un periodo de “normalidad epidemiológica”. De este modo, se intenta detallar quiénes, las rutas migratorias y los recursos económicos utilizados para tal fin, que da cuenta de un ritmo de vida que desborda el anclaje barrial o local.

Respecto a la posición económica de las familias, la misma es reconstruida con los datos de la encuesta, pero a su vez fue profundizada a partir de las entrevistas realizadas. Esta última es analizada como una condición de posibilidad de la plurilocalidad. Asimismo, de manera cualitativa, se indaga el impacto de la política de cierre de fronteras en un contexto de pandemia global en estas movilidades transfronterizas entre Argentina y Bolivia, recuperando la problemática de la ilegalidad de las migraciones. Es así que este artículo se considera uno de los primeros eslabones para el desarrollo de un posterior abordaje comparativo con otros territorios y colectivos migrantes andinos, como es el peruano.

4. La plurilocalidad: Características generales y condiciones de posibilidad

La Argentina constituye históricamente el principal destino de la migración boliviana, presente desde el primer censo nacional en 1869; luego siguen en orden decreciente los Estados Unidos, Brasil, Chile y España (Sassone, 2009; Domenech & Hinojosa, 2009)[6].

Primero, se concentraron en las áreas rurales de las zonas fronterizas del norte argentino, conformando un patrón migratorio circular y estacional rural-rural; luego fueron diversificando sus destinos. A partir de la década de 1950 comenzaron a asentarse (junto con los migrantes internos provenientes de las provincias empobrecidas del norte del país) en las villas del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA, Argentina). Es así como el AMBA, desde la década de 1980 hasta la actualidad, se consolidó como el centro del subsistema migratorio del Cono Sur ya que concentra la mayor proporción de inmigrantes limítrofes. No obstante, cabe aclarar que la migración boliviana se encuentra dispersa en distintas provincias del país.

Como caso testigo de la situación de los hogares de bolivianos en la CABA, se estudia la Villa 20 que, como el resto de las villas de la ciudad ubicadas esencialmente en la zona sur, se compone de manera preponderante de hogares provenientes de los países limítrofes. En este caso, la Villa 20 puede definirse como un enclave de migrantes de origen boliviano. Según bibliografía especializada, en contraposición a la tendencia “supuestamente” universal de la feminización de las migraciones, este colectivo en Argentina es el menos feminizado y presenta un perfil familiar (nuclear) cuyo principal motivo para migrar fue la falta de empleo en Bolivia. Por ejemplo, en la Villa 20, del total de los hogares encuestados se remarca la presencia de sólo un 33% de mujeres como PSH, que conforman hogares monoparentales (el 90%).

Es interesante remarcar que la mayoría de las familias de la Villa 20 regresan a Bolivia (el 58% de la muestra) en algún momento del año. En general, la familia nuclear completa o los adultos del hogar sin los hijos/as realizan los viajes necesarios para arribar a su país de origen: principalmente al lugar de nacimiento del PSH y/o cónyuge (83%); y, en menor grado, a otros lugares donde residieron (el 15%), entre ellos destacan Cochabamba y Santa Cruz. La mayoría de los adultos del hogar (PSH y cónyuge) de la Villa 20 provienen de las áreas urbanas de Potosí y Oruro, donde tiene peso la autoidentificación quechua, y de La Paz donde se concentra el pueblo aymara. Sin embargo, el origen rural de los adultos del hogar se considera significativo (el 40% de las mujeres y el 38% de varones). De este modo, se configura un patrón migratorio urbano-urbano y rural-urbano que tiene sus implicancias en los territorios analizados.

Esta pertenencia indígena de los migrantes bolivianos rompe con la homogeneización impuesta y pone en tensión la cuestión etnonacional presente en estudios académicos y discursos gubernamentales centrados en el origen blanco europeo como elemento fundacional de la sociedad argentina. Como señaló Caggiano (2010), la relación entre las variables “migración” y “población indígena” se encuentra estudiada parcialmente. Además, la asociación predominante entre dicha pertenencia y el mundo rural es relativa, más si se tiene en cuenta la migración histórica desde las áreas rurales a las ciudades. En la figura 1 se visualiza a grandes rasgos las movilidades transfronterizas actuales entre los departamentos de Bolivia nombrados y un punto localizado en la Argentina, que hace referencia a la Villa 20 de la Ciudad de Buenos Aires.

Figura 1. Movilidades transfronterizas entre Bolivia y la Villa 20 (CABA, Argentina). Fuente: Elaboración propia.

Cabe mencionar que el peso aún significativo del origen rural de los hogares expresa el tardío proceso de urbanización boliviano. Por ejemplo, hacia la década de 1950, solo el 26% de los habitantes vivía en el área urbana. El proceso de urbanización se aceleró a partir de la Revolución de 1952 y luego se profundizó en la década de 1980; momento en el que se aplicaron un conjunto de medidas neoliberales condesadas en el Decreto 21060/1985 que entró en crisis hacia principios del siglo XXI a partir de la emergencia de un ciclo de rebeliones populares aymaras. De este modo, como señaló Blanes (2006), desde mediados del siglo XX hasta la actualidad, se estructuró Santa Cruz– La Paz-Cochabamba como eje dominante de concentración poblacional debido a su peso económico y político, desplazando así al eje minero y administrativo Potosí-La Paz-Oruro. A las ciudades del primer eje arribaron las migraciones internas de los considerados “víctimas” del neoliberalismo: los mineros, los fabriles y los campesinos o trabajadores rurales. Es interesante analizar cómo este proceso de urbanización en un contexto político y económico específico convirtió al eje desplazado en un centro expulsor de flujos migratorios internos (rural-urbana o urbana-urbana) e internacionales (Hinojosa, 2006).

Para poder indagar las migraciones limítrofes, desde el lente de las movilidades, urge conocer los motivos y la intensidad de los vínculos mantenidos por los hogares de migrantes de la Villa 20 con Bolivia. Según los datos de la encuesta, las causas principales esgrimidas son las siguientes: a) la visita a familiares y/o amigos (el 91%); b) el retorno en momentos de cosecha y siembra (3%); y c) la construcción de su vivienda (6%). La primera razón, de mayor peso cuantitativo si bien implica una movilidad circular transfronteriza no es considerada a simple vista una práctica de plurilocalidad o pluriresidencialidad. Esta última, en cambio, puede desprenderse –como hipótesis de trabajo– de los motivos b y c que, aunque constituye la práctica de una minoría, tiene un impacto concreto macrosocial en tanto forma parte de las estrategias de reproducción de las familias y apropiación de los territorios.

En primer lugar, estas movilidades transfronterizas plurilocales, que forman parte de proyectos migratorios de reproducción familiar a largo plazo, son cíclicas y repetitivas. Sin embargo, surgieron distintas intensidades: están aquellos hogares que al menos una vez al año de manera consecutiva retornan y otros de manera más espaciada en el transcurso de su trayectoria migratoria “de a dos años, cinco años”, especialmente entre los meses de noviembre y marzo. Siguiendo a Tarrius (2000), este momento específico de retorno pone de manifiesto un ritmo de vida o ritmo social que desborda la dinámica cotidiana local (en este caso de una villa de la CABA). En el caso de la plurilocalidad con el área rural de Bolivia este ritmo se vincula con ese “allí” que pone de manifiesto toda una organización rural andina y un saber circular que tiene un clivaje en la práctica del control vertical de distintos pisos ecológicos (y económicos[7]) analizados por Condarco y Murra (Antequera, 2016). Concretamente, la plurilocalidad urbano-rural está regida por el calendario agrícola de los territorios andinos (y las fiestas comunitarias que giran alrededor de éste). Se destacan la época de la siembra (de septiembre a diciembre) y de la cosecha (de febrero a abril).

Es clave señalar que la organización colectiva de la tierra conlleva diversas responsabilidades y obligaciones económicas, políticas y culturales para las familias que tienen posesión (que no es sinónimo de propiedad) de una parcela de tierra. En caso de su no cumplimiento, se corre el peligro de perder la parcela y el prestigio comunitario. Por este motivo, estos desplazamientos no son analizados como un tipo de migración estacional sino más bien como parte de esta “doble residencia” señalada, donde ese “allí rural con anclaje familiar” marca el ritmo de vida en ambos lados de la frontera, al mismo tiempo que transforman y producen territorios en sus distintas escalas. Cabe aclarar, como se ha explicitado, que la plurilocalidad en una escala transfronteriza puede implicar una doble o más residencia donde confluyen áreas urbanas y rurales.

En relación a la plurilocalidad con el área urbana en Bolivia se destacan también los meses de fin de año que tienen una relación con ciertas festividades religiosas y feriados de ese país. Por ejemplo, surgió el retorno a Bolivia en el mes de noviembre para celebrar “el Día de todos los Santos y el Día de los difuntos”. Así lo relató Ruth (55 años, nacida en la ciudad minera de Oruro) con familiares en Cochabamba y propietaria también de una vivienda en Santa Cruz:

En las ciudades se destaca también, como elemento para entender la plurilocalidad, la propiedad de una parcela de tierra para la construcción de una vivienda familiar a partir de los ingresos económicos producidos en Argentina, pudiendo confluir así los ritmos de vida urbano-rural a nivel transfronterizo. En el siguiente fragmento de entrevista realizada a Cecilia (49 años), una mujer migrante nacida en el área rural de Sucre, se demuestran las múltiples pluralidades urbana-rural, entre Sucre, Santa Cruz y Buenos Aires:

En algunos casos, la plurilocalidad con el área urbana en Bolivia se apoya en redes familiares. El siguiente fragmento de la entrevista a Ruth, quien tiene una vivienda en Santa Cruz autoconstruida con recursos económicos producidos en Argentina y en Bolivia por uno de sus hijos mayores (residente en Cochabamba, pero por motivos laborales viaja con su familia a Santa Cruz de manera constante), grafica esta situación:

Como se demostró en Diaz (2020), se constata una desigualdad al interior de la clase trabajadora migrante donde los hogares con empleos informales e inestables (cuantitativamente superiores, el 60%) se encuentran en una situación de mayor empobrecimiento respecto a los insertos en empleos formales e inestables (el 35%). Esta situación repercute en la posibilidad (o no) de retorno a Bolivia ya que el 100% de los hogares con un PSH en un empleo formal no consolidado regresa a Bolivia mientras el 55% de los hogares con un PSH en un trabajo informal e inestable no puedo hacerlo. Las familias más empobrecidas, entre ellas los hogares monoparentales donde predominan las mujeres como “cabeza de familia”, tienen menos posibilidades de regresar a Bolivia[8]. Cabe mencionar que dentro de este grupo de trabajadores migrantes formales no consolidados se encuentran en mayor medida mujeres pertenecientes a organizaciones barriales organizadas en cooperativas de trabajo (inscriptas al monotributo social) contratadas por el Gobierno de la ciudad para realizar diversas tareas de limpieza barrial, o incorporadas al “Programa Nacional de Inclusión Socio-productiva y Desarrollo Local: Potenciar Trabajo”. En el caso de los varones, los aportes pueden derivar de su condición de asalariado en el rubro de la construcción (albañil).

Según la bibliografía especializada, el “sedentarismo” se convierte en un “privilegio de clase”, es decir, la mayor movilidad residencial y vínculos con Bolivia están asociados con la clase trabajadora (migrante) y sectores populares[9] en tanto forman parte de sus estrategias de reproducción familiar (Di Virgilio, 2007; Benencia, 2008; Mallimaci, 2012). A su vez, estas movilidades conllevan la construcción de un uso del tiempo que excede el estándar social. Estos nuevos datos permiten así profundizar y complejizar las hipótesis de las investigaciones citadas e introduce nuevas variables de análisis que dan cuenta de la interseccionalidad de las desigualdades socioterritoriales (según pertenencia de género, condición migratoria, calidad ocupacional, etc.).

Tabla 1. Regreso a Bolivia según tipo de inserción laboral del PSH. Total de hogares de migrantes de Bolivia de la Villa 20. En porcentajes. Año 2018.

Tipo de inserción laboral

Retorno a Bolivia

Total

No

Informal no consolidado

45

55

100 (42)

Formal no consolidado

100

0

100 (11)

Formal consolidado

67

33

100 (3)

Total

57

43

100 (56)

Fuente: Encuesta de elaboración propia.

Como se observa en la tabla 1, si bien los hogares plurilocales constituyen una minoría que cuentan con relativamente mayores ingresos económicos dada su inserción en empleos formales- aunque no consolidados o inestables; gracias a los datos de las entrevistas, se puede señalar que los mismos son complementados con una multiplicidad de empleos informales necesarios para poder sostener la plurilocalidad. Los siguientes fragmentos dan cuenta de esta complementariedad que constituye una estrategia familiar:

En resumen, la plurilocalidad define sólo a una minoría de hogares de migrantes que cuentan con recursos económicos sustentados en la sumatoria de empleos formales e informales, y con posesión o propiedad de tierra en el ámbito urbano o rural en Bolivia.

En el caso de los hogares oriundos del área rural, retomando a Antequera (2016) se presenta un “ciclo rural-asalariado-comercial” donde se complementa la economía rural y urbana a nivel local y transfronterizo. No obstante, esto último no es considerado una verdad transhistórica asociada a un “saber circular intergeneracional”. Si bien estos saberes previos permiten comprender ciertas prácticas de los hogares de migrantes, es fundamental integrar como elemento explicativo las desigualdades socioeconómicas presentes el seno del mundo rural, urbano y migratorio, y los contextos macroeconómicos y políticos. Como se ha planteado, el modelo neoliberal boliviano conllevó una crisis del mundo rural, minero y fabril que provocó desplazamientos poblacionales hacia las principales ciudades bolivianas y de otros países. En el caso del área rural, la apertura económica y el problema estructural del “surcofundio”[10] fueron las causantes de este fenómeno.

Por último, cabe señalar de manera exploratoria a partir de los datos de las entrevistas, los distintos proyectos migratorios presentes en aquellos hogares que practican la plurilocalidad, vinculados en parte con los ciclos de la vida familiar y las redes construidas previamente. Se pueden presentar mayores intensidades con la presencia de expectativas orientadas a un retorno, aunque no definitivo, sino con vistas a continuar con estos movimientos circulares. O, como en el caso de Ruth, estas prácticas de movilidades plurilocales pueden ir menguando en un futuro debido a un proyecto migratorio con mayor anclaje en la Argentina, sustentado en redes familiares que sostienen sus propiedades en Bolivia.

5. El impacto de la pandemia en las movilidades transfronterizas

Desde el inicio de la pandemia global del COVID-19, según un reporte de la Cruz Roja Argentina (2020), se redujo drásticamente el ingreso formal de personas migrantes al país a alrededor de 20/30 de forma excepcional. En contrapartida, se generó un aumento de ingresos fronterizos irregulares por los pasos terrestres. En la frontera norte de Argentina, según diarios de tirada nacional (Infobae, julio de 2020; La Nación, 2021), familias enteras de Bolivia intentaron ingresar de manera irregular a la Argentina para obtener asistencia médica a través de distintos pasos ilegales –preexistentes como nuevos surgidos en pandemia–, tales como: ríos, desagües pluviales o pagarle a un coyote. Además, de las entrevistas realizadas, puede afirmarse un aumento en el uso de medios informales para viajar desde la CABA a la frontera norte (por ejemplo, la Quiaca-Villazón) mediante el uso de micros de larga distancia no registrados denominados “truchos” que, en general, salen del barrio de Once, tienen un costo de boleto menor y reúnen diversas condiciones de precariedad. Esta situación se vincula con las medidas adoptadas por el gobierno nacional argentino desde el mes de marzo de 2020 con el fin de paliar los efectos de la pandemia. Estas medidas incluyeron la ampliación por un año de la emergencia sanitaria que al mismo tiempo que dispuso el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) convocó a un cierre de fronteras que prohibió el ingreso de toda persona extranjera no residente (Canelo & Courtis, 2022)[11]. Para tal fin, las fronteras con Bolivia, Paraguay y Brasil se militarizaron a partir del despliegue de la gendarmería y el ejército, además de instalar módulos sanitarios a cargo de la Dirección Nacional de Migraciones y financiados por la Unión Europea (Perfil, 2020). De este modo, se exacerbaron los controles fronterizos terrestres y se reforzó el proceso de securitización. Estas prácticas se sustentaron además en la construcción discursiva del “extranjero” como un posible vector del virus[12]. Un ejemplo de aquello se encuentra en el Tuit difundido por el Gobernador de la provincia de Salta (Infobae, junio de 2020):

Acaba de comunicarme el presidente @alferdez que se cierra el Paso Internacional de Salvador Mazza. Gracias a él y al ministro del Interior @wadodecorrido por escuchar nuestro pedido y cuidar la salud y la vida de los salteños!

En la Villa 20, la mayoría de los entrevistados que practican la plurilocalidad no viajaron a Bolivia durante la ASPO y el cierre de fronteras. En cambio, contamos con experiencias de otros hogares de migrantes, en especial se destacan mujeres que viajaron por una urgencia familiar referidas a problemas de salud. Es así que se fortalecieron estos tipos movimientos transfronterizos de visita, y en paralelo disminuyeron o se cancelaron las prácticas plurilocales. En sus palabras:

De esta manera, la única forma de cruzar la frontera Villazón-La Quiaca esgrimida fue por el río. El sistema de fronteras complejizó aún más las vulnerabilidades preexistentes de estos hogares de migrantes ante estados nacionales, en este caso Argentina y Bolivia, que los catalogó como inmigrantes irregulares y posibles vectores del virus. Cabe señalar además que esta realidad no es nueva y ha generado dificultades a la hora de gestionar el Documento Nacional de Identidad argentino. En palabras de una entrevistada (2022): “Por el río entramos (…) Y para sacar mi documento yo necesitaba esa hoja de entrada, pero no tenía. Después volví a salir y todo correctamente entré, con mis hijos ya”.

En otra entrevista realizada en el contexto de la pandemia de 2020, Rosario nos relató de personas bolivianas residentes en la Villa 20, que pese a ser residentes en el país, les fueron vulnerados sus derechos a retornar. Según cita textual:

Yo no, la verdad, no teníamos previstos ir, pero sí hubo una compañera que quedó a medio camino, fue difícil retornar acá. Viajó a Cochabamba, se quedó en Cochabamba, y quedó detenida, varada en Yacuiba (frontera con salta) todo un día, e hizo la cuarentena 15 días en la villa en su casa. Se quedaron en la terminal todas las personas paradas a la intemperie, pero no los dejaban pasar, que tenían que esperar que haya una orden. Le dieron el protocolo de cuarentena. Un día entero en la terminal sin siquiera moverse a ningún lado, sin comida, etc. Fue a visitar a la mamá porque estaba con problemas, delicada de salud (Entrevista a Rosario, 2020).

Esta circunstancia tiene su antítesis con aquella vivenciada por las personas que pudieron retornar a la Argentina desde diferentes partes del mundo gracias a los Operativos de Repatriación donde el Estado nacional dispuso vuelos especiales por parte de Aerolíneas Argentinas, y habitaciones de hoteles sin cargo para que pudiesen cumplir con las dos semanas de aislamiento obligatorio y controlado. De esta manera, se distingue una clara discriminación estatal en la ejecución de la política de repatriación según condición migratoria y clase social de pertenencia que conlleva una desvalorización del tiempo impuesta a las personas migrantes, y especialmente a estas mujeres en quienes descansan las tareas de cuidado.

Cuando se reabrieron las fronteras terrestres con los países limítrofes en octubre de 2021, aquellas personas que practican distintos tipos de movilidades transfronterizos, especialmente la plurilocalidad, pudieron ingresar o salir del país de manera formal. Por ejemplo, este es el caso de Cecilia, que como se citó en el fragmento anterior, regresó a Bolivia en febrero de 2022 y permaneció aproximadamente un mes para el desarrollo de sus diversas actividades plurilocales. No obstante, cabe mencionar que pueden existir grados o experiencias de informalidad, como ocurre por ejemplo a partir de la utilización de micros de larga distancia no registrados. Las siguientes citas muestran estas experiencias como parte de las estrategias de movilidad utilizadas:

Sí, una vez tomamos de acá del Once…un truchito…estábamos yendo con mi hija nomás esa vez…pero cuando empezó a llover nos entró el agua y toda el agua nos mojó el asiento y aparte de eso nos botó en Jujuy y de ahí teníamos que agarrar otro colectivo para allá hasta la frontera…así que desde esa vez no viajamos…aunque sea carito…agarramos el otro y vamos directo para allá (Entrevista a Cecilia, 2022).

En síntesis, el proceso de securitización y control fronterizo se agudizó durante el primer año de la pandemia que tuvo su correlato en el control de los movimientos de las personas al interior del país a partir de la aplicación de una cuarentena estricta (ASPO). Esta situación generó un mayor número de cruces fronterizos de manera irregular/informal, además de un incremento en el uso de micros de larga distancia “truchos” que, si bien eran utilizados en un contexto de “normalidad epidemiológica”, en pandemia constituyó una de las pocas opciones disponibles. Dentro de los diversos tipos de movilidades transfronterizos, se puede afirmar –como hipótesis– que se produjo una disminución relativa de las prácticas plurilocales, las cuales se reanudaron una vez que se habilitaron las fronteras hacia fines del año 2021.

6. Discusión y Reflexiones Finales

Este artículo se propuso analizar las características y condiciones de la plurilocalidad de los hogares de migrantes bolivianos en una villa de la zona sur de la ciudad de Buenos Aires como un caso testigo acerca de las prácticas de movilidad de este colectivo migrante. Es así que se retoma el paradigma del “giro de la movilidad” con fin de confluir los estudios migratorios con aquellos anclados en la territorialidad. Por este motivo, este trabajo pretende aportar en el debate con la mirada asimilacionista y definitiva clásica de las migraciones, y a su vez, en la diferenciación con los distintos tipos de movilidades transfronterizas, contribuyendo así con material empírico en la distinción de las nociones de plurilocalidad y migración temporaria. Temática que, desde la perspectiva de la movilidad residencial transfronteriza, se encuentra con escasa exploración en América Latina.

Previa a la pandemia se pudo constatar que la plurilocalidad constituye una práctica con cierto nivel de periodicidad de una fracción y no de la totalidad de los hogares de migrantes nacidos en Bolivia que vincula a su vez diversos territorios rurales y urbanos entre ambos países del Sur Global. Esta plurilocalidad no sólo conforma una estrategia de reproducción familiar en una escala transfronteriza, superando así los límites del barrio de residencia, sino que tiene un impacto macrosocial en tanto transforma los territorios de circulación. De este modo, se pone en tensión el nacionalismo metodológico al indagar las movilidades transfronterizas, y en particular la pluri-residencialidad, ya que implican simultáneamente una estrategia de reproducción familiar y un modo de vida que imponen un ritmo social que desborda la dinámica barrial (de la Villa 20). En este caso, se conecta con el calendario agrícola del área rural andina y/o las festividades de ese país. Es interesante destacar que, pese al proceso de urbanización imperante en la región, las áreas rurales y las áreas urbanas constituyen una totalidad que imprime su dinámica.

Asimismo, en relación a la tensión conceptual entre “circularidad” y “transnacionalismo”, este artículo intentó saldar la siguiente dicotomía: “Se trata de “migrantes”, sin embargo, su relación con la movilidad y los “lugares” no puede ser comprendida desde las lógicas estatales, pero tampoco desde las categorías propuestas por la transnacionalidad. No se trata de estar “aquí” y “allá” al mismo tiempo, sino de trayectorias basadas en la propia circulación y en los territorios que constituye” (Mallimaci, 2012, p. 82). Consideramos que, para la interpretación de los datos propuestos, la plurilocalidad implica analíticamente un “aquí” y un “allá” como unidades mínimas de estudio, pudiendo variar el contenido y el significado de cada una a lo largo de una trayectoria y propósitos migratorios. No obstante, a su vez, estos dos anclajes territoriales se conectan a partir de prácticas de movilidad circulatoria transfronteriza.

Al respecto, si bien se comparte la problematización de Singer sobre los “flujos migratorios”, en este trabajo –en contraste con este autor quien define “el área de origen de un flujo migratorio es aquella donde se dieron transformaciones socioeconómicas que llevaron a uno o varios grupos sociales a migrar” (Singer, 2003: 64)- se recupera el sinónimo entre lugar de origen y el lugar de nacimiento. Esto último se considera crucial para entender la relación entre las prácticas actuales y los saberes previos de los hogares de migrantes.

En síntesis, si bien el migrante es un “sujeto móvil” y como señala Portes (2012, p. 65) la globalización desde abajo rompe con la premisa fundamental “de que la mano de obra se mantiene local, mientras el capital tiene alcance global”; desde la perspectiva de la movilidad residencial, esta frase se torna ambigua y demasiada abarcativa. En esta dirección, se destaca el esfuerzo analítico de clasificar los tipos de movilidades llevados a cabo por los y las migrantes para analizar las estrategias de reproducción social y sus posibles implicancias en la transformación de la estructura socioterritorial en una escala local y global.

Para comprender la existencia de estas prácticas plurilocales, puede citarse específicamente la importancia de un saber circular intergeneracional precolombino de la población boliviana andina de ascendencia rural e indígena (aymara o quechua). Siguiendo a Antequera (2016): “Las sociedades andinas lograron el dominio transversal de varios pisos ecológicos que se extendían desde la costa, por un lado, y hasta las tierras bajas por el otro (…) fueron la base o el secreto de las grandes estructuras políticas, especialmente encarnadas por Tiwanacu o el Imperio Incaico” (pp.56-57). Este saber circular no sólo se encuentra al interior de Bolivia, en la fuerte dinámica urbana-rural (Diaz, 2014; Antequera, 2016), sino también en otros países del Sur Global donde se ha asentado este colectivo, como en Chile y Brasil (Tapia, 2015; Miranda, 2019). No obstante, las movilidades transfronterizas, y específicamente la plurilocalidad, no sólo constituyen indicadores de prácticas culturales asociadas a una población indígena y/o rural, sino también de la situación económica de los hogares que da cuenta de la interseccionalidad de la desigualdad aún al interior del colectivo migrante; y a nivel estructural, de las condiciones políticas y macroeconómicas en sus distintas escalas (nacional, regional e internacional).

Si bien se retoman investigaciones que plantean una relación entre la estructura de clase y la movilidad residencial, y la estructura de clase y los vínculos con Bolivia específicamente (Di Virgilio, 2007; Benencia, 2008; Mallimaci, 2012), se destaca una heterogeneidad al interior de la clase trabajadora migrante donde aquellos con mayores recursos pueden emprender la travesía de la plurilocalidad. Es así que, si la clase trabajadora en términos generales se caracteriza por una mayor movilidad residencial; en el caso de los hogares de migrantes, la misma es analizada a una escala mayor (transfronteriza). Al mismo tiempo, este estudio da cuenta de la interseccionalidad de las desigualdades aún al interior del colectivo migrante que complejiza el análisis de la estratificación social argentina ya que pone en relación las siguientes dimensiones: el origen etnonacional, la condición económica del hogar y el género de pertenencia de los adultos del hogar.

A partir de las entrevistas realizadas, se pudieron profundizar los resultados publicados en Diaz (2020). De este modo, la fracción minoritaria con empleos formales (e inestables) reúnen las condiciones para este tipo de movilidad, no obstante, no son suficientes, ya que necesitan complementarlos con un conjunto de empleos informales. De este modo, los empleos formales e informales pueden convivir en un mismo hogar atravesados por la inestabilidad. Esta evidencia cuestiona la idea muy difundida en América Latina acerca de la existencia de una segmentación estructural que separa al mundo laboral formal del informal, por el contrario, como señaló Elbert (2017), se puede observar fronteras porosas de tal manera que incluso un mismo individuo puede tener empleos en los dos sectores simultáneamente. Esta misma situación de formalidad e informalidad puede analizarse en relación a las condiciones de la práctica de la plurilocalidad donde un cruce fronterizo regular puede convivir con el uso de micros de larga distancia “truchos”, los cuales constituyeron una de las pocas opciones disponibles en pandemia para las movilidades transfronterizas que expresaron principalmente urgencias familiares.

Cabe señalar, que el recrudecimiento de la política de securitización y el control fronterizo terrestre no sólo puso al “migrante” como vector del virus, sino que provocó un ingreso/salida del país de manera informal que puso en riesgo la seguridad física y la salud de las personas; de este modo se “suspendieron” –legalmente– la diversidad de derechos que giran alrededor de la necesidad de migrar, más aún en contextos de emergencia sanitaria mundial. Asimismo, se puso de manifiesto políticas de repatriación diferenciales según condición migratoria y clase de pertenencia que acentuó la desvalorización en el uso del tiempo impuesto a las personas migrantes residentes en el país en general, y a las mujeres en particular, en contextos de desigualdad.

Finalmente, en un posterior trabajo se pretende explorar las posibles relaciones existentes entre la plurilocalidad y el resto de las movilidades transfronterizas que pueden caracterizar a los hogares de migrantes. En este estudio, de manera analítica, se decidió hacer foco en un solo tipo de movilidad, sin embargo, los hogares de migrantes pueden desarrollar una multiplicidad de tipos de movilidades transfronterizas como estrategias de reproducción familiar o de movilidad social. Al mismo tiempo, queda pendiente la respuesta a la siguiente pregunta-problema: ¿la plurilocalidad forma parte de un proyecto migratorio que caracteriza sólo a los hogares de migrantes nacidos en Bolivia, o puede caracterizar a otros colectivos de migrantes andinos –con ascendencia indígena y/o rural– como la colectividad peruana?

Agradecimientos

Este trabajo se inserta en el marco de un proyecto “PICT-FONCYT (2019-00416): Movilidad, pobreza y hábitat popular. Dinámicas urbanas y laborales plurilocales de las familias migrantes en la Villa 20 y en el Playón Chacarita de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el marco de las políticas locales de reurbanización (2015-2019)” que ha permitido el desarrollo de la investigación. Asimismo, la autora desea reconocer la labor de la revisión anónima, que ha aportado valiosas recomendaciones y sugerencias para la mejora del escrito.

Declaración responsable y conflicto de intereses

La autora declara que no existe ningún conflicto de interés con relación a la publicación de este artículo. La autora ha realizado la redacción y revisión del artículo, diseño metodológico, realización del análisis de los datos y revisión bibliográfica.

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[1] La villa puede definirse como un tipo de asentamiento informal, surgida en la década de 1930, compuesta por viviendas precarias en un contexto de trazado urbano irregular con pasillos estrechísimos. En síntesis, es una muestra de la forma de ocupación del suelo y de un crecimiento producto de la sumatoria de prácticas individuales diferidas en el tiempo sin ninguna planificación estatal (Cravino, 2009; Rodríguez & Di Virgilio, 2013; Diaz, 2020).

[2] La informalidad laboral no es sinónimo de ilegalidad. El indicador más utilizado –en su definición legal o de protección social- es la tenencia o no de aportes jubilatorios (Tornarolli et al., 2012). La precariedad laboral puede existir en actividades formales como informales (Neffa, 2010). De este modo, diversas investigaciones distinguen actividades informales consolidadas (estables) y no consolidadas (inestables). Esta distinción hace referencia a un rasgo adicional de precariedad de las actividades informales que alude a la inestabilidad laboral, convirtiéndose en un indicador de empobrecimiento de los trabajadores.

[3] La CABA se divide en 15 comunas (Ley N°1770/2005), compuestas por un conjunto de barrios. Se definen como unidades de gestión política y administrativa descentralizada.

[4] Las entrevistas se realizaron a una submuestra a partir de la encuesta aplicada para representar los casos típicos. Además, se nutrió de la técnica bola de nieve. Se integró la entrevista de una mujer migrante que había sido encuestada como residente de la Villa 20 y luego se había mudado a la Villa 1-11-14, localizada también en la zona sur de la CABA.

[5] El Boletín depende del Grupo de Trabajo de CLACSO “Fronteras: movilidades, identidades y comercio”.

[6] Desde la década de 1990, Estados Unidos y España emergen como los principales países de recepción por fuera de la región latinoamericana que, a su vez, componen proyectos migratorios donde entran en vinculación diversos países.

[7] El control vertical de los pisos ecológicos característica de los ayllus andinos, que mantiene su vigencia en la actualidad, aunque con sus matices, implica la complementariedad de distintos palcos ecológicos o microclimas (por ejemplo, de territorios en la puna y en los valles) geográficamente dispersos. La cuestión de los pisos económicos que agrega Antequera Durán (2016) se vinculan con el “ciclo agrícola-asalariado-comercial” del migrante rural andino ya que complementa el trabajo agrícola con el trabajo asalariado y/o comercial en las ciudades. Como demostró Diaz (2014), este ciclo no sólo implica una migración estacional, en la mayoría de los casos expresa una plurilocalidad rural-urbana.

[8] Según datos de la encuesta el 55% de los hogares monoparentales no regresan a Bolivia.

[9] La clase trabajadora incluye a los asalariados formales e informales y a los cuentapropistas de baja calificación sin empleados a su cargo.

[10] Las parcelas entregadas a los campesinos a partir de la Reforma Agraria de 1953 se vieron constantemente subdividas debido al sistema de herencia de los ayllus andinos (que permite la división de la propiedad entre los hijos), lo que dio lugar al minifundio. Actualmente denominados “surcofundios”, parcelas más pequeñas aún que no permiten cubrir las necesidades del núcleo familiar.

[11] Cabe señalar que esta medida en relación a las fronteras, no fue aislada, sino durante el 2020 se aplicó en Bolivia, Brasil, Chile, Canadá, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Haití, República Dominicana; mientras en Estados Unidos se prohibía el ingreso de personas provenientes de países específicos (como de China, Irán, Reino Unido e Irlanda, luego se extendió a México y Canadá para viajes no esenciales vía terrestre).

[12] En este marco, ocurrió un cierre de aeropuertos y puertos de entradas terrestres y la restricción del ingreso a personas extranjeras.