DOI: https://dx.doi.org/10.12795/rea.2023.i45.02

Formato de cita / Citation: Sillero-Medina, J.A. & Ruiz-Sinoga, J.D. (2023). Adaptive capacity of the GIAHS territory of Axarquia (Malaga) through Nature-based Solutions. Revista de Estudios Andaluces, (45), 23-49. https://dx.doi.org/10.12795/rea.2023.i45.02

Correspondencia autores: jasillero@uma.es (José Antonio Sillero-Medina)

CC BY-NC-ND 4.0

Capacidad adaptativa del territorio SIPAM de la Axarquía (Málaga) a partir de Soluciones basadas en la Naturaleza

Adaptive capacity of the GIAHS territory of Axarquía (Malaga) through Nature-based Solutions

José Antonio Sillero-Medina

jasillero@uma.es 0000-0002-7856-3239

José Damián Ruiz-Sinoga

sinoga@uma.es 0000-0002-2303-0881


Laboratorio de Geomorfología y Suelos, Instituto de Hábitat, Territorio y Digitalización, Departamento de Geografía, Universidad de Málaga. Campus de Teatinos. 29071 Málaga, España.

INFO ARTÍCULO

RESUMEN

Recibido: 29/6/2022

Revisado: 6/12/2022

Aceptado: 16/12/2022

PALABRAS CLAVE

Erosión del suelo

SIPAM

Capacidad adaptativa

Modo de vida

Mediterráneo

NbS

El estado de degradación del suelo en las áreas mediterráneas dificulta una actividad agrícola sostenible, especialmente en un contexto de cambio global, donde las tasas de pérdida de suelo se ven acrecentadas por las modificaciones en la dinámica pluviométrica. Así, el territorio declarado como “Sistema Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial” (SIPAM) dedicado a la uva pasa de la Axarquía (Málaga) se identifica como un área de especial fragilidad frente a estos procesos. Esta investigación pretende, por un lado, determinar la susceptibilidad a la erosión del suelo y, especialmente, conocer qué papel está jugando las Soluciones basadas en la Naturaleza (NbS) en la capacidad adaptativa de este territorio. Para ello, se ha analizado estadísticamente la dinámica pluviométrica, se han determinado las tasas de erosión del suelo a partir del modelo RUSLE y, por último, se ha desarrollado una metodología cualitativa para la evaluación de las NbS. Los resultados muestran un claro descenso de las precipitaciones anuales y una concentración de la lluvia en eventos de mayor intensidad, dando lugar a una mayor erosividad de la lluvia y a altas tasas de pérdida de suelo. No obstante, las prácticas agrícolas y las diferentes estructuras identificadas son consideradas estrategias sostenibles de adaptación a este tipo de riesgos naturales, conformándose como NbS.

KEYWORDS

ABSTRACT

Soil erosion

GIAHS

Adaptative capacity

Lifestyle

Mediterranean

NbS

Soil degradation conditions in mediterranean areas make sustainable agricultural activity difficult, especially in a context of global change, where soil loss rates are increased by changes in rainfall dynamics. Thus, the territory designated as an «Important Agricultural World Heritage System» (GIAHS) dedicated to raisins in Axarquía (Malaga) is identified as an area of special vulnerability to these processes. This research aims, on the one hand, to determine the susceptibility to soil erosion and, especially, to find out what role Nature-based Solutions (NbS) are playing in the adaptive capacity of this region. For this purpose, the rainfall dynamics have been statistically analysed, soil erosion rates have been determined using the RUSLE model and, finally, a qualitative methodology for the evaluation of NbS has been developed. The results show a clear decrease in annual rainfall and a concentration of rainfall in higher intensity events, leading to higher rainfall erosivity and high soil loss rates. Nevertheless, agricultural practices and the different structures identified are considered sustainable adaptation strategies to these types of natural risks, qualifying as NbS.

1. INTRODUCCIÓN

El suelo es concebido como uno de los principales recursos naturales del planeta por lo que su “salud” debe de ser conservada en aras de mantener la productividad y diversidad de los ecosistemas terrestres (COM, 2002; Eaton et al., 2008). Así, juegan un papel fundamental en la provisión de alimentos, ayudan a mantener la calidad de aire y agua y son grandes proveedores de biodiversidad (Hueso-González et al., 2018). Es por ello, que su protección y conservación cobra especial relevancia cuando hablamos de ecosistemas frágiles o ecológicamente sensibles (Martínez-Murillo et al., 2016a, b). Los espacios catalogados como SIPAM por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) necesitan una especial atención por parte de la comunidad científica pues albergan paisajes estéticamente impresionantes que combinan la biodiversidad agrícola, con ecosistemas resilientes y de un valioso patrimonio cultural. En estos territorios, las comunidades se han venido desarrollado y adaptado durante siglos, para enfrentarse a las vulnerabilidades naturales, tecnológicas, políticas y sociales con el fin de eliminar riesgos y garantizar su seguridad alimentaria y supervivencia de habitantes.

De ahí que podamos afirmar que estos ámbitos son auténticos sumideros de soluciones basadas en la naturaleza (NbS), dado que ellos podemos encontrar toda una serie de acciones para proteger, gestionar de forma sostenible y restaurar y modificar los ecosistemas de manera que aborden los desafíos sociales de forma efectiva y adaptativa para proporcionar beneficios tanto para el bienestar humano como para la diversidad (IUCN, 2022).

Bajo este paradigma, está científicamente demostrado que el impacto del cambio climático está acelerando el proceso de degradación natural de los suelos (Lavee et al., 1998; Huang, 2016; Olcina, 2017; Hueso-González et al., 2018), especialmente en las regiones agrícolas mediterráneas, donde la situación es concebida como de máxima fragilidad y sensibilidad (Ruiz-Sinoga & Romero-Díaz, 2010). Así, las modificaciones identificadas en el ciclo del agua, en el patrón hidrológico y, en general, en el cambio en los patrones climáticos como consecuencia del cambio climático, son concebidas como uno de los aspectos de mayor preocupación para gran parte de la población, de ahí su especial atención en el ámbito de la investigación actual (Guijarro, 2002; Katz et al., 2005; Coscarelli & Caloiero, 2012; Lemus & López, 2016; Olcina, 2017). Esto es principalmente debido a su influencia en las diferentes actividades económicas (agricultura, producción de energía, suministro de agua potable, etc.) y a su papel activador en la aparición de riesgos naturales (rachas secas, inundaciones, deslizamientos, etc.) (Moreno, 2005; Ruiz et al., 2010). Bajo este paradigma, diversos autores han demostrado la existencia de una ligera tendencia hacia el déficit hídrico y una mayor aridez (Moreno, 2005; Norrant & Douguedroit 2005; Huang et al., 2016). Del mismo modo, se ha identificado la tendencia a la concentración de las precipitaciones en un menor número de días, un respectivo aumento de los aguaceros extremos y una mayor variabilidad espaciotemporal de las precipitaciones (IPCC, 2021). Además, existen infinidad de estudios que señalan al patrón pluviométrico como uno de los agentes erosivos más importantes en condiciones mediterráneas (Lavee et al., 1998; Pita et al., 1999; Senciales & Ruiz, 2013; Hueso, 2018). Especialmente, analizar la dinámica de estos episodios pluviométricos constituye un factor clave, dado su elevada capacidad erosiva y, por tanto, su implicación geomorfológica, incidiendo directamente en aspectos de índole socioeconómica e infraestructural (Pérez, 1983; Ruiz & Núñez, 2011). No obstante, la determinación de un indicador destinado a detallar las consecuencias erosivas de un evento puntual de precipitación ha supuesto un problema que ha sido abordado por multitud de autores en las últimas décadas (Wischmeier, 1959; Fournier, 1960; Gil et al., 2014; Sillero et al., 2020a, b).

La concentración de la lluvia en un reducido número de eventos es la causa principal de la concentración de la erosión en el tiempo, fenómeno más que notable en áreas de clima mediterráneo (Diodato, 2004). En estas zonas, más de la mitad del suelo erosionado anualmente se produce en tan solo tres eventos erosivos. Es por ello, que establecer una relación entre el potencial erosivo de la precipitación y las pérdidas de suelo esperadas, se torna imprescindible bajo el paradigma actual de cambio climático. Así, el alcance potencial erosivo de la precipitación se expresa a través de la energía cinética de impacto (Sempere, 1994), variable imprescindible para el cálculo de la erosividad de la lluvia o factor R. Esta energía cinética total puede entenderse como la suma de las energías cinéticas de cada una de las gotas que individualmente golpean el suelo. Es decir, se trata de una aproximación a la energía que producen en un área dada, unas determinadas gotas en un determinado intervalo temporal, considerando en todo momento el diámetro y la velocidad de cada una de ellas, (Sillero et al., 2020a). Por tanto, el factor R puede entenderse como un índice capaz de determinar el efecto de un evento erosivo de precipitación en el territorio (Wischemeir, 1959). Para la estimación y evaluación de la erosión del suelo a diferentes escalas espaciotemporales de aproximación, en la actualidad, hay una gran disponibilidad de modelos matemáticos categorizados como empíricos, conceptuales, con base física u orientada al proceso (Webster y Morgan, 2002). Uno de los modelos más ampliamente aplicados ha sido la Ecuación Universal de Pérdida de Suelo (USLE por sus siglas en inglés), desarrollada por el National Runoff and Soil Loss Data Center en cooperación con el Agricultural Research Service y la Purdue University (Wischmeier & Smith, 1978). La USLE, y su versión revisada RUSLE (Renard et al., 1997), están diseñadas para predecir pérdidas anuales promedio de suelo a largo plazo, asociadas a la erosión laminar y en reguero (Risse et al., 1993).

Dado que, en ámbitos mediterráneos, tan antropizados, los procesos relacionados con la erosión y degradación del suelo han sido una constante si se pretendía llevar a cabo alguna practica agrícola, las NbS han podido considerarse como una medida estructural dedicada a tener un efecto sobre el componente de peligro del riesgo, es decir, sobre la frecuencia o intensidad de un fenómeno dado. Nada es reciente, desde el siglo XIX en Francia, la restauración del suelo, los bosques de protección, la restauración y plantación de barrancos, así como las represas de control de torrentes, han tenido como objetivo reducir la producción de sedimentos y los riesgos para las personas y los bienes en los valles. Por lo tanto, muchas técnicas y combinaciones híbridas con soluciones de ingeniería civil no son actuales. Sin embargo, caracterizar la eficacia de esas medidas sigue siendo difícil.

Los procesos ecogeomorfológicos forman un conjunto de procesos en el paisaje; y si los analizamos aplicando NbS para la gestión de la tierra y el agua, obtendremos como resultado un sistema con una mayor capacidad adaptativa. Realmente, las NbS pueden regular cuatro servicios ecosistémicos: provisión de agua, regulación de inundaciones, protección del suelo y regulación de la calidad del agua, que en esencia están vinculados con el sistema ecogeomorfológico, como el resultado de la interacción de los 5 sistemas geoambientales (figura 6): el atmosférico, el geomorfológico, el hidrológico, el biótico, y el antrópico. De su dinámica, de los factores que controlan los procesos dominantes, así como de su carácter multiescalar, todo ello en el marco del cambio global.

En el mediterráneo, de cumplirse los escenarios planteados por el IPCC, una disminución de la precipitación anual y un aumento de los intervalos entre eventos de lluvia, incluso un incremento de la torrencialidad, especialmente cuando junto con el aumento de la temperatura, conducirá a una menor disponibilidad de agua para la germinación y el crecimiento de la vegetación y para la actividad microbiana; el contenido de materia orgánica en el suelo disminuirá y será soluble aumento de la concentración de sal, principalmente debido a un aumento en el contenido de sodio (Imeson & Vis, 1982; IPCC, 2021). Estos procesos pueden acelerarse si se producen unas condiciones apropiadas, como la existencia de fuertes pendientes, escasa cubierta vegetal protector, o unos suelos muy erosionables. Se trata de procesos de respuesta rápida que deben ser controlados mediante estrategias adaptativas.

En esta dinámica, a largo plazo, el contenido de arcilla en el suelo disminuirá, lo que afectará a los procesos de agregación: el tamaño y la estabilidad de los agregados disminuirán (Tisdall & Oades, 1982), con lo que disminuirá la capacidad de retención de agua, con un suelo que tendrá menor permeabilidad, mayor probabilidad de formación de costras, y por lo tanto a una disminución dramática en las tasas de infiltración (Dunne et al., 1991; Lavee et al., 1991), incluso si la intensidad de las lluvias no aumenta, circunstancia que ya no se está cumpliendo.

Todo esto en ámbitos agrarios supone la reducción de aportes hídricos en la zona de raíces, y más agua moviéndose como flujo superficial y erosionando la capa superior del suelo más fértil (Imeson & Lavee 1998; Kirkby, 1998), lo que directamente incide en una disminución del banco de semillas y el contenido de nutrientes, comenzando o reiniciándose un segundo ciclo de disminución del contenido de materia orgánica del suelo, en un proceso de retroalimentación positiva conduce a degradación del suelo.

El enfoque ecosistémico puede proporcionar una “base conceptual” útil sobre la cual se puede construir un marco operacional para las NbS, dado que es una “estrategia para la gestión integrada de la tierra, el agua y los recursos vivos que promueve la conservación y el uso sostenible de manera equitativa” (Smith & Maltby, 2003), en la que el hombre es parte. Es un proceso holístico abordar los recursos naturales de manera integrada para el logro de los tres objetivos clave, como la conservación, el uso sostenible de la diversidad biológica y la distribución equitativa de los beneficios resultantes (Maltby, 2000). En los territorios SIPAM, este enfoque puede enmarcarse para abordar aplicaciones específicas, donde la gestión o restauración de las funciones de los ecosistemas puede desempeñar un papel clave para ayudar a abordar un desafío social, por lo que el alcance del enfoque ecosistémico es significativamente más amplio que cualquier otro.

Algunos territorios SIPAM han estado desarrollando estrategias exitosas basadas en NbS a lo largo del tiempo, de ahí la necesidad de exportarlas tanto conceptual como metodológicamente. A pesar de toda la divulgación que se está haciendo de la UICN y diferentes agencias de la ONU, NbS sigue siendo, para muchos, un concepto genérico sin directrices suficientemente claras para permitir una operación efectiva, cuando precisamente este es el principal papel que desempeñan la NBS en los territorios de los SIPAM dado que existe el riesgo de que las intervenciones mal definidas o mal pensadas no logren su objetivo, mientras que en los SIPAM han estado operando durante decenas o cientos de años. En otras palabras, durante cientos de años han sido satisfactorios para resolver necesidades sociales específicas. Por lo tanto, es esencial tener claridad conceptual y asumir los SIPAM como sumideros de NbS.

Las NbS se han mostrado como soluciones funcionales, siendo las áreas SIPAM una buena referencia de ellas. Por lo tanto, existe una gran variedad espacial y temporal de NbS, que son específicas del contexto en el que se promueven y coherentes con los principios del enfoque ecosistémico, por lo que su implementación es fundamentalmente una cuestión de elección social, así como si la intervención es fuerte y sostenible, o débil y temporal. Los NbS débiles o temporales serían potencialmente aquellas intervenciones que solo cumplen mínimamente con los principios y parámetros. Los territorios de SIPAM como sumideros de NbS han permitido a lo largo del tiempo la consolidación de NbS fuertes y sostenibles, y proporcionan una base consistente para fortalecer la viabilidad de una intervención a lo largo del tiempo, optimizando la naturaleza de la intervención contra cada parámetro individual. Finalmente, se debe considerar el sistema socioecológico en el que se implementa un enfoque NbS (por ejemplo, Waylen et al., 2015). Esto es importante cuando se reúnen los componentes sociales y ambientales de un enfoque NbS, lo que le permite trabajar en múltiples disciplinas y escalas y ofrecer una elección social informada (McGinnis & Ostrom, 2014; Davies et al., 2015) desde una variedad de perspectivas (Leach et al., 2010). Es necesario establecer algunos parámetros clave, ya que los NbS son un concepto reciente, su marco teórico aún está en construcción, aunque parece que por sus características estructurales puede encontrar un sumidero de aplicabilidad en los SIPAM, ya que son espacios de confluencia entre el hombre y el medio físico, lo que ha resultado en implicaciones paisajísticas y socioambientales. Los parámetros, por una parte, deben estar respaldados por conocimientos científicos sólidos y fiables que permitan definir criterios claros y sólidos, y de los que puedan derivarse indicadores fácilmente mensurables, por otra, deben garantizar el funcionamiento eficiente y sostenido de una amplia gama de NbS y, por último, deben ser representativos de la variedad de situaciones diferentes. La UICN propone algunos parámetros candidatos para un marco operativo que debería tener: (a) Complejidad ecológica, (b) estabilidad a largo plazo, (c) escala de organización ecológica, (d) prestaciones sociales directas, (e) gobernanza adaptativa.

Así pues, se trata de determinar cómo las NbS son eficaces, y reducen el impacto de los procesos ecogeomorfológicos, teniendo en cuenta sus funciones (Simelton et al., 2021), ya sean prácticas sostenibles (con un elemento productivo, que puedan sostener o aumentar la producción agrícola por medios distintos a los enfoques estándar; retener o aumentar los nutrientes disponibles en el suelo, el agua y las plantas; o mejorar los microclimas), infraestructuras verdes (que deba tener una función de ingeniería civil, que puedan regular el flujo del agua; prevenir la erosión del suelo; o estabilizar taludes), mejoras del ecosistema (que debe tener una función bioquímica, biológica o microbiana beneficiosa, que puedan eliminar, degradar o contener contaminantes en agua, suelo o aire; restaurar o estimular la biota beneficiosa para la salud del suelo, la polinización o el control de plagas; o que pueda “secuestrar” el carbono), conservación de los recursos, (que deba tener un beneficio de preservación de especies, que puedan aumentar o proteger la diversidad biológica y el hábitat, escala de campo, o mejorar la conectividad y la salud de los ecosistemas, a gran escala).

El objetivo de este artículo pasa por analizar el potencial erosivo de la precipitación y pérdidas de suelo esperadas bajo el contexto de cambio climático actual para el territorio SIPAM de la Axarquía malagueña, y determinar el papel que han jugado las NbS en su capacidad adaptativa. Concretamente, con este trabajo se pretende identificar los riesgos vinculados a la vulnerabilidad y susceptibilidad del territorio frente a la dinámica pluviométrica reciente e identificar los principales mecanismos de adaptación que han implementado los habitantes para garantizar la seguridad alimentaria y supervivencia.

2. METODOLOGÍA

2.1. Área de estudio

El Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) de la Uva Pasa de la Axarquía (Málaga) se localiza en la comarca de la Axarquía, en el sector más oriental de la provincia de Málaga (sur de España; figura 1).

Figura 1. Localización del área SIPAM de la Axarquía (Málaga). Fuente: Elaboración propia.

Este territorio se extiende por un total de 280,4 Km2 y 20 municipios (Almáchar, Árchez, Arenas, Benamargosa, Canillas de Aceituno, Canillas de Albaida, Comares, Cómpeta, Cútar, El Borge, Frigiliana, Iznate, Macharaviaya, Moclinejo, Salares, Sayalonga, Sedella, Torrox, Vélez Málaga, Viñuela). Se trata de un área con unos rasgos económicos, históricos y culturales muy similares, donde el cultivo de la vid y, más concretamente, la producción de la uva pasa, ha vertebrado, desde al menos el siglo X, la vida y economía de la zona.

Desde una perspectiva geográfica, el área SIPAM de la Axarquía presenta unas características típicas del paisaje mediterráneo de media montaña, con una fisiografía caracterizada por elevadas pendientes, superando como valor promedio el 45%, y una elevada altitud (media h = 391 msnm), pese a tener una gran cercanía con el mar Mediterráneo. Las características climáticas se corresponden con las de condiciones mediterráneas secas y/o semiáridas, con una temperatura media anual de 17o C, siendo la media de las máximas superiores a 22o C y la media de las mínimas de 11-12o C. Por su parte, la variable pluviométrica se caracteriza por la irregularidad mediterránea, con unas precipitaciones anuales cercanas a los 400-450 mm.

Por su lado, la distribución de los usos del suelo muestra una gran heterogeneidad y complejidad paisajística. La mayor parte de la superficie agrícola alterna cultivos leñosos de secano, como la vid y el olivo. Sin embargo, aparecen numerosas extensiones de mosaicos de cultivos y una creciente presencia de cultivos tropicales (aguacate y mango) (Yus-Ramos, 2020).

Un elemento destacable del paisaje SIPAM es el diseminado de las construcciones o elementos estructurales, por ejemplo, los paseros (figura 6), que demuestran el gran arraigo de un territorio y su población a una actividad económica concreta, conformando así un verdadero paisaje, que según el Convenio Europeo de Paisaje quedaría definido como “cualquier parte del territorio tal como lo percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos” (Consejo de Europa, 2000).

2.2. Análisis pluviométrico

Los datos pluviométricos fueron descargados para las nueve estaciones meteorológicas de la Red SAIH Hidrosur ubicadas en la comarca de la Axarquía (tabla 1). La serie de datos analizada va desde 1997 hasta 2021, con una escala de detalle diezminutal.

A partir de estos datos se ha calculado la información relativa a la precipitación anual, días de lluvia y agresividad de la lluvia (factor R, RUSLE).

Tabla 1. Estaciones meteorológicas seleccionadas para el análisis pluviométrico del área SIPAM (1997-2021).

Código SAIH

Coordenadas XY

Altitud

Nombre

20

372323 - 4069061

136

Limonero

25

384694 - 4073828

1025

Santon Pitar

36

400926 - 4085001

536

Alcaucín

37

396197 - 4080053

235

Viñuela

41

375462 - 4089046

839

Colmenar

42

388957 - 4090680

675

Alfarnatejo

43

392622 - 4078582

146

Benamargosa

44

416775 - 4067573

340

Torrox

45

400891 - 4068124

10

Torre del Mar

Fuente: Red SAIH Hidrosur.

2.3. Muestreo y análisis de suelo

Se recogieron 60 muestras de suelo superficial (0 cm – 10 cm), tanto alteradas como inalteradas (cilindro metálico de 100 cm3), repartidas por homogéneamente por la extensión del territorio SIPAM.

Seguidamente, las muestras fueron secadas al aire y tamizadas en el laboratorio, desechando aquella fracción superior a 2 mm. Las propiedades analizadas fueron (i) textura, determinada a partir de un equipo de difracción de partículas (Coulter LS230), siguiendo el protocolo de pretratamiento establecido por Marañés et al. (1994); (ii) carbono orgánico (SOC), siguiendo el método de calcinación a 550 °C (Guitián & Carballas, 1976); y (iii) permeabilidad, en el equipo Eijkelkamp (model 09.02) utilizando la ecuación de Darcy para la interpretación de los resultados (Reynolds et al., 2002).

2.4. Cálculo de la pérdida de suelo (RUSLE)

A partir de Renard et al. (1997), la Ecuación Universal Revisada de Pérdida de Suelo (RUSLE) es modelo científico ampliamente utilizado en la investigación ambiental actual para estimar las tasas anuales de pérdida de suelo (t ha-1 año-1) en un lugar determinado. Así, RUSLE queda definida por la siguiente ecuación:

A = R * K * LS * C * P

Donde, A es la pérdida de suelo por unidad de superficie, medida en toneladas métricas por unidad de superficie (t ha-1), R el factor de erosividad de la lluvia (Mj ha-1 mm-1 año-1), K el factor de erodibilidad del suelo (Mg J-1), LS el factor relativo a la longitud y pendiente de las laderas, C el factor de cubierta vegetal y, por último, el factor P relativo a las medidas de conservación y control de la erosión.

  1. Factor R

    La metodología aplicada para la determinación de este índice se ha llevado a cabo a partir de las siguientes ecuaciones, similares a las de Abu Hammad et al. (2004) y Diodato (2006):

    R = E * I30max

    Donde E es la energía total para una tormenta e I30max es la intensidad máxima recogida en 30 minutos.

    La energía total para una tormenta se calcula a partir de:

    E =

    m

    ek ∆Vk

    k=1

    Donde e es la unidad de energía, ΔV la cantidad de lluvia para el período k, k un índice para los períodos en los que el aguacero es considerado constante y m el número total de periodos.

    Se calcula la energía unitaria:

    e = 0,29[1-0,72 exp(-0,082i)]

    Donde la unidad de energía e tiene unidades de MJ/ha/mm e i es la intensidad de la lluvia (mm/h).

  2. Factor K

    El factor K explica la susceptibilidad que presenta un suelo a ser erosionado. Este depende de las características de este. De esta forma, la metodología para su obtención ha sido realizada a partir de los datos de las propiedades edáficas del área de estudio, medidas en el laboratorio y siguiendo la siguiente fórmula (Sharpley, 1978), basada en la ecuación original de Wischmeier et al. (1971):

    K = Fcsand * Fsi — cl* Forgc * Fhisand* 0.1317

    Donde,

  3. Donde, SAN, SIL y CLA son % de arena, limo y arcilla, respectivamente; C es el contenido de carbono orgánico; y SN1 es el contenido de arena restado de 1 y dividido por 100.

  4. Factor C

    El factor C aporta una información fundamental basada en la protección del suelo a partir de su cobertura vegetal. No obstante, los métodos para la estimación de este valor son diversa, existiendo procedimientos muy diversos. Para este caso, el factor C se calculó mediante la aplicación del Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada (NDVI; NDVI = [NIR⁻Red] / [NIR+Red]) llevado a cabo en el software ERDAS.

    Han sido muchos los estudios que, en esta línea, han considerado la buena correlación obtenida entre el factor C y el NDVI (Zihni, 2000; Durignon et al., 2014; Rawat y Singh, 2018; Pacheco et al., 2019; Khademalrasoul & Amerikhah, 2020). Los valores más cercanos a 1 en el NDVI (áreas con mayor cobertura vegetal) representan los valores más bajos o cercanos al 0 en el factor C. Bajo esta consideración, y partiendo del ráster resultante del NDVI, se aplicó la siguiente fórmula para su conversión al factor C (Van der Knijff et al., 2000).

    C = e(-α((NDVI)/(β-NDVI)

    Siendo α y β parámetros adimensionales que determinan la forma de la curva relacionada con el NDVI y el factor C. Se seleccionaron los valores α=2 y β=1 para estos parámetros, entendiendo que son los más aproximados a condiciones climáticas europeas (Van der Knijff et al., 2000).

    Para llevar a cabo este procedimiento se descargaron los datos abiertos de Open Access Hub (copernicus.eu). En este caso en concreto, se utilizó la imagen satélite corregida de Sentinel-2 (T30SVF; 20/09/2020), con una resolución de 10 m y `previamente corregida atmosféricamente.

  5. Factor LS

    El factor LS informa de las características fisiográficas del terreno. Se trata de un factor fundamental para la evaluación y el cálculo de las tasas de erosión (Ferreira & Panagopoulos, 2014), Este ha sido desarrollado a partir del MDE de 5 m de resolución. Así, para su cálculo se ha utilizado la metodología descrita por Moore y Burch (1986):

    LS = (Flow accumulation * cell size22,13)0,4 ∙ [(sin slope ⁄ 0,0896)〗^1,3

    Donde LS representa el producto de la longitud de la pendiente y la inclinación de esta; Flow accumulation, el área que contribuye a un determinado píxel; cell size, el tamaño del píxel del MDE (5m); Sin slope, el seno de la pendiente en grados.

  6. Factor P

    El factor P está vinculado con las prácticas de conservación del suelo como, por ejemplo, las terrazas (Wischmeier & Smith, 1978; Renard et al., 1997). Los valores de este se mueven entre 0 y 1, siendo el valor 0 el relativo a las mejores prácticas de apoyo a la conservación del suelo y, por el contrario, 1 el que expresa la inexistencia de estas (Morgan et al., 1998).

    Para la obtención de este factor, se cartografiaron las diferentes prácticas llevadas a cabo a través de la ortofotografía aérea digital de máxima actualidad (PNOA). Seguidamente, en dependencia del tipo de medida, del tipo de uso del suelo y de la pendiente de las laderas, se asignó un valor de P para cada píxel, considerando la clasificación propuesta por Wischmeier y Smith (1978).

2.4. Análisis estadístico y cartográfico

Se han llevado a cabo una serie de cálculos básicos para caracterizar todos los factores y variables, tanto de la dinámica pluviométrica como de la RUSLE: media, desviación estándar y coeficiente de variación. Este procedimiento se llevó a cabo usando el programa IBM-SPSS (versión 25) para Windows (IBM Corp. Released. 2017).

Utilizando el software ArcGIS 10.6, con licencia corporativa de la Universidad de Málaga, se ha elaborado toda la cartografía relacionada con la estimación de pérdida de suelo: factores R, K, C, LS, P; Tasa de pérdida de suelo (RUSLE).

2.5. Evaluación de las soluciones basadas en la naturaleza (NbS)

Para determinar el papel de las Soluciones basadas en la Naturaleza aplicadas en el SIPAM de la pasa de la Axarquía se ha elaborado una metodología que obedece a un patrón tanto agrario como ecosistémico, teniendo como eje el concepto de eficacia, que en nuestro caso tiene que venir de la mano de su tradicional uso en el marco de una actividad que lleva siglos dejando su impronta sobre el paisaje. En el ámbito geoambiental, las soluciones basadas en la naturaleza pueden considerarse como una medida estructural dedicada a tener un efecto sobre el componente de peligro del riesgo, es decir, sobre la frecuencia o intensidad de un fenómeno dado (Keesstra et al., 2018; Simelton et al., 2021). Según Evette et al. (2009), las plantas vivas se han utilizado durante mucho tiempo en todo el mundo en estructuras contra la erosión del suelo, ya que se han encontrado rastros que datan del siglo I a.C. En Europa occidental, la bioingeniería se practicó ampliamente durante los siglos XVIII y XIX. Por ejemplo, desde el siglo XIX en Francia, la restauración del suelo, los bosques de protección, la restauración y plantación de barrancos, así como las represas de control de torrentes, han tenido como objetivo reducir la producción de sedimentos y los riesgos para las personas y los bienes en los valles. Por lo tanto, muchas técnicas y combinaciones híbridas con soluciones de ingeniería civil no son nuevas. Sin embargo, caracterizar la eficacia de esas medidas sigue siendo difícil.

Las referencias consultadas y analizadas nos permiten tener el soporte suficiente como para abordar un método de aproximación a las NbS, considerando que se trata de un ámbito en el que las relaciones hombre-medio se han ido produciendo a lo largo de décadas, cuando no siglos. El método para abordar la aproximación a los NbS del SIPAM, tendrá dos fases:

2.5.1. Aproximación ecosistémica

Se trata de determinar cuáles son los procesos ecogeomorfologicos de una mayor incidencia en el territorio. Ya hemos planteado como los procesos del suelo y del paisaje juntos forman un conjunto de procesos en el paisaje; y si trabajamos aplicando NbS para la gestión de la tierra y el agua, obtendremos como resultado un sistema más resiliente. Realmente, las NbS pueden regular cuatro servicios ecosistémicos: provisión de agua, regulación de inundaciones, protección del suelo y regulación de la calidad del agua, que en esencia están vinculados con el sistema ecogeomorfológico, como el resultado de la interacción de los 5 sistemas geoambientales (figura 2): el atmosférico, el geomorfológico, el hidrológico, el biótico, y el antrópico. De su dinámica, de los factores que controlan los procesos dominantes, así como de su carácter multiescalar, todo ello en el marco del cambio global. En este escenario es en el que aparecen los riesgos geoambientales, y sus mecanismos de adaptación basados en las NbS.

Figura 2. Relaciones existentes entre los factores del sistema ecogeomorfológico y los NbS. Fuente: Elaboración propia.

Ya hemos señalado como en el ámbito mediterráneo, de cumplirse los escenarios planteados por el IPCC, una disminución de la precipitación anual y un aumento de los intervalos entre eventos de lluvia, incluso un incremento de la torrencialidad, especialmente cuando junto con el aumento de la temperatura, conducirá a una menor disponibilidad de agua para la germinación y el crecimiento de la vegetación y para la actividad microbiana (Thornes, 1985); el contenido de materia orgánica en el suelo disminuirá y será soluble aumento de la concentración de sal, principalmente debido a un aumento en el contenido de sodio (Imeson & Vis, 1982). Estos procesos pueden acelerarse si se producen unas condiciones apropiadas, como la existencia de fuertes pendientes, escasa cubierta vegetal protector, o unos suelos muy erosionables. Se trata de procesos de respuesta rápida que deben ser controlados mediante estrategias adaptativas.

En esta dinámica, a largo plazo, el contenido de arcilla en el suelo disminuirá, lo que afectará a los procesos de agregación: el tamaño y la estabilidad de los agregados disminuirán (Reid & Goss, 1981; Tisdall & Oades, 1982; Rengasamy & Olsson, 1991; Romero Diaz et al., 2017; Martinez Murillo et al., 2020), con lo que disminuirá la capacidad de retención de agua, con un suelo que tendrá menor permeabilidad, mayor probabilidad de formación de costras (Farres, 1978; Martínez et al., 2017), y por lo tanto a una disminución dramática en las tasas de infiltración (Dunne et al., 1991; Lavee et al., 1991; Sillero Medina et al., 2020a; Sillero Medina et al.,2021), incluso si la intensidad de las lluvias no aumenta, circunstancia que ya no se está cumpliendo.

Todo este proceso para ámbitos agrarios supone la reducción de aportes hídricos en la zona de raíces, y más agua moviéndose como flujo superficial y erosionando la capa superior del suelo más fértil (Bryan et al., 1984; Imeson, 1986; Thorne, 1990; Romero et al., 2017), lo que directamente incide en una disminución del banco de semillas y el contenido de nutrientes, comenzando o reiniciándose un segundo ciclo de disminución del contenido de materia orgánica del suelo, en un proceso de retroalimentación positiva conduce a degradación del suelo (figura 2).

Para la recopilación de toda la información de primera mano, se elaboró una ficha, que fue rellenada tanto por agentes y usuarios involucrados en el SIPAM.

2.5.2. Aproximación agraria

Se trata de determinar cómo las NbS son eficaces y reducen el impacto de los procesos ecogeomorfológicos. Por eso, nuestra propuesta también tendrá en cuenta la ubicación de la NbS y la función de la Solución basada en la Naturaleza (Simelton et al., 2021) en la tipología nombrada con anterioridad:

  1. Prácticas sostenibles, con un elemento productivo, que puedan sostener o aumentar la producción agrícola por medios distintos a los enfoques estándar; retener o aumentar los nutrientes disponibles en el suelo, el agua y las plantas; o mejorar los microclimas.
  2. Infraestructuras verdes, que deba tener una función de ingeniería civil, que puedan regular el flujo del agua; prevenir la erosión del suelo (cantidad de suelo); o estabilizar taludes.
  3. Mejoras del ecosistema, que debe tener una función bioquímica, biológica o microbiana beneficiosa, que puedan eliminar, degradar o contener contaminantes en agua, suelo o aire; restaurar o estimular la biota beneficiosa para la salud del suelo, la polinización o el control de plagas; o que pueda “secuestrar” el carbono.
  4. Conservación de los recursos, que deba tener un beneficio de preservación de especies, que puedan aumentar o proteger la diversidad biológica y el hábitat (escala de campo) o mejorar la conectividad y la salud de los ecosistemas (a gran escala).

Para llevar a cabo la confluencia de ambos métodos consideramos fundamental e imprescindible el mecanismo de la consulta a los usuarios del SIPAM. La escala de referencia e impacto, qué es, si una ladera, paisaje, campo… y quién se beneficia, el agricultor, una comunidad… El tiempo de beneficio, a corto, mediano o largo plazo, siendo esto, meses, años y décadas. El problema, identificación del problema por el cual hay que implementar una NbS. La explicación del problema, una breve explicación del problema a que nos enfrentamos, por ejemplo, problemas de erosión del suelo. La solución del problema, en el que se identificará la NbS que mejor se adapte. La explicación de la Solución basada en la Naturaleza, explicación de la NbS que se va a utilizar para solucionar dicho problema.

Y finalmente, la explicación del resultado de la aplicación de la NbS, las repercusiones directas e indirectas que se han producido debido a la implementación de la NbS, como puede ser el control de la erosión del lugar o mejora de la fertilidad del suelo. Así pues, tal y como mostramos en la figura 3, mostramos sintéticamente nuestra propuesta metodológica.

Figura 3. Propuesta metodológica para la evaluación de las NbS. Fuente: Elaboración propia.

En primer lugar, determinar los riesgos y peligros vinculados con el sistema ecogeomorfológico. Posteriormente, analizamos las técnicas mediante las cuales se ha ido generando un modo de vida a lo largo de siglos, que se ha traducido en una impronta paisajística. Para ello, el metido de aproximación será el trabajo de campo, la recopilación de bibliografía, y las encuestas a agricultores y personal involucrado en la actividad del SIPAM. El siguiente paso sería la determinación de la efectividad de dichas soluciones basadas en la naturaleza. Con ello, podríamos determinar la tipología de las Soluciones Basadas en la Naturaleza empleadas en el SIPAM. Por último, determinaríamos su nivel de resiliencia, que, en este caso, estaría ligada a su capacidad adaptativa.

3. RESULTADOS

3.1. Dinámica pluviométrica reciente

El análisis de las características generales de la dinámica pluviométrica del área SIPAM de la Axarquía refleja la existencia de una elevada irregularidad interanual. La figura 4 representa la evolución de las precipitaciones anuales y del número de días de lluvia para la serie 1997-2021. En esta se aprecia una tendencia decreciente para la precipitación total anual y el número de días de lluvia. La precipitación media anual (tabla 2) es de 393,98±125,6 mm (CV>31 %; Me=395,92 mm), con una distribución de los datos asimétricamente negativa (-0,12). El elevado valor de la desviación estándar identificada pone de manifiesto la irregularidad de la serie pluviométrica, que muestra la existencia de grandes contrastes entre años. Así, en el año 2010 se alcanzan valores de lluvia máximos, muy próximos a los 700 mm, mientras que, en el año 2005, se identifica el mínimo, con apenas 172,56mm de precipitación anual acumulada. En cuanto al número de días de lluvia, la figura 4 muestra una evolución similar a la destacada en la precipitación anual, mostrando una alta variabilidad entre los años de la serie. La media de días de lluvia es de 49,34±10,02 días (CV>20 %; Me=48,33 días), con años con valores cercanos a los 80 días (2010) y otros donde tan solo se recogen 28 días de precipitación (2017) (tabla 2).

Figura 4. Evolución de la precipitación anual y del número de días de lluvia (1997-2021). Fuente: Red SAIH Hidrosur. Elaboración propia.

Tabla 2. Resumen estadístico del análisis pluviométrico del área SIPAM (1997-2021).

Precipitación anual (mm)

Número de días de lluvia (días)

Erosividad de la lluvia (Factor R; MJ ha-1 mm-1 )

Promedio

393,98

49,34

929,59

Mediana

395,92

48,33

887,17

Desviación típica

125,60

10,02

476,30

Coeficiente de varianza

31,88

20,31

51,24

Coeficiente de asimetría

-0,12

-0,53

1,30

Fuente: Red SAIH Hidrosur. Elaboración propia.

La figura 5 muestra la evolución del factor R, considerado un indicador fundamental en la presencia de precipitaciones intensas y en la incidencia de estas en los procesos de erosión del suelo. En este sentido, la serie de datos registra un ligero aumento progresivo de los valores de erosividad de la lluvia anual. El valor medio es de 929,59±887,17 MJ ha-1 mm-1 (CV>51 %; Me=887,17 mm), con el valor medio máximo en 2012, con 2.483,85 MJ ha-1 mm-1 y, por el contrario, un mínimo en 2005, con 159 MJ ha-1 mm-1 (tabla 2).

Figura 5. Evolución anual de la erosividad de la lluvia (Factor R; RUSLE) (1997-2021). Fuente: Red SAIH Hidrosur. Elaboración propia.

3.2. Tasas de pérdida de suelo (RUSLE)

El resultado de la aplicación de cada uno de los factores RUSLE aparece recogido en la figura 6, mientras que, la combinación de estos y el resultado del modelo en toneladas por hectárea y año, en la figura 7.

Figura 6. Factores RUSLE en el área SIPAM. Fuente: IGN, IECA. Elaboración propia.

El factor R se corresponde con el valor medio de los últimos años (1997-2019) y presenta un valor máximo de 1.771,03 MJ ha-1 mm-1 año-1 registrado en el área más occidental, con una clara degradación longitudinal de Oeste a Este. Así, su valor mínimo, de 761,18 MJ ha-1 mm-1 año-1 se identifica en el sector oriental del territorio, quedando los valores intermedios entre este máximo y mínimo en el centro del área SIPAM. Por su parte, el factor C, basado en su relación con el NDVI, muestra como área más protegida la situada junto al río Benamargosa, en la mitad oeste. Aquí se extienden principalmente cultivos de regadío (frutales), con una importante cubierta arbórea que dota a este sector de una mayor protección del suelo. El factor topográfico (LS) alcanza un valor máximo de 65,4, localizándose estos valores más altos en las laderas localizadas en la mitad oriental del territorio. Por último, las medidas de apoyo a la erosión (factor P) se corresponden, por lo general, con áreas de cultivo en terrazas, apareciendo con mayor frecuencia entorno al río Benamargosa y el río Almáchar.

El resultado de la pérdida anual de suelo en el área SIPAM, derivado de la combinación de estos factores (figura 7), refleja la dinámica comentada en cada uno de ellos. Se observa una elevada pérdida de suelo en todo el territorio, sin embargo, las zonas más cercanas a los ríos Benamargosa y Almáchar registran valores más bajos, por debajo de 25 t h-1año-1. Así pues, es el sector occidental el que alcanza valores máximos, en las laderas próximas al núcleo de población de El Borge. Estos valores se muestran de forma más heterogénea que en el sector oriental, donde, a pesar de que el entorno de los ríos Seco y Torrox presentan tasas de pérdida de suelo más moderadas, el resto de los valores son superiores a 250 t h-1año-1, entendiéndose como un área de gran susceptibilidad y peligrosidad frente a procesos de erosión hídrica.

Figura 7. RUSLE anual en el área SIPAM. Valores medios de la serie 1997-2021. Fuente: IGN, IECA. Elaboración propia.

3.3. Las NbS y su capacidad adaptativa

En el contexto actual de cambio climático, la capacidad adaptativa a situaciones extremas del territorio SIPAM y, concretamente, del viñedo, depende de las limitaciones de infraestructura, disponibilidad de recursos y regulaciones agrarias que puedan existir. Sin embargo, el aprovechamiento agrícola de esta área lleva existiendo desde siglos atrás, con situaciones que han requerido de una importante resiliencia y que han convertido a estos territorios en “laboratorios” para mostrar dicha dinámica. Así, son especialmente destacables, por su mayor uso y reproducción a lo largo del territorio: los muretes, las agüaeras, desagüaeras o asagüaeras, las ahoyás, las lajas o canchales, el apuerqueo y los propios paseros. Se trata de prácticas que se han ido poniendo en práctica a lo largo de numerosas generaciones y que se han mantenido durante más de cinco siglos. A modo de detalle:

3.3.1. Los muretes

La vid es un cultivo que no admite competencia, dadas las condiciones edáficas de la zona, con suelos muy pobres. Además, cuando el riesgo de precipitaciones intensas es mayor es justo después de la cosecha, es decir, con suelo muy poco protegido. Para reducir la pendiente, y recoger los sedimentos generados por las intensas lluvias, se construyen desde tiempos inmemoriales los llamados “muretes” (figura 8). Se trata de pequeños diques transversales en la ladera, de unos 50 a 80 cm de altura y formados por piedras extraídas del yacimiento y dispuestas unas sobre otras.

Figura 8. Fotografías de muretes en el territorio SIPAM (junio, 2020). Fuente: Autores.

La disposición de los muros transversales a lo largo de las laderas de los viñedos tiene repercusiones directas en los aspectos hidrológicos, control de la erosión, conservación del suelo e indirectas en la productividad de los viñedos.

  1. Desde el punto de vista hidrológico, la escorrentía que baja por la ladera al encontrarse con los muretes es filtrada, de tal forma que los sólidos en suspensión se depositan en la zona de recepción del murete, mientras que el exceso de agua se infiltra y continúa más lentamente cuesta abajo. Por lo tanto, es un regulador hidrológico.
  2. A medida que los muretes se van rellenando con los aportes de escorrentía, se genera una reducción de la pendiente de la ladera. De tal forma que el suelo no se pierde ni se exporta hacia el cauce principal, sino que se redistribuye en el propio talud.
  3. Las zonas de acumulación previas a los diques en el sentido de la pendiente se acumulen materiales finos de gran calidad, lo que los convierte en islas de fertilidad, lo que indirectamente beneficia a la calidad del suelo y la productividad de los viñedos que allí se pudieran plantar.
3.3.2. Las agüaeras, desagüaeras o asagüaeras

La elevada pendiente de las laderas unido a la longitud de estas, junto a las características del cultivo, ya mencionadas, supone que ante determinados aguaceros se inicien rápidamente los procesos de erosión laminar, con tendencia hacia la concentración conforme la lámina de agua desciende por la ladera. Ante esto, se lleva a cabo la realización de una serie de acanaladuras de forma antrópica en mitad de la ladera, que tienen por objetivo canalizar estas escorrentías, y evitar arroyadas descontroladas. Así, se conforma una especie de red de drenaje artificial, pero de extraordinaria funcionalidad (figura 9).

Figura 9. Fotografías de agüaeras en laderas de viñedo en el territorio SIPAM (enero, 2022). Fuente: Autores.

Esta red de drenaje antrópica protege el suelo de la escorrentía laminar y lineal, canaliza la arroyada concentrada, y evita el arrastre masivo de materiales, con lo que es uno de los principales referentes del paisaje de SIPAM. No debemos olvidar que la existencia de pendientes muy elongadas, algunas de más de 300 m, en muchos casos con un gradiente por encima del 60% de desnivel, en unas litologías como son los esquistos y filitas, pueden suponer unas tasas muy altas de desmantelamiento de suelos.

3.3.3. Las lajas o canchales

Otra NbS basada en la protección y conservación de suelos consiste en dejar sobre el suelo las lascas de pizarra o esquistos, que constituyen la litología original de la Axarquía (figura 10). Estás protegen el suelo de la precipitación agresiva, evitan por tanto la erosión por salpicadura como consecuencia del denominado efecto splash, y por consiguiente, retrasan la movilización de partículas de suelo ladera abajo, con lo que retrasan los procesos de erosión.

Figura 10. Fotografías de los canchales en el territorio SIPAM (junio, 2020). Fuente: Autores.

Es frecuente ver laderas de viñedo con una pedregosidad superficial muy por encima del 80-90%, en las que prácticamente no se visualiza el suelo desnudo entre cepas. Se trata de material autóctono, generalmente, trozos de pizarra y esquistos, que han permanecido en la ladera una vez que la arroyada difusa ha movilizado los coloides de arcilla. Sin embargo, los agricultores no limpian las laderas de dichos guijarros, provocando lo que se denomina el efecto tejado, de una gran importancia no solo en los procesos de escorrentía y transporte de materiales, sino también en los de conservación de suelos. Durante la precipitación, las gotas de lluvia impactan sobre las mencionadas lascas, y no sobre el suelo, a partir de ahí, el agua se infiltra entre las mismas y accede al suelo de una forma mucho más limpia y menos agresiva, con lo que se infiltra en el mismo al incrementar su tiempo de permanencia. Una vez que ha dejado de llover, las lascas de pizarra también protegen el suelo de cara a la evaporación de la humedad de este, al no recibir directamente la incidencia del sol, con lo que actúan positivamente al mantener los suelos con humedad.

3.3.4. Las ahoyás

Constituyen otra NbS de naturaleza transversal, porque afecta tanto a la hidrodinámica de laderas, como a la capacidad de retención hídrica de los suelos. Se trata de pequeñas excavaciones que se realizan en el sentido de la pendiente con el fin de crear una pequeña hondonada o poza en el entorno de cada cepa (figura 11). El objetivo es que el agua de escorrentía superficial sea retenida por dichas pozas, permanezca más tiempo en la misma y por tanto incremente la capacidad de infiltración y humectación de la zona radicular. Realmente, es a pequeña escala un procedimiento similar al que utilizan en otros viñedos en lugares en los que la disponibilidad de agua es escasa, como puede ser Lanzarote.

Figura 11. Fotografía de ahoyás en el territorio SIPAM (enero, 2022). Fuente: Autores.

Junto con los balates y las asagüaeras, se trata de técnicas que pretenden la adecuación y adaptación a unas condiciones hidrológicas especiales resultantes de unos aspectos geofísicos no favorables. En este caso, mediante la creación de pequeñas pozas a lo largo de la ladera se consigue retener agua de precipitación, en un contexto en el que esta es un recurso muy escaso.

3.3.5. El apuerqueo

Se trata de un procedimiento combinado puesto que a las ventajas hídricas que supone el ahoyado, mejora la calidad del suelo mediante adición de estiércol. En esencia se trata de echar un poco de estiércol en el hoyo que previamente se ha realizado y mezclarlo con la propia tierra resultante de la removilización efectuada en el ahoyado. Un procedimiento para acelerar mediante enmienda del suelo el proceso de humificación de este, ya que el estiércol interacciona con la tierra, y acelera el ciclo orgánico.

En realidad, el estercolado es una técnica tradicional muy utilizada en aquellos ámbitos con suelos pobres en materia orgánica. En este caso, el uso combinado con la ahoyá reside en el hecho relativo a las propias características fisiográficas de la Axarquía con fuertes pendientes, largas laderas, litología muy erodible, lo que facilita los procesos de generación de erosión superficial y escorrentía, que solo pueden ser minimizados mediante la utilización de estas técnicas (figura 12).

Figura 12. Fotografías de la técnica del apuerqueo en laderas de viñedo en el territorio SIPAM (febrero, 2022). Fuente: Autores.

3.3.6. Los paseros

Dentro de las NbS los paseros constituyen la más referente por la propia naturaleza del SIPAM, basada con la actividad del asoleo de la uva para su pasificación natural. Se trata de una estructura rectangular de unos dos metros de ancho por 10-12 de largo, que se dispone en la ladera orientadas al mediodía (cénit) para que puedan recibir el máximo número de horas de sol, y por tanto sea mayor el correspondiente coeficiente heliotérmico (figura 13).

Figura 13. Fotografías de paseros en el territorio SIPAM (julio, 2020). Fuente: Autores.

Los paseros constan de una estructura medianera sobre la que se dispone un toldo que se aplica por las tardes y noches para evitar que la lluvia o el rocío afecten negativamente las labores de pasificación. Además, su localización en las laderas se encuentra totalmente relacionada con la exposición a los vientos, intentando verse afectados el menor tiempo posible a los mismos. Es por ello por lo que, en determinadas ocasiones, estos paseros se rodeaban de chumberas para aislar el producto de estos vientos y, obteniendo así una producción añadida en un contexto de economía circular.

Estos paseros introducen a su vez la presencia de canalizaciones por las que se espera que transcurra el flujo hídrico en eventos de lluvia, haciendo una función similar a la comentada en las agüaeras.

4. DISCUSIÓN

4.1. Dinámica erosiva en un contexto de cambio climático

Los resultados derivados del análisis climático en el área SIPAM siguen las tendencias identificadas y publicadas en el Sexto Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, 2021). Estas hablan de un aumento del número de eventos meteorológicos extremos, incluyendo las temperaturas anómalas máximas y mínimas, las noches tropicales y ecuatoriales, las rachas secas, la subida del nivel del mar, el aumento de las precipitaciones torrenciales, etc.

Bajo este paradigma, pese a identificar unos resultados claramente condicionados por la irregularidad mediterránea en términos pluviométricos (Romero-Díaz et al., 1986; Martín-Vide, 2004), es posible hablar de una reducción en el número de días de lluvia y de un ligero incremento de la intensidad de esta (figura 4 y 5), con valores de erosividad muy elevados (x= 929,59±887,17 MJ ha-1 mm-1). Así, esta erosividad identificada refleja cómo, aun cuando es posible encontrar numerosos años con valores bajos de precipitaciones anuales y de días de lluvia, la realidad mediterránea es otra. Existen determinados eventos de muy corta duración y muy alta intensidad que pueden representar gran parte de la energía de un amplio intervalo temporal (Colotti, 1998). En esta línea, los resultados en cuestión se adaptan a los publicados previamente por Sillero-Medina et al. (2019, 2020a) para diferentes puntos de la región mediterránea utilizando datos diezminutales, y por los recogidos por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía en el proyecto Hydre (1984–1990) para la Comunidad Autónoma de Andalucía.

El reflejo de esta dinámica extrema en términos pluviométricos en las tasas de pérdidas de suelo es claro. Esta área SIPAM, donde el viñedo ocupa gran parte del territorio, alcanza pérdidas de suelo muy poco tolerables (Kou et al., 2016, Prosdocimi et al., 2016), con unas situaciones críticas en este tipo de uso que se reproducen en viñedos de la mayor parte de los países mediterráneos. Esto es debido principalmente a que los procesos de erosión son muy intensos en los sistemas ecogeomorfológicos en donde la cubierta vegetal es retirada (Cerdà et al., 2010) y, en este caso de la vid, se retira la vegetación adventicia que deja el suelo desnudo y totalmente desprotegido, lo que favorece altas tasas de erosión (Arnáez et al., 2007). Es por ello por lo que, si se lleva a cabo una comparación entre la distribución del viñedo y las tasas de erosión del suelo, existe una clara correlación entre ambas variables, siendo estas zonas de vid las que pierden más toneladas de suelo por hectárea y año. En este sentido, partiendo de la sobreestimación de las pérdidas de suelo que supone la aplicación de la USLE/RUSLE (Avellanas et al., 1999), estudios llevados a cabo por la propia administración autonómica para una escala regional muestran valores finales muy similares a los obtenidos en esta investigación y representados en la figura 7. Panagos et al. (2015) destaca como España y, en concreto, el área mediterránea andaluza, se encuadra como una de las zonas de mayor pérdida de suelo de Europa.

4.2. Capacidad adaptativa a través de las NbS

La Comisión Europea publicó a mediados del 2007 el Libro Verde de la Adaptación al cambio climático en Europa: Opciones de actuación para la UE (COM, 2017), donde expone las líneas de acción relativas a la adaptación para los próximos años. Teniendo en cuenta los avances tecnológicos y el nivel de desarrollo en Europa, la mayor parte de los agricultores europeos se podrán adaptar al cambio climático, sin embargo, no todas las regiones tienen el mismo potencial de adaptación, lo que eleva el papel de las NbS (Keestra et al., 2018; Simelton et al., 2021). Es aquí donde reside la verdadera importancia de diseñar estrategias efectivas de adaptación al cambio climático con el objetivo de ayudar a los agricultores a reducir sus efectos en el territorio y en la producción de alimentos. Dado que todos los escenarios de cambio climático en el mediterráneo implican la necesidad de aumentar considerablemente los aportes de agua para las superficies agrícolas, lo que puede encarecer costes, y conflictos económicos y sociales, es importante resaltar la vulnerabilidad y las limitaciones técnicas y sociales para la adaptación de la región mediterránea a la sequía y escasez de agua. En este sentido, la viticultura de la Axarquía ha mostrado a lo largo de siglos una gran capacidad adaptativa (Ruiz, 1983). Los indicadores de cambio climático nos indican una especial incidencia de los riesgos del agua, por lo que las medidas que ayuden a reducir la vulnerabilidad a los riesgos climáticos y aprovechar las oportunidades deben incluir a los distintos niveles del sistema productivo: agricultores, mercados, y sector público. Así pues, sería fundamental evaluar de qué manera participan combinadamente los sectores público y privado en la externalización de los riesgos, especialmente ante situaciones de catástrofe, aún lo es más, considerar el acervo cultural, la herencia recibida y trasladada de generación en generación por parte de los agricultores, mediante toda una serie de propuestas y NbS, de carácter adaptativo, de cara a reducir las implicaciones de la problemática geoambiental en el contexto de cambio climático. Es por ello por lo que, considerando estos riesgos consecuentes del impacto del cambio climático, es trascendental hacer hincapié en el papel que juegan los procesos de escorrentía, erosión y degradación de suelos. Se trata de aspectos inherentes a la dinámica pluviométrica en ecosistemas mediterráneos que, unido a la existencia de unas fuertes pendientes, escasos y pobres suelos, un cultivo como el viñedo, que no acepta competencia, nos traslada a unas zonas extremadamente vulnerables.

En estas áreas y desde la ocupación morisca, allá por los inicios del S XVI, se ha ido generando un modo de vida basado en la viticultura (Ruiz, 1983), especialmente para pasificación, con diferentes etapas, que ha conformado un paisaje característico de viñas y paseros. Este modo de vida ha sabido superar estos mecanismos de peligrosidad a los riesgos del agua, por exceso y defecto, y a su propia estrategia comercial, mediante la pasificación, con medidas adaptativas y resilientes en el marco de lo que hoy se denominarían como NbS que, por otra parte, van asociadas.

5. CONCLUSIONES

Las modificaciones climáticas como consecuencia del cambio global están siendo claramente reflejadas en la dinámica pluviométrica mediterránea. Así, se ha reconocido una ligera tendencia hacia la concentración y hacia el incremento de la erosividad de la lluvia en las últimas décadas. En consonancia con esta mayor agresividad pluviométrica, las condiciones paisajísticas mediterráneas y, más concretamente, del área SIPAM de la Axarquía, muestran una clara susceptibilidad a la erosión y degradación del suelo. Los diferentes factores evaluados (cubierta vegetal fisiografía, prácticas agrícolas y erodibilidad del suelo) reflejan unas condiciones muy favorables para la aparición de estos tipos de riesgos durante un evento de precipitación de elevada intensidad. De este modo, las tasas de erosión resultantes del modelo RUSLE son muy elevadas en la mayor parte del territorio, especialmente en las zonas más desprovistas de vegetación, como es el caso de los viñedos.

La sucesión de procesos erosivos se ha traducido en una práctica agrícola del área SIPAM muy compleja, donde históricamente se han introducido multitud de estrategias de adaptación y mejora de la producción y que, actualmente, son claros ejemplos de NbS. Estas prácticas presentan una función múltiple, siendo herramientas inclusivas con la gestión del territorio, con diversos beneficios socio-ecológicos y que suponen una clara estrategia de reducción de riesgos y de adaptación al cambio climático. En este sentido, es destacable el peso de soluciones locales que utilizan elementos de prácticas tradicionales basadas en la naturaleza frente a estos riesgos, ya que pueden ser más apropiadas, aceptadas y exitosas que los enfoques que se basan únicamente en traer “nuevas” intervenciones desde el exterior. Entre los NbS se ha destacado el papel de los muretes, las agüaeras, desagüaeras o asagüaeras, las ahoyás, las lajas o canchales, el apuerqueo y los propios paseros, determinándose en muchos casos como elementos estructurales y distintivos del territorio SIPAM de la Axarquía y con una evidente multifuncionalidad.

En definitiva, el SIPAM de la Axarquía ha permitido un aprendizaje basado en la evidencia para apoyar la adopción de enfoques de NbS en circunstancias similares. Así pues, ha proporcionado igualmente información sobre los tipos de desafíos encontrados al implementar estas estrategias sobre el territorio. Es por ello por lo que, en estas áreas donde la tradición cultural, económica, paisajística y agrícola juega un papel trascendental, es necesario fomentar enfoques integrados e intersectoriales para que el papel de las NbS sea exitoso, debiendo poner atención en estrategias de comunicación y cooperación entre los diferentes actores territoriales.

Agradecimientos y financiación

Este estudio forma parte del trabajo realizado en varios proyectos y convenios de investigación. Por un lado, “Methodological strategy to measure the resilience of GIAHS to climate change” y “Identifying and applying Nature-based Solutions in GIAHs sites to face societal challenges”, ambos financiados por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Por otro lado, se integra dentro de los resultados del proyecto “Efecto de los cambios de uso del suelo en la dinámica eco-geomorfológica en ambientes mediterráneos, a diferentes escalas, en el contexto del Cambio Global (ECUDES)” (PID2019-104046RB-100) financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. Asimismo, parte de esta investigación ha sido posible gracias a la financiación obtenida de la Universidad de Málaga, a través del I Plan Propio de Investigación, Transferencia y Divulgación Científica.

Declaración responsable y conflicto de intereses

Los autores declaran que no existe ningún conflicto de interés con relación a la publicación de este artículo. Los dos autores han trabajado de forma conjunta en la totalidad de tareas de esta investigación.

REFERENCIAS

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