http://dx.doi.org/10.12795/PH.2019.v33.i02.07
Bajo el título La impronta autoficcional: (Re)fracciones del yo en la narrativa argentina contemporánea (Iberoamericana-Vervuert, 2018) el investigador español José Manuel González Álvarez reúne nueve ensayos a cargo de algunos importantes argentinistas que en Europa han venido desarrollando una labor investigadora de relieve en el campo de los estudios sobre narrativa contemporánea los últimos años. Varios académicos participantes en el libro constituyen referentes para el estudio de las llamadas narrativas autoficcionales, textualidades signadas por la invención literaria de una existencia o, dicho de otro modo, por la ficcionalización del yo en múltiples niveles en el ejercicio de escritura. Esta ficcionalización del autor marca una de las vetas más ricas de la producción literaria de los siglos XX y XXI en lengua española. El volumen, que edita Iberoamericana-Vervuert, costeado con fondos de la Alexander von Humboldt Stiftung, recoge los estudios presentados en el congreso sobre autoficción celebrado en Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg (Alemania), entre el 18 y el 20 de enero de 2017.
La naturaleza de las aportaciones es variada. Particularmente valioso resulta el estudio narratológico de Sabine Schlickers, que podría servir como prólogo del libro, en la medida en que recoge una aproximación general a la “auto(r)ficción”. Este último término (que abarca tanto la noción de autoficción, concepto para la autora más limitado, como las diversas fórmulas de autorficción o posibilidades de inscripción ficcional de la figura de autor) es el nombre preferido por Schlickers para titular su ensayo, en tanto que le permite aglutinar con mayor precisión las diferentes posibilidades de la fórmula architextual que se viene analizando en el volumen. Schlickers, partiendo del conocido estudio de Vincent Colonna, apunta otras seis posibilidades que resultan legibles en la narrativa argentina de los siglos XX y XXI. La autora del capítulo señala, en primer lugar, como autoficción “fantástica-paradójica” aquella que vincula “lo fantástico-inverosímil” de Colonna con recursos genuinamente paradójicos. Somete la validez de dicha categoría al estudio de “El otro”, el conocido relato de El libro de arena (1975), de Borges. Por otra parte, a la inscripción metaléptica del autor la denomina Schlickers “reescritura autorficcional”, un concepto que ejemplifica con el relato “Historia para un tal Guaido”, de Abelardo Castillo. Reserva el término de “auto(r)ficción” para la inscripción autorial en la ficción, en el caso que analiza Schlickers (El secreto y las voces (2002), la novela de Carlos Gamerro), suponiendo una combinación de recurso engañoso, mise en abyme aporética y cierta dosis de autotextualidad. Schlickers apunta, a propósito de La otra playa, de Gustavo Nielsen, el concepto de “auto(r)ficción heterodiegética”, donde la inscripción autorial se da a través de un personaje secundario. En cuarto lugar, el concepto de “autorficción redoblada” sirve a la autora para examinar el juego autoficcional que supone No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (2016), de Patricio Pron. Para Schlickers, la autorficción redoblada apunta al juego de inscripción autorial que no identifica autor y narrador, esto es, a una suerte de autorficción en segundo grado. En su análisis de la novela de Pron apunta cómo este tipo de autoficción propone un narrador “homodiegético o heterodiegético” que, en palabras de Schlickers, “presenta biografías y entrevistas con uno o varios escritores que, al tomar la palabra, se auto(r)ficcionalizan”. Por último, particularmente interesante es el concepto de “autoficción fingida”, que Schlickers señala a propósito de Una muchacha muy bella (2013), de Julián López, un texto que podríamos describir como una novela sobre el deseo de darle alcance a la condición de hijo de desaparecidos a través de la ficción, en este caso, por parte de un narrador autoficcional, y que podría llevar el subtítulo de “sobre el deseo de ser hijo de desaparecidos” (Gamerro, citado en el trabajo de la autora). Fingida o no, la autoficción que supone la obra de López conecta con la problemática de la posmemoria, que en este volumen también se examina en varios de los trabajos incluidos.
La narrativa de los hijos o nietos de desaparecidos, un corpus textual que podemos señalar como global y que en los últimos años ha ido creciendo exponencialmente, es el tema de interés de los artículos de Ana Casas, Ilse Logie y Anna Forné. Casas, una de las más reconocidas especialistas incluidas en el volumen, ha desarrollado una amplia investigación en el ámbito de la autoficción, particularmente en el campo de la literatura española. El trabajo de Casas, “Memorias del desastre: la autoficción en la literatura de los hijos (y los nietos)”, aporta un estudio panorámico que pone en relación los relatos de filiación argentinos con otros chilenos y españoles, estos últimos a cargo de nietos de la guerra civil. La autora del ensayo examina una serie de constantes en este tipo de relatos: preeminencia de los afectos en la construcción de la memoria, el protagonismo de los lazos familiares, el empleo de procedimientos autoficcionales, la reiteración de los tópicos de la resistencia a la rememoración o de la somatización del trauma heredado, la construcción de una identidad vacilante, contradictoria, respecto a la relación que se establece con el pasado, entre otros. Casas recupera la idea del sociólogo Gabriel Gatti en Identidades desaparecidas, a propósito de las “narrativas de ausencia de sentido” – ficcionales o no – que, como apunta la autora del capítulo, no pretenden “llenar un vacío reparando, exorcizando y (…) anulando lo acaecido (…), sino que reclaman el vacío como el lugar desde el que se constituye el sujeto”. En esa misma línea se manifiesta Ilse Logie en “Relatos autoficcionales de filiación que operan un descentramiento lingüístico: Lenta biografía de Segio Chejfec, El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia de Patricio Pron y Más al sur de Paloma Vida”, centrado en tres novelas de los noventa y del siglo XXI que ponen en juego autoficción, lengua extranjera desde la que se accede al territorio de la memoria, extraterritorialidad del contexto de escritura y nostalgia reflexiva. El ensayo de Anna Forné, “Giros del yo. Los objetos de la infancia en Aparecida de Marta Dillon y Pequeños combatientes de Raquel Robles”, se ocupa del papel de la cultura material como catalizador de la memoria y de la noción de filiación en estas novelas. Estos tres ensayos constituyen una buena prueba de la específica conexión entre posmemoria y autoficción en América Latina, un fenómeno que proyecta quizás las significaciones políticas más potentes en el campo de la autoficción.
El resto de contribuciones consiste en estudios centrados en autores y obras que podrían integrar una suerte de canon de narrativas autoficcionales en el Río de la Plata. González Álvarez, editor del conjunto, parece organizarlos con cierto criterio cronológico, si bien intercala capítulos de este corte con otros más panorámicos y teóricos, como los que antes mencionábamos. El editor sitúa en primer lugar dos colaboraciones, a cargo de José Manuel González Álvarez (“Una autobiografía escrita por otro: desidentificación y paradojas del yo en Macedonio Fernández”) y Julien Roger (““La certidumbre de ignorar si he detallado”, Norah Lange y la autoficción”), centradas en un autor y una autora de vanguardia, Macedonio Fernández y Norah Lange. Ambos son examinados y valorados como anticipaciones del concepto de la autoficción, originado como es sabido mucho tiempo después, en los años setenta, y manejado con cierta normalidad por la crítica desde los noventa. Roger habla a propósito de Lange de una progresiva desreferencialización que se produce en el juego entre lo confesional, lo intertextual y el fragmento, que lo lleva a pensar en la autora de Cuadernos de infancia (1957), Antes que mueran (1944) y 45 días y 30 marineros (1933) como protoautoficcional. La última de las obras de la autora que acabo de mencionar, de hecho, fue evaluada por Borges como “una invención a partir de recuerdos”, es decir, como apostilla Roger, a fin de cuentas, como una autoficción. Afiliándose a los estudios de Premat, Manzoni o Bueno, a propósito de la obra de Macedonio Fernández, González Álvarez centra su atención en la propuesta rupturista desestructuradora del yo del autor porteño, señalándolo como protoautoficcional por dos motivos: “la frecuencia con que se prodiga en construir una figura de autor” y “las reflexiones teóricas – copiosas y asistemáticas-, que efectúa en torno a la (auto)biografía, la otredad y la (im)posibilidad del yo encarnado en la ficción”. Así, González hace un recorrido pormenorizado de estas estrategias desestructuradoras y desdiferenciadoras en la obra de Macedonio.
Pablo Decock, uno de los más destacados especialistas en la obra de César Aira en Europa, dedica su trabajo a la experimentación con la autoficción que desarrolla el autor pringlense. Decock define esta experimentación como la combinación de máscaras autoficcionales y metaliteratura, en los siguientes términos: “la exposición (…) de una figura desacralizada del autor (…) o desautomatización irónica del yo autor-narrador-protagonista” (43) y la puesta en escena de “mecanismos” de una “escritura que a veces tiende trampas al lector y boicotea sus expectativas” (43). El autor del capítulo analiza varias novelas que permiten ilustrar este juego autoficcional airiano, comenzando por Las curas milagrosas del doctor Aira (1998), que, pese a quebrar la identificación autor-narrador-personaje, como el propio Decock advierte, permite ser leída en clave autoficcional merced a un conjunto de analogías (la presencia de un personaje protagonista conocido como doctor Aira, la referencia a un “sistema estético-biográfico- personal”, el juego con las ideas de Aira a propósito del arte y la literatura, la exhibición de una genealogía cultural que se identifica con la que Aira suele hacer en presentaciones y ensayos, las ideas de producción serial o enciclopédica y de artesanía en la fabulación del proyecto del protagonista, etc.). Elige Decock autoficciones “atípicas” (51), pues tanto Las curas… como El error (2010) están escritas en su mayor parte en tercera persona. En su análisis de El error, como en su ulterior comentario a propósito de Una novela china (1984), el autor señala cómo la obra airiana se propone como la ilustración o ejemplificación de procedimientos narrativos. Para Decock, las novelas impiden o vuelven radicalmente cuestionable cualquier lectura en clave hermenéutica-contextual, cobrando importancia el señalamiento de los mecanismos de ficción y la descripción de una asistemática teoría poética. La promoción de sus ideas artísticas, atribuidas de modo ora corrupto ora alegórico a diferentes narradores y personajes, resulta obvia en estas novelas, y esto puede pensarse como una primera función del empleo de mecanismos de desidentificación propios del espectro autoficcional legibles en ellas. Si bien Aira ha escrito otros muchos textos más claramente autoficcionales, como los que recientemente clasifica Pedro Pujante, siguiendo a Colonna, como “autoficción fantástica” (Pujante 2018), y particularmente los analizados por Decock aquí podrían catalogarse con menos problemas como “metaficciones”, concuerdo con Decock en su idea de que incluso en estos últimos puede leerse esa impronta autoficcional que se viene explorando en el libro.
“La autoexposición en la obra de Abelardo Castillo”, de Daniel Mesa, recupera la obra de Castillo, que ha tenido una repercusión mucho menor de la que merece fuera de las fronteras de su país. Mesa parte de la autopercepción del propio autor argentino, quien llega a emplear esta metáfora visual para referir la inadecuación entre vida y biografía. Mesa recoge en este sentido la siguiente cita de Castillo: “no coincido con mi propia realidad. Como una fotografía movida”. Al hilo de esta metáfora, el capítulo de Mesa recorre con detalle la articulación de estrategias de exposición pública que Castillo lleva a cabo desde los años sesenta, para después centrarse en la figura de su avatar ficcional más específicamente vinculado con lo autoficcional, Esteban Espósito. Como apunta Mesa, el Aberlardo Castillo real confiere rasgos de su biografía a diversos avatares ficcionales, particularmente a “Esteban Espósito”, a quien, por ejemplo, en Crónica de un iniciado (1991), hace – casi literalmente– su gemelo. Mesa prueba cómo esta obra parece “signada por esa vacilación entre la identidad y la diferencia”, donde Espósito se revela como otro yo que parece “destinado a la experimentación con esos fragilísimos componentes” (94).
Este volumen sobre autoficción argentina se cierra, paradójicamente, con la atención a un autor fundamental en la narrativa rioplatense, aunque, bien es verdad, uruguayo. El título del volumen de González Álvarez, en ese sentido, resulta inadecuado, si el lector entiende que únicamente va a encontrar estudios sobre autoficción argentina. Si el marco es la literatura rioplatense, tal vez sería deseable una atención mayor al corpus oriental, pues, como hemos visto, el resto de contribuciones versa sobre narradores del país vecino. En “Apuntes autoficcionales: Mario Levrero se divierte mientras el yo es dibujado y el autor agoniza”, Julio Prieto se aleja de las aproximaciones a la autoficción como género literario para situarse en una concepción de autoficción como “irrupción”. Más allá de la construcción de un pacto de verosímil ambiguo, en los textos diarísticos de Levrero (básicamente, Diario de un canalla (2003), El discurso vacío (1996), Burdeos 1972 (2003), La novela luminosa (2004)), cabe entender de un modo más próximo a lo antropológico la idea de autoficción, en la medida en que este concepto retórico permite iluminar la condición artificial o construida de toda “instancia egoica”, como señala Prieto en su trabajo “Apuntes autoficcionales: Mario Levrero se divierte mientras el yo es dibujado y el autor agoniza“, así como su representación literaria. De este modo, Prieto lee la existencia de un “factor Levrero” –idea que toma de Fogwill –, como puede afirmarse que existe un factor Borges o un factor Kafka, una conciencia narrativa que “otorga cohesión autorial a un determinado corpus textual” (150), lo cual conferiría rasgos novelescos a sus diarios así como aspectos “realistas” a sus textos más fantásticos. Prieto, siguiendo a Paul de Man, lee esta irrupción del factor Levrero a cada página en su obra como una suerte de desviada prosopopeya, que hace que, particularmente, la operatoria por la que se obra esta irrupción de su figura autorial logre que categorías como las de fantástico, autobiografía o realismo se vuelvan inestables en la literatura levreriana. Una literatura que, como señala Prieto, transcribe a modo de “confesión a contraluz”, ante todo, un “tenue pero innegable deseo de vivir” (172).
La impronta autoficcional: (Re)fracciones del yo en la narrativa argentina contemporánea, a cargo de José Manuel González Álvarez, supone una contribución sumamente valiosa al campo de los estudios sobre autoficción latinoamericana. Los ensayos que se incluyen en el libro constituyen ricos aportes para la articulación de un canon de las escrituras del yo de los siglos XX y XXI, corren a cargo de una nómina de especialistas reconocidos en la temática, examinan la genealogía del concepto en la narrativa de vanguardia, atienden a algunas poéticas fundamentales del presente y señalan la productividad del concepto para ayudar a pensar los modos de construcción de la memoria en la literatura más reciente. González Álvarez nos ofrece, así, una muestra de la vitalidad de la autoficción como instrumento para leer la literatura de las dos orillas del Río de la Plata en las últimas décadas.
González Álvarez, J.M. (Ed.) (2018a). La impronta autoficcional: (Re)fracciones del yo en la narrativa argentina contemporánea. Madrid, España: Iberoamericana. Impreso.
Pujante, P. (2018). La autoficción fantástica. El yo imaginario e irreal en César Aira y Mario Bellatin. Tesis doctoral. Andrés Suárez, J.A. y Pozuelo Yvancos, J.M. (Dirs.). Universidad de Murcia.