http://dx.doi.org/10.12795/PH.2019.v33.i02.08
Lejos quedan ya los estudios que, siguiendo el modelo de “vida y obra de”, se multiplicaron en las tesis de los años setenta y primeros ochenta en las Universidades españolas. El positivismo de viejo cuño acabó siendo desplazado por la ola estructuralista que nos llegaba con cierto retraso y con unos efectos que, sumándose a la ley del péndulo, borraron la atención al autor y su historicidad, en la senda del decreto de muerte firmado por Barthes (1968) y sancionado por Foucault (1969). Su inevitable resurrección1 vino acompañada por un aparato teórico más sólido y desarrollado que permitió recuperar el positivismo previo con una renovación profunda, marcada esencialmente por dos componentes mayores: de un lado, la superación del estricto individualismo, con la inserción del autor en un marco social codificado a partir de la noción de “campo literario” debida a Bourdieu y su escuela; del otro, la atención a las estrategias específicamente autoriales en la actitud del escritor, en su proyección en los textos y, particularmente, en sus prácticas dirigidas a la inserción de su obra y su consiguiente reconocimiento, como las formas de autorrepresentación o el diseño y realización de una “carrera literaria”2.
En este marco se inscribe la biografía de Lope de Vega por Antonio Sánchez Jiménez, como una de sus realizaciones más cumplidas. No faltan precedentes para otros autores, como la obra de Jorge García López3, pero, sobre todo, hay una base muy sólida en los trabajos de Sánchez Jiménez dedicados al Fénix en la última década, entre los que destacan su acertada disposición editorial de los romances de Lope (Cátedra, 2015-2018), su iluminación de la estrategia virgiliana en la edición del Isidro (Cátedra, 2010) y, en la raíz de todo, su fundamental y germinal estudio Lope pintado por sí mismo (Tamesis, 2006). Sin embargo, estos mimbres no bastaban para componer una obra monumental como esta. Era precisa una labor de decantación y maduración, tanto en el tratamiento crítico de los materiales como en la elección de la más adecuada retórica expositiva. La magnitud de la obra de Lope así lo demandaba, y Sánchez Jiménez lo ha cumplido sobradamente. A tal señor tal honor.
Vayamos por partes. Siendo uno de los autores más relevantes de la literatura española y, muy posiblemente, el de vida más apasionante de los que conformaron la época dorada de nuestras letras, Lope de Vega carecía de una biografía actualizada. La que compusieron hace exactamente un siglo Hugo Rennert y Américo Castro dejaba ya notar el paso de los años, pese a la actualización que realizara en 1969 Fernando Lázaro Carreter. En el medio siglo que dista dede entonces, no han faltado las aproximaciones a esta faceta del Fénix, destacando las realizadas por Felipe Pedraza, hasta la más reciente en este apartado4. Esta tradición crítica ha aportado una rica veta de materiales, pero no siempre con el necesario rigor crítico, neutralizado en ocasiones por la dimensión legendaria de ciertos pasajes de la vida del escritor, que él mismo contribuyó decisivamente a mixtificar en sus escritos, cuando no se aplicó directamente a deformar episodios o rasgos de carácter. Desde los romances juveniles hasta sus últimas piezas de teatro Lope se proyectó de forma más o menos programada en sus escritos, dotándolos de una inconfudible vitalidad al tiempo que poetizaba o literaturizaba su vida, con fronteras difíciles de distinguir por momentos, máxime cuando asume un marcado carácter confesional, como en el ciclo de vejez, desde la reelaboración biográfica de La Dorotea a las églogas funerales dedicadas a la pérdida de sus seres queridos, con esa joya de la conversión de la anécdota pequeña en categoría de dimensión humana que es el Huerto deshecho. Su correspondencia, por otra parte, sin perder del todo esos rasgos, es un impagable y único testimonio vivencial (quizá sólo equiparable a la de Quevedo entre los escritores de este siglo), pero ese torrente impetuoso no se ha canalizado editorialmente hasta hace muy poco5 y espera aún un estudio sistemático para esclarecerla como testimonio de vida, como construcción retórica y como estrategia de composición autorial e inserción en un campo literario donde el mercado no había desplazado del todo la institución del mecenazgo, siendo las complejas y poliédricas relaciones con el duque de Sessa una de las claves, tanto del epistolario como de la trayectoria vital y literaria de Lope.
La dificultad hermenéutica de unos textos con abundante información, pero alejados de la objetividad documental, puede amenazar la labor del biógrafo, pero le proporcionan al mismo tiempo una clave fundamental, que Antonio Sánchez Jiménez aprovecha con tanto conocimiento de la materia como sabiduría en su tratamiento, que revela desde su “Prefacio” con una aparentemente sencilla fórmula: esclarecer en la vida de Lope “sus constantes, evolución y elementos determinantes” (17), esto es, acceder al núcleo vital y artístico que funciona como clave, establecer sus variaciones a lo largo de los años y seleccionar los hitos que pueden sintetizar los rasgos constitutivos de un perfil, tanto caracteriológico como estrictamente biográfico. Es a la primera labor a la que el biógrafo dedica el capital de conocimiento adquirido a través de más de dos décadas de arduo y, a la vez, fino trabajo (de edición y de interpretación) de la obra de Lope en todas sus facetas genéricas y en todos los períodos de su prolongado medio siglo de producción inagotable. Es fundamental para ello la detallada y contrastada cronología que abre el volumen, en la que se disponen junto a relevantes noticias del contexto histórico y cultural precisas informaciones sobre la actividad vital y literaria del Fénix, en un adelanto de lo que serán dos claves del relato biográfico que sigue: el entrelazamiento de hechos de vida y hechos de pluma y el atento seguimiento de una temporalidad irreductible a una estricta linealidad. A la ordenación de los hechos relatados precede una necesaria segmentación, en la que, con atención constante a la doble dimensión de la trayectoria lopesca, se sientan las bases para la determinación de los rasgos esenciales de su perfil, en busca de un núcleo definidor, pero no restrictivo. Los ocho grandes apartados en que se articula el libro arrancan con un inicial repaso por los orígenes y formación de Lope, donde el lector encuentra los cimientos de su carrera literaria, tanto en sus rasgos materiales como en su orientación prágmática. Como cierre, el capítulo “El carácter y el mito” se acerca a la posteridad del escritor y combina las notas sobre su recepción con una propuesta de lectura de un carácter único, sin incurrir en la hagiografía ni en la presuntamente cientifista y fría crónica de un personaje. Entre ambos polos del relato se despliegan en una disposición diacrónica, no exenta de alguna inevitable digresión y pliegue analéptico, seis períodos que en su definición particular van aportando los componentes de la figura vital del Fénix, como sus pasiones sentimentales, su dialéctica relación con la corte madrileña, su empeño por asentarse en la república literaria, su reconocimiento en vida, sus avatares espirituales, sus ambiciones y los enfrentamientos que conllevaron. La segmentación, desde esta atención privilegiada a las diferentes facetas, es coherente con la trayectoria vital y, de manera sutil, iluminadora de las inflexiones en la creación, sin desdeñar, la asentada articulación de su obra en ciclos temático-formales y vitales. Queda así resuelto de manera sintética el propósito inicial de resaltar las constantes de un carácter en la diversidad de sus inflexiones y peripecias biográficas, todo ello con una gran economía de medios y una brillante claridad en la decantada información y en su desarrollo expositivo.
Esto nos lleva al segundo problema de toda biografía: ¿cómo contar una vida, una vez depurada la veracidad de sus huellas y decantados los hitos que la configuran? Un primer paso, el de la dispositio, resulta de lo expuesto en el párrafo anterior. Se trata de contar la historia de una persona real en su devenir cotidiano, sin olvidar que entre sus actividades más significativas se encuentra la de la escritura, con la decidida voluntad de convertirla en instrumento de su inserción socioeconómica. Esta complejidad justifica las escasas decisiones de remansar el hilo temporal en algunos nudos significativos, que, más que resolver un problema narrativo, señalan núcleos relevantes desde la cortesía con el lector, sin énfasis ni actitudes profesorales hipertrofiadas, porque se mantiene en todo momento el designio (trasladado a la colección que el mismo Antonio Sánchez Jiménez codirige6) de que el resultado sea apto para todo tipo de lectores, y eso, cuando se aúna con una vida con la intensidad de la lopesca, permite un trazado casi novelístico, y así puede disfrutarlo cualquier lector que, al margen de preocupaciones filológicas o literarias, se interese por un personaje asentado en el imaginario colectivo y que mantiene un atractivo confirmado en la acogida de una no muy añosa versión cinematográfica de la vida de Lope (2010). Sin duda, el lector poco atraído por la historia literaria puede recorrer estas páginas con ligereza, sin sentir como un lastre las noticias sobre la actividad de Lope como escritor, es más, viendo en sus inflexiones una manifestación reveladora del agitarse vital de un representante de un grupo social en busca de ubicación en la estructura de la Monarquía Hispánica y en la frontera de la modernidad. Al mismo tiempo, el estudioso interesado, desde el alumno de un grado a no pocos lopistas consagrados, puede encontrar, a veces entre líneas y siempre como al paso, brillantes, esclarecedoras y bien medidas claves para una lectura actualizada de la obra del Fénix.
Esta lección magistral comienza ya desde la elección del título. Si ya “la vida y el verso” hubiera transparentado con exactitud la imbricación de vida y obra en esta biografía, la inversión de los términos refuerza la doble direccionalidad de su relación, al tiempo que, con la implícita evocación de la frase hecha “la bolsa o la vida” apoyada en la paronomasia, se pone sobre la mesa sin estridencias uno de los perfiles más relevantes del Fénix en su papel pionero en la abierta profesionalización del escritor. Escribir para publicar y para representar, hacerlo para comer. El empeño constante por ganarse la vida y sostener a su intrincada red familiar (la oficial más la real), si no explica la genialidad de una obra, sí nos da cuenta de algunas de sus características y se sitúa como uno de los puntos de intersección más reveladores entre el hombre y el escritor. Sugerente clave de lectura para quien se acerca al volumen desde su portada, este feliz título decanta la labor la labor crítica de un lopista orientada a su recomposición biográfica.
Se cruzan en ella con tanta intensidad como discreción el rigor de la historiografía y su manejo de los datos, donde la acumulación es quizá menos importante que el contraste y la organización; el interés de una verdadera novela, apoyado no solo en la emoción que puede suscitar al lector la intensidad de una vida y la diversidad de sus episodios, sino también en el pulso con que el narrador (porque aquí el filólogo asume este rol) sostiene la atención de un lector tan seducido como avisado; y, bajo todo ello, la penetración de un sutil estudio literario, como tercer componente de este discurso, quizá el que menos aflora en la superficie, pero uno de los de mayor solidez en la cimentación del edificio biográfico, al proporcionar las claves interpretativas que le otorgan un sentido, que encauzan y unifican la diversidad de los avatares. Esta proporcionada mixtura es una de las claves distintivas de esta “nueva biografía”, con rasgos compartidos con lo más decantado del new historicism, y hay que pensar en este punto en la no muy lejana aportación de Stephen Greenblatt a Shakespeare en su vida y en su obra7, buscando los hilos que engarzan una realidad histórica, una vivencia personal y el trasfondo o los detalles de una escritura. Los mejores logros del creador de la noción de self-fashioning, tan aplicable a Lope, aparecen en nuestra biografía, que los supera en el plano de la organización narrativa, avanzando desde un muestreo de elementos significativos a una verdadera narración de una vida.
Como señalaba al principio, y a modo de conclusión, Antonio Sánchez Jiménez parte de la mejor herencia del positivismo para superarlo con creces, recoge y decanta una casi oceánica labor de estudio (en la que no son menores sus propias aportaciones) y, siempre desde la consideración de una realidad estrictamente humana y personal, nos presenta a un Lope que se define en cuanto autor, desde la práctica constante de la escritura, como mecanismo expresivo de una personalidad y como instrumento de sustento material y simbólico. Para ello, sin olvidarlos en ningún momento, es necesario no quedarse en los hechos, en su mera factualidad, sino avanzar en su consideración en cuanto componentes significativos de una vida y de un discurso, de un doble discurso, podemos decir, el que en su momento tejió el propio Lope, entre la declaración explícita y la estrategia autorial, y el que ahora compone su biógrafo con el mayor respeto que se le puede tener a un autor: atendiendo a sus declaraciones y posiciones y, de seguido, revisándolas en su veracidad, para acomodarlas a una perspectiva histórica que pone en diálogo la temporalidad del Fénix y la contemporaneidad del lector de su biografía, sin detrimento de la dimensión literaria de la figura y del interés de una buena parte de los lectores.
El resultado, como no podía ser de otra manera es la mejor introducción a la obra del Fénix y la biografía lopesca para el siglo XXI. Estos dos rasgos otorgarían sobradamente al resultado de la labor de Sánchez Jiménez la más alta de las consideraciones. Sin embargo, no se queda aquí, porque sin duda la de Lope en manos de tan sabio gobierno se ofrece como un modelo del género, una apuesta firme y acabada por reunir en clave de presente la investigación más exigente con la divulgación más eficaz, la sociología de la literatura y una historia de vida, la crítica filológica y la narración amena. A tal señor tal honor.
1 El proceso cuenta ya con una consistente bibliografía. Cabe destacar Sean Burke, The Death and Return of the Author: Criticism and Subjetivity in Barthes, Foucault and Derrida, Edimburgh, Edinburgh University, 1992; Dámaso López García, Ensayo sobre el autor, Madrid, Júcar, 1993; Steven Bernas, Archéologie et évolution de la notion d’auteur, Paris, L’Harmattan, 2001; y Marcelo Topuzian, Muerte y resurrección del autor (1963-2005), Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, 2014.
2 Véase, para este concepto y su aplicación, Patrick Cheney y Frederick A. de Armas (eds.), European Literary Careers. The Author from Antiquity to Renaissance, University of Toronto, 2002; y Juan Montero y Antonio Sánchez Jiménez (eds.), Carrera literaria y representación autorial en la literatura del Siglo de Oro, monográfico en eHumanista, 35 (2017).
3 Cervantes: la figura en el tapiz. Itinerario personal y vivencia intelectual, Barcelona, Pasado&Presente, 2015.
4 Lope de Vega: pasiones, obra y fortuna del “Monstruo de la naturaleza”, Madrid, EDAF, 2009.
5 Lope de Vega, Cartas (1604-1633), ed. Antonio Carreño, Madrid, Cátedra, 2018.
6 La colección “Biografías”, codirigida con Luis Gómez Canseco, ha recuperado la biografía de Dante por Marco Santagata y ha actualizado la de sor Juan Inés de la Cruz a cargo de Francisco Ramírez Santacruz.
7 El espejo de un hombre. Vida, obra y época de William Shakespeare, Barcelona, Penguin Random House, 2015.