INCA GARCILASO DE LA VEGA: DE HISTORIÓGRAFO A PERSONAJE LITERARIO

INCA GARCILASO DE LA VEGA: FROM HISTORIOGRAPHER TO LITERARY CHARACTER

Antonio González Montes

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Antoniogonzalezmontes2207@gmail.com

ORCID: 0000-0003-2201-1344

Recibido: 09-03-2018

Aceptado: 03-09-2018

Publicado: 15-12-2018

Resumen

Nos proponemos presentar y analizar ejemplos del modo en que el Inca Garcilaso, que se ha ganado un lugar relevante en el campo de la historiográfica como un gran cronista de momentos importantes del pasado peruano (El Imperio del Tahuantinsuyo, las guerras civiles, el establecimiento del régimen colonial), ha devenido, por acción de ciertos escritores, en un personaje literario de algunos cuentos o novelas que ficcionalizan momentos importantes de la vida del primer mestizo peruano o sucesos posteriores a su muerte, pero relacionados con el impacto creciente de su personalidad y de su obra en la sociedad peruana.

Palabras clave: Inca Garcilaso, personaje literario, ficcionalización, vida y obra

Abstract

We intend to present and discuss examples of the way in which the Inca Garcilaso, who has earned an important place in the field of the historiographical, as a great chronicler of important moments of the Peruvian past (the Empire of Tahuantinsuyo, the civil wars, the establishment of colonial rule), has become, by the action of certain writers, a literary character of some stories or novels to fictionalise important moments in the life of the first Peruvian mestizo or subsequent events to your death, but related to the growing impact of his personality and his work in Peruvian society.

Keywords: Fictionalization. literary carácter, life and work

  1. 1. Introducción

El recorrido vital, intelectual y escritural que sigue el Inca Garcilaso de la Vega durante su dilatada existencia (1539-1616) es muy intenso y complejo, como el de pocos seres humanos a lo largo de la historia. Para decirlo brevemente, es un hombre de dos mundos, de dos culturas, de dos siglos, de dos o más nombres y de dos o más lenguas, con las cuales se expresó y llegó a ser el gran escritor y el más universal de los cronistas de los siglos coloniales, empleando el idioma español del siglo de oro, en el que su contemporáneo Miguel de Cervantes (1547-1616) creó El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (1605, 1609), coetánea de dos de los libros emblemáticos del cuzqueño: La Florida del Inca (1605) y su obra máxima, los Comentarios reales (1609).

Ya muchos estudiosos de estos dos inmortales de las letras en lengua española han señalado las coincidencias cronológicas y de otro tipo que existen entre ambos hombres de esos dos siglos gloriosos1. Empero no es nuestro propósito volver sobre estos asuntos examinados por muchos eminentes garcilasistas peruanos, españoles y de todas partes del mundo académico, de todas las disciplinas humanísticas, porque la estatura polifacética de nuestro escritor desborda las fronteras de las materias que estudian a los seres humanos2. Es que el Inca peruano y universal es un espejo en el cual todos nos miramos.

Nos proponemos en estas líneas registrar y comentar algunos textos que pertenecen a la literatura de ficción, aunque conectados con la historia y otras áreas de la producción creativa, que transmutan al ilustre cronista en un personaje literario, que circula por novelas, cuentos y alguna película que se concentran en mirar y en hacernos mirar3 secuencias o momentos de la vida de este personaje. De otro lado, no es extraño que un ser humano que se convirtió, letra a letra, en un historiador, en un buscador de verdades del pasado, se transforme, gracias a la calidad de su trabajo de historiógrafo4, en un personaje célebre que despierta el interés de los escritores de ficción, siempre dedicados a la caza de todo ser humano, detrás del cual hay una historia que construir. Lo vemos, por cierto, en el caso del escritor peruano por excelencia, César Vallejo, sobre cuyo periplo vital (1892-1938) no solo hay biografías, sino interesantes novelas que han recreado imaginariamente la vida terrena del poeta con una gran base documental y una construcción narrativa original propia de la literatura de ficción5.

Quizá por el hecho de que durante la última década del siglo XX y en varios años de la primera y de la segunda décadas del siglo XXI se han cumplido sendos aniversarios de la publicación de las obras más importantes del Inca Garcilaso, ha habido un interés renovado por seguir escribiendo acerca de su vida y de su obra, y como una prueba de que no solo la biografía está obligada a iluminar el itinerario de un hombre tan emblemático como el cronista, la literatura, a través de narradores que por cierto conocen la extensa bibliografía sobre el inmortal cuzqueño, se han atrevido a abordarlo con una mirada diferente, pero sin renunciar a lo que ya se sabe de la azarosa vida de uno de los primeros mestizos cuzqueños que dejó su ciudad en 1560, a los 21 años, navegó por el Océano Pacífico, cruzó el Atlántico y llegó a España y en ese reino vivió (en varias ciudades ibéricas) más de cinco décadas de un exilio que lo condujo a la universalidad, gracias a la genialidad de su escritura dedicada, en lo fundamental, a evocar y comentar sucesos relacionados con las conquistas realizadas por los europeos de importantes espacios y civilizaciones asentadas en el norte y en el sur de un continente que se incorporó a la geografía mundial, a fines del siglo XV.

Abordaremos el examen de tres textos literarios que tienen como protagonista al cronista cuzqueño en diferentes momentos de su vida, aunque todos ellos estén ambientados en España. Como es previsible, en las tramas respectivas de los textos se hacen alusiones a escenarios o personajes de la ciudad del Cuzco, en los años en que vivió allí el joven mestizo, que estaba emparentado por la vía materna con la realeza incaica. Los tres autores son peruanos y pertenecen a diferentes generaciones de intelectuales peruanos que han desarrollado lo principal de su labor escrita en la ciudad de Lima, y como la mayoría de los escritores nacionales han viajado y vivido en diversos países de América del Sur, de Europa, de Estados Unidos y aun de Asia6. Al hablar de sus aportes ampliaremos la información sobre cada uno de ellos y los ubicaremos en su respectivo contexto, aunque es muy posible que los tres se hayan conocido, pese a que uno de ellos es bastante menor que los otros dos y las diferencias cronológicas son significativas, según veremos.

1. 1. Francisco Carrillo Espejo. Diario del Inca Garcilaso (1562- 1616)7

Estableciendo un orden cronológico que no deja de justificarse realizaremos primero el examen del libro del escritor peruano Francisco Carrillo Espejo (Lima, 1925-1999)8, un destacado y polifacético intelectual que ejerció la docencia universitaria, fue un infatigable investigador y crítico literario e incursionó como creador en los predios de la poesía y de la novela. Destacó también como historiógrafo de la literatura peruana, sobre la cual editó una Enciclopedia Histórica de la Literatura Peruana, en más de ocho volúmenes; dio a conocer varias antologías sobre el cuento peruano y promovió a través de su revista poética Harawi, la difusión de textos líricos de poetas consagrados y de jóvenes valores9.

Dada la importancia que ha asumido su libro de 1996 sobre el Inca Garcilaso, ya ha sido materia de examen por algunos estudiosos, entre ellos, Miguel Maguiño Veneros, cuyo libro citaremos en más de una ocasión en tanto estudia un texto que también es objeto de nuestro trabajo10. Lo consideramos en primer lugar en razón de que a través de la forma de un diario supuestamente escrito por el Inca cuzqueño cubre gran parte de la vida de este y en sus páginas apócrifas existe un buen número de referencias a hechos ocurridos en el Cuzco y varios de los protagonistas son parientes del futuro cronista (sus padres, sus tíos, el Inca, condiscípulos) y también él mismo.

Según indicación que figura en la portada del libro, el Diario del Inca Garcilaso (1562 – 1616), el mestizo cuzqueño lo habría escrito casi desde que llegó a España hasta el año mismo de su muerte11. ¿Y cómo llegó a manos de Francisco Carrillo Espejo este antiguo documento de siglos pasados? Él lo explica en un breve texto que trascribiremos completo porque permite comprender la naturaleza ficcional del mismo, lo cual ha llevado a la crítica a ubicarlo como una obra literaria y no como un documento de carácter testimonial dada su supuesta condición de diario. Veamos lo que escribe Carrillo Espejo acerca de su “descubrimiento” y de su decisión de convertirse en “el editor” del citado manuscrito:

Garcilaso comenzó a escribir su diario en 1562, en Madrid, y lo continuó, más o menos ininterrumpidamente, hasta poco antes de su muerte.

El cartapacio, que un generoso clérigo me entregó en una de mis visitas a la Catedral de Córdoba, en 1989, guardaba papeles de notaría y de transacciones económicas, apuntes para los libros que el Inca iba escribiendo, pensamientos, rasgos autobiográficos, diálogos, reflexiones que afloraban de sus lecturas, cartas o fragmentos de ellas, proyectos de poemas, sueños.

He seleccionado algunas de estas páginas, las he transcrito modernizando el lenguaje y la ortografía, y las he puesto en orden, o en lo que a mí me parece orden. Acaso esta sea la única libertad que me he tomado.

El cartapacio con los manuscritos originales se encuentra depositado en los archivos del Instituto Porras de la Universidad Mayor de San Marcos.

Chosica, abril de 199612

Hemos adelantado ya que este original texto, producto de la capacidad fabuladora de un gran lector y conocedor de la vida y de la obra del Inca Garcilaso, ha sido estudiado por el crítico peruano Miguel Maguiño, cuyas citas también reproduciremos porque describen con precisión la materialidad del documento inventado por Carrillo Espejo.

Un primer aspecto es el que alude a la afirmación central respecto al modo cómo llegaron a sus manos los papeles escritos que, una vez editados, han devenido en el Diario del Inca Garcilaso. En estas circunstancias, el lector debe asumir que en tanto tal está siendo testigo y “cómplice”, en el buen sentido del término, del cambio de nivel de realidad, concepto propuesto por Mario Vargas Llosa en su libro Cartas a un novelista13. En otros términos, esto significa que Francisco Carrillo Espejo, ser humano del mundo real, se ha convertido por su propia decisión creadora en un personaje literario que lleva el mismo nombre y conserva todos los atributos del intelectual que todos conocemos y que ha publicado un libro denominado Garcilaso El Inca; vida y obra (1996); es decir, aparecido el mismo año que el que estamos examinando14. En esta condición de un ser de ficción declara haber recibido de manos de un generoso clérigo, en la Catedral de Córdoba (España), en el año de 1989, “el cartapacio con los manuscritos originales” del Inca Garcilaso, personaje, a la vez real y ficticio, gracias a esta conexión intertextual establecida entre la historia y la literatura, como discursos que se complementan.

Empero este acto ficcional es una opción que pertenece al repertorio de posibilidades que posee un autor para indicar la procedencia de un texto: si es de su autoría o ha llegado hasta él de forma un tanto misteriosa. Es lo que advierte un estudioso ya citado: “El libro de Francisco Carrillo recurre a la vieja estratagema literaria del libro encontrado, mejor dicho, en esta ocasión cedido por un antiguo clérigo”. Maguiño Veneros, Miguel (2014: 93). Esta estrategia es de ilustre procedencia, la usa el propio Miguel de Cervantes en su obra máxima, para justificar cómo llegaron hasta él los papeles pergeñados por Cide Hamete Benengeli15. También lo emplea otro escritor español, Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura 1996, en su famosa novela La familia de Pascual Duarte (1942).

Establecida la procedencia del texto, Francisco Carrillo, ser de doble naturaleza (real y ficcional), detalla la labor de editor que cumplió antes de mandar a imprimir y publicar aquel. En su rol de lector revisó todos los papeles, advirtió la diversidad que los caracterizaba y seleccionó aquellos que podían ser parte de ese libro pensado como un diario, que es la categoría discursiva que eligió Carrillo para reunir el material textual pertinente.

En su propósito de dejarlo listo para ser publicado, cumplió algunas otras tareas importantes para las que se juzga competente puesto que es escritor, filólogo, editor, crítico literario, experto en la vida y en la obra del Inca Garcilaso de la Vega. Esta múltiple capacidad de hombre de letras le ha permitido ordenar el material y aclara que “acaso esta sea la única libertad que me he tomado”. Miguel Maguiño considera que el trabajo realizado por Carrillo lo convierte “en una suerte de coautor de los papeles que conforman el diario”. Y en cuanto al orden propuesto “se aprecia con nitidez el influjo de los estudios garcilasistas”. Y luego enumera las secciones que lo constituyen (diez).

Con vistas a una evaluación del producto textual labrado por Francisco Carrillo, parece pertinente considerar los criterios que, según Miguel Maguiño, ha manejado el autor para establecer dicho orden. Y es que esos criterios son, a su vez, los ejes de lectura de Maguiño. Veamos cuáles son: el temporal, la secuencia cronológica que abarca el diario iniciado en Madrid, tal el título del capítulo inicial, y concluido en Córdoba (ciudad donde muere el cronista). El título del postrer capítulo es alusivo al deceso: “Que el cuerpo se incline hacia la tierra”. Por lo que ha informado el autor-editor, estas denominaciones son de la cosecha de este último.

En cuanto al segundo criterio es muy relevante porque “se relaciona con el saber, con el aprendizaje, con la escritura”, tópicos desarrollados por los capítulos “Filosofías”, “Las Posadas” y “En las tierras de Córdoba se crían los mejores caballos de Su Majestad”. Concordamos con la importancia de este punto de vista y además es muy verosímil, porque tiene que ver con el espíritu abierto de Garcilaso, con su propósito permanente de aprender acerca de diferentes aspectos de la vida, y con mayor razón cuando se trata de su deseo de llegar a manejar con la mayor maestría posible el instrumento lingüístico. En ese campo, el cronista a lo largo de su vida siempre mostró una personalidad apasionada por el conocimiento. Recordemos que en el campo de los idiomas, el hijo de Chimpu Ocllo llegó a dominar cuatro lenguas: quechua, castellano, latín e italiano y fungió de traductor16.

En este tópico relativo al aprendizaje del arte de narrar, es particularmente valiosa la información que ofrece el diario acerca de la relación entre el Inca Garcilaso y el soldado Gonzalo Silvestre que participó en la conquista de La Florida y que fue la principal fuente informante para que el escritor cuzqueño escriba uno de sus libros más originales, La Florida del Inca (1605)17. Es un ejemplo de colaboración intelectual gracias a la cual, el Inca pudo componer una versión escrita acerca de la conquista de un extenso territorio que él no conoció directamente, sino gracias al relato que le dictó Gonzalo Silvestre que sí estuvo presente y fue protagonista de esas gestas.

El tercer criterio establecido por Maguiño Veneros (2014: 95) se refiere al “conflicto cultural”, es decir, al tema de la identidad de un hombre al que le interesa saber quién es. Si es indio, mestizo o español. Y esta inquietud por la “identidad del sujeto” no surge únicamente del fuero interior del que se interroga, “sino también de la observación del contraste entre su identidad y la de las otras personas que lo rodean”.

Pero el problema de la identidad es bastante más complejo porque comprende también a sus propios padres (el padre, un conquistador español; y la madre, una princesa incaica) y las relaciones de estos con el niño que engendraron, el cual se comunicaba con el primero, en el idioma español; y con la segunda, en quechua. Y desde 1561 hasta el final de su existencia siempre estuvo confrontándose en la vida cotidiana con el problema de quién era él, incluso con su propia familia paterna, aunque es de justicia señalar que su tío Alonso Vargas, hermano de su padre, lo recibió con afecto a su llegada a Montilla, lo apoyó en todo momento y lo consideró su heredero. Pero las relaciones del mestizo peruano con la mujer española que le dio un hijo y con este último tampoco fueron muy regulares. Como consta en el diario, piensa bastante en Beatriz, que lo acompaña y atiende, pero no la convierte en su esposa. Y Diego, el vástago nacido de esta relación, no fue reconocido formalmente por su ilustre padre.

En suma, el Diario del Inca Garcilaso (1562-1616), del escritor peruano Francisco Carrillo Espejo es un buen ejemplo de inventiva literaria acerca de un personaje histórico. Lo singular es que se presenta como unos papeles ficticiamente escritos por el Inca, modernizados en su lenguaje y ortografía y ordenados en diez breves capítulos, en los cuales hemos espigado algunos temas ya señalados por uno de los que ha estudiado el singular libro. Considerando su carácter ficticio, cabe destacar su verosimilitud porque es un texto que explica el modo en que el futuro cronista se va transformando en un lector y en un escritor que se apropia, paso a paso, de todos los secretos de la investigación, de la exégesis, de la construcción de la prosa, de la retórica y de los rasgos propios del tipo de libro que comienza a escribir y que llegó a publicar. Este supuesto “Diario” es, por tanto, una suerte de laboratorio, un cuaderno de trabajo en el que hizo sus primeras armas y letras como escritor18.

1.2. Selenco Vega Jácome: “El mestizo de las Alpujarras19

El cuento que vamos a analizar, “El mestizo de las Alpujarras”, del escritor peruano Selenco Vega Jácome (Lima, 1971), obtuvo el Premio Copé Oro en 2006, en la XIV Bienal de Cuento, convocada por la institución estatal Petróleos del Perú. Dicho concurso literario es el más importante en el ámbito cultural peruano, premia y edita textos que pertenecen a las especies del cuento, de la novela, de la poesía y del ensayo. No ha dejado de convocarse desde 1979 y en el campo específico del cuento, algunos de los ganadores son escritores muy reconocidos en las letras peruanas20.

Selenco Vega destaca en la poesía, en el cuento, en la novela y en el ensayo. Ha publicado valiosos libros en cada uno de estos géneros y por varios de ellos se ha hecho acreedor a reconocidos premios literarios; entre ellos, el de Poesía “César Vallejo” (1994), el del Cuento de las Mil Palabras de la revista Caretas; el del “Poeta Joven del Perú” (1998).

El cuento que estamos analizando tiene su propia historia y la reveló el autor en el discurso que leyó con motivo de la premiación del Copé de oro21. En esa ocasión compartió con el nutrido auditorio un hermoso y generoso recuerdo. Evocó el nombre del poeta peruano Pablo Guevara (1930- 2006) para confesar que el cuento ganador nació como un homenaje narrativo a quien fue el primero en sugerirle el reto de convertir al Inca Garcilaso de la Vega, cronista y eventual soldado, en un personaje literario, tomando como motivo central la participación del mestizo peruano en la campaña militar de 1570, contra los moriscos de Alpujarras, suceso verídico.

Señala Selenco Vega que Pablo Guevara, inquieto profesor sanmarquino, le dijo que “le hubiera gustado leer alguna vez un relato que planteara una respuesta posible a este pasaje borroso de la vida de Garcilaso”. Agrega el autor de “El mestizo de las Alpujarras” que su cuento “intenta ser una respuesta a aquella inquietud de Pablo Guevara. Suerte de la literatura: sus características especiales le permiten ingresar sin problemas a aquellos terrenos vedados a los discursos de las ciencias sociales” (2007: 261).

Para construir la historia de un personaje que ya posee una estatura histórica compleja y simbólica, el autor elige y combina un conjunto de estrategias narrativas que le permiten abordar con éxito tan difícil tarea. Y como la cuestión central del relato es la de la identidad conflictiva del joven cuzqueño que vive en la España del siglo XVI, el concepto de “mestizo” se subraya en el propio título y en el epígrafe se trascribe aquel famoso pasaje en que el cronista de Comentarios reales de los incas, se reconoce como mestizo “y por ser nombre impuesto por nuestros padres y por su significación, me lo llamo yo a boca llena y me honro en él”.

Y apelando a una de las opciones intrínsecas del cuento, Vega escoge un periodo breve en la vida del personaje, comienza a seguirlo cuando este marcha ya hacia el escenario del conflicto militar, pero profundiza al máximo en todas las coordenadas que constituyen en ese momento el nudo existencial del protagonista, a quien su narrador omnisciente muestra en su dimensión humana más compleja, constituida por una serie de dicotomías que le otorgan una mayor riqueza y profundidad al personaje polifacético que es este mestizo22.

A fin de ir desenvolviendo las citadas dicotomías que sitúan y complican la vida, el narrador explica lo que inquieta a su creatura; es decir, el objeto de valor que orienta su accionar en ese momento crucial de su periplo terrenal, pues los seres humanos de la realidad y de la ficción siempre actuamos movidos por una diversidad de solicitaciones o de objetos materiales o inmateriales que queremos alcanzar. Y si bien todos los soldados marchan a Alpujarras por razones parecidas, cada uno de ellos posee un motivo particular que lo ha llevado a enrolarse en las huestes del rey de España, Felipe II. El del mestizo peruano no es, según el narrador, el dinero, sino uno más noble: contribuir a que España difunda la fe cristiana, como lo hizo en el Tawantinsuyo, el imperio gobernado por los Incas, a los cuales estaba ligado el cuzqueño por el lado materno23.

El narrador acompaña el recorrido que realiza el enrolado por esa parte del territorio español, y con su omnisciencia hace conocer lo que piensa y siente este jinete acerca de su presente y de su pasado, de las peripecias de todo tipo que experimenta en un mundo donde él es un intruso. Sus vivencias oscilan entre el pesimismo por no haber conseguido que la corte de Madrid reconozca sus derechos como hijo de un conquistador español, y el optimismo porque a los treinta años de su edad ha avanzado en su formación intelectual, lee a Platón y a Plotino y se reafirma en su idea de que Dios otorgó a España la misión de reinar sobre los demás imperios para difundir la fe del cristianismo. Y celebra que en cierto sentido los Incas hayan cumplido una tarea semejante con respecto a los pueblos bárbaros a quienes conquistaron y civilizaron, y de esa manera los prepararon “para la llegada de los españoles y de la fe verdadera”.

Es muy verosímil la recreación del estado de ánimo del personaje en un momento que trae consigo una incertidumbre, una total ignorancia sobre lo que ocurrirá en este trance de vida o muerte como es el enfrentamiento con los moriscos. Incluso el narrador mira con detalle las facciones de su protagonista y destaca los rasgos que lo hacen ser el mestizo que llama la atención de los españoles con los cuales alterna, no solo en esos instantes sino en circunstancias anteriores.

Otra estrategia que despliega el narrador para enriquecer la personalidad de su protagonista es el de hacerlo soñar escenas que corresponden a dos etapas de su vida en el Cuzco, cuando él se llamaba Gómez de Figueroa que es el nombre que el conquistador español escogió para el hijo que procreó con la ñusta Chimpu Ocllo. La primera parte del sueño se desenvuelve en la casa paterna, en la que en medio de una reunión celebratoria, irrumpe de modo violento y amenazante la figura de Hernández Girón, un encomendero que cuestionó el derecho del rey de tomar decisiones sobre propiedades que los conquistadores habían ganado por su cuenta. Pero ese sueño devino en otro, en el que Gómez Suárez de Figueroa es apenas un niño de seis años y está reunido con personas que pertenecen a su familia materna, entre ellas destaca la presencia de su tío Huallpa Túpac, quien con la ayuda de los quipus está contando a su auditorio viejas historias de los incas. El niño mestizo disfruta de esas narraciones y en el sueño decide pedirle a su tío que lo deje quedarse allí.

El mundo onírico en el que se encuentra el mestizo es de pronto interrumpido por la acción de un personaje, Diego de León, que lo devuelve a la realidad del escenario de Las Alpujarras. Él también es un soldado que va a combatir contra los moriscos, pero no es mestizo sino español, y a partir de ese momento asumirá el rol de un sujeto que complementa al futuro cronista24. Selenco Vega ha construido un ser ficticio que ayuda a enriquecer la historia contada pues se integra paso a paso a la acción dramática y hace que su compañero de armas se rebele y realice ciertas elecciones vitales que le otorgan un sentido a su existencia.

No hay un vínculo de amistad entre los dos, pero Diego de León es uno de los pocos españoles que no discrimina a su compañero, aunque aprovecha cada ocasión para aludir a la condición de mestizo del cuzqueño y al hecho de que este no es ni parece ser español. Por el contrario, le revela que se asemeja a los moriscos a quienes están yendo a combatir, y por ello le aconseja que no se muestre desnudo porque uno de sus compañeros de armas lo podría confundir con el enemigo y por ello no vacilaría en dispararle.

La conversación entre ambos personajes ha creado una atmósfera de comunicación, inusual en el relato, pues el protagonista se mantiene mayormente en silencio mientras sigue recorriendo los agrestes lugares que caracterizan a ese paraje de España; en medio de ese sentimiento de soledad, el Inca descubre al paso los rostros de algunas moriscas que se asoman ante el paso de los soldados, pero luego se esconden temerosas de la presencia de esos godos que amenazan sus vidas.

El narrador emplea otra técnica para incidir en la exploración de los conflictos que perturban la mente del protagonista. Para ello abandona momentáneamente la perspectiva de la omnisciencia, propia de la tercera persona y asume en dos momentos el punto de vista de la segunda persona, que corresponde al de un monólogo mediante el cual ingresa en la mente atormentada del improvisado soldado. Y en la interioridad del personaje se repiten los recuerdos de su Cuzco natal, en los que reaparecen los conquistadores y sus parientes maternos, en escenas en las que se alternan, otra vez, la violencia de Hernández Girón y la presencia reconfortante de su tío Cusi Huallpa.

El relato se encamina hacia las secuencias en las que se producirá el enfrentamiento inevitable de las fuerzas en conflicto. Los soldados deben entrar en acción y el primero en hacerlo es el impulsivo Diego de León, que después de sentir el sonido de una bombarda se lanza al ataque, decidido a vencer a los rebeldes moriscos. El mestizo cuzqueño que luce su toledana y debe entrar en batalla, no lo hace, y la causa, según el narrador, no es el miedo sino otro sentimiento que lo lleva a rehuir el choque. En esas circunstancias emerge, una vez más, la presencia de la segunda persona, como un monólogo que revela el conflicto interior del prudente soldado.

Pero el protagonista está llamado a involucrarse en los sucesos de todos modos. El narrador lo muestra ya no sobre el caballo sino a pie, siguiendo una ruta distinta a la de Diego de León, un pasaje que lo lleva hasta una construcción que es, sin duda, un bastión de los moriscos. Y al haberlo descubierto, está obligado a dar cuenta del descubrimiento a sus demás compañeros, pero no lo hace. Aprovecha para cruzar la puerta e ingresar al recinto y allí descubre la presencia de una joven morisca que lleva en brazos a su pequeño. Es inevitable pensar que esta imagen conduce a recordar a la de Chimpu Ocllo con su pequeño hijo mestizo, en el lejano Cuzco. El sorprendido descubridor de la joven morisca no la ataca sino la observa con atención, y al mirarse como ante un espejo advierte que el color de la piel de la morisca se parece al de la suya y que las demás facciones de su rostro se asemejan a las de esa mujer con la que se identifica, por lo cual decide no acosarla sino irse. Esta alternativa adoptada configura el primer indicio de la opción final que asumirá el personaje de este relato.

Y para que la acción avance y se precipite hacia el desenlace inevitable, el narrador hace que otro soldado descubra la puerta e ingrese como lo hizo un poco antes el cuzqueño, según hemos observado. La actitud del godo es de regocijo al descubrir a la morisca que se esconde allí y se acerca con la intención de violarla. Se produce, entonces, un forcejeo entre ambos y retorna al lugar de la acción el mestizo y se convierte en observador de la pugna del español con la morisca.

Como en todo aquel lugar hay una atmósfera de guerra, de estruendo, se produce de pronto una descarga que lo remece todo. Y esta conmoción motiva una nueva alucinación en el protagonista. Retorna mentalmente a su Cuzco natal, cree ver una escena de violación, como la que está presenciando; la mujer parece ser su madre y el atacante, el fiero Hernández Girón; pero alucina que es su propio padre el que ataca a su madre, la del Inca, y esta escena lo lleva a recordar el momento en que Sebastián Garcilaso dejó a Chimpu Ocllo para casarse con una española.

Después de estos lacerantes recuerdos, el Inca retorna al presente y descubre que el godo que sigue acosando a la morisca es su camarada de armas, Diego de León, aunque lleva la peor parte. Por eso pide el auxilio de su compañero. En esa nueva encrucijada, el cuzqueño realiza una nueva elección: en vez de ayudar a don Diego, desenvaina su toledana y ataca a su compañero de mesnada, a la vez que pronuncia una frase insólita, brotada de lo hondo: “-¡Viva el Emperador! El soldado se sorprende y antes de expirar alcanza a pronunciar, aunque incompleta, una palabra que expresa, su sorpresa, y quizá su odio: “mest…”

La más sorprendida del desenlace es la morisca porque como reflexiona el narrador, la joven “aún observa a ese hombre vestido como godo, pero que se asemeja tanto a ella por el color de su piel; ve que permanece a un costado de ella con los brazos cruzados, como si tuviera mucho frío o como si pensara”. Selenco Vega (2007: 28).Con algunos signos más, la imagen de la estupefacta morisca con su niño en brazos, la toledana del cuzqueño tendida en tierra y con las huellas de haber operado, y la figura congelada del godo, el narrador revela el sentido de esa escena. El mestizo ha renunciado a parecer lo que no es y se ha identificado con una mujer que se asemeja a su madre y a otras mujeres como ella que sufrieron similar ataque al que padeció en esas horas esta morisca. El viaje como soldado a Alpujarras le ha permitido al exilado cuzqueño reencontrarse consigo, con los suyos y con quienes, como los moriscos, han sido y son víctimas de la violencia y del abuso de los conquistadores. El relato de Selenco Vega ha convertido en historia palpitante y de suspenso este episodio de la vida del Inca Garcilaso y aprovechando los vacíos que deja la información documentada, ha creado un cronotopo verosímil, en el que un ser humano se encuentra ante su destino y elige en libertad aquello que coincide con su conciencia, con su piel y con su alma. El haber releído “El mestizo de Alpujarras” nos confirma que es un texto de ficción de indispensable presencia en toda selección de narraciones literarias alusivas a la vida real e imaginada del Inca.

1.3. Miguel Gutiérrez: Poderes secretos (1995)

Nos corresponde, en estas páginas finales, dialogar con Poderes secretos (1995), singular creación literaria de Miguel Gutiérrez Correa (1940-2016), un destacado escritor peruano, de primer nivel, autor de más de diez novelas y de un número mayor de obras de ensayos. Para ofrecer una visión sintética del valor artístico que ha alcanzado no solo en la literatura peruana sino en la hispanoamericana, recurrimos al ponderado juicio de uno de los críticos que mejor ha seguido la trayectoria vital y la vasta producción édita del polígrafo piurano. Leamos.

“Dotado de un gran registro creador, versátil en temas y recursos, así como en niveles narrativos, desde el realista (dominante en El viejo saurio se retira y Hombres de caminos) y el real-maravilloso (patente en La destrucción del reino) hasta el fantástico (Babel, el paraíso) y el de teorización sobre una novela posible (Poderes secretos), Gutiérrez puede tejer tramas de espesor totalizante: La violencia del tiempo y, ahora, El mundo sin Xóchitl. González Vigil, Ricardo (2008: 361)25

Situados ante el reto de denominar el tipo de texto que es Poderes secretos (PS), Ricardo González Vigil nos ofrece la clave apropiada: es una “teorización sobre una novela posible”. En efecto, el breve pero sustancioso y sugestivo opúsculo de Miguel Gutiérrez, editado a fines del milenio pasado, constituye un objeto verbal doble, un híbrido textual, como también lo señala otro destacado estudioso del volumen de tan solo noventa y tres páginas. Es pertinente citar sus palabras:

Antes que una novela propiamente dicha, estamos frente a un texto que se compone de un ensayo que explora las razones históricas y sociales para escribir una novela histórica y el argumento de la futura novela cuya trama central gira alrededor de los nombres del Inca Garcilaso y del padre Blas Valera; de esta futura escritura, además, se ofrece al lector algunos diálogos que, se sostiene, forman parte de la novela por escribir (Maguiño Veneros 2014: 127).

¿Y cuál puede haber sido la razón por la que un consumado y avezado novelista prefiere esbozar un proyecto de novela, antecedido por reflexiones teóricas sobre la posibilidad de escribirla; antes que acometer, de frente, la construcción ficcional misma, como lo hecho en más de diez ocasiones, recordando, además, que Gutiérrez idolatraba esta especie narrativa, a la cual consideraba una forma superior de creación en el mundo de las letras? La explicación la ofrece el propio escritor, al dar a conocer las circunstancias que lo llevaron a pergeñar estas páginas, que lo vinculan a lo que González Vigil denomina el “garcilasismo” de Gutiérrez26. Leamos la versión que nos proporciona.

Poderes Secretos. Desde hace algún tiempo he estado pensando en escribir un libro que reuniese el ensayo, el testimonio y la ficción novelesca. El compromiso adquirido de presentar una ponencia en el Simposio Internacional “La Novela en la Historia y la Historia en la Novela” (Lima, octubre, 1995), organizado por las instituciones Biblioteca Peruana de Psicoanálisis y Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos, me ha dado la ocasión de intentarlo por primera vez27. Asimismo, la forma de la escritura ha derivado, en parte, de los protocolos usuales en este tipo de certámenes (Gutiérrez 1995: 94).

El origen de Poderes Secretos se relaciona, pues, con la obligación de presentar una ponencia, es decir, un documento académico, científico, expositivo, acerca de algún aspecto considerado en la convocatoria del respectivo certamen. Como Gutiérrez mira la realidad con mente y ojos de novelista y de ensayista optó por construir un texto que reflejara este doble modo de percibir y de interpretar el mundo que lo rodea. Al realizar esta operación mental y escritural, el autor de la obra en ciernes confirma aquello que Julio Ramón Ribeyro revela respecto de su experiencia en situaciones similares. Dice el escritor limeño que cada ser humano percibe y representa lo que ve y conoce a través de una determinada forma comunicativa que su especialidad le ofrece28.

A fin de cuentas, Gutiérrez cumplió de ese modo con la invitación cursada por los organizadores del Simposio y enriqueció la lista de sus libros con este opúsculo que ha tenido una amplia acogida entre los lectores, especializados o no, de la prosa del autor de Poderes Secretos. Quizá por haberse dedicado a crear otras historias y ensayos no pudo dar remate a este proyecto. Por su dominio de la gran novela europea del siglo XIX, por su conocimiento de las técnicas aportadas por Joyce y Faulkner y su familiaridad con narradores de la literatura hispanoamericana y de otras literaturas, Gutiérrez reunía los recursos para construir una gran novela acerca de un personaje de las dimensiones del Inca Garcilaso.

Pese a su brevedad este opúsculo despierta el interés del lector por el modo en que distribuye y desarrolla el corpus total de esta “teorización sobre una novela posible”. En la primera parte, bajo el nombre de “Garcilaso: Novela e Historia”, el autor expone la teorización; y en la segunda, denominada “Poderes secretos” adelanta el plan de la novela, dividiéndola en dos partes, cuyos títulos indican que la ficción cubrirá dos grandes etapas no correlativas: “Primera parte ¿1598…?” y “Segunda parte 400 años después”.

En el capitulillo teorizante, “Garcilaso: Novela e Historia”, el ensayista examina tres razones por las cuales resulta problemática la tarea de construir una novela cuyo protagonista sea el Inca Garcilaso de la Vega. La primera razón es la “tediosa vida del Inca” y para fundamentar esta apreciación menciona cuatro argumentos: la existencia de una copiosa bibliografía acerca de la vida y de la obra del Inca, la cual conspira contra la imaginación del novelista. El carácter anti-novelesco, prosaico del periplo vital del personaje, ausente de sucesos relevantes. La falta de un gran amor que aporte emociones y deseos al existir terreno del Inca. El que la escritura de una obra no es motivo para construir una novela sobre su autor, aunque dicha obra sea excelente. Pero si hay oscuridades, vacíos, sombras en la elaboración de, por ejemplo, los Comentarios reales (1609), entonces sí estamos ante un personaje interesante.

El argumento último merece ser explicado. Cuando Gutiérrez se refiere a que en el proceso de escritura de la obra máxima del cronista, el gran libro de 1609, se presentaron ciertas situaciones extrañas y misteriosas, alude principalmente a las estrechas relaciones que estableció el cuzqueño con algunos integrantes de la Compañía de Jesús y a la hipótesis planteada por Carlos Araníbar29, según la cual, dicha Compañía “empleó al Inca como vocero de sus ideas respecto de la colonización en América”. Esta hipótesis “justificaría la escritura de una novela que tenga como protagonista al Inca Garcilaso” (Maguiño Veneros 2014: 130).

La segunda razón que abona para que se escriba una futura novela histórica tiene que ver con unos hechos que vinculan al Inca Garcilaso con otro cronista mestizo, Blas Valera, menos conocido que el cuzqueño, pero tan importante como este. Ambos personajes reales no se conocieron directamente. Fue la Compañía de Jesús, a través de uno de sus miembros, el Padre Maldonado Saavedra, la que entregó al Inca Garcilaso de la Vega, en los años en que este escribía los Comentarios reales, los papeles incompletos de la crónica inédita, Historia Occidentalis, que había escrito Blas Valera, y que la Orden conservaba en la ciudad de Cádiz.

En las páginas de su gran crónica, el Inca Garcilaso menciona haber leído dicha crónica y la cita en diferentes partes de su obra magna. Pero los originales del trabajo de Blas Valera se han perdido. No se sabe si el cuzqueño devolvió esos papeles a la Compañía o se quedó con ellos. Si la Orden los recibió de manos del Inca debería haberlos editado y no lo hizo. Alrededor de este vacío, Gutiérrez proyecta la creación de su futura novela, planteando la hipótesis de que, en previsión de lo que pudiera ocurrir, pues él era vigilado por su Orden, Blas Valera haya escrito una copia más de su misteriosa crónica, la misma que puso a buen recaudo, con la idea de que en el futuro alguien la descubra, la lea y la haga publicar30. Además la vida de este “cronista fantasma”, como lo llamó el experto en crónicas, Raúl Porras Barrenechea, es muy accidentada y ofrece aspectos para una construcción novelesca interesante31.

Gutiérrez dedica varias páginas a rastrear la vida un tanto misteriosa y errática de Valera, recurre al testimonio de historiadores para probar, de algún modo, que este mestizo peruano habría estado en contra de los abusos de los conquistadores con los indígenas. Y que había abrazado los puntos de vista críticos de ciertos jesuitas (Francisco de la Cruz y Luis López) con respecto a la posición moderada de la propia Orden, en relación con los planteamientos del reconocido sacerdote Bartolomé de las Casas, “el ardiente defensor de los indios”. Según el parecer de Gutiérrez, Valera, por su condición de mestizo y de haber recorrido gran parte del virreinato, coincidía con las propuestas lascacianas y su crónica dejaba traslucir dicha coincidencia. Ese motivo habría decidido a la Orden a no publicar las páginas debidas a la pluma de este escritor, reputado como un gran latinista y que incluso gozaba del aprecio personal del gran erudito José de Acosta.

En cuanto a la tercera razón que hace factible la escritura de una ficción novelesca alrededor de las vidas del Inca Garcilaso de la Vega y de Blas Valera, Miguel Gutiérrez, habiendo constatado que en el Perú hay un culto a la figura del Inca (por lo menos desde 191632), inventa la existencia de una sociedad secreta en nuestro país, cuyo propósito es velar porque se mantenga dicho culto y para ello realiza una serie de actividades (investigaciones, estudios, congresos) que están controladas por una élite, heredera de los sectores aristocráticos a los que perteneció el ya citado José de la Riva-Agüero, pero con los cambios que se han producido en la compleja y conflictiva sociedad peruana.

Con estos atractivos insumos, Miguel Gutiérrez, en la segunda mitad de su libro, adelanta, en dos partes, los ingredientes de la historia novelesca, dividida, ya lo hemos indicado, en dos etapas del devenir de los diferentes personajes que pasan a formar parte del mundo posible creado por el novelista, que se desarrolla, además, en escenarios europeos y peruanos.

Como ya ha delineado los perfiles de los personajes, los espacios que servirán de contexto a los sucesos y el carácter de suspenso de estos últimos, el autor de la novela ofrece a sus lectores ciertas señas sobre el narrador de la primera parte (1598) un joven jesuita, aún sin nombre, que funge de “secretario del Padre Pedro Maldonado de Saavedra, el mismo que entregará al Inca Garcilaso la despedazada crónica de Valera”.

Gutiérrez se prodiga en adelantar lugares, fechas, sucesos protagonizados por los seres principales de la ficción (Garcilaso Inca de la Vega y el Padre Blas Valera). Alude también a las dos líneas argumentales de la fábula, pero aclara que comenzará la narración por la segunda de ellas, la que recrea “la serie de actos que determinan la misteriosa desaparición de la Historia Occidentalis de Blas Valera”. La primera “se refiere a todos los hechos significativos de la vida en España de Garcilaso (desde cuando aún era Gómez Suárez de Figueroa) que habrán de culminar con la redacción de los Comentarios reales” (Gutiérrez 1995: 51). Según el diseño anunciado, Poderes Secretos será una novela con una trama no cronológica.

Cabe añadir que el narrador empleará el formato de un informe, en el cual, incluso, trascribe los diálogos que sostiene el famoso Padre José Acosta con el joven sacerdote Blas Valera, a quien admira. Y el tema del intercambio verbal entre ambos personajes gira alrededor de la conducta heterodoxa del segundo de ellos y de su identificación con personajes considerados peligrosos por la Orden (Francisco de la Cruz, Luis López, Bartolomé de las Casas) y que podrían acarrearle problemas con el Tribunal del Santo Oficio a Valera. La función del Padre Acosta consiste en orientarlo para que abandone esta actitud.

La actitud de resistencia del sacerdote mestizo hace que la Orden decida enviarlo a España. Se instala en la ciudad de Cádiz, pero el problema pendiente sigue siendo el destino de los originales de la crónica de Valera. ¿Se publicará como libro o permanecerá inédita? Los jesuitas admiten la posibilidad de editarla, siempre y cuando el autor realice ciertos cambios sugeridos por ellos. Estando en esa disyuntiva, Cádiz sufre el asedio y el bombardeo realizado por los enemigos ingleses y en la confusión de ese asalto ocurre la destrucción o la desaparición de los originales, para tranquilidad de los superiores del cronista. Pero en la versión de Miguel Gutiérrez se plantea que Valera ha hecho una copia completa de su trabajo y la ha puesto a buen recaudo, para que algún historiador en el futuro la descubra y dé a conocer la versión completa de tan valioso testimonio.

Tomando como punto de apoyo este último dato, y tal como anuncia en su proyecto, el novelista peruano esboza las líneas esenciales de sucesos que ocurren cuatrocientos años después de los que presenta en la primera parte. En las secuencias iniciales de estos hechos ocurridos en el siglo XX, la narración muestra la existencia de una especie de secta de académicos que han establecido una especie de culto alrededor de la figura del Inca Garcilaso. La partida de bautismo de esta cofradía intelectual de tendencia conservadora se estableció en 1916, cuando José de la Riva-Agüero pronunció un memorable discurso de “Elogio al Inca Garcilaso”, con motivo de cumplirse trescientos años de la muerte del autor de los Comentarios reales.

Desde la perspectiva de Miguel Gutiérrez ese discurso constituyó una suerte de apropiación ideológica de los sectores de ascendencia aristocrática, que hicieron del Inca Garcilaso un símbolo de un mestizaje armonioso que no se correspondía con el carácter racista y discriminador que imperaba e impera hasta hoy, en pleno siglo XXI. Las actividades de la secta garcilasista crecen conforme concluye el siglo XX y se acerca el año 2016, en que se recordará los cuatrocientos años del deceso del Inca en la ciudad de Córdoba. Apremiados por la cercanía de los cuatrocientos años, los integrantes deciden celebrar un gran Congreso Internacional dedicado a estudiar y a homenajear la vida y la obra del genial cuzqueño. Y para otorgarle un simbolismo especial, deciden que la sede de dicho congreso sea la ciudad danesa de Copenhague, en la que se descubrió, en 1908, el manuscrito original de la crónica del misterioso Felipe Guamán Poma de Ayala. Este escritor que con el devenir de los años se ha convertido en una suerte de rival del Inca Garcilaso pergeñó un monumental manuscrito de más de mil páginas, denominado Nueva crónica y buen gobierno, con texto escrito y dibujos atribuidos al autor y que ofrece una visión de la vida en el antiguo Tahuantinsuyo y de los años de la conquista y de la etapa inicial del régimen colonial. Este gran documento estaba dirigido al rey de España, pero nunca llegó y fue descubierto tres siglos después en la ya citada Copenhague, gracias al trabajo de Richard Pietschmann33. Y lo editó en París, el historiador Paul Rivet, el año de 1936.

Y desde esa fecha, la monumental obra de Felipe Guamán Poma de Ayala ha merecido un incesante interés de parte de especialistas nacionales que han destacado las características singulares de esta crónica que ofrece una visión peculiar del Imperio Incaico y de las culturas que lo precedieron, escrita por un gran conocedor de las antiguas civilizaciones que fueron destruidas o desarticuladas por los conquistadores europeos desde el siglo XVI en adelante.

Por eso resulta un signo de provocación de los miembros de la secta garcilasista el pretender realizar un Congreso en la ciudad donde fue descubierta la crónica que compite en importancia con los Comentarios reales. Pero con lo que no cuentan los orgullosos guardianes del culto al Inca Garcilaso es que los preparativos de la cita académica en Copenhague, coinciden con una noticia que altera el desarrollo de la celebración de los 400 años: alguien ha descubierto la copia de la crónica de Blas Valera, aquella que el cronista escribiera con la esperanza de que algún historiador la descubra en el futuro. Ese hecho ha ocurrido y complica el brillo del Congreso que preparan los garcilasistas. Empero estos, mediante tretas propias de un grupo cerrado logran que el descubridor del documento renuncie a publicarlo. Este ingrediente otorga al proyecto de Miguel Gutiérrez un interés especial que no ha podido ser plasmado, pero puede ser retomado por otro novelista.

Referencias Bibliográficas

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Fuentes Documentales

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1 Ricardo González Vigil (2016).

2 César Toro Montalvo (2010).

3 Dice el escritor peruano Fernando Ampuero (novelista, cuentista, ensayista, periodista, hombre de prensa escrita y televisiva), que propio de un hombre de letras es ofrecer una forma de mirar el mundo. Ampuero (2012).

4 Dice el notable filósofo español Emilio Lledó (1927) que la función de un historiador consiste en traer el pasado al presente. Breve y certera definición del quehacer de una compleja ciencia humana (2012).

5 Véase al respecto, la novela Vallejo en los infiernos (2008), del peruano Eduardo González Viaña; Vallejo y la célula non plus ultra, (2009) de Jorge Nájar, también del Perú.

6 Cf. Miguel Ángel Rodríguez Rea (2008).

7 Francisco Carrillo Espejo (1996).

8 Cf. Alberto Tauro Del Pino (1987-2: 450).

9 Tuvimos la suerte de tenerlo como profesor de varios cursos de la especialidad de Literatura, en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, de la Universidad de San Marcos, de Lima, a inicios de la década de los setenta.

10 Cf. Miguel Hugo Maguiño Veneros (2014). Originalmente este libro fue una tesis que su autor presentó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para optar el Grado de Magister en Literatura Peruana y Latinoamericana.

11 Según una confiable cronología, el Inca partió del Cuzco el 20 de enero de 1560 y llegó a España en 1561. Cf. Ricardo González Vigil (2016).

12 Francisco Carrillo Espejo (1996: 9).

13 Mario Vargas Llosa (1995).

14 Este libro es parte de su colección Enciclopedia Histórica de la Literatura Peruana (Tomo IX).

15 Cf. Edgardo Rivera Martínez (2009: 359-368). Carlos Eduardo Zavaleta. Cervantes en el Perú.

16 Fermín del Pino-Díaz (2010: 144), Actas del Congreso Internacional y Ricardo Silva-Santisteban (2011).

17 También ha destacado la singularidad del libro editado en 1605, el escritor cubano Leonardo Padura (1984).

18 A propósito de nuevos descubrimientos de textos escritos por el Inca Garcilaso, vale destacar la publicación del “facsímil de un nuevo manuscrito” de La Florida. Este desconocido texto de La Florida fue “hallado por el historiador Miguel Maticorena Estrada en su estadía en el Archivo General de Indias de Sevilla, en la década de los años cincuenta”. Cf. Inca Garcilaso de la Vega / La Florida (2015).

19 En: Selenco Vega (2007: 15-28).

20 Entre ellos podemos citar a Washington Delgado, Julio Ortega, Gregorio Martínez, Óscar Colchado, Cronwell Jara, Luis Enrique Tord, Luis Nieto Degregori, Carlos Schwalb, Fernando Iwasaki, entre otros. Nosotros hemos sido parte de los jurados hasta en cuatro oportunidades.

21 Dicho discurso está publicado en el mismo libro en el que aparece el cuento ganador y lleva el título de “Los reinos imaginarios”. Figura en la sección “Apéndice”. Selenco Vega (2007: 258).

22 Entre esas dicotomías figuran las siguientes: presente / pasado; vigilia / sueño; Cuzco / Alpujarras; a ello agreguemos algunas tricotomías: el padre / la madre / el hijo; Diego / Gómez Suárez de Figueroa / la mujer morisca. Se le mencionará más adelante.

23 Ese proyecto es el que se conoce como “el providencialismo”.

24 En comunicación personal, el autor del cuento nos reveló que Diego de León es un personaje inventado por él, con la finalidad de que sea una especie de contrapunto del mestizo peruano, tal como en El Quijote, Cervantes inventó a Sancho para que acompañe a don Alonso Quijano. La comunicación, vía Facebook ocurrió el 31 de enero de 2017. Comparto con Selenco una muy cordial amistad, desde que fuera mi alumno en la Escuela de Literatura de la Universidad de San Marcos, en la última década del pasado siglo.

25 Años decisivos de la narrativa peruana. Lima: Editorial San Marcos, 2008.

26 Cf. Ricardo González Vigil: “Gutiérrez y el garcilasismo”, en op. Cit. (2008: 359). En este artículo, el crítico hace un comentario acerca de PS.

27 Se publicó un libro que recoge las ponencias presentadas en dicho simposio. Cf. Lemlij, Moisés. Historia, memoria y ficción. Lima, Seminario Interdisciplinario de Estudios Andinos, 1996.

28 Cf. Ribeyro, Julio Ramón: “Para mí, todo es motivo de duda”. Entrevista de Antonio Cisneros, en Julio Ramón Ribeyro. Las respuestas del mudo. Iquitos, Tierra Nueva, 2009, p. 239.

29 Léase el prólogo que escribió Miguel Gutiérrez para la edición del libro Ensayos /Historia / Literatura / Música, de Carlos Araníbar. Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 2013.

30 Estos dos detalles (el que la crónica de Blas Valera sea un documento prohibido y el que este cronista haya escrito una copia más de su obra con la esperanza de que alguien la descubra en el futuro) muestran la influencia, en el proyecto novelístico de Gutiérrez, de dos autores: la de Umberto Eco con su famosa novela El nombre de la rosa (1980), que gira alrededor de un libro prohibido y perdido. Y la de Jorge Luis Borges y su relato “Tema del traidor y del héroe”, en el que un historiador incorpora ciertas claves en unos originales para que en el futuro descubra alguien descubra una verdad incómoda. Ricardo González Vigil, al comentar Poderes Secretos también señaló estas coincidencias.

31 El antropólogo y escritor Luis E. Tord ha publicado una valiosa novela que gira alrededor de la vida de Blas Valera. Se llama La montaña roja (2008).

32 En 1916, el historiador José De la Riva Agüero, prominente miembro de la aristocracia limeña y descendiente de los conquistadores españoles del siglo XVI, pronunció un “Elogio al Inca Garcilaso”, con motivo de los trescientos años de la muerte del Inca cronista. Ese elogio contribuyó a elevar la figura del mestizo cuzqueño a la categoría de símbolo de la peruanidad.

33 Cf. Araníbar, Carlos (2013: 17).