LITERATURA Y TERRITORIO: MADRID (MAŶRĪṬ) EN EL MUGRIB

DE IBN SA´ĪD (S. XIII)

LITERATURE AND TERRITORY: MADRID (MAŶRĪṬ) IN THE MUGRIB

OF IBN SA´ĪD (13TH CENTURY)

Christine Mazzoli-Guintard

Université de Nantes

mazzoli.guintard@orange.fr

María Jesús Viguera Molins

Universidad Complutense de Madrid

viguera@filol.ucm.es

Recibido: 21-12-2017

Aceptado: 17-05-2018

Resumen

Se analizan y traducen los datos que Ibn Sa´īd al-Magribī (Granada, 1214-Túnez, 1286) ofrece sobre Madrid en la antología histórica y literaria del Mugrib, donde se recopilan biografías ordenadas geográficamente, y, en este caso, desde la relación entre literatura y espacio vital, aportaremos algunos datos sobre los antecedentes históricos de la pertenencia de Madrid al territorio de Toledo, antecedentes que nos hacen remontar a la época andalusí.

Palabras clave: Biografías y entorno espacial. Al-Mugrib. Ibn Sa´īd. Literatura de Madrid andalusí.

Abstract

Analyzes and translates the data that Ibn Sa´īd al-Magribī (Granada, 1214-Tunisia, 1286) offers over Madrid in the historical and literary anthology of the Mugrib, where they are collected biographies sorted geographically, and, in this case, since the relationship between literature and living space, will provide some facts about the historical background of the Madrid belonging to the territory of Toledo, history that make us go to the al-Andalus period.

Keywords: Biographies and environment space. Al-Mugrib. Ibn Sa´īd. Literature of al-Andalus Madrid.

 

1. Introducción

Literatura y vida conforman un dúo estrechamente unido, tal y como sistematizó el filósofo Gilles Deleuze en un estudio precisamente titulado “La littérature et la vie”: “Écrire est une affaire de devenir, toujours inachevé, toujours en train de se faire et qui déborde toute matière vivable ou vécue. C’est un processus, c’est-à-dire un passage de Vie qui traverse le vivable et le vécu” (Deleuze, 1993: 11), y en esa misma línea escribieron también reflexiones memorables algunos literatos, marcando juntas en sus títulos literatura y vida (Martínez Estrada, 1967: 142-158; Monterroso, 2004). Estas relaciones fuertes, densas y diversas entre literatura y vida han producido obras de distinta índole, principalmente la autobiografía, el viaje y la ficción, como recuerda Fátima Roldán Castro en la muy sugestiva temática que ha propuesto para este volumen de Philologia Hispalensis, al cual nos invitó a participar. Recordemos también que tales relaciones se plasmaron en el espacio y en el tiempo. Entre los textos de los autores árabes de la Edad Media que permiten aproximarnos al dúo “literatura y territorio”, la obra de Ibn Sa´īd reviste un interés particularmente relevante por su unión entre poetas andalusíes y organización espacial de al-Andalus. Con su compleja y completa evocación literaria del territorio andalusí, volvemos a un espacio que las abajo firmantes ya habíamos aproximado, el de Madrid (Viguera Molins, 1992; Mazzoli-Guintard, 2009a).

Las primeras aportaciones al estudio de la organización social del espacio en el Madrid medieval fueron publicadas en un volumen dedicado a los Orígenes históricos de la actual Comunidad Autónoma de Madrid, en cuya introducción, Cristina Segura (1995: 6) indicaba que

Hay tres hechos que, desde mi punto de vista, condicionan el proceso histórico de las tierras que formaron después la provincia de Madrid. Estos tres hechos son: el establecimiento de la capitalidad en 1561 por Felipe II en la Villa de Madrid, concejo no demasiado rico y con un alfoz no demasiado extenso. En segundo lugar la presión segoviana, la tenaza que los segovianos establecieron sobre el concejo de Madrid desde los primeros tiempos de la incorporación de estas tierras a la Corona de Castilla. Y, en tercer lugar, la pertenencia de la zona a la jurisdicción del arzobispado de Toledo y la fuerte influencia de este poder sobre ella.

Precisamente, ahora, queremos aportar algunos datos a los antecedentes históricos de la pertenencia de Madrid al territorio de Toledo, antecedentes que nos hacen remontar a la época andalusí y que figuran en una obra muy significativa dentro de la literatura andalusí, una antología de poetas árabes que contiene, además de los personajes biografiados, datos de carácter histórico y geográfico, y se titula (aunque hay variantes) el Mugrib fī ḥulà l-Magrib (Lo extraordinario sobre las galas del Occidente [islámico]), con datos que recorren y representan la entidad andalusí hasta que su recopilador final, Ibn Sa´īd (Granada, 1214-Túnez, 1286) la dio por terminada en 1243, aunque añadiría algún apunte hasta mediados del siglo XIII.

Para situar en el tiempo los contenidos de al-Mugrib debemos recordar que habían comenzado a reunirse un siglo atrás, en el XII, sobre la base de una obra de al-Ḥiŷārí (m. en 1155), hoy perdida: «Lo prolijo sobre los méritos [var.: las maravillas] del Occidente [islámico]: Kitāb al-mushib fī faḍā’il [var.: garā’ib] al-Magrib, cuyo autor la compuso mientras residió en Alcalá de Benzayde (luego, Alcalá la Real, Jaén), bajo el mecenazgo de los poderosos y cultos Banū Sa`īd (Moral Molina, 1987), algunos de los cuales añadieron materiales, hasta que lo ultimó nuestro Abū l-Ḥasan `Alí ibn Mūsà al-`Ansí, a quien específicamente llamamos “Ibn Sa´īd”, y a quien suele apodársele “el alcalaíno” (al-Qal`i), “el granadino” (al-Garnāṭí), “el andalusí” (al-Andalusí) y “el del Occidente islámico” (al-Magribí), autor polifacético que, según él mismo declaró (García Gómez 1942: LI), también había escrito:

Este ejemplar y completado el Kitāb al-falak... que se subdivide en dos: al-Mušriq fī ḥulà al-Mašriq (“El brillante, sobre las galas de Oriente”) y al-Mugrib fī ḥulà al-Magrib (“El extraordinario, sobre las galas del Occidente”). Bástele a al-Andalus, como gloria en esta materia, la composición de un libro como ése, por seis personas distintas, en un período de ciento quince años, pues termina en el año 645 [de la Hégira = 1247-1248].

En el propósito, sobre todo implícito, de salvar la materia poética andalusí, organizada por sus espacios y tiempos, incide esta gran obra colectiva, al-Mugrib, de los Banū Sa´īd, muy ilustre familia árabe establecida en una Qal´a o fortaleza al sur de Jaén, lugar que acabó adoptando en castellano el apelativo de Alcalá la Real, pero a la que ellos dieron nombre: Qal´at Banī Sa´īd, reflejado durante los primeros años tras la conquista cristiana, en la primera mitad del siglo XIII, como Alcalá de Benzayde. Sobre la declaración de Ibn Sa´īd acerca de cómo ultimó la antología de al-Mugrib, debe tenerse en cuenta que abandonó definitivamente la Península en el año 1238, de modo que resulta determinante la implicación familiar en aquella obra colectiva, desde el bisabuelo de nuestro Ibn Sa´īd, su abuelo y el hermano de éste, su padre y él mismo (Cano Ávila, Tawfik y Comes 2007).

Otro aspecto a destacar es la atención con que, precisamente, Ibn Sa´īd atendió a datos históricos y geográficos tanto en al-Mugrib como en otras obras (Vernet 1953, 1958; Alubudi 2004), lo cual se relaciona con sus largos viajes: tras abandonar al-Andalus, Ibn Sa´īd recorrió el Magreb (Ceuta, Fez, Salé, Marrakech) y Túnez; peregrinó a La Meca y en octubre de 1241 llegó a Alejandría, fue a El Cairo, tornó a Alejandría al morir allí su padre, con 67 años, en marzo de 1243. Volvió a El Cairo, buscando el apoyo de diversos personajes, y el sultán le autorizó a consultar la Biblioteca real, y a leer y escribir se dedicó con afán, no sólo en Egipto sino en Siria. En 1249, realiza su segunda peregrinación a La Meca, y se encamina luego a Damasco. En 1250, marcha a Emesa, Mosul y Bagdad, visitando a sabios, bibliotecas y poderosos; desde Basora viaja a Arrayan, y de nuevo a La Meca. En 1254, va a Túnez. En 1267, vuelve a Oriente, pasa por Bagdad y entra en Irán. Hacia 1276, regresa a Túnez, y allí muere diez años después, el 11 ša´bān 685 H. / 2 de octubre de 1286.

El Mugrib es una obra muy amplia, compuesta por quince libros o “partes”, seis dedicados a Egipto, tres al Magreb y seis a al-Andalus; la parte dedicada a al-Andalus fue objeto de una edición por Šawqí Ḍayf (1964, 1997), y de traducciones de varias partes (como por ejemplo, Mohamed-Hammadi Mejdoubi 2012, 2014a, 2014b, 2014c, 2016); asimismo, se han publicado estudios consagrados a las ciudades (Mazzoli-Guintard, 2006, 2009b) y al examen de determinados espacios geográficos, así Andalucía (Rodríguez Lozano 1973), Badajoz (Viguera Molins 1999, 2014), Sevilla (Ramírez del Río y Roldan Castro 2009), Almería (Mazzoli-Guintard 2014) y, entre otros, también Locubín (Castillo Castillo 2009). Sin embargo, a pesar de que autor y obra llamaron la atención desde el siglo XIX (Codera 1891, 1895), y de que continúa suscitando estudios tanto sobre sus fuentes (Méouak 1993) como sobre el carácter familiar de la obra, y todo eso con interés creciente desde los años 1960 (Viguera Molins 2005), y a pesar de que ya se hayan subrayado las posibilidades de estudio que ofrece la obra (Viguera Molins 2006), incluso en sus aportaciones a temáticas novedosas como el humor (Garulo 2009), el Mugrib requiere ser más estudiado y que sus méritos resulten más valorados. Esta inmensa obra tiene, en efecto, varios méritos, entre ellos el haber conservado fragmentos literarios e informaciones de carácter histórico, como, por poner un ejemplo, noticias fundamentales sobre los cadíes de Córdoba (Viguera Molins 1984), y también es muy notable por contener una organización territorial de al-Andalus cuya originalidad debe subrayarse y analizarse con amplitud. Y ambos méritos del Mugrib atañen también a Madrid, incluso desde la perspectiva de su condición fronteriza, situaciones que en general esta obra también refleja (Meouak 1996; Rei 2003), como asimismo es reconocida su enorme ansia de saber sobre lejanos territorios (Donoso 2014).

2.Madrid en el “reino” (mamlaka) de Toledo según ibn Sa´īd al-Magribí

2. 1. Una antología lírica en una geografía de al-Andalus

Ibn Sa´īd presenta a los personajes biografiados según un sistema seguido por otros antólogos andalusíes, ordenando a los poetas geográficamente, como ocurre con el voluminoso Kitāb al-Dajīra (“Libro del Tesoro”) de Ibn Bassām (m. 1147), y los dos más directos antecedentes del Kitāb al-Mugrib de Ibn Sa´īd, como fueron las antologías de al-Ḥiŷārí (1106-1155), su Kitāb al-Mushib (“Libro de lo prolijo”), y de Ibn al-Imām de Silves (m. aprox. 1164-1174), su Kitāb Simṭ al-Ŷumān (“Libro de la sarta de aljófares”), sobre el cual volveremos, pues la noticia referida al secretario y poeta madrileño que ahora nos interesa ya aparece, precisamente, en esta antología de Ibn al-Imām. La ordenación geográfica reemplazó, desde el siglo XII, en al-Andalus a anteriores criterios de antologías poéticas que, desde el siglo X, tuvieron una organización cronológica, a modo de repertorios biográficos o Ṭabaqāt (Terés 1946), o presentaban selecciones temáticas, como realizó Ibn al-Kattāní (m. 1028), su Kitāb al-tašbīhāt (Mouffok 2001). Tales antologías poéticas no siguen el orden alfabético de los nombres, como ocurre en los repertorios biográficos, pero al regirse por la ubicación territorial de los poetas, les dio base para introducir más o menos referencias, generalmente en prosa adornada, a sus lugares de origen, además de contener noticias históricas de mayor o menor extensión y enjundia.

Aunque la ordenación geográfica no sea, pues, rasgo original del Mugrib, sí hay que subrayar que sus planteamientos se apartan de las demás geografías andalusíes, aunque no podemos comprobar si su específico diseño de las tierras andalusíes, con ciertas peculiaridades, fue creación suya, o procede de alguna de sus fuentes, como al-Mushib de al-Ḥiŷārí, obra no conservada directamente, o incluso el Simṭ al-ŷumān de Ibn al-Imām, del que apenas quedan algunos folios de un único manuscrito, según ampliaremos enseguida, que resulta como un ‘compendio’ (muqtaḍab) de biografías que quizás no mantuvieran la disposición geográfica.

En una obra reciente, dedicada a la historia de la geografía de al-Andalus, es decir que tiene como propósito entender de qué manera los geógrafos árabes construyeron sus representaciones de al-Andalus, Emmanuelle Tixier du Mesnil (2014: 261-302) hace de al-Rāzí en el siglo X el fundador de la geografía andalusí; en una descripción de al-Andalus simbólica, que ante todo pretende testimoniar el control omeya sobre la Península, al-Rāzí divide el territorio en distritos enumerados uno tras otro, que dibujan un vasto círculo desde Córdoba hacia el este, para curvarse hacia el oeste y acabar en la capital de los Omeyas. En el siglo XI, al-Bakrí también proporciona una visión de conjunto del territorio andalusí: tras evocar la forma de la península y sus recursos, más algunas noticias relativas a la conquista del siglo VIII, presenta diez cortos relatos relativos a ciudades, cuya ordenación sucesiva varía de un manuscrito a otro y no tiene lógica de yuxtaposición espacial ni de construcción territorial, sino que dibuja en un arco de círculo las fronteras de al-Andalus (Tixier du Mesnil, 2014: 319-339).

En el siglo XII, al-Idrīsí enumera las distintas provincias que componían al-Andalus en época califal y presenta las poblaciones de la Península a lo largo de itinerarios que la recorren, sin dibujar una coherencia territorial, sino descritas unas tras otras y no dentro de una unidad territorial (Tixier du Mesnil 2014: 350-378). Y, por fin, en el siglo XIV, al-Ḥimyarí compone una “ultime vision d’al-Andalus où le territoire se mue en patrimoine, où l’histoire réapparaît pour suppléer aux défauts de la mémoire, et où le discours géographique, désormais utopique, énumère des lieux pour conserver le souvenir d’un espace qui n’est plus” (Tixier du Mesnil 2014: 380); el discurso de al-Ḥimyari tiene la forma de un diccionario geográfico, cuyas entradas están ubicadas por orden alfabético, de tal forma que los topónimos ya no se articulan entre ellos por itinerarios ni por contigüidad espacial (Tixier du Mesnil 2014: 379-423). En este citado repaso sobre los geógrafos de al-Andalus y sus maneras de concebir el territorio, no figura Ibn Sa´īd, que sin embargo proporciona una visión global y ordenada, muy ordenada –quizá la más de todas- del espacio andalusí.

Ibn Sa´īd, al igual que al-Ḥimyarí, escribe cuando de al-Andalus ya no queda sino el reino nazarí y ambos autores describen tierras en su mayoría ya no conservadas; ambos quieren salvar el rico patrimonio andalusí y compilan conocimientos, líricos, geográficos e históricos, para rescatarlos del olvido, ante las pérdidas territoriales y sus consecuencias. E Ibn Sa´īd y los autores que reúne al cabo en al-Mugrib, lo hacen mediante la más elaborada concepción del territorio andalusí que tenemos: la unidad primera de al-Andalus es su conjunto geográfico y reparten la Península en tres zonas: oeste, centro, este. Cada zona geográfica está divida en mamlaka-s (“reinos”) que constituyen el segundo nivel de ordenación del territorio; diez y seis reinos, más una zona fronteriza que va de Zaragoza a Medinaceli, organizan un espacio andalusí que, en pleno siglo XIII, remite a realidades territoriales de época califal; por orden de aparición en la obra, los reinos son los de Córdoba, Sevilla, Badajoz, Silves, Beja, Lisboa y Málaga para la zona occidental, Toledo, Jaén, Elvira y Almería para la zona central, Tudmīr, Valencia, Tortosa, Albarracín y Mallorca, ubicada esta última más allá de la marca fronteriza, en la zona oriental (Mazzoli-Guintard, 2000: 359-360).

Sólo los reinos de Córdoba y de Sevilla están compuestos de varios distritos, dentro de los cuales se encuentra un número variable de poblaciones; en los demás reinos, Ibn Sa´īd prescinde del nivel del distrito y sitúa las poblaciones dentro de un determinado reino. Por fin, el último eslabón de esta organización territorial reside en la terminología empleada por Ibn Sa´īd para presentar las distintas poblaciones de al-Andalus; designa la gran mayoría de ellas con uno de los términos siguientes, cuya significación precisa en al-Mugrib se nos escapa: ḥiṣn, madīna, ma´qil, qā´ida, qal´a, qarya. En efecto, en el estado actual de nuestros conocimientos del poblamiento andalusí, seguimos sin poder afirmar de manera tajante si esta terminología hace referencia a la importancia demográfica del lugar, a su papel en la estructuración del poblamiento, a las formas de su urbanismo, ni tampoco, por supuesto, cómo evolucionó su significado a lo largo de la historia andalusí, y con qué criterio quedó fijado en al-Mugrib.

Mucho queda por hacer para entender cómo Ibn Sa´īd elaboró, o aceptó a partir de alguna de sus fuentes que nos resultan incomprobables, esta organización territorial de al-Andalus: desconocemos cuál es el origen de esta estructura en tres zonas y en reinos, que no tiene nada que ver con el legado geográfico andalusí que pudo emplear, ni sabemos qué significa la terminología empleada para nombrar las poblaciones que tendríamos que estudiar en su globalidad. Y, más aún, tendríamos que plantearnos la significación de la organización territorial del espacio que propuso, pues nada señaló Ibn Sa´īd, ya que su texto editado del Mugrib entra directamente en materia, sin prólogo ninguno, comenzando además por mencionar el emirato de al-Ḥakam I, dándonos ocasión a lamentar la pérdida de folios iniciales.

En ausencia de tales referencias y de estudios aclaratorios, sólo podemos subrayar que en al-Mugrib se plasmó una geografía novedosa de al-Andalus, y muy estructurada, además de reveladora de la visión cartográfica de la península que tenía: así, a propósito del reino de Toledo, indica en su presentación, que éste se encontraba entre el reino de Córdoba y la frontera de Zaragoza (Ibn Sa´īd, 1964: II, 7). Dentro de la concepción geográfica del Mugrib, Madrid era una madīna ubicada dentro del reino de Toledo, el primer reino de la zona central de al-Andalus, donde se encontraban las poblaciones siguientes, según su orden de aparición en la obra, con la terminología que las define y con el número de personajes biografiados:

Toledo: madīna, 18

Huecas: qarya, 0

Talavera: madīna, 0

Guadalajara: madīna, 17

Calatrava: qal´a, 2

Talamanca: madīna, 1

Madrid: madīna, 1

Maqueda: qarya, 1.

El sistema que preside la presentación sucesiva de las poblaciones obedece, primero, a una lógica numérica (situar primero el lugar con más personajes e ir descendiendo hasta los que menos tienen) y, segundo, a una lógica alfabética (las tres poblaciones representadas con un solo poeta siguen el orden del alifato árabe). Pero surge una incógnita: ¿por qué Ibn Sa´īd (1964: II, 7) en su presentación inicial del conjunto del reino de Toledo menciona a Huecas y a Talavera, sin volver a ocuparse de ellas al ir explicando las otras seis localidades inicialmente mencionadas, menos esas dos? El editor de al-Mugrib nada advirtió al respecto, y habría realmente que comprobar si algo más se encuentra en el manuscrito que utilizó para su edición, copiado por el mismo Ibn Sa´īd, conservado en la Dār al-kutub de El Cairo, o en alguna de sus copias (Codera 1891, 1895), o en alguna de las fuentes posteriores que tomaron más o menos noticias suyas, como por ejemplo el Nafḥ al-ṭīb, donde tanto se transmite de Ibn Sa´īd, y cuyo autor, al-Maqqarí, poseyó una copia del Mugrib, que, como resulta evidente al comparar contenidos, era posterior y más completa que la conservada en El Cairo, como señala Š. Ḍayf, editor de esta obra (Ibn Sa´īd, 1964: I, 25).

2.2. Madrid en la organización espacial de al-Andalus

En el Mugrib, Ibn Sa´īd ubica, pues, Madrid en el reino de Toledo, reino sobre el cual trataron Jorge Lirola Delgado y Hanaa Mohamed-Hammadi en una ponencia: «Toledo a través de la obra de Ibn Sa´īd al-Magribí en el Libro de la fragancia del extraordinario sándalo acerca de las galas del reino toledano”, presentada al XXIII Simposio de la Sociedad Española de Estudios Árabes 25-27 noviembre de 2016, celebrado en Toledo1. Indiquemos también, de forma previa, que Ibn Sa´īd, en su resumen del Mugrib fī ḥulà al-Magrib, titulado Kitāb rāyāt al-mubarrizīn (“Libro de las banderas de los campeones”) (García Gómez 1942) no menciona Madrid ni ningún poeta “madrileño”, que sí figura, sin embargo, en la antología extensa del Mugrib, pero notemos también que entre los dieciocho poetas que en el Mugrib se sitúan en Toledo, sólo aparecen tres en el extracto de “Las Banderas de los campeones”.

Asimismo, observemos que en la parte dedicada a Madrid, el Mugrib recurre, como en los demás títulos de la obra (su mismo título general, y los de sus capítulos y partes) a la prosa rimada, y en este caso, poniendo: kitāb al-tagbīṭ fī ḥulà madīnat Maŷrīṭ (”Libro del tener por feliz acerca de las galas de la ciudad de Madrid”), buscando una palabra relativamente poco habitual en fuentes medievales (Dozy 1881 [II]: 200, sobre /GBṭ/ en forma 2ª: “exciter les désirs”; Biberstein-Kazimirski 1860 [II]: 432, “exciter, stimuler l’émulation”; Cortés 1996: 794, “suscitar la envidia; tener por feliz”) como tagbīṭ, para que rime en -īṭ con Maŷrīṭ, de manera que la expresividad o intencionalidad de su significado, al relacionar “suscitar deseos”, “emulación”, “envidia” o “felicidad” con Madrid, resulta sobre todo un recurso formal, como ocurre en general con los títulos y subtítulos del Mugrib.

Debemos ahora concretar más nuestro tema: “literatura y territorio”, preguntándonos acerca de la ubicación de Madrid en la organización espacial de al-Andalus, antes y después de Ibn Sa´īd: ¿dónde situaron a Madrid los autores árabes? La ubicaron en tres territorios diferentes: el de Guadalajara, el de la Sierra (al-Šārrāt) y el de Toledo; es menester volver a sus noticias para entender cómo se articulan entre ellas, por lo que revelan sobre los cambios en la organización espacial del territorio madrileño y porque tal articulación es reveladora de la circulación de las informaciones y, por supuesto, de la transmisión de los manuscritos (Viguera Molins, 2016: 33-37, 46-49). Cabe buscar en esta circulación de los manuscritos entre los letrados árabes de la Edad Media, que ahora empezamos a conocer mejor, lo que a primera vista podrían parecer como incoherencias de los textos.

Para el cordobés al-Rāzī (1953: 80-81), que redacta en época califal, Madrid se encuentra en el distrito de Guadalajara:

Del distrito de Guadalajara. La ciudad de al-Faraŷ (Madīnat al-Faraŷ), que hoy se llama Guadalajara, está al noreste de Córdoba en un río llamado Wādī l-ḥiŷāra. [...] Hay dentro de su territorio muchos castillos y ciudades, así el castillo de Madrid. Otro castillo es el de Castejón (de Henares). Otro es llamado Atienza y es el más potente del distrito.

El mismo dato vuelve a aparecer en la obra de un geógrafo oriental del siglo XIII, Yāqūt al-Rūmī (m. 1229), nacido en territorio bizantino, que pasó gran parte de su vida viajando entre Arabia, Siria, Egipto y Jurasán (1974: 280); a propósito de Madrid, escribe: “Es una ciudad (madīna) en [el distrito de] Guadalajara. Muḥammad [I] ordenó construirla” (Yāqūt, 1974: 280). Por fin, el Dikr, obra anónima redactada en el Magreb entre el año 1344 y el 1489, ubica Madrid en la cora de Guadalajara:

Madīnat al-Faraŷ está al noreste de Córdoba y al este de Toledo, de la que dista sesenta millas. Bajo su jurisdicción se encuentran numerosas ciudades y castillos, como, por ejemplo, las ciudades de Madrid, Talamanca, Maqueda, Anīša y Būŷa (Dikr 1983: ed. 50; trad. 65).

En la primera mitad del siglo XII, enumerando las provincias y distritos de al-Andalus en su Libro de Roger, al-Idrīsī ubica Madrid en la provincia de la Sierra (al-Sārrāt), voz que emplea para designar la Sierra de Guadarrama: “en la provincia (al-iqlīm) de la Sierra, están Talavera, Toledo, Madrid, Alfamín, Guadalajara, Uclés y Huete” (al-Idrīsī 1975: 54). Algunas páginas más lejos, al describir las poblaciones de al-Andalus a lo largo de itinerarios, menciona Madrid como un lugar que depende de Toledo:

También se encuentra en las montañas de Toledo minas de cobre y de hierro. Entre las poblaciones con almimbar (minbar min al-manābir) de esta ciudad y al pie de esta montaña se encuentra Madrid, pequeña ciudad y fortaleza sólida, bien poblada. En época del Islam, tenía una mezquita aljama donde se decía siempre la juṭba” (al-Idrīsī 1975: 82).

La incorporación de Madrid dentro del territorio de Toledo ocurre asimismo en la gran mayoría de las obras posteriores a la de al-Idrīsī, en el Mugrib de Ibn Sa´īd, también en al-Ḥimyarī (1938: 216; 1988: 179-180), letrado del Magreb de fines del siglo XIII-XIV, que se inspira en al-Idrīsī para presentar Madrid, “ciudad [que] se encuentra cerca (bi-maqraba) de Toledo”. El autor anónimo del Dikr menciona dos veces Madrid: en el párrafo dedicado a la cora de Guadalajara y en el relativo a la ciudad de Toledo y sus distritos; Madrid se encuentra así entre las pertenencias de Toledo: “en los alfoces (al-ḥawz) de Toledo, se encuentra la ciudad de Madrid, de mediana importancia, pero muy bien fortificada; la fundó el imán Muḥammad [I]” (Dikr, 1983: ed. 40-41, trad. 56). En la obra del oriental Ŷamāl al-Dīn al-Waṭwāṭ (m. 1318), su enciclopedia de ciencias naturales y geografía, adobada con algunos versos, Mabāhiŷ al-fikar wa-manāhiŷ al-´ibar, Madrid aparece también situada en la región de Toledo, cuyos distritos son:

Talavera, situada sobre el dicho río [Tajo], Oreto, Los Pedroches [Fahs al-Ballūṭ], con numerosos enclaves de población bereber, el Monte de los Baranis, amplio distrito cuya capital es Constantina del Hierro (Firrīŷ), con minas de mercurio y minio en la montaña, Talamanca, Salamanca, Magán, en cuyo territorio se encuentra la tierra saponaria que se exporta a todas partes, Madrid, Guadalajara (madīnat al-Faraŷ), sobre el Wādī l-Ḥiŷāra, del que tomó nombre, Akšuniya (?), Ávila, Segovia(Viguera Molins 1992: 25).

No hemos podido consultar la edición reciente de esta curiosa obra de acarreo (Waṭwāṭ, 2000), una de las enciclopedias compuestas en el Egipto mameluco; también en el siglo XIV, Ibn Faḍl Allāh al-´Umarī (1301-1349), que actuaba en la administración mameluca de El Cairo, ubica Madrid en el territorio de Toledo, copiando fielmente a al-Idrīsī:

Los montes de Toledo contienen también minas de hierro y cobre. Entre las dependencias de esta ciudad se halla Madrid, pequeña ciudad fortificada, provista de una fortaleza; tuvo en tiempos del Islam una mezquita principal donde regularmente se pronunciaba la juṭba (Viguera Molins 1992: 25).

Las fuentes textuales proporcionan, pues, algunos datos sobre la organización territorial de la región madrileña en época andalusí. En época califal, Madrid pertenecía a la cora de Guadalajara, según señala al-Rāzī; fue una de las más extensas coras de al-Andalus, pues al norte y al oeste, tenía como límite el Sistema Central, al sur, lindaba con el distrito de Toledo y al este, colindaba con el distrito de Medinaceli, o sea que correspondía a la actual provincia de Guadalajara, más la de Madrid y parte de la de Toledo (Oliver Asín, 1996: 209-211). Es verosímil pensar que, con la Guerra Civil o fitna del siglo XI, se rompió la anterior organización del territorio y Madrid se incorporó al reino de la taifa de Toledo; a partir de al-Idrisi, y salvo excepciones, Madrid siempre aparece relacionada con Toledo, pues pertenece al reino (mamlaka) o al distrito (ḥawz) de Toledo, según los autores: Madrid, Toledo y Guadalajara estaban ubicadas en el iqlim de al-Šarrāt, escribe al-Idrīsī, y Madrid era uno de los manābir de Toledo, es decir que era una ciudad con alminbar, donde un jaṭīb pronunciaba el sermón los viernes. Dentro de un territorio encabezado por Toledo, Madrid era, pues, el eje estructurador de un territorio religioso, a donde acudían las poblaciones de los alrededores los viernes para la oración y la juṭba. Este distrito religioso se extiende hasta el de Alfamín, también dotada de una mezquita con almimbar y situada a unos cincuenta kilómetros al suroeste de Madrid (Mazzoli-Guintard 2011: 172-179).

Por otro lado, las fuentes textuales relativas a la organización territorial de Madrid dejan entrever hasta qué punto circularon las informaciones, tanto orales como en los manuscritos; en el marco de una historiografía hoy día muy preocupada por la historia global (Testot 2008), la circulación de los manuscritos árabes en la Edad Media puede ofrecer elementos muy interesantes de reflexión. La información que ubica Madrid en el distrito de Guadalajara, formulada por al-Rāzī en la Córdoba califal, vuelve a aparecer en el Oriente del siglo XIII, en la obra de Yāqūt, y también en el Magreb del siglo XIV o siguiente, donde el Dikr mantiene la memoria de esta organización territorial. Por fin, la literatura elaborada en el Oriente se inspira de la del Occidente musulmán, al-Andalus o Sicilia, como lo testimonian Yāqūt en el siglo XIII, al-Waṭwāṭ e Ibn Faḍl Allāh al-´Umarī en el siglo XIV. Sobre las vías que permitieron el trasvase de manuscritos entre Occidente y Oriente están los viajes que emprendieron los sabios, viajes a veces sin retorno como el del propio Ibn Sa´īd al-Magribi (m. en 1286), que acabó el Mugrib ya lejos de su Alcalá la Real y de su Granada.

Las relaciones de Ibn Sa´īd con el Magreb y con Oriente fueron muy importantes, y produjeron una difusión de datos e intercambios considerables, pues otro mérito de nuestro autor fue la eximia presentación de lo andalusí en el Magreb y en Oriente, llevando allá los selectos productos de sus antologías, como si uniera e integrara todas las áreas de la arabidad cultural, suscitando comparaciones. Este papel fue muy apreciado, desde sus contemporáneos hasta hoy, y no es retórico el acertado título del libro que le dedicó M. Y. al-Anṣārī: al-Tafā´ul al-taqafī bayna al-Magrib wa-l-Mašriq. Ātār Ibn Sa´īd al-Magribí wa-riḥlatu-hu al-mašriqiyya wa-tahawwulāt `aṣri-hi, A master of intercultural history in Islam. Ibn Sa´id al-Maghribi, his works and cultural voyages (ANSARI, 1992). También lo ha comprobado S. Kh. Mansoor, en La literatura andalusí en Egipto desde el siglo XI al XV (Mansoor 2002), desde que allá empieza el interés por lo andalusí, en el XI, hasta su cima en los XIV y XV, lo cual contribuyó a afianzar Ibn Jaldūn (m. en El Cairo, 1406), tan atento a datos de Ibn Sa´īd, y fue prolongado hasta el XVII por al-Maqqarí, que murió en 1632, precisamente en El Cairo, y hasta allí llevó tanto de Ibn Sa´īd.

3.Abū `Abd Allāh al-Maŷrīṭī biografiado en al-Mugrib

3.1. Traducción de la biografía (Mugrib, II, 43-44, biogr. nº 362)

Parte (kitāb) séptima de las que contiene el capítulo (kitāb) sobre el reino de Toledo, y es la parte de: “Tener por feliz acerca de las galas de la ciudad de Madrid” (kitāb al-tagbīṭ fī ḥulà madīnat Maŷrīṭ)

Pertenece a los distritos (a`māl) de Toledo; a ella se adscribe [con su nisba de “’el Madrileño”: al-Maŷrīṭí]:

El secretario Abū `Abd Allāh al-Maŷrīṭí. Es ilustre; fue mencionado por el autor de al-Simṭ [Simṭ al-ŷumān de Ibn al-Imām al-Šilbí], diciendo: A veces, es un Uways al-Qarnī2 y otras veces es un Ibrāhīm al-Mawṣilí3. Su corazón de pasión no careció ni de mano de muchacho su mano se apartó. Entre sus versos:

No hay más nítida disculpa que una [faz] tersa y clara,

cuya brillante piel la juventud ha acicalado.

Cuando miré la espada, el ancho de su hoja,

tinta la vi en sangre de corazones.

Con lánguida mirada arrojó a las entrañas

la flecha de la muerte, que certera llegó.

¿es que no preguntaste, a sus miradas, si, al romper,

te dejarían en vida alguna suerte?

Señalemos acerca de este pasaje del Mugrib que la versión que aparece en Simṭ al-ŷumān de Ibn al-Imām al-Šilbí (ibn al-Imām al-Šilbí 2002: 67; biog.28) es similar a este pasaje que fue recogido por Ibn Sa´īd, y cuya traducción acabamos de ofrecer, menos la frase en prosa rimada: “Su corazón de pasión no careció ni de mano de muchacho su mano se apartó”, que podría haber sido cortada en el manuscrito fragmentario de Simṭ al-ŷumān, según ha llegado a nuestros días, y donde además aparece el siguiente párrafo, también en prosa rimada, que no se incluyó en el manuscrito cairota de al-Mugrib que editó Šawqī Ḍayf, y cuya biografía del poeta “madrileño” acabamos de presentar traducida, y que con este otro párrafo debe completarse:

Trató sobre todo aquello en poesía y lo contó con flores de su prosa, expresando en ambos géneros su pecho entristecido, perfumando con ambos llanuras y fragosidades, mostró su sabiduría tanto en palabras prosificadas como versificadas, y yo atestiguo que lo suyo provoca complacencia y pone vino en las plazas del deleite.

3.2. Comentarios

Ibn Sa´īd se caracteriza por componer o reunir numerosas e interesantes antologías poéticas, alguna de ellas con apreciables referencias geográficas e históricas, según dijimos, y como realizó en el Mugrib, que hemos elegido como referencia biográfica sobre nuestro secretario madrileño al-Maŷrīṭí, precisamente porque lo que nos interesa ahora es el marco geográfico de referencia sobre la situación de Madrid, de donde procede el apelativo de ‘el madrileño’, en el territorio de Toledo, conectando espacio y biografía. Al-Mugrib se apoya en varias fuentes, que en su mismo texto suelen citarse y están identificadas (Meouak 1993: 221), entre ellas la obra de Ibn al-Imām al-Šilbí, que como acabamos de ver resulta fundamental para conocer a nuestro poeta “madrileño”. al-Šilbí quizás procedería o habría nacido en Silves, sin que tampoco conste la fecha de su nacimiento, y fallecería quizás en Sevilla, aproximadamente entre 560 y 569 de la Hégira/1164-1174 (Lirola Delgado 2013: 3, 521-522; biogr. 646); la antología que ahora nos interesa suele citarse como Simṭ al-ŷumān, y de forma extensa: Simṭ al-ŷumān wa-siqṭ al-adhān, y aún más: Simṭ al-ŷumān wa-safaṭ al-la’ālī wa-siqṭ al-adhān (“Sarta de aljófares, azafate de perlas y chispas de las inteligencias”), aunque aparece citada a veces con variantes entre los diversos términos de un título tan sugerente.

No hemos encontrado ninguna otra referencia biográfica sobre este al-Maŷrīṭí en obras anteriores a la de Ibn al-Imām al-Šilbí, que como acabamos de indicar se sitúa en pleno siglo XII, por lo cual podríamos deducir que es la centuria a la que pertenece también nuestro biografiado, anterior a 1164-1174 en que fallece Ibn al-Imām, pues no aparece en biógrafos anteriores, de modo que quizás al-Maŷrīṭí podría haber abandonado, acaso niño aún, las tierras madrileñas en los alrededores de la fecha de la conquista castellana de Toledo, en 1085. No abundan en las fuentes biográficas los Maŷrīṭíes, y esto explica que en la reproducción casi calcada de la edición que del Mugrib hiciera Šawqī Ḍayf (ibn Sa`īd 1964; 1997: 2, 36), su nuevo anotador, Jalīl al-Manṣūr, que añade algunas notas a pie de página, nos indica en este caso dos: la 1ª, para aclarar que Maŷrīṭ es el nombre dado en las fuentes árabes a Madrid, y la 2ª, para proponer –sin fundamento- que nuestro poeta secretario Abū `Abd Allāh al-Maŷrīṭí pudiera identificarse con el matemático, astrónomo, alquímico y médico Abū l-Qāsim Salāma al-Maŷrīṭí. Aunque no tratamos ahora de profundizar en la personalidad de nuestro Abū `Abd Allāh al-Maŷrīṭí, sino de aprovechar el contexto territorial en que las fuentes sitúan algunas de sus referencias vitales, no podemos dejar de añadir que seguramente sobre nuestro poeta madrileño recogió aún Ibn `Abd al-Malik al-Marrākuší (Marrakech, 634/1237; Tremecén, 703/1303) una brevísima referencia en su magnífico repertorio biográfico al-Dayl wa-l-Takmila (al-Marrākušī 1973: 419, nº 1119), diciendo:

Muḥammad b. `Abd al-Wālī, Maŷrīṭí, Abū `Abd Allāh, de él transmitió Abū Marwān b. Abī Bakr al-Tuŷībí al-Lūrqí al-Farrā’.

Y esto es importante, pues nos completaría el nombre de nuestro al-Maŷrīṭí, amplíaría su actividad a la transmisión del hadiz, poniéndolo en conexión con el lorquino Abū Marwān al-Farrā’, cuya localización cronológica, por ahora no encontrada y que dejamos para otra ocasión, acabará por situarnos al secretario y poeta madrileño de quien nos hemos ocupado aquí.

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1 Toledo, Agenda Cultural, noviembre 2016. <https://issuu.com/editorialmic/docs/toledoagenda_nov16> Traducción del texto por Mohamed-Hammadi Mejdoubi 2016.

2 Contemporáneo del Profeta Muḥammad, es mencionado como fiel ‘seguidor’ (tābi`í); murió en la batalla de Siffīn (en 667), luchando en las filas de `Alī b. Abī Ṭālib, yerno del Profeta y último de los Califas ortodoxos.

3 Famoso cantor y poeta de la corte ´abbāsí (m. en Basora, en 804).