Philologia Hispalensis · 2024 Vol. · 38 · Nº 2 · pp. 263-266
ISSN 1132-0265 · © 2024. E. Universidad de Sevilla. · (CC BY-NC-ND 4.0 DEED)
La relevancia de una obra como El valor de las cartas en el tiempo. Sobre epistolarios inéditos en la cultura española desde 1936 no puede sobreestimarse. Fruto de años de colaboración entre el grupo del proyecto I+D Feder/Ministerio de Ciencia e Innovación, este volumen es coeditado por dos eruditos de gran renombre en la investigación de epistolarios, José Teruel y Santiago López-Ríos, y apoyado por un grupo experto de autoras/es. Como bien dicen Ana Garriga Espino y José Teruel en la introducción a su Historia e intimidad. Epistolarios y autobiografía en la cultura española del medio siglo (Iberoamericana Vervuert, 2018), «acercarse al estudio de epistolarios desde la ladera de la crítica literaria resulta una tarea a todas luces compleja y resbaladiza. Pareciera que, aunque queramos desplazarnos por la corteza del texto, acabamos siempre sucumbiendo a la curiosidad de la intrahistoria» (9). En ese y en este volumen, las/les/los contribuyentes no solo logran informar sobre una época de a veces dura censura y de ricas y necesarias relaciones con el exilio, sino que también iluminan la «intrahistoria» amplia y profunda de la vida de las/los corresponsales estudiadas/os. El público lector aprende sobre las tensiones políticas de la época y su relación con la censura y el exilio, sobre las relaciones profesionales y personales entre autores, editores, críticos literarios y profesores y sobre la historiografía de un buen número de publicaciones literarias desde 1936. El valor de las cartas en el tiempo representa un rescate casi heroico, a través de archivos públicos y privados, bibliotecas, academias y fundaciones (véase la lista impresionante de instituciones en las páginas 18 a 20), de cartas e intercambios cuyos contenidos aumentan de manera significativa nuestros conocimientos de la cultura del siglo xx y xxi de España y las Américas.
En la «Introducción», Teruel y López-Ríos explican el ímpetu de este volumen —el deseo de indagar más en el periodo de la Guerra Civil y, a través de múltiples y minuciosos estudios sobre los epistolarios, de ampliar la perspectiva histórica sobre esta época y de subrayar lo que aseveran de manera poética los dos editores: que «una vida es un falso singular y son diversos los yoes dispersos por el tiempo» (10)—. Reconocen la labor difícil de encontrar estos documentos clave, por su pérdida con el tiempo y/o por la decisión de los autores y sus herederos de tirarlos. También demuestran que la publicación de los epistolarios entre escritores, editores y críticos/profesores con frecuencia anima la búsqueda de más cartas y, por ende, la publicación de más epistolarios (11-13). Teruel y López-Ríos citan a Mainer al decir que «la historia literaria no puede ser una forma dignificada del cotilleo (2003: 13)» (15), y esta conciencia de la responsabilidad del lector de las cartas se hace patente en cada uno de los capítulos del volumen. Cuidan, como dicen los coeditores, «ese escenario discursivo de la memoria, de la subjetividad y de la comunicación cifrada» (16).
El volumen cuenta con una introducción y 15 capítulos sobre epistolarios específicos dentro de los que figuran algunas personas más de dos veces, así aumentando el interés interconectado entre capítulos y entre autores, editores y críticos. Todos los capítulos ofrecen una vista detallada de la vida y la obra de los corresponsales. Por cuestiones de espacio, no se hace aquí un recorrido por todos los capítulos, sino que se mencionan varios de ellos como ejemplos de la excelencia del volumen en sí. Hay estudios de escritores de gran renombre, tales como Dámaso Alonso, Camilo José Cela, Rafael Chirbes (véase el capítulo interesantísimo de Álvaro Díaz Ventas), Miguel Delibes, Jorge Guillén, Carmen Martín Gaite, Guillermo de Torre y María Zambrano, y otros menos conocidos (por ejemplo, Leopoldo Panero), por razones a veces elucidadas en las cartas mismas. Un tema que surge en casi todas las cartas es la constancia o inconstancia del corresponsal, por problemas de pereza, enfermedad, mudanza y/o el sistema de correos, y esto también nos enseña algo sobre la «intrahistoria» de las vidas de estas figuras y de las epístolas en sí.
En «Autoridad y autobiografía en las cartas de Ángela Figuera Aymerich a Guillermo de Torre», Raquel Fernández Menéndez subraya la teoría de los epistolarios, diciendo que el análisis de los epistolarios «interviene directamente en la discusión en torno a los procesos de canonicidad y el concepto de autoridad literaria, asuntos nucleares en la revisión de las contribuciones de las mujeres a la historia cultural» (154), un punto de suma importancia cuando se considera los obstáculos experimentados por muchas mujeres escritoras del siglo xx al intentar incorporarse en el mundo de publicaciones, invitaciones literarias y demás. El capítulo sobre las décadas de correspondencia entre Eloína Ruiz y Consuelo Berges también nos enseña lo que se puede aprender desde las misivas privadas sobre la militancia política, el exilio, la escritura, la importancia del trabajo (desde un punto de vista identitario y económico) y la amistad entre mujeres. Se hace referencia a otros temas de acceso en el sobresaliente capítulo de José Teruel sobre Carmen Martín Gaite, quien tuvo que superar lo que denomina Teruel el problema de «Madame Ferlosio» (308-314).
La autora puertorriqueña Luce López-Baralt escribe sobre su larga amistad con Jorge Guillén, destacando su relación epistolar de casi veinte años (1964-1982), e incluye fotos del autor español de visita en Puerto Rico y en la boda de López-Baralt en Cambridge (EE. UU.). A través de las cartas, aprendemos que López-Baralt también es escritora/erudita de peso internacional, especialista en lo árabe-español, y que este campo resulta serle de gran interés a Guillén. Dice de su amigo: «el poeta consideraba, de otra parte, que la carta era el mejor sustituto de la conversación con el amigo ausente» (29), y añade que él habla de las cartas como una «alegría en voz alta» (29). Es significativo que López-Baralt mencione a Américo Castro, erudito estudiado en varios capítulos del volumen, y que hable de su formación hispanoamericana que influye en el «diálogo intercultural» (44) de la época. Además, este capítulo aporta una visión sumamente íntima de la relación entre López-Baralt y «don Jorge».
En «El epistolario inglés de Leopoldo Panero», Javier Huerta Calvo, a través de un estudio de la biografía y las cartas de Panero, despliega el complejo entramado político de la postguerra inmediata —en este caso, el de las relaciones entre el franquismo, Inglaterra, los exiliados españoles y las instituciones culturales, a veces en competición una con otra—. Se nota también la reacción de desacuerdo entre varios hispanistas ingleses ante la posible acogida de elementos franquistas en Inglaterra. La cuestión de la política franquista —y la perspectiva de los extranjeros al respecto— surge de nuevo en el capítulo de José Antonio Llera sobre Dámaso Alonso, quien escribe en una carta a Jorge Guillén: «en lo internacional resulto un fachista asqueroso y en lo nacional un rojo indeseable. ¡Está uno divertido!» (91). Asimismo, en su capítulo sobre Gregorio Martínez Sierra, Julio Checa Puerta y Alba Gómez García advierten sobre las dificultades de interpretar cartas privadas escritas en circunstancias bélicas, enfatizando la necesidad de considerar «los acontecimientos históricos, la biografía de los implicados y las características propias del epistolario» (114).
Dos capítulos, el de Domingo Ródenas de Moya y el de Raquel Fernández Menéndez, se enfocan en la labor editorial de Guillermo de Torre (con varias revistas y la importante editorial Losada) desde la Argentina y en sus relaciones con múltiples escritoras/es españolas/es, incluyendo a Jorge Guillén, Américo Castro, María Zambrano (también estudiada en el capítulo escrito por José Luis Gómez Toré) y Ángela Figuera Aymerich. Ródenas de Moya dice que Torre, por casi 60 años, «se carteó con ochocientos corresponsales de los más diversos ámbitos culturales» (131). Ximena Venturini también analiza el ámbito literario de la Argentina al estudiar la relación entre Francisco Ayala y el «Grupo Sur de Argentina» (201). Arantxa Fuentes Ríos destaca el papel importante de la literatura en épocas de una política brutal. Escribe: «en plena dictadura, Papeles de Son Armadans se convirtió en un lugar espectral de convivencia, solidaridad y libertad; todo aquello que, en esos momentos, resultaba inverosímil en la vida real» (246). Y, en su capítulo sobre Américo Castro y Miguel Delibes, Santiago López-Ríos también señala que estos dos autores aprecian la literatura por su capacidad de «apunt[ar] soluciones» (271) en el mundo. En su brillante ensayo sobre la participación de Carmen Martín Gaite en El Interlocutor Exprés, Maria Vittoria Calvi subraya ahora la noción teórica de que «una carta es, al fin y al cabo, una forma insustituible de presencia» (339), recordándonos de las palabras escritas por Guillén a López-Baralt, y analiza la influencia de lo visual (dibujos, collages, etc.) en la producción de las cartas. A lo largo del volumen también se observa la importancia del sistema universitario estadounidense —en particular, de los «colleges», tales como Vassar (los capítulos de Elena Sánchez de Madariaga y de José Teruel) y Wellesley (los capítulos de López-Baralt y de Carmen de la Guardia Herrero), en el hispanismo en general y, específicamente, en el hispanismo español del exilio—.
Como se puede ver, este volumen es de enorme envergadura e interés para un amplio público lector —para personas interesadas en la historia, la política y los elementos exílicos del siglo xx, la historia intelectual del hispanismo y la teoría y el análisis de los epistolarios (y su relación con la biografía y la autobiografía)—. Las numerosas fotos de los corresponsales y de las epístolas mismas añaden un elemento visual y tangible que complementa bien el contenido de los 16 ensayos de tan alta calidad de este volumen. Aun las personas más eruditas en estos campos van a encontrar algo nuevo y aprender mucho de los numerosos hilos temáticos del volumen. Como dicen los coeditores, «todos los capítulos en el fondo están hablando, desde diferentes fechas, continentes y perspectivas, de un tema de permanente actualidad: la Guerra Civil y sus consecuencias, así como de la exigencia de una urgente transición cultural y de la necesidad de un diálogo intergeneracional» (21).