Philologia Hispalensis · 2024 · Vol. 38 · Nº 1 · pp. 21-48
ISSN 1132-0265 · © 2024. E. Universidad de Sevilla · (CC BY-NC-ND 4.0 DEED)
Recibido: 14-06-2023. Aceptado: 19-09-2023.
https://dx.doi.org/10.12795/PH.2024.v38.i01.01
Resumen
A partir de un corpus de 1500 fotografías de grafitis, carteles y otros textos escritos, recogidas en noviembre de 2019 en diferentes barrios centrales de Santiago, el presente trabajo analiza la imbricación entre el espacio, las prácticas lingüísticas y el proceso de politización de la protesta. En primer lugar, se explorará la semiótica transgresiva de los grafitis (Pennycook, 2009) y su papel en el proceso de des- y re-territoralización; en segundo lugar, el análisis se centrará en el fenómeno de la polifonía discursiva (Bajtín, 1981; Ducrot, 1986). Desde esta perspectiva, el PL del estallido social chileno puede verse como conjunto heteroglósico de voces, en conexión con el contexto inmediato, con el pasado de Chile desde la dictadura de Pinochet y con los movimientos de protesta globales, pasados y contemporáneos.
Palabras clave: paisaje lingüístico, estallido social chileno, grafitis, polifonía, análisis del discurso.
Abstract
Based on a corpus of 1500 photographs of graffiti, posters, and other written texts, collected in November 2019 in different central neighbourhoods of Santiago, this paper analyses the imbrication between space, linguistic practices, and the process of the politicisation of protest. Firstly, the transgressive semiotics of graffiti (Pennycook, 2009) and its role in the process of de- and re-territorialisation will be explored; secondly, the analysis will focus on the phenomenon of discursive polyphony (Bakhtin, 1981; Ducrot, 1986). From this perspective, the Linguistic Landscape of the Chilean social uprising can be seen as a heteroglossic set of voices, in connection with the immediate context, with Chile’s past since the Pinochet dictatorship, and with global, past, and contemporary protest movements.
Keywords: linguistic landscape, chilean social uprising, graffiti, polyphony, discourse analysis.
El estallido social chileno de octubre de 2019 consistió en una violenta protesta que, desde la capital, se difundió rápidamente a todo el país, con imponentes manifestaciones populares. El detonador fue el alza del precio del boleto del metro, pero las causas profundas se deben al sistema neoliberal, que generó una fuerte desigualdad social, y a la incapacidad del gobierno para responder al difuso malestar del pueblo (Garcés, 2019; Aguilera et al., 2020; Márquez et al., 2020). La explosión social de 2019 tiene, entre sus antecedentes, el movimiento estudiantil, tanto universitario como de secundaria, que había promovido acciones de protesta como el mochilazo de 2002 y la revolución de los pingüinos de 2006; el movimiento por la educación pública de 2011; el movimiento mapuche; el mayo feminista de 2018; los movimientos ambientalistas; las huelgas de profesores de 2018, etc. Por otra parte, el estallido chileno entronca con otros fenómenos de protesta globales surgidos en distintos lugares del mundo, como las primaveras árabes y los movimientos Occupy (Martín Rojo, 2016).
Cabe destacar el carácter masivo de la protesta, que no fue convocada ni por partidos tradicionales ni por organizaciones conocidas (Garcés, 2019)[1], sino que se alimentó de la reacción de las personas comunes, que salieron a la calle enarbolando sus problemas: según observan Aguilera et al. (2020), el proceso de politización empezó después. En otras palabras, el descontento popular estalló con una fuerza y una magnitud difíciles de prever, y fue adquiriendo entidad política a través de las marchas colectivas y las manifestaciones. Asimismo, la propagación se vio favorecida por las redes sociales, que mostraron un extraordinario poder de convocación, como en análogos movimientos de protesta a escala mundial (Martín Rojo, 2016; Cárdenas-Neira y Pérez-Arredondo, 2021).
En el proceso de politización, el Paisaje Lingüístico (en adelante, PL) creado por los manifestantes desempeñó un papel fundamental, debido a su capacidad de transformar el espacio, convirtiéndose en una arena de contestación (Rubdy, 2015), en la que los actores sociales construyen ideologías e identidades mediante artefactos lingüísticos, textuales y semióticos (Scollon y Scollon, 2003; Rubdy y Ben Said, 2015). En definitiva, a través del PL se va elaborando una narrativa contraria a la versión oficial dada por el gobierno, que reaccionó con la declaración del estado de emergencia y una violenta represión policial.
El PL del estallido social incluye desde pancartas y grafitis hasta los más diversos ensamblajes semióticos (Pennycook, 2018) presentes en el espacio físico, y difundidos a través de la red en el PL virtual (Shohamy, 2015; Maly y Blommaert, 2019). Los grafitis del estallido han sido objeto de diferentes estudios, aunque no todos enmarcados de forma explícita en el ámbito del PL.
Márquez et al. (2020) ofrecen un análisis sistemático de las huellas materiales y gráficas visibles en plaza Dignidad —tal como se rebautizó a la conocida plaza Italia (o plaza Baquedano)—, que fue lugar de encuentro, centro propulsor y corazón vivo de las manifestaciones, así como terreno de enfrentamiento con las fuerzas policiales. El artículo analiza la estratificación de los mensajes en el espacio de la protesta y los cambios visibles desde noviembre de 2019 a marzo de 2020; los resultados demuestran que la voluntad de construir un nuevo orden social, basado en valores morales de respeto, dignidad y justicia, prevalece sobre la expresión de la ira y del resentimiento.
Tanto Domingo (2020) como Rosillo Villena (2021), por su parte, arrancan de la noción de paisaje sociosemiótico y emplean los estudios críticos del discurso multimodal como herramienta para analizar una selección de grafitis, carteles, adhesivos y paste-up[2]. Domingo (2020) se centra en dos elementos: el sonido, que comprende el grito, la voz y el ruido, y expresa amenaza en contra del gobierno; y el silencio, que se relaciona con la complicidad de quienes no se unen a la protesta, así como con el efecto de la represión. Rosillo Villena (2021) explora la expresión de un discurso igualitarista opuesto a la dominancia social, es decir, las ideologías que legitiman la desigualdad.
Garrido (2021) analiza los contenidos y la intención comunicativa de más de 5000 grafitis fotografiados en noviembre de 2019, en el marco histórico-cultural de las protestas callejeras en Chile desde los años 60 a la postdictadura. Sobresalen palabras clave como «Piñera», «Estado», «Evade», «Paco[3]» y «Acab[4]»; entre los destinatarios, prevalecen lo mensajes autoconvocantes, seguidos por los dirigidos al gobierno y a los carabineros; entre las causas, la lucha antisistema y la defensa de los derechos humanos; resentimiento y amenaza son los sentimientos dominantes.
A partir de la noción de paisajes semióticos (Jaworski y Thurlow, 2010) y apoyándose en una metodología de tipo etnográfico (Martín Rojo y Díaz de Frutos, 2014; Martín Rojo, 2016), Cárdenas-Neira y Pérez-Arredondo (2021) hacen hincapié en las prácticas espaciales, políticas y comunicativas del estallido. Estas autoras destacan, en particular, el proceso de resemantización y redenominación de los espacios, y el carácter performativo de la corporalización, es decir, el empleo del cuerpo como portador de signos (por ejemplo, mediante lemas pintados en la piel o en la ropa).
Por último, Gordon-Zolov y Zolov (2022) analizan una amplia muestra de grafitis, murales y otros materiales. Subrayan como nota distintiva el énfasis puesto en el espacio físico de los muros y demás superficies; se centran en las principales metáforas mediante las cuales los activistas expresan su denuncia y sus reivindicaciones, poniendo en relación el estallido artístico con la difusión de imágenes icónicas en la red.
El presente trabajo tiene como base documental un corpus de 1500 fotografías de grafitis, carteles y otros textos escritos, tomadas en noviembre de 2019 en diferentes barrios centrales de Santiago. El objetivo es analizar la imbricación entre el espacio, las prácticas lingüísticas y comunicativas, y el proceso de politización de la protesta. En particular, se desarrollarán dos niveles analíticos: en primer lugar, se explorará la semiótica transgresiva de los grafitis (Pennycook, 2009) y su papel en las prácticas de des- y re-territoralización, teniendo en cuenta el tipo de soporte en el que están ubicados y la dimensión visual; en segundo lugar, el análisis se centrará en el fenómeno de la polifonía discursiva, como expresión de la modularidad de la protesta (Cárdenas-Neira y Pérez-Arredondo, 2021: 1170), en la que se inscriben distintas voces y se construyen diferentes identidades, con varios grados de implicación. El marco teórico comprende los enfoques del PL como lugar de protesta y negociación identitaria (Pennycook, 2009; Rubdy y Ben Said, 2015; Blackwood et al., 2016), el análisis del discurso y la polifonía (Bajtín, 1981; Ducrot, 1986).
A continuación, tras un apartado en el que se comentarán algunos de los principales planteamientos teóricos del PL de los movimientos de protesta (§ 2), se presentarán los datos recogidos y la metodología adoptada (§ 3), para luego pasar al análisis y discusión de los resultados (§ 4). El artículo se cierra con un apartado de conclusiones (§ 5) y las referencias bibliográficas (§ 6).
Como es bien sabido, el estudio del PL surgió primeramente en las zonas bilingües, con el objetivo de medir el peso y el poder respectivo de las lenguas habladas en un determinado territorio (Landry y Bourhis, 1997). En las primeras etapas, la atención se concentró en los signos lingüísticos, pero pronto se amplió el ángulo visual, incluyendo a los actores sociales; el PL puede verse, entonces, como lugar de relaciones e interacciones (Van Mensel et al., 2016), a veces impredecibles (Blommaert, 2013). Shohamy y Gorter (2009) hacen hincapié en esta expansión del escenario (Goffman, 1959), que favoreció el desarrollo, entre otros marcos temáticos, de una fructífera línea de investigación dedicada a la contestación en los espacios públicos, a partir de una pregunta clave: ¿quién tiene el derecho de escribir dentro del espacio público? (Shohamy, 2018: 31).
Pennycook (2009) aborda el tema de la semiótica transgresiva de los grafitis como nueva forma de escritura visual, que pone en conexión las prácticas de las subculturas urbanas con los flujos transculturales globales. Destaca su capacidad no solo de cambiar, sino de reinterpretar el espacio; en definitiva, los grafitis participan en la acción de landscaping, es decir, la creación discursiva del paisaje.
En su clasificación de los diferentes marcos en los que se distribuye el PL, Kallen (2010) propone el término wall para referirse a grafitis, carteles y adhesivos puestos en distintos tipos de soporte; destaca su carácter bottom-up y su transitoriedad, en oposición a los signos más estables del PL de tipo institucional[5]. El muro, sin embargo, no deja de relacionarse con la idea de emplazamiento material, mientras que las protestas se expresan también mediante signos móviles (mobile o transient linguistic landscape), como las pancartas en las manifestaciones, que son asimismo portadoras de significados y están cargadas de afectividad (Barni y Bagna, 2016; Ben Said y Kasanga, 2016; Shiri, 2016).
El PL como arena de contestación y co-construcción de identidades contrarias a las dominantes, en contextos de conflicto (social, político, ideológico, lingüístico), exclusión, confrontación, subversión y resistencia, es el fulcro temático de las investigaciones reunidas en Rubdy y Ben Said (2015) y en Blackwood et al. (2016). Entre otros aspectos del PL de los movimientos de protesta, se exploran la polifonía y el carácter dialógico de los signos, como medios de concienciación para la ciudadanía (Seals, 2015); un aspecto que, como veremos, tiene centralidad también en este trabajo.
Por su parte, Martín Rojo y Díaz de Frutos (2014) examinan las «prácticas discursivas insurgentes» (Martín Rojo y Díaz de Frutos, 2014: 6) de los manifestantes (los llamados indignados) que, en mayo de 2011, llevaron a España las protestas del movimiento Occupy y se acamparon en la madrileña Puerta del Sol (bajo el lema «En Sol, revolución», o Spanish Revolution). Estos autores subrayan, entre otros aspectos, el proceso de des- y re-territorialización desde abajo, es decir, la sustitución del espacio dominado por las instituciones y los intereses económicos por otro espacio, atravesado por los discursos críticos de aquellos días; el uso del inglés y otras lenguas, relacionado con el carácter transnacional de las protestas, y la incorporación de otros discursos, potenciada por las redes sociales. Conciben, además, la actividad de investigación como práctica social, es decir, examinan críticamente el efecto que tiene sobre el estudio su presencia activa dentro de la escena y el impacto de sus interacciones con los manifestantes.
Estos mismos enfoques se aplican en Martín Rojo (2016)[6], con referencia al movimiento Occupy de 2011 y otros paralelos en distintas partes del mundo. En particular, se hace hincapié en la conexión entre las prácticas espaciales (actos de transitar y ocupar el espacio) y las prácticas lingüísticas; también se subraya el papel clave de los jóvenes de clase media, familiarizados con las tecnologías, como comunidad de acción emergente. La perspectiva comunicativa-espacial se extiende desde el PL de las protestas (carteles, grafitis, pancartas, etc.) a las otras prácticas relacionadas (asambleas, movilizaciones, etc.). Para el caso de las manifestaciones estudiantiles chilenas, García Agustín y Aguirre Díaz (2014) se focalizan en los flash-mobs y en la creación de narrativas basadas en la famosa serie manga Dragon Ball Z: un elemento lúdico y creativo que tendría protagonismo también en el estallido de 2019.
Por último, más allá del PL de las protestas sociales, se registra una tendencia creciente hacia la incorporación de lo humano dentro de este campo de investigación, es decir, se ve el signo como «an aspect of corporeal, sensorial, placement of Self in place» (Stroud et al. 2019: 8). Este giro lleva también, según remarcan estos autores, a explorar la dimensión del afecto: «Studies are exploring how affect is inscribed into place, and how that in turn contributes both to reading of place and the sense of “viewer” belonging or estrangement» (Stroud et al., 2019: 8-9).
Como se ha expuesto anteriormente, la conciencia crítica del estudioso sobre el impacto de su participación en los fenómenos que describe (proceso de reflexividad o reflexivity, Martín Rojo, 2001) es una cuestión relevante, sobre todo en las investigaciones de tipo cualitativo. Asimismo, el acento puesto en la colocación material del yo en el lugar (Stroud et al., 2019) exige que el investigador dé cuenta de las condiciones exactas de su trabajo de campo[7].
El presente trabajo se gestó con ocasión de una estancia de investigación realizada en Santiago de Chile, en el marco del proyecto INCASI (International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities), con el objetivo de estudiar el PL y otras expresiones de los movimientos sociales juveniles. Quien escribe salió para Santiago el 21 de octubre de 2019, pero, debido a la emergencia, la estadía se desarrolló, primero, en Buenos Aires, y, después, en Santiago, desde el 10 al 23 de noviembre.
Ante la evidencia de un PL inédito y envolvente que clamaba por ser estudiado, busqué la triangulación metodológica más adecuada a las circunstancias excepcionales en las que me vi sumida. Me encontré con una doble ruptura: por un lado, la que supuso, para mí, encontrarme en un paisaje urbano distante de mi entorno habitual; por el otro, la ruptura que el estallido había producido en ese mismo paisaje, que, además, estaba en constante movimiento. En una primera fase, opté por una observación abierta, inspirada en la técnica de la observación flotante (Pétonnet, 1982), propia de la antropología urbana, intentando «captar desde los sentidos la polifonía del entorno» (Pérez Pallares, 2018: 336). Sin pretender, por supuesto, deshacerme completamente de mis categorías analíticas, construidas tras años de dedicación al tema del PL, traté de mantener abiertas las preguntas de investigación.
El entorno era, sin lugar a dudas, marcadamente polifónico: caminar por las calles del centro de Santiago suponía dejarse invadir por las palabras, las imágenes y los elementos simbólicos visibles en todos los posibles soportes, cruzarse con los transeúntes, sortear los escombros, oír las voces de los manifestantes y oler las bombas lacrimógenas. Construí mi trayectoria, mi wondering line (De Certeau, 1984: XVIII), oscilando entre el sistema urbano dominante con su PL institucional, y el otro espacio que iban edificando los manifestantes a través de sus prácticas espaciales y objetos semióticos multimodales (Pütz y Mundt, 2019); en definitiva, entre el espacio geométrico y el espacio antropológico (Merleau-Ponty, 2018).
El acto de pasear se puede comparar a la enunciación discursiva: de la misma manera que los hablantes, en el acto de hablar, se apropian de la lengua y establecen una red de relaciones con los interlocutores, así las prácticas espaciales como el acto de caminar en un entorno urbano contribuyen a la construcción discursiva del espacio: «The act of walking is to the urban system what the speech act is to language or to the statements uttered» (De Certeau, 1984: 93). Por otra parte, la metodología del paseo narrativo (narrated walking) se ha incorporado a la investigación sobre el PL (Stroud y Jegels, 2014); los participantes construyen activamente el espacio a medida que se mueven en él. De esta manera, el PL adquiere significado en el ámbito del relato espacial; de la misma forma, el PL del estallido chileno iba dirigiendo mi propia investigación.
En una segunda etapa, decidí llevar a cabo la recogida sistemática de fotografías (con una cámara réflex CANON EOS 600D), por ambos lados de las calles atravesadas, con una cobertura completa de todos los soportes y superficies interesadas. Se tomaron tanto fotos de conjunto, que dieran cuenta del emplazamiento de las intervenciones gráficas, como fotos de detalles y encuadres específicos, que favorecieran la legibilidad; en algunos casos, la extensión horizontal del grafiti obligó a fragmentarlo en más de una imagen. Las fotos conciernen grafitis, murales, afiches y otras intervenciones gráficas en todo tipo de soporte estático; solo ocasionalmente se fotografiaron algunas pancartas.
La recolección del material se desarrolló desde el 13 hasta el 21 de noviembre de 2019; la extensión espacial comprende la avenida Providencia desde la estación del metro Pedro de Valdivia hasta la plaza Baquedano, incluido el tramo Nueva Providencia; la avenida O’Higgins desde Baquedano hasta el Palacio de la Moneda; algunas calles del barrio de Lastarria y algunas del barrio de Bellavista (Figura 1). En definitiva, se trata de un amplio tramo del centro de Santiago, donde se concentran los símbolos del poder político y económico, así como una amplia oferta cultural, artística, comercial, gastronómica y turística (en Lastarria y Bellavista); se encuentran tanto las grandes arterias destinadas al tráfico automovilístico rápido (por ejemplo, la avenida Providencia) como calles peatonales. El corpus comprende también algunas fotos tomadas ocasionalmente en otros barrios de la ciudad, donde disminuía la densidad de los grafitis que, sin embargo, no faltaban nunca. La concentración máxima corresponde a la plaza Baquedano y sus inmediaciones.
Otro aspecto de la metodología está representado por las conversaciones espontáneas (8 en total) entabladas con algunos transeúntes, que entraron a formar parte de la polifonía del entorno. Ninguna de ellas se configuró como entrevista, pero precisamente por su carácter espontáneo, estas interacciones delante del PL y sobre las narrativas que de él se originaban fueron indicadores significativos del efecto del PL sobre el observador. Por otra parte, yo misma, en el acto de hacer fotos con mi réflex bien visible, llamaba la atención de los transeúntes, estimulando las interacciones. No se grabaron las conversaciones, pero se incorporaron los apuntes al resto del material recogido. Esta triangulación metodológica (paseos fotográficos y conversaciones), por otra parte, se ajusta al enfoque experiencial que suele asumir la investigación en el caso de movimientos masivos, ante la dificultad de aplicar métodos cuantitativos (Seals, 2015: 227)[8].
Las fotos se almacenaron siguiendo el orden cronológico y espacial; solo en pocos casos se volvió a fotografiar el mismo sujeto. Una vez terminadas la estancia y la recolección del material, empezó una larga etapa analítica, basada en un continuo repaso del material, en su catalogación y en la progresiva identificación de las directrices. Con este propósito, se llevó a cabo una transcripción parcial de los elementos verbales (preponderantes, a pesar del papel clave de los elementos icónicos).
En el tramo urbano observado, era palpable el conflicto entre el PL de tipo top-down, configurado por las instituciones y el poder económico, y el PL emergente desde abajo, que invadía no solo el muro, sino también toda superficie susceptible de ser rasgada, marcada o pintada, siguiendo el dinamismo de las marchas y recogiendo palabras y eslóganes.
No menos potente era la apelación al transeúnte que se levantaba desde los espacios resignificados. Desde el punto de vista visual, sobresalía la variedad de técnicas y estilos; en los contenidos, las distintas voces y reivindicaciones iban componiendo la narración polifónica del estallido: como en un caleidoscopio, los motivos clave recurrían con insistencia, formando instantáneas que se disolvían y se recomponían en nuevas combinaciones. En los siguientes apartados, se tratará de sistematizar, discutir y dar sentido a las observaciones realizadas, reunidas en dos bloques: en primer lugar, los aspectos que atienen a la semiótica transgresiva y, en segundo lugar, los referidos a la narración polifónica, con vistas a aclarar la relación entre la modularidad de la protesta, con su pluralidad de comunidades de acción, y el PL.
En cuanto a la definición de la unidad de análisis, no hay acuerdo unánime entre los expertos del PL (Gorter, 2018). La atención, tanto del observador como del estudioso, puede concentrarse en cada uno de los signos por separado, pero estos tienden a agruparse en conjuntos más amplios, como, por ejemplo, un establecimiento comercial (Guerra Salas, 2018); el PL de una ciudad entera puede verse como conjunto unitario, o como una Gestalt, que comprende «physical objects, shops, post offices, kiosks, etc. associated with colours, degrees of saliency, specific locations and above all, written words that make up their markers» (Ben-Rafael et al., 2006: 8). En el caso que nos ocupa, podemos hablar de un PL del estallido social en su totalidad, e identificar, al mismo tiempo, unidades más específicas, que siguen los contornos físicos del soporte (por ejemplo, una estatua) o se van construyendo al hilo de los contenidos o de la relevancia perceptiva (Guerra Salas, 2018: 140) de algún signo. Márquez et al. (2020) toman el edificio como unidad de análisis, fragmentándolo en paneles, según la metodología de la arqueología histórica; en mi análisis, prefiero atenerme al perfil cambiante de los conjuntos de signos. De todos modos, hablaré de unidad para referirme a unidades preexistentes (por ejemplo, un establecimiento comercial) o a encuadres reconocibles temática o visualmente.
El PL posee también una dimensión estética y creativa, como se ve a menudo en los murales, las pintadas, los grafitis y los otros tatuajes urbanos (Morant Marco y Martín López, 2017), y, en particular, en la tradición del muralismo artístico y del grafiti hip-hop, relacionado con las culturas juveniles urbanas. El muralismo es una manifestación muy peculiar del arte hispanoamericano (y mexicano en primer lugar), que abarca también una vertiente espontánea, «muy visible hasta en los entresijos más recónditos e insospechados del espacio urbano y en las zonas residuales» (Calvi, 2028: 39).
Según Figueroa Irarrázabal (2006), muralismo y grafiti comparten un lenguaje metafórico y son también formas de práctica social, con una voluntad transformativa, como esta autora pone de manifiesto en su estudio del grafiti hip-hop chileno. El grafiti, en particular, se concibe como una nueva escritura, que tiene en la letra (tag) su cifra estética y transgresiva. Latorre (2019), por su parte, subraya la convergencia entre el street art y la demanda de justicia que caracterizan al muralismo y a los grafitis chilenos en la época de la postdictadura; propone el término visual democracy para referirse a una forma de praxis artística que produce imágenes y discursos alternativos con respecto a los hegemónicos (Latorre, 2019: 4). Dentro del orden del PL urbano, estas formas heterodoxas están toleradas, como mucho, en los barrios marginales, y, a menudo, sometidas a una acción de control, censura y saneamiento (cleansing, Seals, 2015: 228-229; Cárdenas-Neira y Pérez-Arredondo, 2021: 1177).
El PL del estallido chileno entronca con estas diferentes tradiciones estéticas y prácticas sociales, que se manifiestan también en las distintas formas de corporalización y dramatización (acciones simbólicas durante las marchas, encapuchamiento de las estatuas, creación de esculturas representando a los pueblos indígenas, etc.) (Márquez et al., 2020: 125). Su carácter disruptivo se manifiesta, ante todo, en el proceso de des- y re-territorialización, es decir, la ocupación masiva del espacio público y la sustitución del PL controlado y reglamentado por otro, cargado de valores simbólicos y narratividad. Ante esta repentina y masiva irrupción, el habitual control colapsa, lo cual permite que se amplifique el impacto comunicativo (Seals, 2015: 229).
En el corpus fotográfico recogido se encuentran ejemplos de los siguientes soportes, completamente cubiertos de intervenciones gráficas hasta una altura compatible con la acción humana: 1) muros y otras superficies visibles (puertas, portales, escaparates, cristaleras, etc.) de viviendas, edificios públicos, iglesias, sedes de instituciones, bancos, empresas, farmacias, comercios, restaurantes y centros comerciales; 2) monumentos, estatuas y sus pedestales; 3) paradas y marquesinas del transporte público; 4) quioscos de periódicos, postes y otras construcciones instaladas en las aceras; 5) bordillos de las aceras, paredes de los arriates, pavimentos, bancos públicos y troncos de los árboles. El recuento de las técnicas empleadas comprende grafitis (con sus diferentes estilos de lettering), murales[9], adhesivos, carteles, afiches y paste-ups, utilizados en diferentes combinaciones dentro de cada porción del soporte, con una continua alternancia entre elementos figurativos, palabras, colores y estilos.
Merece la pena destacar la emergencia de un tipo de soporte peculiar, representativo de la respuesta dada por las instituciones a los manifestantes: los paneles protectores que se instalaron en las áreas vulnerables de los edificios, sobre todo los que constituían el blanco de la protesta (sedes de instituciones, bancos, farmacias, supermercados, etc.). Estas superficies se convirtieron en un lugar privilegiado para la creación de nuevos discursos, como si se tratara de folios en blanco donde reescribir la historia: un ejemplo evidente del colapso de la acción de limpiado. En la Figura 2 se ve con claridad el resultado de este proceso. El letrero de Starbucks pertenece al marco del PL comercial asociado al poder económico de las empresas transnacionales, pero el escaparate ha sufrido dos transformaciones estratificadas: primero, la cobertura realizada en función protectora, y, después, la superposición de los grafitis. El resultado es una nueva unidad, convertida en un «denso campo de información» (Márquez et al., 2020: 119).
En casos como este, se mantiene visible la unidad originaria, por lo menos en la parte más prominente del letrero principal (Starbucks). Otras veces, los manifestantes tachan el nombre del lugar, por completo o en parte, y lo sustituyen con otra palabra[10]. En otros casos, la acción transformadora atañe a toda la unidad; por ejemplo, en la Figura 3 la tienda carece de letrero, ni se puede reconocer, detrás de la puerta enrollable cerrada y reforzada por los maderos cruzados, el tipo de actividad comercial o artesanal desarrollada. Los manifestantes ponen nombre[11] al establecimiento utilizando una de sus principales palabras clave, «Piñera dictador»; las demás intervenciones gráficas llenan de significados la unidad, siguiendo el movimiento de los maderos y saturando toda la superficie. Como se verá en el siguiente apartado, un rasgo peculiar de los grafitis es la recurrencia de los mismos elementos, lo cual permite que cada unidad o encuadre se convierta en una instantánea del estallido y compendio significativo de sus directrices.
En el caso de los muros de amplia extensión, por otra parte, la disposición de los grafitis y los otros materiales, a pesar de no reflejar un diseño unitario, sigue cierto orden visual, como se ve en la Figura 4, donde campean las letras de la palabra dignidad: por encima de ella, se disponen de forma ordenada pequeños carteles y afiches, como en un paste up. Esta búsqueda espontánea de cierto equilibrio gráfico puede relacionarse con la preocupación por la eficacia comunicativa[12], sobre todo en el caso de los adhesivos pegados al soporte; los grafitis, en cambio, se caracterizan por continuas intervenciones disruptivas, en capas superpuestas que compiten por ganar visibilidad[13].
En cuanto a los elementos figurativos, se destacan algunos dotados de especial valor simbólico, como el ojo y el perro negro matapacos, visibles, respectivamente, en la Figura 5 y en la Figura 6. El motivo del ojo sangrando (Figura 5) se relaciona con los daños oculares sufridos por muchos jóvenes manifestantes, debido al empleo por parte de la policía de cartuchos de perdigones, y se convierte en símbolo de sufrimiento; pero expresa también la capacidad de ver lo invisible, en un continuo juego entre imágenes y palabras, en sentido material y figurado («Ojo por ojo», «Ver en Chile te cuesta un ojo», «Ciego pero con los ojos abiertos», «Ahora tener dos ojos es un privilegio», «Nos quitaron los ojos pero lo vimos todo», etc.). Negro Matapacos (Figura 6), por su parte, es una figura legendaria de ayudante mágico: un perrito negro que aparecía en las anteriores manifestaciones juveniles, asustando a los pacos, es decir, los policías; a esta especie de santo laico (San Negro Matapacos, como se leía en un muro), se erigieron incluso estatuas.
En definitiva, el estallido popular se acompaña con una extensiva acción de reordenamiento (Cárdenas-Neira y Pérez-Arredondo, 2021: 1174) del PL urbano, mediante distintas técnicas multimodales. Dentro del espacio resemantizado se destaca, además de la fuerza transgresiva de las técnicas empleadas, la presencia de unidades modulares, cambiantes, de contornos indefinidos, pero caracterizadas por la prominencia visual de alguna palabra clave. En el siguiente apartado se analizarán los discursos que se entretejen en este escenario, tratando de identificar a los actores sociales que los promueven.
Como ya se ha destacado, al caminar por la ciudad en tiempos del estallido se percibía claramente que el PL era portador de múltiples voces. Según remarca Seals (2015), el dialogismo y la polifonía son aspectos inherentes del PL: todos los textos que lo componen tienen una finalidad comunicativa y estimulan una respuesta, bien sea verbal, mental o emotiva, por parte del observador; este dialogismo es máximo en el caso de los movimientos de protesta (Seals, 2015: 226).
El término polifonía procede del ámbito musical y, en el terreno lingüístico, se relaciona con una propiedad de la lengua y del discurso, a partir de las teorizaciones de autores como Bajtín (1981) y Ducrot (1986). Las tensiones socioideológicas y las disonancias presentes en el PL chileno, en particular, empujan a concebir esta polifonía en términos bajtinianos, es decir, como heteroglosia, un concepto que remite a las estratificaciones socioideológicas presentes en la lengua: «[...] language is heteroglot from top to bottom: it represents the co-existence of socio-ideological contradictions between the present and the past [...] between different socio-ideological groups in the present [...]» (Bajtín, 1981: 291). Parafraseando a Bajtín, podríamos afirmar que el PL de la protesta es heteroglósico de arriba abajo, y está orientado a producir una respuesta por parte del interlocutor. Asimismo, siempre siguiendo a Bajtín (1981: 293), en este PL «all words have a ‘taste’»: todas las palabras y expresiones utilizadas son portadoras de un «sabor» peculiar, de un conglomerado de conflictos, tensiones e ideales, relacionados con la sociedad chilena y su historia, más o menos reciente, y con los grupos que habían protagonizado las anteriores acciones de protesta.
Igual que en los movimientos Occupy (Martín Rojo, 2016), como ya se ha dicho, la comunidad de acción emergente corresponde a los jóvenes de clase media, que se hacen artífices de la lucha contra el sistema neoliberal y contra el gobierno que lo representa. Sin embargo, dentro del nosotros colectivo de los grafiteros confluyen las diversas comunidades de acción ya mencionadas, con sus reivindicaciones en ámbito político, educativo, social, laboral y étnico, que compiten por el espacio, pero están en diálogo entre ellas. A continuación, comentaremos algunos de los fenómenos discursivos que caracterizan a la polifonía del PL del estallido: las increpaciones al presidente Piñera, al gobierno y a las instituciones (§ 4.2.1); la construcción discursiva de la identidad de los activistas (§ 4.2.2); las apelaciones al observador y las otras voces presentes (§ 4.2.3).
Uno de los rasgos más llamativos del PL del estallido se condensa en enunciados asertivos, con función de denuncia y amenaza, dirigidos al presidente (como en el ejemplo ya comentado de «Piñera dictador»), al gobierno y a las instituciones que representan el poder político y económico. Estos enunciados también pueden interpretarse como argumentos factuales y axiológicos, muy cargados de emotividad, en apoyo de la lucha («[Luchamos porque] Piñera [es un] dictador») y destinados a convencer. Asimismo, son frecuentes las consignas dirigidas a estos mismos destinatarios («Piñera renuncia»). Veamos algunos ejemplos, elegidos de entre numerosas variantes[14]:
Estas consignas se encuentran diseminadas en todas las superficies, en diferentes combinaciones; en algunos casos, la vinculación con el contexto inmediato (Scollon y Scollon, 2003) aumenta el impacto, como se ve en la Figura 7, que reproduce unos grafitis puestos en la iglesia de la Divina Providencia. En particular, resaltan por su prominencia las acusaciones dirigidas a la iglesia («akí violan», «violadores», «pedófilos», etc.); la indexicalidad se ve reforzada por el deíctico «aquí», usado también en los muros de otras iglesias, que enfatiza la conversión de un espacio sagrado en un reducto de violencia.
Como es bien sabido, el 19 de octubre de 2019 el presidente Piñera declaró el estado de emergencia y el día 21 afirmó: «Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable»[23], acabando por fortalecer la indignación y la protesta. El enunciado «No estamos en guerra», que podía leerse en muchos muros, es una firme respuesta a dicha aserción. Como contrapartida y manifestación de orgullo, surgió el eslogan «#Chile despertó», difundido en el espacio tanto físico como virtual, junto con otros análogos, como «Chile no es weón[24]».
Si bien en muchas de las consignas se expresan odio, resentimiento y rabia («Era rabia», se afirma), se registran también sentimientos positivos de afiliación entre los manifestantes e invitaciones a una lucha constructiva: «Somos el pueblo», «Todos juntos como hermanos», «No nos conocemos pero nos necesitamos», «Las calles son nuestras usémoslas para vencer», «Sigamos unidxs en esto», «Que no apaguen nuestro fuego», «Nos deben una vida y la estamos recuperando», «Hasta obtener la dignidad del pueblo», «Hasta que valga la pena vivir», «Luchamos como la princesa Mononoke[25]», «La historia es nuestra», «A refundar el país», «Era necesario quemarlo todo para ser escuchados?». Todo esto, bajo el lema «Sin miedo», dirigido tanto al núcleo de activistas como a todos los ciudadanos, para que se unan a la lucha. Junto al «nosotros» colectivo, se levantan también voces individuales, con la voluntad de expresar las razones personales para la lucha: «Lucho por mi familia», escribe, por ejemplo, un manifestante en un muro[26].
Las reivindicaciones más generalizadas se concentran en palabras clave como «Dignidad», «Justicia», «Libertad» y «Constitución», con su corolario de términos referidos a órganos institucionales, como «Plebiscito constituyente», «Asamblea constituyente», «Convención constituyente», que confluyen en el lema «#Que Chile decida». También se reclaman, entre otros ejemplos, «Educación gratuita», «Autopistas low cost», «Glaciares libres de mineras», y se rechazan los acuerdos de integración económica: «No al tratado transpacífico TPP11».
Entre las comunidades de acción más prominentes en el PL de la protesta se encuentra el movimiento feminista (y LGBT, aunque en menor medida), que arremete contra el «macho violador» («Nosotras siempre estamos en toque de queda. Matar al macho y sus institucines patriarcales») y reivindica «Feminismo de clases», «Aborto libre», «Lesbianas al poder». La identidad de este grupo se exhibe mediante el símbolo feminista del corazón, dibujado en todas las superficies, y varios lemas, como «Somos historikas»[27].
Entre otros grupos, se distinguen veganos («Go vegan», «Hazte veganx»), partidarios de las medicinas naturales («– lacrimógenas + flores de Bach», «Sí a las medicinas de las plantas») y ambientalistas («Miedo al cambio climático»). En esta línea de sintonía con la naturaleza, sobresalen consignas como «Después del fuego, brotaremos como bosque nativo» y «Menos cóndor y más huemul», cita de un poema de Gabriela Mistral.
La intertextualidad es una manifestación de heteroglosia, al incluir otras voces en el discurso. En el PL del estallido se observan frecuentes referencias al ideario anarquista («Evade»[28], «Rebeldía contra toda jerarquía», «Contra toda autoridad»), a la izquierda chilena del pasado y sus figuras de referencia («Venceremos», «Hasta la victoria», «Ni perdón ni olvido. Allende vive”, “Miren cómo se visten calvo y sargento para teñir de rojo los pavimentos[29]»), y citas de lemas empleados por otros movimientos o exponentes de la izquierda: por ejemplo, «El pueblo se levanta» es el título de un documental de 1971 sobre la toma de conciencia de los puertorriqueños de Nueva York; «Pueblo conciente pueblo valiente» es un eslogan utilizado por el presidente venezolano Maduro; «Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases» es una consigna adoptada por la Plataforma Global contra las Guerras. Asimismo, en muchas superficies se inscriben signos inconfundibles como la hoz y el martillo, y la A de anarquía[30].
A pesar de que estas líneas ideológicas son a veces antitéticas, la relación discursiva que se establece en el PL del estallido es, más bien, de complementariedad: cada manifestante, al dejar una impronta en el muro, añade su aportación al discurso general; es decir, se produce una alineación de los marcos (frame alignment: Caiani, 2023: 198) individuales y grupales dentro del marco colectivo, que se contrapone a la narración oficial de la realidad chilena. A la inversa, podemos afirmar que, al faltar una organización que lidere la protesta, el marco general se compone gracias a la combinatoria de los distintos componentes.
En la Figura 8 se ve cómo la «A» de anarquía se ha superpuesto a la «o» final del lema «Sin miedo», muy propio del estallido, mientras que otra mano ha escrito «Venceremos», estableciendo un diálogo entre nuevos y antiguos movimientos. Por otra parte, Scollon y Scollon (2003: 23) remarcan que, entre los signos del mundo material, siempre está presente una dialogicalidad (dialogicality) intersemiótica e interdiscursiva.
Es asimismo fuerte la voluntad de dar voz a los ausentes, y en particular a activistas matados por las fuerzas del orden, de los que se reproducen las efigies y se citan los nombres, en bloques de carteles y afiches alineados, junto con enunciados como «¿Dónde están? Asesinadxs por el Estado de $hile», «Pxr nuestrxs muertxs», «¿Y los desaparecidos?», «Por ti y por los que ya no pueden luchar». Se yergue por encima de todos el activista mapuche Camilo Catrillanca, asesinado por la policía en 2018 y venerado como héroe: «Camilo Catrillanca presente», «Camilo vive en la lucha», «Nosotrxs somos Catrillanca».
La causa mapuche es asumida por el movimiento como reivindicación de diversidad cultural y mestizaje: los dos principales indicadores de este objetivo son la presencia difusa de signos identitarios como la bandera mapuche y la efigie de Camilo Catrillanca. En cuanto a la lengua mapudungun, sin embargo, su uso se limita a pocos elementos simbólicos como «Wallmapu[31] Libre», «Mapuche Ta Iñchiñ» (‘Somos mapuches’), «Amulepe taiñ weichan» (‘Que nuestra lucha continúe’)[32]. Una conversación mantenida con una pareja de jóvenes fue reveladora de esta actitud: a una pregunta sobre el significado de la expresión «Mapuche Ta Iñchiñ», contestaron «No lo sabemos, pero por esto luchamos, para que se conozcan estas lenguas».
Como se ha dicho, la reterritorialización puede verse como un proceso enunciativo que se lleva a cabo a través de una serie de prácticas sociales (marchas, manifestaciones, actuaciones, etc.); o, desde el punto de vista cognitivo, como la creación de un marco (frame) interpretativo que plantea la relevancia de un problema social y empuja a la acción[33]. En paralelo, se desarrolla el proceso de lectura del transeúnte que camina por la ciudad y va tomando conciencia de la situación. Este doble movimiento a través del espacio potencia el impacto social de los signos y transforma el PL del estallido en un gran relato, dinámico y colectivo, que se renueva a cada momento. En el escenario creado, todo observador puede convertirse, a su vez, en actor.
La función persuasiva es evidente en las consignas ya comentadas, altamente disruptivas e impactantes, que increpan tanto a las autoridades como a los ciudadanos, para invitarlos a unirse a la lucha. La apelación al transeúnte se lleva a cabo también de forma directa, mediante formas de imperativo, como ocurre en las infinitas variaciones del mandato «Evade»: «Evade sin miedo», «Evade el miedo», «Evade todo excepto la verdad», «Evade tu individualismo» y otros como «Libérate», «Roba quien te roba»; o mediante enunciados asertivos que reprenden con dureza a las personas que no toman partido: «Tu indiferencia también es violenta».
Frente a los grafitis, los carteles y afiches contienen más información y brindan más detalles, en una relación discursiva de elaboración (Duque, 2016: 25-26) con respecto a los núcleos informativos del discurso general. De esta manera, la calle compite con los medios de comunicación, acusados de mentir: «La TV miente», mientras que «La calle habla», «Las paredes hablan lo que la prensa calla». Mediante la consigna «Apaga la tele prende tu mente», se sostiene que el proceso de politización del ciudadano debe realizarse en la calle, dentro del marco interpretativo ofrecido. El efecto producido en el observador se hizo evidente en una conversación con un jubilado, que se desarrolló delante de unos carteles informativos sobre las bajas pensiones (Figura 9 y Figura 10). Tras admitir que en Chile «la desigualdad es brutal», el hombre contó sus vicisitudes en los tiempos de Pinochet: un ejemplo representativo de cómo la observación del PL y la interacción activan el recuerdo de las historias personales, que confluyen en el proceso general.
La ejemplaridad del caso personal se aprecia también en las intervenciones de diferentes actores sociales, que quieren dar testimonio de algunas injusticias sufridas. En la Figura 11 y la Figura 12, pueden verse algunos ejemplos de carteles realizados por un grupo de profesores despedidos por una institución educativa (el Departamento Universitario Obrero y Campesino DUOC UC), en los que cada uno habla de sí mismo en primera persona («Vivo en Providencia con mi hija y solo con mis ahorros», «No soy alien[34], soy docente despedida», etc.) y lanza acusaciones a la ministra Cubillos. En ambas imágenes descuella la voluntad de diseminar la información («Que se sepa», «Difunde por favor»); en la de la derecha, además, el colectivo se autorrepresenta a través de la foto de una manifestación. Los carteles reproducidos formaban parte de un amplio conjunto que cubría una pared entera: un buen ejemplo de la tendencia a crear unidades temáticas.
Entre otros actores sociales que comparten sus historias personales en el PL del estallido, se encuentra el nutrido grupo de los dueños de quioscos o pequeños comercios que, aun apoyando las razones de la protesta, expresan su disconformidad con las acciones violentas y piden respeto por su propiedad: «Yo apoyo peticiones. Soy jubilada $ 97.000. Cuiden mi fuente de trabajo. No me la destruyan», «Yo apoyo la causa. No rompas mi lugar de trabajo. Tengo hijos y me transporto en metro. Pago AFP. Me levanto a las 5.00 para trabajar y también me roban como a ti». En las Figuras 13 y 14 se distingue esta voluntad de mediar entre una justa causa y el daño personal; la Figura 13 muestra palabras y dibujos empleados como argumentos; en la Figura 14, se lee también la reacción de un manifestante: «Mis respetos a tu familia».
El PL del estallido puede verse como conjunto heteroglósico de voces, en conexión con el contexto inmediato, con el pasado de Chile desde la dictadura de Pinochet y con los movimientos de protesta globales, pasados y contemporáneos. Junto con el colectivo principal, cuya identidad se construye en el contexto de las culturas juveniles transnacionales y mediante diferentes líneas de acción (lucha antisistema, feminismo, ambientalismo, causa mapuche, etc.), también piden visibilidad y compiten por el espacio otros actores sociales.
Esta intensa polifonía se produce mediante la sustitución del PL hegemónico y reglamentado por un PL emergente desde abajo, que reinterpreta el espacio urbano y compone un nuevo marco interpretativo para la situación del país, contribuyendo al proceso de politización. Palabras e imágenes en su variedad de soportes físicos son el trasunto material de las marchas y manifestaciones; configuran un proceso enunciativo, paralelo al movimiento del transeúnte a través del trazado urbano. La metodología basada en la observación y en el posicionamiento del observador dentro del escenario ha permitido dar valor a esta perspectiva.
El PL del estallido comprende un conjunto de unidades modulares, que redefinen las unidades del PL preexistente o componen otras nuevas, a veces homogéneas y, las más de las veces, heterogéneas, sin contornos definidos, con una superposición de signos en pugna por alcanzar visibilidad. La recurrencia de los mismos elementos, con relevancia perceptiva variable, y la pluralidad temática convierten cada porción de muro u otro soporte en un bloque emblemático y representativo, dotado de una gran densidad informativa. Esta coherencia de fondo permite que un análisis inevitablemente parcial, centrado en el PL de unas pocas calles, lleve a resultados significativos, gracias también al valor testimonial, cuando el PL del estallido chileno pervive solo en las fotografías hechas por quienes tuvimos la suerte de convertirnos en testigos.
Este trabajo se enmarca en el proyecto INCASI (International Network for Comparative Analysis of Social Inequalities), coordinado por el doctor Pedro López-Roldán, y financiado en el ámbito del programa «Horizon 2020 research and innovation programme, Marie Skłodowska-Curie GA No 691004».
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[1] Ya desde 2011, en las demostraciones ciudadanas se había observado el paso desde las típicas protestas de masas a un movimiento de ciudadanos, los cuales mostraban una «actitud cívica proponente» (Salazar, 2011: 152), caracterizada por la realización de asambleas espontáneas, no convocadas por grupos políticos o partidos, y la convergencia de los diferentes actores sociales sobre una propuesta de ámbito nacional.
[2] Técnica propia del street art, que consiste en combinar varias láminas de papel previamente diseñadas para crear una imagen-texto mayor.
[3] Forma coloquial empleada en Chile para referirse al policía.
[4] Acrónimo de All Cops Are Bastards (‘Todos los policías son bastardos’), expresión utilizada en distintos movimientos de protesta.
[5] Los otros marcos identificados por este autor en su investigación son: civic frame (el marco institucional con su carácter regulativo), marketplace (comercio y servicios), portals (nodos comunicativos abiertos hacia otros lugares, tales como aeropuertos, estaciones, internet cafés, etc.) y detritus zone (donde la presencia de etiquetas, nombres comerciales, etc., es otro indicador de lo lingüístico en el espacio público). Entre otras posibles opciones, Kallen sugiere el ámbito comunitario o community (por ejemplo, sedes de asociaciones, iglesias, etc.) y el ámbito educativo (school).
[6] Martín Rojo (2016) es la versión española de un texto publicado en el volumen Occupy: The Spatial Dynamics of Discourse in Global Protest Movements (John Benjamins, 2016), coordinado por la misma autora y procedente de un anterior monográfico de la revista Journal of Language and Politics, 13(4) (2014).
[7] Por esta razón, se impone el uso de la primera persona en la descripción experiencial de la metodología empleada.
[8] Durante la estancia, también participé en algunas de las actividades de la Red de Literatura y Derechos Humanos (LaReD), coordinada por las profesoras Emilia Perassi y Laura Scarabelli, y en uno de los cabildos organizados por el equipo del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile (Dr. Carolina Pizarro y Dr. José Santos Herceg). En los días del estallido, surgieron de forma espontánea numerosas asambleas territoriales o cabildos en muchos puntos del país; también las universidades tuvieron un papel activo en estas iniciativas, que respondían a la fuerte demanda de diálogo social.
[9] Siguiendo a Latorre (2019: 8), empleo el término mural para referirme a obras (generalmente realizadas con pinceles) dotadas de un carácter figurativo, y grafiti para las que poseen las formas más abstractas de la pintura spray, en sus diferentes estilos.
[10] Por ejemplo, en algunas sucursales del Banco Estado, la palabra «banco» estaba tachada y se leía «asesino» después de «Estado».
[11] El acto de nombrar y redenominar tiene importantes repercusiones ideológicas, como se ve también en el estallido chileno (Cárdenas-Neira y Pérez-Arredondo, 2021: 1183-1185).
[12] No me he propuesto un estudio sistemático de los estilos de los grafitis, pero, más allá de algunas referencias crípticas (sobre todo para un observador externo), prevalecen las formas legibles de escritura.
[13] Márquez et al. (2020: 137) ponen en relación las superposiciones de los grafitis con distintos acontecimientos; por ejemplo, las consignas feministas aumentan coincidiendo con el Día de la Mujer.
[14] Se encuentran también variantes ortográficas con valor simbólico, como por ejemplo el signo «$» en lugar de «c» o de «s», simbolizando el dinero; «k» en lugar de «c»; «w» en lugar de «b», para transcribir la pronunciación corriente en Chile. En general se mantiene, sin embargo, la corrección (por ejemplo, se ponen las tildes donde corresponde), aunque no faltan transgresiones. En la transcripción se ha normalizado la ortografía, dando cuenta, sin embargo, de algunas variantes significativas. En cuanto al morfema de género no binario, el uso de «x» es muy frecuente en el corpus (incluso en sustitución de la «o» en palabras sin marca de género), mientras que de «e» solo se ha encontrado una ocurrencia en «niñes».
[15] Del verbo culiar, ‘hacer el amor’. En los grafitis se encuentran numerosos ejemplos de términos coloquiales comunes en Chile.
[16] Marcela Cubillos, ministra de educación (2018-2020).
[17] Término despectivo en el sentido de ‘fascista’, ‘reaccionario’.
[18] Término despectivo, referido a una persona incapaz de desobedecer órdenes injustas.
[19] Policía.
[20] «Cuicos culiaos repártanse el queso»: expresión coloquial chilena dirigida a los ricos para que repartan las ganancias. Igual que otras expresiones utilizadas en los grafitis, aparece en el texto de una canción del rapero Pablo Chill-E, «Facts».
[21] El Servicio Nacional de Menores (Sename) es un organismo gubernamental que se encarga de la reinserción de adolescentes y jóvenes que han sido imputados o condenados. En 2016, tras la muerte de una joven internada, se descubrieron las precarias condiciones en las que eran mantenidos los menores.
[22] El sistema de pensiones chileno se basa en la capitalización individual mediante las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), instituciones privadas contra las que se ha reclamado por las bajas pensiones, en contraste con las elevadas ganancias. El movimiento «No + AFP» es una de las comunidades de acción que se habían consolidado antes del estallido.
[23] Canal 24 horas, TVN Chile (https://www.youtube.com/watch?v=g5WugxJuirgfi).
[24] Transcripción de la pronunciación chilena de la palabra huevón (‘Chile no es tonto’).
[25] Protagonista de una película japonesa. En los grafitis, se encuentran varias expresiones que remiten a la cultura globalizada.
[26] Latorre (2019) destaca, en los grafitis políticos chilenos, la convivencia entre las prácticas colectivas y las voces individuales.
[27] Alude al lema feminista «No somos histéricas somos históricas».
[28] Este lema, que invita a no pagar el boleto del metro y que se leía por todas partes, es revelador de la vertiente iconoclasta del movimiento (Gordon-Zolov y Zolov, 2022: Cap. III).
[29] Verso de la poeta y cantautora chilena Violeta Parra (1917-1967).
[30] Véase Gordon-Zolov y Zolov (2022) para una amplia reseña de estas referencias a movimientos nacionales y transnacionales.
[31] Wallmapu es el nombre del territorio habitado por los mapuches.
[32] Cárdenas-Neira y Pérez-Arredondo (2021: 1186) encontraron más ocurrencias de mapudungun en Valdivia que en Santiago, lo cual se explica por la mayor cercanía con la tierra mapuche.
[33] Caiani (2023: 196) subraya la imbricación, en los movimientos sociales, de diagnostic frames (reconocimiento de ciertos fenómenos como problemas sociales), prognostic frames (estrategias para resolverlos) y motivational frames (motivaciones para la acción).
[34] Es una respuesta a las palabras de Cecilia Morel, esposa de Piñera, quien, en un audio de WhatsApp, afirmó: «Es como una invasión extranjera, alienígena».