https://dx.doi.org/10.12795/PH.2023.v37.i01.13
El presente volumen reúne ocho estudios sobre repertorios médicos del español moderno cuyo análisis aprovecha las posibilidades del Tesoro lexicográfico médico (TeLeMe), un recurso informático en construcción que tiene como objetivo la transformación digital de una serie de diccionarios y vocabularios médicos de los siglos XVIII y XIX.
Ciertamente la digitalización de los repertorios lexicográficos y otras obras de interés para la historia de la lengua han contribuido al avance del conocimiento de la historia de las palabras. Pero el TeLeMe, resultado de un proyecto de investigación con financiación pública, dirigido por la Dr. ª Bertha Gutiérrez Rodilla, constituye el primer recurso de este tipo para un ámbito científico. Solo tras una larga y fructífera trayectoria investigadora y un amplio conocimiento de la historia de la lengua de la ciencia, con un grupo de investigación estable que trabaja desde hace años en este campo, se podía acometer la elaboración de un recurso tan necesario como importante para el estudio de la lengua de la medicina en el español moderno.
Los editores del volumen son dos expertos investigadores en la historia de las palabras y de los diccionarios. La filóloga y Catedrática de Historia de la Medicina de la Universidad de Salamanca, la ya mencionada Bertha Gutiérrez Rodilla, y José Antonio Pascual, Catedrático Honorario de la Universidad Carlos III de Madrid y Académico de número de la Real Academia Española, cuyos logros como investigador serían muy largos de enumerar aquí. Baste recordar su colaboración con Joan Corominas en el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico y su destacado papel en el diseño y dirección en los primeros años del Diccionario Histórico de la Lengua Española.
Los autores de los ocho estudios que recoge el volumen forman parte del equipo que desarrolla el TeLeMe. El primero está a cargo de Clara Grande López, y se centra en los arabismos de la medicina y la botánica del español medieval y su adaptación y pervivencia en los repertorios posteriores. El estudio parte de la Chirurgia magna de Guido de Cauliaco, un texto publicado originalmente en Montpellier en 1363, que compaginaba la tradición clásica y la medicina árabe y oriental, y que se utilizó para la enseñanza de la medicina en las facultades europeas hasta finales del siglo XVII. La autora analiza doce términos: alafit, alcola, alintisar, alyachar, formiga, galingal, garab, gasse, lumbas (liberas), mola, napta y soda; comprueba su presencia en la lexicografía académica y en los diccionarios médicos de los siglos XVIII y XIX (para lo que aprovecha las posibilidades que abre el TeLeMe) y en la lexicografía general posterior. Se fija también en su etimología y en los ejemplos que aparecen en el Corpus del Diccionario histórico de la lengua española (CDH) para establecer su significado. De cada una de las voces proporciona un detallado estudio, a modo de monografía, aprovechando también la consulta de los recursos disponibles en otras lenguas, como el francés o el inglés, para darle un enfoque comparativo. Tras el análisis de estos doce términos de procedencia árabe, se comprueba su uso en obras de medicina y botánica en un período de unos 150 años, y permite afirmar a la autora que los diccionarios y repertorios son testimonio del camino recorrido por estas voces desde las primeras fuentes documentales.
Las voces árabes también son objeto de estudio en el trabajo de Daniela Pena Arango, pero en este caso en referencia a la Clave medico-chirurgica universal de Francisco Suárez de Rivera (1730), un repertorio incluido en el TeLeMe, cuyas posibilidades de búsqueda contribuyen a los objetivos de este trabajo: enmarcar el texto en la tradición lexicográfica y comprobar el influjo que tuvo en obras posteriores. Para este trabajo, la autora analiza el primer volumen de los tres que se publicaron (llegó a la combinación CN), y toma los 753 lemas que el propio Suárez de Rivera identifica como arabismos. Es interesante que una obra del siglo XVIII recoja tantos arabismos, si se piensa que el Canon de Avicena había sido sustituido por las obras de Galeno e Hipócrates. Pero el conocimiento del Canon por Suárez de Rivera podía deberse a su formación universitaria en Salamanca. Así, la autora establece que el 63% de las voces arábigas del primer volumen de la Clave están también en el Canon de Avicena, que identifica como fuente por la semblanza en las definiciones de ambas obras. Pero se proponen otras fuentes, como el Pedacio Dioscorides anazarbeo (1555), de Andrés de Laguna, los Diez previlegios para mugeres preñadas (1606), de Juan Alonso y de los Ruices de Fontecha, el Lexico novum medicum (1702) y el Lexicon medicum renovatum (1717), ambos de Stephani Blancardi, y especialmente el glosario trilingüe del Lexicon medicum graeco-latinum, de Bartolomeo Castelli (1598). En definitiva, el propósito de Suárez de Rivera era trasladar el conocimiento médico acumulado desde la Antigüedad a la lengua vernácula.
La Clave medico-chirurgica también es el repertorio estudiado por Marta Gómez Martínez y Nereida Congost Maestre, aunque en este caso para analizar la presencia de anglicismos de la botánica. El trabajo ofrece una detenida descripción de lo que supuso el diccionario de Suárez de Ribera (en este caso el apellido aparece con la grafía b) así como de sus características lexicográficas, que ayuda a entender también el artículo anterior, y que inserta este repertorio en el movimiento enciclopedista de origen francés. Las autoras afirman la intención terminológica de Suárez de Ribera, al comprobar que los lemas son mixtos: castellano, latín, griego y árabe, pero también francés, inglés, alemán, italiano, portugués y catalán, lo que hace pensar en la preocupación por los términos que no tenían equivalente en español. Ya en relación con los anglicismos de la botánica, el área mejor representada es la de los nombres de plantas y de árboles. La fuente principal de los anglicismos que incorpora Suárez de Ribera parece ser la edición del Dioscórides de Laguna (1733), lo que explicaría, a juicio de las autoras, la no pervivencia de estas voces en la lengua española de la medicina ni en el inglés actual. Y a la pregunta de cuál era el propósito de Suárez de Ribera al incluir los anglicismos en su repertorio, la respuesta no sería otra que la de atesorar el mayor número posible de términos para contribuir a su conocimiento.
La cuarta contribución se debe a Itziar Molina Sangüesa y consiste en el análisis de los procedimientos neológicos del vocabulario médico en dos diccionarios especializados del siglo XIX, el Vocabulario médico-quirúrgico de Hurtado de Mendoza (1840) y el Diccionario tecnológico de ciencias médicas de Caballero Villar (1886), ambos contenidos en el TeLeMe. La autora empieza caracterizando el repertorio de Hurtado de Mendoza a partir de los estudios de Gutiérrez Rodilla, y presenta los resultados de su análisis, según el cual un número importante de voces de este ámbito fueron introducidas en esta obra ya que, o bien no se documentan en el CDH, o lo hacen en fecha más tardía. Por lo que respecta a las voces neológicas de los dos volúmenes publicados del repertorio de Caballero Villar, no consigue anticipar sus dataciones respecto al CDH, aunque sí que hay un considerable número de voces que no se atestiguan en este corpus. Muchas de estas palabras ya estaban en los diccionarios enciclopédicos generales de Domínguez o de Gaspar y Roig, anteriores al de Caballero Villar, pero precisamente el TeLeMe permite comprobar que muchas de estas voces estaban ya en el repertorio de Hurtado de Mendoza. Los neologismos extraídos por la autora siguen los procedimientos habituales de la formación de palabras en español, aunque destacan los calcos. Y también se aprecia una preocupación por la polisemia y la sinonimia que es habitual en los autores del siglo XIX. Son frecuentes las voces del léxico vulgar que se utilizan como términos médicos (cuchara, embudo), y la presencia de voces técnicas en desuso. El trabajo se acompaña de un útil anexo que presenta los términos de las obras analizadas documentados en el TeLeMe y su registro en otros repertorios.
Carlos García Jáuregui presta atención al Vocabulario técnico de medicina y ciencias auxiliares de Juan Cuesta y Ckerner (1878) para determinar sus fuentes lexicográficas, aprovechando las posibilidades que proporciona el TeLeMe. El autor se plantea comprobar las fuentes de esta obra y determinar la novedad que pudiera suponer. La técnica de Cuesta y Ckerner se basaba en la la selección de los lemas de diccionarios generales con alguna marca de especialidad relativa a la medicina. Tenía a su disposición un buen número de diccionarios enciclopédicos aparecidos hacia la mitad del siglo XIX, pero parece ser que fue el editado por Gaspar y Roig el que sirvió de base al Vocabulario, tal como prueba García Jáuregui en su estudio. Pero utilizó también otros diccionarios como el Diccionario de medicina y cirugia ó Biblioteca manual médico-quirúrgica de Antonio Ballano, o el ya mencionado Vocabulario médico-quirúrgico de Hurtado de Mendoza, que Cuesta y Ckerner conoció una vez comenzado su repertorio, y que tiene una influencia decisiva a partir de la letra «o». Estas afirmaciones están apoyadas con numerosos ejemplos con los que el autor prueba claramente las fuentes del Vocabulario técnico de medicina y ciencias auxiliares.
El siguiente estudio, de José Antonio Pascual, constituye un ejemplo de cómo aprovechar las fuentes lexicográficas para reconstruir la historia de las palabras, a pesar de reconocer sus limitaciones. El autor selecciona una serie de voces del Suplemento al Diccionario de medicina y cirugía, de Antonio Ballano, publicado entre 1820 y 1823 por Manuel Hurtado de Mendoza. Se trata de términos técnicos del brusismo, escuela médica de la que Hurtado de Mendoza fue introductor en España, y que partía de los postulados del médico francés F.J.V. Broussais. Estos términos se comprueban en los diccionarios médicos posteriores introducidos en el TeLeMe (el propio de Hurtado de Mendoza [1840], Cuesta Ckerner [1878] y Caballero Villar [1886]), además de en los diccionarios recogidos por el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE), incluidos los de la Real Academia Española. Las voces estudiadas son las de metástasis, transporte, irritación, flegmasía, crisis, aberración, fuerza vital, autocracia y dinamismo, además de algunas otras que se entrecruzan con la historia de estas mismas palabras. El análisis detallado demuestra que muchas de estas voces no nacen en la escuela de Broussais, pero que sí amplían su significado en el marco de sus postulados, y que no sobrevivieron tras el abandono de las mismas. También sirve para establecer los vínculos entre los diccionarios del siglo XIX, y afirmar que es el diccionario editado por Gaspar y Roig la fuente de los diccionarios generales posteriores, coincidiendo con el trabajo precedente de García Jáuregui en este mismo volumen y con estudios anteriores realizados en el marco del grupo (por ejemplo, Gutiérrez Rodilla y Pascual Rodríguez, 2020).
El estudio de Bertha Gutiérrez Rodilla se inicia con un breve recorrido por los textos médicos de interés lexicográfico a lo largo de la historia, para centrarse en los siglos XVIII y XIX, momento en el que se publican numerosos repertorios lexicográficos de medicina en Europa, especialmente en Francia. España no fue ajena a ese movimiento, que se caracteriza por la heterogeneidad de la producción: diccionarios enciclopédicos frente a vocabularios terminológicos, con los especialistas como destinatarios, pero en otros casos dirigidos al gran público, compuestos originalmente en español o adaptados o traducidos desde otras lenguas, habitualmente el francés. La autora propone una clasificación de obras publicadas en el siglo XIX, y se detiene en el Diccionario de fiebres esenciales de Lorenzo Sánchez Núñez (1819) y en el Diccionario de higiene pública de Ambroise Tardieu (1882-1885), de los que ofrece un detallado análisis. Además, dedica un apartado a los diccionarios y enciclopedias de terapéutica, género que alcanzó un notable desarrollo y que tenía como destinatarios tanto a médicos como a farmacéuticos. En definitiva, la autora dibuja un panorama en el que destaca el retraso que registró el proceso de producción de diccionarios de medicina en España. Tras las esperanzadoras publicaciones de Suárez de Rivera y de Antonio Ballano, la situación política española en la primera parte del siglo XIX produjo un estancamiento en la circulación del conocimiento médico (como ocurrió también en otros ámbitos de la ciencia y de la técnica), y habrá que esperar a la segunda mitad del siglo para restablecer las vías de penetración de las ideas científicas. En ese cometido tuvieron un papel fundamental los diccionarios enciclopédicos, que permitían a los lectores ponerse al día de los conocimientos científicos, si bien es cierto que el retraso con que se traducían / adaptaban las obras al español mermaba en algunos casos su interés. El coste y el riesgo editorial tampoco fueron factores despreciables a la hora de explicar las diferencias entre el enciclopedismo francés y el español. Todo ello contribuyó a la decadencia de este género lexicográfico, ante el empuje de las revistas, más ágiles y económicas. La autora acaba rebatiendo la idea establecida del seguidismo español de la lexicografía médica francesa, al constatar las diferencias y la peculiaridad que supuso la publicación de diccionarios terminológicos generales de medicina, ante la preocupación por la avalancha de voces procedentes de otras lenguas, como consecuencia de la renovación de esta disciplina.
La última aportación del volumen corresponde a Carmen Quijada Diez, quien analiza el Diccionario alemán-español de términos de medicina, de Emil Hahn (1914), primer diccionario terminológico médico bilingüe alemán-español publicado en España. El estudio insiste en la pérdida de influencia paulatina del francés como lengua de la ciencia y, consecuentemente también de la medicina, en la segunda mitad del siglo XIX, y el mayor protagonismo de la ciencia en alemán en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, antes de ceder el testigo al inglés. Es en ese momento cuando aparecen los diccionarios enciclopédicos de origen germánico y, entre ellos, el diccionario de Hahn. Hay pocas pistas del autor, más allá de lo que se declara en el prólogo, del que se deduce que era formador de médicos, así como su preocupación por facilitar el acceso al conocimiento a través de la traducción. Hay que tener en cuenta que el alemán era una lengua escasamente conocida por los médicos españoles, como atestiguan diversas citas de Ramón y Cajal bien traídas por la autora. El diccionario contiene alrededor de 11 000 voces con sus equivalencias, lemario que la autora considera escaso, y seleccionado de manera poco metódica. También detecta no pocas erratas, errores de alfabetización y equivalentes inapropiados. Aun con estas deficiencias, valora el Diccionario como “valiente y digno de elogio”, porque supone un primer intento de establecer correspondencias entre los términos médicos del español y el alemán, ámbito poco frecuentado por los diccionarios aun en la actualidad.
Tras leer el volumen, el lector tiene el convencimiento de que conoce mucho mejor la historia de los vocabularios médicos del español moderno. El conjunto de trabajos que se recogen es muy destacable, y la labor de los editores confiere al volumen una unidad poco frecuente en este tipo de obras: todos los estudios están cuidadosamente anotados, con un aparato bibliográfico completo, y tienen un enfoque crítico hacia las obras que estudian, algo muy apreciable porque suele ser habitual que los investigadores que se acercan al análisis de un autor o una obra tiendan a dejarse arrastrar por el entusiasmo y acaben valorando solo los aspectos positivos.
Pero una parte significativa de la consistencia del volumen la proporciona la herramienta que sirve como pivote, el TeLeMe, un recurso digital que demuestra su potencial en los diferentes estudios reunidos y que constituye un modelo en el que deben fijarse otros proyectos preocupados por la transformación y la conservación digital del patrimonio lexicográfico del español. Solo queda felicitar al equipo del TeLeMe por los logros alcanzados y animarlos a seguir por esta senda para mostrar un camino fructífero por el que deben transitar otros grupos de investigación interesados en el estudio de los lenguajes de especialidad.
Gutiérrez Rodilla, B. M. y Pascual Rodríguez, J. A. (2020). Notas sobre el Diccionario tecnológico de ciencias médicas de José María Caballero y Villar (1886). Cuadernos del Instituto Historia de la Lengua, (13), 217–228. https://doi.org/10.58576/cilengua.vi13.31
Gutiérrez Rodilla, B. M. (dir.) (s.f.). Tesoro lexicográfico médico (TeLeMe) [en línea]. Consultado en 31-01-2023. http://teleme.usal.es